Ronda dos


Del otro lado del laberinto, los adefesios se preparan para recibir a los siguientes seis participantes. A diferencia de los anteriores, estos se verán involucrados en pruebas individuales y únicas. El jardín bajo techo del laberinto está casi listo para recibir a cada uno de sus invitados y hacerlos sentir que son libres por última vez.

Caminado en línea recta y con los ojos tapados, los seis personajes desfilan por los pasillos oscuros del laberinto. Cada paso desconfiado provoca una leve brisa helada haciendo temblar a los invitados. A pesar de la cantidad de personas presentes, cada paso hace eco y topa entre las paredes de piedra. La incertidumbre de no saber dónde están ni a dónde van puede llegar a ser de gran influencia al momento de jugar, pero justo de eso se trata. Un juego no es divertido si no hay un poco de confusión envuelta.

El crujir de la gran puerta metálica hace a algunos participantes estremecer, los adefesios han abierto las puertas del jardín. Uno por uno, los participantes son guiados hacia adentro por medio de las cuerdas que unen sus manos en forma de oración. Algunos quejidos se dejan oír, aunque no hay razón para ello puesto que los adefesios son extremadamente cuidadosos con este grupo. Después del incidente con el grupo de la ronda uno, recibieron instrucciones de ser más cuidadosos. Después les contaré sobre el incidente.

El estruendor de la puerta cerrándose detrás de ellos los hace brincar y sostener la respiración por unos segundos. Los adefesios prosiguen a retirar cada una de las vendas al mismo tiempo. La iluminación repentina del lugar hace que se tarden un poco en abrir los ojos completamente, aunque para algunos sea más fácil la tarea.

Frente a ellos, el paraíso mismo para cualquier persona normal se encuentra. Los grandes árboles, frutales y florales, crean una atmósfera pura para la vista y el olfato. La suave brisa del rio trae consigo el dulce aroma cítrico de las naranjas y la frescura de la menta. Todo esto siendo hogar de las más bellas y coloridas aves que cualquiera haya visto.

Una chica piel canela de cabello negro con mechones rojo/blanco, mira fascinada la escena frente a ella. Con una sonrisa inexpresiva, da pasos largos con dirección hacia el "exterior" ante la mirada incrédula de sus compañeros. La chica se detiene a menos de dos metros de las grandes ramas caídas de un naranjo, suspira y se impulsa hacia atrás con manos y pies. De un salto se avienta hacia el frente e intenta correr pero cae al suelo tras haberse topado de cara con el vidrio transparente que protege las proyecciones del exterior.

-Demi, agradecería que no ensucies los vidrios con tu sangre, baba, o mocos.- resuena la voz femenina por el altavoz.

La mencionada se levanta con un ligero sonrojo en sus mejillas y la frente de un color casi morado. Se talla la zona golpeada con una mano y con la otra sacude su ropa holgada regresando a su lugar junto a los demás. La mayoría de los cinco personajes aún en fila intentan reprimir la risa ante tan espectáculo, excepto uno que aunque solo tenga 19 años se muestra indiferente ante la cómica situación.

-Yo quería contarles pero su compañera se me adelantó- vuelve a hablar la anfitriona -como seguro ya dedujeron, siguen dentro del laberinto y este paraíso es una simulación.- dice irónica.

Las luces del lugar se apagan de repente mostrando una oscuridad nada alentadora. El techo de vidrio muestra por unos segundos lo que parece ser un nido de cableado negro al momento que la luz parpadea para regresar la imagen del exterior al lugar.

-Problemas técnicos.- murmura por el altavoz la anfitriona -Ahora, todos están aquí para identificar el juego que les corresponde y para eso deberán fijar su mirada en un objeto del exterior para que nuestro sistema los empareje con el juego indicado.

Mirándose uno al otro, los seis personajes hacen lo indicado mirando hacia el exterior artificial y tratando de enfocar su vista en algún lugar. La imagen comienza a ser borrosa y la luz que antes pretendía representar el día se apaga de a poco. Un chico pelinegro voltea hacia uno de los adefesios y, entrecerrando los ojos, lo mira con determinación. El adefesio se aleja un poco de el chico arrastrando los pies y voltea al techo. Los asistentes de la anfitriona no son más que animalitos indefensos siguiendo órdenes, ellos no tiene magia ni la habilidad de reparar cosas o arreglar problemas. Hay que tratarlos bien para conseguir obediencia.

