Capítulo 42. "Segunda herida"

Un día como hoy, 29 de febrero, nació hace veinte años nuestra querida Rowan. 🤍
En próximos capítulos tendremos su especial de cumpleaños, no se lo pierdan. <3

Luciale.

—¿Por qué estás cubierta de sangre? —cuestiona mi esposa al salir del baño, sus cejas se encuentran fruncidas y tuerce un poco los labios al percatarse de que limpio mis uñas—. ¿Lu?¿Sucedió algo?

Observo su silueta por el reflejo que me devuelve el espejo del tocador frente a mí. Su cabello oscuro se encuentra húmedo, lo que provoca un efecto de aparentar ser más largo de lo que es; sus ojos cafés me sostienen la mirada, con cierta preocupación, a la espera de una respuesta de mi parte.

—Las ejecuté, no es mi sangre —explico para su serenidad antes de chasquear mis dedos para estar limpia en menos de un segundo. No quiero que ella me toque mientras yo estoy manchada de la sangre de personas que la destruyeron en vida—. Nadie volverá a dañarte, Tree.

Sus manos buscan las mías, la calidez de su piel se funde con mi frialdad. Me obliga a voltearme para estar frente a frente, sin apartar su mirada café de mis ojos grisáceos. Las orbes que tanto amo y admiro, que en muchas ocasiones adquieren una tonalidad dorada como señal de que utiliza sus poderes, se mantienen incrédulas al analizar cada expresión de mi rostro en busca de alguna mentira.

Solo halla verdad. Jamás me atrevería a mentirle a la persona que más amo en este mundo.

—¿En serio...? —su tono se oye estupefacto, entrelazo nuestros dedos para acariciar la palma de sus manos con mis uñas. Ella sonríe por el gesto, la tranquilidad que irradia me llena de felicidad. Si ella está bien, yo estoy en paz; si ella es feliz, yo también lo soy—. ¿No las volveré a ver?

—No, mi preciosa estrella —la atraigo hacia mi pecho para depositar un suave beso sobre la cima de su cabeza. Sus delgados brazos rodean mi pecho con cuidado, percibo su respiración más pausada—. Ellas no volverán a tocarte nunca más. Han pagado lo que hicieron en vida y también lo harán después de la muerte.

Soy consciente que dos de sus más grandes temores eran esas escorias que le arrebataron parte de su juventud, de su felicidad y de su vida. Durante diecinueve años vivió en una prisión invisible, rodeada de dolores, inseguridades y miedos, de gritos, insultos y actos violentos. Yo no iba a permitir que dos personas que le robaron parte de su vida, salieran impunes de todo eso.

Todo pecado se paga, ya sea en vida, en la muerte o en ambas.

No me importa quién sea el que haya dañado a mi esposa, pagará y vivirá las consecuencias de sus actos. Porque quién se atreva a dañarla o siquiera pensar en ello, también me hiere a mí.

—Gracias... por todo lo que haces por mí —murmura contra mi cuello, disfruta de inhalar mi perfume. He notado que le gusta bastante, más de lo que yo creía.

—Te amo tanto, Tree —dejo un casto beso sobre su frente, una sonrisa dulce se adueña de mis labios—. Todo aquel que te haya dañado, lo intente o lo piense, será condenado por la eternidad. Eres mi esposa, el amor de mi vida y mi compañera, no permitiré que nadie te hiera. Eres la luz de mis ojos, mi estrella más alta y la dueña de mi corazón, ¿Si? La única a la que mi alma le pertenece y por quien destruiría el mundo si alguien te lastima.

Se aleja de mi cuello para dedicarme una mirada. Sus orbes doradas me contemplan con atención, como si quisiera memorizar cada detalle de mi rostro, cada microexpresión que puedo demostrar y yo no noto. El brillo en sus iris desprende paz, plenitud y seguridad.

Ella se siente segura a mi lado.

Y yo me siento segura a su lado.

