Capítulo 5.
Capítulo 5.
—Ho-Hola, Nick —tragué saliva y entrelacé mis dedos, frotándolos en el momento que él comenzó a acercarse a mí.
«Mierda, mierda, mierda».
—Poesía romántica —asumió al resoplar y mirar los libros en el suelo—. ¿Te gusta seguirme?
«Mierda, qué directo».
—Lo siento —me disculpé apresuradamente, ya que sentía la necesidad de hacerlo—. No sabía que estarías aquí. Yo solo pasaba y...
Por un momento, me quedé en silencio al ver que elevó un poco su rostro mientras me observaba fijamente con frialdad. Era extraño, pero, a pesar de que no mostraba alguna expresión en concreto y se mantenía neutral, podía sentir como si estuviese disfrutando el hecho de que me estaba disculpando sin alguna razón.
—Bueno, yo solo pasaba y...
—Qué conveniente que siempre "pases".
—¿A qué te refieres?
—A que, últimamente, es lo que sueles hacer, "pasar" —se cruzó de brazos mientras sujetaba el libro de poesías que había estado leyendo con suma concentración—. A menos que el "últimamente" sea un siempre y continuamente.
—¿Me estás siguiendo? —me atreví a preguntar al presionar mis manos para calmar un poco la tensión de mi cuerpo.
Nick ni siquiera se inmutó ante mi pregunta, aunque no dejaba de mirarme a los ojos. Sin embargo, a pesar de que me sentía avergonzada, creía que era una pregunta válida, ya que quizá lo había visto a través de la ventana la noche anterior. Sin contar que últimamente sentía que me observaban cada vez que salía al exterior de mi hogar.
—Lo-Lo siento, yo... —tragué saliva al ver que él enarcó las cejas—. No quise preguntar eso. Es que...
—En realidad, vine a la biblioteca para hacer la tarea de la clase de Poesía. Por si lo has olvidado, la temática de la tarea y de la clase que se aproxima es sobre la poesía oscura.
—Cierto —sonreí nerviosa, queriendo que la tierra me tragara—. Por eso estás aquí, en esta sección.
Asintió lentamente, aunque en ningún momento me devolvió una sonrisa para aminorar mi situación delante de él.
—Me gustaría suponer que tú también.
—Ah, sí, sí —rasqué mi nuca a través de la capucha—. Solo buscaba algunas referencias para poder redactar mi poema para la clase de hoy.
—¿Con poesía romántica? —ironizó—. Sabes que ahora mismo estás en la sección correcta, ¿verdad?
—Creo que sí —sin dejar de apreciar sus ojos grises, asentí lentamente. Estaba totalmente embobada.
—Crees...
Volví a asentir. Sin embargo, Nick estudió detenidamente los comportamientos que emitían mi cuerpo ante su cercanía y presencia. Hasta podía sentir que se alimentaba de mi tímida y nerviosa actitud.
—Si también te gusta el romanticismo... —lentamente, se acercó a mí con seguridad, bajando la capucha de su abrigo, dejando su rostro completamente al descubierto.
No pude evitar dar varios pasos hacia atrás. Sin embargo, cuando me arrinconó contra una de las estanterías del tenue pasillo mezclado con el olor a libros viejos, cerré los ojos y sentí cómo mi pecho explotaría al igual que mi corazón acelerado. Nick jamás había estado tan cerca de mí y la situación estaba a punto de hacer que flaqueara de los nervios.
Luego solté un largo suspiro y mantuve los párpados presionados, esperando que sucediera cualquier acción que él estuviese dispuesto a tomar en cuanto a mí. No obstante, un escalofrío se apoderó de mi cuerpo al sentir que Nick posó sus labios sobre mi oreja.
—"El amor responde con una preciada y sutil mentira; porque él encarna tan dulce aspecto, que, usando solo el arma de su sonrisa, y contemplándome con ojos que encienden afecto, ya no puedo resistir más el intenso poder, de venerarlo con todo mi ser". Mary Wollstonecraft Shelley —el texto citado que salió de su boca me heló la piel por un momento.
