8. Allegro vivace

A veces Taehyung me ponía de los nervios. Si mal no recordaba era mayor que yo, pero siempre debía estar detrás de él para evitar que hiciera una tontería. Sabía que todos los sábados frecuentaba un cyber cercano a nuestra calle para jugar al Counter Strike, pero no sabía que en las semanas siguientes a su confesión había encontrado a su "verdadero amor" por internet. No se habían visto aún, así que no sabía cómo era a excepción de las fotos de perfil, cuya resolución inspiraba poca confianza. Sin embargo me sentía feliz porque ya no estaría tan solo.

Prefería obviar ese hecho y concentrarme en disfrutar el tiempo que pasaba con él. Traté de convencerlo de que el mensaje que había enviado semanas atrás era una broma, pero a medida que el tiempo corría, algo en mi corazón decía que tenía que contarle.

Faltando un día para el concierto final y dos para irme, decidí hablar con él. El miedo se acumulaba en mis hombros mientras caminaba hacia el tobogán, al cual diligentemente le habíamos pegado de un lado un cartel que decía "Emporio Gucci" y del otro "Casa Chanel". Él estaba sentado, con los ojos cerrados y la cara hacia el cielo. Me acomodé a su lado, pude ver unas pequeñas ojeras y la punta de su nariz roja.

–¿Desde cuándo Chanel se sienta al lado de Gucci?–me preguntó con voz gangosa. Se me hizo un nudo en el pecho.

–¿Desde cuándo Gucci es coreano?

–¿Desde cuándo Chanel se iba a América y no le dijo a nadie?

–Chanel nunca le dijo nada a nadie...–las lágrimas se hicieron espacio en mis ojos–... era una mujer de acción.

–Pero tú no eres Chanel.

–Tú tampoco eres Gucci–se me quebró la voz al final de la frase.

Nos abrazamos y lloramos en silencio. Las despedidas no eran necesarias porque ni siquiera me iba aún, las palabras sobraban. Sentía que ya no necesitaba nada más en el mundo, sólo quedarme para siempre en sus brazos. Sorbí por la nariz y froté suavemente su espalda.

–Si sigues llorando te va a crecer más la nariz–sentí cómo sonreía en mi hombro.

–Me caes mal.

–Para eso estamos...–nos soltamos y Tae se apresuró a limpiar las lágrimas de sus ojos–. ¿Estás mejor?

Asintió, pero sabía que no estaba bien. Sabíamos que no estábamos bien. Caminamos abrazados rumbo a su casa a ver el último episodio de Sakura Cardcaptor antes de quedar fuera de emisión, que tampoco nos sentó como pensábamos, y terminamos dormidos en el sofá, con mi cabeza apoyada en su hombro y la suya sobre la mía.

La tarde previa al concierto habíamos quedado de practicar juntos en el salón de música. Cantaríamos el himno de colegio y una canción para despedir a los alumnos egresados, entre ellos Yoongi.

Trataba de alejarlo de mi cabeza a como diera lugar. Seguíamos ensayando con poca frecuencia pero aún así mis sentimientos, que habían nacido de la distancia resultante entre dos personas naturalmente diferentes, se aferraban hasta el último momento. ¿Por qué me gustaba que existiera una trecho abismal entre las personas que me atraían y yo? Era una constante que me perseguía y que no veía desaparecer.

Yoongi paró de tocar, procedió a estirar y mover los dedos para relajarse. Baekhyun comenzó a practicar una pieza en guitarra para un proyecto que hacía en paralelo y Jungshin se quedó viendo la ventana con insistencia. Aún estaba claro, pero la luna ya se veía resplandeciente en el cielo.

Todo se sentía tranquilo. Me daba miedo romper esa calma, pero después de pasar tanto tiempo juntos pensé que sería injusto dejarlos como si nada. Suspiré y carraspeé antes de llamarlos.

–Chicos, hay algo que quiero decirles.

–Te gustamos porque somos muy sexys–dijo Yoongi alzando las cejas. Me sonrojé y rodé los ojos ante el atrevimiento.