Tengo la certeza de que puedo descansar en ella, ser vulnerable, llorar, liberar todo ese control que mantengo en público, ser yo misma, y ella jamás me juzgará. Tree nunca me criticará, solo se sentará a mi lado a acompañarme o a crear un momento inolvidable junto a mí.

Me ama por quién soy, lejos de esa imagen perfecta de emperatriz que el mundo conoce; me ama por mis sonrisas, por mis acciones, por ser detallista, por mi perseverancia, mi seguridad, mi astucia, por pensarlo todo de manera tan meticulosa y lograr encontrar una solución a todo. Mi esposa me ama incluso si no soy perfecta, si solo soy una mujer de veintitrés años que lleva en sus hombros una maldición que la destruye cada día, pero que a pesar de ello, intenta sonreír y alegrarle el día; quizá estoy bastante rota por dentro, sin embargo, no le importa en lo absoluto.

—Yo también te amo, Lu —sonrío al oír ese apodo. Nunca me han gustado los motes cariñosos, pero el hecho de que sea ella quién me llame Lu, lo vuelve especial y mágico. Me encanta cuando es ella quién me llama de esa manera—. Y jamás permitiría que alguien intente volver a dañarte. Voy a acabar con Herafel para que seas libre, como siempre debiste serlo, y para que vivamos nuestra eternidad juntas, mi querido hogar. Tus dolores son míos y tus alegrías son mías, todo lo que te duele, me duele a mí también, y lo que te alegra, a mí el doble.

Funde nuestros labios en un beso primoroso, cargado de esa dulzura que solo ella desprende, de esa gentileza que la describe como Rowan Becker: mi amor de esta vida y de las próximas vidas. Sus delicadas manos sostienen mi mentón con suavidad, sin ejercer presión en demasía, solo la suficiente para mantenerme cerca de su rostro y para que yo pueda corresponder al beso.

No obstante, ella se aparta de forma brusca al cabo de unos segundos. Lleva las manos a la cabeza, presiona con fuerza a los costados, como si quisiera calmar algún tipo de dolor.

—¿Tree? —me preocupo al instante, sostengo sus brazos para evitar que se haga algún tipo de daño—. ¿Qué sucede?

—Me duele la cabeza... demasiado —cierra sus ojos e intenta respirar más tranquila, pero el dolor la obliga a quejarse—. Mis sienes... Lu, no sé que pasa...

Sus ojos cerrados comienzan a llorar lágrimas de sangre, un río carmesí se adueña de sus mejillas y parte de su cuello. Pronto sus sienes siguen los pasos de sus párpados cerrados, me obligo a tomar una profunda respiración para no sucumbir al pánico, pues sé lo que significa.

—Necesito que cierres tu mente —susurro sin soltar sus brazos, los cuales se retuercen bajo mi agarre—. Tree, hazlo ahora. No voy a soltarte hasta que lo hagas.

Niega con la cabeza, sin ser capaz de abrir sus ojos y de mirarme otra vez. Sé que el dolor incrementó, que en cualquier momento es capaz de que vomite por este mismo y se desmaye. Incluso es muy probable que se golpee a sí misma para serenar el escozor que la quema por dentro, que la asfixia peor que un ataque de ansiedad; él siempre ha hecho ese tipo de cosas para doblegar a sus víctimas.

Herafel ha llegado a mi esposa. Justo en este momento intenta tomar el control de su mente, de sus recuerdos, para implantar memorias que no le pertenecen, o fomentar pensamientos autodestructivos. Si desea llegar más allá, podría intentar tomar el mando del cuerpo de Tres.

—Tree, tu mente es tuya. Lo sabes a la perfección —le recuerdo serena, al menos una de nosotras dos necesita mantenerse tranquila o racional en este momento. Acaricio sus antebrazos en círculos para captar su completa atención—. Puedes cerrarte a él, yo sé que puedes, corazón. Hazlo en este mismo instante. Confía en lo que te digo, por favor.

