I. Naranja


–¡¿Cómo que ese de CNBLUE no es Jungshin?! Claro que sí, tiene el mismo nombre.

–Para empezar le faltan cejas...

–Bueno... tal vez no sea él.

–Desde que Yoongi y Tae están en la industria ahora crees que todos tus conocidos son idols.

–Lo siento, es que allá hacen cada audición.

–Igual no te hubiese dicho nada si asistía a las audiciones, tampoco me lo habría dicho a mí.

–Lo sé, justo como Tae.

–Anímate, no pienses mal de él, seguro la agencia le prohibió mantener contacto con conocidos.

–Lo sé, Baek, es solo que... al menos pudo guardar mi número, atender llamadas o algo. Por poco pensé que había muerto.

–Nos hubiésemos enterado, Daegu no es tan grande.

–Lo sé... oh, ¡¿llevamos tres horas hablando?!

–Nunca hay mucho qué contar–dijo sarcásticamente. Pude imaginar cómo se encogía de hombros del otro lado de la línea.

–Me tengo que ir, me van a matar.

–Chau, saludos a tu gente.

–Igual, dile a Jungshin que deje las dietas.

–Lo haré, ¡cuídate!

–Tú igual.

Corté la llamada. Me levanté de la cama y me estiré hasta que sonaron los huesos que tenían que sonar. Caminé por la impoluta habitación, blanca, caliente y húmeda, sin pósters, sin dibujos, sin pegatinas. Toqué la pared, cuyo color se rompía por un rayo de amanecer justo en el centro. El día se asomaba y yo bajé las escaleras para recibirlo con un café con leche y vainilla en el comedor.

Me senté frente al televisor, pero me quedé revisando el teléfono, pensando en qué podría hacer para dejar de preocuparme por mis tareas y deberes. Decidí ver videos mientras esperaba a que la gente en mi casa despertara. Las cosas en la farándula habían cambiado mucho desde que estaba en el colegio, cada vez había más grupos y muchos de los que me gustaron en su tiempo parecían desintegrarse como castillos de azúcar bajo la lluvia.

Pasaron cinco años sin ir a Corea, en ese tiempo no existieron acontecimientos relevantes para mí más que seguir con los estudios musicales y entrar a la carrera de traducción en una universidad bastante accesible. Mientras tanto, Baekhyun y Dahyun me informaban de lo que ocurría en mi país natal via Skype o Kakao. Si antes me quejaba por lo poco que coincidíamos Dahyun y yo, ahora me daba cuenta de que las cosas sí podían empeorar.

Mientras yo viajaba con mi familia, mi mejor amiga regresaba a Corea para estudiar negocios internacionales, ella seguramente sería el orgullo de la casa para ese entonces, algo que yo aún terminando la carrera no podía lograr. Luego de un tiempo regresó su amigo, que también estaba de intercambio en Nueva Zelanda, para aplicar a la misma universidad que ella, pero decidió dejarlo para dedicarse a la música. Admiraba su valor. Ella, por supuesto, trató de no dejarlo varado en lo que pudo y muchas veces le dio alojamiento en su casa cuando se quedaba a trabajar hasta tarde.

Baekhyun estaba feliz por Dahyun, no la conocía, pero por lo que le contaba sobre ella y su amigo le recordaba a todas las veces en las que ayudó a Yoongi en lo que pudo. Junto a Jungshin y un chico del colegio, que llegó al club después de haberme ido, decidió formar un grupo de música indie que resultó ser popular en la ciudad. Su relación había durado más de lo que pensaba, eso me alegraba y me hacía creer que había esperanza en el amor, que podía encontrar a alguien que no estuviera lejos de mí y con el cual pudiera tener afinidad. Le preguntaba seguido cómo estaban las cosas en Daegu, que parecían haber cambiado bastante durante mi ausencia a pesar de que los espacios fuesen los mismos y la población sólo creciera.

De Taehyung nadie sabía nada. Baekhyun había ido a visitarlo para ofrecerle trabajo como saxofonista en el bar, pero ese día no estuvo en casa, tampoco el día anterior, ni el día después de ese, ni el siguiente a ese. Tuve miedo de que le pasara algo y llegué a pensar lo peor, repetidas veces le insistí a mi mamá que buscara a la señora Kim en el directorio, pero me decía que nunca le pidió su numero y que no estaba tampoco en internet. Habían desaparecido del planeta y nadie tenía idea de dónde podrían haberse metido. Mi desesperación llegó a su fin cuando Taehyung fue anunciado como el último miembro de un nuevo grupo de kpop, su nombre artístico: V.

Dahyun estaba emocionada, me aseguró que le había dado la idea cuando se anunciaron las audiciones de la agencia, estaba confiada en que quedaría, pero no pensó que no lo dejarían hablar con nadie después de eso. Una vez que lo presentaron y estuvieron listos, había asistido a su debut, decía que estaban todos muy nerviosos, sin embargo, se veían felices. No los culpaba, son momentos únicos, quedan para siempre en la historia y querían dar una buena primera impresión. Presentarse como artista ante el mundo no es tarea fácil y eso lo sabíamos de sobra. Ese día no pudo hablar con Tae, pero una vez que comenzaron los fansigns y convivencias, se presentaba de vez en cuando con regalos y les dejaba recados. Cuando el grupo nombró a sus fans Dahyun fue la primera en colocarlo en todas sus cuentas de todo lo que había.

