Transformación.

"El último fue Belial. Nunca cayó del cielo espíritu más impuro ni más torpemente inclinado al vicio por el vicio mismo. No se elevó en su honor templo alguno, ni humeaba ningún altar, pues Belial se era suficiente..."

El paraíso perdido,

John Milton.







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Jungkook, como cualquier otro demonio, era capaz de reconocer un alma carcomida por la perversidad, como también era capaz de reconocer un alma pura y bondadosa. Solo bastaba una sutil brisa de la esencia del humano; oler las pequeñas notas que desprende cada cuerpo sin la necesidad de mirarlo. Él, al igual que Dios, tenía la absoluta potestad para corromper y condenar. Incluso si un precioso Serafín decidiera posarse frente a él, Jungkook no dudaría en tentarlo; hacerlo caer bajo sus engaños y consumir en su totalidad aquella luz celestial.

Jimin, ese precioso chico de piel pálida con rizos dorados, no sería la excepción.

Su alma era algo sublime, como la de los pequeños ángeles que corretean felices por las hierbas frondosas en los jardines del Edén. Un peculiar humano, que irónicamente no parecía acordarse del Dios todopoderoso, no hasta el día en que cayó en la desolada isla.

Y Jungkook sabía que si lo dejaba ir, de igual forma Jimin terminaría en el paraíso, disfrutando del coro celestial junto a la legión de ángeles y Dios, el padre creador de todo.

Pero a la mierda Dios y sus jodidos ángeles. Jungkook no era bueno.

Jungkook era un demonio arrogante y cruel, y si debía arrancar las alas a un pequeño Querubín con sus propias garras, no dudaría en hacerlo, incluso lo disfrutaría. Se regocijaría al ver como cae un ser de luz ante sus pies, como es corrompido por las tinieblas. Él no sentía compasión y nada lo detenía ante el deseo propio de querer poseer algo, menos ese precioso humano con rizos de oro.

"Quiero ir a casa, por favor..." había balbuceado Jimin, tan bajito que si Jungkook hubiese sido un simple y miserable humano, no le habría escuchado en lo absoluto.

"No." Le respondió con voz áspera y vio como Jimin se encogía en su lugar.

"Por favor..." se atrevió a insistir, arrepintiéndose en el instante que las palabras abandonaron sus labios.

Cuál relámpago, Jungkook había llegado a su lado, sosteniéndolo por el cuello en un agarre firme y doloroso, ejerciendo presión e impidiendo el paso del oxígeno a sus pulmones.

"No hay nada para ti fuera de esta isla, Jimin." susurró en el lóbulo de su oreja, mientras daba un obsceno lametón en ella.

Disfrutó oler el miedo en Jimin, aún cuando en más de una vez se armó de valor y lo desafió. Disfrutó ser el causante de aquellas gotas saladas que brotaban de sus ojos y rodaban por sus febriles mejillas. Disfrutó en demasía escuchar los sollozos y débiles lamentos, como si aquello fuera la más preciosa de las melodías.

Disfrutó clavar sus afilados colmillos en la tersa piel del cuello de Jimin una y otra vez, logrando someterlo a sus más sórdidos deseos; queriendo corromper, ensuciar y sodomizar a su antojo aquella pureza que mantenía cautiva, privada de libertad.

Pensó que llegaría un punto de quiebre, donde se cansaría de poseer tan delicado y exquisito cuerpo, que terminaría eliminándolo como solía hacerlo con cada insignificante humano, pero no pasó. Y temía por él mismo que jamás pasase.

















⸸⸸⸸

Las horas, los días, las semanas y los meses avanzaron en un ritmo acelerado, logrando que Jimin perdiera la cuenta de cuánto tiempo llevaba varado en aquella isla paradisíaca, comenzando a cansarse de lo mismo. De la misma repetida e insípida rutina cada día, excepto cuando las lumbres del ocaso prendían el cielo, porque era ahí cuando Jungkook dejaba de hacer lo que fuese que hacía para dedicarle total atención.

Por eso Jimin se encontraba solo bajo un gran árbol torcido entre un montón de rocas, donde se formaba una pequeña poza gracias a las olas que quedaban atrapadas ahí.

Un gemido entrecortado escapó de sus labios cuando los dedos de sus pies acariciaron las gélidas aguas, pero eso no lo detuvo y los sumergió hasta los tobillos, sonriendo mientras comenzaba a moverlos y a chapotear en un vago intento por mantenerse distraído. El clima tropical ya no le resultaba fascinante como al inicio, ahora lograba aburrirse apenas el alba se hacía presente.

Apartó sus ojos miel de sus pies y los llevó hacia el horizonte, contemplando la abrumadora tranquilidad del océano. Su ceño se frunció cuando giró su rostro y pudo ver los restos de una pequeña embarcación que comenzaba a desaparecer mientras el mar se lo tragaba.

Odiaba ver eso, pero no servía de nada que le rogara a Jungkook, que le implorase entre hipidos que desistiera de acabar con la vida de gente inocente. Jungkook no lo escuchaba y parecía que jamás lo haría.