No responde a mis palabras, pienso en hablarle otra vez, pero su respiración lenta me advierte que está enfocada en una sola cosa. Me he percatado en otras ocasiones que cuando ella está concentrada en algo, su respiración disminuye bastante, resultando casi inaudible para otros.

Tras unos minutos en silencio, pierde el equilibrio y soy quien la sostiene en brazos antes de caiga al suelo, con la posibilidad de dañarse alguna de sus extremidades inferiores dado que lleva tacones aguja. La cargo con delicadeza para dirigirme a nuestra cama.

—Creo que funcionó —murmura con dificultad, abre sus párpados con lentitud. Analiza mis expresiones faciales con cierta atención, como si buscara algún rastro de desconfianza o algo por el estilo; solo halla preocupación en mis ojos, la angustia presente en mis labios presionados con fuerza y, al mismo tiempo, el alivio iluminar mi rostro por completo—. ¿Él quiso...?

—Sí, Herafel quiso entrar a tu mente —afirmo con un asentimiento de cabeza, limpio la sangre de sus mejillas y cuello con suavidad. Sus iris cafés me dedican una mirada confundida por mi respuesta, le cuesta comprender lo que acaba de suceder y a mí se me dificulta creer que fue una realidad—. Lamento que hayas sufrido eso, soy consciente de que es un momento bastante doloroso y desesperante. No logro entender cómo es que él pudo...

—Supongo que quiere desestabilizarte... —suspira con pesadez, rodea mi cuello con sus brazos para dedicarme una sonrisita dulce—. Pero eso no ocurrirá, lo mataré antes de que pueda ponerte una mano encima.

...

Deslizo la pluma cargada de tinta negra sobre los papeles frente a mí antes de colocar el sello de cera violeta y negra con el símbolo de Abdrion junto a mi firma. Releo el documento unas cuántas veces antes de suspirar profundo.

—¿Para qué me necesitas, Luciale? —inquiere Laissa al cruzar la puerta, sus cejas están fruncidas con extrañeza—. ¿Pasó algo con Herafel?

—No exactamente —respondo sin entrar mucho en detalles. Le señalo la silla frente al escritorio para que tome asiento—. Necesito que leas este documento y firmes que estás de acuerdo con lo explicitado en el.

Arquea una ceja sin comentar nada al respecto, se limita a tomar el papel amarillento mientras se sienta y cruza una de sus piernas sobre la otra. Examino la reacción en sus ojos verdosos al leer el decreto que acabo de firmar.

13 de febrero de 699.
Leerralde, Capital de Abdrion.

Se declara a la actual emperatriz consorte de Abdrion, Rowan Becker, ciudadana asteniense no reconocida; casada con la emperatriz por derecho de nacimiento Luciale Meire, el 3 de enero del presente año, como legítima emperatriz de Abdrion en cuánto la emperatriz por derecho de nacimiento, Luciale Meire, no se encuentre en condiciones para ocupar su cargo correspondiente.

Se le delegan todas las facultades a la emperatriz Rowan Becker, teniendo así, el mismo poder que la emperatriz de sangre. Por dicho motivo, deberá ser respetada como si fuese una heredera de Abdrion y su palabra tendrá el mismo valor que la de un miembro de la familia imperial Meire.

Sea quien sea el que no cumpla con las órdenes de la emperatriz Rowan Becker, en tanto Luciale Meire se encuentre fuera de su cargo o en condiciones inestables, se le condenará a una pena mayor que la estipulada por las leyes de Abdrion por incumplimiento a la palabra de su majestad.

Esta declaración no desplaza a la actual heredera de Abdrion, Chrystel Dreim, de incidir en las decisiones tomadas por la emperatriz Rowan Becker. Ambas poseen el derecho a gobernar en Abdrion, teniendo así, el ejercicio pleno del poder en el imperio.

