━XXVIII. Disfrutando del espectáculo

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CAPÍTULO VEINTIOCHO
DISFRUTANDO DEL ESPECTÁCULO.
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UNO A UNO, NEWT, MINHO, THOMAS Y LORELEI entraron a la cabaña de los Docs y se dirigieron directamente hacia la chica inconsciente que estaba acurrucada en una de las camas. En su camino, pasaron junto a Alby, que parecía estar gruñendo y jadeando mientras lo sujetaban por los brazos y los pies. La mitad superior de su cuerpo yacía expuesta, su pecho se inflaba y desinflaba.—Jeff.—el segundo al mando rompió el silencio.—¿Qué le sucede? ¿Por qué no se despierta?

—Oye, me asignaron este trabajo igual que a ti el tuyo.—el chico respondió sin darse cuenta; una expresión sombría apareció en su rostro mientras metía sus manos a sus bolsillos. Deslizándose en la silla vacía junto a la cama, Lorelei resopló, poniendo una pierna sobre la otra y descansando su barbilla en la palma de su mano.

Newt posó los ojos sobre Thomas, él no había dejado de mirar a la chica con cabello oscuro.—¿La reconoces?

—No.

—¿En serio? Porque al parecer ella te reconoció a ti.—Newt dijo, refiriéndose a la forma en la que ella gritó su nombre antes de caer inconsciente de nuevo.

—¿Qué hay de la nota?—Thomas cambió de tema rápidamente sin levantar la vista.

—Nos preocuparemos por eso después.

—Creo que deberíamos preocuparnos ahora.

—¿Qué tal si nos ocupamos de una cosa a la vez?—Lorelei preguntó, acercando su figura un poco más a la de Newt. Tenían bastantes cosas que pensar además de los bastardos que los metieron ahí para jugar con ellos.

—Él tiene razón, Newt.—murmuró Jeff, antes de aclararse la garganta y hablar.—Si la Caja no vuelve a subir, ¿Cuánto tiempo sobreviviremos?

—Nadie dijo eso...—el rubio arenoso le dedicó una sonrisa nerviosa y cansada. Sus brazos cruzados se tensaron levemente, pero se obligó a mantener la calma y la compostura bajo la autoridad que pendía sobre su cabeza.—No lleguemos a conclusiones precipitadas, simplemente...—volvió a mirar a la chica dormida.—Esperemos a que despierte, a ver qué sabe. Alguien tiene que tener respuestas.

—De acuerdo.—el Novato respiró y se dirigió a la salida con grandes zancadas.

—¿A dónde vas?—Newt cuestionó.

—Devuelta al laberinto.

Después de intercambiar una mirada con Minho, el Guardián de los corredores corrió detrás de Thomas y desapareció por la puerta. Jeff miró a la chica inconsciente antes de darse la vuelta y mirar a Lorelei y Newt.—Creo que tenemos que hablar...—murmuró la chica en voz baja. Salió rápidamente de la cabaña y se dirigió hacia la finca con Newt pisando sus talones. No perdió el tiempo en irrumpir en su habitación, escuchando que la puerta se cerraba detrás de ella.

—¿Qué está pasando?—Newt preguntó, mirándola pasar sus dedos a través de su cabello. Acercándose a ella con preocupación, su mano rozó su codo y frunció el ceño cuando se estremeció antes su toque. Prácticamente podía escuchar la forma en la que su corazón latía con fuerza.—Lori, me estás escuchando.

—Lo maté.—ella soltó las palabras impulsivamente antes de que pudiera retractarse. Sabía que Newt sería la última persona que la juzgaría, pero era aterrador para ella incluso admitirlo. Ella no sabía qué significaba, y no sabía si sería capaz de hacerlo de nuevo.

—¿Mataste qué?—el chico preguntó mientras ella giraba su cuerpo para enfrentarlo. Sus ojos azules mostraban estrés, pero también mostraban oscuridad. Su tez estaba más pálida que de costumbre, pero sus mejillas aún tenían algo de color.

