Único
Todo lo escrito es ficción, bajo ningún motivo se incita a que se realicen las acciones de los personajes ni se fomenta el odio hacia estos en la vida real.
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Esta no es una historia sobre fantasía o seres mitológicos, pero cuando Jimin era niño, amaba los cuentos sobre sirenas...
Las fechas más heladas no sólo llegan en invierno, también hay noches bajo cero durante octubre, son más frías a las siete de la mañana cuando el azul del amanecer nublado ilumina cada rincón de la habitación y al observar a un lado encuentras un gran vacío en la cama.
Algunas relaciones son destructivas, Jimin lo sabe de sobra, sin embargo, en esta carretera sin fin él ya perdió los frenos y sólo le queda esperar a que la gasolina se termine de quemar para dejar de avanzar.
El volante se siente flojo, las llantas están desgastadas, el motor grita por ayuda y las flechas de velocidad se cansan de mantenerse arriba marcando hacia el mismo número, la misma dirección.
¿Estamos viajando en línea recta o hemos estado avanzando en círculos?
Ya no tiene percepción, ni del tiempo ni de la física.
—¿No tienes trabajo hoy? —escucha venir desde el marco oscuro de la puerta, una voz profunda y grave, hay un matiz de burla debajo de ella, es esa esencia juguetona que desprecia.
Jimin está acostado boca abajo en la cama vacía, no ve la necesidad de protegerse con las sábanas, incluso cuando el frío adormece la piel desnuda de su espalda y su cabello oscuro no encuentra oportunidad para deshacerse de la humedad, piensa que en algún momento de la mañana tendrá que acostumbrarse.
—Avisé que iba a faltar —contesta, su garganta seca duele entre cada sílaba pronunciada.
—Has faltado dos veces en la semana, te despedirán.
No es preocupación, es burla.
—Conseguiré otro trabajo.
Escucha una risa nasal por parte del tipo que está en la puerta, aunque está de espaldas sabe que lo observa, puede sentir su mirada penetrante sobre su nuca y arde.
—Nunca puedes durar más de un mes en un trabajo digno. —Está abusando de ese tono—. Eres un perdedor...
Un escalofrío recorre su espina dorsal, es un temblor que ni siquiera la temperatura puede causar, pero él sí lo hace, Jungkook saca lo peor de Jimin, escarba en su interior hasta hallar sus debilidades y aprovecharse de ellas.
Ahora que Jimin recuerda, Jungkook siempre ha sido así.
—Y tú eres un maldito entrometido de mierda.
Jungkook siempre ha sido el jodido iceberg contra el cual choca cientos de veces, el dolor de muelas, la alarma de todas las mañanas y la piedra en el camino con la que siempre tropieza. Siempre.
—¿Entrometido? Tú eres quien vive bajo mi techo y debes seguir mis reglas —bufa—. Tu padre tenía razón, eres un bueno para nada.
Es la gota que derrama el vaso, pero es curioso, porque este vaso siempre se está derramando.
La tranquilidad del amanecer azul se desvanece en centenares de insultos por parte de Jimin. Si hay algo que detesta, es la mirada fanfarrona de ese castaño y la manera en la que sostiene una taza de café humeante con tranquilidad como si ninguna de las maldiciones estuviera siendo dirigida hacia él.
Con ayuda de la indiferencia, los límites de Jimin son empujados, él sale de la habitación con los pies descalzos chocando su hombro contra el de Jungkook intencionalmente. A cada paso la ira acelera a su corazón palpitante. Su cuerpo, que al fin se ha acostumbrado al frío matutino, está tenso de la furia y el estrés.
Cruza por la sala para llegar a su objetivo. El departamento en el que viven es muy bonito para presenciar la amargura de la mañana, tiene una bella estética moderna, las paredes son blancas y algunas son negras, adornadas con cuadros contemporáneos poco coloridos, hay tantas decoraciones de plata y cristal, el cuero adorna cada sofá y los cojines ilustran la imagen de rojo, pero es frío, siempre está helado gracias a Jungkook, pequeña cortesía para la baja tolerancia de Jimin a ese clima áspero.
—Tu puto techo, tus reglas... —masculla mientras camina hasta la cocina consciente de que Jungkook viene detrás de él—. ¡Aquí están tus malditas reglas!
Comienza a abrir el cajón de cada mueble y avienta al suelo todo lo que encuentra. La cocina se convierte en un mar de porcelana rota, el cristal de los vasos y las copas se extiende hasta el extremo más recóndito, a Jimin ni siquiera le importa tener los pies desnudos, por favor, podría caminar sobre agua hirviendo sin soltar un gemido, lo haría sólo para enfrentar a Jungkook, a su máximo enemigo, su mayor rival.
—¿Terminaste tu rabieta? —pregunta Jungkook cuando lo ve detener sus movimientos para respirar un momento.
—Vete a la mierda... —contesta con la respiración agitada y los ojos negros ardientes de furia.
—Eres como un niño, romper cosas es todo lo que sabes hacer.
Mantienen una intensa guerra de miradas, no es la primera vez que esto sucede, es decir, quizás es la primera vez que Jimin destruye toda la vajilla, pero no es la primera vez que sufren de estas peleas acaloradas. Hoy como cualquier día, hay fuego en cada esquina del pulcro departamento lujoso.
—¿Terminaste? —Vuelve a preguntar Jungkook.
Una idea fugaz, que cruza por la mente de Jimin, lo hace sonreír a medias y responder:
—Todavía no.
Abandona la cocina caminando por el lado menos peligroso y bajo la atenta mirada de Jungkook llega hasta la mesa central de la sala, donde una computadora portátil reposa con calma.
La causa de la idea es culpa de Jungkook, siempre ha tenido ese mal hábito de dejar su trabajo a medias por todos lados, sabe que es tan idiota al no ser precavido con los salvajes arranques de enojo del otro, así que cuando mira las intenciones de Jimin con el aparato electrónico en las manos, sus ojos se agrandan y su mandíbula se aprieta abandonando la expresión burlona de indiferencia.
—Deja esa mierda abajo o haré que te arrepientas —amenaza, el pánico se está asomando en su voz y Jimin se siente tan poderoso gracias a eso.
—¿Que deje qué? ¿Esta pequeña laptop? ¿Por qué debería dejarla? No parece importante, Jungkookie —contesta con falsa inocencia.
—No estoy jugando, imbécil.
Esa expresión enfurecida es lo que Jimin necesitaba ver. Las cejas pobladas de Jungkook están inclinadas hacia abajo, sus ojos brillantes ahora lucen oscuridad y sus dientes se aprietan tensando cada una de sus facciones atractivas.
Una persona cuerda se detendría, es una pena que desde niño siempre ha tenido los tornillos un poco sueltos.
—Si tanto la quieres ven y quítamela.
Y como si la violencia contra los inocentes objetos de la casa no fuera suficiente, ellos mismos terminan por intentar atacarse físicamente. Las amenazas de Jungkook resuenan en todo el departamento, es impresionante que aún ningún vecino se haya quejado por el ruido que hay a diario, desde los gritos degradantes hasta el rechinar de la cama llena de gemidos.
—¡Maldita sea, deja eso ahí!
Se persiguen alrededor de la sala, Jimin es rápido, muy rápido, sabe que Jungkook no podrá alcanzarlo sin luchar un poco y decide aprovecharse de eso.
—¡No quiero!
—¡Eres una mierda infantil!
—¡Tú eres un idiota narcisista! ¡Te odio!
Durante la carrera, no pretende romper la computadora, de verdad no es su propósito, pero cuando Jungkook lo atrapa y lo sostiene del brazo con una fuerza asfixiante, por instinto intenta zafarse del agarre ignorando lo que trae en la mano y ese es su mayor error.
Deja escapar un alarido en medio de las maldiciones, Jungkook gruñe en respuesta y el forcejeo que apenas dura cinco segundos se siente eterno, olvidan por completo la razón por la que empezó todo y se centran en dañarse el uno al otro.
