Capítulo 47. "Ritual"

¡Buenas a todos!
Lamento tardar en actualizar, he tenido unos problemas con mi internet. Dije que quería actualizar ayer, pero no pude por esos inconvenientes.
Quería agradecerles por las 66K de lecturas, infinitas gracias a todos. Esto es un sueño hecho realidad.
<3 🫂💞

Rowan.

Alimsa Wellezpve se sienta junto a mí en el comedor del Palacio. Sé que puede parecer una locura permitirle que circule por el interior de una propiedad tan privada como el domicilio de la familia imperial Meire de Abdrion. Pero no es una locura, yo puedo afirmar que esta mujer no me miente y que en verdad fue enviada por Kreim.

Tal vez tenga unos cuarenta años, se supone que le llevaba dos años a su hermana menor Zarahíe. Alimsa era la más amada por la familia Wellezpve y la única que pudo decidir con quién casarse.

—Majestad, ayúdeme... Se lo suplico, mi esposo y mi sobrina están en manos de ese hombre —murmura temerosa. Su mirada azul se nubla por unos momentos, pareciera estar bajo los efectos de algún hechizo que afecta sus sentidos, sobre todo, su visión—. El Conde Kreim Liweul me aseguró una vía de escape para llegar a la frontera con su imperio, me aseguró que usted sería la única en escucharme y no juzgarme.

Asiento en silencio, sopeso sus palabras al mismo tiempo en el que leo la carta de Kreim. Tanto ella como él, aseguran que Nymra es una víctima más de Herafel y que es esa basura quien se ha proclamado como emperador temporal en Khiat.

El único detalle que llama mi atención es el hecho de que Kreim me pidió que actúe pronto y que no espere a que Herafel lo haga. Lu me ha comentado en otras ocasiones que el desterrado de los Ditnov es una persona con una tolerancia baja a la frustración y al cambio de planes, él necesita tener el control de todo en todo momento.

Saber que puedo quebrar su poca estabilidad mental es una ventaja para nosotros en lo que encontramos una solución a la maldición de mi esposa.

—¿Majestad? —Alimsa interrumpe mis pensamientos, angustiada—. ¿Qué ocurre?

—Serás ayudada por las emperatrices de Abdrion. En nombre de mi esposa y el mío, te aseguro que serás protegida por la Guardia Real de los Meire y por cualquier funcionario de nuestro gobierno —afirmo seria, intercambio miradas con Chrystel por un par de segundos. Está de acuerdo con mi decisión y será una de las principales personas en defender a Alimsa de cualquier ataque—. No deberás temerle a Herafel. Él no tiene ningún poder sobre ti. Solo necesitaré que me relates con lujo de detalles cómo se conduce Herafel con los demás y qué cambios has notado desde su presencia en Khiat.

La mujer a mi lado suspira profundo y toma la taza de cristal violeta entre sus manos para darle un sorbo al té de hierbas que relajará su sistema. Ha entrado en un estado de estrés o pánico por lo que he podido observar, y como necesito que ella me dé detalles sobre Khiat, debe estar tranquila para hacerlo.

Unas botas de tacón alto se oyen cada vez más próximas a nosotras. Volteo mi rostro para recibir a la dueña de esas pisadas tan seguras y tan molestas al mismo tiempo.

—Vinavina —le sonrío amable, sin embargo, ella me responde con su silencio tan habitual—. ¿Qué sucede?

Me alcanza un sobre negro con el sello de cera roja del imperio de Astenont. Frunzo las cejas con confusión al leer a quien va dedicado este documento y quién es el autor.

Pefther Koulliov.
Duque de Eisterh.

Rowan Becker.
Emperatriz consorte de Abdrion.

—Lo han traído los cuervos personales de Einer Ditnova —me informa mientras se recoge el cabello rojizo en una coleta alta—. Es urgente que lo leas. ¿Qué tramas con ell...?

Su mirada azul recae en la mujer a mi lado. No es necesario que las presente, ellas ya se conocen a pesar de no haberse visto en mucho tiempo, tal vez unos trece años. Vinavina sabe quién es Alimsa Wellezpve y qué lugar ocupaba en la familia de su padre, lo mucho que le importaba a Jiskton, entre muchas otras cosas relacionadas a ellos. Luego de que se prohibieran las visitas de extranjeros en Abdrion, no se habían vuelto a ver. Hasta ahora.

