Capítulo 33

Dagon observaba a Maki con cautela. La repentina explosión de fuerza que había demostrado no era algo que pudiera ignorar. Era evidente que esta humana ya no era como antes.

Esa marca... —murmuró Dagon, sus ojos siguiendo el contorno de la marca en forma de molino que adornaba el cuello de Maki. Su mente regresó brevemente a otro humano que había visto antes, uno sin energía maldita, pero con una marca símil. —. Esa marca se parece a la de ese tal Tenko... —Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, antes de que una expresión de desdén cruzara su rostro—. No importa. Te mataré igual.

Con un movimiento de sus manos, el agua que lo rodeaba comenzó a agitarse violentamente. Desde las profundidades de su dominio, emergieron shikigamis en forma de animales acuáticos: tiburones de colmillos afilados, pirañas voraces, anguilas electrificadas. Como una marea de destrucción, todas avanzaron hacia Maki con una velocidad y ferocidad aterradoras.

Maki no mostró miedo. En cambio, apretó con más fuerza la empuñadura de su katana, la hoja que le había dado Tenko. Un brillo desafiante apareció en sus ojos mientras su mente se concentraba.

(Recuerda lo que dijo Tenko... Las respiraciones se pueden combinar.) —Soltó un profundo suspiro, su pecho expandiéndose al máximo mientras sentía el flujo de energía recorriendo su cuerpo.

Esa nueva sensación de poder seguía siendo extraña, pero al mismo tiempo reconfortante, como si siempre hubiera estado destinada a sentirla.

¡Respiración combinada! —exclamó, su voz cargada de decisión—. Primera postura: Tormenta de humo negro de relámpagos.

Con un destello, Maki desapareció de su posición. Su velocidad era comparable al rayo, un movimiento casi imposible de seguir con la vista. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba frente a Dagon.

El espíritu maldito apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando ella giró su cuerpo, utilizando el movimiento como un uppercut devastador con su katana. La hoja trazó un arco negro a su paso, más rápido y letal que cualquier ataque que hubiera ejecutado antes.

El impacto fue inmediato. Dagon retrocedió, una profunda herida cruzando gran parte de su torso. Por un breve momento, Maki pudo ver el interior del espíritu maldito: sus músculos, órganos y el flujo de energía que lo mantenía en pie.

(¿Qué... fue eso?) —pensó Maki, sorprendida por la claridad con la que podía percibir cada detalle del cuerpo de su enemigo.

Su percepción se había afinado de una manera sobrehumana, lo que le permitió anticipar el ataque de varios shikigamis que intentaban morderla. Con movimientos rápidos y precisos, los cortó en pedazos antes de que siquiera la tocaran. Sin embargo, un destello en su visión le advirtió del peligro: una anguila emergía desde el interior del torso herido de Dagon, su mandíbula abierta y lista para atraparla.

Maki retrocedió de inmediato, aterrizando sobre la arena húmeda de la playa. Un largo suspiro escapó de sus labios mientras intentaba entender lo que acababa de experimentar.

(¿Qué diablos me está pasando?) —Pero no tuvo tiempo de reflexionar. Una gran ola surgió desde el mar, y de ella emergió Megumi, sus manos juntas mientras activaba su dominio.

¡Maki! —gritó, lanzando la Nube Intolerante hacia ella.

Maki atrapó el arma con facilidad, pero su mirada se posó en ella solo por un momento. Sabía que era una herramienta poderosa, pero no la necesitaba. No cuando tenía la katana que le había dado Tenko, una hoja que parecía diseñada para cortar incluso a los espíritus malditos de grado especial.

Además, usar la Nube Intolerante significaría renunciar a la ventaja que le daban las respiraciones del viento y del rayo, reduciendo tanto su velocidad como la potencia de sus ataques.

(No puedo perder el tiempo. Ahora que Megumi está expandiendo su dominio, el golpe seguro de Dagon ha sido anulado. Esta es mi oportunidad.)

(No puedo rendirme. No huiré. Tengo que acabar con este maldito salchipulpo y demostrar mi fuerza. No importa lo que cueste.) —La determinación llenó los ojos de Maki.

Como si la marca en su cuello respondiera a sus pensamientos, una sensación abrumadora de claridad inundó su mente. Su percepción se agudizó aún más. Podía ver los movimientos de Dagon como si todo a su alrededor se hubiera ralentizado, y lo más importante, podía ver dentro de él: sus músculos, órganos y el flujo de energía maldita que alimentaba su existencia.

Había accedido nuevamente al Mundo Transparente, una habilidad que parecía manifestarse como respuesta a su deseo de superación.

Esto termina ahora. —Su voz era firme, casi inquebrantable.

