↠Capítulo 9. "Ojos del sol"
Luciale.
La veo fruncir su ceño, con los labios formando una línea recta, sin comprender lo que acabo de decir.
Yo me siento estupefacta luego de escucharla, pero me esfuerzo en disimularlo a través de una máscara de indiferencia y seriedad, la que me ha caracterizado desde que comencé a tener apariciones en público.
—No entiendo, Luciale. ¿Esa palabra significa interesante? —inquiere con notable confusión. Sus ojos no se apartan de mí.
Pero hay algo de lo que no me he percatado antes. Sus iris cambiaron de color y forma al escucharme hablar en Lilium. Han tomado la misma tonalidad y la misma manera de alargarse la pupila que la otra vez.
Lo peor es que he leído las enciclopedias por la mitad, mi mente no me ha dejado pensar tranquila y maquinó mil teorías sobre porque están sucediendo cosas en este imperio. Más allá de eso, solicitaron mi presencia en el hospital donde la chica atacada se encuentra internada. No ha mejorado con el tratamiento.
Yo solo espero que se recupere para comprobar y confirmar mi teoría sobre el culpable.
—Sí, dije interesante en otro idioma —suspiro y echo mi cabello hacia atrás—. ¿Por qué lo dijiste?¿Fue algún impulso?
—Sí —afirma, me quedo pensativa unos segundos—. No sé porqué lo dije, solo sucedió y...
—Sucedió —repito, un tanto incrédula—. ¿Notaste algo raro en ti al decirlo?
—No... —murmura extrañada—. ¿Qué sucede, Luciale?¿Hice algo mal?
—Para nada —mis labios tiran hacia arriba en una sonrisa calmada, lo menos que quiero en este momento es asustarla—. Solo me llamó la atención. Cuesta mucho aprender ese idioma, pero fue una casualidad supongo. O es que esa palabra se parecía al español.
—Puede ser —se limita a opinar, sin apartar sus orbes, ahora oscuras, de mi rostro.
¿Qué tanto te interesa sobre mí, Rowan Becker?
He visto y analizado la forma en la que me observa desde hace una semana, el tiempo exacto que transcurrió desde que apareció en la frontera con Khiat y decidí dejarla quedarse en mi palacio. Ella me observa como si quisiera descubrir cada secreto que ronda en mi pútrida alma y sumergirse en ellos como si no les temiera. Como si no le importara que tan peligrosos pueden ser.
Quiero creer que su curiosidad se debe a nada más ni nada menos que el mundo nuevo del que ella es parte ahora. Imagino que dejar las costumbres de la Tierra y enfrentarse a criaturas mágicas cada segundo no es normal para ella.
—¿Necesitas algo más o prefieres ir a des...?
—¿Qué eres, Luciale? —su pregunta no me toma por sorpresa, ya me lo esperaba.
Se estaba tardando en preguntarlo.
—Hoy pensaba en cuánto tardarías en indagar sobre ello —admito con una leve sonrisa que se dibuja en mis labios carentes de maquillaje—. Supongo que ya sabes que soy la princesa de este imperio por los tratamientos que tienen todos conmigo y por algo que te habrá comentado Chrystel —asiente antes mis palabras—, pero también soy una deidad. Mi nombre es Sheneira, diosa de la crueldad y la oscuridad.
El asombro es perceptible en su rostro. Sus cejas se contraen con cierta extrañeza, pero a la vez observo en sus iris oscuras esas vibras de que ella intenta comprender lo que acabo de decir. Sé que en el mundo humano los dioses son de otra manera y nadie puede tocarlos o verlos, solo hasta después de la muerte.
—Chrystel mencionó que las familias reales representan a algún dios, excepto la familia de...
—De Nymra Polvest, sí —completo la oración sin perder mi calma—. Nosotros, los emperadores o herederos a las distintas coronas de este mundo, descendemos de un gran linaje de personas con poder. La creadora de este mundo, la diosa Skara, nos brindó la oportunidad de pertenecer a su círculo y poder vagar entre las personas al mismo tiempo. Soy más que un nombre al que alabar, me encargo de proteger al pueblo que represento.
