Capítulo 56. "Él volvió"

Buenas, buenaaas. Acá estamos con el capítulo semanal. Se viene fuerte.

Advertencia de contenido:
-Violencia explícita
-Tortura
-Menciones indirectas de abuso sexual
-Menciones indirectas a trastornos mentales como la depresión o la ansiedad

Rowan.

Arrugo las cejas sin comprender las palabras de Hilayn, de mis labios se escapa una risita incrédula. ¿Ella sabe mucho más que yo sobre el ritual que realicé? No tiene sentido, el ritual fue exitoso. Mi esposa regresó a la vida, sin esa unión que la mantenía enlazada al alma de Herafel, sin ataduras ni fusión de almas con alguien que no sea yo.

—Yo no permití la entrada de nadie —aseguro firme, a pesar de que la duda se instala en mí tras analizar la mirada oscura de Hilayn. Ella no parece mentir, sin embargo, yo estoy demasiado segura de lo que he hecho antes y como me protegí junto a Vinavina—. Los portales han estado sellados desde que yo ingresé aquí.

—¿Y eso cómo lo sabes?¿Cómo tienes la certeza para afirmarlo? —inquiere desconfiada, no cree en mis dichos por alguna razón que, de manera muy probable, se resume a lo que le haya dicho el hijo de puta de Herafel.

—Porque Pefther Koulliov fue quien los selló, Hilayn —espeto, cansada de su juego de manipulación. Las expresiones de su rostro cambian por la sorpresa que la invade—. Los selló después de que tu hermano me trajera aquí, muerta, y me reviviera. No sé que te haya dicho Herafel, solo debes saber que él te ha mentido y te ha utilizado todo este tiempo.

—Es imposible que hayas sido resucitada, no...

—¿No desprende ese aroma? En definitiva no, tampoco tiene esa inestabilidad emocional de todos aquellos que han regresado de la muerte, o esa insensibilidad. Pero en efecto, Herafel la resucitó en el momento en que cruzó el portal a esta dimensión —explica mi mujer, harta de las palabras de Hilayn y su manera de querer adueñarse de la conversación—. Puedes creer lo que quieras, pero te atenderás a las consecuencias. Si aceptas haber sido una víctima más de ese enfermo, todas tus condenas serán borradas de tu historia y serás una ciudadana más.

—Herafel siguió su parte del trato que hizo con Pefther, Hilayn. A él no le importas —señalo, impaciente. Esta mujer cederá, pero tomará su tiempo para que confíe en nosotras y nos revele las debilidades de ese pedazo de escoria—. Ni siquiera te lo había dicho, ¿Verdad?

Niega con la cabeza, pasmada ante nuestras declaraciones. Baja la mirada, apenada por su accionar.

—Serás tú la que decida si vives o mueres, si eres condenada o librada de toda culpa que pueda recaer en ti.

...

No comprendo cómo no recordaba ese día. Fue mi último día sin tener idea de que mi mejor amiga en realidad era mi ángel guardián, y que yo no era una humana como creía. No hay nada de la especie humana en mí.

Es tan extraño como no recordé nada de lo sucedido en mi último día en la Tierra hasta que Herafel lo mencionó y los recuerdos me golpearon con dureza en el cuerpo como dardos venenosos dispuestos a matarme.

—Oh, ¿Entonces el próximo año te inscribes en la Universidad? —preguntó una de las amigas de Jenna—. Puedo ayudarte con la inscripción si quieres.

—Te lo agradecería —respondí por cortesía. Me apresuré a beber de mi café para evitar responder más preguntas por ese momento, necesitaba respirar unos minutos.

«El próximo año», en mis pensamientos no cabía la posibilidad de vivir un día más en la Tierra. Ya lo había decidido, llevaba meses con esa idea que rondaba por mi cabeza y decidí decirle que sí a los pensamientos intrusivos; estaba cansada de luchar conmigo misma y no creía soportar otra crisis que se extendiera en el tiempo. Las pastillas cada vez me adormilaban más y poco a poco la niebla mental se apoderaba de mí.