Jimin empuja al contrario hacia atrás usando todas sus fuerzas, la mano que Jungkook tenía sobre él se resbala y el impulso hace a Jimin tropezar contra la alfombra y caer al suelo con un golpe violento, no le sorprendería amanecer con moretones en la cadera, de todas maneras, no sería la primera vez, aunque ahora mismo el dolor es lo de menos, pues el sonido de un estruendo cristalino en el suelo se roba la atención de ambos.
—¿Qué demonios...?
Pánico en los ojos de Jimin.
—Maldito torpe, ¡¿cómo pudiste?!
Odio oscuro en los de Jungkook.
—J-Jungkook...
La computadora yace junto a un mueble de cristal, doblada en un ángulo doloroso donde gotas de agua se deslizan sobre su superficie, hay vidrios rotos de un florero a su alrededor y las rosas blancas regadas en el suelo sólo son la cereza del pastel.
¿Qué probabilidad existía de que la computadora golpeara un mueble, tirando así un florero que cayera sobre ella? Está bien, cuando se trata de Jimin y Jungkook siempre se puede esperar lo peor.
—¡SÓLO CIERRA LA PUTA BOCA!
Jungkook está histérico, peina su cabello hacia atrás con ambas manos sin tener cuidado y ni siquiera es capaz de mirar la escena desastrosa, siente que podría estallar de verdad solo con mirarlo. Ha trabajado toda la madrugada en ese jodido proyecto y en un segundo todo se ha ido al carajo, todavía puede recuperar algunas cosas importantes, pero ¿cuánto le tomará eso?
Los nervios de Jimin se disuelven en una expresión de enojo e indignación, el "accidente", porque así es como él lo ve, no es sólo su culpa, piensa, si Jungkook no lo hubiera provocado de esa manera nada de esto habría pasado.
—¡¿Disculpa?!
Se ha terminado la paciencia de Jungkook, él va hasta la habitación sin decir nada dando duros pasos de fuego y cuando regresa está sosteniendo una sudadera negra que le pertenece al contrario. Levanta a Jimin tomándolo del brazo, lo eleva tan fácil como si fuera una pluma ligera y con la misma falta de dificultad lo conduce hasta el pasillo.
Jimin no intenta resistirse al principio, ni siquiera sabe hacia dónde se dirigen, por lo que intenta hacerse una idea, quizás regresen a la habitación y empiecen la ardiente pelea de siempre, aunque sea demasiado temprano, nunca se fijan en la hora cuando deciden destruir la cama.
Sin embargo, no puede estar más lejos de la realidad, descubre los planes de Jungkook cuando dejan la puerta de la habitación principal atrás.
El pánico regresa, esta vez acompañado de ansiedad, sabe a dónde van y no quiere ir ahí para no enfrentarse al frío de la metrópoli, hay algo que odia aún más que a Jungkook y al clima frío, es esa espesa soledad que ilumina las primeras horas de la mañana, no tolera el silencio.
—Si te vuelvo a ver por aquí rogando para que te deje entrar, desearás nunca haber nacido —advierte con voz ronca.
El dolor vuelve a azotar las caderas de Jimin cuando cae una vez más, pero ahora contra el suelo del pasillo y sobre él su suéter favorito junto a un par de zapatos deportivos. Bien dicen que peor es nada.
Al final la puerta se cierra en un estruendo frente a él, gruñe por lo bajo intentando mantener el orgullo que le queda en la parte más alta del cielo.
—¡Bien, quédate con tu estúpida computadora de mierda!
Sus manos alcanzan uno de los zapatos y lo avienta contra la puerta sin recibir respuesta, desde el principio no estaba esperando una, pues a comparación de él, Jungkook sí es firme con sus acciones y lo sabe.
Cuando el enojo da señales de comenzar a disiparse, se redime a las consecuencias de sus actos y se cubre con la sudadera antes de colocarse el par de tenis.
No necesita de Jungkook, se convence, puede conseguir un lugar para dormir en cualquier otro lado, la ciudad siempre ha sido tan grande para poder adoptarlo. Es lo que piensa mientras baja por el ascensor, pero cuando llega a la entrada del edificio y la puerta automática se abre dejando entrar el frío comienza a cuestionar su propio pensamiento.
¿No necesito de Jungkook?
Para hablar de la influencia de ese pelinegro malhumorado en su vida tendríamos que viajar hacia atrás y no exactamente a él, sino a otra persona, al padre de Jimin.
Su padre, un empresario e inversionista de renombre, es el punto de partida hacia el mar de calamidades sobre el que viaja Park Jimin, el destino ajeno nunca ha sido tan dependiente de una sola persona como lo es del señor Park.
Park Jimin, quien entonces era sólo un niño inocente criado en el seno de una familia tradicional y de reglas estrictas, como cualquier pequeño infante alguna vez tuvo una bella ilusión de ser alguien, no cualquier persona, él quiso ser su padre, alguien importante, respetado, lleno de prestigio y colmado del afecto de miles de personas en sus andares por el mundo.
Para su mala suerte, aquel bello título dorado traía consigo el peso más duro del mundo, había que ser fuerte para sostenerlo, se tenía que ser superdotado y propietario de una maravillosa intelectualidad que pudiera cegar al propio universo. Suena imposible encontrar a alguien así a corta edad, pero lo hay y si tiene que haber alguien más que haya influido en Jimin tanto como su padre, entonces podemos decir que es él...
Jeon Jungkook.
El pequeño niño prodigio, sobrino de uno de los socios favoritos del señor Park y talento financiero casi desde la cuna.
Jimin detesta contar la historia, nunca habla de las razones por las que Jungkook es el veneno más peligroso en su vida y tampoco le ha dicho a nadie que justo ahora está viviendo con él.
Igual no hay nadie a quien le pueda contar, ¿no es cierto?
—Ouch... —Un quejido se le escapa tras avanzar apenas tres pasos—. Mierda.
Al parecer uno o dos vidrios están clavados en la planta de su pie izquierdo porque cada vez que pisa aparte de sentir incomodidad hay una punzada ardiente que duele.
El enojo regresa y lo hace ceder ante el impulso de patear el bote de basura más cercano generando un desastre en la acera del que huye antes de que alguien se de cuenta.
Tal vez Jungkook tiene razón al acusarlo de actuar como niño pequeño, pero ¿cuando tuvo la edad de uno se le permitió serlo?
Su infancia está atrapada en un cuadro, el más azul, el más amarillo, el más detallado y sobre cada pincelada su inocencia se refugia en el ser sobrenatural más atractivo.
¿Papá, te gustan las sirenas?
Cuando Jimin era niño solo veía a su padre una vez a la semana. Después de asistir al colegio, una empleada lo llevaba a la oficina de su padre y ahí pasaba todo el día junto a él, supuestamente, pues en realidad lo único que hacía era sentarse en un sofá a verlo conversar, ir y venir todo el día, aun así era feliz sólo con esas cortas convivencias.
Algunas veces le hacía algunas preguntas cuando los inversionistas llegaban a saludar, Jimin hacía su mayor intento por entregarles la mejor impresión, como su madre decía que debía hacer, pero algunas conversaciones acababan en respuestas torpes y una mirada pesada por parte de su padre.
Eso nunca pasó con Jungkook.
Con Jungkook el señor Park fue un maestro perfecto.
Cuando Jungkook se presentó por primera vez frente a su familia, todos quedaron embelesados con su gran elocuencia al hablar y su mina lógica de conocimientos, en ese entonces solo tenía ocho años y ya tenía toda la atención del señor Park sobre él.
Si Jimin hacía algo, Jungkook podía hacerlo veinte veces mejor, sin querer, la competencia nació de forma natural y se extendió hasta convertirse en una nube oscura y densa sobre la cabeza de Jimin.
—Mami, ¿por qué papá quiere más al sobrino del señor Jeon que a mí?
La injusticia era una toxina peligrosa en expansión, la necesidad de parecerse a su padre no crecía en cámara lenta, estaba expandiéndose bastante rápido para la pequeña mentalidad de un niño de diez años.
¿Cómo consigo gustarle a papá?
Una tarde de verano, Jimin llegó temprano a la oficina de su padre para pasar el día con él, pero este no estaba en la oficina, lo cual no era una sorpresa.
