V

Muerte.

Por más que el tiempo pasará mis ojos no podía acostumbrarse a ese suceso que se repite constantemente una y otra vez, cada una con su propia trágica esencia, algunas sin público, sin audiencia que lamentará ese suceso.

Seis meses, sólo seis meses llevo dentro de la Legión, realmente es lamentable no poder encariñarse con mis compañeros de equipo para después evitar el sufrimiento tras su inevitable pérdida. Debí haber aprendido en muy poco tiempo la insensibilidad ante un destrozado cuerpo humano, un cuerpo como humano tal como el mío.

Los humanos son frágiles.

Me eh jurado a mi misma jamás volver a ser rescatada por mi debilidad. No importa cuántas promesas, honor y orgullo estén en promedio. No volveré a ser una carga. No puedo seguir siendo una niña indefensa en este mundo.

Hoy era nuestro descanso después de volver de otra expedición. Hago un nuevo corte en la corteza del árbol que junto con Elliot plantamos. Tres líneas ahora son, tres expediciones en las que eh sobrevivido. Puede que no sea de los mejores, los más fuertes, pero no quiero ser una carga. En estos últimos meses me eh esforzado superarme, ser más fuerte. Alguien útil. No un héroe, sólo alguien digno de hacerse llamar soldado, o tan siquiera pisarle los talones a esa palabra.

Pronto será mi cumpleaños número quince, sonrió nostálgica observando el ocaso, suelto la navaja dejándola caer sobre el frondoso pasto, sacudo mi cabeza tratando de apartar esas sensaciones de soledad y tristeza, es tarde, mis ojos esmeralda comienzan a humedecer.

— Después de todo sigo siendo una chillona — pronunció viendo la palma de mi mano con una cristalina lágrima. Puedo aparentar ser fuerte, y una insensible, puedo engañarlos con esa imagen mía, pero al fin de cuentas si no puedo hacer que mi alma se lo crea no sirve de nada.

De nada sirve engañar a todo el mundo si no puedes engañarte, si no puedes engañar al alma, al corazón, mientras no pueda hacerlo solo soy una mentirosa más.

La gente miente con facilidad, Elliot siempre trató de ser lo más honesto consigo mismo. Si mentía siempre lo sabía, nunca le pude engañar.

Las mentiras es un camino fácil, pero corto, jamás llegan a envejecer.

Era lo que decía cuando detectaba en mí una mentira, haciendo que terminara contando la verdad. Detestaba eso de él al mismo tiempo que lo admiraba, ahora con su muerte trato de seguir ese lema tan suyo, estoy segura que a él le gustaría que viviera siendo honesta.

El ocaso llega a su fin. El cielo nocturno hace su aparición con un bellísimo espectáculo de estrellas fugaces.

Un deseo.

 Un cumpleaños feliz, sin titanes  susurró cerrando los ojos, tal vez es mucho pedir, pero por eso son deseos, cosas casi imposibles que anhelamos.

Llevaba mi castaño cabello suelto, decorado por una pequeña corona de flores, un vestido blanco y holgado. Como solía vestir antes de unirme a la Legión. Algún día estaré así frente al mar, sintiendo esa brisa tan soñada apreciando el ocaso. Siendo libre.

Camino a las orillas del río con una pequeña sonrisa, mis pies descalzos tocó con la punta del dedo el agua fría que corre. A pesar de estar dentro de los muros siento una paz inmensa. Los colores del cielo, ver a los niños jugar. Dentro de poco se dará fin a este día cumpliéndose mi desea de la noche pasada.

Un anhelo del corazón, algo que se ha cumplido. Se puede decir que este ha sido un feliz cumpleaños.

No importa que lo haya festejando sola, no importa que nadie de la Legión me felicité, soy feliz así, con mi deseo cumplido, vestida como me siento libre, con un bello cielo color naranja. Escuchando la sinfonía de la vida, las risas de los niños jugando, las aves, el viento. Aquí viví los momentos más felices junto con Elliot, estar aquí me hace feliz.

Me siento junto al río soltando un satisfactorio suspiro.

Un fuerte estruendo acompañado por el temblor de la tierra, caigo al suelo raspando uno de mis codos con una piedra.

— ¡¿Qué ha sido eso?!

Entre gente comienza a manifestarse el pánico, un trio de niños que se hallaba a escasos metros de mí se apresuran a levantarse y mirar hacia el muro. Igual al resto de los aldeanos.

El horror se plasma perfectamente en mi cara. No hoy, no después de todo lo maravilloso que había sido el día. Llevo una de mis manos a mi boca.

El conocido vapor que sueltan los cuerpos de los titanes. Esta ahí junto a la muralla que durante un siglo nos mantuvo a salvo.

Sin embargo en un abrir y cerrar de ojos es derribado, de un solo golpe. La gente corre envuelta en pánico, el llanto, la desesperación, ya hay gente muerta, han sido aplastados.

— ¡Ha hecho una abertura en el muro!

Los titanes comienzan a entrar en el poblado.

Mi respiración es irregular. Siento frío. Miedo. Completamente petrificada ahí viendo a los titanes avanzar por la ciudad devorando gente.

Somos muy frágiles, tan débiles que sólo podemos mirar, llorar y gritar.

Sólo deseaba un feliz cumpleaños.

Corro por los callejones con los ojos húmedos, mis pulmones arden, había dejado de respirar. No importa, sólo quiero buscar al viejo. Puedo en mi mente visualizar su sonrisa, cuando nos tocaba la guitarra por sacarnos una sonrisa, cuando nos llevó por primera vez a la cumbre, su pastel quemado por mi cumpleaños, cuando plantamos aquel árbol, los cuentos antes de dormir.

No puedo permitir que muera por esas bestias. No puedo.

Mis ojos se abren perpleja, corro hacia la pequeña cabaña donde pace toda mi infancia. La vieja mecedora volteada, y ahí esta el viejo, caído junto a la mecedora, sonrió apresurándome a levantarlo.

— Déjame pequeña, o ambos moriremos — dijo sonriente, fruncí el ceño sacudiendo la cabeza frenética, mis ojos estaban húmedos. No lo dejaré aquí — Los titanes nos alcanzarán con mi ritmo.

Chasque la lengua - rayos se me está pegando lo de Levi - vuelvo sacudir la cabeza. Claro que quiero irme antes que lleguen los titanes, pero no me iré sola. No es correcto, no es algo que haría Elliot, abandonarnos.

El viejo posa su diestra en mi mejilla, con su pulgar limpia mis lágrimas.

— Oh pequeña — dice dulcemente — Por favor Akane, ya no vivas en el guion de otros, vive tu propio guion.

¡¿Qué?!

Pestañeo un par de veces, niego cerrado los ojos con fuerza. No puedo dejarlo. ¡No lo haré!

No es por que quiera vivir otro guion, esto es lo correcto, salvarlo.

— Eres tan obstinada, lo había olvidado.

Suspira poniéndose a correr junto conmigo, no lo dejaré, no pienso abandonarlo. A este ritmo llegaremos a la puerta pronto. Sólo resiste viejo. Prometo sacarte con vida de aquí.


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