Y, aunque sentía un extraño temor, admitía que me gustaba su forma tan sutil de hablarme. Debido a mis comportamientos obsesivos de acosarlo a escondidas, sabía perfectamente que amaba la literatura y que quería ser escritor.
—Aunque, debo admitir que un poco de romanticismo en la poesía oscura vendría bien —lentamente, se alejó de mí al extraer un libro de antología de poesías oscuras, justo donde su boca había estado a milímetros de mi oreja—. Ese poema se encuentra en este ejemplar, aunque también puedo sugerirte otros autores como: Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Herman Melville, Nathaniel Hawthorne, Emily Dickinson... —su tono cada vez era más bajo mientras mencionaba cada sugerencia, mirándome fijamente.
—Mjm... —asentí y tragué saliva lentamente, a punto de bajar mi mirada de la suya tan fría y grisácea.
Luego de mirarme fijamente un par de segundos que me resultaron interminables, se alejó de mí y me dio la espalda para seguir su camino, dejándome con el corazón acelerado. Sin embargo, al ver que estaba a punto de desaparecer de mi vista, la desesperación me llevó a decirle:
—Gracias por las sugerencias —le agradecí desesperadamente, haciendo ademán de volver a acercarme a él—. Me será de mucha ayuda, créeme.
Nick detuvo sus calmados pasos, pero no volvió a mirarme. Luego, al ver que no emití más palabras, se marchó y desapareció por completo de mi vista, dejándome con un extraño nudo en la garganta al no dejar de presionar contra mi pecho el libro que me había recomendado mientras los que se me habían caído aún yacían sobre el suelo del pasillo.
Sin embargo, luego de haberme quedado más tiempo en la biblioteca y realizar la tarea para la clase de Poesía, decidí salir del lugar para dirigirme hacia mi primera clase de la mañana. En ese preciso momento, me percaté de que a lo lejos Tiffany estaba acompañada de Nick. Ella le hablaba de manera despreocupada y entusiasmada, mientras que él se mostraba neutral, como siempre. En realidad, parecía molesto con el mundo y como si realmente quisiera que nadie le hablara.
En ese aspecto, admiraba la valentía de Tiffany para hablarle y sobrellevarlo en su estado más frío y cortante. Era como si eso no le afectara. Sin embargo, estaba segura de que conmigo no sería el caso. Estaba jodidamente enamorada y obsesionada con él, pero una parte de mí le tenía respeto a su lado distante.
Tanto así, que cuando vi que se acercaban cada vez más, nuevamente, decidí colocarme la capucha para cubrir mi rostro y alejarme cuanto antes. No obstante, cuando logré escabullirme de sus ojos grises tan cortantes, comencé a sentirme aliviada, hasta que tropecé con alguien al cruzar al siguiente pasillo.
—Mierda, a ver si para la próxima te fijas por donde vas —se quejó cuando se le cayeron unos libros y unos papeles que traía en sus manos.
—Yo... —con nerviosismo ayudé a recoger sus cosas del suelo para devolvérselas—. Lo siento mucho —me disculpé cuando le entregué todo lo que se le había caído.
—Perdón, en realidad no quería ser tan brusca —me dijo cuando nos miramos fijamente—. Soy nueva en esta universidad y ando un poco estresada.
—No te preocupes —le sonreí y en un acto de nerviosismo, acomodé mi mochila sobre mis hombros.
—Me llamo Maddie, Maddie Brown —se presentó, transmitiéndome familiaridad—. ¿Cómo te llamas? —me inspeccionó por completo, de abajo hacia arriba.
—Rosemary Jones, pero puedes decirme "Rose" —le dije en un tono bajito.
—Rose, es un placer —se rio—. ¿Siempre eres así? —bufó, aunque parecía dispuesta a acompañarme.
