Capítulo 53. "Sin piedad"
Advertencia de contenido:
-Tortura
-Violencia
-Descripciones y menciones a sangre
-Menciones a familia disfuncional
Luciale.
De regreso a Abdrion, ordené que encarcelaran a Hilayn y Herafel en la misma prisión donde torturé a Katie Müller y Marissa Vertiev hace poco tiempo. A ellos les espera un destino mucho peor, no seré tan considerada esta vez, y espero que soporten todo lo que vivirán.
Mi esposa y yo hemos vivido situaciones mucho peores que las que, quizá, efectuaré contra ellos. Una parte de mí se encuentra en duda, ya que considera que lo mejor sería dejar que la condena social los asesine. Sin embargo, eso sería exponernos ante el mundo.
No es lo que yo quiero. Encuentro más gratificante torturarlos yo misma, como una vez me prometí y como le aseguré a mis primos. Seremos nosotros quienes acabaremos con las peores amenazas que pudo tener Lilium.
Tanto Herafel como Hilayn, han cometido una infinidad de delitos que jamás serán perdonados por la Diosa Skara o la actual Corte de Dioses. Ellos representan todo aquello que nuestra creadora detesta a más no poder. Todo aquello que le arrebató su vida en la Tierra, y que atormentó a su hija más amada por años.
—Me alegra tanto saber que se encuentran bien —nos saluda Chrystel antes de abrazarnos con una amplia sonrisa aliviada. La simpatía que ella emana es admirable, es auténtica y amable de manera natural. Imposible no sentirse en paz a su lado—. Vinavina estaba preocupada por ustedes.
—¿En serio? —cuestiono extrañada, elevo una ceja con cierta desconfianza.
—Bueno, no estaba preocupada —se separa de nosotras para hablar mejor—. En realidad solo me dijo que si ustedes no volvían, ella iría a buscarlas y asesinaría a Herafel con sus propias manos.
Es esperable si se trata de la hija de Mon Arino. Si bien no se parece en lo absoluto a su progenitora, comparte ciertos rasgos de ira y violencia con ella. Son características hereditarias en esta dimensión, y por desgracia, Vinavina las heredó. Lo único bueno es que se mantiene controlada casi todo el tiempo.
—¿Y la ibas a dejar irse? —pregunta mi esposa, con una tonada que no revela las verdaderas intenciones detrás de esa interrogante que, a simple vista, no pareciera ser nada fuera de lo común.
—No, hubiese sido riesgoso. Enviaríamos a personas experimentadas en ese campo, o a algún Quishena dispuesto a colaborar —aclara como si fuese una obviedad. No obstante, hallo algunos rastros de nerviosismo en su pálido rostro. En cuánto identifica que la analizo, sonríe de manera tímida—. No podemos perder a alguien importante para el imperio.
Mantengo mi expresión indiferente ante este asunto, a pesar de que por dentro formulo mil preguntas que quizá no encuentren una respuesta adecuada.
Tree me dedica una mirada cómplice de esas que gritan ≤Ya te explicaré» antes de sonreírme de manera tranquila. No importa cuántas veces ella esboce una sonrisa en sus delicados rasgos astenienses, para mí siempre se sentirá como la primera vez que la vi sonreír: aquella ocasión en la que mi corazón se aceleró con ese simple gesto adorable en ella, pues unos pequeños hoyuelos se forman en sus mejillas, y un aura de autenticidad mezclada con un brillo inusual la rodea. Mi amada esposa, al sonreír, hablar o incluso estar parada como si solo pensara, es el ser más bello de esta dimensión y de todas las restantes; tan especial, inigualable y cautivante como nadie más.
Ser espectadora de su presencia es algo tan preciado para mí. Ella enciende mi corazón, revoluciona mi alma como nadie más lo hará, porque no hay otra persona que posea el mismo efecto en mí. Siquiera el mismo sentimiento de amor y admiración que siento por ella, por el amor de mi vida.
—Todos en esta familia somos una pieza clave para el imperio —concuerda Rowan, su tonada tranquila me roba una sonrisa.
