Fuego divino


"La gloria de mi Dios es tan inconmensurable, que hasta en ocasiones pienso que no soy digna de su amor hacia mi", decía esto mientras se acuclillaba para estar a la altura del interlocutor.
-Es tan bondadoso que me ha llenado de su poder y me dió el don de la purificación: me regaló su fuego sagrado, el de su espíritu - continuaba su diálogo unidireccional bañando su rostro de lágrimas e imprimiéndole un gesto de burda esperanza.
- ¿Sabes? El fuego limpia toda mancha de pecado y maldad. Por eso lo prefiero: abrazador, caliente, sanador. Borra todo rastro de impurezas. Alivia a las almas impías de todo error, de toda desviada intención - susurraba su discurso ante una figura maniatada en el piso que estaba temerosa y sucia de sus desechos y su sangre.
Con un dejo de melancolía, la mística mujer prosiguió:
-  Siempre estuve rodeada de personas deshonrosas... salpicadas por la avaricia, la perversión, el adulterio, el abuso, el acoso... y me estropearon, me ajaron; también me volvieron indigna - reparó en el hombre tirado - Aún así, mi Señor que Todo lo puede me encomendó esta gran misión: la de lavar las culpas de aquellos que tienen el corazón y la mente atormentados de corrupción... ¡es más! ¿Quieres que te confiese algo? - chilló en delirante fascinación - ¡tú eres mi última sanación!
Se incorporó llena de alegría y bailaba en círculos, cual niña ilusionada.
Su arrebato de euforia concluyó de repente, como volviendo al momento en el que estaba. Levantó del suelo el bidón que contenía combustible y comenzó a rociar a la víctima completamente.
El sujeto abrió los ojos en una horrorosa súplica que su boca no podía articular por la mordaza. Comenzó a moverse desesperadamente, tratando de zafarse de las ligaduras sin poder conseguirlo. Su llanto sabía a sal y amargura por los hidrocarburos.
Para su desconcierto, ella también se bañó de líquido inflamable, y antes de encender el chispero, habló: "también yo he de pagar mis culpas. He sido responsable de cada acto y aberración que me tocó vivir: por ser grosera, provocativa. Todo lo que me ocurrió lo instigué con mi cuerpo, mis miradas. Lo sé porque cada uno de los monstruos que me rompió me lo repitió una y otra vez. Ellos ya saldaron sus cuentas bajo la justicia divina de las flamas... es hora de que yo reciba mi perdón entregándome a las llamas".
Al instante se sintió el chasquido del encendedor y acto seguido se pudo ver cómo el fuego devoraba todo a su alrededor.
Lo único que se logró escuchar en el silencio de esa noche cerrada en medio del descampado fue un grito desgarrador y unas palabras que luego se ahogaron en ese mar de devastación: "gracias Padre por liberarme".
Al día siguiente, la policía encontró en el lugar un cuerpo masculino calcinado . A su lado, solo un halo blanco plasmado en la hierba junto a unas prendas femeninas. Después de ese hallazgo, los sucesivos asesinatos por combustión se detuvieron abruptamente.
Jamás encontraron culpables.


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