–No...–dudé un poco y miré hacia el techo con un dedo en la barbilla–bueno... no–resolví finalmente con petulancia.

–¿Tienes una enfermedad terminal?–dijo Jungshin.

–¡No! Aunque ojalá...

–No digas eso–habló Baekhyun–. ¿No será que estás embarazada?–se llevó las manos a las mejillas.

–¡Deja de fumar lo que sea que te fumes! No es nada de eso, chicos–carraspeé un poco más–. Verán, hace unos años que mi papá está trabajando fuera, él está en América, pero no en Estados Unidos–Yoongi asintió, dejándome saber que recordaba lo que le había dicho unos meses atrás en el parque.

–¿América no era sólo Estados Unidos?–preguntó Jungshin, haciendo que Baekhyun lo abrazara mientras reía.

–No, bebé, USA es un país de América. Tenemos que seguir con geografía–me miró–. Continúa.

–Bueno, el caso es que durante todo este tiempo hemos estado separados porque querían que nos educáramos en el sistema de aquí, que es mucho más estricto, se supone... Ahora que voy a terminar la escuela y que mi hermana ha terminado el intensivo para música, quieren mudarse todos juntos.

–¡Pero eso es perfecto! ¿Vas a tener nueva casa? Ojalá que sea en uno de los nuevos residenciales que están construyendo en...

–No, Baek–interrumpí–. Quieren que vayamos todos a América.

–Eso...–la sonrisa se esfumó de su rostro–eso no está bien ¿o sí? Quiero decir, aún te faltan como dos años para salir, es una locura.

–Lo mismo digo, pero no hay nada que pueda hacer, ya tomaron la decisión...–vi sus caras largas y sus miradas en el piso. Una punzada de culpabilidad me atravesó el pecho–. Chicos, lo siento mucho... podemos seguir hablando por...

–No te vamos a ver nunca jamás–dijo Yoongi atónito.

–Voy a venir de visita, no lo tomen así...

–No–interrumpió–, es que no lo vas a hacer. ¿Como quién vas a venir?, ¿como esos que se fueron de aquí y no han regresado?

–Yoongi, yo no soy como ellos, aquí está toda mi familia, igual yo tampoco puedo hacer mucho para cambiar las cosas.

–No lo entiendo, tú misma lo dijiste, aquí estás bien, lo tienes todo. ¿Vas a dejar a tu familia, tus amigos y la gente que te apoya? Ni siquiera sabes cómo es allá.

–¿Crees que quiero irme? Además es como tú dijiste, necesito salir, ver más cosas, no puedo quedarme en un solo sitio–afirmé, aunque en realidad sentía la mentira roer mi garganta.

–Al menos no te vas para el día del concierto, ¿verdad?

–Yoongi, por favor. Claro que voy a estar, es mañana–se levantó de golpe y se dirigió a la puerta con el ceño fruncido–. ¡Yoongi!–me levanté con rapidez del asiento.

–¡No me sigas!–se llevó el bolso y cerró la puerta con fuerza mientras me clavaba el puño en la pierna y me sentaba nuevamente.

–¿Qué acaba de pasar?–dijo Jungshin.

–Supongo que hoy también tendré que hacer la cena–suspiró Baekhyun.

Una vez que terminamos de ensayar me acompañaron a mi casa. Traté de no pensar en lo mucho que me frustraba haberlos dejado con mal sabor de boca, pero no había más que esperar. Le mandé un par de mensajes a Baekhyun para cerciorarme de que todo estaba bien. Confirmó y se quejó de que Yoongi no haría la cena y de la rabieta que hizo. Tampoco podía decir que me había convencido del todo y que no estaba preocupada, porque sí lo estaba. Decidí escuchar música hasta quedarme dormida.

Al día siguiente era la presentación, me sentía nerviosa porque había cantado en público pocas veces. Cada vez que lo hacía me sentía expuesta ante todos, como si les dejara ver una parte de mi que ni siquiera yo terminaba de conocer. A veces sentía que los cantantes nos preocupábamos por frivolidades, en mi caso, era mostrarme más de la cuenta.