—Yo también maté un penitente.

Silencio. Lo único que se podía escuchar era el mero sonido de los insectos chillando

—¿Qué? ¿Cómo?—Newt cuestionó, tragando saliva con fuerza, aunque ya tenía una idea de cuál podía ser la explicación.

—Iba de regreso hacia Thomas.—comenzó a explicar Lorelei.—Me encontré con un Penitente y comenzó a perseguirme. Estaba corriendo por mi vida, pero estaba tan agotada que...—ella bajó su mirada al suelo, junto con un gemido casi inaudible.—Llegué a un callejón sin salida y estaba acorralada, se acercó a mi...—su piel se puso de gallina; sentía el mismo miedo que sintió en el laberinto.—Era como si me estuviera controlando por completo. Podía ver lo que estaba haciendo, pero yo... no podía hacer nada.—cerró los ojos con fuerza y se pasó las manos por la cara.—Se agachó frente a mi. Sostuve su cabeza con mis manos y simplemente... murió.

El rubio arenoso absorbió sus palabras mientras ella se mordía el labio inferior.—No fue tu culpa...—contestó, de forma pensativa. Sus brazos cayeron a sus costados y le dolió ver la mueca de fragilidad en su rostro. Una vez más, dio un paso hacia adelante. Estiró el brazo e intentó tocarla para consolarla, pero ella retrocedió y su cabeza se sacudió de forma frenética.—No entiendo.—susurró, con una expresión de dolor.

—Maté a ese Penitente, Newt. También soy capaz de lastimarte a ti.—la chica contestó de forma obstinada y cautelosa. Nunca se perdonaría a sí misma si lastimaba a la única persona que tenía su corazón en la palma de su mano.

—Lori...

—También lastimé a Robbie, ¿recuerdas? ¡La sangre brotando de sus oído fue mi culpa!—ella se señaló a si misma con la punta de su dedo con culpa. Su voz se quebró y sus ojos se llenaron de lágrimas.—Soy la perra psicópata del claro. La persona que está destinada a lastimar a todos y todo lo que le importa——

—¡Ya hemos hablado de esto! No eres——

—¡Pero lo soy, Newt! ¡Lo soy!—Lorelei chilló, la tensión al interior de su garganta la sofocaba.—No puedo permitirme perderte. ¡No puedo perderte porque perdería mi maldita cabeza! Si algo te sucede, estaré devastada.

—¡No me va a pasar nada!—el segundo al mando exclamó, con su mandíbula apretada. Sus ojos eran dos esferas de fuego y sus huesos estaban rígidos como el acero.—Estás tan paroica que estás tratando de alejarme.—la acusó.—Y no voy a permitir que eso suceda. Me niego a permitir que nos hagas eso a mi, a ti misma.

—Solo vete.—la rubia espetó, parpadeando para quitarse las lágrimas.—¡Fuera, Newt!

—¡No!—rechazó. La proximidad entre ellos disminuyó hasta que Lorelei sintió que su espalda tocaba el borde de los cajones detrás de ellos. De repente, la habitación se había vuelto sofocante. Sus figuras estaban tensas por la frustración y no podían precisar el peligroso brillo que brillaba sobre ambos pares de ojos.—No me iré a ninguna parte.—Lorelei podía sentir el aliento de Newt tocando su rostro.—Te guste o no, estás atascada conmigo. Así que deja de tratar de deshacerte de mí.

—Solo... quiero que estés a salvo...—susurró Lorelei sin aliento. Mojándose la lengua, Newt acunó su barbilla en sus manos.

—Estaré bien mientras estés conmigo.

Exhalando un largo suspiro que no se dio cuenta de que estaba conteniendo, la cabeza de Lorelei hacia adelante hasta que sus frentes se tocaron.