—Vinavina... —saluda Alimsa, desconcertada.

—Hola —es lo único que responde la joven de cabellos rojizos antes de dirigir su atención hacia mi persona—. Léelo. Nos comunicaron que está relacionado a la guerra.

Abro el sobre con delicadeza antes de desplegar el papel azabache escrito con tinta blanca. Suspiro profundo antes de leer el documento, sin comprender con exactitud qué significa.

Astenont no planea ceder.

Astenont quiere que Khiat caiga.

Einer.

Einar.

Rheilla Varsiova.

Todos los que conoces.

Actúa ahora.

Aunque si actúas después, no cambiará de mucho.

Nymra.

Es una de las tantas respuestas que buscas.

Corre.

Ahora.

Duque de Eisterh, Pefther Koulliov.
Astenont, 699.

—Astenont atacará a Khiat. Ellos ya saben que Nymra está en peligro, pero no les importará... A los emperadores Ditnov no les importa nada —habla Alimsa, sus palabras y tonada me alertan a más no poder.

¿Por qué un mensaje cifrado? Lo único que he logrado comprender, más allá de la frase que señala que Astenont atacará a Khiat, es aquella que menciona a Nymra como una de las respuestas que tanto busco. ¿Cómo es capaz de comprender las preguntas que ni yo sé cuáles son?

O quizá sí...

Luciale.

Nymra está relacionada con ella y con lo que sucede. Los recuerdos de su madre me han enseñado mucho, pero no lo suficiente; su silencio y su falta de claridad son una evidente señal, que antes no he visto, de que su vida está en peligro. Y que ya no es una victimaria, sino que una víctima, como todos nosotros.

Pues, si Herafel no logra su cometido con Luciale y conmigo, buscará a otras personas para conseguirlo. No le importa en lo absoluto de quién se trate, mientras sea un miembro relacionado a una de las cuatro coronas de este mundo, o si es un heredero directo a un trono.

Él cree que está destinado a gobernar, a ser llamado Emperador y convertirse en uno de los seres más poderosos de este universo. Él cree que no importa los medios para un fin, pues están justificados por ese mismo fin.

—Si atacan a Khiat pasando por alto la presencia de Nymra, crearán un conflicto diplomático con Abdrion. Mi esposa y yo hemos accedido a formar parte de su coalición política, siempre y cuando, la salud de la emperatriz Nymra Polvest no esté en juego —le digo con seriedad—. Si la atacan, da igual si fue con esa intención o no, nosotras los atacaremos a ellos. Puedes creer en mi palabra, tu sobrina no es nuestro objetivo. Herafel sí lo es.

—Cuando él apareció en nuestro imperio... Fue todo tan extraño. Nymra lo recibió con una amabilidad tan dudosa, ella jamás aceptaría la entrada de personas extranjeras a Khiat. Su único objetivo siempre fue evitar que sucediera una revuelta como aquella que acabó con su madre —relata con cierta intranquilidad, apoya la taza sobre la mesa mientras su mirada baja sin ser capaz de poder observarme—. Él le suplicó ayuda, imagino que habrá inventado los argumentos por los que los mellizos Ditnov lo desterraron y desheredaron de su familia. Se ganó la confianza de mi sobrina, no logro comprender cómo o cuándo, pero se volvió indispensable para ella. Y tras ello, se inició esta absurda guerra.

—Los motivos por los que Herafel propuso el comienzo de esta guerra son mucho más graves y personales que lo que crees, Alimsa —confieso con algo de incomodidad. Sé que es una persona confiable, pero no pienso revelar las razones por las que todo esto sucede—. No puedo decirlas por respeto a aquellos que se encuentran ausentes y por respeto a la privacidad de los involucrados.

—Nymra cambió tanto desde su llegada a Khiat. Su mirada tan brillante se apagó en cuestión de días, como cuando falleció Cyra. Hace semanas que no la veo, Rowan. Él se niega a permitirme la entrada a mí, su tía, la ex regente, la persona que protegió a ese imperio durante años, la única familiar directa de Nymra más cercana —su tono de voz se ensombrece, como si una rabia y una impotencia que se mantuvieron ocultas durante todo este tiempo, planearan salir a la superficie—. Necesito que me ayudes a devolverle la vida a mi sobrina antes de que ese desgraciado continúe drenando su energía.