Desvió la vista de aquellos restos, devolviéndola a sus pies y sintiendo como sus ojos comenzaban a cristalizarse ante la frustración de no poder hacer nada por esas almas que eran condenadas a la desdicha eterna. Los gritos de horror y los llantos resonaban aún en su cabeza, torturándolo de una manera cruel cada vez que cerraba los ojos e intentaba dormir, olvidar.

—Oye —la voz ronca del único supuesto humano que le hacía compañía cada día lo hizo volver en sí, desviando sus ojos hasta posarlos en los contrarios.

Jungkook, ese hombre con un aura lúgubre que de alguna manera lograba cautivarlo, someterlo cual sumiso ante su amo, estaba parado a unos centímetros de él. De sus revoltosas hebras azabaches caían gotas saladas, humedeciendo su tonificado y bronceado torso desnudo.

—Hola... —susurró bajito, ignorando cuán caliente se veía Jungkook ante sus ojos y sonrió, o al menos eso pensó.

Jungkook se dio cuenta, mas no dijo nada. No podía con el peso de los miserables sentimientos que poseían los humanos. Que poseía Jimin. No sabía cómo tratarlo, cómo calmarlo.

—¿Qué haces aquí, Ricitos? —avanzó hasta él y vio como Jimin revoloteaba su abanico de pestañas, disipando las lágrimas que en algún momento desearon salir.

Jimin no intentó moverse de donde estaba, no cuando necesitaba refugiarse del maldito sol que ya comenzaba a dañar su delicada piel.

—Solo... pensaba.

—¿Y qué pensabas? —rara vez, Jungkook parecía interesarse en ese tipo de cosas e intentaba entablar una conversación civilizada.

—Es... estoy aburrido —frunció los labios, formando un encantador puchero que Jungkook miró con atención.

—Hm —alzó las cejas en señal de que era algo que ya llevaba escuchando desde meses.

—Uhm... tengo hambre —sabía que no llegaría a nada bueno si insistía en el tema, por lo que prefirió irse por el lado seguro, ese donde Jungkook solía consentirlo.

—Vamos, te daré de comer —lo invitó a levantarse y extendiendo su mano para ayudarle a ponerse de pie.

Sonriendo, Jimin la tomó sin dudarlo. Quién lo viera, cuando meses atrás tuvo miedo y dudó al ver la mano grande con uñas pintadas de Jungkook. Ahora, con el paso del tiempo, parecía que ya no dudaba cuando se trataba de él.

La relación con Jungkook en un inicio fue jodidamente extraña. Él le temía la mayor parte del tiempo, pero Jungkook no siempre resultaba ser un maldito ogro, porque se preocupaba de que comiera adecuadamente, de mantenerlo caliente cuando la temperatura bajaba considerablemente, de que pudiera bañarse con agua tibia, de tenerle las comodidades básica que cualquier ser humano necesita para vivir tranquilamente. ¿Como carajos lo hacía? Jimin no lo sabía. Tampoco era algo que quería saber.

—Quiero ir a casa... —terminó por decir, sin siquiera poder pensar las palabras que salían de su boca.

—Esta es tu casa, ¿ya lo olvidaste? —comenzó a avanzar, guiando a Jimin para que saliera del roquerío sin lastimar sus pies.

—No —se detuvo en seco cuando finalmente los dedos de sus pies se enterraron en arena blanca— Quiero volver a mi país, quiero mi vida de vuelta.

—No.

—¡¿Por qué no?! —vociferó exaltado, harto de toda la mierda que lo estaba abrumando— ¡Quiero estar lejos de aquí, de ti! ¿Por qué no lo entiendes? —las traicioneras lágrimas volvieron a aguar sus preciosos ojos, dejándolos más brillantes de lo que ya eran.

—Esta es tu casa —gruñó, tomándolo de las hebras rubias mientras empuñaba su mano en ellas, obligándolo a ladear la cabeza hacia el lado contrario para darle acceso a su delgado cuello - Repítelo - ordenó, cepillando con sus dientes la magullada piel a causa de las incontables veces que clavó sus colmillos en él.

Un sollozo involuntario salió de los labios pomposos de Jimin, cuando comprendió que nuevamente no tendría control sobre sí mismo, porque cada vez que Jungkook hincaba sus afilados dientes en su cuello, lograba someterlo aun contra su voluntad.

—C-casa... —tragó grueso— Aquí, casa.

—Sí, conmigo —besó la piel dañada en vez de volver a lastimarla, sorprendiendo al rubio ante tan delicado gesto.

Jungkook soltó su el agarre lentamente, moviendo su mano a lo largo de la afilada mandíbula, delineandola con la yema de sus dedos.

—Sí... —susurró cerca de los labios contrarios.

—Eres mío, Ricitos —Jungkook clavó sus penetrantes ojos negros en los de Jimin, logrando su único objetivo; intimidarlo— No lo olvides, Jimin. Eres mío y no te dejaré ir. Nunca.