Un nudo se había formado en mi garganta tras analizar lo que mis pensamientos gritaban, lo que yo reprimía cuando deseaba chillar de la frustración y de la ira que ni yo sabía de dónde había salido.

—Necesito ir al baño, ya regreso —avisé antes de levantarme de mi silla y salir casi corriendo en dirección al baño de la cafetería. Trastabillé un poco en el camino, pero nada que no pudiera controlar.

Una vez allí dentro, solté un suspiro tembloroso y abrí la llave del agua fría para refrescar mi rostro. La gelidez de las gotas sobre mi piel me devolvieron a la realidad, impidieron que rompiera en llanto. No iba a lograr disimularlo. Ya me quedaban pocas fuerzas para vivir, o quizá sobrevivir, porque no viví hasta que llegué a Lilium.

En el momento en que alcé la vista para peinar mi cabello, lo vi.

Al principio como una sombra, una mancha oscura traslúcida con forma humana. Tragué saliva, conmocionada por lo que mis ojos observaban. No fui capaz de reaccionar, ni siquiera cuando su brazo agarró el mío para que yo volteara a verlo a los ojos. A esos gélidos ojos azules que tanto yo como mi esposa detestamos a más no poder.

—Así que tú eres Rowan Becker... —susurró con cierta curiosidad, una sonrisa socarrona se esbozó en su rostro—. Para ser alguien muy importante, no lo pareces.

—Suéltame ahora mismo —siseé, tiré de su brazo para que me soltara, pero fue en vano. Me aprisionó contra el lavabo y fue en ese momento que sentí el verdadero terror en mí. Las náuseas me invadieron, me paralicé sin lograr moverme ni un milímetro. Me congelé en el tiempo.

Y él lo supo. Él sabía todo lo que Pefther le había dicho sobre mí, esa investigación que hizo durante diecinueve años de mi vida. Herafel supo cómo infundir miedo sobre mí para que no reaccionara, para que me congelara.

Herafel no tuvo más opción que romperme el cuello. Forcejeé contra sus brazos por unos minutos hasta que su fuerza sobrenatural me venció y yo caí al suelo, con los ojos cerrados, ya sin vida. Sin ningún latido en mi corazón.

Pudo no haberme asesinado de esa manera, o no haberme provocado un ataque de pánico que no supe controlar en ese momento y que desencadenó una de las crisis de ansiedad que tuve en mis comienzos en Abdrion. Él pudo elegir entre matarme o traerme con vida a este lugar, y sin embargo, prefirió la opción más sencilla, la más sádica y aquella que le permitiría permanecer desconocido para mí.

Cuando cruzó el portal conmigo a esta dimensión, los recuerdos sobre él se esfumaron y yo no supe que había sucedido, me pregunté durante tanto tiempo como era que había aparecido en la zona fronteriza con Khiat si yo solo había ido al baño en la cafetería. Nunca me imaginé haber muerto y menos por obra de ese desgraciado al que deseo torturar cada vez más. Con cada día que pasa, mi odio crece y las ansias de sangre aumentan.

Creyó tener el derecho de decidir si yo vivía o moría, y de decidir sobre la vida de mi esposa, como si fuésemos objetos de su propiedad. Odio tanto la idea de pensar en cómo destruyó a mi Lu por dentro y lo mucho que le costó recuperarse de ello.

—Tree —murmura ella al verme, lo más probable que llorosa y abrazada a mis piernas. Suelo desconectarme de lo que sucede a mi alrededor cuando recuerdo aquello que pensé jamás recordar por el dolor que me provocó en el momento en que lo viví—. ¿Qué sucedió?

—Recordé como Herafel me trajo aquí —suspiro profundo, su mirada grisácea se cristaliza al escucharme. No duda en acercarse a mí para sentarse a mi lado—. Quiero matarlo.

