Capítulo 40. "Preludio"

Luciale.

La voz de Chrystel resuena en mi cabeza mientras que le dedico una mirada indiferente a Kreim, es la señal que he utilizado con él desde que lo conozco para que se marche de la habitación.

Los asuntos del imperio dejaron de involucrarle desde que su hermana traicionó a la familia imperial y a mi esposa. No admito traidores en Abdrion, mucho menos si en su pasado fueron personas cercanas a mí y en quiénes confié.

No le otorgo confianza a cualquiera. Los muros que rodean a mi persona son difíciles de derribar, sólo una mujer ha logrado romperlos como si de cristal se tratasen. Una sola alma que se adueñó de cada rincón inhóspito de mi gélido corazón y herida mente, esa alma es mi esposa y compañera de vida: Rowan Electra Becker.

No siento temor de que observe hasta el miedo más sombrío de mi ser. Le he dado la capacidad de entrar y salir de mi mente cuando lo desee, sé que la información que abunda allí estará en buenas manos si ella quiere descubrir más sobre mí. Jamás se le cruzaría dañarme, utilizar mis temores e inseguridades en mi contra. Mi esposa es incapaz de herirme.

El real amor se resume en algo tan sencillo como brindarle a la otra persona el poder de herirte de mil maneras, de dañarte para siempre y ésta no lo hace. Nunca lo hará porque te ama, por el simple hecho de que anhela cuidar tu alma tanto como la suya y jamás pensaría en siquiera hablar de temas que te incomodan.

Así me siento con ella. Y sé que Tree se siente de la misma manera conmigo.

—¿Qué encontraron en las Islas del Sol y la Luna? —inquiero al percatarme del semblante serio de mi mejor amiga. Sus ojos marrones se tiñen de preocupación e incredulidad—. ¿Chrystel?

—Krissalida no estaba según lo que me dijo Martz... Luciale, no sé qué haya pasado, pero Laissa estaba negada a hablar cuando los recibí en el jardín. Y Paularah aparentaba estar furiosa —me informa, cruzada de brazos, aunque pareciera que se abraza a sí misma. Nunca la había visto de ésta manera, como si hubiese apreciado al mismísimo Lucifer en persona o alguien similar—. ¿Crees que...?

Analizo el sentido de cada una de sus palabras. La única razón por la que Laissa podría reaccionar así se refiere a ese pedazo de escoria que medio mundo quiere asesinar, pero que solo yo tendré el poder de acabarlo en mis manos. He esperado este momento por años.

—Él se la llevó —digo al terminar de hilar mi teoría—. Herafel se llevó a Krissalida y lo más probable es que apareció en el mismo lugar donde estaban ellos...

Siempre he sido consciente de las consecuencias que provocaría un encuentro entre Laissa Arino y Herafel. Él nos marcó de maneras muy diferentes, sin embargo, he apreciado el dolor en los ojos verdes de mi prima al escuchar cualquier mención de ese ser repugnante. Ella lo detesta a más no poder, pero al mismo tiempo le teme, le duele recordarlo y desearía borrar las huellas que él dejó en su alma.

Todo este tiempo supe que ella sería la más fácil de quebrantar de nosotros. No por ser débil, pues ella es muy fuerte al convivir con todo lo que ha hecho ese desgraciado, sino por el motivo de que él tiene un efecto distinto en la hija mayor de Danira Arino. Laissa se quiebra en pedazos con oír su nombre, sin importar cuánto rencor y odio existan en su corazón; le es inevitable no ser destrozada otra vez como hace unos cuántos años.

Aún no puede con la pérdida y con el dolor que Herafel significan. Perdió mucho más que su felicidad al estar con él.

Y si bien intenta ocultarse bajo una máscara de hermana mayor amorosa, de amiga consejera, de persona de confianza en mi círculo cercano, lo más cierto es que ella se cae a pedazos cada día y en muy poco tiempo no podrá ocultarlo. La ejecución de Herafel no sanará ninguno de sus dolores ni tampoco los aliviará.