—¿Por qué? —no apartó sus ojos miel de la soberbia mirada del azabache.

—Porque yo lo digo.

—¿M-me quieres, Jungkook? —quizás estaba loco, mal de la cabeza o padecía algún tipo de síndrome, pero no podían culparlo. No cuando llevaba conviviendo, besando, uniendo su cuerpo con la misma persona durante meses. Él tenía sentimiento, un corazón rebosante de amor, dispuesto a dar y a recibir— ¿Me amas?

La infame sonrisa que adorno los finos labios del azabache lo hizo bajar la vista, sintiendose repentinamente un idiota al creer que Jungkook, un demonio, sentiria amor por alguien más que por sí mismo.

Jungkook no amaba a nadie, no conocía aquel sentimiento ni lo que significaba. Jungkook era un demonio egoísta y posesivo.

En cambio Jimin... él era conocedor de aquel hermoso sentimiento, como cualquier ser humano.

—¿Es importante eso para ti? —su voz salió extrañamente suave; calmada— Me refiero a toda esa mierda de los sentimientos.

—Uhm. Sí... —musitó despacio, sin poder mirarlo.

—¿Y tú, me quieres? —preguntó él, alzando el mentón de Jimin con su dedo índice para que lo mirase a los ojos.

—No —mintió y vio como Jungkook arqueaba una ceja. Él sabía que mentía.

—Entonces yo tampoco —no comprendía con claridad qué era lo que aquel desdichado humano lograba hacerle sentir.

—Entonces... uhm, déjame ir...

—No.

—Por favor... —vio la angustia en esos preciosos fanales que lo miraban con algo que él no reconocía a simple vista, aquello que los mortales llamaban amor.

—¿Por qué debería?

Jimin tomó una gran bocanada de aire, ahogando los hipidos que deseaban escapar de sus labios y se acercó un poco más a Jungkook, apoyando su frente en los firmes pectorales del azabache, enterrando su cara en él y deleitándose con ese olor a mar que desprendía la bronceada piel.

—No quiero ver más accidentes... no más almas en pena vagando por la isla, por favor. Y-ya no lo soporto... —imploró completamente roto, deseando que Jungkook accediera.

—Hm... —tarareó mientras pensaba en el porqué deseaba acceder a una ridícula petición que no le traería beneficio alguno— Si dejo de hacer eso, ¿dejas de querer irte?

—Sí —Jungkook sonrió ladino y unas suaves arrugas adornaron las esquinas de sus ojos.

No era como si él se estaba dejando subyugar por unas miserables lágrimas, simplemente le hacía creer a Jimin que le daba la posibilidad de elegir, porque aun si seguía matando frente suyo, no lo dejaría ir aunque suplicase.

—Vamos a darte de comer, Ricitos. No quiero que termines en los huesos.

Jimin se apoyó sobre la punta de sus pies descalzos para elevarse y depositar un casto beso en el mentón de Jungkook, quien volvió a sonreír ante tan atrevido movimiento.

—Eres todo un coqueto, Ricitos.



⸸⸸⸸

Con movimientos lentos, Jungkook retiró la camisa holgada que llevaba puesta Jimin luego de haberse dado un delicioso baño. Tocó su pecho desnudo, deslizando sus dedos a través de la blanquecina y cremosa piel, acariciando sutilmente sus ya erectos botones rosas. Jimin no opuso resistencia en ningún momento, él simplemente se dejó hacer por el demonio que lo mantenía al borde del abismo.

—Te quitaré toda la ropa, Ricitos —le susurró cerca del lóbulo de la oreja, donde pasó su juguetona lengua.

—Vale, pero b-beso —demandó, frunciendo angustiosamente el ceño— Bésame, Jungkook.

Jungkook sonrió; orgulloso de ser el dueño de tan exquisito cuerpo. Sometiéndose a la demanda de su frágil humano, se inclinó para besarlo a su antojo.

El beso fue suave y delicado, nada como al inicio, donde simplemente le follaba la boca con su lengua sin piedad.

—Jungkook... —susurró Jimin sobre sus labios, envolviendo sus brazos en el cuello de este mientras se mantenía sobre la puntita de sus pies.

—¿Hm?

—Creo que... hay algo malo en mí...

—¿Algo malo? —intentó sonar como que no lo sabía, pero Jungkook era conocedor de los pensamientos más recónditos de Jimin.

Jimin asintió con un lento movimiento de cabeza.

—¿Sientes mi corazón, Jungkook...?

Jungkook resopló ante lo obvio, pero sabía a dónde iba con esa pregunta.

—Lo hago, Ricitos —llevó sus labios a la mandíbula del rubio para depositar pequeños besos.

—No lo quiero más... —balbuceó, conteniendo los gemidos ante el placer de sentir cómo las manos ásperas de Jungkook recorrían su torso desnudo.

Jungkook sonrió con el orgullo emanando desde su interior.

