Capítulo 59. "Ejecución"

Advertencia de contenido:
-Escenas gráficas de violencia y sangre
-Muerte
-Tortura
-Violencia explícita

El próximos jueves publicaré el gran final y el primer capítulo de Lúgubre Alma, segunda parte de Siniestra Nebulosa.
No se lo pierdan.

Disfruten este capítulo. 🤍🖤

Luciale.

Sé que Tree está tan preocupada como yo por lo que pueda suceder en las próximas horas. No logramos dormir en toda la noche, he sentido su desesperación incluso si no lo ha demostrado por completo de manera física. Teme que algo me ocurra, jamás se lo perdonaría.

Yo tampoco me perdonaría si algo le sucede a la mujer y emperatriz de mi vida. Sería mi condena eterna, la culpa con la que cargaría en todas mis vidas. Prometí ante mí y ante los Dioses protegerla, cuidarla, amarla, apoyarla, adorarla y serenarla en todo momento. ¿Qué clase de esposa soy si yo no soy capaz de protegerla?¿De amarla?¿O de cuidarla?

Tree es mi todo. Se ha convertido en esa estrella que siempre brilla, sin importar las circunstancias. Sé que ella se apagó mientras yo estuve muerta y buscando la manera de romper cualquier lazo con Herafel, pero ella renació. Resurgió de las cenizas con un aire diferente al que desprendía el día que la conocí, y si soy honesta, no me interesa cuántos cambios pase; yo la amaré siempre. Sin importar qué, ella siempre estará en mi corazón y nadie vendrá a tratar de que yo crea lo contrario.

Sus ojos dorados me observan mientras termino de sellar los decretos de protección que avalan cualquier decisión tomada por nuestra Ashtare Paularah Kreshton y nuestra ninfa guardiana Griseynna Liels.

Podría no tomar estas precauciones, pero es mi deber como emperatriz garantizar la seguridad de mis ciudadanos. Eso incluye la creación de documentos que respalden cualquier imprevisto que deba ser solucionado de la mejor manera posible de acuerdo a las circunstancias de ese entonces.

—Estaré a tu lado en todo momento, ¿Si? —tomo sus manos al percatarme de su mirada tan preocupada. ¿Qué vio que tanto le aterra desde ayer? No me ha dicho nada al respecto—. Ella no puede intentar nada contra nosotros, Tree. Yo lo impediré, incluso la Diosa Skara también lo hará.

—Lo sé, solo que la preocupación es inevitable... —suspira profundo, una tenue sonrisa se esboza en sus labios al admirarme—. Hay un gran futuro que nos espera, Lu. Si tomamos una decisión incorrecta, no viviremos para contarlo.

—¿Hemos tomado las decisiones correctas hasta el momento, Tree? —pregunto, controlo el temblor que desea apoderarse de mi voz. Jamás me esforcé por aprender a utilizar mis poderes como médium, heredados de mi madre, y ahora considero que eso fue un grave error. Yo no veo lo mismo que Tree, yo solo veo las muertes de los demás—. Sé honesta conmigo, por favor.

—Nosotras sí —asegura, sus manos se apoyan en mis hombros y me dedica una mirada apenada—. No sé si los demás imperios han tomado las decisiones acertadas.

—Nymra fue notificada de este posible ataque. Alimsa respondió mis cartas y me aseguró que tomaron las medidas correspondientes para protegerse dado que Khiat no tiene los recursos necesarios para defenderse o actuar en este ataque —le digo para su tranquilidad. Ella asiente, ya lo sabía desde antes—. Le dije que no se preocupara por ello, Abdrion los respaldará en lo que necesiten y abogará por la vida de cada khiatiano.

Arruga las cejas con notable sorpresa ante mi respuesta, sus labios se entreabren con desconcierto. Antes de que pueda hablar, decido explicarle mis motivos:

—Nymra salvó tu vida. Arriesgó la suya para salvarte a ti, Tree —le recuerdo, con una sonrisa dulce. Fue una gran ironía ver como una de las personas que más me detestaba, salvó a mi esposa sin importarle si moría en el proceso. Hilayn pudo haber matado a Nymra por lo débil que estaba—. Es lo mínimo que puedo hacer por ella. Le debo mi vida entera.