—Tienes mi palabra, Alimsa. Tarde o temprano, Abdrion tomará cartas en el asunto y yo seré quien traiga su cabeza para demostrarte que tu sobrina puede estar en paz.

Será un proceso complejo, pero al final de todo esto, el único muerto será Herafel. Su cabeza será convertida en cenizas cuando Luciale lo condene a una vida eterna de desgracias y dónde sufrirá más que nunca. Me da igual si se trata de la próxima vida, él pagará todo lo que ha hecho con personas inocentes.

—Chrystel, avísale a Paularah Kreshton que visitaré dentro de unas horas a los soldados que seleccionó para ser enviados a Astenont.

...

Acomodo las mangas acampanadas de mi vestido negro brillante, un suspiro agotado se escapa de mis labios conforme camino hasta el trono delante de todos los soldados que han sido seleccionados para ir a Astenont.

Paularah Kreshton no desvía su inexpresiva mirada oscura de mis pasos. Sé que nuestra última conversación ha creado un ambiente de tensión entre nosotras, es lo que menos deseo en estos momentos, pero ella debe entender que mis deberes como emperatriz no me permiten sentir empatía por sus soldados o forjar un vínculo como el que ella ha formado con sus estudiantes.

Tras llegar al trono, me doy la vuelta para quedar frente a los soldados que portan espadas con la estrella de Skara en su empuñadura, al igual que en sus uniformes y en sus cascos. Una M es visible en ellos.

—Soldados de la Guardia Real de los Meire —anuncio sin sentarme en el trono. Mi voz es fuerte y clara, tan firme como lo que ellos esperan que sea una emperatriz—. Ustedes han sido elegidos, por sus capacidades, su fortaleza y su inteligencia, para defender a nuestro imperio sin importar el precio a pagar. Es un honor saber que contamos con su lealtad para proteger nuestras tierras de cualquier ataque, o para proteger a sus emperatrices. Ustedes, al momento de ingresar a la Academia de Soldados y Guardia del Imperio de Abdrion, juraron servir al imperio durante toda su vida, en todas las guerras y dificultades que debamos afrontar, siéntanse orgullosos de ser parte de un suceso tan importante para nuestra historia como este.

Al término de mis palabras, los hombres y mujeres que fueron seleccionados tras sus cualidades en el campo de batalla o su astucia para escapar de diversas situaciones complejas, se reverencian ante mí en un acto que demuestra su lealtad y respeto hacia la figura de emperatriz consorte que represento.

Es en estos instantes en los que siento que, por mucho que intente mostrarme indiferente ante las decisiones que me he visto obligada a tomar, me rompo en mil pedazos por dentro. La poca humanidad que existía en mí acaba de morir tras hablar con los soldados a los que enviaré a una guerra de la que, es muy posible, no salgan con vida.

Cierro mis ojos por unos instantes antes de abrirlos para apreciar un manto dorado, invisible para ellos pero no para mí, cernirse sobre sus cabezas como si fuera un escudo de protección. Les acabo de otorgar una barrera inviolable ante la magia de Herafel, cuyos poderes en realidad pertenecen a mi esposa.

Tal vez esto permita que ellos continúen con sus vidas.

—Pueden ir en paz. Todo sacrificio y todo esfuerzo será valorado. En nombre de mi esposa, la emperatriz Luciale Meire, y en mi nombre, les aseguro que nos sentimos en plena gratitud con su servicio al imperio. Muchas gracias a todos.

—¡Larga vida a la emperatriz Rowan I! —grita la mayoría de los soldados y yo sonrío en respuesta.

...

Abro con fuerza las puertas de la habitación que comparto con mi esposa, no mido la brusquedad e impulsividad con la que realizo esa acción. Lo único que me interesa en este momento es lo que me han informado con respecto a mi mujer.

Me acerco a su cuerpo inconsciente con la mayor velocidad posible. Presiono mis dedos sobre el lugar donde he encontrado su pulso tantas otras veces en su cuello, pero no hallo nada. Ni siquiera son unas pulsaciones débiles como en otras ocasiones.

No hay nada. No siento nada.

Recuesto mi cabeza sobre su pecho, los latidos de su corazón son casi inexistentes. Son tan débiles, tan pausados, que por ello quizá no encontré su pulso antes.