—Él no apareció, pero sus hombres sí —aclara Martz desde el umbral de la puerta, cruzado de brazos y apoyado en el marco. Sus ojos verdes reflejan absoluta preocupación por el estado de su hermana—. Mencionaron que tenían estrictas órdenes de no atacar a Laissa. Herafel la quiere de su lado, pero ella solo permitió que Arantzik sea liberado y destruya a los hombres que estaban allí. Quiere quebrar a mi hermana, Luciale, ¿Hasta cuándo seguiremos con la espera para atacarlo?

—¿Qué forma adoptó Arantzik? —ignoro su pregunta, no tengo tiempo ni ánimos para aclarar el verdadero motivo por el que no hemos atacado a Herafel aún. De hecho, es muy obvio, ni siquiera tendría que explicarlo.

—Se ve más amable de lo que en realidad es. Parecía un humano de cabello rojo, ojos negros y traje bordó —detalla, disimula su molestia ante su interrogante ignorada—. ¿Qué tramas ahora?

—La paciencia es una gran virtud, Martz —comento con una sonrisa arrogante antes de llenar la copa de vino con un simple chasquido—. Si quieres que todo salga como lo planeas, debes mantener tus planes en secreto. Ser víctima de intrigas, rumores y traiciones no es lo que se desea, ¿Verdad?

El único motivo por el que no he ido a arrancarle la cabeza a Herafel es el simple, pero complejo, título honorífico que ahora porta con orgullo en Khiat. Es el Vieya del imperio de la destrucción y de la emperatriz que tiene a los mellizos Ditnov tan atemorizados. Un título tan importante como el que lleva la escoria que antes pertenecía a la familia de los Ditnov, conlleva tantas responsabilidades que son complicadas de enumerar, y a su vez le otorga la protección suficiente para que nadie desee ni se atreva a atacar.

Lo respalda un imperio entero. Quizá dos, dado que no confío en Kairashana Lairovst y el único objetivo de esa mujer es Nymra Polvest. En cuánto se entere que yo deseo ejecutar a Herafel, es muy posible que quiera saber las razones, y al mismo tiempo es probable que no se inmiscuya en asuntos que no la conciernen.

Durante años he anhelado actuar de la manera más frontal y directa cuando llegara este momento, pero ahora me percato de los peligros que corre mi imperio y las personas a mi cargo. Incluso yo misma me veo involucrada.

Un error, por más mínimo que sea, llevaría a mi imperio a la ruina. Destrozaría a mi esposa, a mi familia y a mis amigos. Jamás desearía que se vean afectados por mis acciones, mi deber y prioridad es protegerlos, incluso si eso me lleva a destruir posibles amenazas hacia ellos.

Si logramos recolectar pruebas fehacientes contra Herafel y demostramos su culpabilidad en ciertos asuntos que involucran a Nymra Polvest, la confianza de ellos se vería quebrada por completo. No se opondría a la decisión de ejecutarlo —incluso, ella desearía ser quien lo haga—, a pesar de que para ese instante le demostraría a su población lo inestable y vulnerable que es.

En algunas ocasiones, siento pena por ella. Asumió el trono que le correspondía demasiado pronto, su madurez no es la misma que la mía o la de los hermanos Ditnov. Por desgracia, le juega en su contra y espero que se rinda ante esta Guerra que ella misma inició.

No me gusta admitirlo, pero detestaría la idea de ella muerta. Las palabras de Tree al defender a Nymra han hecho mella en mis pensamientos, ¿Y si no se equivoca?¿Y si es lo más sensato y lógico pensar que Polvest es solo una víctima más?

Una víctima de un juego de tronos, donde los más fuertes se mantienen en pie, o en su defecto los más astutos.

—¿Harás alguna otra pregunta? —inquiero en dirección al muchacho frente a mí, quién me observa con atención mientras termino mi copa de vino—. Eso creí. Dicho todo esto, enfócate en proteger a Laissa.

