Capítulo 8.
Capítulo 8.
Me encontraba en el baño cuando intentaba calmar el ataque de pánico que estaba experimentando. Enjugaba las lágrimas que se habían escapado de mis ojos debido a los nervios y la crisis existencial que sentía.
Sí, nadie se había dado cuenta de la realidad que narraba el poema de Nick, pero para mí había sido suficiente para sentirme humillada por el chico que me había gustado desde hacía mucho. Quizá sí hubiese creído que me había visto la noche anterior, pero jamás pensé que sería capaz de hacerme sentir avergonzada de tal manera. Sin embargo, era irónico que hasta para avergonzarme, lo hacía con una elegancia que caracterizaba su personalidad tan misteriosa.
Al escuchar el bullicio de los estudiantes en los pasillos, decidí quedarme encerrada en el baño hasta que las áreas se despejaran. Lo menos que quería era continuar sintiéndome ridícula y humillada. Solo quería volver a ser una fantasma más y olvidar lo que había sucedido en la clase de Poesía.
Cuando el repentino silencio reinó en los pasillos, decidí que era el momento oportuno para salir del baño y dirigirme hacia el estacionamiento. Sin embargo, cuando logré llegar hasta mi vehículo pasando desapercibida, solté un suspiro de alivio.
De repente, el extraño presentimiento que había sentido la última vez que llegué a mi hogar, volvió a apoderarse de mi sistema. Miré de reojo hacia diferentes direcciones al sentir como si me estuviesen observando. Sin embargo, no veía a nadie a mi alrededor. Al contrario, el silencio se volvió más denso mientras el ambiente húmedo y la brisa fría reinaba en el exterior, causando que me abrazara a mí misma.
Un escalofrío emanó de mi cuerpo al pensar en el destripador, ya que estaba sola en un lugar desolado. No había más estudiantes en los alrededores y eso me hizo sentir vulnerable.
«Tal vez no debí esperar a que la mayoría se marcharan para salir», pensé de inmediato.
De hecho, estar en un espacio abierto me estaba carcomiendo por dentro, pero no solo por mis típicos ataques de pánico, sino porque había un asesino en serie en el pueblo y podría estar en cualquier lugar esperando cazar a su próxima presa. O más bien, a su próxima víctima.
Con las manos temblorosas y tragando hondo, me dispuse a abrir la puerta de mi vehículo con cierta prisa, como si alguien me estuviese persiguiendo. Me sentía ridícula, porque mis manos me traicionaban y hacían que el simple trabajo de abrir la puerta se me hiciera tedioso. Los nervios me hacían maquinar y sentía que la garganta se me atoraba cada vez más y más.
—¿Huyendo otra vez?
Me sobresalté al escuchar la suave y ronca voz de Nick detrás de mí. Ni siquiera quería girarme sobre mis pies para enfrentarlo. Solo quería huir lo antes posible y encerrarme en mi habitación para siempre.
—Yo... —forcé la puerta—. Tengo que irme.
—¿Por qué huyes de mí? —se acercó por un lado y sujetó la manija de la puerta, abriéndola tranquilamente.
—No estoy huyendo de ti —me reí frenéticamente, intentando disimular los nervios que continuaban haciendo estragos en mi frágil sistema.
—¿Sabes, señorita Jones? Mentir no se te da nada bien.
—¿Tú crees? —tragué saliva y me atreví a mirarlo a los ojos, abrazándome a mí misma como si tuviese un frío extremo.
—No lo creo —me corrigió—. Simplemente, lo sé —colocó ambas manos en los bolsillos de su pantalón al mirarme fijamente con sus ojos grises—. Sé cuando las personas están mintiendo. Así como tú, Rosemary.
—No tendría por qué hacerlo —insistí, pero estuve a punto de bajar la mirada ante sus ojos tan penetrantes—. Es decir, ¿por qué debería mentirte? Solo te conozco como compañero de la clase de Poesía. No te conozco de nada. Ni siquiera sé quién eres.
Nick soltó una ligera carcajada. Luego resopló y frotó su nariz levemente mientras el aro sobre su nariz brillaba.
—Es obvio que no sabes quién soy —bufó en un tono más que arrogante—. Solo crees saberlo.
—¿Siempre eres así de creído?
—En realidad, solo te explico que si supieras quién soy, no estuvieras diciéndome todas esas sartas de mentiras.
Fruncí el ceño, porque no entendía muy bien a qué se refería, pero estaba suponiendo que quería volver a humillarme como lo hizo en la clase de Poesía.
—¿Qué más da? ¿No te bastó con humillarme en la clase de Poesía?
Aunque me sentí valiente al responderle de forma directa, se mantuvo callado, cargando mis ojos con su mirada gris. Era como si nada le afectara.
—Tú sí que ni siquiera sabes quién soy o cómo actúo en momentos así debido a... —me quedé en silencio al sentir que no debía mencionar lo de mis padecimientos—. No sabes nada de mi vida ni de mí para que creas tener el derecho de hacerme pasar por aquella humillación.
—Te refieres a mi poema —bufó—. «La Ofuscación» —relamió su labio inferior levemente.
—Por supuesto —afirmé disgustada, pero sus bonitos labios me distrajeron por un momento.
—¿A eso le llamas "humillación"? No sabía que el arte de la poesía podía ser humillante para ti. Solo expresé lo que vi y sentí a través de la literatura —suspiró tranquilamente—. Nunca mencioné que se trataba sobre ti —se encogió de hombros—. Ni siquiera sabes si lo escribí por ti, pero asumes que así fue.
