Capítulo 32

¿Cazador de Hechiceros? —repitió Toji con una ceja alzada, su tono apático y carente de interés, como si aquel título no significara nada para él.

Así es. Te conozco, Toji Zenin. Podría decirse que soy el nuevo tú —dije con una sonrisa confiada mientras desenvainaba mi espada de Sangre de Demonio en una mano y mi katana Nichirin en la otra. La luz de la luna reflejaba un destello frío sobre las hojas de ambas armas, mientras mi mirada se fijaba en el hombre frente a mí—. No te queda mucho tiempo consciente, así que lo diré rápido: Megumi no es un Zenin. Es un Fushiguro.

Mis palabras parecieron alcanzar algo profundo en Toji, quien por primera vez en toda la noche dejó escapar una leve sonrisa.

¿Megumi? Ah, claro, mi hijo… —respondió con voz baja mientras agachaba ligeramente la cabeza, sus ojos mostrando un destello de humanidad fugaz—. Es bueno saber que no es un Zenin.

(Se acerca el momento) —pensé, observando atentamente cómo las escleróticas de Toji se teñían de negro. Había perdido todo rastro de consciencia; ahora era una máquina de combate, un asesino guiado únicamente por el instinto de enfrentar y superar al más fuerte que tuviera enfrente.

Lancé mi katana hacia él, un gesto deliberado. Toji la atrapó sin esfuerzo, ajustándola entre sus manos mientras me observaba con la mirada vacía pero cargada de intención asesina. Era exactamente lo que esperaba. Ahora no había palabras, solo el lenguaje del combate.

El silencio reinó por unos segundos eternos. Ninguno de los dos se movió, tensos, estudiándonos. Una pluma de ave descendió lentamente desde el cielo y, al tocar el suelo, ambos desaparecimos en un borrón de velocidad pura.

Las chispas iluminaron la noche cuando nuestras katanas chocaron con fuerza. El sonido metálico resonó como un eco de destrucción mientras hacíamos presión, cada uno tratando de dominar al otro. Con un movimiento rápido, intenté un barrido de piernas, pero Toji esquivó saltando hacia atrás con una agilidad que rivalizaba con la de cualquier bestia salvaje.

No le di respiro. En un instante, ya estaba frente a él con mi espada de Sangre de Demonio lista para decapitarlo. Sin embargo, Toji reaccionó con precisión quirúrgica, bloqueando el ataque justo a tiempo y abriendo una fracción de segundo de espacio para que yo concentrara chi en mi pierna.

¡Toma esto! —gruñí mientras lanzaba una patada directa a su estómago.

El impacto fue devastador, enviándolo a volar como un proyectil. Toji atravesó la ventana del edificio y cayó en picada hacia el suelo. Su expresión, sin embargo, permanecía tan tranquila como siempre. Con una maniobra experta, clavó la katana en la pared del edificio para frenar su caída, raspando el concreto con un sonido agudo.

Finalmente, se dejó caer suavemente al suelo. No perdió tiempo, moviéndose al instante de donde había aterrizado, justo antes de que yo descendiera como un meteoro, destrozando el suelo con una fuerza abrumadora. El impacto levantó polvo y fragmentos de concreto que volaron en todas direcciones.

Me sacudí el polvo de los hombros, erguido, mientras nuestras miradas se cruzaban nuevamente.

Toji sonrió por primera vez desde que había perdido la consciencia, un gesto casi macabro, y desapareció en un estallido de velocidad. Reapareció frente a mí, su katana dirigida directamente a mi rostro. Con un movimiento rápido, levanté mi espada para bloquearlo. Las chispas volaron otra vez, iluminando nuestros rostros tensos mientras el eco del choque metálico reverberaba.

Así comenzó un intercambio feroz. Toji y yo nos enfrascamos en una danza de ataques y bloqueos, nuestras espadas chocando en un ritmo frenético, cada golpe lleno de fuerza y precisión. Era un espectáculo brutal, una batalla donde la técnica y la fuerza bruta estaban al máximo.

Sin embargo, mientras la pelea avanzaba, algo dentro de mí comenzó a despertar. El espíritu indomable de Metal Bat empezó a rugir en mi interior, incrementando mi fuerza con cada choque de espadas. Y más que eso, el potencial evolutivo de Garou se activaba con cada movimiento de Toji, permitiéndome aprender, adaptarme y superar cada uno de sus ataques.