—Tendrás la oportunidad en otro momento, ahora lo importante es saber cómo estás —pasa uno de sus brazos por mis hombros para llevarme hacia ella—. ¿Cómo te sientes?¿Por qué crees que estás así?

Su perfume floral invade mis rosas nasales, esta vez se trata de lirios y no de jazmines. Percibo la sedosidad de los mechones de su cabello que rozan mi frente, la suavidad de sus manos al tomar las mías para entrelazar sus dedos y puedo jurar que ella acaricia el dorso con sus alargadas uñas. Lleva meses con ese gesto, sabe a la perfección que me tranquiliza y que me otorga una paz inmensa al igual que su sola presencia.

—Me siento tan estúpida por permitir que todo esto me afecte otra vez, por no haber reaccionado cuando él me atacó ese día... Yo no puedo creerlo —digo como si no fuese yo, como si estas palabras no me pertenecieran. Siento como besa la cima de mi cabeza con delicadeza, como si fuese la señal de que ella me protege en todo momento—. Pensé que había superado todos estos asuntos, fui durante años a terapias en la Tierra y...

—Tree, no necesitas decirme sobre tu vida privada antes de venir aquí si no quieres —me detiene al percatarse del rumbo de mis palabras—. No tienes la obligación de decirme nada que no desees, yo no tengo porqué saber todo sobre ti, ¿De acuerdo?

—Lo sé, Lu... Solo necesito... decirlo —aseguro, por lo que ella asiente y me observa con atención a través de sus bellos ojos grisáceos, sin apartarse de mí—. Detesto tanto la idea de conocer los motivos por los que tuve tanto miedo de inscribirme en la universidad, de no encajar, de pensar que todo el mundo creería que yo los provoqué a ellos y que por ello hicieron lo que hicieron; de que yo también provoqué también la ira de Marissa o de Katie. No lo puedo creer, ¿Por qué pienso esto?

Besa mis mejillas repetidas veces sin dejar de abrazarme, su presencia me produce la serenidad que necesito en estos momentos. No leo su mente, sin embargo, soy consciente de que en estos instantes ella desea torturar a todos aquellos que me han lastimado. No necesita nombres, ya sabe quiénes son por lo que ha leído en mi historia de vida.

Estuve negada durante tres años a aceptar mi temor por los hombres y por lo que ellos pudieran hacerme. No fui capaz de afrontar mis miedos para inscribirme en la universidad.

—Sé lo que hizo ese profesor contigo —murmura, no me desconcierta en lo absoluto. Sabía que en algún momento ella decidiría averiguar más sobre mí y sobre mi pasado, para no recordarme situaciones dolorosas—. Él tiene los días contados, así como los tuvieron Katie y Marissa. Ni siquiera Herafel se salvará de lo que soy capaz por proteger a la mujer que amo, solo quiero que sepas que ninguna de las personas que te haya hecho daño quedará con vida al final de todo esto. Eso incluye a Pefther Koulliov también, ¿Si?

Su dedo pulgar acaricia mi mejilla izquierda, la calidez y suavidad de sus uñas me tranquiliza en cuestión de segundos. Respiro más lento, ya sin lágrimas que caigan por mis ojos; se encarga de limpiar el rastros que haya quedado de ellas, con ese cuidado y ese amor que aparece en cada acción que, de alguna manera, me involucra a mí.

Lu conoce cada uno de mis miedos y yo he podido contar cada uno de los suyos, incluidos los sucesos que la llevaron a crearlos. En momentos así es cuando me doy cuenta que ella me ama tanto, y no solo por lo que hace, por las acciones que demuestran cuánto me adora; también por lo que no hace, por no gritar, por no insultar, por no dudar de mis palabras o desconfiar de mi persona, por no aprovecharse de mis traumas con el fin de manipularme.