Engrandecí los ojos al darme cuenta de que estaba siendo manipulada con su juego de palabras, cayendo en la cuenta de que era cierto, puesto que nunca había mencionado nada sobre eso directamente. Sin embargo, al final solo yo me expuse ante Nick, desvaneciendo todas las dudas que él tuvo sobre mí. Realmente, sabía lo que estaba haciendo para exponerme ante él y eso me causaba escalofríos. Era como si ya pensara las cosas antes de yo actuar o hacerlas.
—Bueno, yo...
—Entonces, si asumes que fue por ti y estás tan disgustada por un poema metafórico, significa que estabas masturbándote por mí.
Tragué saliva y los nervios de mi cuerpo me traicionaban. No dejaba de temblar por la vergüenza y por el hecho de que Nick estaba confrontándome de una manera muy sutil.
—Lo que me lleva a suponer que... —comenzó a rodearme lentamente, como cuando un depredador acecha a su presa—. Estuviste espiándome en el baño de mujeres.
«Listo, Rose. Él se había dado cuenta».
—Cuéntame, ¿te excitaste viéndome hacérselo a otra? —sonrió con ironía—. ¿Tanto así cómo para tocarte por mí en tu habitación con las ventanas abiertas? ¿Tan desesperada estás por tenerme?
«Mierda, tenía que intentar negarlo todo».
—Yo no...
—Antes de que vuelvas a mentir para negarlo todo... —acercó sus labios hacia mi oreja y sonrió fríamente—. Te advierto que odio las mentiras, señorita Jones.
—¿Qué pretendes? —balbuceé—. ¿Seguir con esta humillación?
—Creo que ambos tenemos una definición muy distinta sobre la "humillación", pero asumamos por el momento que esto lo es y respóndeme con la verdad —me dijo con seriedad una vez que volvió a tomar un poco de distancia para mirarme a los ojos, decidido a convencerme de confesarme ante él.
Tragué saliva y junté mis manos, entrelazando mis dedos y frotándolos con nerviosismo, intentando prepararme para sus próximas palabras que venían acompañadas de cuestionamientos.
—¿Desde cuándo te gusto? —Nick se cruzó de brazos.
«¿Qué debía hacer? ¿Responderle? ¿Mentirle?».
Él enarcó las cejas, esperando una respuesta más que certera. Evidentemente, le fastidiaba esperar que yo respondiera.
«No, Rose. Ya no podías mentir. Te pilló masturbándote por él, así que volver a mentirle en la cara quizá no era lo ideal cuando él mismo lo había confirmado. Solo quería escucharlo de mi propia boca, maldita sea».
—¿Me dirás la verdad o actuarás cómo una cobarde? —me dijo por lo bajo con frialdad.
Mi corazón estaba a punto de estallar y mi cuerpo flaquearía en cualquier momento, pero sentía que quizá debía decirle de una vez y por todas. Sentía que debía gritarlo a los cuatro vientos y terminar con lo que yo sentía como una humillación.
—¡Nick! —Tiffany nos interrumpió de sopetón a lo lejos, acercándose hacia nuestra dirección—. ¡Te he estado esperando desde que saliste de tu clase de Poesía!
«Mierda».
—Estaba esperando por ti aquí en el estacionamiento —le respondió mientras continuaba mirándome a los ojos.
—¿Aquí? —Tiffany besó su mejilla y frunció el ceño—. Pero si el BMW está al otro lado.
—Lo sé —su expresión se suavizó—, es que casualmente me encontré a Rose y aproveché para hablar con ella sobre unos poemas para la clase de Poesía.
Me sonrojé por completo y bajé la mirada, presionando mis manos que sudaban por su cercanía. Ni siquiera estaba mintiendo al respecto, porque era cierto. Solo que no estaba entrando en detalles.
—¿No es así, Rosemary? —Nick volvió a mirarme fijamente a los ojos, esperando que yo le siguiera el juego.
—Ah, sí, sí —balbuceé al darme cuenta de que no me atrevía a contradecirlo—. Es que hoy hubo una exposición de nuestros poemas y Nick se lució con el que escribió.
—¿¡De verdad!? —Tiffany, como cualquier mortal que estaba loca por él, se emocionó—. ¿¡Puedo verlo!? Me gustaría leerlo.
—Después —zanjó Nick, sin ninguna intención de sacar el poema para mostrárselo.
«Mierda, ¿la habré cagado con eso?».
—Vamos, te llevaré a tu casa —le dijo a Tiffany y se giró sobre sus pies, colocándose la capucha sobre su cabeza.
—Te veré mañana en la fiesta, Rose —ella se despidió de mí con un beso en la mejilla y siguió los pasos de Nick más que emocionada.
Mientras los veía alejarse cada vez más, la impotencia continuó incrementando en mi interior, ya que al parecer Nick creía que yo era una cobarde para confrontarlo, lo cual probablemente era cierto, porque no me había atrevido a confesarle la verdad. Pero, vamos, tampoco era nada sencillo para mí decirle que me gustaba desde hacía mucho y que lo había espiado desde que supe de su existencia.
Eso también me hacía pensar en que, últimamente, él también me había estado espiando o siguiendo, porque no habría otra manera de que se hubiese enterado de lo que hacía en la privacidad de mi habitación. Aunque, claro, las ventanas habían estado abiertas, pero aun así eso no lo detuvo para mirar y escribir un poema al respecto.
Justo cuando las palabras volvieron a mi boca y la coherencia se adueñó de mi mente para poder enfrentarlo, me di cuenta de que ya no era el momento para hacerlo, ya que se había marchado con su casi algo y volví a quedarme sola en el estacionamiento de la universidad.
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