5. Ad libitum

A la mañana siguiente me di cuenta de que los deberes se habían acumulado en cantidades industriales, así que luego de tender mi cama, cosa que no hacía con regularidad, hice un espacio en el escritorio para trabajar. Sin embargo hasta el sonido del aire me distraía y el teclear de mis manos en la computadora me recordaba al ritmo de una canción, de la cual terminé buscando el video mientras revisaba el teléfono.

El tono de llamaba me sobresaltó. ¿Quién llamaba un domingo en la mañana?, o mejor dicho, ¿quién llamaba en estos tiempos? Probablemente todo el mundo excepto yo, pero las llamadas eran, para mí, el colmo de la incomodidad y las evitaba a toda costa.

Vi en la pantalla el nombre de mi contacto más reciente y se me subió la sangre al rostro. ¿Cómo se atrevía a llamarme un domingo en la mañana mientras estaba estudiando? No, no, no. Dejé que sonara un par de veces mientras terminaba la canción y acepté la llamada.

–¿Te pesa el dedo o algo?–escuché su voz ronca del otro lado de la línea, como si aún no hubiese despertado por completo.

–¿Qué?

–Igual podías contestar antes, digo, no es como si hicieras algo productivo los domingos en la mañana.

–¿Y tú qué sabes?

–Lo evidente.

–Para tu información, estaba estudiando–bufé.

–Entonces no tiene caso que llame ahora. Adió...

–¿Qué quieres?–interrumpí antes de que colgara.

–¿No estabas ocupada?–Rodé los ojos y me sonroje. Podía imaginarlo riéndose de mí.

–Cállate.

–¿Así tratas a alguien mayor que tú? Qué irrespetuosa–solté un quejido de frustración. Escuché cómo contenía una carcajada.

–¿Puedes hablar de una vez?

–Me preguntaba si habías escuchado algo de lo que te pasé.

–Aún no...

–¿Lo harás algún día?–"Lo dudo", pensé.

–Tengo cosas que hacer, Yoon...

–Seguro no estás haciendo nada mientras tienes la tarea al frente–me quedé callada y busqué con la mirada si había alguna cámara en el cuarto–. Escucha, no me importa si estás o no interesada en la música o lo que sea, pero al menos piensa en Baekhyun.

–¿Y tú?–calló por un momento.

–No creo que hagas algo por mí, nadie lo hace, pero si te sirve de algo... No, no es tu problema ni te importa.

–Pero...

–Escucha, tengo minutos libres, no los voy a gastar contigo–ouch...–, a menos, claro, que escuches las piezas que te dije mientras seguimos hablando.

Busqué de mala gana entre mis papeles la hoja pentagramada llena de nombres de piezas y autores que me había dado Yoongi. Una página llamó mi atención pues no recordaba haberla visto, escrito o tomado de algún sitio. "Borrador". La idea llegó a mí como una exhalación, recordé el día en que Yoongi había tropezado conmigo y le hice soltar las partituras. Me había acordado de qué le debía a Yoongi. Gemí de sorpresa y me tapé la boca.

–¿Viste tu reflejo en el espejo?

–No te soporto, voy a colgar.

–Hazlo.

Presioné el botón para terminar la llamada y dejé el teléfono en silencio sobre la mesa. Idiota. Le di una mirada a la partitura, me dio extrema curiosidad saber qué estaba haciendo Yoongi. Si no podíamos tener conversaciones decentes, al menos sabría entenderlo con música.

Le había declarado la guerra al piano pero lo abrí para tocar la melodía de la canción que él había escrito. No tenía tempo, pero sí algunas regulaciones. El sonido era triste, como si las teclas hablaran y pidieran esperanza. Sentí un apretón en el pecho, ¿así se sentía Yoongi?

Recordé lo que me dijo Baekhyun, él no tenía a quién confiarle sus emociones, las posibilidades de abrirse quedaban reducidas al mínimo. Sabía que jugaba basketball cerca del río, pero nunca supe si tenía ahí amigos en los que confiar. No quería hacer suposiciones, pero la canción me transmitía una melancolía inexplicable.