—¿Quién pensaría que la diosa de la crueldad y la oscuridad es una persona que empatiza con los demás y qué daría su vida por los suyos? —dice con cierta ironía, una risita suave se nos escapa a ambas mientras nos observamos a los ojos. Nuestras miradas se conectan con esa complicidad que nos caracteriza—. Gracias, Lu.

—Eres mi vida y mi mundo entero —susurro sobre sus labios, acaricio sus mejillas con delicadeza. Deposito un beso corto sobre sus labios antes de continuar:—. No me importaría el precio a pagar por salvar tu vida, mi estrella. Yo siempre te elegiría a ti, incluso por encima de mí.

—Pronto también dirás lo mismo por dos personas más —me susurra en respuesta, con una sonrisa emocionada. Capto la indirecta, con cierto asombro, pero al mismo tiempo con esa misma emoción que ella siente en este instante.

—Espero que así sea. Siempre voy a salvar a las personas más importantes de mi vida —le aseguro, sin dejar de sonreír—. Yo sé que tú harás lo mismo.

—Rowan, Luciale —nos saluda Laissa al entrar por la puerta, ambas la observamos con atención—. Griseynna Liels me pidió que les informe que ya está todo listo. Paularah también me dijo lo mismo.

—Gracias, Laissa —habla mi esposa, en un tono gentil—. ¿Qué prefieres hacer?¿Quieres quedarte aquí en el Palacio o quieres ir con nosotras?

—Ehm, bueno... No lo había pensado —responde pensativa—. No lo sé, la verdad es que no quiero exponerme mucho...

—No estás obligada a ir —le aclaro para su tranquilidad—. Vinavina y Martz vendrán, pero tú puedes quedarte aquí con los demás.

—Claro, gracias —nos sonríe antes de retirarse.

Suspiro profundo. No obligaremos a Laissa a asistir a la ejecución pública de Herafel si ella no está lista aún, peor todavía si tenemos a una amenaza como la Reina Alexandra rondando.

...

Los gritos de Meydila Liweul son inconfundibles cuando llegamos a la prisión de máxima seguridad que recluye a Herafel, Krissalida Trayshon y Jessera Dissett. Mantengo mi vista enfocada en ella cuando pasan por nuestro lado mientras la sostienen.

—¡Majestades!¡Están cometiendo un error! —nos grita, intenta zafarse del agarre de los guardias—. ¡Escúchenme, por favor!

Los ojos escépticos de mi esposa la analizan en silencio. Tree sabe mucho más que todos nosotros, y si ha considerado oportuno ejecutarla, por algo debe ser. Yo no contradigo sus opiniones, sin embargo, no es el momento adecuado para llevar a cabo ese decreto con alguien de una familia importante como lo son los Liweul.

—Llévenla a una de las celdas reforzadas —ordena mi mujer con una seriedad impresionante—. Traigan a Herafel.

Los guardias se alejan con la figura de Meydila Liweul que no para de reclamar su derecho a hablar con sus familiares antes de ser encarcelada.

—¿Qué mierda es todo esto, Luciale? —sisea Kreim al aparecer por la entrada.

—Esas no son maneras de dirigirte hacia tu emperatriz —lo interrumpo, seria—. ¿Qué es todo esto? No tengo idea, Meydila Liweul nos dirá.

—Teníamos un trato, Luciale —señala, con notable molestia. Comprendo cómo se siente, él arriesgó su vida en Khiat para mantener viva a su hermana.

Sin embargo, pareciera ser que su hermana no haría lo mismo por él. De hecho, me atrevería a afirmar que le importa en lo más mínimo lo que pueda sucederle a su hermano mayor. Sus acciones hablan mucho de ella.

—Un trato que se rompió cuando tu hermana se convirtió en una traidora oficial del imperio —explica mi esposa, con esa serenidad y amabilidad que la describen. Desconfía un poco de Kreim Liweul, al menos eso leo en sus expresiones faciales, incluso cuando ella sabe que este hombre no es ninguna amenaza para nuestro imperio y es uno de los ciudadanos más leales a la corona—. Ya no son rumores, Kreim. Es una realidad. Lo hemos confirmado y no hay mucho que podamos hacer por ella.

—¿Cómo se convirtió en una traidora?¿Qué hizo contra nosotros? —pregunta pasmado, le es imposible creer en lo que decimos. Las personas solemos defender hasta la muerte a nuestros familiares, a aquellos que siempre protegimos y consideramos uno de los "nuestros"—. Ella jamás haría algo así sin un motivo.