Una chica pelinegra de ojos zafiro se enfoca en una piedra peculiar color verde. La piedra es bastante grande y su forma es de un círculo perfecto. La superficie de está luce tersa, casi como una joya. A los pocos segundos de mirar aquella piedra fijamente, un clic suena en su oído izquierdo y todo a su alrededor parece distorsionado, todo excepto la piedra y un rectangulo delineado en el vidrio que actúa como pared.

Poco a poco y sin prestar atención a sus demás compañeros, cada participante contempla un objeto del exterior y, al igual que la pelinegra, una puerta única se presenta ante ellos. Al abrir la puerta, cada uno de ellos tiene una experiencia diferente. El exterior se transforma de acuerdo a sus necesidades o deseos internos dándoles una motivación para aceptar el juego que está por comenzar. Los seis personajes se adentran maravillados a aquel lugar de ensueño, listos para comenzar con el verdadero reto.

*

Dentro de un restaurante demasiado familiar para su gusto, Justin mira a todos lados sintiendo los dedos de sus pies cosquillear ante el silencio y oscuridad del lugar. Va tocando con los brazos extendidos las mesas y sillas que lo rodean al mismo tiempo que avanza entre estas. Su lobo no ha dicho nada en todo este tiempo dentro del laberinto y tampoco es como si pudiera hacerlo. Aquí ningún poder o habilidad sobrenatural funciona y al parecer el laberinto consideró a su lobo como uno de esos. Justin siente a cada paso que da los latidos de su corazón retumbar en su cabeza, ha estado acostumbrado a tener una segunda opinión sobre que hacer por mucho tiempo. Las luces del restaurante se encienden con un sonido de corto circuito y la escena frente a él lo deja sin aliento. Sentada en todas las sillas dentro del lugar, una chica castaña de labios rosados lo mira sonriente. Una copia exacta de la misma está en básicamente todo el lugar. Justin mira a todos lados con la boca abierta, su mirada vuelta loca sin poder detenerse en solo uno de los clones. Su mano comienza a picar y al ver su palma las palabras "encuentrame y gana" se forman de una cortada. Viendo como la sangre en su palma se seca al instante, Justin pasa saliva con dificultad y suspira.

La cabaña donde Álvaro se encuentra es bastante fría y vieja. Las paredes de madera rustica crujen a causa del viento golpeandolas. El piso se dobla debajo de sus pies a cada paso que da y ni siquiera tiene puerta. Un personaje vistiendo una larga tunica negra y máscara de porcelana blanca le indicó hace unos minutos que debía jugar con él a las escondidas y se fue perdiéndose en el bosque. Desde ese entonces, Álvaro mira fijamente el suelo debajo de sus pies sintiendo un consquilleo desagradable en su estómago. Sabe que la situación no le permite rechazar el juego pero algo dentro de él continúa repitiendo que es una pésima idea seguir al personaje. A paso firme, Álvaro se dirige a la salida hacia el bosque desolado y comienza su búsqueda. Mirando entre los troncos y ramas secas de los grandes árboles, el chico de tan solo 19 años comienza a fastidiarse. Llega a un punto del bosque donde no hay ni un solo árbol o arbusto en un radio de por lo menos 30 metros. Ahí mismo, justo al centro encuentra una caja nada en oro con delicadas flores decorando la tapa. Mirando a todos lados y escuchando el chillido de los cuervos escondidos, se decide a ver dentro de aquella bella caja. Toma con cuidado la tapa que es extrañamente ligera y lo que ve dentro lo hace caer de espaldas aventando la tapa al aire. Una cabeza humana flotando en sangre casi negra que emana un olor fétido es lo que contiene aquella caja. Álvaro no está contento con eso y tampoco el laberinto.

