Capítulo 9.

Wanderlust - The Weeknd ♪

Capítulo 9.

Al día siguiente, después de un largo día en la universidad, me sentí algo aliviada, aunque también decepcionada, ya que en ningún momento pude ver a Nick. Cuando me desperté en la mañana, no salió a trotar antes de ir a clases como acostumbraba. Todo me resultó muy extraño. Parecía como si la tierra se lo hubiese tragado. Sin contar que continuaba sintiéndome impotente al no poder volver a confrontarlo.

La tarde gris había caído y la noche de la fiesta en la casa de Wesley Doyle había llegado. Sin embargo, no me sentía animada para asistir. La realidad era que solo iría por las insistencias de Maddie desde el momento en que me invitó, ya que no había dejado de enviarme mensajes al teléfono y a mi redes sociales desde que me añadió a su lista de amigos.

—Rose, cariño, te ves hermosa —la tía Hellen entró en mi habitación para comprobar que todo iba bien conmigo. Estaba realmente impresionada por el hecho de que saldría de la casa y no precisamente a la universidad—. ¿Estás segura de que puedes con esto? —me preguntó, cruzándose de brazos y mostrando una preocupación maternal en sus ojos—. Es decir, sé que te tomaste los medicamentos y que el doctor Miller indicó que era ideal que comenzaras a salir, pero...

—Tía, no te preocupes —la interrumpí—. Te prometo que voy a estar bien. Según Maddie, la casa de Wesley no se ubica muy lejos de aquí.

Sí, había tenido que explicarle ciertos detalles a la tía Hellen para que no estuviese tan preocupada, pero aun así lo hacía y la entendía. Ella era lo más cercano que yo tenía a una madre luego de que la mía falleció.

—Bueno —soltó un largo suspiro—, al menos me alegra que estés haciendo amigos. Debo admitir que pensé que tardarías más tiempo en socializar.

—En realidad, no te culpo —enarqué las cejas para mí misma mientras terminaba de maquillarme frente al espejo del tocador—. Yo también pensé que tardaría más en socializar, pero Maddie no solo ha sido muy amable conmigo, sino que ha sido muy insistente.

La tía Hellen me sonrió. Realmente, se veía muy contenta de que yo estuviese tomando la iniciativa de continuar saliendo de la casa. De hecho, me había esmerado un poco en mi aspecto. Me había puesto un vestido blanco de escote, más arriba de las rodillas. La tela remarcaba las curvaturas de mi cintura y realzaba mis pechos, a pesar de que el material era abierto entre ellos. Sentía que el color iba a juego con mi tono de piel y mi cabello rojizo de abundantes mechones. También calzaba unos tacones de pico medio, los cuales no me resultaban incómodos.

—Tía, ¿no crees que esto es demasiado para una fiesta? —le pregunté cuando me giré sobre mis pies luego de haber terminando de maquillarme—. No lo sé, siento que tal vez he exagerado un poco con la vestimenta.

—Creo que te ves perfecta tal y como estás —me dijo con seguridad cuando me dedicó una mirada de aprobación—. Me recuerdas mucho a tu madre. Te pareces mucho a ella.

Por un momento, me sentí enternecida, pues, a pesar de todo, la extrañaba mucho. Echaba de menos a mis padres y así sería siempre.

—Bueno, vamos —la tía Hellen me sacó de mis leves pensamientos—. Creo que ya vinieron a recogerte —enarcó las cejas cuando escuchamos que tocaban el timbre de la puerta.

En cuanto me asomé por la ventana para comprobar que así era, Maddie no dejaba de observar hacia la casa vecina, donde se ubicaba la mansión en la cual vivía Nick. Luego miró en la pantalla de su teléfono el GPS, comprobando la dirección que yo le había enviado antes de que me recogiera.

—¿Todo está bien? —me extrañó verla tan absorta, como si hubiese visto un fantasma.

—Sí, sí. Es que jamás imaginé que eras la vecina de los Adams —me sonrió desde su posición y su expresión volvió a suavizarse con más naturalidad—. Vámonos, Rose. Los chicos ya nos deben estar esperando.

Me despedí de la tía Hellen y bajé hacia la primera planta. El tío Benjamín le había abierto la puerta a Maddie, pero ella parecía nerviosa. Estaba suponiendo que era porque nunca había venido a mi hogar.

—Tío, ella es Maddie —la presenté con entusiasmo—. Es mi nueva amiga en la universidad.

—Vaya, con que te llamas Maddie. Muy bonito nombre —él le extendió la mano para saludarla, pero ella la recibió con ciertas dudas—. Te ves muy bien. Quiero decir, te ves muy bonita. Ambas.

Por alguna extraña razón, también comencé a sentirme incómoda al ver que Maddie parecía que le urgía que nos marcháramos de una vez.