Mi cuerpo y mente estaban sincronizados en perfecta armonía. Esta no era solo una batalla, era un enfrentamiento entre titanes, un choque que demostraría quién merecía ser llamado el verdadero depredador.

La noche parecía volverse aún más oscura, como si el mundo entero se detuviera para observar quién prevalecería entre el Cazador de Hechiceros y el último monstruo de los Zenin.


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¿Escuchas eso, Megumi? —preguntó Itadori, con la cabeza girada hacia el sonido de choque constante, metálico y ensordecedor, que resonaba en la distancia.

Sí, lo escucho… — respondió Megumi, su expresión endureciéndose mientras su mente comenzaba a analizar la situación—. Alguien está luchando. Y si los sonidos llegan hasta aquí, tiene que ser una batalla intensa.

Itadori abrió la boca para añadir algo, pero su voz quedó atrapada en su garganta cuando una explosión sacudió el suelo. El estruendo fue seguido por algo que se acercaba rápidamente, devastando todo a su paso. Ambos reaccionaron de inmediato, saltando fuera del camino en el último segundo.

Un borrón pasó a gran velocidad, rompiendo estructuras, destruyendo todo lo que encontraba en su trayecto. Fragmentos de escombros volaron en todas direcciones mientras el aire vibraba con energía caótica.

¿Qué rayos fue eso? — dijo Itadori, poniéndose de pie con una mezcla de sorpresa y confusión—. Estoy seguro de que vi a Tenko… y a otro tipo luchando.

Megumi, con los ojos entrecerrados, señaló hacia el lugar donde la devastación seguía expandiéndose.

Itadori… mira eso. —Itadori volteó, y sus ojos se abrieron de par en par. Ante ellos se extendía un escenario de caos absoluto.


Las estructuras estaban completamente destruidas, con escombros regados como si un terremoto hubiera azotado el área. Cráteres y marcas de destrucción pintaban el suelo. Era una escena de pura devastación, el resultado de dos fuerzas colosales enfrentándose.

Sea quien sea… están a otro nivel — murmuró Megumi, su rostro pálido mientras una gota de sudor resbalaba por su sien. No era solo nerviosismo; era una mezcla de asombro y una pizca de miedo. La idea de que dos individuos fueran capaces de causar semejante destrucción con solo luchar era simplemente aterradora.

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En el campo de batalla, las espadas seguían chocando, y el sonido resonante del metal cortaba el aire como un eco de pura intensidad.

¡Eres increíble, Toji! ¡Hasta ahora nadie me había divertido tanto! — exclamé con una sonrisa amplia, mi voz cargada de emoción y adrenalina.

Toji no respondió, pero sus acciones hablaban más fuerte que cualquier palabra. Lanzó una patada directa, la cual logré bloquear con mis antebrazos. Sin embargo, la fuerza detrás del impacto me hizo retroceder unos centímetros, mis pies hundiéndose ligeramente en el suelo destruido.

Sin perder un segundo, concentré energía en mi pierna y ejecuté el Puño de Agua que Fluye Roca Aplastante, dirigiendo mi rodilla reforzada con aura azul hacia su brazo. El golpe desvió la estocada de Toji que iba directo a mi pecho, creando una abertura que aproveché al instante.

Mi espada de Sangre de Demonio y la katana de Toji volvieron a encontrarse, y esta vez, sentí que tenía la ventaja. El espíritu de lucha dentro de mí había aumentado, potenciando mi fuerza física y reflejos. En un movimiento fluido, deslicé mi espada por la hoja de su katana, provocando un sonido chirriante y agudo que hizo eco en todo el lugar.

(Toji es realmente un monstruo) —pensé, mi sonrisa creciendo mientras evaluaba el corte superficial que había logrado en su pecho. Aunque había retrocedido para minimizar el daño, la sangre que brotaba era una prueba de que lo había alcanzado.

Mis labios se curvaron en una sonrisa depredadora, una mezcla de emoción y desafío. Este combate era emocionante, un enfrentamiento como pocos. Sin embargo, parte de mí no podía evitar pensar lo increíble que sería enfrentar a Toji si estuviera completamente consciente, con toda su capacidad estratégica intacta. Pero incluso reducido a un luchador instintivo, seguía siendo una fuerza imparable, un oponente que demandaba todo mi esfuerzo.