Demi se encuentra en una situación un tanto extraña, no puede moverse uno o dos pasos hacia el frente, atrás, o en diagonal. Es solo un peón y eso le preocupa ya que es muy fácil que la desechen de la partida y el solo pensar en lo que pasará con ella al salir del juego hace su cerebro palpitar. El tablero blanco y negro es mucho más enorme de lo normal y las piezas están contorcionadas de manera tétrica. La pelinegra acomoda un mechón rojo detrás de su oreja y respira con dificultad esperando el siguiente movimiento de su oponente. El ajedrez nunca ha sido su mejor fuerte pero se sabe defender, en uno de tamaño normal por lo menos y dónde no esté en juego su vida. La pieza blanca cuadrada debajo de sus pies comienza a brillar indicándole que es su turno de moverse. Demi siente las gotas de sudor recorrer su espalda. Mirando al piso, da un paso firme hacia el frente sujetando la respiración y espera a la siguiente indicación de movimiento. El hecho de que ella no está en control de la partida le provoca náuseas, mismas que traga al momento de ver la figura frente a ella. Un caballo negro con hocico desfigurado y ojos saltados se posa a unos cuantos pasos de ella. Aún en movimiento, el caballo rechina cada vez más cerca hasta llegar a su mismo cuadro. Siempre supo que solo era una pieza en el ajedrez de la vida, una pieza de importancia mínima y en cualquier momento perdería. Solo que ella ya estaba perdida desde un inicio y debió darse cuenta que no podría ganar siendo solo un peón.

Alexander Dotson mira la escena frente a él con la ceja levantada. Para él es normal visitar otras dimensiones y ver cosas fuera de lo que es normal para cualquier humano, pero esto es un chiste muy malo. El escenario elegido para él no es nada menos que el espacio exterior. Algo tan simple y aburrido como rondar entre galaxias y ver los mismos patrones repetirse una tras otra vez. Alexander está más que aburrido dentro de aquella nave claramente improvisada. El espacio interior es reducido para una sola persona, no tiene ninguna forma de navegación y lo único extra aparte de una silla es un casco y un traje viejos. Ni siquiera está seguro de que sea un traje de calidad, parece sacado de una caja de cereal.

-¡Oh por favor, esto es ridículo!- exclama dejando sus brazos caer a los lados y bajando la vista a sus pies.

La nave lleva un paso estresante, es tan lento el recorrido que parece haber pasado una vida y media dentro de ella. Alexander no soporta más y de un salto se levanta en busca de alguna forma de salir. No hay forma de que esto sea un juego, piensa jalando su cabello, ni siquiera hay algo que hacer. Al ver qué no hay nada que pueda hacer para salir de ahí o acelerar la nave, se vuelve a sentar viendo hacia la única ventana. Una idea de como pasar el tiempo llega a su mente después de ver literalmente nada por la ventana. Se dedica solo a recordar cada una de las cosas que aprendió sobre los guardianes, recitando una y otra vez en su mente hasta caer en un sueño profundo.

Volviendo a Justin, ha dado ya más de veinte vueltas por cada una de las mesas con tres o cuatro clones sentadas en ellas. Ninguna parece más real o más falsa que la otra. Siendo clones perfectos y sin su lobo para ayudar, está tarea se torna tediosa y le preocupa. Le preocupa saber que no la encontrará y que no ganará, pero ¿Que ganará en realidad? Si lo piensa bien, él nunca aceptó ser parte de este retorcido juego. Pero le importa Rose, le importa descubrir a la verdadera y salir juntos de ahí. Dando una vuelta más por el lugar, llega a su nariz un olor dulce y embriagante a vainilla y flores silvestres. Con los ojos cerrados, su cabeza gira hacia el lado contrario siguiendo aquel aroma y su cuerpo la sigue segundos después. Sus sentidos le suplican olvidar todo y solo seguir aquel olor que parece alejarse de los clones. Poco a poco todo se queda atrás, las chicas ahora son solo sombras y aquel magnífico olor comienza a apagarse. Abre los ojos al perder todo rastro del aroma y se encuentra cara a cara con destino reflejado en un espejo. Sabía que sería difícil ganar el juego jamás creyó terminar encerrado en su reflejo.

Vangy Rose se recuesta en la fría plataforma con manos temblorosas. Su muñeca izquierda se dobla al momento de recargarla en la plataforma para acomodarse a la par de la línea indicada y termina golpeando su mejilla con la orilla de la cama metálica. La cama de invernacion no es la más moderna ni la más limpia, pero hace el trabajo apropiado. Al recostarse por completo y en el área indicada, Vangy Rose suelta un largo suspiro esperando a que esto comience de una vez y no la consuman los nervios. De abajo de la plataforma horizontal, una capa metálica comienza a elevarse en un movimiento constante haciendo un ruido como si fuera un elevador operando. La capa con forma de mitad de circulose posiciona por completo sobre la chica y embona en la plataforma con un último movimiento brusco. Dentro de la cama de invernacion,Vangy Rose comienza a sentir que el oxígeno no es suficiente para seguir respirando. Su respiración se corta al primer intento de obtener aire, lo que la forza a sostener la respiración sintiendo su piel acalambrarse.