—Actuó en favor de la misma persona que era cómplice de Herafel. Sin embargo, a ellos también los traicionó. Meydila le rinde cuentas a alguien más poderoso —digo adusta, aunque por dentro me duele haber depositado parte de mi confianza en alguien que solo pensaba en traicionarme y ofrecer a mi esposa por "su causa"—. Es un comportamiento inaceptable, deberíamos firmar su ejecución sin darle posibilidad a un juicio. Mañana organizaremos el juicio público, el pueblo decidirá y tanto tú cómo tu familia, estarán allí para decidir.

—Lo lamentamos mucho, Kreim.

—¿Pueden ser honestas un momento? —suspira pesado, nosotras asentimos atentas a su pregunta—. ¿Ustedes suponían desde el comienzo de nuestro trato que ella traicionaría a Abdrion?

El silencio de mi mujer le responde de forma afirmativa. No obstante, yo considero que lo mejor sería aclararle todo.

—No —aseguro—. No hubiese arriesgado tu vida de ser así.

—No comprendo que la pudo orillar a traicionarnos —se lamenta.

—A veces las personas no necesitan motivos, solo siguen sus impulsos o deseos —opina Tree, le dedica un vistazo al cuerpo de Herafel que traen los guardias—. Te veremos más tarde en la ejecución pública de Herafel. Mañana se decidirá el futuro de tu hermana, piensa bien qué es lo que tu familia votará, ¿Si?

Mi mirada se centra en el cadáver de Herafel. Su ropa ha sido tajeada luego de los cortes realizados por Vinavina y Martz. Sus manos están destrozadas, con los dedos hinchados, las uñas arrancadas, las falanges quebradas al igual que sus muñecas y brazos. Hay algunas fracturas expuestas, como lo son su codo derecho, sus piernas y su pie izquierdo.

La sangre ha dejado de fluir de su cuello hasta sus pies, sin embargo, todavía queda un rastro de ella en su ropa y en su piel. Su boca aún contiene la cantidad que lo ahogó y lo asesinó en cuestión de minutos.

La palidez se apoderó de su piel morena, algunos moretones son visibles en su cuello, su pecho y sus brazos. Sé que los bultos que sobresalen de su pecho son las costillas rotas que estuvieron a punto de perforar sus pulmones.

—Llevenlo al lugar de las ejecuciones públicas —pido en un susurro. Los guardias asienten—. En unos momentos iremos para allá.

Los hombres se retiran, llevan el cadáver de Herafel consigo. Cuando le dije a ese imbécil que lo resucitaría más de una vez, no bromeaba. Mis palabras son más que honestas si se tratan de él.

...

—¡Atención!¡Sus majestades la emperatriz del imperio renacido por derecho de nacimiento Luciale «Sheneira» Meire y la emperatriz consorte de nuestro imperio Rowan Electra Becker, están aquí! —anuncia la querida Ashtare de Abdrion, Paularah Kreshton, antes de reverenciarse ante nuestra presencia.

Mi esposa camina a mi lado mientras nos acomodamos frente a la gran multitud compuesta por la élite de los Quishenas, junto a su actual líder Keatlyn Trayshon, y todos los funcionarios de mi gobierno. Duques, Duquesas, Condes, Condesas y demás. Esta ejecución posee muchos más espectadores que la de Katie Müller y Marissa Vertiev.

Pronto Paularah Kreshton junto a uno de sus soldados más experimentados traen el cuerpo de Herafel ya resucitado. Su mirada azul se clava en la población expectante por su muerte, todas las miradas se encuentran sobre él y el estado deplorable de su cuerpo. El olor a la sangre seca comienza a adueñarse del aire limpio de este lugar abierto.

Mi presencia le intimida, puedo verlo a través de la tensión en los músculos de su cuerpo y el esquivar mi mirada a como dé lugar. Fue despojado de sus habilidades sobrenaturales, fue torturado y mutilado, asesinado varias veces. Ahora es un simple humano. ¿Quién no le temería a la Diosa de la oscuridad y la crueldad?

