Capítulo 14.
Capítulo 14.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando volví a escuchar otro grito más estremecedor, causando que los animales nocturnos que se encontraban ocultos entre los árboles que rodeaban la institución, también se alteraran.
Miré en diferentes direcciones, tragando saliva lentamente al sentir que el aire se atoraba en mis pulmones por el miedo que comenzaba a dominar mi sistema.
—Mierda, maldigo el momento en el que decidí venir hasta aquí a estas horas —dije por lo bajo para mí misma al buscar en mi teléfono el número de Maddie entre mis contactos.
Cuando presioné su nombre y coloqué el teléfono sobre mi oreja, fruncí el ceño con temor al escuchar el tono al otro lado de la línea. Ella no respondía. Decidí llamar a Brandon, pero este tampoco respondió.
Caminé deprisa y me alejé del vehículo para dirigirme hacia donde se suponía que se encontraba Maddie y Brandon. Los gritos no solo me aterrorizaron, sino que también hicieron que me sintiera preocupada por mis amigos. No obstante, una vez que me distancié lo suficiente de la zona del estacionamiento, mi corazón se aceleró mucho más al sentir como si me estuvieran observando.
La brisa fría y nocturna se combinaba con los escalofríos que recorrían mi cuerpo y me helaban la piel por completo. El crujir de las hojas secas que habían caído de los árboles se mezclaban con cada paso que realiazaba con la intención de acercarme hasta la zona del lago para encontrar a mis amigos.
Me sentía como en una novela lovecraftiana, como si en cualquier momento algún ser o ente oscuro se fuese a aparecer ante mí para perturbar y desorientar mi psique y mi frágil sistema nervioso.
—Maddie —la llamé cuando divisé a lo lejos el lago—. Brandon —tragué saliva al llamar a mi amigo.
El soplido del viento comenzó a tornarse angustioso y las hojas secas resonaban al compás de la brisa mientras continuaba caminando.
—¡Maddie! —grité con cierta emoción cuando la vi inclinada vomitando mientras Brandon la ayudaba a sujetarse—. ¿¡Qué pasó!? ¿¡Están bien!? Escuché gritos y pensé que... —mi vista se perdió por un momento hacia el lago, donde, claramente, percibí trozos de un cadáver.
—Lo siento —Brandon se disculpó con sinceridad, ayudando a Maddie mientras esta vaciaba de su estómago todo el alcohol que había ingerido en la fiesta—. No pensé que esta situación la pondría así.
De repente, mi estómago se retorció y las náuseas comenzaron a dominarme mientras mi cuerpo temblaba por el horror y miedo que estaba sintiendo en el momento. Es decir, lo menos que quería era estar en la zona donde se hallaba un cadáver desmembrado con sus extremidades flotando en el lago de la universidad a la cual asistía. Sentía que cada día que pasaba en la institución se convertía en un lugar de castigo para las personas que hacían el mal en silencio y a escondidas.
—Todo esto es... —tragué saliva al notar que el agua se tornaba más oscura de lo normal por la sangre que contaminaba el cuerpo de agua—. Esto es un asco —logré decir, a punto de tener arcadas—. ¿Y el supuesto detective que estaría aquí? —intenté respirar pausadamente, soportando lo más que podía el asco que me causaba la grotesca escena, ya que el olor metálico de la sangre me hacía más consciente de que había un jodido cuerpo desmembrado frente a nuestros ojos.
—No lo sé —me dijo Brandon mientras continuaba ayudando a Maddie—. Me habían dicho que estaba aquí, trabajando en la escena del crimen mientras llegaba la policía.
—Esto es el colmo —miré a mi alrededor.
El ambiente nocturno se tornaba más silencioso de lo normal. El agua del lago sanguinolento resonaba con suavidad por la fría brisa que acariciaba la superficie. Era como si los líquidos se hubiesen mezclado y se hubiera convertido en alquitrán.
—Tenemos que irnos —les sugerí al mirar con asco cómo el torso desnudo de un cadáver todavía flotaba.
—Todavía no podemos irnos —me dijo Brandon—. La familia del primo Sean está por llegar y ya les dije que estaba aquí.
«Mierda, por un momento olvidé que el cadáver desmembrado se trataba de su primo».
—Está bien —le dije mientras mi labio inferior temblaba por los nervios que estaba sintiendo en el momento—. Llevaré a Maddie al estacionamiento. Todavía sobra un poco de agua de las botellas que nos dio Wesley. Tiene que hidratarse.
Cuando Brandon asintió y Maddie recobró la compostura, la acompañé hasta el estacionamiento y la ayudé a acomodarse sobre el asiento del copiloto cuando abrimos la puerta de su vehículo.
—¿Estás bien? —la miré con preocupación.
