Capítulo 24.
Capítulo 24.
«¿Pero qué mierda?».
Todas las alertas de mi sistema y mis sentidos se enfocaron en como Nick me observaba fijamente mientras caminaba hacia el vehículo del detective junto a los dos alguaciles mientras la tía Hellen me acompañaba.
Cuando mi tía se despidió de mí con un beso en la mejilla, dedicándome una mirada llena de preocupación, se alejó y regresó hacia la puerta de la casa, donde el tío Benjamín la esperaba con los brazos cruzados y sin ninguna expresión en concreto.
Un ataque de ansiedad quería gobernar por completo mi sistema y mi consciencia. Podía jurar que necesitaba desahogar la impotencia que me generaba toda la jodida situación: las muertes del pueblo, la obligación como testigo de tener que asistir para realizar declaraciones ante un sistema de justicia basura que yo no apoyaba y que tampoco me interesaba y, por último, las extrañas sensaciones que Nick me estaba causando.
—Joven Adams, no tengo todo el día —le dijo el detective al mantenerse al lado de su vehículo mientras le daba una calada a su cigarro—. Espero que pueda comprender que usted no es el centro del mundo y que luego de esta parte del trabajo necesito continuar con la investigación.
«No necesitaba ser el centro del mundo, cuando él era el centro de mi propio averno». Me respondí mentalmente cuando caminé lentamente hacia él, estudiando el panorama disimuladamente.
Estaba completamente segura de que el detective Niall Dankworth se sentía fastidiado por la actitud pasiva y distante de Nick. Ni siquiera se inmutó cuando había dicho que debía ir con él de inmediato. Al contrario de eso, cuando lo ignoró y fue a prepararse, se tomó el tiempo necesario para que se alterara un poco más. Nick tenía una especie de don para hacer enfadar a la gente cuando le placiera.
—Me iré en mi vehículo —le informó Nick al ver que me observaba con recelo desde una de las puertas posteriores.
Estaba a punto de acceder al interior del vehículo del detective cuando escuché lo que Nick iba a hacer, ya que quería pasar por encima de las órdenes de Niall Dankworth.
—¿No entendió lo que he dicho? —le preguntó con sorna, lo cual llenó a Nick de adrenalina al saber que ya se estaba enojando—. Antes de que usted se tomara su tiempo, como acostumbran los riquitos de este pueblo, le dije que tendría que ir conmigo, Adams —apagó su cigarro y se acercó más, observándolo fijamente a los ojos—. Con eso me refiero a que debe ir conmigo, en mi vehículo.
—¿Debo? —mantuvo sus ojos grises sobre los suyos, puesto que jamás perdía cuando se trataba de cargar la mirada.
—Así es, debería —puntualizó.
—"Debería", pero no lo haré.
—¿Cree que puede hacer lo que le plazca por ser un Adams?
—Quizá, pero su "debería" en realidad está bien recalcado. Por lo tanto, detective Dankworth, "debería" ir con usted hacia la comisaría, pero no lo haré, porque no es mi obligación. Mis actitudes no tienen nada que ver con el apellido de mi familia. Es lógica intuitiva.
El detective Niall Dankworth frunció el ceño y soltó un leve bufido al mantener su fría mirada sobre la de Nick.
—¿A qué le teme, Adams?
—Yo "debería" preguntarle eso a usted —Nick ironizó al seguir su juego de palabras—. "¿A qué le teme?" Le estoy informando que iré en mi vehículo. ¿Acaso no es suficiente?
—No estoy para juegos, Nick Adams.
—¿Y yo sí? ¿Quién cree que soy? ¿Un estudiante mundano de aquella estúpida fiesta? Qué me mezcle entre ignorantes por un poco de diversión, no significa que yo también lo sea —Nick bufó.
—Es un tipo de característica que lo hace una persona de interés. A veces las mentes más elevadas —el detective tocó levemente su sien—, son las que se convierten en las más peligrosas para esta sociedad de ley y orden.
—Debo admitir que sonaría conmovedor para cualquier persona mortal que se entrega como una prostituta al sistema decadente de "ley y orden" —Nick se rio abiertamente—. En fin, entiendo que este sea su trabajo, pero como le indiqué, iré en mi vehículo.
—Me parece que usted también es muy... —lo miró de abajo hacia arriba con superioridad—. Inteligente.
—Cuando convertimos el conocimiento en nuestro mayor poder, podemos darnos cuenta de detalles muy simples que al principio no lo parecían —Nick contraatacó—. Por ejemplo, sabe perfectamente que no puede obligarme a irme con usted en su vehículo, porque solo soy un testigo al igual que la señorita Jones. No somos sospechosos, sino posibles testigos, pero se reservó el derecho de informárnoslo una vez que tocó las puertas de nuestras casas.
El detective Dankworth sonrió con sorna al asentir.
—Buen punto —le dio la espalda a Nick y cuando abrió la puerta de su vehículo para acceder al interior.
—De hecho, si no le importa, creo que la señorita Jones quiere acompañarme en el trayecto —espetó Nick tranquilamente, causando que yo me congelara.
—Ella no ha dicho nada, Adams —le dijo el detective a regañadientes cuando cerró la puerta y se acomodó sobre el asiento del conductor.
Nick me miró fijamente y mostró una expresión más suavizada para que supiera que debía irme con él. No era una simple manipulación de su parte, porque no le placía darme la opción. Él simplemente no quería que fuera escoltada hacia la comisaría por el detective Dankworth y sus alguaciles. Tenía que escogerlo a él. El averno del egocentrismo que habitaba en las profundidades de su oscura alma no me lo permitía.
—Ella no ha dicho nada, pero lo hará, porque así lo prefiere —dijo Nick tranquilamente, bajando el tono de su voz para que su convencimiento fuera exitoso—. Le gusta estar conmigo.
El detective giró un poco su cuerpo y me miró directamente a los ojos. Quería saber si él estaba en lo cierto.
—Bu-Bueno, yo... —discretamente, Nick observó cómo la saliva descendía lentamente por mi garganta.
«Realmente, lo estaba pensando».
Solté un leve suspiro y rasqué mi nuca.
«Nick me estaba haciendo dudar».
Nick se giró sobre sus pies y nos dio la espalda a ambos. Había mostrado seguridad en sus palabras para que la vulnerable flor que él creía que yo era volviera a caer en sus redes, porque así de rápido operaba su ágil mente.
—Te esperaré mientras enciendo el motor, Rose.
«Acepta, acepta, acepta». Mi mente no dejaba de traicionarme una y otra vez.
—E-Está bien.
Por alguna razón, percibí que sonrió levemente y continuó su camino sin más, consciente de que Nick comenzaba a disfrutar de la mayor debilidad mía: él.
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