Parte 1 Sin Título


Era una gran atracción

Qué te dejaba sin respiración

Ella estaba a oscuras en lo alto de las escaleras

Y me llamó a mí.

Fleetwood Mac.

-Allí está Kaoru Nagisa.-. Dijo Shinko.- La estudiante honraría más hermosa de toda la preparatoria católica femenil María de Nuestras Penurias, alabada y querida por todas. -Hablando con algunas otras chicas hermosas.

-Pff. No entiendo qué rayos le ven todas a esa-. Resopló Asuka.

Por supuesto que las veces en las que Shinko había interactuado con Kaoru Nagisa habían sido pocas, ambas adolescentes no se topaban casi nunca. Pero era un hecho de que Kaoru Nagisa era de las alumnas más aventajadas del curso. Además de rica muy bonita y popular, lo que por supuesto no le gustaba para nada a Asuka quien era la segunda mejor estudiante de la preparatoria, y no le gustaba para nada ser desplazada. Y es que además la peliblanca era amable con todas y generosa. Aunque, Kaoru Nagisa era muy bonita con una belleza descomunal, ojos rojos y piel muy pálida, Shinko estaba completamente segura de que para Kaoru el resto de las alumnas no eran de su total interés, sin importar que fingiera cariño por ellas. Había visto a la chica rechazar a varias muchachas a lo largo de los años escolares, y muchas habían argumentado que la joven ya estaba saliendo con un chico de otra preparatoria. Y por ese motivo convenia no hacerse ilusiones con la estudiante honraría Nagisa, por lo que varias chicas se sentían desilusionadas.

Shinko Ikari no era que le preocupase Kaoru Nagisa, es decir, sabía que una estudiante honoraría tendría un montón de pretendientes tanto femeninos como masculinos. Lo único que a Shinko Ikari le quedaba era dedicarse más a sus estudios, aunque sus amigas, las cuales eran también pareja, a espaldas de los ojos de las monjas, le habían dicho que podría arreglarle un par de citas, Shinko las rechazó pues les contestó que no se encontraba lista para iniciar una relación. Y la verdad es que esto era cierto, Shinko se sentía muy inmadura como para lidiar con una pareja sentimental, además desde que su padre las había abandonado a su madre y a ella, Shinko temía que alguien quisiera hacerle daño. Por ese motivo salvo por sus dos amigas, Mari y Asuka, Shinko prefería mantener su distancia con los demás.

-Oye cuatro ojos. Replicó Asuka-. ¿Me ayudarías con el reporte de historia? Me confunde todo esto de la Segunda Guerra Mundial, y cómo este pueblo de mierda fue un punto clave.

-Ja. Ja. Todo sea por mi terroncito de azúcar. Replicó Mari.- Siendo igual de empalagosa que siempre.

Shinko solo dio una media sonrisa, mientras caminaba en compañía de sus dos amigas para tomar el autobús.

-¿y tu Shinko de qué harás tu reporte? Preguntó Mari.

-Ohh, en realidad. La hermana Nakamura me dijo que hiciera mi reporte de este libro. –

Shinko sacó de su mochila un libro rojo cuyo título rezaba: "Historia de las obreras de nuestra nación en la Segunda Guerra Mundial"

-Pff. Suena a parafernalia feminista. Bramó Asuka.

Shinko simplemente se encogió de hombros, y dijo.

-Bueno yo solo espero escribir un buen reporte es todo.

-Ja, ja. Buena suerte con eso cachorrita. Si sientes que te atoras en algo no dudes en llamarnos. Le contestó Mari guiñándole el ojo.

-Si gracias, Mari.

