〰 4 〰 Cartas

Poco a poco comprendió el idioma. No perfectamente, pero era algo.

Ahora podía comunicarse de forma básica con los empleados. Pero ahora tenía aun tenia otro problema, si bien ahora podía hablar con la gente, no podía leer nada de las notas en el tablón de anuncios en la sala de empleados o cocina. Se había concentrado en aprender a comunicarse verbalmente que nunca le había prestado atención sobre como escribir o leer. La comunicación siempre había sido una de las principales habilidades para la supervivencia, si no podía comunicarse correctamente o si llegara a tener una situación en la que por no poder comprender lo que otro se refiere podría entrar en peligro. ¿Y si eso llegara a matarlo? ¿Su actual dueño podría castigarlo por no ser capaz de comprender sus palabras? Entender las cosas a medias y terminar cometiendo un error que terminara con su vida. 

Suspiró, llamando la atención de sus compañeras con las que estaba trabajando en el momento. Se encontraban pelando los alimentos en la esquina de la cocina, estas habían detenido con el cuchillo clavado en las verduras. Negó con su cabeza en dirección de las chicas en respuesta a sus miradas de preocupación. —  Estar bien, simplemente pensar demasiado.

Nadia, una de las sirvientas con la que al igual que Charlotte se había cruzado varias veces, no pudo ocultar su preocupación— ¿Seguro? Llevas suspirando todo el día. — El pintor asintió con su cabeza. Eso no era suficiente para poder eliminar las preocupación de la coneja. Los sirvientes intercambiaron miradas.

Un brazo cruzo por su cuello, empujándolo ligeramente hacia atrás, atrapándolo en un agarre peludo, no necesitaba ver atrás suyo para saber que era de un sirviente con forma canina. — No mientas bizcocho, tienes algo y no nos quieres decir. ¿Acaso no nos tienes confianza, después de todo este tiempo? — Bromeo mientras abrazaba al esqueleto de forma cariñosa, haciendo soltar una risa del mismo, haciendo que se relajen un poco los sirvientes.

— Nada malo, solo idioma.

Curiosidad lleno al monstruo, ¿Había algo relacionado al idioma que había llamado su atención? — ¿Oh?

—  Leer.

Un silencio lleno la cocina, la mente de todos maldiciendo en silencio, se habían olvidado de enseñar a leer, se supone que Suave tenía la responsabilidad de enseñar idioma al esqueleto, pero este había desaparecido junto al dueño del castillo hace unos meses, por lo que actualmente solo se dedicaban de cuidar del joven amo y de la limpieza. Y normalmente le enseñaban a hablar al otro por diversión, además de la curiosidad por saber sobre este.

Una sonrisa nerviosa salió de los labios del monstruo.— Ya veo. . . Ya! Por supuesto se nos olvido enseñarte las leras verdad! No te preocupes, el viejo Costel te enseñara, ¡Verdad chef!

Las pupilas del esqueleto viajaron al cocinero, quien estaba dando la espalda al grupo, no había comentado nada, pero solo soltó una risa y levantó un pulgar. — Claro, por que no, pero no será gratis, lo tendré trabajando en la cocina como paga.

— No suena mal ¿verdad, bizcocho?

El esqueleto asintió con la cabeza.

Sus clases empezaron en conjunto con sus jornadas en la cocina, se pasearía con el chef a altas horas de la noche, este le enseñaría como pronunciar las letras una por una, para luego saber como juntarlas, que significan cada letra y como se formaban las oraciones. La paciencia del chef era algo que lo sorprendió. Ya que los sirvientes se tomaban las cosas con diversión para enseñarle el habla nunca se había encontrado con alguien de nuevo que le enseñara de manera seria. La primera vez los nervios lo carcomieron, cometiendo una cantidad innumerable de errores. La única experiencia en donde 'profesor' y 'literatura' se mezclaban, terminaban en recuerdos borrosos pero que podía sentir a lo largo del tiempo.

— No, no, cuando escribes en plural debes terminar con 'i' es lo mismo al hablar. — Corrigió el chef, a su lado estaba una hoja llena de letras en el alfabeto.

Demasiadas reglas, aunque a comparación de lo que había prendido era relativamente fácil, al menos no tenía que aprender múltiples idiomas al mismo tiempo. Solo escribe como crees que se pronuncia de acuerdo a lo que sabias y el otro lo corregiría, ese era el tipo de guía que tenía y que le había estado funcionando por lo largo del mes. Pero ambos sabían que estaban atorados, pero no había forma fija de poder resolver el problema.

— Creo que si vieras frases diferentes continuamente puedas comprenderlas.

Su mirada se separó de la hoja en la que escribía.— ¿Frases? 

— Si similar a como haz estado haciendo con el habla. Te acostumbraste rápidamente al ambiente, te sabes adaptar, así que leer sería buena idea, pero ni el lord o el jefe de sirvientes esta presente para pedir permiso de biblioteca. —¿Biblioteca? ¿A los sirvientes se le permitía el ingreso a tal lugar? ¿Acaso la diferencia de culturas entre los nobles era tan drástica? Incluso tenían permitido hacer uso del papel sin la autorización de los dueños.—¿Por que no intercambias cartas entre los sirvientes?

Una sonrisa resplandecía en la cara del chef, una llena de gracia a los posibles futuros acontecimientos dentro del castillo. No había duda que habría algún tipo de competencia entre los que tenían cariño del joven.