—La quieres —afirma tras analizar mis palabras.

La fuerza con la que apoyo la copa sobre el escritorio lo asusta un poco. Sus ojos verdes se tiñen de indiferencia mientras que se prepara para disculparse. Sin embargo, mi reacción no fue por sentirme ofendida o molesta por sus palabras, al contrario, me tomaron por sorpresa.

Durante años consideré como familiares míos a mis padres y a Chrystel. Fueron los únicos en los que deposité una confianza casi plena, quiénes me acompañaron por tanto tiempo y me había cerrado a la idea de considerar «familia» a cualquiera que descendiera de los Arino o que no hubiese pasado una vida conmigo.

No obstante, de alguna extraña manera, los Arino que conviven conmigo en este Palacio se han ganado parte de mi confianza. Soy capaz de considerarlos parte de mi familia.

—Sí, es mi prima —respondo con aparente normalidad—. ¿A qué se debe tu comentario?

—Cuando nos trajiste hace meses... no nos veías como tu familia, Luciale. Me sorprende y alegra que ahora lo hagas —admite en un murmullo sereno.

—Si debo ser honesta, a mí también me sorprende y alegra —digo sin darle tanta importancia al asunto, a pesar de que por dentro, sí le otorgo el valor que se merece.

...

El almuerzo familiar transcurre con demasiado silencio para mi agrado, lo único que puedo oír es una pequeña pelea entre Kraya y Normelt por quien ganó en el "uno". Hasta donde comprendí, uno de ellos hizo trampa, mas no podría afirmar quien fue en realidad. Ambos le critican cosas al otro.

¿Qué es el "uno"?

Debo preguntarle a Tree más tarde. Imagino que debe tratarse de algo de la Tierra, no estoy muy informada de las costumbres humanas.

Elevo la mirada para apreciar el perfil de mi esposa mientras come. Su cabello oscuro está recogido en una especie de moño con mechones sueltos, porta un sutil maquillaje de sombras doradas y labial en un tono canela. Curva los labios en una sonrisa amorosa al percatarse que la observo con atención.

Sonrío en respuesta una vez me dirige la mirada. Adoro ver sus ojos cafés, no importa cuántas veces los admire durante el día; nunca son suficientes. Deseo inmortalizar cada rasgo suyo en mi mente, cada peca, lunar, sonrisa, cada característica que la convierte en ella y solo ella: Rowan Becker, el amor de mi vida.

Mi vista desciende hasta su cuello, donde el collar que le obsequié el día de nuestra coronación descansa allí, como un recordatorio de todo lo que he hecho por Tree y lo que estoy dispuesta a hacer.

Sus iris cafés adquieren esa tonalidad dorada que tanto amo en ella, brillan con serenidad, con paz y con amor. Si tuviera que describirla en una metáfora, diría que mi esposa es la estrella más alta de esta galaxia en la que nos ubicamos: con un brillo inigualable, la más grande de todas, la más bella de una constelación.

También podría afirmar que es una nebulosa y que se ha convertido en una región dónde comienzan a formarse otras estrellas; donde ha surgido la vida otra vez. Porque ella revive cada lugar muerto al que asiste, porque alumbra cada zona oscura de las vidas de otros y te brinda esa seguridad de que mereces una segunda oportunidad.

Ninguna dice nada, prefiero extender mi mano y ella elige tomarla. Entrelazamos nuestros dedos como es de costumbre en nosotras, una acción tan simple, pero con un gran trasfondo: es nuestra manera de asegurarnos que la otra sabe que estamos allí, para lo que necesite, para apoyarla y acompañarla.

—Más tarde hablaremos, Tree —le susurro en el oído antes de acomodar un mechón detrás de su oreja. Ella me sonríe sin más—. Te amo.

—Así que ahora le dicen hablar —murmura Kraya junto a Normelt, su mirada verdosa no se aparta de nosotras—. No importa, te gané esa partida y no está en discusión. Rowan estuvo presente ahí.