Empuñando su katana con ambas manos, Maki avanzó una vez más, sus ojos fijos en los puntos vitales de su enemigo. Este sería su golpe final, el que sellaría la victoria.

Dagon intentó una vez más invocar a sus shikigamis, esta vez directamente sobre Maki, confiando en su golpe seguro. Pero algo no estaba bien. Los shikigamis emergieron del agua, como siempre, pero en lugar de aparecer instantáneamente junto a su objetivo, se vieron obligados a recorrer la distancia hasta ella.

Maki no esperó. Con un rápido y preciso movimiento de su katana, los despedazó a todos en cuestión de segundos.

¡¿Qué?! —exclamó Dagon, atónito. Su mirada se dirigió hacia Megumi, quien seguía con las manos juntas, forzando su energía al máximo—. Ese joven… Está tratando de expandir su dominio aquí. Estamos luchando para sobreponer uno sobre el otro.

La tensión entre ambos dominios había alterado las reglas del espacio. Sin el golpe seguro de su dominio funcionando, Dagon estaba en desventaja, pero parecía haber olvidado algo importante: Maki.

Sin dudarlo, la joven aprovechó la distracción de su enemigo y se lanzó al ataque. Esta vez, combinó la Primera postura de la respiración del rayo con la Séptima postura de la respiración del viento.

Un destello cegador marcó su movimiento. Maki avanzó a una velocidad abrumadora, sus pies casi invisibles al tocar el suelo. Cuando estuvo cerca de Dagon, saltó al aire y balanceó su katana, desatando una tormenta de vientos huracanados.

La fuerza fue devastadora.

Dagon recibió múltiples cortes profundos, cada uno dirigido con precisión quirúrgica. No eran ataques al azar. Cada golpe impactó en puntos críticos: tendones, músculos clave, y articulaciones, paralizando gran parte de su movilidad.

¡Maldita… humana! —rugió Dagon mientras su sangre morada caía al agua, teñiendo las olas de un color oscuro.

Pero Maki no se detuvo. Aprovechó el impulso de su salto para girar en el aire, poniéndose de cabeza. Su percepción mejorada le permitió ver cómo el cuerpo de Dagon comenzaba a regenerarse. Los músculos y tejidos que había cortado empezaban a unirse de nuevo.

(No puedo darle tiempo. Tiene que ser ahora.) —Concentrando toda su fuerza, Maki apretó su katana con ambas manos. Sin darse cuenta, el arma empezó a brillar con un tono rojo intenso, como si el calor de su determinación la hubiera encendido. —¡Respiración del viento! ¡Novena postura: Tifón peligroso!

En el aire, giró con una fuerza descomunal, desatando una potente ráfaga de viento circular que cortó todo a su paso.

El impacto fue brutal. Los brazos, piernas y abdomen de Dagon fueron separados de su cuerpo en un instante. Cada corte había sido ejecutado con precisión letal, pero Maki aún no había terminado.

Cayendo al agua con un chapoteo, utilizó la Primera postura de la respiración del rayo para avanzar como un rayo hacia los restos de Dagon. La katana en sus manos seguía brillando al rojo vivo.

—¡Esto es el fin!

Con un movimiento rápido, Maki cortó la cabeza de Dagon y, en un despliegue de pura fuerza y velocidad, destrozó su cuerpo en cientos de pedazos, reduciéndolo a fragmentos irreconocibles.

El brillo rojo de la katana no era casualidad. Su habilidad especial, que anulaba o ralentizaba la regeneración, había sellado el destino de Dagon. Incluso si hubiera quedado algo de él, regenerarse era imposible.

Con su muerte, el dominio de Dagon comenzó a desvanecerse. El grupo volvió al paisaje original.

Nanami, Megumi y Naobito se quedaron en silencio, sus ojos fijos en Maki. No podían creer lo que acababan de presenciar. Había enfrentado y derrotado por completo a un espíritu maldito de grado especial, sola.

Por su parte, Maki dejó escapar una débil sonrisa. La satisfacción de su victoria se reflejaba en su rostro, pero su cuerpo estaba al límite. Cayó sobre una rodilla, jadeando, mientras la marca en forma de molino negro de su cuello comenzaba a desvanecerse.

La sensación de poder que la había inundado poco a poco desaparecía, dejando a Maki agotada, pero victoriosa.

(Lo logré…) —Susurró para sí misma.

Lo logró —dijo Nanami, su tono cargado de asombro. Por primera vez se daba cuenta de que permitir que Maki participara había sido la decisión correcta.

Bueno, bueno, parece que la pequeña Maki ya es toda una mujer —comentó Naobito, con una sonrisa orgullosa, reconociendo finalmente el poder de Maki.