Shinko se despidió de sus amigas para tomar el autobús que la dirigiría hacia casa, solo era unos pocos minutos. Normalmente para llegar a su casa, la joven debía cruzar por un pequeño cementerio y un camino montañoso, cuyas casas eran la mayoría estrechas, y los caminos iban en picada. La casa de Shinko estaba al fondo a la derecha. Era una casa normal con un pequeño jardincito trasero, y una sola reja la separaba de la casa de lado. Al llegar a ella, la chica se dio cuenta de que su madre aun no llegaba de su trabajo en el hospital como enfermera, la muchacha echó un suspiro, se preparó algo para comer mientras prendía la televisión. Las noticias del pueblo de Orakurukyatto decían que habían visto a una especie de lobos gigantes deambular por el pueblo, Shinko había escuchado sus aullidos en un par de ocasiones. Y como era de esperarse le aterraba de sobremanera, por eso terminaban abrazándose contra sí misma, tratando de tranquilizarse diciendo que todo estaría bien. Quizás eran solo perros que alguien, a muy altas horas de la madrugada, dejaba en libertad para que deambularan por allí, no que se trataba de lobos salvajes, y que la televisión solamente se dejaba llevar por lo que la gente contaba. Shinko sabía que debido a que el pueblo de Orakurukyatto era muy pequeño, y con una población bastante limitada, la gente tendía a ser más supersticiosa y creer en lo sobrenatural. Por ese motivo a Shinko no le gustaba vivir en el pueblo y prefería vivir en una gran ciudad. Sin embargo, una vez que su padre las había dejado a su madre y a ella para fugarse con una amante, la madre de Shinko consideró oportuno regresar a su pueblo natal. La casa en la que vivían había pertenecido a la abuela de Shinko, y una vez que la anciana murió, madre e hija se quedaron a vivir en la pequeña casa.

En un principio a Shinko le dificultaba adaptarse y sobre todo en una escuela preparatoria exclusivamente femenil católica, pues había sido un cambio radical, pasar de una secundaria mixta a una escuela con puras chicas regido por monjas. Esto debido a que el pueblo solo contaba con dos preparatorias y secundarias separadas por sexos, dado la creencia de que los chicos no debían mezclarse entre sí cuando eran adolescentes. Sin embargo, con el paso del tiempo, Shinko se hizo de dos muy buenas amigas quienes se ofrecieron a apoyarla en todo lo que podían. La joven Ikari también había aprendido que, como en su secundaria,  existía lo de esa división de las las chicas populares e  impopulares, por supuesto, que toda escuela, sin importar el sexo, contaba con una abeja reina. Y en este caso la abeja reina era Kaoru Nagisa, al ser rica, atractiva, y la única hija de un rico empresario, viudo, la joven era claramente la favorita de toda la preparatoria. Como todas las chicas, Shinko había visto a Nagisa con mucha curiosidad, al verla con sus shorts de deportes, cabello largo gris, los pechos bien formados y una piel extremadamente pálida. Shinko no negaba que le daba cierta curiosidad aquella abeja reina debido a su aspecto muy exótico, esos ojos rojos como la sangre, y esa piel muy pálida. Probablemente si la vieran, los hermanos Grimm le habrían dedicado un cuento a Kaoru hablando de su belleza.

La joven Shinko terminó de comer, sacó el libro de su mochila y comenzó a leer para hacer su reporte escolar, le habían pedido un resumen de los primeros capítulos, algo bastante difícil. Shinko esperaba encontrar una historia un tanto emociónate sobre las obreras niponas, pero el libro era extremadamente aburrido casi tanto como una de las muchas lecciones que daba la hermana María, una de las monjas más viejas. Shinko se vio cabeceando cada que leía algún párrafo. En poco tiempo no tardó en quedarse dormida, sin embargo, debido a una ráfaga de viento provocó que este azotara la puerta, por lo que Shinko despertó sobresaltada. La muchacha necesitaba empezar a escribir su reporte, subió escalones arriba para empezar a redactar su reporte escolar, a pesar de que tuvo que volver a consultar aquel libro extremadamente aburrido, la muchacha pudo terminar de escribir ese reporte sobre los primeros capítulos. A pesar de que no era un trabajo digno de un Nobel de literatura, Shinko sintió que su reporte no había quedado tan mal así que lo imprimió y lo guardó en su mochila. Aunque a Shinko no le gustaba quedarse sola en casa debido a que en la noche comenzaban a escucharse esos molestos aullidos de perros que azotaban todo el pueblo, a la chica no le quedaba más remedio que adaptarse a esa soledad. Sin embargo, debido a que tenía mucho miedo, y a que en la noche los aullidos de esos perros gigantes incrementaban, la chica lo que hacía era prender la televisión en un volumen alto para que el sonido fuese más fuerte que los aullidos. Su madre por supuesto la había regañado diciéndole que era desconsiderado con los vecinos, o que no le gustaba llegar a casa, y escuchar la televisión a tan alto volumen, a Shinko no le importaba sus regaños, los aullidos de esos perros le ponían los pelos de punta. Y a pesar de que los vecinos tocaron a su puerta reclamándole en muchas ocasiones, la joven castaña les explicó a los vecinos que tenía miedo de los aullidos que se escuchaban a altas horas de la madrugada. La vecina, quizás, sintiendo algo de lástima con la chica quien se quedaba sola bastante rato, le dijo: "Bueno está bien, deja la televisión así", Shinko por supuesto le agradeció por permitírselo. 

