Capítulo 23.
Capítulo 23.
Traté de desaparecer cualquier disgusto reflejado en mi rostro demacrado y caminé hacia las escaleras hasta subir a mi habitación, donde escuché que no dejaban de tocar la puerta de los Adams con insistencia. Fruncí el ceño y no pude evitar sentir curiosidad de mirar a través de las cortinas de la ventana. Cuando me acerqué, divisé al detective Niall Dankworth y los dos alguaciles que lo acompañaban.
—¿Nick Adams? —escuché a lo lejos al detective.
Me concentré en escuchar y percibir lo que ocurriría, ya que el detective Dankworth y Nick habían tenido un intercambio irónico y sarcástico de palabras cuando él nos encontró por el bosque del campus.
«¿Acaso pensaría que realmente somos los asesinos?».
—¿Y ahora qué quieren? —Nick preguntó en un tono neutral, como si no le sorprendiera ver al detective y los alguaciles frente a la puerta de su hogar.
—Creo que ya no hace falta presentarnos, joven Adams —le mostró su placa de oficial.
No dejé de estudiar la escena entre Nick y el detective ni por un segundo, porque un extraño presentimiento me hacía sentir que algo no pintaba bien.
—Estoy aquí por la muerte de la nueva víctima de este pueblo, la estudiante de nuevo ingreso Kate Turner. Ocurrió anoche en una fiesta universitaria llena de estudiantes de la «Universidad Literaria de Westport». Tengo entendido que usted también estuvo presente, que asistió y huyó del lugar como los demás.
«Mierda, esto realmente se ponía peor», pensé al continuar escuchando con atención.
—Niall Dankworth —Nick pronunció su nombre con ironía—. Como estudiante que soy, ¿te quedarías para ver el cuerpo mutilado de una chica inocente?
El detective no respondió a su pregunta por razones obvias, pero ambos no dejaban de mirarse fijamente a los ojos, como si de un enfrentamiento silencioso se tratara.
—Necesitaré que me acompañes a la comisaría para tomar una declaración por su parte —espetó el detective.
—No tengo problema con eso, detective —Nick se encogió de hombros—. Me vestiré de forma más adecuada y saldré para allá.
—No —el detective negó rotundamente con la cabeza—. Vendrá ahora, Adams. Alguien más lo espera.
El velo cayó delante de mis narices, mostrando una nueva y oscura era, una que era acompañada de una montaña rusa cubierta de sinuosas obsesiones que comenzaban a gobernar mis emociones por él, por Nick Adams.
No podía negarlo, las espantosas muertes de aquellos estudiantes causaban que mi mente dañada, la cual se encontraba en un grotesco y profundo abismo, empeorara. Nuevos demonios renacían en los recovecos de mi mente y estos no pensaban detenerse. Yo tampoco lo haría. Era por eso que continuaba espiando desde mi lugar y escuchando la conversación que ahora mantenía con su madre en la segunda planta, justo en su habitación. Desde mi posición podían oírse levemente.
—Nick, ¿a dónde crees que irás con ese detective? —su mamá se detuvo en el marco de la puerta de su habitación, interponiéndose en su camino al cruzar los brazos. Su fría expresión no mostraba confianza ante la situación y yo lo sabía mejor que nadie, porque anoche sí estuve con su hijo en muchas ocasiones.
Aunque el detective Niall Dankworth le había insistido a Nick en que tenía que ir con él de inmediato, él había hecho caso omiso y fue hasta su habitación para prepararse. Por alguna razón, sentía que a él no le gustaba en lo absoluto que ciertas personas se tomaran la libertad de sentir cierto poder sobre lo que él debía hacer, y el detective no era la excepción. Solo con escucharlos y verlos en los minutos que estuvieron frente a la puerta de los Adams, supe que no le daría el placer de usar su cargo de autoridad sobre él. Además, Nick no podía darse ese lujo. Mucho menos cuando ni él ni yo éramos unos asesinos.
—¿No escuchaste lo que dijo el detective? —por un momento, él esquivó los fríos y grises ojos de su madre, como si le causara fastidio que husmeara en sus asuntos—. Niall Dankworth quiere tomar mi declaración por la muerte que ocurrió en aquella fiesta a la que fui.
—Ese detective no me inspira nada de confianza —su madre le sonrió con una dulzura que resultaba escalofriante—. Tú mejor que nadie lo debes percibir.
—Claro que lo percibo, pero después de lo que sucedió, ir a declarar para la investigación de esa muerte es lo menos que puedo hacer —se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
—¿Estás seguro de que "es lo menos que puedes hacer", Nick? —su madre posó las manos sobre sus hombros, mostrando una sonrisa peligrosa y maquiavélica, una que hacía brotar dulzura de su delicado rostro.
—No me digas que crees que yo lo hice —bufó Nick.
—Yo no he dicho tal cosa, Nick Adams —protestó su madre al mirarlo con desdén.
—¿Quién lo dice? —Nick enarcó las cejas.
No pude evitar fruncir el ceño ante su sarcasmo.
—Sabes perfectamente como es esto, Nick. Los Adams no podemos tener muchos amigos, porque nos incluyen en chismes que no tienen nada que ver con nosotros. Mucho menos «El Destripador de Westport» —le recalcó—. Sabes que te quiero y solo me preocupo.
—¿Tú hablando de "querer"? —Nick puso los ojos en blanco—. No seas hipócrita, mamá. Tú no sabes lo que es querer, porque jamás me lo enseñaste. Entonces, no hables de lo que no conoces, Emily —frotó el puente de su nariz y prosiguió—: Si no te importa, ya debo irme —cuando ella se hizo a un lado, él salió de su habitación después de haberse preparado.
Cuando bajó hacia la primera planta y salió de la casa, fruncí el ceño al percatarme de que era mi turno de prepararme para bajar y encontrarme nuevamente con él.
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