Capítulo 45. "Un paso más cerca"

No me maten por actualizar justo ahora.
Holi, buenos días, tardes, madrugadas. Acá su querida escritora (no sé si tan querida después de que pasaran cosas con Luciale) les trae el capítulo del jueves un viernes/sábado.
Mil disculpas por la tardanza, tuve unos asuntos de la uni, pero ya están resueltos.

Disfruten la lectura <3

Luciale.

Él ha intentado destrozarme de muchas maneras diferentes y lo consiguió, pero no por mucho tiempo. Las heridas infligidas en mi alma sanaron con el pasar de los años, incluso si él quería unir nuestras almas y condenarme a morir. A morir a su lado, a pertenecerle en la vida y en la muerte.

Por muchos años intentó atormentarme, romperme de a poco, doblegarme, pero sin éxito en su objetivo. Al menos no de manera visible, pues yo por dentro estaba más que destruida y dudaba mucho en volver a recomponerme.

Muchas veces solemos desear reconstruir nuestro templo interno, incluso si solo han quedado pedazos pequeños de él, incluso si ha sido pulverizado por alguien más. Nos lleva mucho crecimiento comprender que lo que se ha roto dentro nuestro, no puede ser reparado jamás. Debemos aprender a convivir con lo destruido, mientras que creamos una nueva versión nuestra con los pedazos que han sobrevivido.

No podemos pretender ser los mismos después de una batalla que hemos librado, haya sido en silencio o a la vista de los demás. Lo único que podemos pretender es crecer, sanar y transformarnos en quién deseamos ser. En quiénes estamos destinados a ser en esta vida.

Y eso he hecho durante estos cinco años desde que él ha roto lo que vivía dentro de mí. Jamás entenderé sus razones —aunque dudo que las haya—, tampoco lograré recuperar a la Luciale que alguna vez fui. Sin embargo, pude construir una Lu de todo lo que he vivido y lo que ha sobrevivido de ello.

No creía posible destrozarme por dentro otra vez, siempre tuve en mente que nada ni nadie podría afectarme de nuevo. No obstante, nunca imaginé que en mi vida y en mi línea cronológica se cruzaría una supuesta humana que cambiaría el curso de mi vida y de mi alma.

Una humana que resultó ser una ninfa del sol combinada con una bruja de sangre, la única persona capaz de matarme y revivirme al mismo tiempo. La única mujer que reina en mi vida, en mi corazón y en mi alma, como el amor de mi vida, mi compañera y mi esposa. Vive en mí y en mi memoria como mi esposa, como la única a la que siempre observaré con ojos de amor, sin importar si una de las dos muere.

Rowan Electra «Tree» Becker, llamada originalmente Electra Aelianna Vertiev Koulliov, es la única mujer que existe cuyo poder es capaz de matarme y cuyo corazón es capaz de enamorarme hasta la eternidad. Es la razón por la que considero que el amor no es rojo, ni negro, tampoco blanco, sino que dorado.

Un bello e intenso dorado como el sol violeta que existe en esta galaxia, cuyos rayos "solares" o rayos de radiación ultravioleta, generan un efecto dorado en la iluminación del día.

Ella es un hermoso verano, rodeado de vivos colores, plagado de preciosas flores azules y blancas, iluminado con esa intensidad dorada del sol. Es el paisaje soleado más preciado donde puedes descansar, sin temor a no despertar, a ser herida por alguien más o a ser drenada de energía.

—Crees ser tan fuerte e indestructible, Luciale Meire, pero solo eres una débil alma que intenta gobernar un imperio que jamás le perteneció —sisea una voz a mis espaldas.

Aparto la mirada del recuerdo que él me ha hecho revivir en la última hora. Una memoria que yacía olvidada en el rincón más recóndito de mi mente, pues a nadie le agrada revivir la primera vez en que profanaron su cuerpo, su alma; el instante en que quebrantaron su voluntad y su mente.

—¿Por qué la corona de Abdrion no me pertenecería? —pregunto divertida por su afirmación con tintes de crueldad que solo esconden el temor por no lograr controlarme. Ya no—. Dime un argumento que sea válido y comprobable.

—Un estúpido decreto firmado por los antiguos emperadores del imperio Arino no significa nada —me dedica una mirada cargada de superioridad. Evito rodar los ojos, ¿Acaso Herafel se ha quedado sin ideas para intentar doblegarme?—. Dríhseida Arino iba a ser condenada a morir. Los antiguos emperadores firmarían su ejecución, pero misteriosamente fallecieron antes de ello.