—Ante ustedes se encuentra la mayor amenaza para nuestro imperio, el ciudadano asteniense que ha sido desterrado y desheredado de la familia Ditnov de Astenont —anuncio firme, mi tono de voz se carga de rudeza—. Por los delitos de atentar contra la vida de su emperatriz consorte Rowan Becker, amenazar de muerte a la consejera de las emperatrices Laissa Arino y por el intento de asesinato y tortura de la emperatriz Luciale Meire, es condenado a una ejecución pública de acuerdo a lo que dictan nuestras leyes y las leyes de la Corte de Dioses.

—Ningún allegado a la Diosa Skara sufrirá en vida y esa persona saldrá indemne de ese crimen —cita mi esposa, la frialdad en su tonada mantiene en su lugar a cada ciudadano aridiense que nos observa en este momento—. Todos aquellos traidores a nuestro imperio serán juzgados como es debido y todos aquellos criminales serán ejecutados si así se considera.

Uno de los guardias sostiene a Herafel en lo que yo me aproximo a él. Su mirada azulada me suplica que lo deje ir, que lo deje en paz o que lo asesine de una vez. Clama por piedad, la misma que yo pedí durante todos estos años, la misma que le rogó Laissa cuando la maltrató y la abandonó después de haber perdido a su bebé, la misma que Nymra le suplicó las últimas horas que estuvo bajo su influencia. ¿Por qué yo debería apiadarme de él?

¿Por qué yo debería dejarlo ir? Él no lo haría por todas nosotras. De hecho, si tuviese la oportunidad, nos volvería a torturar, humillar y degradar.

Yo me he sentido una extraña en mi cuerpo durante cinco años. Cinco tortuosos y dolorosos años en los que no podía observarme al espejo porque yo veía a una Luciale herida, a la Luciale que él lastimó, «Luli» como me llamaba. Tantos días en los que yo veía mi mirada y no la sentía como mía, la sentía tan ajena a mí, tan impropia, tan asesina.

Pero todo eso se ha acabado. Yo soy dueña de mi cuerpo, de mi vida y de mis decisiones.

—Tu alma me pertenece, como siempre lo ha hecho —comienzo a susurrar ante los temblores que lo invaden, él se retuerce en busca de soltarse de los hilos invisibles que ahora lo sujetan y lo están presionando a más no poder—. Ya no tienes elección sobre tu destino, tu futuro o tus vidas. Yo soy quien decidirá por ti.

Un silbido agudo y susurrante escapa de mis labios, mis manos adquieren una forma irregular similar a la que yo tomo cuando dejo a mi lado como ser de la oscuridad fluir. El aroma a rosas invade el espacio que nos separa hasta que un olor pútrido se adueña del aire que respiramos.

Escupe y tose sangre de manera violenta, aún inmóvil, paralizado, como si estuviera detenido en el tiempo. Su piel morena adquiere un tono más blanquecino, lleva las manos a su cuello, en una súplica silenciosa por respirar. Su garganta ha comenzado a cerrarse hace unos pocos segundos y la sensación lo agobia, es inevitable.

Ojeras violáceos se crean debajo de sus ojos azules, tan quebrados por dentro, tan temerosos de este destino que él jamás creyó posible. Alimentarme de su energía no es un proceso fácil, pero pronto lo será. Él por voluntad propia me entregará su suspiro de vida, la capacidad de decidir sobre él, sobre su futura reencarnación y sobre su vida.

Él ahora me pertenece, podré resucitarlo si yo lo deseo, podré quemarlo y que sus cenizas jamás vuelvan a reencarnar. Yo decido sobre él, así como creyó que podía decidir sobre mí.

Cae de rodillas al suelo, con sangre que escapa a borbotones de su boca y de las heridas presentes en su cuello. Intenta articular un «Por favor», sin embargo, soy más rápida y corto sus cuerdas vocales desde el interior.

Entonces se rinde a mí. Cae al suelo, recostado, con la mirada perdida en algún lugar de mi rostro, sin la capacidad de moverse. Su respiración suave comienza a desaparecer de manera lenta, un tono negruzco tiñe sus venas y su cabeza, las heridas de sus sienes vuelven a abrirse; la sangre, de forma inevitable, corre nuevamente por su rostro ya pálido y sin vida.

Su cabeza explota como si fuese una bomba de sangre que nos salpica a todos, incluida a mi esposa. Le dedico una mirada asombrada al mismo tiempo en que ella se acerca a mí y succiona el alma de Herafel, una luz traslúcida de un tono azabache se incorpora en el cuerpo de la mujer de mi vida.