Me paralizo en mi lugar, una quemazón indescriptible me invade junto a un hormigueo desesperante. Los latidos de mi corazón se aceleran, los oigo en mis oídos, los siento por todo mi cuerpo como pulsaciones incómodas, como temblores extraños que siempre he odiado cada vez que los pude percibir. Me aferro a la mano donde reposan su anillo de casada y la pulsera que compartimos por la misma razón.

La piedra rosa del anillo en su dedo anular parece más brillante que en otros momentos, pareciera encapsular casi todo el brillo que se le ha sido arrebatado a mi mujer desde hace unos días. Pareciera que conserva la vida que mi esposa ya no.

—Lu... —susurro, con la esperanza de que se despierte y me salude con un hermoso «Mi amada Tree, mi preciada estrella».

Pero eso solo queda como un sueño imposible en estas circunstancias, como un eco de una esperanza que acaba de morir.

—Su cuerpo ha comenzado a presentar fallas multiorgánicas. Somos seres sobrenaturales, pero si nuestra magia envenena nuestros cuerpos humanos, también morimos. Sobre todo si afectan al corazón —me indica Dríhseida, su voz se oye más triste que de costumbre. Es doloroso ser testigo de tu hija en este estado, no quiero imaginar el dolor que siente—. Su estado de salud es muy delicado en estos momentos, Rowan, no sé si...

—No —la interrumpo en seco. Levanto mi cabeza del pecho de Lu sin apartar mis ojos de su pálido rostro, carente de maquillaje, de sus labios pálidos, su lunar en forma de corazón, sus ojos cerrados, su nariz aguileña. Todo detalle que la caracteriza—. Ella no va a morir, Dríhseida. Tiene toda una vida por delante, encontraré la manera de...

—Rowan, es peligroso que ella continúe así.

—¡Encontraré la manera de romper con esto que la condena!¡Soy la única que puede salvarla! —me levanto de la cama, mi respiración se acelera por la molestia que siento. Nadie me dirá qué hacer ni si debo decidir sobre la vida de mi esposa—. Encontraré la manera de salvar a su hija, Dríhseida, solo...

Normelt y Kraya se asoman por la puerta al escuchar tanto alboroto de parte mía. Es extraño que yo grite o alce la voz, casi nunca lo he hecho desde que aparecí en este mundo y en mis diecinueve años tampoco he gritado tanto. He sido una persona que no contradecía otras opiniones, que callaba y reprimía sus sentimientos o pensamientos.

—Tenemos poco tiempo para decidir o actuar. En estas condiciones, Luciale sobrevivirá una hora más y luego su cuerpo se desintegrará por formar parte de la Corte de Dioses. Ni siquiera podremos recuperar su alma, tampoco sabríamos de qué manera reencarnaría... —inspira profundo, le duele hablar de esta forma sobre su hija y su vida.

—Ella nos escucha en estos instantes, Dríhseida. Este tipo de momentos son los pocos en los que ella es consciente de lo que sucede a su alrededor, a pesar de no poder moverse o hablar —le informo para que cuide sus palabras.

—Por ese motivo es que hablo de esto contigo y junto a ella, para que sepa que no la lastimaremos y que lo que haremos será para conservar su vida. Ella debe saber que serás tú quien detendrá su corazón temporalmente hasta encontrar la manera de liberarla de su maldición.

—¿Me estás... pidiendo que acabe... con la vida de mi esposa para salvarla de viajar al mundo de los Dioses? —hablo con dificultad, las lágrimas se arremolinan en mis ojos mientras mi respiración se entrecorta—. No puedo... No, Dríhseida. No.

Baja su mirada al suelo, el dolor es visible en sus ojos verdosos tan similares a los del amor de mi vida y tan diferentes al mismo tiempo. Sé que le duele este tipo de decisiones, sé que la daña por dentro tener que obligarme a detener el corazón de su única hija —la emperatriz de mi vida—, pero no existen más alternativas por el momento.

Vuelvo a acercarme al cuerpo de mi esposa. Tomo su rostro entre mis manos para depositar un suave beso en su gélida frente. Sonrío de manera triste.

—Volveré en una hora o quizá menos, mi amor —susurro sobre su rostro, peino su cabello con mis dedos—. Lamento esto, mi vida. Sabes que no es lo que deseo para ti, Lu, pero debo hacerlo... Prometí que mientras yo existe, no habría lugar para que alguien te atormente y lo cumpliré. Lo haré, Lu.

