1-Dulces y Extraños


Era una tarde algo nublada, aunque ninguna esponjosa y blanca nube lograba tapar la reluciente luz solar. Los niños salían del kinder, sus padres los recogían y unos muy pocos se iban solos porque vivían al frente o sus padres confiaban en que si los secuestraban, los secuestradores se arrepentirian a los cinco minutos de tener a un pequeño tan energético. Ranpo era uno de esos pequeños.

-Hasta mañana, Ranpo-Kun. -despidió la maestra paciente y castaña a uno de sus alumnos.

-¡Hasta mañana, señorita Miel! -respondió el niño de ojos usualmente cerrados mientras se dirigía a su casa.

Solo.

Caminaba feliz con una sonrisa, como cualquier pequeñito de su edad. Iba por una cuadra limpia y con árboles altos y verdes alrededor. Con su alegría impecable, no advirtio los pasos silenciosos de un perseguidor. Él que tenía detrás, de cabellera negra y ojos morados, apresuró su "caminata casual" para estar al lado de su pequeña víctima.

-Hola, pequeño. -saludo Mori a Edogawa, como si lo conociera de siempre, causando una mirada confusa en el niño.

-¿Quien es usted -lo miró sin disimulo de cabeza a pies-, señor?

-Soy Ogai Mori, solo venía a ofrecerte dulces por ser tan adorable, pequeño.

Sus ojos marrones y jóvenes parecieron brillar por la mención de caramelos. A él le encantaban más que a nadie. El hombre sonrió con malicia innotable para el enano emocionado.

El hombre sacó de su bolsillo unos caramelos de envoltorios coloridos. Los favoritos de Ranpo.

-¿En serio? Gracias, señor. -dijo el que soñaba ser detective.

-Aunque, para darte más, tendríamos que ir a mi casa ahora -ladeó su cabeza con una sonrisa que fingía amabilidad, amabilidad que él creyó crédulo.

-¡Si! -exclamó feliz. Solo era un inocente niño al que le ofrecían dulces.

(...)

-¡Hasta mañana, Edgar! -le dijo Miel al pequeño tímido.

-Hasta mañana. -susurró.

Allan, que se iba solo, empezó a ir a su hogar. Vio de lejos a su compañero, Edogawa Ranpo. Era popular por saber leer desde los tres años y saberse el abecedario completo. Notó que el inteligente iba de casualidad por el mismo camino que él se dirigía. Pensó en saludarlo, pero no se conocían lo suficiente como para hablarle así sin más.

Con preocupación también vio a un hombre de vestimenta oscura seguirlo.

"Debe ser un vecino que lo reconoció y va a saludarlo" pensó, aunque puso toda su atención en ese hombre, provocando que en una ocasión se tropezara y cayera al frío y rasposo suelo. Cuando se resbaló, escuchó dos risas desconocidas, volteó un poco su mirada y vio a los causantes, dos adolescentes que pasaban por ahí. Uno pelirrojo ojiazul y otro castaño vendado. Parecían morir de risa con su accidente y lo avergonzó un poco, coloreando y pintando en sus mejillas un bello tono rojizo. Los jóvenes cruzaron la calle y volvió su vista a Ranpo. Supo que algo malo pasaba cuando vio emoción en el niño, maldad en el adulto y dulces en la mano del desconocido.

Supo que era algo malo y fue hasta allá trotando disimuladamente y escuchó la conversación de ellos, justo detrás del par.

-Aunque para darte más, tendríamos que ir a mi casa ahora. -escuchó que dijo el hombre y que el castaño inocentemente respondía.

-¡Si!

La mano del pequeño inteligente estuvo a punto de agarrar los dulces ofrecidos por el extraño pero Poe fue más rápido que el sospechoso adulto. Tomo sin fuerza innecesaria la mano de Edogawa, siendo visto por él con extrañeza y corrió llevándolo a cualquier lugar que no fuera allí, escapando del pelinegro malicioso, dejando en el mayor una mirada decepcionada.

Luego de correr hasta el parque, el de ojos de esmeralda se soltó del débil agarre del contrario y le reprocho su actuar sin ni siquiera conocer sus bondadosas intenciones.

-¿Por que hiciste eso? -preguntó intentando no estar enojado, si quería ser un detective debía aprender a preguntar preguntas con calma.

-¿Lo conocías, Ranpo-San? -preguntó con unos ojos que no podía ver por su gran cabello ocultandolos.

-¡No, pero iba a darme dulces! -respondió.

Edgar suspiró, no sabía lo inocente que podía ser un niño que sabía sobre asesinatos crueles pero no entendía el simple hecho de no aceptar dulces de extraños.

-¿No entiendes con solo decir esa frase lo ignorante que fuiste?

Eso tomó desprevenido al de actitud detectivesca. ¿Él, ignorante? ¿Quien era ese niño de cabello de Rapunzel teñido para hablarle así? Además, le había dejado sin oportunidad de caramelos, ese si que era un niño malvado.

-¡Yo no soy ignorante y tú eres una mala persona! Por ti, él no me dará caramelos.

El más alto ladeo su cabeza un poco, intentando encontrar palabras indicadas para explicar la situación y el castaño pudo ver sus ojos y entendió. Su mirada le decía casi a gritos "Te salvé de un desconocido, maldito ignorante". Sintió arrepentimiento al notar la terrible situación por esos bonitos ojos morados.

-Oh. Si, no me expliques mi ignorancia. Ya entendí. -dijo el de sombrero marrón viendo el césped del lugar, al ver toda la preocupación del que básicamente lo salvó, el suelo automáticamente se convertía en lo más interesante para ver.

El que tenía de mascota un mapache vio el pesar en los orbes verdes del más enano y suspiro, no era su culpa caer en la trampa de aquel maligno señor.

-¿Te acompaño a tu casa? -pregunto amable.

Ranpo estuvo a punto de llorar y detuvo una lágrima que intentaba deslizarse por su mejilla.

-Bien. -murmuró.





































Casi nunca me esfuerzo mucho en las portadas, pero lo hice en esta y la verdad me ha gustado.
¿A ti también o solo es una porquería?


=946 palabras


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top