—¿Así cómo?
—¿Extraña? —enarcó las cejas y comenzó a caminar a mi lado.
—Sí, eso creo —ironicé, porque en realidad estaba en lo cierto.
—Una razón más para que seamos amigas —se emocionó y dio leves saltos—. No me malinterpretes, Rose. No soy de tener muchos amigos, y si los tengo, la mayoría son chicos, pero tú me caes muy bien.
«Genial, le caía bien a todas las personas que se me acercaban, menos a Nick». Pensé con ironía.
Cuando Maddie me acompañó hasta la puerta del aula, intercambiamos números de teléfono y un par de palabras más antes de que se despidiera. Ambas habíamos quedado para almorzar en la tarde, así que suponía que al menos tendría otra amiga además de la "casi algo" del chico que me gustaba.
En cuanto llegó la hora del almuerzo, ambas fuimos hacia la cafetería de la universidad, lo cual era un alivio para mí, puesto que era menos probable que me encontrara con Nick y Tiffany. No obstante, según Maddie, se encontraría con unos amigos de nuevo ingreso. Allí conocí a Brandon Smith y Wesley Doyle. Ambos eran pareja y sus mejores amigos. Debía admitir que también me habían caído muy bien.
—De verdad, Rose, tu cabello es precioso —me dijo Wesley, mientras todos almorzábamos junto a una mesa que se veía hacia el exterior del campus—. Es que hasta tu nombre combina con lo hermosa que eres. Eres como una hermosa rosa roja en todas las estaciones del año. ¿Es tu color natural? —me preguntó con entusiasmo, refiriéndose a mi color de cabello.
—Eh, sí —no pude evitar tocar mi cabello con timidez, pues, no estaba acostumbrada a recibir muchos halagos.
—Ya no la molestes, Wesley —le dijo Brandon con diversión—. ¿No ves que está nerviosa? Es nueva al igual que nosotros.
—Sí, pero eso no será un problema para nosotros. Además, haré la mejor fiesta que jamás se ha hecho para los de nuevo ingreso —comentó Wesley con demasiada confianza y Brandon puso los ojos en blanco.
—Yo... —los tres me observaron con atención, como si expresar palabras fuera algo incógnito en mí—. Yo espero que se diviertan.
—¡Vamos, Rose! —Maddie sujetó mi mano y la agitó—. ¡Anímate! ¡La pasaremos bien!
—Es que...
—¡Te prometo que no te dejaré sola en ningún momento! —me interrumpió. Ella podía ser muy persuasiva.
—Si quieres, te consigo un lindo vestido para ese hermoso cabello —me sugirió Wesley.
—No te preocupes, ese no es el problema.
—¡Entonces, qué no se diga más! —Maddie estaba muy decidida—. Pasaré por ti y te recogeré en tu casa —me sonrió con suficiencia, sin dejar que tan siquiera me negara.
La verdad era que ella y sus amigos me caían muy bien, así que al menos lo intentaría. Es decir, «¿cómo podía negarme ante Maddie Brown?». Era una chica muy segura de sí misma y no era para menos. Era hermosa, con su piel pálida y su cabello liso color negro que brillaba al igual que su mirada.
«Mierda, después de esa fiesta, tal vez sí necesitaría una sesión con el doctor Miller». Fue lo que pensé, porque no sabía si estaba preparada para interactuar de esa manera con la sociedad.
Luego de haber almorzado con Maddie, Wesley y Brandon, acordamos volver a reunirnos en la cafetería cada vez que pudiésemos. Hasta ya hacían planes para que saliéramos de compras alguna vez. Yo solo intentaba fluir con ellos y poner de mi parte. Sin embargo, después de tomar más clases en lo que restaba del día, había llegado el momento de tomar Poesía.
Evitar a Nick Adams había funcionado, pero era consciente de que tampoco funcionaría siempre, ya que en algún momento tendría que verlo, así fuese en la clase de Poesía o como vecino.
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