—¿Me lo vas a entregar, Ricitos? —Jimin asintió con un gemido escapando de sus labios— Yo no lo cuidaré como tú deseas, Jimin. Lo ensuciare y lo encadenaré por la eternidad, sometiéndote a permanecer a mi lado aun contra tu voluntad. ¿Es eso lo que quieres realmente?

—No...

—Entonces no lo quiero.

—Qu-quiero que... —se avergonzó de sí mismo y rehuyó a la mirada de Jungkook, sintiendo como su corazón golpeaba con fuerza su interior.

—No puedo, Ricitos —por primera vez desde que había sido desterrado y se había vuelto un demonio, Jungkook admitía algo frente a un humano. Sin engaños de por medio, siendo total y completamente sincero— Yo no sé qué es eso, tampoco lo siento. Una vez lo llegué a sentir, cuando vivía allá, en el paraíso junto a los jodidos ángeles de tu hipócrita creador.

—Entonces dejame enseñarte...

—No te alcanzará la vida para lograrlo.

—Entonces tomala, no la quiero, porque no sé qué pasa conmigo. ¿Qué me has hecho?

—Nada —se defendió ante tal acusación, aun cuando sabía que era el único responsable de que Jimin se sintiera así.

—S-sí... porque eres blanco y negro, Jungkook. Malo y bueno, suave y brusco.

—¿Y qué? —bufó, sintiendo como la ira comenzaba a vibrar debajo de su disfraz.

Jimin no se contuvo y dejó que de sus fanales rodaran unas cuantas lágrimas, apretando los ojos al sentir el dolor de saber que aquel hombre cruel no solo lo privaba de libertad, sino que también de amar.

Jungkook respiró hondo, intentando menguar su ira y concentrándose en no lastimar el tembloroso cuerpo entre sus brazos. Con movimientos suaves, llevó a Jimin hasta la gran cama que le tenía en aquella cabaña y lo dejó caer con cuidado, situándose sobre él sin apoyar su peso.

—¿Estoy enfermo, verdad?

—Ustedes, los humanos... —secó la humedad en las mejillas de Jimin con sus pulgares y luego las acarició con sus nudillos— Se torturan gratuitamente al dejarse llevar por tan estúpidas emociones.

Jimin lo miró en silencio, deseando que su corazón se detuviera y dejase de latir de esa forma por quien no lo merecía.

—Eres el culpable... me tienes aquí, dándome todo y a la vez nada —le reprochó con dolor en su voz— Solo juegas conmigo.

—No. No lo hago, porque tú eres especial. Tú, Ricitos, eres mío.

—En-entonces di que me quieres —rogó, ahogándose con sus propios hipidos— Miénteme, no me importa, pero dilo.

—Hm... —ronroneó mientras alzaba ambas cejas— Te amo, Ricitos. —terminó por decir, sabiendo que aquellas insignificantes palabras solo serían un bálsamo para sus oídos.

Un hipido se oyó y las lágrimas brotaron sin control. Aquellas palabras sonaban tan reales que no parecían destinadas a calmarlo, sino que a dañarlo aún más.

—Y-yo... —sorbió su enrojecida nariz— También...

—Dilo —le ordenó con voz demandante.

—Te amo, maldito infeliz.

—Pequeña basura —sonrió y volvió a besarlo, deleitándose con la suavidad de los pomposos labios, mordisqueándolos y succionándolos a su antojo.

El pantalón de chándal de Jimin crujió al ser rasgado sin piedad, haciéndolo jadear cuando sintió la fría mano de Jungkook deslizarse por su muslo desnudo hasta llegar al bulto en su entrepierna.

—Ah... uhm... —se removió, deseoso por más.

Jungkook se alejó y lo miró desde arriba, cepillando con la punta de su lengua sus labios. El deseo por poseer una vez más el cuerpo bajo suyo incrementó considerablemente con cada segundo que pasaba, siendo casi imposible para él sentirse saciado y aburrido de Jimin.

Simplemente no pasaba y ya había aceptado que jamás pasaría. No cuando los gemidos agudos de Jimin resonaban en las cuatro paredes de la habitación y eran causados por él. No cuando Jimin clavaba sus uñas en su espalda y lo arañaba sin piedad mientras el orgasmo lo azotaba. No cuando la tersa y perfumada piel estaba ahí para él, para recorrerla con sus manos y boca a su antojo. No cuando los labios gruesos y dulces de Jimin encajaban a la perfección con su boca.

Él era egoísta, arrogante, avariento. Y era eso lo que lo impulsaba a mantenerlo encadenado bajo su dominio. Sí, era eso, porque él no amaba, no conocía el amor y jamás lo haría.

Tomó el borde del bóxer que Jimin llevaba puesto, jalándolo hacia abajo con prisa y el rubio alzó su pelvis para ayudarle.

El gruñido estruendoso de Jungkook resonó en las paredes, haciéndolas crujir y vibrar. El ambiente sereno cambió repentinamente, volviéndose incluso más lúgubre de lo que solía ser.

—Voy a devorarte —su voz salió más ronca de lo normal— ¿Quieres que te devore, Jimin?

