6. Allegretto

Después de un tiempo seguimos reuniéndonos por las tardes, los exámenes habían pasado y sólo faltaba que Baekhyun nos dijera el resultado final, aunque pude intuir por lo mucho que había estudiado que no me iba a ir tan mal. De vez en cuando, mientras Yoongi y yo practicábamos, salíamos de la rutina y hablábamos de lo que nos gustaba. Me di cuenta de que a pesar de que no éramos especialmente parecidos teníamos pequeñas cosas en común que nos permitían mantener una conversación estable.

Su compañía no me resultaba extraña, pero luego de estar sola durante mucho tiempo era complicado establecer relaciones con alguien, por lo tanto, aunque quisiera acercarme a él, siempre terminábamos marcando distancias significativas entre nosotros. No había algo que odiara más, era frustrante, al fin tenía la oportunidad de hablar con él y terminaba haciendo o diciendo cualquier tontería, a la que él respondía con un comentario sarcástico bastante agrio.

Min Yoongi me ponía nerviosa hasta el último pelo de la cabeza, de eso no había duda, al igual que era más que imposible que él pensara de la misma forma sobre mí, quién no levantaba ni el polvo. De cualquier manera, recordar esas cosas no era la mejor idea, principalmente porque siempre terminaba en un llanto fingido mientras me lamentaba de mi vida, cosa que hacía como rutina básica, y hubiese hecho si mi vecino, a quien ignoraba olímpicamente, no hubiese estado en frente de mí.

Taehyung me miraba con curiosidad mientras movía sus dedos impacientemente sobre su saxofón. No sabía qué responder, se suponía que íbamos a practicar a su casa, no a hacer... eso.

Él esperaba mi aprobación, no había duda, pero a mi parecer era una tontería. Lo miré con una ceja alzada, no es que no quisiera, es que no me había aprendido las piezas en vano como para que insistiera en hacer otra cosa. Me miró con con ojos de borreguito, desvié la mirada y se volvió a poner en frente de mí.

–¡Ugh! No te soporto.

Le tendí la mano y me arrastró con él a una habitación cerca de la sala. Me sentó con él en el sofá y encendió el pequeño televisor que estaba sobre una mesa con cajones. Aún estaba tamborileando los dedos sobre el saxofón cuando sonó el intro de Sakura Cardcaptor.

–YO QUISIERA, QUE SUPIERAS, CUÁNTO EXTRAÑO, TU PRESENCIA AQUÍ–cantaba a todo pulmón.

Me causó gracia y al final terminé uniéndome a él y a sus hermanitos que se asomaron por la puerta del pequeño salón. No sabía del gusto que tenía Taehyung por el anime, mucho menos sabía que veía mi serie favorita todas las tardes en televisión abierta.

Al terminar el programa, los hermanos de Taehyung salieron por sus juguetes y se sentaron en la pequeña sala a ver el resto de programas infantiles. El mayor y yo nos fuimos al recibidor, seguíamos hablando de lo bueno que era el programa y las veces que lo habíamos visto.

–La última vez que lo vi fue con Dahyun–dije yo–, odiamos el final.

–Yo no pienso mucho en eso porque luego salió Tsubasa... ¿cómo está Dahyun?

–Está bien, está terminando la escuela en Nueva Zelanda. Hace poco hablé con ella, tiene un amigo que también es de Corea.

–Wow... deben saber mucho inglés.

–Con ella practico cuando tiene tiempo–reí con pesadumbre–, últimamente hemos dejado de hablar.

–Deberías hablar con ella, me acuerdo que jugábamos juntos en el colegio, era muy bonita...–lo miré con curiosidad.

–Kim Taehyung, no me estás diciendo que...

–¿Qué?

–¿Por qué hablas tanto de ella últimamente?–noté que se puso nervioso y colorado–. ¡Kim Taehyung!

–¡Agh! Déjame.

–¿Por qué no le hablas tú? Seguro estará feliz por saber de ti.

–¿Tú crees?–se aferró al saxofón.

–¡Por supuesto! Estudiaron juntos y siempre se acuerda de ti.

–Lo intentaré... Aunque he estado pensando que no me atraen tanto las...–un sonido proveniente de su abdomen interrumpió la frase–. Como que tengo hambre, ¿no quieres pizza?

Asentí varias veces y fue a llamar al teléfono fijo en la cocina, ignorando su pequeño desliz al hablar. Tae era un caso, sabía que no íbamos a practicar nunca, aunque no me quejaba, incluso me tranquilizaba su inconstancia, era señal de que no debía tomarme su propuesta con tanta seriedad. Aún así quedé dudosa. ¿En verdad quería hacer jazz y ser saxofonista? No lo creía. Al menos no del todo.