—Bueno, ya nos vamos —sujeté la mano de Maddie y salimos hacia el exterior, caminando hacia su vehículo.

El tío Benjamín se detuvo en el marco de la puerta y permaneció allí hasta que nos fuimos.

«Qué extraño». Fue lo que pensé, porque jamás lo había visto actuar tan cercano. Toda mi vida lo había conocido por lo distante que era.

🔪

—¿Lista? —me preguntó Maddie una vez que llegamos a la fiesta. Ella estaba muy entusiasmada.

Asentí en silencio y tragué saliva al ver que el exterior de la casa de Wesley Doyle estaba repleta de estudiantes privilegiados que no conocía de nada. Desde que Maddie estacionó su vehículo, podía percibir desde mi posición a personas intercambiando saliva, manoseándose, consumiendo diferentes tipos de drogas y bailando como si se les fuese la vida en ello.

—No sé si pueda con esto —le dije con sinceridad, arrepintiéndome de haber aceptado la invitación.

—Rose, ya te dije que no te tienes que preocupar de nada —sujetó mi mano y la presionó—. Estaremos bien, ¿sí? Solo nos divertiremos un rato y luego nos vamos. ¿Está bien? —me miró fijamente, mostrándome seguridad.

—Está bien —hiperventilé cuando salí de su vehículo.

Cuando ella hizo lo mismo, caminamos hacia la entrada de la casa, donde el sonido de la música se hizo más fuerte. La fiesta era una maldita locura y ante todo lo que veía a mi alrededor, por un momento me sentí como si estuviera en Sodoma y Gomorra. No obstante, en cuanto pasamos al interior, me di cuenta de que era mucho peor.

Había cuerpos adheridos bailando entre la oscuridad y las luces neones, mientras algunos se drogaban y tenían sexo por cada esquina como si no hubiese un mañana. La cocaína, la heroína, la marihuana, las éxtasis, entre otras sustancias ilícitas, abundaban en la fiesta.

—¿Quieres algo de tomar? —me preguntó Maddie al levantar la voz por encima de la música.

Dudosa, asentí y me abracé a mí misma al intentar mantenerme calmada.

—Entonces, ven —sujetó mi mano y me guio hasta la extensa cocina de la casa, donde Wesley y Brandon intercambiaban lenguas y se manoseaban contra la encimera—. Toma —ella me entregó un vaso de plástico lleno de alguna bebida alcohólica—. Bébelo, hará que te relajes y dejes esos nervios que cargas.

Asentí y, poco a poco, comencé a tomarme el primer vaso de alcohol. Luego ella volvió a sujetar mi mano y nos dirigimos a una extensa sala donde muchos estudiantes bailaban al son de la música que se escuchaba por todo lo alto.

Good girls go to haven.

And bad girls go everywhere.

And tonight I will love you.

And tomorrow you won't care.

Maddie comenzó a bailar al ritmo de Wanderlust de The Weeknd como si no hubiese un mañana, dándole sorbos a su bebida cada vez que podía. Brandon y Wesley hicieron lo mismo y comenzaron a bailar entre manoseos y besos explícitos. Incluso, me atrevía a decir que ellos parecían drogados.

En cambio, yo, con los nervios a flor de piel, aunque intentando controlarme, me senté en un sillón que por el momento estaba desocupado y me dispuse a mirar el ambiente por largos minutos que luego se convirtieron en altas horas de la noche. Era como si me hubiese transportado a alguna película de terror de los años setenta u ochenta, pero en la actualidad.

—¿Quieres otro de esos? —me preguntó Maddie cuando regresó hacia mí por un momento.

No sabía cuántos me había traído, pero habían sido un par. Sin embargo, me sentía mareada y menos preocupada por el alcohol que había ingerido.

—Bueno, pero que sea el último para mí —enarqué las cejas y recosté mi espalda contra el respaldar del sillón.

Desde donde me encontraba, podía ver quién entraba y salía de la casa, así que me percaté de que un grupo de chicas entraron con emoción, murmurando entre ellas y mirando hacia atrás. Fruncí el ceño al ver que la gente a mi alrededor también comenzó a murmurar a través de la música.

«¿Qué carajo les sucedía?».

Cuando Maddie regresó con otro vaso cargado de alcohol para mí, volvió a bailar con sus amigos, perdiéndose entre el bullicio.

Asimilando el hecho de que no tendría más remedio que esperar a que la fiesta terminara, no dudé en darle un gran sorbo a mi bebida, mientras el tema de The Weeknd continuaba adueñándose del nocturno ambiente neón.

You're in love with something bigger than love.

You believe in something stronger than trust.

Wander-luuussst.

Wander-luuussst.

Sin embargo, cuando Nick entró a la casa sin ninguna expresión en concreto, me sobresalté. Después de haber desaparecido en la universidad y no haberlo visto en todo el día, al fin lo podía ver.

«Mierda, realmente, estaba aquí».

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