—Vaya, eso es... —intenta opinar, pero sé que la sorpresa que la inunda dificulta la tarea de encontrar la palabra adecuada para describir lo que acabo de decir.
—¿Impresionante?¿Increíble? —opino, con cierta curiosidad por su reacción—. Para ser así, te lo has tomado con más naturalidad de lo que yo creía.
—He visto lo que pueden hacer Chrystel, Kreim, tus padres... También he leído algunos libros de historia, pero fueron pocos. He observado a las plantas, los animales, el cielo mismo —menciona, un poco dubitativa—. ¿Crees que no me lo tomaré con naturalidad? Para la física de la Tierra, esto sería imposible y soy consciente de ello porque lo estudié. Pero aquí no es imposible, yo lo pude ver, tocar o sentir.
Buen punto, chica lista.
—Es un buen argumento —elogio, mi tono es suave, algo muy extraño viniendo de mi persona—. Mañana te llevaré unos libros por si quieres aprender más de este mundo. Debo retirarme, pero espero que tú y Perséfone puedan descansar bien.
Doy un vistazo a la gata siamesa que ahora se acicala con una delicadeza que provoca cierta ternura en mi interior. Nunca había tenido una mascota porque jamás me interesé en apegarme a alguien, no desde lo que ocurrió con él. Sin embargo, creo que es hora de dejar el pasado a un lado y no traerlo a mi presente.
...
Cambio de página mientras mastico un pedazo de tarta de verduras con pollo. Mis ojos leen los párrafos con la mayor rapidez posible, no tengo tiempo para perder y necesito encontrar respuestas.
Capítulo 9: criaturas sobrenaturales y extintas de Astenont.
En el vasto imperio de Astenont habitan diferentes criaturas que representan un peligro para la humanidad de la Tierra y para otras especies de este mundo. La armonía no fue algo que creó Skara, ella sin pensarlo dos veces, creó especies que pueden ser un arma de doble filo.
Diversos ejemplos de ellas son las siguientes, aquellas que solo podemos encontrar en Astenont siendo «originales» o «de sangre pura»:
Draskhara: criaturas con una forma que aparenta ser un demonio recién salido del infierno, son aquellos que controlan la muerte de las personas y su energía, ya que manipulan sus almas a su antojo, también el tiempo. Pueden retroceder, avanzar, viajar a otros años o detener el transcurso de este. Solo aparecen en la noche, puesto que de día prefieren mantenerse ocultos de la luz, una de sus mayores y notables debilidades, al igual que un vampiro.
Una forma de reconocerlos son sus ojos que se han tornado oscuros. No importa la tonalidad de sus iris, serán mucho más oscuras de lo que naturalmente son.
Estas criaturas también pueden ser guardianes de algún ser de alto rango, como un dios, una ninfa, un hada o alguien de alguna élite.
Ninfas del sol: pertenecientes a los seres más cercanos a la diosa que nos creó, Skara, son aquellas que custodian el fuego de la creación y la creación misma. Adquirieron los poderes de los cinco elementos: luz, agua, fuego, tierra y aire. Poseen los mismos poderes sanadores que un druida. Manipulan las plantas medicinales como quieren.
Controlan el sol de Lilium, pueden destruir todo a su paso si no son capaces de controlarse.
Por lo general, se caracterizan por tener unos ojos dorados que destellan a la luz del sol. También otras características son un tat...
Las siguientes líneas parecen borrosas, cierro con fuerza mis ojos y me esfuerzo por enfocar al momento de abrirlos. Como no obtengo resultados, cierro la enciclopedia que abarca toda la historia de Astenont, y suelto un resoplido hastiado tras ello.
Necesito alimentarme de nuevo.
He leído tan poco, pero obtuve algunas respuestas que pueden confirmar mis teorías. O tal vez no, porque no hay ningún dibujo que grafique cómo se verían los ojos de una ninfa del sol. En ningún momento del texto se explicó que ellas pudieran tener una pupila alargada, al igual que la de un gato.
¿Quién eres en realidad, Rowan Becker?