Me coloco de pie para dirigirle una mirada a Dríhseida, quien solo se mantiene cruzada de manos con la vista perdida en su amada hija.

—Iré a darle una visita a su querida hermana Mon Arino —el tono irónico en mi voz capta su atención—. ¿Desea acompañarme? Tal vez ella decida hablar frente a alguien que sí conoce y casi que a la perfección.

—Ella no me conoce, Rowan —asegura.

—Mon conoció a la persona que usted era antes, Dríhseida, no a quien es ahora. Sin embargo, cree que todavía la conoce y eso es una ventaja para nosotras.

...

Los guardias se reverencian ante nosotras al momento de ingresar a la mansión donde se encuentran recluidos los antiguos Arino. Relajo los músculos de mi hombro para tranquilizarme, me siento demasiado nerviosa en estos momentos.

No hace falta transitar hasta la habitación donde duerme Mon Arino, ella aparece frente a nosotras, en el salón de invitados, como si supiera que la buscamos.

Observo su apariencia. Su rostro aparenta unos treinta años o poco más, aunque en realidad lleva más años encima, son enmascarados por su inmortalidad. Los seres sobrenaturales de este mundo pueden elegir que apariencia llevar por el resto de su vida, si la que portaban cuando eran jóvenes o dejar ver su edad real.

Sus ojos verdosos, con un toque azulado que los aleja de asemejarse a los de Dríhseida, me dedican una mirada despectiva. Frunce las cejas al comprender quien soy, su expresión refleja preguntas del estilo: ¿Con ella se ha casado la actual emperatriz de Abdrion?¿No existían mejores opciones?¿No es muy joven para conducir este imperio?¿Con ella morirá el linaje de los Arino?

De hecho, no es que su rostro refleje eso, son sus pensamientos en realidad. Los he escuchado con una facilidad que me aterra.

A diferencia de Danira, Mon Arino no se parece tanto en el físico a Dríhseida. Si bien comparten algunos rasgos, son muy mínimos, como las cejas o la nariz.

—Majestad, Alteza —fuerza una reverencia corta—. ¿A qué se deben sus presencias en nuestra morada?¿Hay algo en lo que podamos ayudar?

—No es necesario que finjas amabilidad, Mon —sisea Dríhseida—. Sabes muy bien el motivo por el que nos encontramos aquí.

La madre de Shinkira fuerza una sonrisa que aparenta amabilidad, a pesar de que sus ojos buscan asesinarme en silencio. Detesta mi presencia en este lugar, en su hogar y en el trono que le pertenece o eso desea creer.

—Sé que Luciale ha tenido problemas en los últimos días, lamento mucho eso, pero yo no puedo ayudar —asegura con falsa sinceridad y se dispone a marcharse.

—Tu hija intentó desligarse de su responsabilidad en el estado de salud de Luciale, mi mujer, y al final terminó por confesar que ella mantuvo contacto con uno de los autores materiales de su maldición —hablo con una serenidad que me desconcierta en lo absoluto, Mon se detiene en seco y se gira para dedicarme una mirada asesina—. Creo que sabes a qué me refiero, Mon Arino.

Su rostro adquiere una máscara de indiferencia ante mis acusaciones, pareciera que no le importa en lo más mínimo su amada hija, su primogénita y la única que se asemeja a ella. Es casi su copia en cuerpo y alma, ambas creen defender los ideales justos para esta nación, pero solo son viles mentiras con las que se autoconvencen de que hacen "lo correcto".

—No soy culpable de las decisiones que sean efectuadas por mi hija. Shinkira es una mujer de treinta años, más que adulta y con la suficiente madurez mental para decidir sobre ella y su vida —habla inexpresiva, cruza sus manos a la altura de su vientre bajo sin deshacer esa postura altiva que la caracteriza—. Lamento no poder ser de ayuda, majestades.

—¿Tu hija tuvo la idea de envenenar a su padre, Mon? —sisea Dríhseida mientras se acerca a ella de manera lenta—. ¿O fuiste tú que la manipulaste para que lo hiciera? No intentes fingir conmigo, querida. Te conozco mejor que nadie.

La risa burlesca de Mon invade el silencio que reinaba en la habitación. Esboza una sonrisa dulce ante la cercanía de su hermana menor.