Atte.
Luciale Meire, emperatriz de Abdrion por derecho de nacimiento.

—¿Qué significa esto, Luciale? —la desconfianza se apodera de la mujer frente a mí—. ¿Qué tramas ahora?

—En realidad nada —me sincero con ella, su rostro se tiñe de confusión—. Protejo a mi imperio en caso de que yo no tenga la capacidad de gobernar por alguna circunstancia o motivo personal, Laissa.

—¿Y por qué me has llamado a mí? —toma la pluma para firmar el decreto, su lenguaje corporal me señala que aún desconfía de mis palabras—. Pudiste haber traído a Chrystel, que es la heredera de Abdrion y la mano derecha. O a Kreim Liweul.

Entrelazo los dedos de mis manos mientras me apoyo en el escritorio. Laissa se mantiene en estado de alerta por algún motivo, a pesar de que yo no he dado señales de querer hacerle algo ni nada por el estilo.

—Kreim estará fuera por asuntos personales —le explico, impasible. Me sostiene la mirada, como si me instara a continuar—. Chrystel no desea verse involucrada en cuestiones políticas por el momento. Confío en ti, Laissa. Sé que tienes cierto aprecio hacia Rowan y que la ayudarás junto a los demás.

—Te recuerdo que no sé nada sobre política, Luciale.

—Eso no importa, sé que acompañarás a Rowan si algo me sucede y con ello es suficiente —inspiro hondo antes de liberar el aire con pesadez. Me siento más agotada que de costumbre—. No digo que algo vaya a sucederme pronto, pero es mejor prevenir que lamentar. Soy consciente de que Rowan sentirá que tiene mucho peso sobre sus hombros como emperatriz de Abdrion y es ahí donde entran ustedes para apoyarla. No es necesario que tú y tus hermanos se involucren en sus decisiones políticas, sé que le harán saber que están allí para lo que ella necesite y que no juzgarán su palabra a no ser que suene muy descabellado lo que dice.

Mantiene su silencio, sus ojos verdes parecieran detallar cada expresión de mi rostro en busca de algún signo de mentira, pero no lo encuentra. Lo único que halla reflejado en mi mirada o en mi tenue sonrisa es cierta angustia, cierto cansancio y a la vez alivio. Mi imperio está en manos de mi esposa si algo me ocurre, sé que ella es capaz de gobernar casi a la perfección y que podrá con todo.

Confío en ella. Veo su potencial, sus capacidades, su manera de encontrar detalles que uno creería irrelevantes y utilizarlos a su favor, noto su astucia y su capacidad de crear algún plan si es necesario.

Yo creo en mi mujer.

—Tu silencio me señala que no me equivoco —le sonrío orgullosa, su asentimiento es la respuesta que necesito—. Te lo agradezco, Laissa. Eres leal a este imperio y a esta familia, lo valoro mucho.

—Espero que puedas librarte de él pronto —musita, su referencia es más que clara. Aun si no lo he nombrado en todo este tiempo que hemos hablado, sabe que estás decisiones que he tomado fueron provocadas por los actos de Herafel—. Lamento tanto que hayas tenido que conocerlo...

—Lo mismo digo por ti —murmuro en respuesta.

...

Rowan.

Me siento junto a Chrystel en lo que Normelt termina de servir el té en las tazas de todos. Vinavina y Kraya se encuentran frente a nosotras, hablan en un tono tan bajo que no logro descifrar su tema de conversación.

—¿En serio les gusta tomar este té? —pregunta extrañado al agarrar su taza. El aroma a limón con canela y miel inunda mis fosas nasales—. ¿No es muy ácido?

Convencerlos a ellos de preparar un solo tipo de té fue un trabajo complejo, pero al final accedieron. Quien lo hizo primero fue Vinavina, al parecer ama experimentar cosas nuevas y no le tiene miedo a los cambios.