Y yo también hago lo mismo con ella, yo jamás utilizaría nada de su pasado en su contra. Nunca la atacaría con asuntos privados que me confió estando en confianza. Ahí radica el verdadero amor, en el predicar la ternura y no atacar al otro por la espalda. Todas las personas que amamos tienen un enorme poder sobre nosotros para destruirnos y la medida de su amor puede cuantificarse en como ellos deciden no destruirnos.

—No me dañó de manera directa, pero sí indirecta. Él sabía el monstruo que era Marissa y jamás se atrevió a ir a detenerla —reconozco, ella asiente—. No comprendo cómo es que llegué a todo esto...

Sus ojos grisáceos son tintados por la extrañeza que la invade ante mis dichos. Frunce sus cejas un poco, pensativa. Por un efímero instante, juraría que su respiración se ha congelado.

—¿Te has sentido extraña estos días? —inquiere más que dubitativa, presiona sus labios para evitar decir algo más.

—¿A qué te refieres? —me confundo, desvía la mirada de mi rostro e inspira profundo. Demasiado lento y hondo, diría yo, como si necesitara reconfortarse porque lo que acaba de decir le duele—. Lu, dime.

—¿Qué sentías cuando dijiste que anhelabas matar a Herafel? —pregunta con cierta seriedad en su tono de voz, trago saliva—. Sé sincera, por favor. No importa si la respuesta es difusa o no reconoces que es lo que sentías.

Suspiro con pesadez, los latidos de mi corazón se acumulan en mi garganta y se agolpan en mis oídos. Una corazonada me invade, me grita que se avecinan tiempos difíciles y que ella acaba de descifrar algo que yo no había logrado comprender o detectar desde hace unos días. Varios días.

—¿Frustración?¿Ira?¿Odio? —respondo, aunque más que una afirmación, son dudas. Todas las dudas que comienzan a formularse en mi cabeza de la nada—. Si me preguntas el porqué, no lo sé, yo diferencio que hay algo más además del enojo que me produce saber cuánto te lastimó en el pasado. Hay otros motivos implícitos en esto.

—¿Tus ansias de querer dañarlo han aumentado? —un leve temblor se apodera de su voz, lucha por disimularlo—. ¿Hay impulsos que te llevan a ejecutar a personas que acaban con tu paciencia?

La última interrogante me recuerda al momento en que ejecuté a uno de los funcionarios de nuestro gobierno por dudar de mi palabra y de la legitimidad de su emperatriz. Los Meire han hecho mucho por este imperio y nadie más que ellos merece el trono de Abdrion. Los Arino solo merecen morir, salvo la nueva generación de ellos que no debe pagar los pecados de sus padres.

—Sí —acepto con cierta vergüenza, siempre abogué por la paz y la empatía con los otros. ¿En qué momento me dejé llevar por mis impulsos?

De igual manera, no me desagrada sentirme de esta forma. Es como si la parte que ha sido dañada por la sociedad, murió, y otra nueva yo renació de las cenizas. Una yo que no se dejaría pisotear por nadie y que ya no le teme a nada, que es imparable y que solo busca el bienestar de los que considera su familia, aun cuando sus métodos pueden no ser considerados los más adecuados.

—Mírame —pide en un susurro, la autoridad en su voz me hace sonreír. Está tan acostumbrada a dar órdenes, que cuando las hace de forma inconsciente, se aprecia tan seductora y dominante—. Piensa en Herafel. No preguntes la razón, solo hazlo, ¿De acuerdo, Tree?

Enfoco mis ojos en sus orbes grisáceas, las cuáles brillan con amor y admiración al contemplarme. Me es imposible concentrarme en la imagen mental de ese desgraciado cuando solo la figura de mi mujer ocupa mi mente, con una sonrisa tan bella como siempre y con un vestido blanco bordado con hilos plateados y dorados en el torso. Más que una simple imagen mental, es una visión de lo que se aproxima.