 La chica se metió en la cama mientras intentaba conciliar el sueño, a pesar de que el sonido de la televisión pudo hacer que el aullido no fuese tan fuerte, Shinko aun sentía ese mismo escalofrío recorriendo todo su cuerpo; la joven se puso en posición fetal, abrazándose sus rodillas. En un impulso la chica se puso las cobijas encima, sabía que aquello era digno de una niña de prescolar, y Shinko ya estaba bastante grande para eso, pero  el miedo la hacían retroceder mentalmente.

El alba finalmente llegó, Shinko estaba algo agotada, pero pudo despertarse, ya no había ruido de la televisión, por lo que la chica intuyó que probablemente su madre la había apagado. La chica dio un bostezo mientras se rascaba la cabeza, con una actitud soñolienta, Shinko se dio un regaderazo, para luego ponerse el uniforme: Este consistía en una falda azul marino, una camisa blanca, un moño rojo, y un saco del mismo color que la falda. La chica tomó uno de los muffins que su madre había dejado en un tóper cerca del horno de microondas, se desayunaría eso mientras se iba de camino a la escuela. La chica estaba satisfecha con el reporte escolar que había logrado escribir a pesar de que el libro le había parecido extremadamente aburrido. La joven llegó a la parada de autobús, pero debido a que todos iban bastante llenos, Shinko llegó a la conclusión de que lo mejor era caminar hacia la escuela. La joven solo debía cruzar el bosque y había una senda que la dejaba justo en la preparatoria.

Shinko caminó por el bosque mirando por doquier, los árboles se veían más grandes, aun así, la chica siguió caminando por aquel sendero boscoso. Justo aun lado del bosque estaba la mansión de la familia Nagisa, Shinko solo miró la hermosa casa rodeada de una cerca enorme, nada fuera de lo común. No obstante, un ruido hizo que la chica volviese a voltear. De la puerta de la residencia Nagisa se pudo contemplar  cómo dos ojos animalescos se asomaban, Shinko a este punto no se quedó quieta simplemente echó a correr, mientras aquella presencia salía violentamente de la casa. La chica corrió todo lo que pudo, casi podía sentir cómo el perro de la familia Nagisa le pisaba los talones, qué clase de perro era ese, en ocasiones parecía que se balanceaba por los árboles. La chica por un instante sintió que ya no pudo correr más. Sin más se refugió entre los árboles llevando su mochila contra su pecho, se le habían salido varios cabellos, y uno de sus zapatos había quedado manchado por el lodo. La joven intentó tranquilizarse, ya no escuchaba los ladridos de aquel enorme perro de la familia Nagisa, seguramente ya se había marchado. Shinko con mucho recelo salió de su escondite, pero en ese instante, notó los gruñidos de aquel animal que estaba detrás de ella. Shinko volvió a correr otra vez, tratando de salvarse.

En medio de su escapada, la joven cayó de un pequeño barranco, lastimándose el pie, su mochila había quedado cerca de un riachuelo, la joven arrastrándose intentó ir tras ella, allí estaba su reporte escolar la hermana Nakamura no le perdonaría si fallaba en su reporte. Sin embargo, antes de que pudiese tomar su mochila, notó cómo el perro que la había estado persiguiendo aparecía de la nada, éste era enorme, plateado similar a un perro husky solo que de mayor tamaño y sus ojos eran un tanto diferentes, el animal tomó la tarea de Shinko comenzó a morderla y despedazarla, quedando solo trizas de no solo su reporte sino también sus cuadernos.

-¡NO!. Gritó-. No te los comas.

El perro volteo a mirarla con aquellos ojos rojizos, le enseñó los dientes, para después marcharse dando saltos por doquier, junto con la mochila de Shinko, llevándosela en el hocico. La muchacha soltó un suspiro lleno de pura frustración. Dio un golpe en el suelo presa de la rabia: "estúpido perro" bramó, "estúpido, estúpido perro" "por algo los gatos son mejores". Ahora no podría hacer absolutamente nada, solamente empezar a caminar de regreso a la preparatoria mientras cojeaba, Shinko estaba segura de que se había torcido el tobillo. Con mucho dolor logró caminar hasta la preparatoria donde una de las monjas sorprendida por el grado con el que se encontraba la chica, exclamó.

-¡Shinko! ¡Madre de Dios! Qué te pasó.