—Iré a preparar la cena con Laissa y Kraya —suspira Chrystel—. Espero que te veas radiante esta noche, Rowan. Es tu noche.
—Siempre está radiante —opino sin apartar la mirada de Tree, acomodo su cabello con suavidad—. Aunque, claro, ella siempre se ve más radiante con cada día que pasa.
—Toda una romántica, su majestad —bromea entre pequeñas risas, mi mejor amiga nos ha abandonado para permitirnos un rato a solas—. ¿Quién lo pensaría de la mujer más temida y poderosa de todo Lilium?
Tomo una de sus manos para acariciar el anillo de bodas que reposa en su dedo anular, y la pulsera que cuelga de su muñeca. Ella me admira a través de sus ojos cafés, con brillos más dorados que de costumbre, y con un tono especial semejante al amor. El amor que profesa por mí a cada instante que transcurre, el amor que todos fueron capaces de ver cuando ella tomó la decisión más dolorosa para las dos, o cuando defendió mi nombre en mi ausencia.
—Solo por ti, Tree —aseguro sobre sus labios—. Nadie más posee este efecto en mí. No hay otra persona que esté por completo en mi corazón.
Funde nuestros labios en un corto beso. Al separarse, me sonríe con emoción.
—Entonces debes saber que no hay otra mujer que provoque el mismo efecto que tú en mí. Eres la única en mi vida, Luciale Meire —me abraza de la cintura para apoyarse en mi pecho—. Así será siempre. En todas nuestras vidas.
Más que una afirmación, es una promesa y un juramento entre nuestras almas. No existe ninguna fuerza superior que pueda romper el lazo que nos une, un lazo invisible, latente y sempiterno. Nada se iguala al amor que vive entre ella y yo, entre dos almas gemelas que durante muchas reencarnaciones se persiguieron, fueron separadas o fallecieron, pero que en esta vida han podido encontrarse como así prometieron.
...
Analizo la figura tensa de Kreim que entra a mi despacho, se reverencia con cierto carácter forzoso y se sienta frente a mí en el escritorio. Sus ojos anaranjados se aprecian más agresivos que de costumbre, como si vivir en el imperio de Khiat hubiese sido una tortura.
Sé que lo es. Herafel no se detiene hasta haber entrado a lo más profundo de tu mente, hasta que pierdes la capacidad de diferenciar tus pensamientos de los suyos. Él es una mancha venenosa en el alma de cualquiera, dispuesto a destruirte si lo considera «necesario» para sus fines.
Eso ha hecho con Laissa, Nymra, Meydila, Hilayn y yo. Es probable que existan más mujeres que pasaron por sus garras y que quizá hoy estén muertas por ello. Nosotras hemos sido un medio para un fin, uno malévolo y cruel; tal vez la peor parte de todo esto se la ha llevado Nymra, quien fue torturada desde hace meses todos los días por un enfermo como Herafel. Él anhelaba conseguir una corona, sin importarle cuál, pues cree que ese es su destino y que el universo le roba su derecho al trono.
Una absurda creencia —que trajo muchas muertes y dolor— surgida de la muerte de su padre en la batalla por el trono de Astenont. En el pasado, el difunto emperador Martev y su hermano mayor, debieron pelear cuerpo a cuerpo, sin utilizar magia, para decidir quién sería el heredero. El ganador era el apto para el trono y el elegido por los dioses.
Dado que el padre de Herafel usó parte de sus poderes sobrenaturales para verse favorecido en la batalla a muerte, los Dioses no tuvieron compasión por él y su pueblo tampoco. Martev lo asesinó sin una gota de remordimiento, enfurecido por la traición de su hermano. Él pensaba en cederle el trono, pero el padre de Herafel fue desleal y deshonesto.
La hermana de ellos, Alyam Ditnova, no participó de la batalla por haber renunciado a sus derechos sobre el trono. Ella solo deseaba formar una familia, o una vida armoniosa, lejos de la corrupción y la ambición que representaba la corona en su vida. Sin embargo, se vio envuelta en esa familia otra vez, dado que debió cuidar de Herafel.