—S-sí... —Jimin lo miró a los ojos, apreciando el momento exacto en los que estos pasaron de negro intenso a rojo bermellón.

—Sí —repitió mientras esa perversa sonrisa comenzaba a adornar sus labios y una lengua alargada y puntiaguda salía del interior de su boca, humedeciendo ansiosamente sus labios— Todo. Te devoraré y no dejaré nada.

—No me lastimes... —susurró, contemplando el drástico cambio que estaba presenciando y que de alguna forma, lograba asustarlo— Por favor... —llevó sus temblorosas manos al pecho de Jungkook, acariciándolo suavemente.

—Nunca te lastimaría más de lo que puedes soportar, Ricitos —su voz volvió a ser la misma, pero su apariencia no cambiaba y las palabras de Jungkook no lograron calmarlo en lo absoluto.

¿Qué eres realmente, Jungkook? pensó Jimin, olvidando por completo que aquella bestia frente a él lo sabía todo.

—Esto que ves, Jimin. Esto es lo que soy —se inclinó y hundió su rostro en el fino cuello de Jimin, besando y deslizando su lengua por toda la piel magullada.

Mordió sin piedad la tersa piel, clavando sus dientes y lastimándola nuevamente, logrando que pequeñas manchas escarlatas aparecieran y se deleitó con el olor a sangre fresca. Inhaló hondo el aire, sintiendo una vibración en su interior ante el deseo de acabar con la vida del rubio. Miró nuevamente los húmedos ojos de Jimin y se inclinó, deslizando su larga lengua por los labios.

—Separa más las piernas, Ricitos —ordenó con voz suave, mientras descendía por su cuello hasta su pecho, dejando un camino húmedo a su paso.

Jimin las separó sin dudarlo, dejando a la vista todo lo que el demonio deseaba en ese momento.

Jungkook deslizó de manera circular su lengua por el rededor del ombligo y luego siguió bajando. No le interesaban los juegos previos en el sexo, no cuando el deseo comenzaba a tomar mayor posesion de él.

Sopló y besó la hinchada y enrojecida cabeza de la polla de Jimin, quien gimió desvergonzado ante la necesidad de ser tocado.

—Voy a devorarte —repitió fuera de sí, ensimismado en el deseo y el placer propio.

Deslizó su tibia lengua por toda la extensión hasta que llegó a los testículos y los metió en su boca, saboreándolos y lamiéndolos, mientras sus manos amasaban los muslos de Jimin.

—¡Aaah! —gimió Jimin, cuando sintió nuevamente la lengua de Jungkook recorrer toda su polla.

Jungkook abrió la boca, ahuecando sus mejillas y engullendo todo, sintiendo como la polla de Jimin tocaba la parte posterior de su garganta.

Jimin llevó sus manos temblorosas a los cabellos azabaches de Jungkook, notando algo inusual que sobresalía de ella y alzó la cabeza, sorprendiéndose de lo que estaba viendo.

—Shh... —siseó cuando supo que Jimin entraría en pánico y con movimientos avilés, comenzó a mover su cabeza de arriba y abajo, follando su propia boca a su antojo.

—Ugh... aaah...

Sin dejar los movimientos, Jungkook llevó una de sus manos a las mejillas del culo del rubio, separándolas y tanteando su apretada entrada con las yemas de sus dedos. Ingresó un dedo, logrando que Jimin arqueara la espalda mientras aplanaba la planta de sus pies en el colchón.

—Jung... ugh... —se ahogó con su propia salva cuando Jungkook comenzó a mover su dedo, sin dejar de succionarle la polla.

El segundo dedo entró y Jimin gritó por lo alto, sintiendo la quemazón en su interior mientras sus pareces intentaba adaptarse a la repentina intromisión, aun así, él lo disfrutó. Porque había comenzado a sentir cierto placer al ser tomado de esa manera.

—Jungkook, qui-quiero... ngh...

—¿Quieres mi polla, Ricitos? —torció los dedos en su interior, ganándose un desvergonzado gemido por parte de Jimin cuando cepilló su próstata sin cuidado.

—Sí. Y-yo la quiero...

—Pídelo, Jimin —ordenó y dejó de mover los dedos— Ruega por mi polla.

—Oh dio... —el gutural gruñido de Jungkook lo enmudeció de inmediato, logrando darse cuenta de lo que estaba a punto de decir.

—No te atrevas, Jimin —sentenció con el ceño fruncido y con voz severa, haciendo que Jimin sintiera un escalofríos recorrer toda su espina dorsal.

—No yo... Ugh... —gimoteó y se retorció cuando Jungkook retiró los dedos en su interior.

—Estas hecho un desastre total —sonrió de forma burlona, apartando unos mechones dorados de la frente húmeda de Jimin—Ruega, Jimin —le recordó— Ruega a tu dueño por placer.

Jimin suspiró entrecortado, sintiéndose levemente mareado a causa de la densa capa de lujuria que predominaba en esas cuatro paredes.

—Quiero... —jadeó, deseoso de ser follado como cada día— Por favor...