La joven no respondió, pero se dejó caer al suelo debido al dolor que sentía en el tobillo, la monja corrió a auxiliarla. Con mucha dificultad la religiosa pudo llevar a la muchacha a la enfermería donde otra monja enfermera pudo atenderla. La mujer revisó su pie malherido y le dijo.

-¡mm! Al parecer tienes un esguince. Será mejor que llame a tu madre.

-Pero qué hay de la clase, hermana Ohara.

-Yo le diré a la hermana Nakamura que tuviste este contratiempo. Pero lo mejor es que regreses a casa y descanses.

Shinko soltó un suspiró lleno de frustración, no podía creer que no iba a poder entregar el reporte escolar, y todo por culpa del perro de los Nagisa, necesitaba reclamarle a Kaoru, no podía ser que ese perro se haya escapado de la casa y la hubiese perseguido. Shinko se cruzó de brazos mientras escuchaban las voces de sus compañeras Sayaka, Motoko, Midori, y por supuesto, ¡la voz de Kaoru! Con mucha dificultad la muchacha se paró de la camilla de enfermería, a pesar de que si la viera la hermana Ohara la regañaría por verla levantada, a la muchacha no le pudo importar menos. Solo deseaba reclamarle a la alumna honoraria de la clase lo que había pasado con su perro, Shinko sintió cómo si cada paso fuese un calvario en sí mismo. Y a pesar de que la propia chica deseaba gritar, se aguantó los gritos, estos estaban reservados para Kaoru Nagisa. 

La muchacha finalmente abrió la puerta allí estaba Kaoru charlando con sus amigas. Al verla, las tres chicas dieron una mueca bastante de inconformidad, pues Shinko andaba con la falda sucia, el saco todo torcido, y la hebilla del zapato Mary Jane de color negro había quedado desprendida.

A pesar de que las tres chicas miraron a Shinko un tanto desconcertadas, excepto por Midori quien no disimuló su asco hacía ella, había un dejo de sorpresa en sus rostros. Kaoru en cambio, solo le sostuvo la mirada a la chica, observándola con una sonrisa.

-¡Ahh! Ikari-san buenos días.

-Nagisa-san. Replicó esta. ¿podríamos hablar en privado?

-Pero por supuesto. Replicó la muchacha.

Shinko se sorprendió de ella, ciertamente, la estudiante honraría era de las chicas más bellas del instituto. Por un momento, Shinko olvidó de momento aquel dolor en su tobillo, pero cuando volvió andar casi se tropieza de nueva cuenta, de no ser claro, por la intervención de Kaoru quien la sostuvo y la ayudó a caminar, Shinko volteo a mirar a la estudiante Honoria, y sintió sus mejillas enrojecer. Kaoru le dio una de sus típicas sonrisas que siempre usaba con las demás chicas. Hasta por un momento Shinko se olvidó que estaba enfadada con ella, no fue hasta que Kaoru la hizo sentarse en una banquita, y le dijo.

-Bueno Ikari-san. De qué querías hablarme.

Shinko parpadeó y finalmente salió de su ensoñación.

-¿ehh? Si. Nagisa-san.. Tu perro se ha comido mis cosas y me ha atacado.

-¿mi perro? Inquirió Kaoru un tanto confundida.

-Si tu perro. Era uno enorme gris, un husky creo, de ojos rojos como los tuyos.

-Ikari-san me temo que estas equivocada, Leda nunca haría algo así.

-Pero lo hizo. Tu perra me ha atacado. Replicó la chica-. Y estuvo a punto de matarme.

Kaoru la miró con cara de no entender, Shinko solo podía sentir crecer su irritación, ¿cómo es que ahora Kaoru se hacía la desentendida por lo que su mascota había hecho? Shinko entonces cayó en la cuenta, ¡claro! Después de todo, Kaoru era la abeja reina del instituto, y como tal esta clase de chicas jamás cambiaban sus colores, no importaba qué tan agradables fingían ser, sabiendo que una de las amigas de Kaoru siempre la había detestado, no era remoto que la albina también lo hiciera.

-A no ser que la hayas entrenado para atacar a las alumnas menos populares.

Kaoru abrió los ojos, desconcertada.

-¿Qué? ¿estás loca? -..-¿Qué ganaría perjudicándote a ti, Ikari-San? Confío en que Leda no hizo una cosa así.. Ella es muy tranquila.

-¿Entonces qué era ese perro enorme que salió de tu casa? Inquirió la muchacha.

-Tal vez, fue tu imaginación. Replicó Kaoru visiblemente molesta.

