15.

Mi amado Brian.

Oficialmente hoy me entregaron mi título. ¡Soy dentista oficialmente! ¿Puedes creerlo? Me entregaron mi título, fui estudiante honorífico y mis padres estaban muy orgullosos.

Fue increíble, la verdad, aunque me faltabas tú. ¿Cuándo me vas a decir las bromas que dijiste tener planeadas?

Leí tu última carta con el mismo amor que leo todas las que me has enviado en este tiempo, y no sabes cuán feliz estoy de que hayas subido ya a los cuarenta kilos. Solo diez kilos más, mi amor, y podremos vernos.

Llevo casi un año sin besar a nadie, así que créeme que me debes el mejor beso que hayas dado en tu vida cuando nos veamos, aunque quizás ese fue el primero que nos dimos. ¿Recuerdas?

Adivina, estoy escribiendo esta carta y el cielo está sin luna. Empiezo a preferirlo de ese modo, me recuerda a ti, ¿sabes por qué? Porque las estrellas brillan aún más, y recuerdo lo mucho que las amas.

Durante todo este tiempo he estado especializándome en la cocina. A penas vuelvas a casa haremos una gran cena romántica, y nos amaremos como siempre. Nos amaremos como nos amamos.

Estoy ansioso de verte, ¡no puedo esperar! Estoy ansioso de oír tu voz, de oler tu aroma, ¡de verte con esas hermosas costillas rellenitas de amor! De verte sano. Es lo que más me importa. Que estés sano tanto física como mentalmente.

Tengo que felicitarte, mi amor. Has hecho un enorme esfuerzo, uno realmente admirable, realmente maravilloso. Y sea lo que sea que te haya provocado tus problemas, quiero que sepas que es algo que no volverá a ocurrir, ¿y sabes por qué? Porque yo siempre estaré allí. No te dejaré solo, Brian. Por ti, por mí, por ambos, por nuestro futuro como pareja.

Somos como la luna y el sol. Destinados a amarse, enamorados del misterio del otro, pero separados por el día y la noche. Algún día ocurrirá ese esperado eclipse que tanto deseamos, que tanto anhelamos, y volveremos a encontrarnos. Y ese eclipse será eterno, será por siempre. Te lo prometo.

Con amor, quien más te ama, quien más te extraña, tu prometido, Roger.

(...)

— Puede que la presión de tus compañeros haya sido enorme, y es común que un trastorno alimenticio, como la obesidad, derive a otro como la anorexia. Brian, ¿estás consciente que puede que sufras de sobre peso cuando salgas de aquí?

— Sí —dijo en voz baja.

— ¿Y estás consciente que no puedes pesar menos de setenta kilos?

— Sí, doctor —respondió.

— Dime, la última vez dijiste que tu prometido te preparaba comidas que tú vomitaste —dijo—. ¿Has vuelto a vomitar?

— El otro día —dijo en voz baja.

— ¿Uhm?

— El otro día después del postre vomité —admitió.

— ¿Tu prometido sabe que volviste a bajar a treinta y cinco kilos?

— No, cree que subí —musitó.

El doctor Bowell suspiró con pesadez. Brian se sentía intimidado, se sentía malo, se sentía que estaba siendo injusto con Roger, pero la emoción de este en las cartas simplemente era algo que no quería apagar. Sentía que si Roger tenía esperanzas, poco a poco él retomaría las suyas.

Porque un pequeño incidente había hecho que Brian volviese a sentirse la misma escoria de siempre.

— Brian, no entiendo —dijo el psiquiatra—. Hace un mes estabas subiendo, ibas bien, tenías otra actitud. ¿Qué te sucedió?

No podía decirlo, y simplemente no respondió.

— Brian. Tienes un trastorno alimenticio, no puedes seguir haciendo dietas, no puedes seguir induciéndote el vómito —siguió—. Tu actitud ha cambiado drásticamente.

Nuevamente aquel silencio se producía en la consulta. Brian prefería callar, Brian prefería olvidar y aferrarse a las esperanzas que tenía Roger, las esperanzas en base a alegrías falsas.

— No eres al único que ha cambiado su actitud —siguió el experto—. Hay algunos que... han bajado. Dos han muerto. Ayer.

Brian no era capaz de hablar. En su mente se repetían las cartas de Roger, las esperanzas de Roger. Sus propuestas mágicas para una boda que no estaba seguro que se realizaría.

Y no porque no quería, sino porque Brian tenía miedo. Miedo de lastimar a quien más amaba, miedo de perder la lucha, pero miedo también de subir de peso.

Para mi precioso amor.
Adivina, he subido siete kilos. Pronto nos dejarán vernos. Sé paciente. Quizás tarde, porque cuesta mucho ordenar el horario de visitas, y porque quieren asegurarse de que esté estable antes, pero nos veremos.

Todos son muy amables aquí. Todos tienen fuerzas, todos quieren salir adelante.

El otro día me dieron un delicioso postre de chocolate. Me lo comí completo.

Primera arcada

También me dieron espagueti ayer.

Segunda arcada.

Pero nada es tan delicioso como lo que tú cocinas. Extraño tus comidas. Apenas llegue, comeremos algo rico los dos. Me encanta tu idea de la cena. No sabes cuánto te extraño.

Tercera arcada.

Te amo, Roggie. Pronto será nuestro eclipse y volveremos a unir nuestros corazones.

Ya caía aquel vómito oloroso y amargo a la taza del retrete, mientras Brian intentaba calmar su llanto, su crisis de histeria.

Nos vemos pronto, mi amor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top