El nombre de Nymra Polvest resuena en mi mente. Si rememoro lo que se me ha dicho en otro momento, ella es una de las ninfas del sol más conocidas y por ello es una potencial enemiga para mi imperio y los demás.
Su actitud temperamental es un peligro al tener en cuenta su especie.
—Nunca pensé que te vería estudiando la historia de otro imperio —menciona una voz familiar y femenina. Firme, grave, pero dulce.
Un poco parecida a la mía.
—Buenos días, madre —aparto mi vista del papel de la enciclopedia para encontrarme con el rostro de la mujer que me dio la vida.
Dríhseida I, la primera de su nombre, la mujer que heredó este imperio. La única en la vida del emperador Vorkiov Meire, el amor de su vida desde el momento que se conocieron hasta la eternidad. El corazón de él arde y brilla cada vez que se encuentran de nuevo, sin importar si se ven todos los días y a todas horas.
Su rostro se mantiene joven a pesar de su edad, una ventaja de la inmortalidad. Sus ojos verdes me recorren en busca de algún rastro de preocupación o angustia, un gesto protector que ha hecho conmigo desde que tengo memoria. Su cabello rubio cae ondulado por sus hombros hasta llegar a su cintura, lo mantiene suelto, algo inusual en ella.
Observo el maquillaje sencillo que reposa en su rostro: ojos ahumados, labial en un tono marrón claro y un poco de rubor en sus mejillas. Porta una túnica en el color verde oscuro que tanto ama y que tanto combina con sus ojos. La falta de accesorios no es algo distinto.
Ella, a diferencia de mí, prefiere mantenerse más sencilla, pero sin perder la elegancia que tiñe cada parte de su ser. Lo excéntrico no es su estilo.
—¿Cómo te encuentras, Luciale? —pregunta en calma a la vez que se sienta en la silla al frente de la mía.
—Bien, estoy leyendo un poco —sonrío leve para no parecer cortante.
—Tu padre está mejor —sonríe más aliviada—, pero seguirás en el cargo hasta que se recupere. De todas formas, no estás sola, sabes que gobiernas junto a mí.
Mi madre es emperatriz y mantiene el mismo poder que mi padre, solo que ella ha decidido dedicarse a la economía del imperio. También a la educación y el sistema de salud. El pueblo la adora, a pesar de que hay ciertas personas que la detestan por lo que ocurrió en el pasado.
—Lo sé. Él quiere que me acostumbre a gobernar —suspiro, dejando el tenedor en el plato—, después de todo soy la heredera de ustedes.
—Te apoyamos en todo, hija —me asegura, comprensiva. Sus ojos verdes me analizan, con cierta curiosidad. Creo saber a que viene eso que siente—. Con respecto a Rowan...
—Hablaste con ella —espeto, tratando de no sonar dura. Detesto que la mencionen desde lo que ocurrió con Kairashana y luego Kreim.
Sé que no lo hicieron con malas intenciones, pero eso me recuerda que debo ser más precavida con Rowan. Este mundo no acepta humanos, mejor dicho, Abdrion no los acepta. Todo se resume en las tragedias que ocurrieron hace siglos.
—Sí —afirma y suavizo un poco mi expresión al no percibir que tenga intenciones de cuestionarme—. ¿Realmente crees que sea humana?
—También lo has visto, ¿No? —hablo con obviedad, ella asiente en silencio—. Imagino que papá también lo vio.
Tengo teorías a lo que supongo yo que es Rowan, pero no son del todo acertadas si me siento a analizar el aspecto de sus pupilas. ¿Qué falta?¿Qué es eso que todavía no he encontrado?
—Sí, pero me dijo que no hay nada de que preocuparnos —murmura—. Y yo también lo vi. No hay peligro por ahora.
—Esa es la razón por la que leía estas enciclopedias —confieso seria, mi dedo índice señala los tres tomos apilados—. Kreim también la ha visto. No sé si Chrystel es otra persona más o todavía no se le presentó la oportunidad.
—Me hago la idea de que sí —supone pensativa, le doy la razón con mi silencio—. ¿Crees que ella sea...?