—Es más dulce de lo que parece —aclara Chrystel antes de beber de su taza.

—¿Cómo está tu padre, Vinavina? —inquiero al notar su mirada perforando mi frente por algún motivo—. ¿Todo bien?

—Sí, le he dicho que lo traeré al Palacio... Espero no molestarles —murmura lo último con cierta pena. Toma una galleta con chispas de chocolate del plato frente a nosotros.

—Para nada, sabes que Luciale no se opondrá —aseguro con una sonrisa amable, ella me devuelve el gesto sin decir nada al respecto—. ¿Han visto a Perséfone?

—Creo que estaba en la biblioteca... ¿O en el jardín? —habla Kraya, aunque más que una afirmación, es una pregunta—. Lo siento, tengo mala memoria y más cuando duermo mal.

Asiento en silencio, enfocada en terminar mi té. El sabor ácido del limón, mezclado con la miel y la canela me da como mil años de vida. Podría vivir a base de esta bebida y nunca me cansaría.

Sin embargo, me detengo en seco al percibir un fuerte pinchazo en la nuca, similar al dolor que se siente cuando te aplican una vacuna o te clavan alguna aguja en el cuerpo. Toso un poco para disimular y no llamar la atención de mis acompañantes, aunque es más que seguro que ya lo he hecho.

La mirada marrón de Chrystel se clava en mí persona a la espera de alguna explicación o alguna palabra que salga de mi boca. Normelt y Kraya prefieren no entrometerse, se limitan a bajar la mirada a sus tazas como si fuese más interesante que observarme a mí a punto de ahogarme. Sin embargo, los penetrantes ojos azules de Vinavina no se apartan de mi rostro.

—No se preocupen, he tenido dolores de cabeza desde hoy a la tarde —afirmo con convicción, una tan grande que yo misma me creería lo que digo—. No es nada importante.

Las cejas rojizas de Vinavina se alzan como si yo creyera ni una palabra mía, comparte una mirada cómplice con la mujer sentada a mi lado antes de enfocar su atención en otra cosa. Ellas dos tienen un don natural para identificar cuando alguien miente.

Si soy honesta, no me apetece recordar nada de lo que sucedió esta tarde más allá del beso con mi esposa y del abrazo que nos dimos. Nunca creí vivir tanta desesperación como la que me invadió hoy, cuando creí que mi cabeza se iba a partir al medio, cuando por un momento no fui capaz de controlar mis pensamientos o mis acciones e intenté golpearme. No fui yo, era él, desde mi cabeza, desde mi cuerpo y desde mi alma como si le pertenecieran.

La imagen de Luciale tendida en el suelo, casi sin vida, inconsciente, es imborrable. Herafel me enseñó ese tipo de imágenes con el fin de quebrarme para utilizarme como arma en contra de mi esposa.

Su obsesión por la emperatriz de mi vida, es enferma. La desea a ella y a su corona, como si fuesen de su propiedad, como si estuviesen destinadas a él desde el principio de este mundo. Él cree, de manera fiel, que la corona es suya y que los Dioses se han equivocado al otorgarsela a mi mujer.

Él quiere gobernar Abdrion, pues no tuvo la oportunidad de estar en el gobierno de Astenont.

Él anhela el control sobre mi esposa, dado que si lo logra, obtendría casi el máximo poder en esta dimensión. Luciale Sheneira Meire es una de las mujeres más poderosas de Lilium, invencible, inmortal y con un alma muy antigua. Está teñida de sabiduría e inteligencia, ¿Qué devorador de almas no querría apoderarse de ella?

En verdad ninguno querría atreverse a algo semejante, solo un idiota que cree ser capaz de aprovecharse de la maldición de la diosa de la oscuridad. Sin embargo, se olvida del detalle más importante: no importa que tanto quiera herirla, destruirla o adueñarse de su alma, ella es una Diosa y la Corte de Dioses buscará venganza si algo le ocurre.