—Joven Park, su padre está en una reunión, ¿desea comer algo?
—No, no se preocupe, comí bien con mi mamá antes de venir.
—Está bien, si necesita algo estaré afuera, ¿de acuerdo?
Las horas avanzaron hasta que dieron las tres de la tarde y en todo ese tiempo su padre nunca apareció, Jimin estaba dormitando en el mismo sofá de siempre, sus pequeñas manos todavía estaban juntas en su regazo y la redondez de sus mejillas rojizas se resaltaba con la posición cabizbaja en la que se encontraba.
—¿Joven Park? —sonó la voz de la secretaria desde la puerta, sacándolo de su estado de somnolencia—. Su padre me pidió llevarlo a casa, al parecer la junta se extendió y no podrá venir a verlo.
La desilusión fue evidente en los ojos cristalinos del pequeño, no se permitió mostrarse triste, su padre siempre le dijo que los hombres debían ser fuertes, con las emociones bajo control en todo momento, así que mostró una sonrisa radiante y se levantó del sillón de inmediato.
—¡Está bien, vayamos a casa!
Aquella vez apenas estaban saliendo de la oficina cuando dos hombres grandes y fuertes se atravesaron en el camino mientras sostenían un cuadro enorme que aún venía envuelto en el plástico transparente de la compra.
—Es el cuadro que adquirió el señor Park en la subasta anterior.
—Es una pintura increíble, debió costar una fortuna.
La secretaria acarició el plástico con las yemas de los dedos, una sonrisa que dejaba ver los dientes se hallaba asomada en sus labios rojizos, Jimin recuerda bien esa expresión,
—¿Qué es, señorita Kim? ¿Por qué papá pagó mucho por eso?
—Es la pintura de una sirena muy bonita, joven Park, está valuada en medio millón de dólares, pertenecía a muchos empresarios importantes antes de que su padre la adquiriera, se dice que trae muy buena suerte en los negocios y además de eso...
Las palabras terminaron flotando en el aire sin llegar a Park Jimin, aquella vez la pintura oceánica de un ser etéreo se grabó en cada espacio de su mente dejando un deseo insaciable de conocimiento.
Si a papá le gustan las sirenas, a mí también me deben gustar.
—¿Busca algo en específico?
—¿Disculpa? —pregunta y después se aclara la garganta al sentir que su voz salió demasiado ronca para su gusto.
—¿Busca algo en específico? —repite la mujer de la caja—. Lleva más de cinco minutos observando el estante.
—Lo siento...
Parece que los recuerdos abrumadores lo despojaron de la realidad por algunos momentos, cuando se reconecta observa que en la mano sostiene una bolsa de galletas de avena, no sabe en qué momento llegó hasta ellas, ni siquiera le gustan, nunca le han gustado, pero a alguien más sí...
—Qué desperdicio de dinero —masculla antes de devolver el empaque al estante y salir de la tienda llevándose la mirada de irritación de la vendedora con él.
No tiene celular ni cartera, olvidó traerlos consigo antes de salir, no es como que haya tenido siquiera la oportunidad de recogerlos para ser honestos, pero al menos agradece tener un poco de efectivo en los bolsillos de la sudadera, es una suerte que siempre olvide sacar el dinero de los bolsillos cuando regresa de hacer las compras.
Las calles no están más iluminadas que hace una hora, el cielo da la impresión de que lloverá, con suerte podría encontrar un lugar en donde refugiarse durante todo el día, pero para eso deberá esperar hasta que los locales abran, aún es muy temprano para encontrar una buena cafetería abierta.
Decide caminar hasta el parque más cercano, toma asiento en una banca y esconde las manos en los bolsillos de la sudadera, hace mucho frío.
Cuando no hay nada más con lo que distraerse, su mente decide regresar.
Entonces regresa a ese día de abril.
Pasó meses en la biblioteca de la escuela buscando cuentos de sirenas, sostuvo los libros con orgullo durante las clases aún bajo las miradas juzgadoras de sus compañeros. Un niño leyendo fantasía de sirenas, incluso esa historia sobre la princesa del océano que cambió su voz por un par de piernas, no debía ser extraño, pero para la sociedad lo era.
Si hubiera interpretado mejor la expresión intranquila de la secretaria de su padre cada que le compraba un libro, se hubiera ahorrado tantos problemas, a veces intenta culparse por no haber notado las señales, por haberse ensordecido a la opinión pública sobre el crecimiento de su obsesión por las sirenas, sin embargo, es injusto hacerlo, él era sólo un niño sin guía.
En aquellos días sus repisas estaban llenas de figuras de aquellos seres mitológicos, las paredes repletas de posters con imágenes que iban desde lo más realista hasta lo más animado, también había algunos dibujos mal hechos por sus propias manos, amaba las sirenas, la idea era que cuando su padre supiera de su querido gusto sonriera tanto por él.
—Papá —llamó mientras el mencionado tecleaba en su portátil y releía algunos papeles aquí y allá.
Su padre tarareó un asentimiento desinteresado para permitirle seguir hablando, ajeno a los nervios y la emoción que arrinconaba a su único hijo en lo más hondo del sofá de cuero.
—¿Papá, te gustan las sirenas?
El señor Park detuvo lo que hacía por un momento.
—¿Por qué lo preguntas?
La emoción formó una ligera taquicardia en el pecho del niño, no sabía por dónde empezar, qué tanto decir para impresionar a su padre, qué datos contar y cuáles dejar para después.
—Porque a mí me gustan mucho, tengo cientos de cuentos y figuras en casa, las sirenas son lo más bonito sobre lo que he leído, ¿sabías que las primeras leyendas sobre ellas vienen de Siria? Entre las creencias populares se contaba que...
Lo siguiente que obtuvo fue una marca roja en la mejilla izquierda y gritos histéricos que seguro sonaron hasta los pasillos de la planta, la vergüenza nunca se sintió tan mortal como en aquella vez. El fuerte regaño acabó en que todo lo relacionado con aquel ser mitológico que estuviera en la habitación de Jimin fuera a parar a la basura.
—¡No puedes perder el tiempo en tonterías infantiles! ¡Vas a ser el heredero de esta compañía! ¡DESPIERTA!
Sólo tenía 10 años...
El sonido de la cortina metálica de un local llama su atención, alza la mirada y encuentra una cafetería abriendo al otro lado de la avenida, tal vez pueda refugiarse ahí antes de que empiece a llover.
Se pone de pie y camina hasta el lugar, aunque apenas están acomodando las cosas, le permiten permanecer adentro y le dan un café de cortesía para soportar la espera, decide no ponerle azúcar, así el intenso sabor amargo del café eclipsará por un momento el enojo de la mañana.
Los amaneceres lluviosos son extraños, sus compañeros del colegio solían hablar muy bien de ellos, en días así muchos de ellos faltaban o se permitían llegar un poco más tarde, bien abrigados de la cabeza a los pies y despidiendo un delicioso aroma a chocolate caliente.
Jimin no tuvo nada de eso, su padre no le dejó tener ni una sola falta, por supuesto que iba bien abrigado gracias a su madre, pero con trabajos y podía beber algo caliente para apaciguar el frío.
—Los hombres fuertes se deben formar con mano firme.
Recuerda una ocasión, la única en la que pudo quedarse en casa, ese día afuera llovía a cántaros y él estaba en cama con la fiebre alta y una lucha dolorosa contra la tos, los empleados hacían lo mejor que podían para ayudarlo, el médico ya había dado indicaciones y había recetado los antibióticos necesarios el día anterior, pero todavía se sentía tan mal.
En todo ese día lluvioso pudo ser consentido, le llevaron el desayuno hasta la cama, la cocinera preparó una taza de chocolate caliente con malvaviscos y lo dejaron ver la televisión por un rato, su madre fue a verlo en algún momento de la tarde, llevaba un cuento de sirenas a escondidas que le leyó con voz delicada.
—Érase una vez, un príncipe que vivía en el océano...
