9.

La sala de espera estaba llena.

Jóvenes de ambos sexos que se encontraban en los huesos, en el mismo estado o incluso peor que Brian, leían revistas o un libro, o simplemente poseían una mirada perdida en aquel lugar.

Brian se encontraba nervioso y mantenía fuertemente tomada la mano de Roger, sin soltarla por aún segundo.

Él seguía el gesto y a menudo lo abrazaba expresándole palabras de ánimo y consuelo.

Brian agradecía esto, pero temía que lo que él rubio pusiese decir no se cumpliera.

Finalmente fue su turno, el médico los llamó y ambos entraron a la consulta.

— Buenos días —saludó este dejándoles pasar.

— Buenos días, doctor —saludó Roger tomado asiento junto con Brian.

Nuevamente el rubio explicaba toda la situación, quebrándose por dentro, y nuevamente llamaban a Brian a la pesa.

— Vamos, señor May, suba —lo animó el doctor.

Brian miró a Roger de forma insegura, así que él asintió.

Brian subió finalmente aún con cierto temor.

— Bien... 26 kilos —dijo.

La mirada de Roger mostraba terror y desolación, la de Brian asombro y decepción.

Roger sabía lo que Brian pensaba, podía notarlo en su mirada, y aquello lo hacía sentir peor.

— Bueno... según los registros... en vez de subir, solo... solo sigue bajando —explicó el médico, Roger asintió con los ojos llorosos—. Tendremos que internarlo en una clínica para pacientes con estos trastornos —declaró.

— ¿C-Cómo? —preguntó Roger sintiendo como las lágrimas se deslizaban por sus mejillas y como su corazón se destruía.

— Sí, al menos hasta que se recupere —asintió—. He escuchado que tienen un excelente tratamiento en la clínica Hansons, en Londres, de donde son ustedes.

Genial... deberé irme internado...

¿Lo tratarán bien? —preguntó Roger—. Me refiero... ¿cómo es el tratamiento?

— Los pacientes tienen cierto horario para comer, pueden llevar lo que quieran, ropa, instrumentos, libros... con la condición que pongan de su parte.

— Ya veo... no suena mal, ¿verdad Bri? —el mayor asintió—. ¿Cuál es el horario de visitas?

— Oh... ese es un problema, los pacientes no pueden recibir visitas.

Brian miró rápidamente al rubio y tomó su mano con fuerza.

— No... no quiero ir...

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