—Bueno.—fue lo último que pronunció, un momento antes de que él la besara rápida y suavemente. Sus ojos se volvieron a conectar y todo lo demás se volvió borroso. El rubio arenoso la besó con pasión. Las manos de manos ahuecaron sus mejillas. Él la sostuvo firmemente por la cintura, justo donde su polera se había subido ligeramente para revelar algo de piel.

Su beso fue febril y desesperado, confuso y torpe. Se apartaron de los cajones, agarrándose el uno al otro con su vida. Sabían que si soltaban, recordarían la realidad. Newt sintió que la parte de atrás de sus piernas chocaba contra el colchón de su cama, y fue entonces cuando Lorelei forzó sus labios a abrirse. Empujando sus manos contra su pecho, lo vio caer sobre la cama, jadeando. Con impaciencia, se arrastró encima de él, sentándose a horcajadas sobre su cintura. El segundo al mando pasó las manos por su cintura hasta que sus dedos se enroscaron alrededor de su polera.

Presionó sus labios contra la piel sensible de su cuello. Las mariposas estaban teniendo un festín en su estómago. Mientras él continuaba acribillando su cuello con besos húmedos, ella trató de recuperar el aliento, rozando sus labios con su clavícula expuesta.

Dios, se sentía tan caliente. En cuanto a la temperatura... por supuesto. La habitación  se sentía como un sauna, que era la primera vez que sentía así ahí. Estaba acostumbrada a que fuera bastante frío. Presionando su lengua contra su boca, sus manos temblorosas buzcorona tientas el borde de su polera, levantándola por encima de su cabeza para revelar su sujetador blanco. La tenue luz que cubrió sombras en su escote y clavículas y la estructura de su mandíbula. Newt no podía creer lo que veía. Nunca antes había visto algo tan hermoso en su vida.—Eres malditamente perfecta.—dijo con voz ronca. Sus ojos color moka, estaban llenos de asombro, y Lori se sonrojó y clavó sus dientes en sus labios para ocultar una sonrisa tímida.

—Cállate.

Pasó la mano por su nuca y la volvió a besar con fuerza. Estuvieron tan atrapados en su propia burbuja de felicidad, que no escucharon la puerta abrirse.—¿Dónde...?—las palabras de Chuck se atascaron en su garganta y sus ojos se abrieron como platos.

—¡Shuck, Chuck!—Newt exclamó avergonzado, protegiendo con sus brazos y su cuerpo la parte superior expuesta de la rubia. Ella resopló suavemente, algo divertida, aunque sus orejas se estaban poniendo más rojas bajo la mirada del joven.

—Shuck... Chuck.—ja, rimaba.

—¡Lo siento, lo siento!—el niño de cabello rizado balbuceó con su cara roja como un tomate mientras se daba la vuelta y chocaba con la puerta cuando trataba de salir de ahí.

—Chuck, ¿qué estás haciendo?—Leo frunció el ceño, apareciendo detrás de la figura del niño y posando su mirada en la escena frente a ellos.—Santo...

—Ni una palabra.—Lorelei lo miró, mientras su boca se ensanchaba en una sonrisa descarada. La chica se cubrió con la fina manta entre sus manos.

—¿Les importaría salir a los dos?—Newt dijo con una mirada severa hacia los dos chicos que seguían en la entrada del dormitorio; uno parecía estar más divertido que el otro.

—Oh, no lo sé. Estaba disfrutando el espectáculo.—Leo rió disimuladamente, lo que irritó a la rubia. Soltando la manta de sus manos, se lanzó fuera de la cama, saltando en su dirección, solo para ser contenida por el chico con el que la habían sorprendido besuqueándose.

Soltando una sonora carcajada, Leo levantó las manos de forma defensiva antes de guiar al pobre de Chuck fuera de la finca y dejar a los tortolitos en paz. Lorelei se apartó un mechón de cabello de la cara con un resoplido, se recompuso rápidamente y se volvió hacia el rubio arenoso con una sonrisa avergonzada. Chasqueando la lengua, él simplemente le entregó su polera y ella, agradecida, la deslizó sobre su cabeza.



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