Sintió mucha calidez y cariño, se preguntó si eso era lo que todos sus compañeros sentían cuando los dejaban quedarse en casa para que no se expusieran a las bajas temperaturas, porque si lo era, entonces él habría querido que todas las mañanas fueran frías y lluviosas como esa.
La felicidad le duró poco, su padre nunca fue a verlo mientras estuvo enfermo, pero escuchó una conversación en la madrugada.
—¿Todo el día en cama? No puedo creer que hayas engendrado a un niño tan débil e inútil, ese mocoso al que malcrías no es mi hijo, ningún Park es así de holgazán.
—¡Sólo tiene doce años!
—¡El sobrino del señor Jeon es un año menor y aún así lo supera en todo!
Así que era eso, lo que su padre quería era que Jimin fuera mejor que Jungkook, pues entonces lo sería, trabajaría duro para superarlo, para superar a todos.
—Gracias por la espera, ya puedo tomar su orden, ¿qué le traigo?
Jimin observa la carta y su estómago ruge cuando sus ojos leen el nombre de cualquier platillo, necesita recordarse que no tiene dinero suficiente para cosas extravagantes, todavía debe ahorrar algunas monedas hasta rescatar sus cosas del departamento ajeno y no sabe cuándo logre hacerlo.
—Un sándwich sencillo.
—¿Algo para beber?
—Estoy bien con el café, gracias.
Alguna vez se convirtió en lo que su padre quería.
La boleta de un Jimin de quince años anunció notas perfectas, la vida social ni siquiera tuvo lugar en su campo de visión, el escritorio de su habitación siempre se mantuvo lleno de libros y enciclopedias, un mes más era un reconocimiento más.
¿Con eso era suficiente?
No, pero al menos bastaba para mantener tranquilo a su padre.
Una vez aquel hombre puso una mano sobre su hombro y dijo con la voz más firme y segura que Jimin haya escuchado:
—Algún día, todo esto será tuyo y lo sabrás controlar tan bien como yo.
No debió ser tan ingenuo y descuidado, el demonio lo atacó por la espalda.
—El sobrino del señor Jeon va a regresar del extranjero, ¿oíste esa noticia?
Después de eso su padre nunca más volvió a poner una mano en su hombro o si quiera mirar alguno de sus reconocimientos. Sus ojos, su tiempo y sus palabras de sabiduría le pertenecieron en su totalidad al recién llegado, Jungkook.
Jimin comenzó a detestar la mirada atenta y la voz suave de Jungkook, parecía un nuevo integrante de la familia, a donde los Park fueran, él los acompañaría, se sentaría junto al señor Park, reirían juntos y compartirían planes de vida.
Jimin se cansó de que sus esfuerzos no fueran valorados, no importaba lo bien que hiciera las cosas, su padre no volvería a voltearlo a ver, ¿o sí?
Al entrar a la universidad Jungkook y él se convirtieron en el contraste perfecto, mientras el primero daba la imagen del estudiante ejemplar con grandes modales salidos de un cuento de princesas, Jimin se encontraba de frente con un nuevo estilo de vida, ahí las fiestas juveniles eran más comunes y el alcohol lo invitaba por todos lados, la palabra adrenalina se convirtió en su apellido y pronto lo transformó en otra persona, se tiñó el cabello a un color rosa más llamativo, cambió su forma de vestir y adquirió una motocicleta, era un símbolo de rebeldía y sexualidad.
Al menos ahora el señor Park podía recordar que tenía un hijo, recibía noticias por todos lados: Jimin no llegó anoche, Jimin chocó el auto, Jimin lleva más de tres faltas seguidas, Jimin tuvo relaciones sexuales en la escuela, Jimin fue suspendido por un mes, Jimin terminó en el ministerio público, Jimin se metió en problemas...
Empezó a llamarle la atención con más frecuencia, lo citaba en su oficina para regañarlo, detrás de él Jungkook observaba las discusiones de pie con una falsa expresión desaprobatoria y Jimin sólo disimulaba que nada de lo que le decían le importaba, estaba satisfecho con sacarle canas verdes a su padre.
Nunca pensó que algún día su padre se cansaría.
—Hola, cariño, ¿mi papi te mandó a pagar la fianza? Tenía que pedírtelo a ti, ¿no? Eres su perrito obediente.
—Te equivocas, Rosita, me mandó a decirte que no pagará tu fianza, así que tendrás que pasar toda la noche aquí, ya eres un adulto de veinte años, puedes encargarte de tus propios problemas, ¿no es así?
Una expresión furiosa apareció en el rostro de Jimin esa vez, sacó una mano de la reja con una velocidad poco previsible y atrapó el cuello de la camisa del hombre a quien tanto rencor le tenía.
—Te quieres hacer el gracioso, ¿no? Pequeño pedazo de...
—Será mejor que cuides tus palabras, si tu padre se entera de que has tratado de agredirme, hará que te quedes aquí una semana entera.
—Escucha bien, Jeon, no sé qué pretendes o por qué te comportas como un ángel frente a mi padre, pero déjame decirte que cuando el viejo se muera esa empresa será mía y lo primero que haré será hundirte hasta donde nadie te pueda ayudar, ¿entiendes?
—¿Tú como dueño de la empresa? Primero intenta salir de aquí y después hablamos.
—Yo soy el único hijo legítimo de mi padre, tú sólo eres un maldito intruso que en algún momento será reemplazado —afianzó su agarre en la camisa del contrario para atraerlo más, las respiraciones de ambos casi se rozaban, sólo esos barrotes podían mantenerlos separados.
—¿No te das cuenta, Jimin? Ya no eres importante para tu padre, a ti es a quien ya le consiguieron reemplazo.
Lágrimas furiosas corrieron por sus mejillas, tal vez era cierto y no lo quería ver, jamás iba a aceptar que ya no tenía lugar entre los Park.
Sus padres estaban divorciados desde hace cinco años, su madre estaba viviendo en otro país, la casa cada vez estaba más vacía y él sólo era como un objeto antiguo atrapado en algún rincón del ático, ya no tenía importancia.
Jungkook pagó su fianza, tal vez por lástima o sólo para terminar de burlarse de él, nunca le preguntó.
—Aquí está su orden, ¿necesita algo más?
—Estoy bien, gracias.
Observa los dos pedazos de pan, son delgados y entre ellos apenas tienen una rebanada de jamón y una de queso, su estómago gruñe de hambre por el deseo de algo más, pero no le queda de otra más que limitarse a dar tragos largos a su taza de café y continuar pensando.
Después de esa ocasión, su padre nunca más lo volvió a citar para regañarlo, portarse mal perdió el chiste, ya no tenía sentido seguir haciendo tonterías peligrosas si no iba a recibir ninguna respuesta, sin embargo, Jimin siempre fue un idiota muy astuto para fastidiar a las personas, no podían subestimarlo.
Esa vez buscó a quien le ayudaría entre sus contactos, había un aprendiz de su padre que era tan sumiso y estúpido, haría todo lo que Jimin le pidiera sin rechistar, le envió un mensaje mal escrito a propósito y se sentó junto a un bar a esperar.
Cuando el chico llegara, fingiría estar ebrio hasta la mierda y luego lo seduciría en el auto, entonces cuando su padre se enterara no le quedaría de otra más que despedir a su becario.
Jimin iría de uno en uno y rompería la bella organización de su padre sólo para hacerse notar, era el plan perfecto... Aunque no contaba con que ese día no fuera el aprendiz citado quien apareciera para recogerlo, sino el mismísimo Jungkook a quien tanto odiaba.
Jimin se tuvo que tragar todo el orgullo que le quedaba para subir al auto en silencio, Jungkook era astuto, por supuesto que se daría cuenta de los planes del chico de cabello rosa.
—¿Sabes? No eres tan silencioso cuando estás demasiado ebrio como para volver solo a casa.
—Déjame en paz...
—¿Qué planes tenías esta vez? ¿Es otro intento de llamar la atención del señor Park? Déjame decirte que tiene mejores cosas que atender.
—¡Dije que me dejes en paz!
Jungkook frenó de golpe haciendo que Jimin saltara en su propio asiento.