Yo no supe quiénes eran los demás hasta que vi el debut unas semanas después en internet. Estaba molesta con Taehyung por no haber hablado conmigo y tenerme asustada hasta la muerte, aunque no lo culpaba, sabía lo increíblemente duros que eran los contratos en las compañías de entretenimiento, pero aún así estuve resentida. Incluso estando lejos de mí me hacía la difícil. Resolví ver el vídeo para ver cómo era su música.

Su concepto era de chicos rebeldes haciendo hiphop, aunque distaba un poco de lo que quería Taehyung cuando me propuso ir a la capital con él, debía admitir que era muy atractivo. Escogí bias tan rápido como canta un gallo, un chico de gorra con una nariz redonda bastante familiar y la sonrisa más juguetona y amplia que había podido ver. Por la última característica había reconocido a Min Yoongi como uno de los raperos del nuevo grupo, era fácil distinguirlo por su sonrisa, llevaba maquillaje y estaba mucho más delgado y pálido de lo que acostumbraba a ver.

Me sorprendí de sobremanera y pasé de la alegría al llanto. Min Yoongi, el chico de Daegu que tuvo que ir solo a Seúl, a quien sus padres no apoyaron por preocuparse demasiado. Ese chico estaba bailando y rapeando en un escenario, en televisión nacional, para millones de personas. No podía sentir menos que orgullo. Mis papás se preocuparon cuando salí roja e hinchada como un tomate de mi habitación para ir por un bocadillo, pero estaba feliz, muy feliz.

Pasaron los años, yo no me atrevía a decirle a Dahyun que conocía a Yoongi, así que me limité decirle que era mi bias y le enviaba mis preguntas para que las colocara en notas adhesivas que pegaba en los álbumes para los fansign. Ella me enviaba discos ya firmados que comprábamos juntas y que yo mantenía en una repisa de la habitación. Mi primera photocard, no sabía si había sido coincidencia u obra de Dahyun, era del chico que ahora usaba gorritos y la guardaba en el álbum, justo en el centro, donde estaba mi canción favorita.

Luego de varios años y discos me parecía una locura todo lo que habían logrado. El tiempo había pasado muy rápido, apenas podía creerlo. Aunque para mí, una persona que había sentido muchas cosas a la vez, no era extraño sentir que el ritmo del mundo era extremadamente rápido.

"Curiosamente", sin darme cuenta por estar inmersa en el recuerdo, llegué a un vídeo de Yoongi. En realidad no me parecía curioso porque de un tiempo a otro las sugerencias de YouTube habían pasado de Super Junior y Bigbang a grupos que se abrían camino en la industria. Yoongi, ahora "Suga", estaba tocando en un piano vertical una de las canciones de su nuevo álbum. Tenía el cabello rubio, un suéter color crema y zapatillas blancas, que ahora no estaban gastadas. Tocaba como siempre, con la espalda un poco encorvada, los ojos entrecerrados, concentrado. Seguía transmitiendo la misma calma, esa que me dejaba embelesada observando sus manos al tocar.

Me perdí en la curva de su nariz, sus negras pestañas rozando sus mejillas y la forma en la que sus dedos tocaban las teclas, entre saltos y caricias. Hasta ese día creí que Yoongi era parte del pasado, un recuerdo vivo que había podido cumplir sus metas y en cuya vida fui un mero accesorio, pero me di cuenta de que se había hecho espacio en mi memoria, dejando un agujero en todas las cosas que podrían haber sucedido y que en definitiva no iban a suceder.

El sonido del teléfono me sacó de mis pensamientos y vi un mensaje de Dahyun en la pantalla. «¡En unas semanas hay comeback y fansign! ¿Algo para decir?»

Me quedé pensando un momento y revisé a qué hora cerraba la oficina de correos. Aún tenía tiempo. Le expliqué el plan a Dahyun y contestó con muchos pulgares arriba. Por fin podría leerme directamente, sin ningún intermediario, nadie que distorsionara alguna palabra. Todo iba a salir bien, al menos eso esperaba.

Corrí a mi habitación por papel y lápiz. Pensé escribir en folios de colores o dibujos, pero decidí hacerlo en la hoja algo amarilla de un viejo kit para hacer cartas que usaba con Dahyun de vez en vez. Las palabras fluyeron solas luego de comerme la cabeza pensando en cómo podría iniciar. No paré de escribir hasta después de unos veinte minutos, la coloqué en su sobre, que hacía juego con los dibujos en el papel, esperaba que no se viera muy infantil. Luego de eso recogí una de las cajas que había usado Dahyun para enviarme algo desde Corea, anoté la dirección y me dirigí a paso rápido a la oficina de correos.

Yo
Entre esta semana y la siguiente te va a llegar un sobre.

Dahyun♥︎
¿Cómo?????
¡Te dije que no me enviaras nada porque es muy caro!

Yo
¡Tenía que hacerlo!
Prométeme que no lo vas a abrir y se lo vas a entregar a Min Yoongi el día del fansign.
¡Y saludos a Taehyung!

Dahyun♥︎
¡Lo prometo!
Debería estar dormida, pero no me voy a quedar con la duda. ¿Por qué?

Yo
¿Me creerías si te dijera lo que hay detrás?

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