Lu, Sheneira: la diosa de la oscuridad y la crueldad, con un vestido blanco de mangas de encaje y escote cuadrado, torso cubierto de pedrería y bordados en oro, plata, diamantes. La falda del vestido es bastante ostentosa, con capas de tul brillante y de encaje. El cabello lo lleva recogido en una larga trenza francesa que le llega a la cintura, tan resplandeciente y sedoso como siempre; su maquillaje es más que excéntrico, con cierto toque de dramatismo al teñir sus labios de un tono bordó y sus ojos de tonos oscuros.

Pareciera que se preparó para un evento importante, uno inolvidable y que no volverá a repetirse en su vida.

—¿Tree? —inquiere al no obtener respuesta de mi parte.

—Lo siento, eh... tuve una visión —digo, capto su interés al instante—. Fue sobre ti.

—¿Fue buena o mala? —se preocupa con una sonrisa nerviosa.

—Buena. Estabas vestida como si fueses a asistir a un evento importante, o como si fueses a recibir la noticia de que vas a tener un hijo —hablo por impulso. Caigo en cuenta de lo que he dicho a los pocos minutos, pero no hallo rastros de incomodidad en el rostro de mi esposa. Al contrario, solo sonríe—. Ahora pensaré en ese idiota, dame un momento.

Tomo aire para darme el valor de pensar en ese desgraciado al que deseo matar de una vez, para que nunca más pueda pensar en dañar a mi esposa o a todas las mujeres que se convirtieron en sus víctimas. Su silueta tarda poco en aparecer en mi mente, con ese traje oscuro que lo describe, esa mirada azul penetrante e intimidante. Él mira a todos como si quisiera matarnos por el simple hecho de conocernos, la perversión es una característica principal en su accionar.

En mis pensamientos, le he cortado sus extremidades, lo he quemado vivo sin quitarle la vida y también lo he electrocutado. No se compara ni a la mitad del daño que le ha hecho a las chicas, pero es el pequeño aporte que haré para contribuir a su tortura y muerte.

—Tus ojos... están rojos —señala sin poder creerlo—. Está despertando tu lado como bruja de sangre.

—Si no logro controlarme, mataré a alguien inocente —murmuro apenada—. ¿Cómo pasó? Estuve dormida veinte años.

—No tengo idea, pero algo activa a tus genes de bruja de sangre que han permanecido dormidos —suspira antes de regresar su mirada a mí. Sus orbes grises se han vuelto tan transparentes, puedo ver cada emoción y me creo capaz de palparlas, ya no oculta nada de lo que siente—. Sé que no matarás a nadie, Tree. Te conozco, no creas que no sabrás controlarlo, ¿Si? Eres la persona más noble que he conocido y no me importa lo que piensen los demás, tú no debes creerles. Que seas una bruja de sangre, no significa que te volverás una asesina de inocentes.

Con lo que acaba de decir, calmó mis latidos acelerados y la preocupación, mejor dicho el temor, de arrebatarle la vida a algún inocente por perder el control. Soy mucho mejor de lo mi parte como bruja de sangre quiere hacerme creer en estos momentos.

...

Luciale.

Conduzco a Laissa y Martz hasta la celda donde se encuentra recluido Herafel. Mi primo permanece estoico mientras camina a mi lado, no obstante, mi prima sigue nuestros pasos como si sopesara esta decisión de contribuir a la dolorosa muerte de ese pedazo de escoria. Pareciera que arrastra sus pies, insegura de continuar con nosotros, o tal vez temerosa por volver a verlo en persona.

No la juzgaré. No tengo idea de cómo será su proceso de sanación, pues no todos lo logramos de la misma forma, pero ella no está obligada a proseguir. Puede negarse y regresar al Palacio sin ningún problema, no debe forzarse a actuar de una manera que ella no quiere, o de ver a alguien que todavía le afecta.

Ha perdido mucho en su vida, no merece volver a sentirse vulnerable e indefensa por la presencia de un idiota.