Ningún hechicero en Shibuya sería capaz de enfrentarlo. Ninguno. — musité para mí mismo, mientras el viento levantaba polvo alrededor nuestro.

Toji no necesitaba palabras. Su mirada era fría y calculadora, y su postura de combate mostraba que estaba lejos de rendirse.

Respiré profundamente, liberando un leve suspiro mientras mis pupilas se estrechaban y activaba el Mundo Transparente. Los detalles del entorno se volvieron más claros, cada músculo y movimiento de Toji ahora eran visibles para mí. Aunque estaba disfrutando el combate, había límites a cuánto podía prolongarlo.

Aunque es honorable y divertido luchar contra el mejor chambeador de la historia… — murmuré mientras mi aura se intensificaba, mi espada brillando con un destello carmesí—. Aun tengo más chamba que hacer.

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Maki, junto a Nanami y Naobito, observaba cómo Dagon emergía completamente de su útero maldito. La transformación era grotesca, y el aura maligna que lo rodeaba se volvía más opresiva con cada segundo. Ahora era, sin duda, una maldición de grado especial completa.

Sin perder tiempo, Dagon creó una esfera de agua que giraba a una velocidad vertiginosa. Con un movimiento brusco, la esfera explotó, liberando un torrente masivo de agua que se dirigió directamente hacia los tres hechiceros.

Nanami reaccionó de inmediato, saltando fuera del camino. Naobito, con su técnica de proyección, desapareció de la trayectoria en un parpadeo. Maki, por su parte, clavó su arma en la pared y usó su fuerza para subirse a ella, evitando ser arrastrada por la corriente.

¿Cuánta agua había en esa esfera? — se preguntó Maki, impresionada mientras el torrente se dividía y regresaba a Dagon en una maniobra antinatural. Bajó de un salto al suelo tan pronto como el flujo retrocedió, su mente trabajando rápido para pensar en su próximo movimiento. —(Maldición… tengo que hacer algo.)

Naobito y Nanami avanzaron juntos, coordinando sus ataques contra Dagon. Mientras tanto, Maki desenvainó la katana que llevaba en la espalda, una espada que había recibido de Tenko durante su entrenamiento. Aunque no entendía del todo el valor de aquella arma, sabía que la necesitaría si quería marcar la diferencia.

Bien… allá voy. — Respiró hondo, llenando sus pulmones al máximo, permitiendo que el oxígeno energizara cada célula de su cuerpo. —Respiración de concentración total. —Adoptó una postura firme, su katana brillando bajo la luz que emanaba de Dagon. —Respiración del viento: Octava postura: Primer corte vendaval.

Con un impulso explosivo, Maki saltó hacia el aire, moviéndose con gracia y precisión. Pasó junto a Dagon en un borrón y agitó su espada en un movimiento circular. Torrentes de viento cortante surgieron de su hoja, desgarrando a Dagon con tal intensidad que dos profundos cortes aparecieron en su torso y estómago.

Dagon tambaleó, sorprendido. Era imposible que la que había considerado la más débil del grupo le hubiera causado tanto daño con un solo ataque.

Ohhh, parece que la pequeña Maki aprendió algo nuevo. — Comentó Naobito, observando el cambio en su estilo de combate con un tono de satisfacción.

Cierra la boca, anciano — replicó Maki, irritada, mientras aterrizaba ágilmente sobre sus pies. —(¿De qué demonios está hecha esta katana?) —se preguntó mentalmente, inspeccionando la espada. Era demasiado afilada, demasiado perfecta.

Lo que Maki no sabía era que esa katana había pertenecido a Yoriichi, el espadachín más legendario de la historia de kimetsu no yaiba, un arma forjada con una calidad incomparable. Pero no tenía tiempo para esas preguntas; tenía que concentrarse en el enemigo frente a ella.

De repente, el ambiente cambió. El aire se llenó de humedad, el sonido de las olas rompiendo contra la costa envolvió a todos, y una brisa tropical sopló suavemente.

El mundo creado por Dagon era una playa tropical. A un lado, un frondoso bosque de palmeras se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Al otro, un océano vasto y oscuro se alzaba, sus olas aparentemente interminables.

Expansión de Dominio: Horizonte del Skandha Cautivador.

Oh, no… expansión de dominio — murmuró Nanami, apretando los dientes mientras se preparaba para lo peor.

—Cardumen Mortal.