-No lo fue. Fue tu perra, tu perra enorme con ojos rojos.. Parecía un monstruo..

Los ojos rojos de Kaoru miraron a la chica con furia, al punto en que ella se levantó y se puso enfrente a la muchacha.

-¡No te refieras así a mi Leda! Ikari. Le recriminó Kaoru.-Qué seas tan descuidada es problema tuyo no mío ni de mi perra.

Como si la joven hubiese dicho algo insultante, su compañera honraría simplemente se alejó del sitio para reunirse con sus amigas, tomó la mano de Midori para después alejarse del pasillo y entrar al aula. No sin tantes que las  tres chicas le dirigieran una mueca de reproche a Ikari, a juzgar por su actitud, Kaoru había desquitado su mal humor con sus intimas amigas. Shinko resopló puso sus manos sobre su pecho, y refunfuñó: "Váyanse a la mierda". 

 En un par de minutos después, la madre de Shinko había llegado, Yui Ikari observó a su hija toda preocupada, preguntándole si estaba bien. Mari y Asuka llegaron también y la ayudaron a que pudiese llegar hasta el auto.

Ya de camino, Shinko iba con la cabeza sobre la ventana, mientras su madre daba una que otra mirada en su dirección, la mujer le dijo.

-Ayy, Shinko. ¿Qué es lo que te ha pasado?

-La perra de la familia Nagisa me ha atacado. Replicó la chica.

-¿la perra? ¿A qué te refieres?

-Sí, mamá. Yo la vi saliendo de la mansión de los Nagisa. Era enorme, creo que no era un perro sino un lobo. Yo..

-Shinko basta. Replicó su madre.

-Pero mamá yo.

-Tienes mucha imaginación. Replicó la madre de la chica.

Shinko echó un bufido mientras que volvía a poner su cabeza en el vidrio, contemplándole el paisaje y los árboles, mientras el auto iba descendiendo por un camino empinado para llegar al pueblo, Shinko en eso vio la mansión de la familia Nagisa a un lado del bosque a ciertos centímetros de la carretera, el sitio lucía normal, una casa hermosa, con una fachada blanca, y un tejado de color azul. En medio del portón de la casa se encontraba un perro de raza husky el cual estaba acostado, Shinko lo miró, ahora el perro de la familia Nagisa lucía diferente. Éste era más pequeño del que recordaba, de verdad ¿eran el mismo animal? El perro que fue tras ella era enorme y más peludo, el husky de los Nagisa parecía del mismo tamaño que cualquier otro perro de esa raza. ¿Entonces qué era? La madre de Shinko volteo a mirar al protón de reojo para observar al animal, después miró a su hija con una mueca de reproche. 

-¿Fue ese perro que te atacó, hija?

-No, yo lo recuerdo más grande. Replicó ella. Yo...

Shinko se sentía cómo una verdadera estúpida, no sabía qué había visto hace un par de horas, lo que ella había visto era un perro de gran tamaño, pero ahora ese mismo can estaba en el portón de lo más tranquilo con una estatura normal. Shinko quiso decir algo a su progenitora, pero ahora no sabía qué decir, pareciera como si su mente le estuviera generando trucos. Shinko se quedó en silencio sin emitir ni una palabra más mientras que el carro se dirigía hacia la casa. La joven entonces se dijo: "¿Me estaré volviendo loca"?


La chica no había entendido qué había sido eso, así que se sentó en su cama para contemplar lo que había pasado. Por otra parte, la expresión de Kaoru Nagisa la había sorprendido, siempre había tenido a Nagisa-san como una alumna bastante responsable, pero nunca pensó que sería de esas cobardes que luego se lavarían las manos, diciendo que no había sido su perra la que la atacó, y que ella lo estaba imaginando todo: Qué cobarde y desvergonzada eres, Kaoru Nagisa, está claro que tu perro me atacó.

El esguince de Shinko tardó en sanar, pero dentro de un par de semanas, la chica pudo recuperarse y volver a la escuela, por supuesto, que Shinko tuvo que decirle a la hermana Nakamura lo que había pasado con la tarea, por supuesto que al igual que el resto de las chicas quienes se empezaron a burlar a sus espaldas, la monja no le creyó.

-Shinko, debes ser más cuidadosa con esto que te ocurrió. No debes echarle toda la responsabilidad a la mascota de tu compañera.

Shinko no dijo nada solamente bajó la cabeza y fue a sentarse a su lugar, Asuka le dijo a Shinko.

-Mira que no ganas nada en mentir, Shinko.