Luego de un rato de espera en el que Taehyung había guardado su saxofón y acomodado la mesa, llegó la pizza a la cual caímos todos con desesperación. Dejamos de sonreír al abrirla.

–¡¿Piña?!–dijimos al unísono.

Decidimos dejarla como estaba, después de todo la pizzería no se hacía responsable de ese tipo de incidentes. En sí a Tae lo no le molestó, pero yo me dediqué a sacar la fruta pedazo por pedazo y dejarlo en la caja. Una vez que ellos terminaron de comer yo seguía sacando trocitos a mi segundo pedazo. Taehyung decidió sacarme conversación.

–Oye, ¿a qué te quieres dedicar? Te propuse el proyecto y al final ni siquiera pensé en qué querías hacer tú en el futuro.

–No pienso mucho en eso.

–¡Vamos! Todos tienen un sueño.

–En realidad no...–desvié la mirada.

–No te creo, ¿cómo puedes vivir sin un sueño?

–Es difícil de explicar, sé que quiero hacer algo, pero ese algo es encontrar un sueño. ¿No es gracioso? Mi sueño es tener uno.

–¿Y cuando lo encuentres qué?

–Quién sabe, quizás mi meta sólo sea conseguir una y cuando la consiga esté lista para morir. No lo sé, Tae, nadie lo sabe.

Nos quedamos en silencio un rato mientras masticaba el último trozo amargo de pizza. Un mensaje de mi mamá diciendo que tenía visitas en casa me hizo toser con la comida en la tráquea. A mí nadie me visitaba, nunca jamás, ni siquiera mi abuela que vivía a cuatro calles de la casa. ¿Quién podría ser?

Me despedí de Tae luego de acordar vernos en la semana y salí como alma que llama el diablo hacia la puerta de la casa contigua. Todavía estaba claro, pero se podía intuir que el cielo iba a dejar su azul en cualquier momento. Abrí la puerta de mi casa para toparme con un Min Yoongi sentado en la sala junto a mi mamá y mi hermana.

–Te buscan por acá–dijo mi mamá viéndome con un poco de sorpresa.

Se levantó para saludar, a lo que respondí con una reverencia corta. Se acercó a mí y cerró mi boca ejerciendo presión suave en mi barbilla con su dedo índice. Ni siquiera me acordaba de que había abierto la boca, probablemente tampoco recordaba que tenía que parpadear o respirar. Sentí sus manos cubrir mis hombros y darme la vuelta hacia la calle.

–¡No tardaremos señora!–tomó mi bolso del perchero junto a la puerta.

–¡Vuelvan antes de las nueve!

–¡Mamá!

Él cerró rápidamente la puerta y me haló del brazo. Estaba impresionada por la intromisión y la confianza, ambas eran cosas que nunca pensé que pondría en una oración junto a su nombre. Iba caminando casi a rastras, a medida que avanzábamos era más difícil seguirle el paso por lo que terminaba dando traspiés. En un momento se detuvo con brusquedad y giró para verme.

–Vas muy lenta, ¿qué te pasa? Muévete.

–¡¿Disculpa?!–solté en un chillido indignada–. Llegas a mi casa sin avisar, ni siquiera me acuerdo de haberte dado mi dirección, por cierto. Hablas con mi mamá, me sacas de la casa apenas llego y me llevas a toda velocidad a un lugar que... ¡Quién sabe a dónde me estás llevando! Probablemente me estés secuestrando y yo ni en cuenta. ¿Vas a vender mis órganos? Habla de una vez para pensar mi testamento...

–Cállate, hablas demasiado. Tú camina–trató de guiarme pero no dejé que avanzara–. ¿Y ahora?

–Dime a dónde vamos, por favor.

–Ugh... es... sorpresa, sí, eso. Camina.

Sorpresa... ¿Eso era una cita entonces? Deseché la idea y traté de concentrarme en él. Iba vestido con una camiseta negra y un suéter blanco, tenía vaqueros y las zapatillas deportivas del colegio. Parecía que iba a hacer algún deporte, a excepción de sus pantalones. ¿Me iba a llevar a hacer ejercicio? Esperaba que no, tenía suficiente con una hora de educación física a la semana.

Yoongi era un misterio. Tenía siempre esa mirada plana que no dejaba indagar más de lo que quisiera. Envidiaba ese control de emociones, sobre todo porque cuando llegaba el momento de hablar, a diferencia de mí, que casi largaba a llorar en frente de la persona, él parecía bastante tranquilo.