—Siempre creíste que eras la salvadora de todos, de esta familia, de este imperio. Te convenciste de ser la única merecedora del trono de oro por poseer poderes que nadie en esta familia tuvo, Dríhseida —comenta tranquila, como si no le afectara el hecho de que mi suegra es capaz de matarla de un simple pensamiento—. Nuestros padres cometieron una equivocación contigo, un error que surgió tras la muerte de Ventana. Lo único que fuiste todo este tiempo es una farsante, una usurpadora y la maldición de nuestra familia. Yo nos salvé. Salvé nuestro linaje de ser manchado por los Meire.

La respiración profunda de Dríhseida me confirma que reprime su molestia para no asesinar a una de las pocas personas que nos puede brindar información sobre la maldición que lleva Lu en su alma.

—Los conflictos que existieron en los Arino nunca involucraron a mi hija, Mon. ¿Qué fue lo que le hiciste? —envuelve su mano alrededor del cuello de su hermana mayor—. Sabes a la perfección de lo que soy capaz y que mis amenazas no son en vano. Lo mejor para nosotras sería que hables.

—Te he dicho lo suficiente, hermanita.

Aprovecho la distracción de Mon Arino para enfocarme en su mirada verdosa con tintes azulados. Sus iris brillan con rencor y venganza al apreciar el rostro de su hermana menor tan cerca, de aquella que "le robó su trono".

—Jamás serás mi hermana —la suelta, Mon es estampada contra una de las paredes de la habitación. Dríhseida sonríe ante ello—. Mi única y amada hermana es Danira Arino, aquella que siempre defendió mi derecho al trono y peleó por mí. Es la única que se merece un título tan preciado como aquel y será la única en ser respetada por mi pueblo tras terminada esta guerra. Ustedes continuarán en este lugar hasta que las actuales emperatrices de Abdrion, Luciale Meire y Rowan Becker, decidan cuál será el destino de ustedes.

—Dríhseida... —la voz de Mon suena como un vano intento de persuadir a la hermana que no la reconoce como una—. No eres capaz de... Somos tu familia.

—No —niega firme la antigua emperatriz de Abdrion—. Mi única familia son Danira y mis padres, Meral IV y Polo II. Son los únicos por los que luché durante tantos años, quienes legitimaron mi reclamo al trono y confiaron en mis capacidades como futura emperatriz. Mientras te hundías en rencores y ambiciones imposibles, yo construí una sociedad donde no gobernaran los crímenes y la corrupción, sino la paz. Tu egocentrismo fue tu final, Mon Arino. Porque mientras jurabas dar todo por tu familia, solo te preocupabas por ti misma.

Esas últimas palabras «Porque mientras jurabas dar todo por tu familia, solo te preocupabas por ti misma» terminan por quebrar la barrera mental que Mon Arino se había impuesto a sí misma para evitar recaer en pensamientos referidos a su incapacidad para gobernar un imperio como es debido, o a las dudas que le han surgido tras el camino que ha forjado a lo largo de su vida como una princesa odiada por sus pueblos y no amada como lo fue Dríhseida en su juventud.

No demoro mucho en derribar su barrera mental debilitada por los dichos de mi suegra. Su espacio mental me pertenece ahora mismo y puedo encontrar las respuestas que necesito sin necesidad de pelear contra ella, pues su voluntad ahora es mía; al igual que su alma y cuerpo en estos instantes.

Siempre creí que este trabajo sería más difícil, pero luego comprendí que sería así si solo yo me encontraba presente. No tengo efecto alguno sobre Mon, dado que no hemos formado ningún tipo de vínculo y mis palabras no le afectan. Mas no ocurre así con Dríhseida, su hermana menor, que por alguna extraña razón, le duele sentir que la ha traicionado durante más de treinta años.

La habitación que me rodea se transforma en una especie de templo de paredes grises, grandes ventanales de vidrio azulado y un gran techo acupulado. La oscuridad que invade este espacio no logra ser opacada por las velas negras, rojas y doradas, que se encuentran alrededor de una especie de altar de madera dorada.

Una joven mujer se encuentra arrodillada frente a este altar, sus manos forman una cruz como aquella en la que pereció Cristo en la Tierra. Reconozco el cabello rubio de esta mujer y esos ojos verdosos con tintes azulados que acabo de apreciar en el presente.

Mon Arino.

A juzgar por su apariencia, diría que esto ocurrió con exactitud más de veinte años atrás. Quizá veinticinco años.