La Diosa Skara protege a los suyos, aún más si están emparentados o relacionados con sus descendientes.

—Así que dolores de cabeza —comenta una irónica Vinavina, aferra sus dedos a la taza negra de estrellas blancas.

Asiento para su tranquilidad.

—¿Dolores de cabeza que te provocan sangrado de ojos? —señala con cierto sarcasmo, aunque en el fondo la veo preocupada.

—No es nada grave —digo segura antes de limpiar los rastros de sangre de mis mejillas—. No tienen porqué preocuparse.

—Me encantaría decir que no, pero sí tenemos. Eres la emperatriz consorte de Abdrion y si algo te sucede... —me recuerda Normelt, serio—. No sé, ¿Qué es lo más tranquilo que podría pasar?¿Que Luciale nos corte la cabeza?

—Oh, sí, amaría ser decapitada por Luciale —ironiza la joven de cabellos rojizos frente a mí, pareciera que suena malhumorada, pero lo cierto es que una sonrisa divertida se esboza en su rostro pálido—. ¿Ustedes no?

Kelly se sube a la mesa del comedor sin previo aviso y se recuesta junto al plato de galletas. Su pelaje negro reluce a la luz del candelabro, se aprecia sedoso y me hace preguntarme cómo es que su pelaje se ve tan bien.

Mi cabello con suerte no se ve tan opaco hoy.

—Kel —le sonrío antes de acariciar su cabecita—. ¿Pasa algo, mi corazón?¿Dónde están tus hermanos?

Ella ronronea como respuesta, es obvio que jamás me responderá con palabras, o al menos no por el momento. Me da igual ese detalle, me relaja mucho hablarles a ella, Klay y Perséfone como si fuesen personas. Sé que me entienden, no son gatos comunes.

—Es posible que Kelly sea un espíritu guardián sanador —opina Vinavina para la sorpresa de nosotros—. Tiene las características de uno.

—No me sorprendería —comenta Luciale detrás de mí, lo que me provoca un sobresalto. Ella acaricia mis hombros con delicadeza—. Después de lo de Persie, no sería extraño que Klay y Kelly sean espíritus guardianes sanadores.

—Vas a infartar a tu esposa como sigas así —bromea Vinavina con una sonrisa sarcástica.

—Te tengo una sorpresa para mañana —susurra en mi oído antes de acomodar mi cabello con cuidado. Me volteo extrañada, ella me sonríe amorosa—. Por el 14 de febrero.

—¿De verdad? —la emoción se cuela por mi voz, a lo que ella asiente—. ¿Y qué me preparaste?

—Es una sorpresa, no puedo decirte —me recuerda, serena—. ¿Todo bien, chicos?

Los demás le responden con un vago "sí", salvo Chrystel que le detalla algunas cosas que han ocurrido en la flora de la capital. Mi esposa asiente, asegurando que se encargará de investigar más al respecto sobre ese tema.

Sin embargo, yo no soy capaz de apartar mis ojos de ella. Su cabello rubio, que por lo general lleva suelto, está recogido en una coleta alta con un broche de oro. Lleva unos pendientes dorados con la silueta de la estrella Skara, el maquillaje que lleva es más sutil que en otras ocasiones, pero no deja de ser tan extravagante como lo es ella: labios en tono borravino, ojos ahumados y con un imponente delineado negro, cierto rubor en sus mejillas e iluminador cerca de su lunar de corazón.

La mitad de sus dedos están cubiertos por una especie de anillos que recubren su yema y parte de la estructura de los dedos, son una especie de picos metálicos con detalles de plata de distintos símbolos importantes aridienses.

Nuestro anillo de casadas descansa en el anillo anular derecho de cada una. La pulsera que también indica nuestro matrimonio se encuentra alrededor de nuestras muñecas, con el dije de nuestras iniciales reluciendo a la luz del candelabro.