—Me estás empezando a hartar con tu comportamiento de mocoso rebelde, ¿puedes comportarte como alguien de tu edad? Nada de lo que estás haciendo le causa gracia a alguien, todos están preocupados por tu vida, así que ten algo de madurez.
—¿Sabes qué? ¡Te odio! ¡En verdad te odio!
Jimin intentó bajar del auto, pero Jungkook fue más rápido al apresarlo con un agarre fuerte en el brazo izquierdo.
—¿A dónde crees que vas?
—¡Cállate y déjame bajar! —exigió, su rostro estaba enrojecido por la combinación de enojo y alcohol que aún corría en su organismo—. ¡Eres un insoportable, nunca puedes parar de presumir y rebajar a los demás!
—Escucha, no es mi culpa que mi éxito te haga sentir como el idiota perdedor que eres.
—¡Tú eres el perdedor! ¡Sólo te cuelgas del cariño de mi padre! ¡Eres un idiota igual que todos!
Y esa fue la primera vez que pelearon a golpes, la ira de Jimin estaba siendo descargada en el atractivo rostro de Jungkook mientras este se encargaba de no tener piedad con su defensa pese a que el espacio reducido limitaba sus movimientos, hasta que de alguna manera un interés nuevo que despertó en ambos los hizo terminar con los labios pegados en una posición comprometedora, ni siquiera podrían explicar cómo sucedió.
Jimin terminó sentado a horcajadas sobre el regazo de Jungkook, aunque tocó el claxon por error decidió no detenerse a pensar en si algo se estropeaba y se concentró en el dominio de esos besos húmedos, nunca había estado con una persona tan controladora, sus labios dolían por las mordidas recibidas y su lengua empezaba a cansarse de luchar contra la otra por un poco de espacio.
No era parte del plan, nunca pensó que terminaría en brazos de la persona que tanto odiaba o que se excitaría con el tacto de esas manos cálidas sobre su piel, en resumen, jamás imaginó que terminaría siendo jodido en el auto de su mayor enemigo.
Y no fue la última vez.
Se filtró en la rutina de ambos, sin un acuerdo verbal sabían que lo harían después de cada discusión sin importar en dónde estuvieran, podría ser en la oficina, en el auto, en un baño público y hasta en el estacionamiento de los Park, los toques bruscos podrían darse por debajo de cualquier mesa y dejarían manchas violentas en la piel ajena.
Se volvieron adictos. La mayoría de veces el contacto era iniciado por Jimin, de nuevo, no estaba previsto, pero era mejor de lo planeado.
¿Qué pensaría el señor Park cuando se enterara de lo que su hijo y su querido aprendiz hacían? Seguro enloquecería, Jimin lo haría sentir tan arruinado como él y al fin compartirían algo como padre e hijo.
¿Pero cuándo se enteraría?
Bien, Jimin había imaginado algunos escenarios interesantes antes de planificar, en la mejor opción iba a provocar a Jungkook en la oficina de su padre, para entonces este último tendría que haber sido convocado a una reunión con un supuesto inversionista importante que en realidad sería un impostor al teléfono a quien Jimin le habría pagado una buena cantidad de dinero, después, cuando el señor Park saliera, Jungkook no soportaría la tentación e intentaría someter a Jimin contra el escritorio por bromista, el forcejeo tendría que prolongarse por varios minutos, el punto era que cuando el señor Park supiera que todo era una mentira decidiera regresar a la oficina para encontrarse con una escena donde su pobre hijo ruegue por auxilio, así este sería visto como la pobre víctima de un enloquecido Jungkook abusivo.
El plan nunca se llevó a cabo cuando el deseo se convirtió en un arma de doble filo.
Después de algunos meses de sexo se dio cuenta de que ya no podía detenerse.
¿Acaso había enloquecido o era que había descubierto la extraña calidez de la que lo habían privado durante años?
—¿Me puede traer la cuenta, por favor?
—Por supuesto.
Observa la hora en el reloj del establecimiento, no se siente sorprendido por los cuchicheos y las miradas que vienen de la caja, si trabajara ahí también sentiría incertidumbre por un hombre que se ha quedado por más de tres horas picando un sándwich sin poder comerlo. Tenía tanta hambre, pero cuando los recuerdos lascivos lo atacaron las ganas de comer se le fueron y un sentimiento de náuseas que aún no desaparece empezó a invadirlo.
Al menos la lluvia ha parado, todavía puede perder el tiempo caminando por ahí antes de decidir a dónde ir.
Cuando la cuenta llega, pone el dinero justo en la mesa y se marcha sin dejar propina, tendrá que compensarlo en el futuro. Se siente extraño que las demás personas lo miren como si fuera una persona necesitada, siempre sucede en el trabajo, su jefe y sus compañeros lo miran de arriba a abajo como si fuera otro joven más implorando el salario mínimo. Ninguno de ellos debe imaginar que es hijo de uno de los hombres más adinerados del país.
Bueno, ¿qué haría Park Jimin cargando cajas en una bodega con goteras y moho? Si en el pasado alguien le hubiera dicho que su futuro era terminar así seguramente lo habría dejado con la nariz sangrando por decir semejante estupidez.
De hecho, ¿cómo acabó así?
Después de tantos meses sostener la mentira se volvió complicado, la lujuria lo volvía descuidado, no había nada más excitante que la adrenalina de hacerlo en situaciones de riesgo donde podían ser descubiertos. Jungkook siempre trató de ser cuidadoso en ese aspecto, así que no lo puede culpar por lo que pasó por mucho que quiera hacerlo.
Fue en su cumpleaños número 22 cuando la situación estalló, esa noche tuvo permitido hacer una fiesta en casa para celebrar, prometió no hacer un desastre y por alguna razón su padre creyó en él, así que pensó en invitar a algunas personas importantes y, por supuesto, permitió que los becarios de su compañía asistieran, incluyendo a Jungkook.
Eran dos hombres con una alta tensión sexual conviviendo en el mismo plano, cuando el alcohol hizo efecto se encerraron a oscuras en una de las muchas habitaciones de la casa. Las manos ajenas recorrieron el cuerpo de Jimin por debajo de la camisa, esos dedos cálidos masajearon su piel y un poco más abajo, suspiros inundaron el cuarto.
—Mierda, Jungkookie, sólo hazlo...
Se aferraron al peligro, olvidaron poner el seguro a la puerta y cuando lo notaron era demasiado tarde.
—¡¿Joven Park?!
Jungkook escondió su rostro en el cuello de Jimin, de espaldas a la mujer que acababa de entrar, quizás hay tanto que agradecerle a la oscuridad por haber mantenido oculta la identidad del aprendiz.
Ella salió horrorizada mientras llamaba al padre de Jimin para que acudiera a ver la escena.
Jungkook estaba confundido, todavía procesando la información intentó volver a ponerse los pantalones, sin embargo, con sus manos torpes apenas podía abrochar un botón y eso hizo enfurecer a Jimin, parecía que él era el único con mayor control de nervios entre ambos, irónico, ahora tenía el peso de todo en los hombros.
—¡Imbécil, sólo sostenlo y vete de aquí! —reprendió con toda la frustración desbordándose en su voz.
Jungkook hizo caso de inmediato y huyó de la habitación, estaba nervioso, muy ansioso por llegar a ser descubierto por el señor Park y tal vez eso fue lo que ablandó el corazón de Jimin cuando esa discusión llegó.
—¡Tú ni siquiera puedes llamarte mi hijo! ¡Has deshonrado el nombre de esta familia con lo que acabas de hacer! ¡Mi hijo no puede ser un maldito maricon!
La mejilla de Jimin estaba enrojecida por la dolorosa bofetada recibida algunos segundos atrás, no obstante, él aún seguía de pie frente a su padre, más firme que nunca y sin darle importancia a esa lluvia de maldiciones que en otra ocasión lo habrían dejado roto por dentro.
—¡¿Con quién estabas?! ¡Si no me dices quién era el maldito con el que estabas se acabó para ti!
Silencio.
—¡Maldita sea! ¡HABLA!
Crudo silencio.
—¡Dime o te vas de esta casa, tú eliges! ¡Lo despido a él de mi empresa o te despido a ti de esta familia!