Dagon levantó una mano, y desde el océano comenzaron a surgir shikigamis en forma de criaturas acuáticas, cada una más aterradora que la anterior. Estas se dirigieron hacia los tres hechiceros con una velocidad abrumadora.

¡Maki! Los shikigamis aparecerán frente a nosotros por el golpe seguro de la expansión de dominio. ¡En cuanto los sientas, elimínalos rápido! —gritó Nanami mientras bloqueaba y contraatacaba contra las criaturas que aparecían directamente frente a él.

El entrenamiento con Tenko comenzó a rendir frutos. Maki reaccionó con una velocidad impresionante, girando sobre sí misma mientras blandía la katana con fuerza y precisión.

Un ciclón de cortes se formó alrededor de Maki, destrozando a los shikigamis que intentaron atacarla y levantando los escombros a su alrededor. Cada movimiento era fluido y letal, dejando claro que ya no era la misma de antes.

A pesar de la gran habilidad de Maki con la katana y la Respiración del Viento, no era suficiente para contrarrestar el golpe seguro de una expansión de dominio. Al principio logró defenderse admirablemente, pero cada vez más shikigamis emergían de las profundidades, rodeándola y finalmente atrapándola. Las criaturas se abalanzaron sobre ella, intentando devorarla viva.

Tu técnica es buena, pero aún eres muy débil —comentó Dagon con una sonrisa despectiva mientras observaba cómo sus shikigamis aparentemente la consumían. Bajó la guardia, convencido de que había ganado. —El niño de antes… Tenko. Debo encontrarlo. Aunque carece de poder maldito, logró derrotar a Jogo, Mahito, Choso e incluso herir gravemente a Geto. — Sus palabras reflejaban una mezcla de admiración y cautela al recordar el poder destructivo de Tenko.

Maki, atrapada entre las fauces de los shikigamis, apretó los dientes con fuerza. Las palabras de Dagon la enfurecieron profundamente, su orgullo ardía junto con su deseo de sobrevivir.

(¿Débil? ¿Yo? ¡No!) —El ritmo de su respiración se aceleró mientras usaba la Respiración de Concentración Total a su máxima capacidad, forzando cada músculo de su cuerpo a resistir.

Con un movimiento feroz, cortó la cabeza de varios shikigamis, pero pronto otros dos tomaron su lugar. Parecía una lucha interminable.


¡No! No moriré aquí. No puedo. No hasta cumplir mi objetivo, no hasta demostrar lo poderosa que puedo ser… incluso sin energía maldita. —La determinación de Maki se intensificó, pero algo más la impulsaba. En el fondo de su mente, recordó aquel momento.

Aquel beso inesperado que Tenko le había dado. ¿Por qué lo había hecho? ¿Qué significaba? No podía morir sin obtener respuestas. Fue entonces cuando lo sintió.


Un ardor extraño comenzó a extenderse desde su cuello. Un símbolo en forma de molino, de un vibrante color verde, apareció en el lado derecho de su cuello. La Marca del Asesino de Demonios había despertado. Una oleada de poder recorrió todo su cuerpo, como si estuviera en llamas, pero en lugar de debilitarla, la llenó de fuerza.

Con un solo movimiento de su katana, Maki destruyó a todos los shikigamis que la rodeaban. Sus cortes eran precisos y letales, tan rápidos que los cuerpos de las criaturas parecían explotar antes de que la hoja las tocara. La sangre maldita llovió sobre ella, pero Maki no se detuvo. Cuando acabó, ni un solo shikigami quedaba en pie.

Maldito salchipulpo… voy a matarte. —Su voz era firme, decidida, mientras salía de entre los árboles. Caminaba hacia Dagon con la katana empuñada, el símbolo verde brillando intensamente en su cuello.

Cada paso era pesado, resonando en la playa ilusoria como un tambor de guerra. Maki soltó un suspiro, sentía que su cuerpo ardía, pero también una nueva fuerza, una que jamás había experimentado.

Dagon, que al principio había ignorado a Maki, ahora la observaba con cautela. Ese brillo en su cuello, esa intensidad en su mirada… algo había cambiado.

¿Qué es esto? —murmuró Dagon, sintiendo por primera vez una pizca de temor al enfrentarse a alguien que debería haber sido mucho más débil.

Maki no respondió. No necesitaba palabras. Solo quedaba una cosa por hacer: usar ese nuevo poder para eliminar a Dagon de una vez por todas.



Fin del capítulo

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