—Dioses del Inframundo, Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium, Deidades del Nuevo Mundo y del Reino Niebla —comienza una oración, toma una vela negra que simboliza a los Dioses Antiguos y Olvidados de Lilium, aquellos que no cumplieron con los ideales de la Diosa Skara para crear un mundo mejor a la Tierra—. Ante ustedes me presento, como Mon Arino, hija de Meral IV y Polo II, primera de sus vástagos, legítima princesa heredera del imperio Arino y futura emperatriz. Ante ustedes, mis adorados y alabados sean, les solicito protección para mí y para mi alma, se avecinan tiempos difíciles para el imperio que protegeré sin importar el precio a pagar...

Susurros comienzan a oírse, voces femeninas y masculinas, ella no se inmuta ante ellos.

—¿Qué desea su alteza, la princesa Mon Arino? —se burla una de las voces, pareciera ser una mujer.

Mon Arino toma otra vela, una roja, que simboliza a los Dioses del Inframundo. Toma una profunda respiración.

—El linaje de los Arino, cuya ascendencia se remonta a demonios que vivían en la Tierra y espíritus ancestrales de la Diosa Versh Ditnova, se verá en peligro tras la unión de la princesa Dríhseida Arino con Vorkiov Meire en un futuro cercano. De dicha unión nacerá el fin de esta dimensión, un peligro mortal para cualquier ser viviente, una deidad que nos destruirá en pedazos. He sido informada de ello.

Pero con ella volverá la mujer que jamás debió ser apartada de este mundo, la mujer prometida por la Diosa Skara, el alma que traerá armonía y paz.

—Mas la descendencia de mi hermana, la princesa Dríhseida, no es vida para este imperio, es la muerte y ustedes lo saben. Su alma...

Su alma acaba de ser maldecida por ti —sisea una voz masculina—. Su alma era tan pura hasta que acabas de pensar en condenarla a la eternidad de desgracias y dolor. Cumpliremos tu solicitud, pero recuerda, princesa Mon Arino, todo en esta vida se paga y nuestros favores poseen precios impagables.

—No puedo permitir que mi linaje sea destruido por un alma que jamás debió existir —insiste Mon Arino, apoya las velas sobre la mesa para tomar una pequeña varilla de madera oscura con la que encenderá su punta con las llamas de las velas—. Toda abominación debe destruirse antes de que se convierta en una amenaza.

—Su alma fue enlazada mucho antes de su nacimiento con el espíritu de una importante persona en la vida de una descendiente de la Diosa Skara, mas tú acabas de condenarle a la miseria absoluta y es solo tu culpa. Nosotros solo somos un medio para un fin, Mon Arino, la responsabilidad de este acto recae en ti.

—Y lo acepto, mis adorados y alabados. Este acto es para proteger al imperio que ha sido destinado a mí, para gobernar, para amar y para servir.

El recuerdo se desvanece frente a mí, observo a la mujer que condenó a mi esposa a este trágico y doloroso destino, levantarse del suelo. Su expresión melancólica en su rostro no provoca ninguna especie de empatía en mí, tan solo odio hacia su persona.

Muevo mis dedos y ella cae al suelo luego de un golpe seco. No murió, pero no despertará pronto. Será una amenaza menos para nosotros.

...

¡Buenassss!

¿Cómo se encuentran?

Capítulo más largo que los anteriores, pero con muchos detalles que nos llevarán a resolver la maldición de Luciale 🖤

¿Qué les pareció este capítulo?

Espacio para llorar por el momento entre Rowan y Luciale. No quiero que Rowan tenga que detener el corazón de su esposa para protegerla 😭💔

Pero pronto Luciale volverá a sonreír, narrar y vivir, les aseguro. Esta primera parte terminará bien.

No prometo lo mismo para los demás libros de la saga, ahre

¿Qué creen que ocurra?

¿De dónde proviene el alma de Luciale y con quién está enlazada? 👁️

Quería preguntarles, ¿Qué día prefieren que sean las actualizaciones?¿Jueves, viernes o sábado?¿O quieren proponer otro día?

Los amo mucho y muchas gracias por los votos, comentarios, lecturas. Muchas gracias por apoyarme, no saben lo feliz que me hace leer sus comentarios 🥹🫶🏻

Sin más que decirles, nos vemos en la próxima actualización semanal. <3

Besos y abrazos 🫂💞

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