—Luciale... —me llama Krissalida Trayshon en cuánto pasamos por delante de su celda—. Necesito hablar contigo y con la emperatriz Rowan más tarde.

—Más tarde vendremos —le respondo sin detener mi andar, no objeta nada a cambio, siendo el único ruido que se oye el de mis tacones golpear contra el suelo.

Cuando llegamos a la celda, Herafel nos recibe con una mirada cargada de odio de la que se arrepiente ni bien mis poderes actúan sobre él para quebrar cada uno de sus huesos, y posteriormente, sanarlos en segundos.

—Pensamos que tal vez estabas muy solo, Herafel. Quisimos hacerte compañía —ironiza Martz al acercarse a él. Lo patea en la entrepierna y en cada una de sus piernas para quebrar los huesos de esas zonas o lesionar sus tendones, músculos y ligamentos. Herafel jadea de dolor ante esa acción—. Hemos sido demasiado benevolentes contigo, imbécil de mierda.

—Luciale, por favor.

—Yo no haré nada para ayudarte, Herafel —sonrío divertida antes de soltar una risita burlona—. No me interesa cuánto supliques, yo no oigo a los muertos condenados, sólo a los vivos.

Laissa se mantiene a mi lado, juguetea con sus uñas sin lograr animarse a torturarlo como tanto ansiaba. Hay algo que la frena de hacerlo y no es esa mirada de víctima que le dedica Herafel, son esos temores y traumas que todavía la persiguen cada día.

—Él no puede dañarte, Laissa —susurro al tomar su brazo con delicadeza para que enfoque su atención en mí—. Ya no tiene ningún poder sobre nosotras y jamás volverá a tocarte. Está muerto y condenado a una eternidad de desgracias. Yo me encargué de que así sea.

Su mirada verdosa brilla como si deseara llorar de la frustración. Esperó tanto tiempo por este momento y no se siente capaz de afrontarlo, de torturarlo y asesinarlo. El rostro de su agresor la intimida, le infunde un temor indescriptible contra el que no puede luchar; odia sentirse de ese modo frente a él, pues cree que le otorga poder sobre ella y en realidad, desde el momento en que ellos rompieron su relación, ya no tiene poder sobre ella. La vida de Laissa es suya y de nadie más, ni Herafel, ni yo, ni nadie, puede decidir sobre lo que solo su alma sabe.

—Quiero hacerlo, pero...

—¿Pero? —la invito a seguir, mi voz se suaviza para no asustarla—. No estás obligada a hacer nada de lo que no te sientas segura, Laissa. No te fuerces en esto, será mucho peor después para ti.

No responde, por lo que decido continuar:

—Vuelve al Palacio, Laissa. Necesitas descansar y despejarte —le sugiero, sus ojos verdes me observan con cierta extrañeza—. No estoy enojada ni nada, sé que esto te afecta y lo mejor sería que no te obligues a ti misma a hacer esto. Otro día podrás volver, pero ahora no es el momento.

—Gracias —murmura casi inaudible antes de irse de la habitación sin decir nada más.

Oigo que suelta el aire que llevaba contenido ni bien cruza la puerta y se aleja entre respiraciones temblorosas. Sé que siente que se ha fallado a sí misma, sin embargo, la elección que acaba de hacer fue para cuidarse. Todavía no está lista para confrontar al tipo que le arruinó parte de su juventud y le hizo creer que ya había perdido su vida en una causa sin sentido.

—Espero que la hayas visto bien, Herafel, porque es la última vez que verás a mi hermana —sisea Martz antes de arrancarle las uñas una por una, los gritos de Herafel son indescriptibles y desgarradores. Martz no solo se encarga de sacarle pedazos de piel en el proceso, sino que también de drenar su energía en conjunto conmigo—. Será también la última vez que estés tan cerca de ella.