Luego del número de Baekhyun y Jungshin, en el que realizaban un dueto de guitarra acústica, esperamos desde la parte de atrás del escenario a que Yoongi se levantara de su asiento en el público y se dirigiera a hurtadillas hacia nosotros. El momento se acercaba lentamente, pero había algo curioso dentro de todo: no habíamos visto a Yoongi en ningún momento. Era imposible que hubiese faltado a su graduación, incluso desechamos la idea porque ya habían entregado los reconocimientos. ¿Dónde se habría metido?

A sólo minutos de empezar, Jungshin lo buscó por el edificio mientras Baekhyun y yo nos preparábamos. Él ya se hacía una idea de lo que estaba pasando, sin embargo no pude conectar cables y tuve que esperar a que el chico regresara con cara larga, mientras negaba con la cabeza, al momento en que nos llamaban al escenario

Tragué en seco. Baekhyun caminó hacia la cortina roja que tapaba la vista del público, se giró hacia mí y me miró suplicante a la vez que extendía su mano. Dimos un paso al frente ante las miradas expectantes de los chicos de último año. Los escuchaba cuchichear desde el escenario iluminado y caluroso.

Me acerqué al piano más de lo que debía para sentirme segura. Baekhyun se retiró algunos cabellos de las pestañas y me miró, esperando la entrada. Respiré profundo y comenzó a tocar a la vez que yo trataba de buscar un punto fijo en el fondo tenue del teatro. Mis manos sudaban al recordar lo que tenía que hacer. Pensaba en todo: la respiración, las entradas, la letra, la música, qué iba a hacer, cómo me iba a mover, si me equivocaba, las dinámicas... Todo era un aparato entero hecho de pequeñas piezas que tenían que unirse para funcionar, pero esa vez faltaba una parte importante. No había intención, porque no tenía sentido cantarle a la nada, porque, sin él, esa sala estaba vacía.

Parecía que yo misma estaba vacía, que mis palabras no tenían nada, cuando en realidad, mientras el colibrí se enterraba la espina de la rosa, yo me callaba para no gritarle al mundo lo mucho que escocía. No quería que vieran lo débil que era, así que me lo tragué todo y canté, canté para mí, para no mostrarles lo frágil que era.

Ese día él no estuvo ahí para darle calma a mi corazón, y al dar la última nota, caí como un manojo de nervios entre los aplausos y las miradas de conformidad.

Regresé con Baekhyun, que luego de abrazarme y felicitarme calurosamente junto a Jungshin, insistió en que fuera a su casa para ver si lo alcanzábamos, y accedí a pesar de que fuera demasiado tarde. Corrimos hasta esa esquina solitaria, que me pareció la idea más estúpida que había podido tener, para encontrarnos con el cuarto de huéspedes vacío. La cama tenía algunos papeles y una nota: "No me busquen".

Me quedé un momento con Baekhyun. Todo parecía irreal. Mi cerebro no era capaz de procesar nada. Mis manos seguían temblando y mi respiración estaba agotada por la carrera. Sabía que no lo iba a poder aguantar más, al menos no durante un tiempo. Hojeé las páginas sueltas que se encontraban en la cama mientras Baekhyun trataba de comunicarse con él. En su mayoría eran piezas que había compuesto con Baekhyun y que había decidido dejarle. Finalmente di con una pieza de un par de páginas donde ponía a lápiz: "para ella".

Sentí un nudo en la garganta y mi corazón latiendo en el pecho. Le toqué el hombro a Baekhyun, que parecía al borde de la histeria y se giró rápidamente. Señalé a la pequeña dedicatoria, con lo cual pasó su mirada por la partitura y luego a mis ojos repetidas veces. Una vez que cayó la contestadora por lo que parecía ser la veinteava vez, dijo finalmente: "eres tú".