—¿Y eso es comprobable? —me burlo con una risa dulce—. Me encanta analizar a todos aquellos que buscan una manera de reclamar un trono que no les pertenece. El tipo de argumentos que utilizan son poco coherentes, incluso incomprobables si se buscan pruebas de ellos. Dime, ¿No se cansa Mon Arino de suponer y afirmar que ella debió ser la emperatriz?¿Por qué sería ella la emperatriz, Herafel?¿Por ser la primer vástago de los antiguos emperadores?

Su silencio me impulsa a levantarme de mi silla, la distancia que nos separa es mínima. Él me lleva bastantes centímetros de altura, y sin embargo, no es suficiente para intimidarme. Ni siquiera sus profundos ojos azules infringen algún efecto en mí.

—El heredero al trono no es el primer hijo, sino el primero en aprender a sobrevivir. El que posee las herramientas necesarias para gobernar, quien prevé, analiza, conoce su lugar y juega a la perfección sus cartas en la línea sucesoria —siseo, unas venas negras se esboza en su rostro y cuello conforme hablo. La sorpresa en su mirada es evidente al percatarse de ello—. El heredero al trono es quien posee esa capacidad de líder y es respetado, incluso si es el último en la línea de sucesión al trono. Eso le ha faltado a Mon Arino y a todos los demás. Y eso es lo que le sobraba a mi madre, Dríhseida Meire.

Él intenta rodear mi cuello con uno de sus brazos, pero unas raíces sobresalen del suelo de manera violenta y se ciernen sobre sus brazos con fuerza. Pequeñas flores doradas, azules y plateadas florecen de entre las hojas que se forman sobre su cuerpo.

Disimulo el desconcierto que me invade al ser testigo de lo que ocurre. Es la expresión del elemento de la tierra, el poder que llevan en sus venas los portadores de dicho elemento y las ninfas del sol o legendarios. No sería posible, en ningún mundo, que yo pueda siquiera aprender a controlar ese tipo de magia.

—Quizá eso también le ha faltado a tu padre, Herafel. ¿Acaso no fue él quien murió en la arena de combate por el trono de Astenont? —una bruma oscura rodea su cabeza, diviso la palidez apoderarse de sus rasgos y su piel es teñida por un sombrío gris—. No importa cuánto intentes romperme, nunca podrás. Me he enterado que has intentado asesinar a mi esposa y, créeme, esto es una pequeña demostración de que has firmado tu sentencia de muerte.

Por mucho que él crea que puede matarme por dentro al dañar a mi esposa, lo cierto es que ya no hay nada que pueda morir en mí y que se encuentre a su alcance. Cualquiera que se atreva a herir a mi esposa, la actual emperatriz consorte de Abdrion, sufrirá las consecuencias por ello; es un acto que no brinda oportunidades de redimirse y tampoco puede ser olvidado.

—Tu silencio no provoca ningún efecto en mí —siseo antes de rodear su cuello con las ramas llenas de flores que lo aprisionan.

No me importa acabar muerta en la dimensión terrenal en la que vivimos, si puedo asesinarlo y torturarlo, con eso me basta. Lo reviviré a mi antojo y pagará por todos estos años de sufrimiento.

Los poderes de mi amada Tree se han filtrado por mis venas y por mi alma, lejos de parecer una cruel enfermedad que podría resultar mortal para un ser de las especies a las que pertenezco, son la ayuda y la esperanza que necesito en esta maldición en la vivo. No podré comunicarle la solución a esto, pero la hallaré por mis propios medios.

Y regresaré para su cumpleaños. Para el día 29 de febrero en el que, también, hace tantos años nació la semidiosa Elyssandre: hija de la Diosa Skara y su esposa Versh Ditnova.

...

Rowan.

He decidido decretar a Kreim Liweul como un prófugo de la justicia de Abdrion, un traidor a la corona y una posible amenaza para nuestro imperio. Inicié su búsqueda, a pesar de que yo sé que no se encuentra en estas tierras, solo para mantener al margen a la sociedad y hacerles creer que todo se encuentra en el perfecto orden en el que vivieron durante años.