Una chica pelinegra de ojos zafiro se concentra en su objetivo a unos tres metros de lejanía. Chiara toma la resortera y apunta directo al pequeño conejo lamiendo sus patas delanteras. Deja ir la liga lanzando la piedra al animalito sin atinarle. El conejo ve la piedra volar a un lado de él y se limita a voltear en dirección hacia donde Chiara se esconde. Para la pelinegra es una situación aburrida en la que está, el letrero a la entrada decía "zona de caza" pero no ha visto más que dos conejos rondar por el lugar. Mirando detenidamente al conejo aún limpiandose, Chiara tiene un presentimiento extraño en la boca del estómago. Si bien el lugar está repleto de árboles, arbustos, y unos cuantos insectos, el suelo luce fabricado. Chiara se agacha y toca el suelo con ambas manos. La tierra se siente demasiado espesa y fría en sus dedos. Hay un toque de humedad en el aire pero el calor intenso hace que se sienta sofocante. Con dificultad se levanta nuevamente y comienza a mirar a la lejanía buscando un nuevo objetivo. Si el conejo no se inmuto con la piedra que lanzó, seguro no será difícil atraparlo, piensa la pelinegra. Dando pasos largos, Chiara se acerca al conejo que ahora se está quedando dormido. Su respiración se dificulta a cada paso que da ya que el aire se vuelve más denso conforme avanza. Al estar a un metro de distancia frente al conejo, Chiara se lanza de un salto con los brazos extendidos y cae exactamente sobre el conejo sin aplastarlo. Lo logra, atrapa al conejo pero algo no anda bien. El animal no intenta huir de ella, al contrario, este busca refugio entre su cuello quedando apenas cubierto por su cabello. La pelinegra escucha al animalito rechistar los dientes y por la orilla de su ojo una sombra atraviesa los árboles próximos. Respirando hondo voltea, fija su mirada zafiro en un arbusto moviéndose frenético y siente un pequeño piquete como de mosquito en el glúteo derecho. Antes de que su cuerpo pese provocando que caiga al suelo y que sus párpados se sellen por completo, la figura de un hombre robusto usando una máscara rosada se acerca a ella saludando con un movimiento de mano.

Después de cinco segundos que parecieron una eternidad, una suave brisa de aire recorre la cápsula sofocada. El oxígeno ha sido activado y Vangy Rose toma una bocanada enorme sintiendo sus garganta y fosas nasales arder. Al mismo tiempo que su pulso comienza a tener un ritmo normal, sus párpados se sienten pesados y pronto deja de tener control suficiente para mantenerse despierta. Al "despertar" se encuentra en un lugar completamente blanco y vacío, un sueño lucido que está segura ha tenido en alguna ocasión aunque sigue siendo diferente. Mirando a todos lados y a ninguno en realidad, la chica comienza a pensar en lo que puede significar este lugar. Una mente en blanco da lugar a cualquier tipo de pensamiento, felices o desagradables. Este último tiene su atención y se manifiesta frente a ella. Una hilera de pequeños insectos se pasea entre sus pies haciéndola saltar lejos de ellos con escalofríos en sus piernas y brazos. Mientras más les huye, más insectos aparecen. Llega el punto en qué el espacio vacio se ve reducido a unos cuantos centímetros cuadrados y la chica no tiene otra opción más que comenzar a pisarlos. Grave error. Al pisar y aplastar un escarabajo, este comienza a gritar tan fuerte como si fuera un humano. El grito es una mezcla de notas graves y agudas que hacen retumbar el lugar. Al intentar cubrir sus oídos con sus manos, Vangy Rose se tambalea hacia atrás y pisa por accidente a unos cuantos insectos provocando más gritos desesperados. Sin saber que debe hacer para detener la tortura, la chica cierra los ojos y considera la lógica que esto puede tener. Entre los gritos y el aumento de insectos, Vangy Rose abre los ojos sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Con cuidado comienza a agacharse hasta quedar sentada en el suelo. Los insectos le hacen espacio para que pueda recostarse y tomando una bocanada de aire se relaja poniendo su mente en blanco y cierra los ojos. Los insectos comienzan a subir a su cuerpo y los gritos se apagan de a poco. Vangy Rose entiende que estos son sus temores y para salir de esta situación debe afrontarlos y hacer a su mente entender que solo es una pesadilla más.

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Finalista ronda dos: La Reina de las Pesadillas de CarlaCastill0

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