A ese pedazo de escoria no lo justifica nada. Se ha encargado de torturarnos durante años por placer y diversión. No tuvo razones, no hay excusas para actos tan crueles y por ello es que nadie tendrá piedad de él. Morirá en su propia ley.
—¿Luciale? —inquiere Kreim, salgo de mis pensamientos para dirigirle la mirada—. ¿Qué necesitas de mí?
—Me alegra que estés bien, al menos físicamente —sonrío un poco para calmar la tensión en el ambiente—. Mi esposa y yo estamos agradecidas por tu ayuda en esta guerra innecesaria que inició Herafel.
—¿Cuál es la situación de mi hermana? Dijiste que ella no sería ejecutada si yo colaboraba en esto...
—Kreim, escúchame —suspiro profundo, él baja la mirada—. Tu hermana ha tomado decisiones que pueden ser consideradas como una traición hacia nuestro imperio. Lo sabes a la perfección... Sin embargo, hemos decidido que ella nos guiará hasta la persona a la que le sirve. No haremos nada en su contra.
—¿Eso significa que ella vivirá?
—Es probable que sí —murmuro tensa, él sabe que es una señal de que no estoy muy segura de mis palabras. He hecho siempre lo mismo: murmurar en tono nervioso, poco firme.
—Luciale, no puedes decirme eso... —se niega con pesadez—. Quiero poder creer en ti. He sido honesto contigo, he arriesgado mi vida por este imperio. ¿Qué crees que hubiera pasado si Herafel sabía que yo no estaba de su lado?¿Tienes idea de las cosas horribles que tuve que ver? Lo hice por mi hermana, por este imperio y por las emperatrices que lo gobiernan.
—Kreim, si yo supiera que ella no nos va a traicionar, te podría asegurar que ella vivirá —señalo un tanto apagada. Estimé a Meydila por años, al ser la hermana de Kreim, consideré que era una persona de confianza y que sería una buena Condesa en mi imperio—. Pero no lo sé. No tengo ese poder. Es decisión de ella traicionarnos o no, yo deseo con todo mi ser que no sea así.
—Espero que no nos traicione —susurra casi inaudible, cierra sus ojos por un segundo antes de abrirlos con cierta condescendencia—. Gracias por aclarar este tema, Luciale... Yo...
—Es difícil, lo sé —hablo comprensiva, su mirada cambia a una desconcertada—. Yo también aprecio a tu hermana y me duele tener que pensar en la posibilidad de una ejecución por traición. También soy consciente de que has pasado por mucho en Khiat y déjame asegurarte que él va a pagar cada una de las cosas que les hizo a ustedes, ¿De acuerdo?
...
Rowan.
Chrystel esparce las sombras de ojos doradas por mis párpados. Su respiración tranquila me da cierta paz interna, tararea alguna canción que desconozco mientras continúa maquillándome. No soy de utilizar mucho maquillaje, pero creo que la ocasión lo amerita.
—Así que... ¿Luciale diseñó tu vestido? —pregunta incrédula, presiona un poco mis párpados con la brocha de maquillaje—. Es muy lindo.
—Sí, es precioso —sonrío emocionada. A pesar de que no la veo por tener los ojos cerrados, sé que ella sonríe de la misma manera que yo y quizá dé pequeñas palmaditas como si su sueño se hubiese cumplido—. Me encanta que haya agregado lirios, ya sabes, mis flores favoritas. También colocó algunas rosas azules, que son las suyas. Fue un detalle especial.
—Nunca la había visto así con nadie —indica mientras pinta mis labios—. Todo lo que hace es genuino, detallista, amoroso. Me imagino que habrás notado que es una experta en leer a la gente.
—No recuerdo haberle dicho que mi color preferido es el celeste y mira —rio un poco al señalar mi vestido—. Ella lo supo con solo observar mi manera de vestir.
—Antes me daba un poco de miedo que ella sea tan observadora —ríe antes de apartarse para que yo pueda apreciar su trabajo en el espejo—. Ahora lo veo más normal, ella es así. Sus intenciones son buenas aunque no lo parezcan.