Pasé mis manos por la tinta que se había difuminado en su nombre, distorsionado por pequeñas arrugas en el papel. Min Yoongi, ¿cuántos secretos guardaste con la mirada perdida en el piano del salón? ¿Cuántas lágrimas derramaste cuando nadie te miraba? Mi visión se nubló un poco y bajé el rostro, enjugando las gotas que se hacían espacio en las comisuras de mis ojos.

–Te odio, Min Yoongi, te voy a demandar por hacerme llorar.

Caminé hasta el escritorio. Tenía tres llamadas perdidas y un mensaje: "Ni creas que voy a seguir llamando. Escucha las canciones que te dije". Me senté en la silla de la computadora y busqué las canciones que me había recomendado. Eran parecidas a las que Baekhyun había descargado por mí, pero estas tenían un tono más suave y triste, del tipo de música que te abraza mientras la escuchas.

Yo
¿Estás buscando que me suicide?

Min Yoongi♥︎
Exagerada. Son mi tipo de canción favorita.
Ya sabes cómo leer música, así que lo único que necesitas ahora es aprenderte una de las canciones que te pasé, la que sea.
Nos vemos mañana en la tarde para practicarla.

Yo
¿Qué?

Min Yoongi♥︎
Chau~

El sonido de la puerta abriéndose me hizo esconder el teléfono entre las piernas. Era mi hermana, pianista, quien tenía la mala costumbre de entrar a los cuartos y dejar la puerta abierta.

–¿Sabes dónde dejé mis llaves? Ya tengo que ir al conservatorio.

–No sé...

–¿Y por qué no estás estudiando? Los exámenes son en nada, ¿te parece mucho lo que acabas de medio-tocar?

–No...

–¿Entonces? Deberías practicar mínimo ocho horas diarias de piano, distribuidas como te dé la gana, pero así es, ¿cómo pretendes...?

–Cálmate.

–No me voy a calmar–subió su tono de voz–, a mí no me parece que estudies lo suficiente ni que estés comprometida con esto. Cuando con tus asquerosos libros no ganes nada vas a venir corriendo a pedirme trabajo y lo sabes, ¿no? ¿Te gusta la música?–me quedé callada–. ¡¿Te gusta la música sí o no?!–gritó.

–¡Me gusta! Pero no así...

–¿Entonces cómo?, ¿mediocre?–miró a la pantalla de la computadora–, y eso de ser cantante no te queda. Los cantantes no son músicos, lo sabes.

–Ya me lo has dicho...

Me parecía una total estupidez, como si los cantantes no leyeran música ni interpretaran. Era un trabajo casi tan grande como el de los instrumentistas, sumado a que los cantantes debían confiar ciegamente en su cuerpo y separar sus sentimientos a una distancia prudente en la que la música no sonara vacía y el intérprete no se tirara a berrear en el piso haciendo un performance. Era un arte de lo más complicado y habiendo acompañado a cantantes me molestaba que no se diera cuenta.

–Si ya lo sabes, no entiendo por qué insistes, ver esos vídeos no te va a hacer mejor pianista. ¡Ten consideración con nosotras! ¡Te he dado mi piano anterior para que lo uses y ahí está casi abandonado! ¡Mamá confía en ti!

–¡¿Tú qué sabes?! ¡No sabes nada! ¡No sabes cómo me siento! ¿Tienes idea de lo que me cuesta? Quiero dejarlo todo y ustedes me presionan a seguir, ni siquiera voy a estudiar música. Dejen. De. Joder.

–Me voy al conservatorio y cuando vuelva espero que te hayas aprendido las malditas escalas.

–No maldigas en mi habitación.

–La maldita escala–salió sin cerrar y me dejó sentada en la silla con la boca abierta.

Me levanté con pesar y cerré de un portazo. Jalé mis cabellos mientras me acuclillaba en el piso, solté un grito de frustración y me levanté. Tiré las hojas pentagramadas del club al piso, al igual que los libros de Baekhyun, todos chocaron con la alfombra rosa. Me hubiese gustado que el piso fuera de madera como en las casas tradicionales, así se rompían de una vez. El hecho de no tener un encendedor me alivió porque seguramente hubiese quemado todo. Tomé mi cuaderno, pensé en desaparecerlo, pero decidí tirárselo al piano, luego el cojín de la silla de la computadora, luego una almohada. Estaba furiosa, no quería volver a tocarlo, no quería saber nada de la música, no quería hacer nada. Estaba cansada, de todo, de todos, yo no había escogido ser mala en lo que mi hermana era buena. Sabía que estaba sentenciada desde que me metieron a clases de guitarra en primaria. Deseaba nunca haber aceptado y más aún deseaba nunca haber creído que podía regresar a la música.