Jungkook bufó y apartó sus ojos bermellón de Jimin, demostrando que no estaba rogando como él lo deseaba.

—Jung... Jungkook —balbuceó, en un intento por llamar su atención.

Jungkook lo miró fijamente, ese mirar dilatado, oscuro y repleto de deseo.

Seducido, Jimin flectó las piernas, llevándolas hasta su pecho, sujetándose las rodillas con las manos.

Entonces suplicó:

—Fóllame. Por favor, fóllame duro y no te contengas —la urgencia de tenerle lo hizo relamer sus labios, necesitado— Lo quiero. Te quiero.

Las comisuras en los labios de Jungkook se torcieron hacia arriba, formando una increíble sonrisa que dejaba a la vista su perfecta hilera de dientes. Su lengua salió nuevamente del interior de su boca y humedeció una vez más sus labios resecos, mientras barría con sus ojos todo el cuerpo perlado de Jimin.

Sí, esa noche era perfecta para corromper finalmente esa alma, para acabar con la existencia de Jimin y reclamarlo como suyo. Esa noche devoraría todo sin piedad, hasta que el último soplo de vida fuera consumido por él.

Posó su mano izquierda justo debajo de la rodilla, atravesando la delicada piel con sus garras y lastimando el músculo, mientras que con la otra tomaba su generoso miembro cubierto de venas y lo alineaba en esa entrada que lo esperaba deseoso.

—Te follaré duro, Ricitos —Jimin asintió frenético con su cabeza— Gritarás mi nombre hasta quedar sin voz.

Con un movimiento rápido de caderas, Jungkook entró por completo él, ganándose un glorioso grito desgarrador por parte de Jimin, quien se aferró a las sábanas y apretó los ojos ante el intenso dolor y la quemazón que estaba sintiendo en su parte baja.

—Eres tan jodidamente perfecto, Ricitos —sonrió maravillado al ver como su polla era absorbida por completo por el culo de Jimin— Naciste para ser follado por mí, para ser mío.

—S-sí —balbuceó tan fuera de sí, sintiendo que todo a su alrededor se nublaba y daba vueltas— Más, quiero más.

—Esta noche tomaré tu hermoso corazón y lo encadenaré, Jimin —habló entre gruñidos, mientras se molía sin piedad en el interior de Jimin, sintiendo como las tibias paredes se apretaban alrededor de su polla.

—No... —logró decir, sin saber realmente lo que decía.

—Sí. —Jungkook apartó las manos de Jimin de sus rodillas, logrando que este estirara las piernas— Lo haré y lo disfrutaras tanto como yo —aseguró, mientras tomaba los tobillos de Jimin y los guiaba a sus hombros para dejarlos apoyados ahí.

Jimin abrió sus ojos y aprecio las facciones duras en el sudado rostro de Jungkook, logrando ver aquellas protuberancias que sobresalían de su cabeza.

—¿E-estaremos juntos luego de eso? —tuvo la necesidad de morder su labio cuando Jungkook lo sujetó de los muslos para aumentar las penetraciones.

—Por supuesto, Ricitos. Pero para que eso pase, debes ser la mi ofrenda. ¿Y tú quieres, verdad?

—Sí, yo quiero... ngh.

El orgullo y la arrogancia que él emanaba era palpable en el denso aire. Una sonrisa inicua apareció mientras contemplaba al pobre ser que se acababa de condenar por voluntad propia, un miserable e insignificante mortal caía rendido a sus pies sin siquiera dudarlo.

Sin dejar que la siniestra sonrisa se fuera, aumentó la velocidad y comenzó a mover sus caderas sin piedad, obligando a las estrechas paredes de Jimin a adaptarse de la forma más abrupta a su gran polla, la que comenzaba a hincharse cada vez más.

La cama crujió ante los embistes tan bestiales que estaba recibiendo el frágil cuerpo de Jimin, mientras él se deshacía en hipidos y gemidos, mientras estiraba sus brazos para poder tocar a Jungkook y sentirse seguro.

El repentino orgasmo lo azotó sin previo aviso, haciéndolo vociferar por lo alto el nombre de Jungkook, quien se hundió en él sin darle tiempo de recuperar el aliento y fue testigo de los espasmos que comenzó a tener, disfrutando el desastre que causaba en Jimin.

Jungkook retiró las piernas de sus hombros y las acomodó al lado de sus caderas. Inclinándose hacia delante, hundió nuevamente sus dedos en la pelvis del rubio, clavando sus afiladas garras y arañó la piel, dejando cardenales violáceos a su paso, mientras seguía moviéndose con brusquedad, logrando sentir a Jimin cual muñeco deshuesado a su merced.

Entonces sintió esa corriente eléctrica alojarse en su vientre bajo, anunciando el tan deseado orgasmo. Cerró los ojos y echó su cabeza hacia atrás, sin dejar de moverse hasta que se corrió de la forma más deliciosa en el interior de Jimin, llenando y ensuciando su interior.