—Oh, sí, ella se ve muy mala —concuerdo con risitas, acomodo mi cabello hacia un costado mientras admiro el sutil maquillaje que resalta mis ojos.
—Vaya, no tenía idea de que me veías como «muy mala», Tree —bromea mi esposa detrás de mí, sus ojos grisáceos se conectan con los míos por el reflejo—. Quizá sí parezco un tanto maldita en algunas ocasiones.
—Las dejaré solas —se despide Chrystel antes de retirarse de la habitación, cierra la puerta tras su paso.
Lu peina mi cabello entre sus dedos antes de formar una especie de moño elegante con su magia. Sonríe para mí sin dejar de apreciarme con esa mirada amorosa que solo está destinada a mí.
—Te ves radiante —elogia, toma una de mis manos para besar los nudillos con delicadeza—. Siempre lo estás, mi vida.
—¿Y tú? Preciosa como siempre —halago sin ser capaz de apartar mis ojos de su rostro y su ropa tan extravagante.
Su maquillaje, más excéntrico que otras veces, resalta sus ojos al utilizar sombras grises oscuras, con un delineado siren eye y algunas piedras pequeñas debajo de sus pestañas inferiores. Las mejillas pálidas las lleva tintadas con un leve rubor. Sus labios están teñidos de un tono borravino que, en contraste con su palidez, es intimidante y seductor a la vez.
El vestido que recubre su cuerpo es de gruesos tirantes con moños en ellos, de una tela de encaje en el torso, escote en v, con una gran falda llena de brillos. El tono azabache del mismo le otorga cierto toque de dominancia y elegancia.
Ella se ve como la muerte y la vida al mismo tiempo.
Es la mujer por la que yo aceptaría morir, vivir, sufrir, si eso implica verla feliz.
Lo es todo para mí.
Me pongo de pie para quedar a su altura, o al menos eso esperaba. Dado que es seguro que lleva puestos unos tacones de más de diez centímetros, se ve mucho más alta que yo. Lejos de incomodarte, es un rasgo que me agrada.
—¿Emocionada? —susurra sobre mi rostro, sus dedos acomodan parte de mi escote sin apartar su mirada de mí.
—Mucho —asiento segura, un leve cosquilleo invade mis hombros al percibir sus largas uñas sobre mi piel—. Me imagino que tú también lo estás.
—Por supuesto —sonríe—. Quiero que mi esposa disfrute cada día de manera inolvidable. Deseo que ella sepa cuánto la amo y cuánto me preocupo por su bienestar.
Mi campo de visión desciende hasta sus labios y me es inevitable no robarle un beso corto. Uno que extenderemos más tarde, cuando estemos solas.
—Te amo —aseguro, tomo sus manos para entrelazar nuestros dedos—. Te amo más de lo que puedas imaginar.
...
Luego de cenar mis pastas preferidas —una cortesía de Chrystel, Kraya y Laissa—, nos preparamos para el momento en que ellos me entregan sus obsequios sorpresa y yo reacciono.
Durante mi estadía en la Tierra, me sentía un tanto apagada en mis cumpleaños. Si bien mi padre me llevaba a los lugares que yo quisiera, me enviaba muchos regalos y me sacaba de la casa donde vivía con Marissa, todo solía ser muy irrevelante para mí. Un vacío me invadía ni bien terminaba el día, ya que significaba que el infierno continuaría por el resto del año o fecha especial. Así eran todos los años, todos los días, las veinticuatro horas.
Saber que por primera vez estoy lejos de sufrir, de llorar todas las noches o de sentirme insuficiente conmigo misma, es extraño. Es una sensación sanadora, nostálgica y renovadora. Me siento en paz desde que entré a Abdrion, desde que conocí a Luciale y su familia.
—Empieza con el mío —pide Chrystel mientras busca una caja con un papel lleno de lirios blancos y corazones—. Espero que te agrade.
Le sonrío sin más, coloco la caja en mis piernas al mismo tiempo que Perséfone se sienta sobre mí y me dedica una mirada curiosa. Olfatea el aire que respiramos como si sintiera algo extraño en él, o como si hubiese una presencia que no logramos ver.