Me tiré en la cama, las lágrimas no salían. Ahogué un grito en la almohada y me mantuve ahí sin respirar, si me quedaba el tiempo suficiente podría desmayarme y morir, pero sólo aguanté tres minutos antes de buscar aire como loca. No quería morir. ¿Qué quería entonces?

Me senté en el borde de la cama con la cara entre las manos. El vibrar del teléfono en la alfombra rosa me sacó de mis pensamientos. Sacudí mi nariz, caminé a por él y me senté en el piso, apoyando la cabeza en la silla de la computadora.

TaeTae
¿Está todo bien?

Yo
Sí, no te preocupes...

TaeTae
¿Segura? Los gritos de escucharon hasta en América.

Yo
Mi papá se debió haber enterado entonces jaja?
Estoy bien.

Me acordé de que tenía que aprenderme la pieza de Yoongi, así que di la conversación con Taehyung por terminada y me puse a escuchar la canción que escogí. Se llamaba El ruiseñor esclavizado por la rosa de Rimsky-Korsakov, estaba basada en un cuento de Oscar Wilde que amaba mucho, así que no dudé en tomarla. Los sonidos casi arábigos que se abrían paso entre las paredes de la habitación me hicieron caer en un letargo que hacía que mis ojos pesaran. Acabé dormida en la mitad de la alfombra sin darme cuenta.

Amanecí con un dolor de cuello terrible y el trasero entumecido. Era mi karma por maltratar el piano. Antes de irme tomé la partitura que aún reposaba sobre el atril y la metí estirada en una carpeta.

Al caer la tarde me dirigí al salón donde Yoongi esperaba por mí. En el pasillo se escuchaba el tocar del piano. Paré a unos pasos de la puerta, no quería interrumpir, así que me senté en el piso.

Miré a la ventana que se encontraba en medio de la pared, iluminando la escalera, el cielo estaba tan azul como siempre, con algunas motas blancas. Últimamente el cielo estaba bastante despejado. Me hubiese gustado que se mantuviera así para siempre.

La puerta corrediza se abrió de golpe, trayéndome de vuelta a la tierra con un sobresalto. Yoongi miró extrañado hacia el piso en mi dirección.

–¿Qué haces ahí?

–No quise interrumpir–rió de medio lado y salió.

–Voy al baño, ve sacando las partituras y si tienes que practicar con el piano hazlo.

–Sí.

Vi a Yoongi doblar en el fondo del pasillo, solté un suspiro y me levanté. El aula estaba iluminada por la ventana, lo que proporcionaba una vista grisácea de la blanca habitación. A veces no encendíamos las luces para "aprovechar el sol", aunque todos sabíamos que en realidad descontaban del presupuesto del club la cantidad de luz que usáramos y que Baekhyun desviaba los fondos en almohadas mullidas para el sillón.

Y hablando del rey de Roma, como si sintiera que pensaba en él, un mensaje llegó a mi teléfono: "Suerte en su cita ( ͡° ͜ʖ ͡°)". Sentí la sangre calentar mi rostro y tiré el aparato al sofá. No lo había pensado como una cita, y si no lo había hecho era porque técnicamente no hablábamos de una cita, sólo íbamos a practicar. Aunque... ¿practicar contaba como una cita para lo músicos?

Deseché la idea y saqué la carpeta con partituras de mi mochila a la par que Yoongi entraba en la sala de música. Estiró un poco los brazos y el tronco antes de sentarse, extendió sus manos a los lados, bostezó y jugó un poco con sus dedos. Tomo una bocanada de aire con los ojos cerrados, preparándose para tocar. Colocó sus manos grácil sobre las teclas a la vez que exhalaba y me miró con expresión neutral. Una sonrisa divertida se dibujó en su rostro al ver que lo miraba atónita.

–Comencemos.