La verdadera y cruel realidad es una donde mis ojos buscan el cuerpo vivo de mi esposa, la actual emperatriz legítima de Abdrion por derecho de nacimiento, y a cambio solo obtengo la visión de un cuerpo vacío, inserte, dormido. Ella no está allí, su alma no se encuentra en este plano terrenal.

Las mentiras que he dicho desde que asumí la totalidad del poder de Abdrion como la máxima autoridad dentro de este imperio en ausencia de Luciale, no hacen más que golpearme el rostro con fuerza cada vez que me dedico una mirada en un espejo.

No tengo idea sobre política o sobre cómo gobernar, no soy más que una joven de veinte años que representa a dos especies que se consideraban extintas y peligrosas. Solo digo mi intuición, mis instintos y lo que he analizado de las decisiones de Luciale.

Ella querría lo mejor para su pueblo, evaluando los riesgos de cada decisión tomada, pensando en las desventajas o posibles ataques que pudieran surgir de ellas. Sé que piensa que una verdadera emperatriz prioriza el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos, sin colocarlos por encima de su familia; no cree en imágenes perfectas de monarcas que no se equivocan o no asesinan a nadie.

Personifica a la crueldad, a la maldad, a los deseos más oscuros que invaden a muchas mentes en momentos donde nuestra cordura y nuestra moral son puestas a prueba. Tal vez algunos la consideren una sanguinaria o una injusta, lo que nos indica que solo son espectadores de su gobierno sin tomar en cuenta las dos versiones de la historia: la de mi esposa y la de la persona atacada por ella.

Acomodo las mangas acampanadas del largo vestido de seda negra que llevo el día de hoy. La tela llena de brillos y de pedrería en su torso resalta mi rostro carente de maquillaje, cansado, pero firme. No importa cuánto deseen manipularme o persuadirme para cambiar de opinión sobre alguna decisión, yo no cederé.

Mi palabra es la ley, así como lo es la de Luciale, Chrystel y los antiguos emperadores de Abdrion.

La mansión que se alza frente a mí es la prueba viviente de que existen personas en este imperio cuyos ideales políticos difieren de los decretados por los difuntos emperadores Arino: Meral IV y Polo II. La antigua familia imperial —declarada muerta para el resto de la población— no es más que un obstáculo en este imperio, una latente amenaza para el trono de mi esposa y un par de enemigos ocultos a los ojos de todos.

Nunca olvidaré que quienes iniciaron esta guerra de poder y la maldición que lleva mi esposa, se encuentran encerrados en estas paredes.

El cielo, extrañamente nublado, me preocupa un poco. Las temperaturas han caído por debajo de los 10 grados. El frío comienza a calar en mis huesos, sin importar si soy un ser sobrenatural o no. No tengo idea si este cambio climático es provocado por mí o por causas naturales de Lilium.

—La esposa de la usurpadora al trono se ha dignado a visitar estas tristes paredes —comenta una voz femenina en evidente burla—. ¿Se ha aburrido de sus deberes como emperatriz de tiempo completo? Que lástima, ese cargo debería ser ocupado por alguien que sí sea apta para el trono.

—En definitiva, esa no eres tú, Shinkira Arino —respondo con una sonrisa de insuficiencia. Sus labios en tono carmín hacen una ligera mueca de desagrado—. Me interesa mucho que finjas no saber el motivo de mi visita.

Sus penetrantes ojos azules me escudriñan por unos cuántos minutos, su cabello rubio rizado se encuentra suelto, ocultando un poco su rostro. Es el gesto que la delata cuando oculta algo.

—Te has equivocado al dar un paso. No ha salido como tú y Herafel lo planearon para destronar a mi esposa —señalo mientras camino a pasos lentos, analizo cada característica de este lugar y cada sonido que me pueda indicar la presencia de alguien más—. Tu entronación jamás sería posible si yo sigo con vida. Era una obviedad que mi esposa me otorgaría un gran cargo en este imperio.

—Si Luciale Meire fallece, no sería muy complejo eliminar a la familia imperial que la rodea —sonríe con sorna—. Mis queridos primos serían encarcelados por su traición a la verdadera emperatriz de Abdrion: Shinkira Arino.

—Tengo entendido que el decreto firmado por los emperadores Meral IV y Polo II coloca a Dríhseida Arino, última hija de ellos, como heredera al trono —hablo tranquila. Ella inspira hondo—. De todas formas, dejémonos de rodeos. ¿Qué mierda le has hecho a mi esposa?