— ¿Intercambiar cartas? — Nunca había hecho tal cosa, nunca había tenido a alguien a quien dirigir una carta llena de sus pensamiento. Era algo nuevo. Pero. . .¿Y si terminaba incomodando a alguien por las letras que plasmaba con en el papel? — ¿Seguro? No tengo la mejor escritura.

— Que importa, estas aprendiendo, la practica hace al maestro. Además, el leer y escribir te ayudaran a aprender más rápido. — encogió los hombros, sin encontrar problema en el asunto. — ¿Por que no le escribes a alguien en quien confíes y sabes que responderá? Como Charlotte.

Su mente mostro la imagen de la coneja, que por lo que conocía de ella, estaría saltando en su lugar, para luego ir presumiendo de monstruo en monstruo y al día siguiente entregando una respuesta sin dudar. Charlotte era una opción segura, caótica, pero segura. Ella no era del tipo que lo juzgaría si cometía errores, al contrario, es probable que incluso llegaría a corregir su carta en su respuestas como una nota extra.

Si, ella era una opción segura. Asintió con la cabeza, era una buena sugerencia, no había porque rechazarla. Tomó una nueva hoja, limpia y sin rastros de manchas. Su muñeca se movió junto a la pluma de fuente, dejando un rastro atrás. Ambos idiomas compartían el mismo alfabeto, por lo que realmente no tenía dificultad alguna de reconocerlas o escribirlas, bueno, si con dificultad no contaba sus muñecas y manos gritando por ser atendidas por un buen medico. Daba miradas hacía el cocinero cada cierto tiempo, buscando aprobación de lo que escribía, recibiendo consejos y correcciones en intermedios.

Selló la carta, su cuerpo temblaba de nervios, la primera carta que le mandaría a alguien que podría considerar amigo, acerco la carta a su pecho, con cariño. Saltó un poco en su lugar al escuchar al chef reírse.— Lo siento, lo siento, es que- —No pudo terminar, se rio un poco más por lo bajo. — Es la primera vez que te veo tan animado, me sorprendió. —Su cara se lleno de colores de inmediato, llenándolo de vergüenza, oculto su cara con la carta, podía sentir la tinta empezando a acumularse en su garganta de la repentina explosión de emociones. El chef no pudo evitar bufar y toser, intentando controlarse. — De seguro Charlotte estará feliz de recibir tu carta.

El esqueleto asintió aun escondiendo su presencia con sus manos.

Al día siguiente, busco a la próxima dueña de la carta por la sala común. Caminando por los pasillos con la carta entre sus manos. Atrapando la curiosidad de varios miembros de limpieza, que en siguieron su paso con la mirada.

— ¿Pasa algo, bizcocho? — Preguntó la coneja en cuanto vio que al de huesos a casi toda velocidad en su dirección. Sus ojos viajaron al objeto entre sus manos, los cuales brillaron en cuanto el otro se la ofreció con algo de nervios. — ¿Es para mí? — Emoción malamente maquillada. Ya había sido informada previamente por el chef sobre el pequeño plan, pero aún así, no pudo evitar encontrar el detalle tierno, en especial cuando el otro parecía tener problemas para encontrar el orden correcto para expresarse verbalmente. — ¡Gracias! ¡Te responderé en cuanto pueda!

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El intercambio entre ambos fue tranquilo, o al menos eso parecía para él en un principio. Ya tenía el presentimiento de que la coneja iría por ahí presumiendo, como ella lo llamaría, 'regalo' con todo los miembros de trabajo. Como en un principio no hubo ningún 'gran incidente' que lo envolviera, pensó que continuaría de esa manera. Que equivocado estaba.

Primero fue Charlotte, después sus compañeros de cuarto, luego las demás sirvientas. Por dios, incluso los de jardinería se incluyeron en el drama.

Ahora tenía una montaña de cartas, que juraba podía competir con las que siempre se encontraban sobre el escritorio de su padre o las de su nuero. Suspiro al ver el desastre de sobres en la esquina de la habitación, el cual ahora tenía una más mientras veía a su vecino de cama poner una suavemente en la cima sin cortar contacto visual con él, a lo que solo pudo suspirar a la travesura que esta cometiendo, era la quinta que ponía en la pila. ¿Era esto algún nuevo tipo de método para abusar de los nuevos y analfabetos? Es la pesadilla de cualquier alumno. 

En cuanto su compañero dejo el sobre, se quedo quieto en el intercambio miradas, ambos con una cara de supuesto desinterés, para después darse a la fuga gritando a todo pulmón 'Espero tu respuesta!'

Vio la figura de su compañero desaparecer por la puerta para después poner su atención en toda su nueva tarea. — Diablos — Metió su mano a la montaña (no tenía ni la más mínima intención de responder las que estaban en la cima, tomando una tras hacer nadar su mano entre el mar de cartas. ¡Oh vaya! ¡El suertudo del día era alguien de jardinería! ¿Cómo sabía? La primera frase tras el saludo iniciaba con un 'Hoy las flores amanecieron'. Bueno, pensándolo bien, podría ser cualquiera, pero esta era su primer opción.

Tomó un par más, algunas con una escritura torpe. La cantidad de menores trabajando en los pasillos era conocido por él. Uno que otro se dedicaba a trabajos menores, como recados o cocina. Sin embargo, ¿Alguna vez habían entrado a la habitación? ¿Alguien las trajo por ellos?

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