Luego de pasar un rato sin saber nada de él, que debería haber estado camino a Seúl, fui a mi casa. No quería que Baekhyun me acompañara, quería pensar en lo que estaba pasando y quería hacerlo sola. El camino se hizo más largo, pasando por la lavandería después de ver las calles eternas de la ciudad, mi ciudad. El cielo no estaba tan azul y yo, que había visto esperanza en ese tono tan particular, tampoco me sentía azul. Estaba gris.

Cuando regresé sentí que algo en mí había nacido, desde lo profundo de mi alma lo sentía. Debía tocar. Esa sensación poco familiar de acercarme a las teclas y acariciarlas se incrementaba a medida que me acercaba al pequeño piano eléctrico en mi habitación. Había dejado pasar el suceso de esa misma tarde, me sentía diferente, suponía que mi cerebro no había terminado de asimilar la ausencia pero tampoco deseaba que lo hiciera.

Me acerqué con cuidado a mi compañero de cuarto, siempre inmóvil en una esquina, marrón, con el nombre grabado en la tapa, silencioso, expectante, rogando siempre por una mano que acariciara su frío exterior para dejar salir su voz melodiosa. Pasé la punta de mis dedos por la tapa llena de polvo, como pidiéndole perdón por pasar tanto tiempo sin sentarme con él, por gritarle, por tirarle almohadas y cosas encima, por no usarlo como debía... en fin, por abandonarlo lejos de cualquiera.

Vi que estaba desconectado e intenté volverlo a conectar, pero no se encendía. Me di cuenta de que estaba enchufando el cable de la impresora. Cuando di con el cable del piano intenté encenderlo presionando el botón. La luz roja que debía encenderse no estaba ahí. Lo encendí y apagué varias veces, pero la luz no aparecía y las teclas no hacían ruido alguno. Me desesperé. Enchufé y desenchufé varias veces pero no pasaba nada.

–No, no, no, ¡no!, ¡no!, ¡NO! ¡Maldita sea!–grité mientras le daba golpes a la base–. Regresa, te necesito. Por favor, regresa...–me dejé caer en el suelo, tapándome la cara–. Vuelve, por favor.

Tenía el corazón en la mano. Me había costado un montón de noches sin dormir, estudio y llanto llegar a tenerle aprecio. Justo cuando más lo necesitaba se había ido sin avisar. Me importaba poco que hubiera sido de mi hermana, había más que un lazo familiar entre ese viejo piano eléctrico y yo, que había sido opacado por la rabia ciega que le tenía. «Te odio, ¿por qué me haces esto?», pensé con dolor mientras dejaba que mi vista se nublara e inundara mi habitación.

Estaba perdida. Lo estuve ese día, también al día siguiente, cuando tampoco encendió. También esa misma tarde, cuando abracé a Tae por última vez, cuando Baekhyun me regaló un mochi y cuando Jungshin me dio una de sus guitarras, mientras llorábamos todos hechos un cuadro grotesco de lágrimas y brazos entrelazados.

Estuve perdida esa noche en el aeropuerto, cuando miraba a la gran ventana con la esperanza de que el cielo volviera a ser azul al día siguiente. Me perdí aún más cuando hubo retraso en el vuelo por una tormenta eléctrica y tuvimos que quedarnos a dormir en la fría e incómoda sala de espera, con sus sillas de metal y voces en miles de idiomas que intentaba reconocer.

Luego me encontré cuando, en una escala, abracé a Dahyun por primera vez en muchos años, acariciando su cabello rojo y secando sus lágrimas. Cuando con ella caminé por el aeropuerto y vimos a un guitarrista cantando una canción que no conocíamos, cuando compré mis chocolates favoritos y cuando vi el cd de Kanye West que tanto le gustaba a Yoongi.

Me encontré, por última vez, cuando deshice la maleta y practiqué la pieza en el piano de la casa en América. "La casa", porque nunca fue mía. Como él tampoco lo fue.

~
Igual no quedó tan largo como pensé, jeje...
Gracias por leer♥︎

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