—Te acepto todo lo que me digas, menos que intentes culparme de un delito que no cometí —se coloca de pie, con aires de intimidante. Sin embargo, no logra provocar nada en mí, solo ansias de reírme por lo imbécil que se observa en este estado—. No hice nada contra Luciale Meire.

El recuerdo que Nymra me enseñó sobre su madre, Zarahíe Wellezpve, me ha dejado mucho de qué pensar. La emperatriz "Zari, la honrada" como la conocen a día de hoy en Khiat, mantuvo en pie dicho imperio cuando su esposo enfermó en circunstancias extrañas.

Sé que los Polvest han tenido un largo historial de inestabilidad mental, problemas de salud, trastornos mentales y maldiciones impuestas por otros emperadores. ¿Por qué creo que estas historias están conectadas? Quizás halle mi respuesta en más recuerdos del alma de Zarahíe Wellezpve, después de todo, ella vivió una situación parecida a la mía.

Porque el atacante de Nathior Polvest, esposo de Zarahíe, se encontraba entre personas de confianza y fue provocado por un lazo de almas de vidas pasadas.

Y, si bien no existen personas cercanas a mi esposa que puedan herirla, en nuestro imperio viven muchas almas que han firmado un pacto espiritual con ella. Las identifico una por una, aún sin comprender el verdadero motivo detrás de esto.

Aunque lo haya, yo no lo creeré un motivo. No existe razón para tanto daño a un alma que solo ha sido asesinada un centenar de veces en menos de un año.

—¿Qué hiciste contra mi esposa, actual emperatriz legítima de Abdrion por derecho de nacimiento? —siseo, enfatizo cada título de Luciale mientras unas ramas brotan del suelo y se encargan de rodear su cuello—. Atentar contra Sheneira, la diosa de la oscuridad y la crueldad, es un acto criminal que debe ser pagado en vida.

—Cuando me refería a la muerte de Luciale, hice alusión a una muerte por causas naturales —habla con dificultad, el temor es evidente en sus ojos. Sus poderes no están activos y yo podría matarla ahora mismo, no obstante, la necesito viva para la sentencia final a todos estos idiotas—. Tarde o temprano su cuerpo no resistirá la magia sombría que recorre sus venas. No es algo que puedas evitar, Rowan.

Muevo mi mano y su cuerpo sale disparado hacia la pared más lejana. Un quejido de dolor abandona sus labios, sus manos acarician su cuello adolorido al mismo tiempo que trata de recuperar el aliento. Cualquier ciudadano antiguo de Abdrion dudaría de mi palabra si relato como la hija mayor de Mon Arino sintió temor ante una «insignificante» mujer que es la actual emperatriz consorte.

Muchos creen que pueden faltarme el respeto o burlarse de mis palabras hasta que demuestro de lo que soy capaz.

—No me interesa cuánto te esfuerces en fingir, sé que algo has hecho con mi esposa e imagino que te atenderás a las consecuencias.

...

Tomo asiento junto a Luciale tras una larga tarde en la que me he dedicado a torturar a Shinkira Arino para sacarle información sobre la maldición de Luciale.

No me ha otorgado mucha información, pues tampoco sabía tanto como yo creía. Sin embargo, no he sentido ni un gramo de culpa al quemarla hasta que gritara para luego curar sus heridas profundas y encadenarla por si a ella se le ocurría atacarme de alguna manera.

Shinkira Arino, primera hija de Mon Arino, es una coautora material de la maldición que carga mi esposa y todas las desgracias que la han perseguido en sus veintitrés años. La mujer de treinta años que reclama el trono de Abdrion de manera reservada al resto de la población, es una de las culpables del estado de mi esposa.

Si bien la magia de Shinkira no tiene ningún efecto, dado que sus habilidades sobrenaturales fueron inhibidas, ha mantenido contacto con Herafel en estos meses. Ella sabe dónde, cómo y cuándo atacar para mantener a mi esposa en este tipo de limbo, mientras el imbécil que la atormenta intenta apropiarse de una parte de sus poderes.

A pesar de ello, el origen de la maldición es un misterio hasta para la primogénita de Mon Arino. Solo quien dictó esa condena eterna para el alma de mi esposa, es capaz de conocer el origen, el punto más alto y el más bajo.