Sin embargo, la respuesta de Maki fue inmediata y cargada de cansancio.

Cállate, anciano, o serás el siguiente — respondió sin siquiera mirarlo. Su cuerpo agotado no le permitía voltear a verlo, pero su determinación seguía intacta.

De repente, un aura abrumadora llenó el ambiente. Jogo apareció, caminando lentamente hacia los restos de Dagon. Su expresión estaba cargada de ira y pesar. Se agachó y tomó la única mano intacta que quedaba de su camarada.

Perdóname, Dagon. No pude ayudarte ni a ti ni a Hanami. Pero no te preocupes… tu sacrificio no será en vano. Nosotros no dependemos de los humanos para renacer. Nos veremos en otros cien años —dijo, viendo cómo la mano de Dagon comenzaba a desintegrarse en polvo.

Mientras tanto, Nanami observaba con preocupación la escena.

(Acabamos con uno y ahora aparece otro aún peor…) —pensó, mirando a Jogo levantarse. (Fushiguro está agotado, y Maki tampoco está en condiciones. Esto se va a poner feo.)

Antes de que Nanami pudiera reaccionar, Jogo ya estaba frente a él. Su velocidad era abrumadora.

Tú serás el primero — dijo Jogo, colocando una mano sobre el pecho de Nanami. Sin darle tiempo a responder, liberó una poderosa ráfaga de fuego directo hacia él.

La explosión iluminó el lugar, y el cuerpo de Nanami fue lanzado hacia atrás.

¡Nanami! —gritó Maki al ver cómo su compañero era envuelto en llamas. Apretó los dientes, forzándose a ponerse de pie a pesar de que sus piernas temblaban por el agotamiento.

Pero Jogo no le dio tiempo. Apareció detrás de ella en un instante, con su mano cerca de su cuello.

—Muere.

Liberó otra ráfaga de fuego, más débil que la anterior, pero suficiente para causar un daño significativo. Jogo había percibido la casi nula energía maldita en Maki y asumió que estaba tan débil que una simple llamarada bastaría para acabar con ella.

De repente, Naobito, haciendo uso de su técnica de proyección, se movió rápidamente por el campo de batalla. Trazó en el suelo la trayectoria y los movimientos necesarios para atacar a Jogo.

Con una velocidad impresionante, se lanzó hacia él, pero Jogo ya lo esperaba. Pequeños volcanes emergieron alrededor de las columnas y dispararon chorros de fuego que envolvieron a Naobito, carbonizando gran parte de su cuerpo antes de que pudiera reaccionar.

Bien, solo quedas tú —dijo Jogo, girando hacia Megumi, quien, jadeante, unió sus manos una detrás de la otra.

(No tengo elección… Esta maldición es mucho más poderosa que la anterior…) —pensó Megumi mientras concentraba toda su energía maldita. Estaba a punto de invocar a su shikigami más poderoso.

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En otro lugar, yo estaba parado tranquilamente frente a Choso, quien bloqueaba mi camino. Su rostro estaba lleno de ira y determinación.

Tenko Shimura, te mataré por lo que hiciste a mis hermanos —dijo, activando su Convergencia sin dudar.

Yo, sin embargo, sonreí con calma. Este problema era fácil de resolver.

Oye, oye, tranquilo… Mira esto. —Extendí mis manos, sacando los tótems de Kechizu y Eso de mi inventario.

Choso detuvo su ataque por un instante, confundido. Antes de que pudiera decir algo, chasqueé los dedos. Los tótems comenzaron a brillar intensamente, llenando el lugar con una luz cegadora. Cuando el resplandor se disipó, ahí estaban: Eso y Kechizu, completamente restaurados, mirando a su alrededor con desconcierto.

Eso… Kechizu… — Choso susurró, bajando lentamente las manos y desactivando su técnica. Se apresuró hacia sus hermanos, inspeccionándolos para asegurarse de que estaban bien.

¿Hermano? — dijo Kechizu, alzando la vista hacia Choso.

Choso los miró con alivio. Toda la ira y el deseo de venganza que había sentido hacia mí se desvanecieron al ver que sus hermanos estaban a salvo.

Yo simplemente sonreí levemente. Había planeado todo esto desde el principio. Convertir a Eso y Kechizu en guerreros de jade temporales me había permitido rescatarlos y traerlos de vuelta en el momento adecuado. Sabía que encontraría a Choso aquí, en Shibuya, y había esperado el momento oportuno para resolver este conflicto sin necesidad de luchar.

Ahora que está todo en orden, ¿seguimos adelante? — dije, ajustando mi postura mientras observaba cómo la tensión en el rostro de Choso se desvanecía por completo.




Fin del capitulo

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