—Persie, vamos a abrir mis regalos —le susurro antes de besar su cabeza.
Al abrir la caja, una bella maceta pintada a mano como la pintura de Van Gogh "Los Girasoles" me recibe. Dentro de dicha maceta, una pequeña planta de tallo morado y flores traslúcidas me recibe.
—Es una rosasea del valle. Sienten las emociones de uno, o de las personas que nos rodean y nos ayudan a sanar —me explica, me es inevitable no sonreír—. Como te encanta la botánica y la biología, supuse que te gustaría cuidar de una planta mientras la estudias.
—Es preciosa, Chrystel —sonrío emocionada, ella me abraza—. Te lo agradezco mucho.
Perséfone olfatea la planta antes de darle un golpecito suave. Al ver que las flores cambian de color a un rojizo, se aparta como si aprobara su existencia. Comprobó que son ciertas las palabras de Chrystel.
—Este es de Vinavina y yo —Kraya me extiende una caja más pequeña, aterciopelada en un tono azul.
Alzo una ceja al divisar la sonrisa nerviosa de Vinavina. No es una persona amable o que aparenta estar de buen humor, pero parece que hoy es el caso.
—Perséfone lo aprueba —sonrío al sacar una especie de capa para gatos con estrellas y corazones pequeños—. Y si no lo aprueba, Kelly lo hará.
Todos reímos ante mi comentario, Perséfone lame sus patas mientras todavía está sentada encima de mí. Ronronea fuerte al escucharme feliz, yo estoy más que emocionada por compartir un momento así.
—El nuestro tal vez no es tan... especial o elaborado. Sin embargo, creemos que es algo que te gustará —habla Laissa de manera amable antes de extenderme una bolsa de regalos, como aquellas que venden en la Tierra—. Fue hecho por mí, Martz y Normelt.
Al abrir la bolsa, me encuentro con tres peluches tejidos. El primero, una gata negra de ojos amarillos, que representa a Kelly. El segundo, blanco de ojos azules, que alude a Klay. Y el tercero, una gata siamesa como Perséfone.
—¿Te gusta? Eres tú —le hablo a Perséfone, quien mira el peluche tejido sin decir nada al respecto. Solo se limita a olerlo—. Supongo que le gusta. A mí me encanta.
—Nos alegra mucho —dice Normelt.
—Muchas gracias a todos por acompañarme este vida y por todo el trabajo que hicieron... —hablo con cierta dificultad por la emoción que me rodea. Suspiro profundo, con una genuina sonrisa alegre—. Estoy muy entusiasmada por esto, de verdad. Me alegra profundamente que ustedes me vean como su familia y no una extraña.
—Eres parte de esta familia, Rowan —asegura Chrystel.
—Lo eres, Tree —mi esposa besa mi cabeza antes de abrazarme por los hombros.
...
Luciale.
Cierro la puerta de la celda que mantiene recluido a Herafel en una prisión de máxima seguridad. Las paredes son insonoras y están hechizadas bajo un conjuro de inhibición de poderes. Él no puede atacarme aquí, ni en ningún lugar de Abdrion.
Me siento en el centro del recinto, las paredes grises le brindan cierto aire lúgubre a este ambiente donde él se encuentra. Vislumbro su silueta colgar del techo, con cadenas de platas que rodean sus muñecas, antebrazos y piernas.
—¿Sabes algo que me asombra mucho de ti? —hablo con sorna mientras cruzo mis piernas y me dedico a observarlo. Su estado es deplorable. La sangre ha comenzado a teñir parte de su camisa y cuello—. Cualquier persona sin magia se hubiese muerto por las costillas rotas. Están a nada de perforarte un pulmón.
—No sé qué insinuas.
Utilizo mi magia para dislocar uno de sus hombros, él se queja por lo bajo sin ser capaz de mirarme.
—No te he dado el derecho de hablar —sonrío de manera angelical—. Si yo no te digo que hables, no lo haces. ¿Está claro?