Llegamos hasta la parada y tomamos el autobús. La ruta no me decía nada especial. Nos sentamos cerca de la puerta, dejándome el asiento de la ventana. Eso hizo que preparara nuestra boda mentalmente, tenía el paraíso ganado. Aprovechando el panorama, trataba en lo posible mantener la vista en el cielo, cuyo azul no había desaparecido, pero sus manos aparecieron en mi campo de visión al colocarlas como un peso muerto en sus piernas.

Tenía algo con las manos venosas, eran increíbles de ver. Me gustaba pensar que las venas, así como los lunares, eran marcas personales y que cada uno las tenía en la forma en el que el cuerpo dispusiera. Las venas en las manos de Yoongi eran particularmente fascinantes por la forma en la que dibujaban la base de sus dedos, dejando una gama de azules y verdes entre su piel tersa y pálida.

En un impulso tomé su mano y me puse a repasar con mi índice las líneas de sus venas. Me daba miedo ver su reacción, pero no se opuso a mi tacto. Era la primera vez que tocaba su mano, suave como ninguna, más grande que la mía y fría, muy fría. Pensé en entrelazar nuestros dedos, cómo se sentiría caminar así, cómo sería si me acariciara el rostro, si encerraba mi mejilla en su palma. Pero todo era un sueño lejano desde mi índice curioso sobre su piel.

Soltó mi mano para indicar que ya debíamos bajar, así que metí las mías en mi suéter de punto y rayas de colores luego de acomodar mi bolso y caminé detrás de él.

A pesar de vivir en Daegu casi toda mi vida, no lograba distinguir entre las personas, muchos se conocían desde hace años y se detenían en la calle a saludarse, pero yo no podía hacer eso. Muchos de mis amigos ya se habían ido a la gran ciudad, otros como Dahyun se habían ido del país. Había perdido comunicación con varios y, aunque quisiera haberles hablado en algún momento, sentía que era más la incomodidad que podía causarles. Si Yoongi se iba de Daegu, como muchos tenían planeado luego de salir del colegio, no me quedaría nadie y para eso faltaba cada vez menos.

Poco a poco el camino se hacía más y más conocido, recordaba haber pasado por ese sitio muchas veces. La señal de "Parque Apsan" me recordó el lugar al que iba de pequeña con mi papá, era un sitio al cual iban muchos alpinistas pero nosotros nos quedábamos sentados en el pasto o corriendo por la hierba junto con mi hermana. Extrañaba esos días en los que los árboles me daban su alegre compañía y la única música que necesitábamos era el crujir de las hojas bajo nuestros pies.

–¿Qué hacemos aquí?–pregunté con curiosidad. Vi que buscaba algo en su bolso y sacó una cámara fotográfica.

–Vamos a divertirnos un rato.

La faceta oculta de Min Yoongi era su sensibilidad para las fotos, cada una mejor que la anterior. Capturaba plantas que se movían al viento, senderos rodeados de árboles y algunos animales e insectos bastante atractivos. Yo lo miraba sentada arrancando el pasto mientras cuidaba su bolso. Estaba cansada por la caminata y no quería moverme nunca jamás, no me preocupaba que se ensuciara mi pantalón producto de la pereza.

Aproveché, con el codo apoyado en mi rodilla y la mejilla en la palma de mi mano, para ver el cielo entre las hojas. El azul intenso era el mar por donde nadaban las nubes, derritiéndose en él y dejando sólo finas líneas de su efímera existencia. Sentí el viento revolver mi cabello, que no molesté en acomodar pues sabía que iba a seguir desordenándose en un bucle infinito de hebras siguiendo la corriente del aire. Tenía la boca entreabierta, como cada vez que miraba el cielo embobada, los ojos pasando de una nube a otra y mis dedos bailando entre mi mejilla y la sien.

El disparo de la cámara me trajo de vuelta a la tierra con un sobresalto. Yoongi salió detrás del lente con una sonrisa traviesa y lo miré con el ceño fruncido. No me gustaban las fotos.

–Bórrala.

–No.

–Min Yoongi.

–Oblígame.

Me acosté en el pasto y fingí llorar, intentando que así pudiera darme la cámara y borrar la foto, pero no funcionó, así que no seguí intentando nada más y me quedé mirando el cielo desde el césped con las manos sobre el estómago. Me iban a matar por ensuciar la ropa, pero me sentía a gusto, como si la tierra tomara todo el estrés acumulado y lo llevara a su centro para alimentar el núcleo de lava que explotaría en algún volcán lejos de allí.

Vi de reojo cómo Yoongi se acostaba a mi lado con las manos bajo su nuca e inhalaba con fuerza el aire del bosque, respiro de vida para los pulmones. Se giró por un momento, traté de no hacerle caso y respirar con normalidad. Sólo escuché el botón de la cámara antes de que se acomodara de nuevo con las manos bajo la cabeza.