-Pero yo no dije mentiras. Replicó la chica de cabello castaño.- La mascota de Kaoru Nagisa me atacó.

-Ja. Ja. Para la próxima dirás que viste un sapo gigante, Ikari-san. Dijo una de las chicas.

-Silencio, Mayu. Respondió la hermana Nakamura,-Bien señoritas, es hora de empezar.

Shinko suspiró mientras puso su mano sobre su barbilla mientras intentaba poner atención a la clase, de reojo volteó a mirar a la abeja reina del instituto quien estaba anotando en su cuaderno las lecciones. Shinko soltó un bufido mientras volvía a escribir las lecciones que la hermana Nakamura estaba dictando.

A la hora del descanso, Shinko se reunió con Mari y Asuka quienes conversaban alegremente, Shinko solamente se dejó caer con su bandeja de comida. Mientras observaba cómo Kaoru Nagisa conversaba alegremente con sus amigas, sonriendo. Asuka también la miró un tanto con el ceño fruncido. Otra de las chicas que habían llegado allí, Hikari Horaki, la cual era la mejor amiga de Asuka, comentó.

-Jamás pensé que Kaoru Nagisa fuera de esas que sueltan a sus perros para atacar a alumnas menos aventajadas.

-En serio. ¿Crees en eso? Preguntó Asuka.

La chica Hikari se encogió de hombros y dijo.

-Mira si Shinko-san lo dijo significa que debe ser real. Ella no mentiría.

Mari y Asuka se vieron entre ellas, Shinko se alegraba de que al menos Hikari le creyese con lo de la mascota de los Nagisa. Mari entonces le preguntó.

-¿Es verdad eso? Shinko.-¿sobre la mascota de los Nagisa? ¿cómo era? 

Shinko recordando aquel enorme animal les detalló a sus amigas cómo fue su encuentro con la bestia. 

-Era enorme. De gran pelaje, dientes largos y feos. Y con temibles ojos rojos. 

-¿ojos rojos? inquirió Asuka extrañada.-Pero si los husky tienen los ojos azules o marrones. 

-Quizás es una deformidad del animal. Intentó explicar Mari.-

-O quizás Shinko se sugestión con los aullidos que escucha todas las noches. Replicó Asuka. 

Shinko estaba desconcertada, ¿de manera en que ni sus amigas le creían sobre el perro de la familia Nagisa atácandola? Ya para qué hablar, probablemente le dirían que estaba loca. Pero el ver a Kaoru hablando de forma tan alegre y despreocupada, provocaban en la joven una gran ira y coraje. 

Shinko la verdad deseaba volver a gritarle a Kaoru Nagisa acerca de la naturaleza impulsiva de ese animal enorme que tenía en su mansión, pero, por otra parte, pensaba que lo mejor era dejar ya este tema por la paz. Después de todo, tampoco deseaba que las admiradoras de Kaoru Nagisa fuesen tras ella. Aunque lamentablemente, esto ocurrió cuando Shinko y sus amigas dejaron de comer,   Shinko les había notificado que antes de tener algebra, iría al baño, por lo que se separó de ellas. Mientras se ponía agua en el rostro, Shinko volteo a mirarse en el espejo, fue en ese instante que la puerta se abrió y entraron, Sayaka, Motoko y Midori. Shinko al principio pensaba ignorar a las chicas, y quiso retirarse para ir a clases, pero Sayaka quien era la más corpulenta de las tres, le obstruyó el paso.

-Chicas necesito ir a clase. Replicó.

-No te irás de aquí, Ikari-San.

-¿Qué? ¿De qué hablan? Necesito ir a clase.

Motoko y Midori se miraron entre sí mientras se acercaban para sostener a Shinko de las manos mientras que Sayaka le daba un golpe en el estómago a la chica quien cayó al suelo, agarrándose al vientre.

-Primera y única advertencia, Ikari. Deja de causar problemas a Nagisa-san, o si no-. Las dos chicas se tronaron los nudillos.

Shinko las miró sorprendida, Kaoru Nagisa era una bravucona de por medio, no solo mandó a su perra Leda, a que se comiera su tarea, sino que ahora mandaba a sus amigas a golpearla. Todo esto tenía que terminar. Ahora, Kaoru Nagisa si se había pasado, y Shinko iría a hablar con ella para que le aclarara algunas cosas. Shinko cayó al suelo mientras veía las tres arrogantes chicas mirarla con una mueca llena de superioridad.

-Espero que no tengamos que golpearte otra vez, Shinko Ikari. 

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