Ruido en su mente.
La ansiedad nunca se sintió tan destructiva como en ese momento, ¿cómo carajos podía tomar una decisión con eso? Fueron tantos años luchando por algo, un pedazo del prestigio de la familia Park, alguna mirada, sólo un poco de atención, cualquier palabra de aliento, algo que lo hiciera sentirse orgulloso de sí mismo, porque por su cuenta no podría encontrar valor a nada si su propio padre no lo podía halagar. Por favor, sólo un poco de aprobación.
Una lágrima fría empezó a deslizarse dolorosamente por su mejilla.
—Nunca pude ser parte de esta casa... nunca me consideraste parte de la familia ni te sentiste orgulloso de mí a pesar de todos mis esfuerzos...
—¿Cómo te atreves a...?
—Nunca me viste como a un hijo —interrumpió—. Y ahora... ¿Esto es tan grande como para correrme de la casa?
—¿De qué esfuerzos piensas que estás hablando? —preguntó su padre con un tono burlón—. ¿Querías que te dijera que lo estabas haciendo bien? ¿Que dijera que merecías manejar la empresa? ¿Que eras un talento con un futuro exitoso? Tú nunca te has merecido esas palabras, de niño perdías el tiempo jugando con sirenas estúpidas, en la secundaria apenas y rebasabas al promedio, quería que fueras excelente, perfecto como todos los Park, te di todos los recursos para que te enfocaras en eso, pero nunca pudiste ir más allá de un simple reconocimiento de algún evento cualquiera y después, cuando te convertiste en un vago, te dedicaste a despilfarrar todo el dinero en tus tonterías, nunca te importó la crisis que estaba atravesando la empresa en esos momentos, te convertiste en un idiota cualquiera, tener que arreglar tus desastres era un maldito dolor de cabeza, ni siquiera eras un niño y aún así actuabas tan infantil y desagradable como uno, te convertiste en una decepción para mí, así que si piensas que mereces esas palabras, déjame decirte una cosa...
No, no lo digas...
—Esas palabras sólo las merece la única persona que se preocupó y que luchó por sacar a nuestra empresa adelante todos los días, el único hombre prodigio casi desde la cuna que se llenó de éxito desde que puso un pie aquí...
No lo digas, por favor...
—Mi reconocimiento sólo lo merece él...
No lo hagas, te lo suplico...
—Sólo lo merece Jeon Jungkook y por eso él heredará la empresa.
Te odio, te odio tanto, te odio, te odio...
Las palabras quedaron atascadas en su garganta, la decisión correcta era tan obvia.
Jimin odió a Jungkook durante toda su vida, siempre tuvo celos de todo el cariño que el joven recibía, todo el tiempo deseó ser él, tener sus habilidades, el cariño y admiración de tantas personas...
—Así que sólo dime el nombre de esa persona con la que estabas —Rodeó el escritorio y tomó asiento—. Después de eso, te serán otorgados cincuenta millones de dólares y algunas acciones en las empresas de nuestros socios, te gustaba la casa de California, ¿no? Bien, te será cedida para que vivas ahí, eso te bastará para tener una vida lujosa hasta que te pudras si no eres tonto y decides meterlo en el juego. Querías una buena parte en la herencia, ahí la tienes, a cambio yo despediré a ese... —evadió el término ofensivo con esfuerzos—... Ese homosexual y tú no volverás a pararte por aquí. ¿Qué eliges?
Los nudillos de Jimin estaban enrojecidos por la fuerza al apretar las manos en puños, esas lágrimas seguían saliendo.
—Yo nunca quise tu dinero ni tu empresa... Yo sólo quería...
Que me amaras.
—Te di todo, Jimin, te di un nombre, un lugar en la familia, una vida de lujos y un apellido de prestigio, tuviste una educación de calidad, nunca te faltó nada, tu único trabajo era estudiar y enriquecerte de conocimientos para enorgullecer a tu padre, pero ni siquiera pudiste hacerlo... ¿Qué quieres de mí? Me debes esto, tienes que tomar una decisión.
Y Jimin lo hizo, tomó la decisión.
—Ouch...
Afuera de una farmacia, tras retirar el pedazo de vidrio que lo incomodaba, envuelve su pie con una venda recién comprada, pensándolo bien, fue una locura romper todo lo que encontró en la cocina de Jungkook, muchas veces se ha arrepentido de esos arranques de impulsividad, no quiere ser así, pero necesita serlo, es la única manera que conoce de expresar sus sentimientos, incluso cuando la gente se cansa de él.
No sabe cuánto tiempo lleva caminando hasta que su estómago comienza a rugir, el hambre vuelve a hacer presencia en lo que lleva del día, desconoce la hora, pero supone que apenas deben ser las tres de la tarde, así que entra al primer local de comida barata que encuentra y toma asiento en una de esas mesas pequeñas. No le importa, en realidad el dinero nunca fue importante para él.
Un día después de su fiesta de cumpleaños, a primera hora Jungkook fue citado a la oficina del señor Park, ese día se vistió con uno de sus mejores trajes, lo planchó con diligencia y se tomó su tiempo para desayunar, no sabía lo que podría pasar, debía mantener una actitud confiada y segura por cualquier cosa, incluso si sabía que Jimin no diría nada sobre ellos.
¿Cómo lo sabía? Porque durante esos últimos meses lo había logrado conocer tan bien como a la palma de su mano.
—Buenos días, ¿para qué solicitó mi presencia?
—Buen día, Jungkook, cierra la puerta y acércate.
Hizo caso a la solicitud del señor Park y después se mantuvo de pie frente al escritorio sin expresión alguna.
—Quiero que prepares una carta de recomendación.
—¿Para quién, señor? —Tragó saliva en silencio.
—Para cada becario, vamos a suspender sus convenios y dejaremos que los transfieran a otra empresa, no quiero volver a verlos aquí.
—¿Puedo saber la razón?
—En la fiesta de Jimin uno de esos mocosos se metió con él en mi propia casa, no quiero tener a alguien desagradable en el equipo, esto ha sido una lamentable falta de respeto. —Negó con la cabeza—. Jimin se negó a darme el nombre, no tuve otra opción mas que tomar estas medidas.
—Lo lamento, señor, es una pena que se hayan salido con la suya.
Sonrió para sus adentros, lo sabía, Jimin era tan obstinado y difícil de hacer hablar, no había nada con qué chantajearlo, si una cosa sabía de él era que no existía algo que le importara, por lo menos no material, podían privarlo de cualquier cosa y no cedería.
—Descuida, decidí cortar el problema de raíz y eché a Jimin de la casa el día de ayer, esta mañana mi notario vino a primera hora para hacerle algunos ajustes al testamento, no ha sido la gran cosa, Jimin siempre fue una piedra molesta en el zapato.
¿Qué?
—¿Lo sacó del testamento? —preguntó en un susurro, incrédulo.
—Por supuesto, no merecía nada de mí.
—¿Y quién se hará cargo de la empresa?
—Por favor, Jungkook —se puso de pie y caminó hasta él—. Siempre has sabido que nadie más que tú merece ser director ejecutivo de esta empresa después de todo lo que has hecho por nosotros, hemos tenido esta charla incontables veces.
—Lo sé, sólo que... no pensé que estuviera hablando en serio.
—Ahora lo sabes, todo esto es tuyo, todo.
¿Jungkook estaba feliz? Por supuesto, lo que hizo por la empresa no podía tomarse a la ligera y gran parte era la verdadera razón por la que Jimin siempre estuvo bajo su sombra.
Pero no existía manera de que Jimin, la persona que más lo odiaba, diera todo para salvarlo a él, no tenía sentido en ninguno de los casos.
Durante tres largos meses después de que los becarios se fueron buscó a Jimin sin descanso, según sus propias palabras, pero parecía como si se lo hubiera tragado la tierra. Nunca contó las razones por las que lo buscó, sólo lo hizo, preguntó por él en todos lados con ayuda de otras personas bajo su cargo hasta que dio con él en una fábrica a las orillas de la ciudad.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó Jimin en su hora de salida mientras un cigarro descansaba en su mano—. Si mi padre te pidió algo dile que ya no pienso...