—Sí, sí —frotó su frente y tomó varias bocanadas de aire—. Creo que fue la impresión del momento. Es decir, no es lo mismo ver algo como esto en un video a tener que presenciarlo personalmente.
—Te entiendo —bajé la mirada y suspiré—. Sabía que venir aquí no era una buena idea, pero entiendo que quieras acompañar a tu amigo.
—Mejor amigo —remarcó, haciendo el asunto más evidente.
—Lo sé —sujeté su mano y la presioné con calidez—. Si te sientes mal, no te preocupes. Yo lo acompañaré mientras te recuperas.
—Gracias, Rose —le dio un sorbo a una botella de agua, refrescando su garganta después de haber vomitado—. Siento que esto tenga que ser una molestia para ti. Apenas comenzamos a ser amigas y...
—Está bien, está bien —la interrumpí—. Créeme, lo entiendo. No tienes que disculparte por esto. Además, lo que has presenciado ha sido... —no tenía palabras para explicar el horror que sentí cuando vi a la víctima en trozos—. Iré a acompañar a Brandon y en cuanto llegue la familia de ese tal Sean, nos largamos de aquí.
Maddie asintió y comenzó a calmarse ante mis palabras. Cuando regresé por donde había venido, el silencio de la noche me resultó más agobiante al percatarme de que Brandon no estaba donde lo habíamos dejado. El lago sanguinolento estaba exento de personas, así que tragué saliva y miré el ambiente con desdén, esperando verlo en alguna parte. Sin embargo, continuaba sin divisar nada mientras los nervios querían volver a apoderarse de mi sistema.
—¡Brandon! —lo llamé con cierta fuerza en mi voz, aunque mi tono denotaba lo nerviosa que me sentía—. ¡Brandon, soy yo, Rose! —miré a mi alrededor, hasta que mi vista volvió a dirigirse sobre el oscuro lago lleno de sangre y trozos desmembrados.
«Cálmate, Rose». Me alenté mentalmente, tomando varias bocanadas de aire con lentitud. «Cálmate y no dejes que los nervios te traicionen. No explotes en un ataque de crisis existencial».
En ese preciso momento, escuché el crujir de la hierba y las hojas secas detrás de mí, causando que me girara de sopetón al darle la espalda al lago. Sin embargo, caí sentada sobre el suelo cuando la silueta de alguien se hizo presente a una distancia considerable mientras se acercaba lentamente hacia mi dirección.
«¿Sería el destripador?».
Engrandecí los ojos y me arrastré hacia atrás al percatarme de que sujetaba algo amarillo que resaltaba en el oscuro ambiente. Aunque no podía ver su rostro ni identificarlo a través de la oscuridad, supe que tenía toda la intención de acercarse a mí.
—¡N-No se acerque! ¡No se acerque! —repetí asustada, arrastrando mi cuerpo contra la hierba reseca y percatándome de que estaba a punto de tocar el agua sangrienta, ya que estaba casi sobre el borde del lago—. ¡Dije que no se acerque! —levanté la voz más nerviosa de lo normal.
«¿Realmente sería el asesino del que todos hablaban?».
Sin embargo, cuando giré la cabeza hacia el lago para ver si había alguna opción de escapar, divisé cómo el craneo del cuerpo desmembrado flotaba sobre el agua oscura y enrojecida. La cabeza, que estaba apartada de los demás restos, no tenía ojos y estaba con la boca abierta, como si hubiese visto un monstruo en quien lo asesinó.
«Aunque, honestamente, sí lo era».
Grité espantada.
Grité a tal punto de que se me rasgaran las cuerdas vocales.
Me levanté del suelo y corrí horrorizada por donde creí que había venido. Continué gritando sin parar y mis pulmones comenzaron a doler cada vez que me alejaba mucho más. Quería sacar la imagen escabrosa de mi mente, pero era imposible cuando lo había percibido en primera persona.
Con el ataque de pánico haciendo estragos en mí, comencé a llorar de impotencia mientras continuaba corriendo sin parar, sabiendo que quizá me estaban persiguiendo para asesinarme.
«Esto no podía estar pasándome», me lamenté al seguir llorando y corriendo.
De repente, tropecé con alguien y caí sobre el suelo. Cuando mis ojos se encontraron con un calzado deportivo, miré hacia arriba desesperadamente, encontrándome con una silueta que se me hacía muy conocida, ya que portaba una capucha que cubría su cabeza y su rostro.
—¿N-Nick? —engrandecí los ojos y tragué saliva cuando desde el suelo miré sus ojos grises que resaltaban a través de la fría y lúgubre noche—. ¿Pero...? —fruncí el ceño y enjugué las lágrimas de mis mejillas al divisar fugazmente el aro de su nariz para comprobar que verdaderamente era él.
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