—Sí, pero hay algo más dentro de ella —menciono intranquila—. No sé qué es, pero existe y se materializa junto con lo demás. Claro que Rowan no lo sabe, pero es cuestión de que ella lo descubra después de que yo logre poner un nombre a lo que ella es.
—Comprendo.
El silencio vuelve a invadir el gran comedor. Tomo la copa de cristal llena de vino y bebo un largo sorbo, sintiéndome renovada a los pocos segundos. Continúo con mi almuerzo junto a la tranquilidad que representa la solitaria alma de mi madre.
Se caracteriza por mantenerse callada la mayoría de las veces que comparte un espacio con otra persona. Sé mejor que nadie que no es muy fan de las salidas, de la gente a su alrededor, pero se esfuerza por fingir que sí. Su pueblo la ama, considera que es justo que la puedan ver o saludar en público.
—Si ves a una gata siamesa caminando por el palacio... —comienzo a hablar al terminar mi comida, vuelvo a agarrar la copa con delicadeza y la llevo a mi boca, pero sin beber nada—, es de Rowan. Su nombre es Perséfone.
—Estaré encantada de hablar con Perséfone —responde en una obvia referencia a uno de sus poderes—. Así como imagino que estás encantada de hablar con su madre.
Bebo el vino restante de la copa con un rostro carente de emociones, pero lo cierto es que me quedé en blanco por las palabras de mi madre y ella lo sabe. Detecta hasta el más inexistente rasgo de emoción en mi semblante, me conoce mejor que nadie.
La única persona que me conoce en mi totalidad.
...
Rowan.
Me siento en el suelo del invernadero junto a unos arbustos que debo examinar. Tienen un fruto que servirá para examinar a Perséfone y descubrir si posee alguna enfermedad o goza de buena salud.
Al tocar las hojas amarillentas, percibo como estas se secan ante mi roce. Frunzo el ceño y vuelvo a probar con otras hojas del mismo arbusto de, aparentemente, manzanas violetas.
Por ahora tendrán ese nombre, no sé que sean.
—Que raro —murmuro pensativa. Bajo mi vista hasta la gata sentada a mi lado—. ¿Será que los humanos las podemos dañar?
Perséfone me observa como si me entendiera, sus orbes claras se fijan en mí con bastante atención, poco después viajan hasta mis manos y allí se quedan. Pareciera que analiza mis movimientos para verificar si cometo algún error.
Klay y Kelly también lo hacían. Me siento halagada de que haya gatos que quieran ver si lo que hago está mal o bien.
¿Qué estupideces digo? Son gatos, no sé si comprendan mi accionar o no. Mucho menos creo que quisieran examinarme. Tal vez solo piensan en "quiero comer, humana. Dame comida".
Mis labios esbozan una sonrisa divertida ante mis pensamientos, niego con la cabeza al desistir de la idea de poder investigar sobre estas plantas. Trataré de que Chrystel lo haga más tarde, no puedo permitirme secar todo este sector del invernadero solo para tratar de averiguar que sucede, cuando es más que evidente que mi toque las marchita.
—Bueno, Perséfone, es hora de tu almuerzo —mis dedos acarician la cabeza de la minina, disfrutando de la suavidad de su pelaje bastante alargado.
A juzgar por la longitud de sus pelitos, estoy casi segura que alguno de sus padres perteneció a la raza angora. Y el otro era de la raza siamés.
Ella ronronea ante los mimos a la vez que restriega sus bigotes en la palma de mi mano. La nostalgia me invade al recordar que Klay también tenía esas manías.
¿Dónde estará?¿Será que mi padre cuida de él?¿Tal vez Jenna?
Me paro de la mejor manera que puedo y suspiro, abriendo la puerta para que Perséfone me siga. Es hora de su almuerzo y también es hora de que yo me centre en aprender sobre este mundo.
...
Caminar por los pasillos del castillo no es algo tan aterrador como podría parecer. Es bastante acogedor, a pesar de tener una estética que yo definiría como victoriana o medieval, no desprende un ambiente gélido que te provoca cierto malestar interno. Más bien se siente como una gran mansión en la que habita una familia muy feliz.