Lu me sonríe, con ese amor que he visto en ella cuando me dirige la mirada, con esa paz que me arrulla el corazón, con esa calidez que me produce la sensación de que ella es mi hogar. Me ha aceptado con todos mis problemas, con mis miedos e inseguridades, es consciente de que no soy perfecta, y aún así, ella ama cada parte rota de mí.

Y cada parte rota de mí ama todo lo que es ella, todo lo que representa. Cada pedazo de mi alma quebrada adora cada rincón de su alma, con sus heridas, con sus cicatrices, con sus temores, sus alegrías, sus llantos y sus esperanzas por librarse de Herafel.

Luciale Meire ama el amor que siento por las estrellas, por las constelaciones, por los animales o por las plantas. Y yo, Rowan Becker, amo la pasión con la que defiende su palabra, amo el buen corazón que se esconde detrás de su máscara de frialdad, ese sentimiento protector que tiene con su familia, adoro su manera de contemplar y estudiar sobre el arte de la Tierra, su forma de ser tan detallista con las fechas, de ser dulce cuando se lo propone.

—Los dejaré solos, que tengan buena noche —nos sonríe, pero me percato de que sus labios tiemblan y de que, por una milésima de segundo, el dolor surca por su pálido rostro y por sus orbes grisáceas.

—¿Lu?¿Todo bien? —me levanto de mi silla para seguirla con rapidez.

La preocupación me invade ni bien diviso como su cuerpo cae al suelo. Me apresuro en sostenerla para evitar que se haga daño con la caída. El peso de su cuerpo me arrolla, y a pesar de ello, me esfuerzo por cargarla en mis brazos para que no se lastime.

—¿Lu? —presiono con suavidad su cuello para tomar su pulso. Me alivio al sentir las pulsaciones bajo mis dedos, más imperceptibles que de costumbre, pero aún existen—. No puede ser... No ahora...

Lágrimas de sangre oscura se deslizan por sus pálidas mejillas, intento limpiarlas con mis pulgares. No obstante, es imposible, la sangre no para de brotar de sus ojos cerrados.

Los latidos de mi corazón se agolpan en mis oídos, la sensación de asfixia rodea mi garganta, ejerce presión como si alguien me ahorcara. No soy capaz de respirar con normalidad o de siquiera observar mi entorno sin percibir cómo las imágenes se tornan borrosas cuál cámara desenfocada.

—¡Normelt!¡Chrystel! —los llamo en un grito y en menos de un segundo, se presentan frente a mí. Él se paraliza en su lugar al notar lo que sucede, ella me dedica una mirada horrorizada al ver el cuerpo de su hermana del alma inconsciente—. Necesito que me ayuden a levantarla y a llevarla a nuestra habitación, por favor.

...

¡Buenassss!

¿Cómo se encuentran esta semana?

Si se preguntaban si me pasó algo, tranquilos, no me pasó nada. <3
Nomás volví a la universidad y me quita bastante tiempo para escribir o interactuar con ustedes, pero este fin de semana responderé todos los comentarios que han dejado en capítulos anteriores. 🖤

¿Alguien más odia a Herafel? Maldito hdp, yo quería saber que le había preparado Luciale a Rowan por San Valentín 😭😭😭

Luciale, nuestra mujer que resuelve 🛐

¿Qué creen que vaya a suceder?

Recuerden que el plan con los Ditnov de infiltrar a Kreim en Khiat sigue vigente... Y Rowan tiene una reunión pendiente con Pefther 👁️

¿Cómo es que Herafel tuvo acceso a la mente de Rowan? 👁️👁️

El próximo cap va a tener un TW bastante fuerte, están avisados.

Recuerden que cada capítulo que pasa es un capítulo menos para el unboxing de tripas del cucaracho 🤠🔪

Sin más que decirles, me despido por hoy y nos vemos en la próxima actualización semanal.

Gracias por leer, comentar, acompañarme y apoyarme. ¡Los amo! 🫂

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