–Voy a destruir esa cámara.

–Ni se te ocurra, me costó un riñón–reí por su comentario–. Cuéntame algo sobre ti.

–¿Qué quieres que te cuente?

–No sé... ¿tu hermana toca piano?

–Está en el conservatorio, viaja varias veces a la semana.

–Wow.

–De hecho, quiere terminar este año para irse a vivir con nuestro papá y estudiar música en otro sitio, dice que se va a estancar en Corea.

–¿Tus papás están...?

–Sólo por trabajo–interrumpí–, él está en algún sitio de América, el nombre es muy raro para mí.

–Wow, América está muy lejos–sonaba sorprendido–. ¿Cómo son las cosas allá?

–No he ido nunca, mi papá dice que es muy bonito, pero yo creo que nada es como aquí. Tal vez me hace falta salir.

–Yo quisiera salir y ver el mundo, la vida es muy corta para quedarse en un solo sitio–paró de hablar por un momento, como si el cielo escribiera lo que tenía que decir–. Espero que mi sueño me permita conocer muchos lugares. Quisiera ir a América algún día, pero para eso tengo que aprender inglés.

–En donde está mi papá sólo hablan español...

–¿En serio? Pensé que hablaban inglés... nunca he visto nada en español, tendré que investigar para poder ir.

–Me avisas qué tal es, de una vez te digo dónde vive mi papá para que lo vayas a visitar...

–Déjalo así–sonreímos–. Tu hermana tiene un carácter bastante fuerte.

–Digamos que es...–aclaré mi garganta para darme tiempo a pensar en algo poco ofensivo–... delicada.

–No dejaba de verme mal, ¿qué le cuentas de tus compañeros...?

–No les cuento sobre nadie, no me gusta, prefiero reservarles los detalles sobre mi vida y dejarles en claro que lo que más aspiro es irme de mi casa.

–Eso es muy fuerte...

–Digamos que tenemos roces entre todos, tengo la esperanza de que me dejen ir cuando empiece la universidad y mi hermana ya se haya ido a América... En fin, no quiero hablar de eso.

–Está bien, igual nosotros tenemos nuestros roces... creo que se han hecho más grandes desde que mi hermano está en el servicio.

–¿Tienes un hermano?

–Es mayor que yo, me dice que vaya a Seúl a pesar de lo que digan... últimamente me lo estoy cuestionando.

Me senté de golpe, y como si el comentario hubiese sido una ofensa enorme, para mí lo era al menos. Me coloqué encima de él con las manos presionando sus hombros hacia el suelo y mirándolo fijamente a los ojos. Lucía sorprendido, sabía que lo había agarrado de imprevisto, pero no lo iba a dejar ir después de haber dicho eso.

–¡Min Yoongi!, deja de hablar así de ti. Eres un genio, todo lo haces bien, lo único que te impide hacer lo que quieres eres tú mismo, y me da igual que te hayan dicho eso mil veces y que parezca frase de autoayuda pero es la verdad. ¡Entiende que hay gente que te apoya, que quiere que todo salga bien y quiere verte triunfar con tu música! No importa si esas personas son cincuenta, mil o incluso una sola, tienes apoyo, tienes a alguien con quién contar, a dónde mirar si las cosas no salen como querías. Todo va a estar... bien...

Paré de gritar cuando vi algunas gotas en la cara de Yoongi, no sabía si eran suyas o mías porque mi cara también estaba empapada. Me volví a sentar a su lado con el rostro entre las manos. No quería hacerlo llorar, quería darle apoyo. Pensé que había hecho las cosas mal y que había tocado un punto delicado lejos de mi alcance.

Sentí que unos brazos me rodearon con suavidad, su cara escondida en mi hombro y sus manos frotando mi espalda fueron como la gota que anuncia una tormenta. Me aferré a su chaqueta mientras buscaba con mi cara su cuello. Muy en el fondo sabía que no quería dejarlo ir.

Lo quería, quería tenerlo para mí, que se quedara conmigo, que no me abandonara, por más remoto que fuese el tener algo con él. Quería verlo conmigo, feliz, pero conmigo, aunque ni siquiera fuésemos amigos en realidad.

Quería verlo en los pasillos de la facultad, libros en mano, esperando por mí a la salida. Teniendo citas dobles con Baekhyun y Jungshin sin que fueran propiamente citas, que dentro de nosotros creciera algo fuerte. Lo necesitaba y con todo mi corazón deseé que se quedara. Digamos que no siempre tenemos lo que queremos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top