Jungkook salió de su interior con su polla aún erguida; con las venas marcada en toda su extensión, logrando un quejido lastimero por parte del rubio, a quien tomó por el brazo de manera brusca y lo obligó a levantarse mientras él se sentaba en la cama. Guió a Jimin hasta su cuerpo y lo sentó a horcajadas sobre él, mientras lo tomaba de la nuca para estrellar sus labios una vez más.

—Ugh... —gimoteó, cuando la gran polla de Jungkook acarició su culo.

—Aún no acabamos, ahava —llevó sus manos hasta las mejillas del culo de Jimin y las amasó sin cuidado, ganándose unos gemidos entrecortados.

—D-duele —se quejó y se aferró al cuello de Jungkook, rodeándolo con sus brazos.

—Ya, te aguantas —rasguñó la delicada piel mientras separaba las mejillas y guió el culo de Jimin hasta su polla, penetrándolo de un solo movimiento.

—¡Aaah! —Jimin gritó e intentó alejarse del cuerpo de Jungkook, pero este se lo impidió.

Sin darle tiempo de que se adaptara, Jungkook llevó sus manos a la diminuta cintura, enterrando nuevamente sus garras en la piel y obligó a que Jimin se penetrara a sí mismo mientras lo movía de arriba a abajo. Jimin atrapó entre sus dientes su labio inferior y guió sus manos hasta los hombros de Jungkook, donde apretó la piel con fuerza cuando el placer comenzaba a volverlo loco.

—¿Estás listo, Ricitos? —su voz vibró en el interior de Jimin, haciéndolo jadear aun cuando mordía con fuerza su labio.

Jimin solo asintió con la cabeza, mientras sus caderas se movían como si tuvieran voluntad propia, golpeando su estimulada próstata una y otra vez, deseando alcanzar otro orgasmo, deseando ser llenado nuevamente por aquel líquido caliente que recorría todo su interior.

Satisfecho y con la lujuria plasmada en su rostro, Jungkook abrió la boca e hincó sus colmillos justo en la unión del cuello y el hombro, rompiendo cada capa de piel hasta que el precioso color escarlata comenzó a brotar desde el interior y lo succiono, sin desperdiciar una sola gota.

—¡Aaah, no! —gimoteó lastimero, mientras se aferraba a la ancha espalda de Jungkook, arañándolo con sus uñas en un intento desesperado porque lo soltara— Duele. ¡Jungkook, duele!

Jungkook lo ignoró. El movimiento de caderas que en algún punto había cesado, volvió y Jimin rebotó con más fuerza sobre una polla que parecía crecer en su interior, estirandolo y superando el límite de lo soportable.

—Jungkook... ¡Aaah! —gritó desesperado, sintiendo como todo en Jungkook comenzaba a cambiar.

Jungkook drenaba las venas con desespero, saboreando y disfrutando el dulzor de la sangre fresca que tenía como ofrenda. Deleitándose con la lenta agonía de Jimin, quien seguía rebotando sobre él, empalandose y disfrutando de ser sodomizado.

El rostro de Jungkook cambió, luego su cuerpo y su olor; era putrefacto. Jimin se horrorizó aún cuando su vista estaba levemente nublada, aún cuando no dejaba de rebotar sobre la engrosada polla que no paraba de proporcionale ese delicioso placer.

Jungkook tenía alas negras que salían de su ancha espalda, como si fuera un ángel. Inmensas garras afiladas en las manos y en los pies. Largos cuernos torcidos que adornaban su cabeza. El cabello seguía siendo negro y alborotado, pero más largo. Su piel era dura y más oscura, con pequeñas protuberancias saliendo de ella como si fueran preciosos adornos. Y todo en él aumentó considerablemente.

Era un demonio, el ser más diabólico que Jimin había visto jamás.

Apretó sus ojos ante el miedo de lo que podría sucederle luego, pero las alas de Jungkook se abrieron y lo encerraron, dándole algún tipo de seguridad para lograr calmarlo.

Cuando sintió nuevamente ese burbujeo en su interior, Jimin supo que se correría pronto y abrió su boca, dejando escapar los desvergonzados gemidos que tenía retenidos en su garganta.

—¡Aaah! —gritó con fuerza, desgarrando su garganta y sintiendo como su interior comenzaba a rasgarse, mientras Jungkook lo seguía obligando a cabalgar sobre su polla— Ngh...

Sintió como su interior era exprimido con vehemencia, como la vista cada vez se le nublaba más, como sus sentidos comenzaban a fallar, como su propio corazón dejaba de latir.

Apoyó su frente en el hombro de Jungkook cuando se sintió débil y no fue capaz de sostener su propio peso.

Jungkook rugió cuando su polla se hinchó en su totalidad y el orgasmo lo azotó, llenando a Jimin con su semen, llenando cada rincón de su interior. Apartó los colmillos de la piel dañada, apreciando los hermosos cardenales violáceos que la adornaban.

Y sonrió satisfecho.

Jimin no se movió ni lloró cuando él salió de su interior, notando como el cuerpo inerte explulsaba el exceso de semen combinado con la nula sangre que le quedaba.