Por mucho que desee torturar a Mon Arino para que hable, al final no diría nada. Es muy posible que se lleve sus secretos a la tumba, pero no la necesito como ella cree. Puedo develar lo que oculta sin necesidad de torturarla.

Al fin y al cabo, muy pocos tienen una barrera mental tan fuerte como la mía o la de Luciale. Nadie logra controlar su espacio mental a la perfección, pues hace siglos que no se han avistado casos de ninfas del sol que pudieran entrar a tu mente, buscar en tus recuerdos y obtener información de manera sencilla.

Lo único que me detiene de viajar hasta la mansión de los antiguos Arino y entrar en la mente de Mon son mis deberes como emperatriz. Investigar cada recuerdo suyo sería una tarea tediosa que tomaría varias horas, no tengo tanto tiempo como rebuscar en lugares donde ni siquiera sé por dónde empezar.

Entrar a la mente de Luciale no es una opción. En estos momentos, no sé que sucede o qué es lo que ve, pero estoy segura que jamás me permitiría la entrada. Ella sabe que hay muchos temas que me afectan, que podrían provocarme un ataque de ansiedad —un riesgo que estoy dispuesta a correr—, mas ella no desea infligirme ningún daño. Ni siquiera de manera inconsciente.

Además, dentro de su espacio mental, me convertiría en un blanco fácil para Herafel. Él podría asesinar mi espíritu y yo no tendría la posibilidad de regresar a esta dimensión terrenal. Mi alma permanecería en el limbo, o quizá en los recuerdos de mi esposa, pero jamás regresaría a mi cuerpo.

Moriría. Moriría sin lograr ayudar a mi mujer.

Tomo una profunda respiración. Acomodo el cabello rubio y sedoso de la única mujer que se ha adueñado de mi corazón, de la emperatriz que ha enamorado poco a poco a mi alma atormentada. Nunca le importó todo lo que a mí me causaba inseguridades, siempre me amó, con cada "defecto" que otros pudieran observar en mi persona.

Y yo la amo. La amo tanto que daría mi vida por verla despertar, caminar, vivir, gobernar y ser feliz, libre de personas que desean destruirla desde dentro.

Una de sus manos se mueve hasta alcanzar mi rostro, sus uñas acarician mi mejilla derecha con delicadeza. La frialdad que antes emanaba ha sido reemplazada por la calidez que antes abundaba en ella, cuando aún me sonreía. La acción dura pocos segundos, pues vuelve a su posición inicial.

—Lu... —susurro, beso su frente con cuidado—. Encontraré la manera y sé que tú también lo harás.

Percibo una mano familiar tocar mi hombro izquierdo. No soy capaz de procesar como es que me ha transportado a un recuerdo en un lapso de tiempo tan pequeño.

De pronto, ya no estoy en la habitación que comparto con el amor de mi vida. El lugar donde me encuentro es distinto, frío, sombrío, con luces cálidas emanadas por las velas de los candelabros de metal y una larga mesa rectangular en el centro de un recinto carente de ventanas.

En uno de los extremos está ubicada Zarahíe Wellezpve, su mirada melancólica se hinca en una pequeña corona dorada que se encuentra apoyada a unos pocos centímetros de ella. La expresión en su rostro pálido me indica incredulidad, ha sucedido algo que su mente es incapaz de aceptar.

—Señora... —comienza el Vieya de Nathior, preocupado por el estado de su emperatriz—. Hemos investigado por cinco meses alguna solución... Es la única, su majestad. El cuerpo del emperador Nathior no soportará mucho más.

—No —habla firme, su mirada se enciende en cierta molestia al captar la indirecta de su mano derecha—. No haré una cosa así.

—Zarahíe, sé que esto que atraviesas es difícil... —la suavidad en el tono de Alimsa Wellezpve —hermana mayor de Zarahíe y Lady de la Corte de Khiat en ese entonces—, alarma a la joven emperatriz. Es consciente de que su hermana mayor jamás ha sido suave con su manera de hablar—. Deberías poder vivir tu duelo en paz.

—Sí, debería —afirma, molesta, la madre de Nymra—. ¡Debería estar organizando el funeral y sepultura de mi hijo!¡Debería estar cuidando a mi esposo!¡Debería estar pensando en una solución que involucre no matarlo! Y sin importar qué ocurra, estoy aquí. Obligada a cumplir con mis deberes como emperatriz.