Las paredes tienen columnas con molduras, una gran alfombra de terciopelo violeta suele cubrir casi la mayor parte del suelo de los pasillos que transito. Hay candelabros de cristal que alumbran el lugar.
Me detengo frente a un cuadro de marco dorado. Sin darme cuenta, llegué a la entrada del palacio, pero jamás me había percatado de este retrato.
La figura de una Luciale más joven, quizá adolescente, se alza entre sus padres y Chrystel. Observo su cabello rubio más largo que como lo usa en al actualidad, sus ojos grises parecen llenos de vida aunque quizá solo sea una actuación para que nadie quiera saber nada de ella. Su vestido de encaje negro en el torso y mangas llama mi atención.
A su lado, Chrystel sonríe. Sus ojos cafés brillan con felicidad, su cabello plateado está recogido en una trenza de costado, lleva un vestido turquesa sin mangas y un collar de perlas.
La mujer casi idéntica a Luciale, quién responde al nombre de Dríhseida y al tratamiento de emperatriz y majestad se alza detrás de su hija con una sonrisa dulce, amable. No parece haber envejecido, he hablado con ella y su esposo hace unos días.
Sus ojos verdes son determinados y cada una de sus facciones impone respeto, elegancia y poder. Casi que sucede lo mismo con su esposo, el emperador Vorkiov Meire, solo que él tiene un aspecto más sombrío, pero sin dejar de lado esa alegría que lo inunda al estar cerca de su esposa e hija.
Mis dedos bordean las letras grabadas en la placa debajo del cuadro "Le ra feira Abdrion".
«La familia real de Abdrion»
—¡Rowan! Al fin te encuentro —oigo la voz de Chrystel a la lejanía, pero se aproxima a mí. Lo puedo notar por sus pasos—. Ah... estás viendo el retrato.
—Muy bonito, la persona que lo pintó tiene mucho talento —sonrío ante ese comentario. Siempre me gustó admirar el arte en todas sus facetas, pero la pintura es la que más amo.
—Lo pintaron cuando Luciale y yo teníamos dieciséis —relata nostálgica, me limito a escucharla—. Recuerdo que los emperadores decidieron traer al mejor pintor de Zildwi, Vorkiov dijo que las mujeres de su vida nos merecíamos lo mejor.
"Las mujeres de su vida".
Vorkiov Meire ve a Chrystel como una hija más, que hermoso.
—Precioso recuerdo —murmuro antes de dirigir mi mirada oscura hacia ella.
Las cejas blancas de la mujer a mi lado se contraen en una expresión de asombro puro. Parece a punto de hablar, pero prefiere guardar sus palabras. Ya no percibo ese semblante tranquilo que la caracteriza, ahora solo está confundida y tal vez asustada.
—¿Qué pasa, Chrystel?¿Algún efecto de la magia de este lugar?
—Tus ojos... —susurra, consternada. Sus dedos se dirigen a mi rostro para sostenerlo de forma suave, haciéndome que la mire directo a sus orbes cafés—, tus ojos no son oscuros. Se ven como los que describe la leyenda los ojos del sol.
—¿De qué hablas? —inquiero sin entender.
Ella no responde a mi pregunta, solo agarra mi mano y me lleva hasta unos pasillos más allá, cerca de la habitación que me asignó Luciale. No recrimino su agarre tan confiado en mí, a pesar de que creo sentir incomodidad por su toque, hay algo en mi interior que me habla de que es correcto y que con ella no me sucederá nada. La misma sensación que tengo cuando estoy con la heredera de Abdrion.
...
¡Buenas, buenas!
¿Cómo se encuentran? Espero que bien.
Lamento tardar tanto en actualizar, pero aproveché para escribir unos cuantos capítulos así puedo actualizar al menos semanalmente.
¿Opiniones?
¿Aman a Luciale y Rowan como yo? ;)
¿Alguien vivo por ahí?¿Vinieron por alguna promoción de tiktok?
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