Golpeo su cabeza contra la pared repetidas veces hasta que la fuerza que ejercen sus manos sobre las cadenas que lo aprisionan disminuye, lo que es una señal de que está próximo a perder el conocimiento. La sangre brota de las heridas en su nuca y sienes, al igual que de sus muñecas, brazos, manos y ahora torso. Martz se encargó de tallar en la piel de Herafel con un cuchillo de plata para quemarlo en el proceso.

—Deberías estar agradecido que aún no te he matado para luego revivirte —me burlo, con una sonrisa maliciosa—. De todas formas, ese momento se acerca. Verás que divertido que es.

...

Al regresar al Palacio, el caos se adueña de cada una de las paredes de este hogar ni bien entramos. Hay un grupo de guardias que bloquean la entrada de una persona que desea ingresar al sector donde habitan mis padres, exige a gritos que le permitan pasar y que es importante su visita con los antiguos emperadores de Abdrion.

—¿Quién es? —inquiere Martz con una mirada recelosa—. Ni siquiera cuando Jessera Dissett estuvo aquí se pusieron así de agresivos.

—Jessera burló nuestra seguridad y creyó que por pasarse de lista no tendría consecuencias —le explico con cierta obviedad, él suspira—. Por la forma en que lo rodean, es o fue un gobernante de mis padres.

Me detengo al oír una voz que resuena en mis adentros, como una tonada familiar que oí alguna vez hace mucho tiempo. Me aproximo a la figura del hombre que es rodeado por los guardias que custodian el Palacio y le impiden la entrada al sector donde mis padres residen.

Sus ojos marrones son tan conocidos y extraños al mismo tiempo, he visto esa mirada en alguien más antes. Lleva el cabello castaño casi oscuro, ondulado, con un mechón blanco en la frente.

—Disculpenos, majestad, no la habíamos oído llegar —habla uno de los guardias antes de reverenciarse—. El señor desea entrar a la zona donde residen los antiguos emperadores de Abdrion.

—¿Cuál es su nombre? —pregunto seria, lo analizo con la mirada en busca de alguna señal de que nos atacará, pero el pobre hombre pareciera ser solo una buena persona.

—¿Luciale? —arruga la frente al reconocerme, aparenta estar tan sorprendido como yo de que sepa mi nombre—. Soy Ver Dreim, el padre de Chrystel y el padre adoptivo de Rowan.

...

¡Buenas, buenaaaas!

¿Cómo están esta semana?

Yo muerta por motivos académicos, pero bien anímicamente (o eso parece)

¿Se esperaban ese final de capítulo?¿O quedaron tan impresionados como yo?

¿Se dieron cuenta de que a Luciale no le importa si Rowan se siente mal mil veces? Porque esas mil veces, Luciale va a estar para Rowan y la va a apoyar como siempre 🥹

En fin, aspiramos a ese tipo de amor, mis corazones

Se viene más unboxing de tripas de cucaracho la semana que viene 🤠🔪

Rowan le tiró un tremendo spoiler del futuro a Luciale cuando mencionó lo de los hijos JAJAJAJAJA
Spoilers buenos, parte 1

Acá somos haters a Herafel por hacerle daño a nuestras nenas Laissa, Nymra, Hilayn, Rowan y a nuestra diosa Luciale. Ojalá se muera ese desgraciado, hermanxs
Amén 🛐
(Ya se va a morir, no se preocupen)

Recuerden que quedan pocos capítulos para el final de Siniestra Nebulosa y para que comience Lúgubre Alma (la segunda parte)

Sin más que decirles, nos vemos el próximo jueves 🫂✨

Recuerden que pueden seguirme en mi Instagram para más adelantos e información, me encuentran como _merqueen o Rochitus (tengo la misma foto de perfil que acá)
Hoy más tarde (digo hoy, porque ya es viernes acá en Argentina) a las 21 o 22 hs hora Argentina nos estaremos leyendo en mi Instagram para la revelación de portada de Lúgubre Alma, ¡No se lo pierdan!

Besos y abrazos. 💞🫂

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top