Su mirada se ha tornado rojiza, como el fuego, como el odio y la rabia que crecen dentro de ella y dentro de mí. Las pupilas se han alargado, similares a las de un felino, lo que le otorga un aspecto más intimidante, más siniestro y más poderoso.

Ella ha despertado como una bruja de sangre. Esto fue una pequeña demostración de lo que es capaz.

—No voy a permitir que él intente tocar a nuestras hijas —susurra al llegar a mí, extiende su mano para que yo incorpore la luz traslúcida que extrajo del cuerpo de Herafel—. Yo sé que tú tampoco.

Nuestras.

Nuestras hijas.

Las nubes se arremolinan en el cielo, el sol adquiere un aspecto rojizo y luego es cubierto por nuestra luna. La iluminación desaparece, somos cubiertos por la oscuridad y las penumbras, sin posibilidad de distinguir algo a más de tres metros.

Siento la mano de mi esposa aferrarse a mí, busco su rostro entre la oscuridad y solo puedo vislumbrar sus brillantes ojos rojizos en la oscuridad que nos rodea. No debería sentirme intimidada por este vacío que nos abraza, y sin embargo, en el fondo lo estoy.

—¡Bravo! Eso ha sido espectacular, emperatrices —comenta una voz burlona sobre nuestras cabezas.

Una silueta femenina se presenta ante nosotras, levita unos metros por encima de nuestras cabezas. Su largo cabello rojizo llega a sus pantorrillas, sus ojos marrones nos dedican una mirada curiosa mientras el largo vestido rojo que porta se mece con el viento. La corona llameante en su cabeza me confirma su identidad.

Es la Reina Alexandra del Infierno.

Han rumoreado desde su ascensión al trono del Reino Infernal que fue ella quién asesinó a su padre, el antiguo Lucifer. No me sorprendería que esta mujer sea capaz de tal cosa, en su mirada puedo ver qué ella no le teme a nada y no le importan las consecuencias para cumplir sus metas.

Es otra persona más que justifica sus acciones con la frase «El fin justifica los medios».

—No esperábamos su visita —hablo serena, jamás le voy a demostrar temor a una persona que no me supera en poder. Yo puedo controlar su dimensión si así lo deseo, ella puede intentar controlar la mía sin ningún éxito—. ¿Por qué la necesidad de apagar la luz del sol?

—Oh, disculpen. No quería que se asusten —chasquea sus dedos y la luz aparece otra vez. Noto los cuerpos paralizados de cada persona que se encuentra en esta multitud—. He paralizado el tiempo, será menos traumático para ellos.

Esboza una sonrisa burlona tras decir eso.

Antes de que pueda comentar algo más, quiebro su cuello de un solo pensamiento. No la asesino, pues mi intención no es hacerlo, solo expulsarla de esta dimensión. Y eso es lo que mi esposa hace cuando la ve a los ojos.

El cuerpo de la Reina Alexandra se desintegra en el aire, sus cenizas brillantes caen al suelo hasta que desaparecen a los pocos segundos. Es imposible que intente atacarnos de nuevo, no podrá.

...

¡Buenas, buenaaaas!

¿Cómo se encuentran después de este capítulo?

¿Será que los problemas con la Reina Alexandra ya terminaron? 👁️👁️

¿Disfrutaron de la muerte del cucaracho y los capítulos en los que lo hicimos sufrir? 🤠🔪

Ya en el próximo tenemos el gran final, ¿Qué esperan ver?¿Creen que será muy dramático? 👁️👁️

No puedo dejar de agradecerles por el apoyo a Siniestra Nebulosa. Cuando empecé a escribir esta historia en 2021 y la publiqué en 2022 (creo, no recuerdo bien), jamás me imaginé que tantas personas amarían a Rowan y a Luciale así como las amo yo.
Me alegra mucho ver qué todos se emocionan con cada capítulo y ahora con la segunda parte.
En verdad, millones de gracias por su apoyo, por sus votos, comentarios, por compartir la historia con otros, por leer y continuar en este viaje que es la Saga "Divina Inmortalidad".
Muchísimas gracias, ustedes son parte de mi felicidad también. 🥹🫶🏻✨

Nos vemos la próxima semana con el último capítulo y el primer capítulo de Lúgubre Alma. Espero que estén emocionados por la segunda parte, porque se viene con todo 🫂🤍

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top