Perdí la noción del tiempo en la sesión, donde Yoongi me corrigió ciertos detalles. Me recordó a las clases de canto a las que asistía durante la primaria y que me ayudaron a no estar tan perdida con mi acompañante. De vez en cuando soltaba alguna broma o encontrábamos miradas de aprobación antes de cada entrada, lo que me dejaba con las manos sudorosas y el corazón en la garganta. Al terminar me dejé caer en el sofá, aún con la almohada de Baekhyun, y lo miré a través de los cabellos que se habían amontonado en mis ojos.

–No aguantas nada.

–Estoy oxidada, déjame–aún sentía la presión en la barriga y estaba agitada. Yoongi exigía que las frases fueran largas y completas. Para una pieza lenta de por sí, apoyar en el diafragma era un dolor intenso. Lidiar con el aire ni se diga.

–Tienes que practicar más entonces. Ya hablé con Baekhyun vamos a tocar esta pieza en el recital del club de música a final de curso.

–Pero si eso es en un par de meses...

–Creo que en un mes estaría listo, sólo te hace falta ensayar con lo que te dije. Aprendes rápido.

–Gracias, supongo–bajé la mirada, tratando de esconder mi rostro y vi la hora en el celular. Eran las seis de la tarde. Miré hacia la ventada, donde el sol se abría paso poco a poco entre las nubes.

–Ya está oscureciendo, te acompaño a tu casa–quitó la carpeta del atril y me la tendió mientras me incorporaba en el sofá. El plástico suave se dobló, dejando caer algunas hojas. Yoongi y yo nos agachamos a recogerlas–. Esto ya se nos está haciendo costumbre...

Vi el nombre el Yoongi entre las hojas y me dio un mini-infarto. ¿Habría escrito su nombre en la partitura sin darme cuenta? Imposible. Recuperé el aliento al recordar la canción del peli negro y le tendí la hoja luego de unos momentos. Su semblante se enserió al notar que era suya, sin embargo había duda en sus ojos.

–¿La leíste?

–Un poco... Me gusta lo que escribes, tienes mucho talento–bufó–. ¿Qué pasa?

–Ojalá otras personas me dijeran eso...

No dijimos nada más. En el trayecto a casa me quedé mirando el cielo, aún celeste, que me daba calma al lado del chico. En un momento de curiosidad decidí revisar qué hacía y lo miré. Estaba viendo el cielo también. Era momento para intentar algo.

–El cielo está allá arriba ¿sabes? Debería...

–Es enorme, deberíamos verlo más seguido... Le dije eso a Baekhyun–la sangre subió inmediatamente a mi rostro. Yoongi me miró con la boca semi abierta, dejándome sin saber en dónde esconder el rostro–. Me alegra que alguien comparta ese punto de vista conmigo... prefiero pensar en eso y no que el bastardo de Choi se está llevando el crédito de mis frases–miró de nuevo al cielo.

Desvié la mirada hacia el pavimento. Tenía la necesidad urgente de salir corriendo, pero su voz me sacó de mis pensamientos una vez más.

–Deberíamos estudiar los viernes, normalmente sólo veníamos Baek y Jungshin... ¿supiste que va a regresar?–abrí los ojos como platos.

–No, ¡me alegra mucho!

–Había peleado con Baekhyun antes, supongo que encontraron cómo arreglarlo...–alzó ambas cejas repetidas veces.

–No me estás diciendo que...

–¿Baekhyun y Jungshing? ¡¿No te habías dado cuenta?!–se tapó la boca en sorpresa, como si hubiese revelado un secreto de muerte–. Al menos debió comentártelo.

–Jamás–dejé la boca abierta y me llevé la mano al pecho en sorpresa y falsa indignación. Se suponía que éramos amigos y nos contábamos cosas, sin embargo sentía que nunca habíamos sido cercanos en ese aspecto.

–Hay moscas–cerró mi boca colocándome un dedo en la barbilla. Lo dejó ahí hasta que hablé de nuevo.

–Se va a meter en un lío enorme si se enteran los maestros.

–Lo sabe, por eso lo mantiene en secreto. Hasta ahora sólo lo sé yo, sabe que no lo juzgaría.

–Eres un buen amigo, otro chico hubiese corrido–él sonrió de medio lado.

–Supongo, aunque nunca pueda darle buenos consejos.