—Hm... —tarareó dichoso Jungkook, acomodando a Jimin sobre la cama y apreciando lo que alguna vez había sido.

Se quedó parado a su lado, mirándolo desde arriba mientras aprisionaba nuevamente su polla erguida entre una de sus manos y comenzó a acariciarla. El deseo nunca lo abandonaba, la necesidad de sentir placer era parte de él y Jimin no ayudaba a que eso menguara, solo lo incrementaba.

Los movimientos fueron rápidos, logrando que el orgasmo lo alcanzara casi enseguida y tiró todo sobre el cuerpo de Jimin, disfrutando ensuciarlo aun cuando ya estaba muerto.

Entonces pasó lo que tanto ansiaba y él lo presenció, con una dicha floreciendo en el vacío de su interior.

Vio el hermoso cambio en el cuerpo muerto de Jimin. Cómo pasó de ser un frágil e insignificante humano a un hermoso demonio.

Su cabello rubio quedó en el olvido y pasó a ser blanco, sin dejar los rizos que ya no eran tan definidos. Su piel delicada fue reemplazada por una más gruesa, sin dejar de ser pálida y las marcas violáceas desaparecieron. Sus ojos miel se volvieron tan negros como la noche. De las puntas de sus dedos unas pequeñas garras se asomaron, tiñendose de negro. Y unas preciosas alas salieron de su espalda, tan negras como sus ojos.

Era simplemente magnífico.

Jungkook se carcajeó ronco, disfrutando de su maravillosa creación, esa con la que iría al jodido paraíso, al seol o incluso a su hogar; el abismo, pavoneándose de lo fácil que había sido subyugar a un alma pura. Esa alma que estaba destinada a la grandeza en el maldito edén junto a la legión de ángeles. Esa que iba a disfrutar de ser un fiel cordero de Dios hasta que la batalla entre el bien y el mal se desencadenara, esa que estaba destinada a pelear para acabar con las perversidades de las tinieblas. Esa misma alma, era la que él tenía bajo domino.

Jimin abrió sus ojos de golpe, parpadeando y quizás sintiéndose levemente aturdido. Jungkook no volvió a su disfraz de humano y se encontraba desnudo frente a él, sin un ápice de vergüenza. Él no sabía qué era eso.

Entonces Jimin sonrió, mostrando una hilera de dientes, dejando sobresalir unos colmillos, y se levantó tan rápido como un rayo hasta quedar frente a Jungkook.

Con su nueva apariencia, todo resultaba ser extraño y debían adaptarse, pero eso no importaba realmente, solo quería una cosa.

Llevó sus manos a la humedad de su propio cuerpo, deslizando sus dedos a través del líquido espeso y lo esparció por su pecho hasta su cuello, donde luego guió sus dedos a su boca y sacó la lengua. Jungkook lo observó muy atento, sin dejar de verse altanero.

Cepilló con las yemas de sus dedos su lengua, saboreando y succionando el semen frío de Jungkook, provocándolo de la manera más lasciva y luego posó su otra mano en el pecho de Jungkook, mientras lo miraba directo a sus ojos bermellón, esos que parecían ser las mismas llamas del infierno.

Sonriendo y acariciando el pecho tosco de Jungkook, Jimin simplemente dijo:

—Estoy aquí, Belial —su voz sonó aguda y suave.

Jungkook no había acabado con Jimin del todo. Había dejado aquella esencia tan característica de él, esa que lo hacía desear sentir cosas que jamás sentiría.

—Estás aquí —afirmó, sosteniéndolo por la cintura y apegándolo a su gran cuerpo— Y nada nos separará, Ricitos.

—Nadie —Jimin acarició sus labios con la punta de su alargada lengua, humedeciéndolos y tentando a su creador.

Con el deseo y la lujuria pintada en su rostro. Ansioso por ser tomado con su nueva apariencia.

—Nunca —añadió él y unió sus febriles labios en un beso cargado de deseo, mientras sus pollas erectas se rozaban entre sí y lograban sacarles gruñidos cargados de placer, mientras sus manos ásperas exploraban a su antojo el nuevo cuerpo de Jimin.

Eran dos demonios que no deseaban estar sin el otro. Uno fue un ángel al cual desterraron cuando decidió revelarse, el otro un simple humano destinado a la grandeza, que aceptó contar sus alas y quitar su aureola para dejarse avasallar por un ser de las tinieblas.





⸸⸸⸸

«Ahava significa amor en hebreo.»

Okeii anfdfnnf aquí está y no saben lo que me costó hacerlo :c skfndnfn pero me encantó y espero que a ustedes igual, aunque la parte del sexo talvez no fue como esperaban y es porque sinceramente no se me da bien, lo mío es el drama hdsfdsf.

Amé esto de hacer a un demonio y a un humano, y me arrepiento de no haberlo hecho más largo  Akdjsnfn pero bueno, ya quedo y así debía ser uwu.

Los amodoro y gracias por leerme ♡

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