—Él no sabe que estoy aquí.
Ambos se mantuvieron en silencio, los ojos de Jimin recorrieron la imagen de Jungkook, se veía tan bien como la última vez que lo vio en esa habitación solitaria de su casa, de nuevo usaba un traje de diseñador hecho a su medida, esta vez era color azul marino y con ayuda de su peinado se miraba tan joven y hermoso, parecía tan fuera de lugar en una zona industrial. Él no pertenecía a ese lugar y Jimin tampoco.
—¿Dónde te estás quedando? —preguntó Jungkook.
Esa vez Jimin lo llevó al pequeño departamento que le estaban rentando y tuvieron sexo tras un largo silencio que no los llevaba a nada. Para el día siguiente las maletas de Jimin ya estaban en la cajuela de Jungkook y la fábrica tenía abierta una nueva vacante como empaquetador.
¿Por qué aceptó vivir con Jungkook? Tal vez pensó que lo merecía, después de todo, le salvó el trabajo y aunque este nunca le agradeció en palabras, recibirlo en su casa fue el mejor regalo.
Discutían todo el tiempo porque era la única manera mediante la cual sabían comunicarse, tampoco hablaban en otro momento que no fuera después del sexo, se mantenían despiertos algunas horas y embriagados por la intimidad se confesaban algunos secretos, como la razón por la que el señor Park siempre quiso más a Jungkook que a Jimin.
Poco más de quince años atrás un banco importante se fue a la quiebra, una buena parte de las inversiones del señor Park estaban con él, se convirtió en una cadena de desgracias, sus negocios empezaron a decaer lentamente y las deudas crecieron a niveles exponenciales, la única cura para esa decadencia fue Jungkook, el niño heredero de toda la fortuna de su abuelo, el señor Jeon. Caer en manos del señor Park fue una bendición, lo cuidó como a un hijo y lo apadrinó en los negocios sólo para recibir su ayuda monetaria en el futuro. Jungkook siempre lo supo y estuvo bien con ello, no tenía nada que perder.
Jimin sólo era un niño azul de las olas, la pintura triste de un mar abandonado cuyos barcos zarparon a otras aguas al no encontrar algo que valiera la pena explorar.
Por eso el señor Park nunca estuvo con él, porque no tenía nada importante que ofrecer.
O al menos esa es la versión de Jungkook, porque hay una pieza faltante en la historia, un secreto agrio que ha nublado toda la vida del mayor de ambos.
Los últimos meses ha estado en su lengua todo el tiempo, baila, cosquillea, reparte sabores ácidos que queman su garganta cuando lo retiene para que no pueda escapar, no hay descanso.
Pero cuando la pareja se destruye en la cama y Jungkook lleva a Jimin a la punta del placer más alto que ni siquiera las drogas le podrían otorgar, sus labios se ablandan junto a su corazón y quiere hablar, confesar sobre su denuncia de culpabilidad en este juicio sin final.
Lo único que quiere es tener voz, subir al podio bajo la mirada de todos aquellos espectadores que han estado ahí desde que todo comenzó, entonces alzará la cabeza hacia donde el juez lo estará mirando con atención y le dirá la abrumadora verdad. La sala se convertirá en una controversia y a su madre, que ha estado tan ausente los últimos años, ni siquiera podrá verla a los ojos. Entonces el juez, su querido juez, dará su veredicto y ese será el gran final, uno donde otro gana, donde su padre se lleva la victoria total.
El aroma delicioso de la comida recién hecha lleva calor a su interior, el mesero lo mira con una sonrisa.
—Disfrute de su comida, si necesita algo más levante la mano y vendré de inmediato.
Este pequeño restaurante se ve diferente, cocina un señor mayor y atiende un joven universitario, el señor habla con todas las personas que llegan, muchos de ellos lo conocen y sostienen largas charlas con él.
Mientras Jimin come escucha los temas en silencio, hablan de deportes, autos, noticias locales, problemas familiares y uno que otro milagro. Ese buen hombre mantiene una enorme sonrisa, nunca para de cocinar, pero tampoco detiene la plática.
Se siente cálido.
—¿Viste las noticias? —pregunta un señor recién llegado—. Prende la televisión.
Con una seña, el joven mesero obedece y se acerca a la pequeña televisión vieja que está arriba siendo sostenida por un soporte oxidado, acomoda la antena para que haya mejor señal y luego todos permanecen en silencio para poder escuchar.
Cuando la noticia se transmite y llega a los oídos de Jimin piensa que se ha quedado sordo, todos hablan, todos discuten, todos critican, todos halagan, pero el ruido nunca llega, el calor se desvanece y la comida pierde el sabor. Las condolencias no tienen sonido.
El director ejecutivo de Park Corporation falleció por un infarto al medio día.
Con manos temblorosas toma dinero, lo pone en la mesa sin contarlo y luego desaparece haciendo caso omiso cuando le llaman.
No puede ser cierto.
La radio de un vendedor ambulante le confirma lo contrario.
Pero no puede ser cierto.
La transmisión de la noticia en otro local vuelve a confirmarlo.
De todos modos, no puede ser cierto.
Tres monedas caen y hacen ruido juntas, bastan dos tonos para que una voz femenina bastante familiar llegue a sus oídos.
—¿Sí?
—Señorita Kim, dígame que es mentira.
—¿Jimin?
—Diga que es mentira.
—Oh, joven Jimin, no he sabido nada de usted en casi un año, ¿dónde se ha metido? No pudimos contactarlo.
—¿Murió? ¿Él en verdad... murió?
—¿Por qué no viene a mi oficina? Tomemos un té y hablemos con calma.
—Kim Taehee, sólo cierra la boca y dime la maldita verdad —gruñe y golpea la caja del teléfono público—. ¡¿Está muerto?! Mi padre... ¿Él murió?
—Joven Jimin, lo siento mucho...
Escuchar la voz rota de la secretaria de su padre le basta para que su mente por fin lo pueda aceptar. No es ninguna mentira, los reporteros no mienten, los periódicos tampoco lo hacen y las noticias en cadena internacional dicen la verdad.
Coloca el teléfono en su lugar con cuidado.
Sabe a dónde tiene que ir.
Mientras camina sabe lo que debe decir.
Distrae su mente con el recuerdo de esa mirada de Jungkook esta mañana, cuando lo miró desde el marco de la puerta, recuerda que sus ojos negros y prepotentes estaban destilando superioridad y poder mientras llevaban frío a cada célula de su cuerpo.
Pero también recuerda la mirada que le dedicó anoche, en la cama.
—Más rápido, maldita sea...
Las uñas largas de Jimin se clavaron en la piel de los brazos del menor, la capa de sudor tendida piel contra piel brilló bajó la luz cálida del cuarto, sus músculos estaban ardiendo mientras él lo jodía tan magníficamente bien.
Son una obra de arte sexual cuando están así, desesperados, lloriqueando, rogando por un pedazo de satisfacción, se excitan sólo con el sonido de las respiraciones agitadas y apuntan hacia el dolor si eso los hará estremecerse de placer.
—Eres un maldito necesitado de mí.
Y no importa cuán sucio sea ni las palabras que se dediquen, siempre es maravilloso.
—Cierra la boca y hazme venir, ¿q-quieres?
Una sonrisa estúpida se dibujó en la cara de Jungkook, una tan contagiosa que Jimin imitó incluso en medio de sus propios gemidos. Ávidos de placer.
Las manos de Jungkook sostuvieron sus caderas con fuerza para mantenerlo firme y luego arremetió contra su próstata una y otra vez, la habitación era un desastre de saliva, sexo y maldiciones.
Y Jimin, un ser entregado a todo el placer que pudiera recibir, llevó ambas manos hacia el cuello de Jungkook, cuando lo tuvo a la altura una de ellas escaló hasta su cabellera oscura, la apretó entre sus dedos formando un puño para acercarlo y dejar que sus labios se conectaran con un beso húmedo y frenético, mordió y disfrutó del sabor metálico tragando los jadeos que escapaban de esos bonitos labios.