–Pero lo intentas, eso es admirable...–recordé lo que me había dicho Baekhyun y decidí hablar al respecto–creo que serías un buen líder. Después del presidente Choi, creo que serías el más apto para ser el presi...

–Quizás no–ladeó la cabeza para evitar mirarme.

–¿Por qué no?, ¿tiene que ver con lo que no me dijiste ayer en la mañana?

–No voy a responder a eso.

–Sólo quería saber, después de todo vamos a tocar juntos.

–Tú no vas a tocar nada, vas a cantar.

–No te desvíes del tema, necesito saber qué busca mi pianista, ¿cuáles son sus sueños y aspiraciones? Lo necesito para...

–¿Quieres saber? ¡Bien!–se detuvo en medio del camino y luego lo hice yo también. Quedamos viéndonos frente a frente. Se relamía los labios mientras pensaba en las palabras correctas y miraba a todas partes antes de verme directamente a la pupila–. Quiero estudiar música, quiero ser rapero, me gustaría producir mis propias canciones, hacer algo mío y callarle la boca a los que dicen que no voy a poder. ¿Contenta?–no pronuncié palabra durante un rato.

–Continúa...–dije finalmente, procesando lo que acababa de decir el chico en frente de mí.

–No hay nada más que decir.

–Yoongi, no voy a decir que te entiendo porque no lo hago, pero sé que has trabajado lo suficiente y que de aquí vas a poder ir a estudiar lo que quieras–bufó–. ¡Ten fé en ti!

–Este es mi último año, ¿sabes? Luego de eso no sé qué va a pasar conmigo, quiero irme a Seúl, pero ni siquiera estoy seguro de que allá voy a encontrar lo que necesito. La gente se ríe de eso así que estoy esperando a que te rías y te vayas mientras me señalas, como cualquier persona normal.

–Para tu mala suerte debo ser muy anormal, porque ni me provoca risa ni te voy a señalar. Eres muy valiente... No sé qué decir, las palabras no se me dan bien.

–Raro para alguien que quiso entrar al club de literatura.

–Hey, ¿cómo lo...?

–Hay que seguir caminando, se está haciendo de noche.

Yoongi me dejó con la pregunta en la boca, tampoco quise insistir, ya me había contado una parte importante en su vida. Min Yoongi, a quien consideraba la perfección hecha persona, que podía conseguir todo lo que se propusiera, en realidad estaba pasando por un momento difícil. Quería hacer algo por él, me sentía mal, necesitaba ayudarlo de alguna forma, pero no había modo humano en el que esto fuera posible, no teníamos demasiado dinero, no teníamos familiares en Seúl que pudieran darle hospedaje, no planeábamos irnos a la capital como para que no estuviera solo, mis conocimientos de música eran limitados y mientras más pensaba en eso la lista continuaba creciendo. Sólo me quedaba orar y desearle lo mejor aunque sabía que necesitaba más que eso.

Reconocí la cuadra anterior a mi casa, justamente el lugar en el que lo vi cruzar el día que me tocaba ir a la lavandería. Me detuve e hice una reverencia.

–Creo que aquí debemos separarnos.

–¿Esta es tu casa?–se giró para ver el monumento que se erguía a su lado, la más grande de la calle. Silbó en admiración y dejó la boca en una "o"–. Vaya que es enorme, dame un espacio en tu testamento.

–Ojalá fuera mi casa–reí nerviosa–. Está cerca de aquí, no me falta mucho. Muchas gracias por acompañarme–le dediqué una sonrisa cálida.

–No hay de qué...–se rascó la nuca y se llevó las manos a los bolsillos de su pantalón–entonces, ¿los viernes?

–Sí, los viernes.

–Bien.

–Bien... Hasta luego.

–Hasta luego.

Me giré y caminé hacia mi casa a paso rápido antes de que contestara, quería llegar cuando antes y hacerle un recuento a Dahyun sobre lo que había pasado, todo a detalle, sólo esperaba que estuviera despierta pues las zonas horarias eran nuestro mayor problema. Después de caminar la cuadra restante llegué a mi casa. Me giré, aún podía divisar a Yoongi. Me despedí con el brazo y vi cómo se dio la vuelta sin corresponder. Podría jurar que en su rostro había una sonrisa.

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