Un silencio inunda la habitación, quiebro una de sus piernas de un solo pensamiento para que él me responda con un tenue «sí».
—No te he oído bien, Herafel —el tono burlón en mi voz lo molesta.
—Te dije que sí, maldita sea.
Las venas de su cuerpo se tornan negras, él grita como si se quemara vivo y súplica para que pare. Se remueve de manera violenta como si quisiera liberarse de las cadenas que lo aprisionan, mas sus intentos son inútiles. Él no podrá escapar de aquí nunca. Su destino está sellado desde el momento en que me arruinó la vida, se la arruinó a Laissa, Nymra y Meydila, y encima quiso hacerle daño a mi esposa. Es imperdonable.
—No sabía que esas eran maneras de dirigirte a tu emperatriz —ironizo de brazos cruzados. La piel de su cuerpo adquiere un tono más oscuro, más gris, como si su carne comenzara a chamuscarse—. Las faltas de respeto son graves, Herafel.
—¡Ya para, por amor a Skara!
—Los gritos también son graves —continúo, mi dedo índice apunta a su abdomen y un corte vertical se hace sobre el mismo. La sangre empieza a brotar junto a otras partes de su cuerpo que desconozco que serán, ¿Tal vez algún órgano? No me interesa, es un ser sobrenatural, esto no lo matará; solo lo hará sufrir por horas—. ¿Qué hubiese pasado si le gritabas a los emperadores Ditnov? Adelante, respóndeme.
—Me hubiesen...
—No te escucho —finjo interesarme por mis uñas.
—Me hubiesen ejecutado —finaliza entre jadeos cansados.
—Muy bien, nos estamos entendiendo —sonrío divertida por la situación. Él se digna a mirarme—. ¿Dónde están Krissalida Trayshon y Jessera Dissett?
—No lo sé —susurra.
Quiebro su otra pierna, él grita con más dolor. Al haber aplicado mucha fuerza, la fractura es expuesta, dolorosa y bastante impresionante a la vista. La sangre gotea por su rodilla junto al hueso que sobresale de allí, su pantalón se ha roto en esa zona por la lesión.
—No quisiera preguntarlo de nuevo, Herafel. Debes recordar —finjo amabilidad, sus ojos azules me dedican una mirada rencorosa—. No me mires así, yo no lo hago. Es irrespetuoso de tu parte.
Vuelve a quejarse cuando presiono su costilla sobre su pulmón al pararme de manera rápida. Su respiración se entrecorta al tenerme tan cerca.
—Están en Astenont —murmura.
—¿Con Einer y Einar Ditnov? —inquiero seria, lo obligo a verme. Mi dedo índice presiona aún más sobre su pulmón.
—No —suspira profundo en cuanto me alejo—. Con Pefther Koulliov.
...
¡Buenas, buenassss!
¿Cómo se encuentran hoy?
Ya comenzamos con la tortura hacia Herafel 👁️👁️
No se preocupen, Rowan y los demás también lo van a torturar
¿Qué les pareció este capítulo? Yo amo a Luciale y Rowan, necesito mil escenas de ellas
¿Cómo que Krissalida Trayshon y la Jessera están con Pefther Koulliov? 👁️👁️
Está raro eso, no sé que piensan ustedes
A pedido de algunos de ustedes, se viene un cap +18 de Rowan y Luciale entre los próximos capítulos
Recuerden que para adelantos, spoilers, avisos importantes y demás, pueden seguirme en mi Instagram (me encuentra como _merqueen). Tengo la misma foto de perfil que por acá
La otra vez estaba pensando en un shipp con Nymra 👁️👁️
¿Ustedes con quién la shippean?
Rheilla (hermana de Rowan)
Kraya (hermana de Laissa y Martz)
Meghan (una chica nueva que vamos a conocer y que es la reencarnación de Cyra, el amorcito de Nymra)
Griseynna (la ninfa del Valle Infernal)
Sin más que decirles, nos vemos la próxima semana con otro unboxing del cucaracho 🫶🏻💞
Besitos y abrazos 🫂
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