Jungkook lo sujetó del cuello, hizo la presión exacta para no dejar marcas sin dejar de lado su brusquedad.
—Eres un puto desastre —jadeó Jungkook sobre sus labios.
No había mentira tras esas palabras, su cabello oscuro estaba alborotado en todas las direcciones, la saliva se resbalaba de la comisura de sus labios, las lágrimas rodaban hasta perderse en la almohada y lo único que sus labios podían pronunciar era "follame, follame tan fuerte hasta que olvide cuánto te detesto".
—Estoy por v-venirme... m-mierda... no pares, maldita sea... n-no pares...
La calidez bajó hasta su vientre, sus músculos empezaron a contraerse y la debilidad atacó a sus extremidades, casi podía alucinar con estrellas, no había otra cosa en la que su mente pudiera pensar aparte de ese maldito orgasmo alucinante cuya llegada lo estaba haciendo gritar tantas incoherencias.
Después se corrió tan fuerte que su mente abrumada apenas pudo procesar el momento y sus oídos palpitaron hasta hacerlo quedar un poco sordo y fueran de sus propios sentidos.
Todo lo que había era placer y un deseo desenfrenado por ser tomado muchas veces más.
Abrió los ojos, Jungkook, quien seguía trabajando aún por su propio orgasmo que no estaba nada lejos, tenía el cabello pegado a la piel por el sudor, la mandíbula apretada y el entrecejo ligeramente fruncido, lo veía desde arriba con tanto deseo.
Y más tarde, ese mismo Jungkook, que ahora respiraba con cansancio a su lado mientras intentaba reponerse, lo veía con algo más que eso.
Era una mirada especial que lo hizo sentir perfecto.
Jimin tiene que confesarle algo al dueño de esos fríos ojos compasivos, tiene que decirle el secreto.
El ascensor se detiene, él camina a pasos torpes hasta la puerta y antes de tocar descubre que ya está abierta, al entrar observa el suelo con sus ojos húmedos y borrosos que apenas puedan distinguir lo que ven.
El desastre sigue ahí, pero la temperatura ahora es más caliente, la calefacción que muy rara vez se usa debe estar encendida en este momento.
Entonces avanza hasta la sala y de pie lo recibe ese hombre con los brazos abiertos.
Jimin no aguanta más, se derrumba sobre él, llora como un niño pequeño, tan fuerte como lloró frente a su madre cuando la palabra "sirenas" salió de su boca en aquel iluso día amargo.
—Se fue para siempre —gime sobre la ropa ajena y no le importa ensuciarla con sus lágrimas.
Se ahoga entre cada sollozo, hay tanto que decir, pero las palabras terminan en hipo y balbuceos.
Jungkook acaricia su espalda y asiente a todo lo que el contrario dice, lo estaba esperando, él sabía que Jimin acudiría a él en cuanto la noticia llegara a sus oídos y estaría dispuesto a ofrecerle todo el consuelo que necesitara.
Tal vez por lástima, quizás por empatía, por falsedad o por cariño. Esa verdad saldrá más adelante en alguna de esas noches embriagantes de intimidad y deseo como siempre ha sucedido. Siempre han sido sólo ellos dos, siempre lo serán.
—N-Nunca fui suficiente —dice con voz aguda antes de continuar llorando, su cuerpo se sacude por los espasmos, el ruido de su llanto es tan fuerte que podría preocupar a los vecinos si no estuvieran ya tan acostumbrados al ruido—. Nunca p-pude...
—Jimin, tu padre sabía que tú eras...
Jimin se separa y lo calla poniendo una mano sobre su boca.
Tiene que hacerlo.
—Jungkook... —susurra.
Jungkook toma la mano que cubre sus labios y la aparta con cuidado, sabe que dirá algo realmente serio, él lo sabe.
Así que espera.
Observa los ojos hinchados de Jimin, cargados de nervios y culpa.
Observa a Jimin ansioso por mantener su respiración bajo control para hablar.
Observa a Jimin abrir los labios para dejar salir esas palabras.
Y espera.
—Él no era mi padre.
Las maletas estaban sobre la cama, la noche parecía eterna.
No tenía nada que aspirar, no valía la pena poner en la cuerda floja la oportunidad de alguien que se merecía todo, alguien que era todo lo opuesto a él.
Su padre se veía sorprendido cuando escuchó su decisión, ni siquiera dijo nada cuando Jimin abandonó su despacho y caminó directo a su habitación para preparar las maletas.
Cuando bajó, golpeando las ruedas contra los escalones, escuchó la voz de su padre desde lo alto de estas.
—Supongo que mereces saber esto si piensas irte de aquí sin recibir nada por ello.
Jimin no comprendía.
—Nadie más lo sabe, aún no nacías cuando los rumores ya corrían por todos lados —empezó—, humillación, vergüenza, deshonra... Los periódicos estaban repletos con fotos de tu madre tomada de la mano de otro hombre con quien yo estaba haciendo negocios sobre un banco, el tan esperado primogénito de los Park no era un Park, dijeron ellos.
El corazón de Jimin comenzó a agitarse.
—Rompí el trato con él para mantenerlo lejos, la familia de tu madre estaba en la quiebra, ¿qué sería de ellos si yo me separaba de ella? Tuvo que rogar hasta el cansancio aún con el cinismo de aceptar que el ser que llevaba dentro no tenía mi sangre, me rogó para que los dejara quedarse, para disipar los rumores y que todos siguieran creyendo que la familia Park estaba unido por un bello lazo de sangre.
Y su respiración también.
—Con el tiempo lo creyeron, pero conforme crecías el parecido dejó de existir, tenía que sostener la mentira, hacer que parecieras alguien de mi familia y no un pequeño bastardo producto de una infidelidad así, debías ser inteligente, mejor que el promedio y aún más alto que quienes estaban arriba de eso.
La vista empezaba a fallarle.
—Pero cada vez que veía tu maldito rostro veía la infidelidad en él. Fui bueno, te di mi apellido y todo este dinero, te di una parte de mi tiempo, tal vez es mi culpa que seas un desastre, nunca debí aceptarte en mi familia, no debí darte la oportunidad de entrar en el privilegio cuando tu destino nunca había sido estar aquí, eras una maldición que tu madre y yo intentábamos disfrazar de bendición. No es tu culpa que no pudieras alcanzar los estándares, ¿no es así?
Sus piernas se sentían débiles.
—No eres mi hijo, Jimin, y nunca podrás serlo.
Y su corazón estaba destrozado.
¿En verdad merecía eso?
Se siente como ir en un auto sin frenos, con las manecillas del velocímetro apuntando hacia lo máximo mientras avanza por una carretera sin final.
Sin embargo, si cierra los ojos...
Un barco viejo tambaleándose en un mar oscuro que está lleno de olas, el capitán toma el mástil y navega, no hay mapa, no hay tripulación, no hay provisiones, no hay instrumentos, si avanza sólo lo hace por seguir el canto de una sirena que lo llama a lo lejos.
Explicar la razón por la que aún está con Jungkook es complicado, pero ¿sabes? Cuando Jimin era niño, amaba los cuentos sobre sirenas...
Y la idea de estar con Jungkook sonaba tan bien como el canto de todas ellas.
──S i r e n s──
.
.
.
Este es mi primer one shot realmente largo, hay más de 10,000 palabras aquí. Empecé a hacerlo desde Febrero para un proyecto de Hanabi_team, que por cierto, hago la invitación a que lo sigan, pues en el futuro estaré subiendo algunas historias cortas ahí.
Me gustaría conocer la opinión de todos sobre esta historia, desde mi punto de vista es una de las mejores que he hecho hasta el momento y me alegra saber que sigo mejorando cada día, lamento decirles que no habrá ninguna continuación, todo lo que tenía que ser contado ya está aquí, tal vez en el futuro haya algún especial sobre algunos datos y análisis de los personajes, cada uno tiene su propio trasfondo implícito en la historia, sería interesante explicarlo.
Sin más que decir, muchas gracias por llegar hasta aquí, dejen sus votos si les gustó la historia, estaré respondiendo comentarios.
—Princess.
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