El día anterior a este recuerdo, el príncipe de la corona de Khiat y hermano mayor de Nymra por dos años, Dreskot, fallecía a la edad de siete años producto de un accidente en su escuela de entrenamiento. El imperio quedó devastado tras la noticia, ya que era posible apreciar el dolor en el semblante de la emperatriz Zarahíe.

No existió día en el que no se culpara por lo ocurrido con su hijo. Había sido criada para ser una «buena madre», «buena esposa» y «buena emperatriz». El modelo que le habían impuesto para que viviera toda su vida era el de ser la líder de una familia, pero dedicada de manera exclusiva a todas las responsabilidades que conllevaba ser parte de una familia.

Ella jamás deseó esa vida, nunca quiso casarse ni tener hijos. No obstante, amó a sus dos príncipes, Dreskot y Nymra, como nunca había amado a nadie más. Ellos eran su todo y la razón por la que había defendido su imperio, sus valores, sus ideas, a muerte.

—Sé que es difícil tomar una decisión como esta, majestad —habla una de las mujeres presentes en la mesa—. Pero debe hacerlo. El emperador Nathior es vulnerable en ese estado de coma y muy inestable. En caso de despertar, podría no reconocer a nadie y, en consecuencia, desatar una masacre.

—No acabaré con la vida de mi esposo —asegura adusta—. No me pidan que lo haga, no lo haré.

—Majes...

—¡No mataré a quién juré proteger en todo momento! Y no puedo hacerlo. No soy un hada como todos ustedes creen —confiesa, derrotada. Se aferra a la pequeña corona que alguna vez le perteneció a su hijo—. Soy humana por completo. No llevo ningún tipo de magia conmigo.

Un silencio se apodera de la sala, ella suelta un sollozo silencioso mientras su mirada contempla el único recuerdo que le quedará de su hijo hasta que, dentro de cuatro años, sea ejecutada por el pueblo que tanto juró amarla.

—Lo que sufre Nathior es algo mucho más grande de lo que ustedes piensan —señala en voz más baja, con la respiración entrecortada—. Proviene de alguna vida pasada en la que su alma fue manchada por la inestabilidad de su linaje. De igual manera, existe una alta probabilidad de que se trate de alguna leyenda sobre los dioses y semidioses que tanto adoran ustedes. Hay muchas donde se habla de maldiciones al alma, emperadores destinados a morir, emperadores y emperatrices condenados por otras personas que se han convertido en alguna especie de vínculo kármico o demoníaco. No tengo idea cuál de todas esas opciones sea, pero todo indica a qué es una de ellas.

El recuerdo se desvanece al término de esas palabras que dejaron helados a todos los presentes en esa reunión. Volteo con rapidez para apreciar la silueta de Nymra antes de que desaparezca.

Me resulta extraño que se haya presentado ante mí después de tanto tiempo, y aún más, en esta situación. También es de suma rareza que me enseñe algunos recuerdos perdidos del alma de su madre, cuya vida siempre fue lo más privada posible.

La figura de Nymra Polvest, la emperatriz de la destrucción, se impone de una manera distinta a la habitual. Pareciera ser un recuerdo, difuso, del cuál no puedo identificar su rostro por completo y cuyas extremidades han desaparecido. Se asemeja bastante a los fantasmas de la Tierra.

...

¡Buenassss, buenassss!

No me asesinen por actualizar un día después (aunque acá en Argentina ahora es sábado y no viernes)

¿Cómo se encuentran hoy?

Como que muchas emociones en este capítulo, eh

¿Qué fue eso de que Luciale ahora tiene poderes de Rowan? 👁️👁️

Rowan modo oscurira disfrutando de torturar a los que le hacen la vida imposible a su esposa JAJAJAJAJA
Me enamora 🛐

¿Creen que Nymra le está enseñando recuerdos para ayudar a Rowan?

¿Y por qué Nymra se ve como una cosa borrosa? 👁️

¿Luciale movió la mano o es imaginación de Rowan?
Rowan: yo no imaginé nada 👁️🔪
JAJAJAJAJAJAJA

Muchas dudas y pocas respuestas, pero ya las iremos viendo

Nos vemos la próxima semanaaa

El próximo capítulo semanal será el sábado 30 de marzo por un motivo que me gustaría celebrar con ustedes <3

Besos y abrazos 🫂✨

Amen a esta Rowan que se viene, porque va a matar a cualquiera que le quiera faltar el respeto o llevarle la contraria

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