Vinavina me observa desde su lugar ubicado al lado de Laissa. Percibo su mirada azul analizar cada expresión en mi rostro indiferente, como si deseara descubrir qué es lo que tramo en silencio y cuál será nuestro próximo paso en esta guerra que, por desgracia, nos involucra.

—Majestades —la voz de Griseynna nos interrumpe, mi esposa se aleja un poco de mí para dedicarle una mirada inquisitiva a la Marquesa Liels—. Lamento interrumpir el almuerzo.

—No importa, Gris, ¿Qué sucede? —responde mi mujer antes de que yo siquiera piense en alguna oración coherente.

—El señor Jiskton Wellezpve ha despertado, majestades —nos informa con un semblante preocupado. Su tono de voz es más serio que de costumbre, soy capaz de divisar temor en su vacía mirada oscura—. Pidió hablar con su hija Vinavina.

—Es imposible... —masculla la aludida al mismo tiempo que se levanta de la mesa con fuerza, su postura es tensa. Sus ojos azules parecieran ansiar acabar con la vida de Griseynna—. Mi padre estuvo dormido durante años, ninguno de los médicos que lo visitó todo este tiempo mencionó que sería posible que despertara pronto.

—Es así cómo ha escuchado, Lady Vinavina. Su padre ha despertado y solicitó hablar con usted de manera urgente —insiste Liels, sin perder la formalidad y el respeto que la caracteriza.

La habitación adquiere una atmósfera sombría, cierta toxicidad se presenta en el aire que respiramos junto a la tensión e incomodidad que produce en algunos de nosotros un asunto tan delicado como este. No me veo capaz de opinar algo al respecto, siquiera de pensar con coherencia; mis pensamientos se entremezclan. La línea entre el orden y el caos mental es difusa, está casi rota.

La hija de Mon Arino y Jiskton Wellezpve no se atreve a dirigirme la palabra, solo la mirada. Esa penetrante mirada azul profundo que detalla cada uno de mis movimientos a la espera de alguna señal, de una autorización inexistente para regresar a la Mansión del Valle Infernal dónde estuvo recluida durante décadas. Me suplica en silencio que le permita ver al hombre que más la amó durante veinte años, incluso si no estaba consciente.

—Ve, Vinavina —habla mi esposa con seguridad—. Tienes nuestro permiso.

Sin embargo, la muchacha de cabellos rojizos no se mueve ni un milímetro, expectante de mi decisión. Me respeta tanto como para esperar a que yo le afirme o le niegue este tema.

—Puedes ir —digo inexpresiva, sin apartar mi campo de visión de su rostro pálido—. Ve antes de que me arrepienta, Vinavina.

Es entonces que sigo sus pasos con la mirada hasta que tanto ella como Griseynna desaparecen en cuestión de segundos. El silencio reina en este inmenso comedor, junto a una sensación de asfixia constante. La opresión en mi pecho incrementa con el transcurrir de los minutos, sé que los demás presentes, a excepción de mi mujer, se encuentran asombrados por la decisión que acabo de tomar.

Lo cierto es que no soy la persona que ellos creían conocer. Puedo ser tan impredecible que siempre se encontrarán en este estado ante mi presencia.

...

Rowan.

La silueta de mi madre me recibe ni bien consigo dormir. Su corto cabello se encuentra recogido por un broche de plata en forma de corazón y dos pequeñas trenzas a modo de corona.

Se cruza de brazos, impaciente por algún motivo que desconozco. Pareciera encontrarse nerviosa, noto que no deja de mover su pie de un lado a otro y tuerce su boca en una mueca de desagrado.

—Lamento tardar, Eirene —habla una voz femenina a espaldas de ella, su tono es más grave—. Sayllie no se dormía.

Sayllie.

Detallo a la figura de una mujer que se acerca al lugar donde se encuentra mi madre. Distingo su largo cabello blanquecino, sus ojos plateados inconfundibles y esa tez pálida que sólo le pertenece a una familia en particular. A un solo linaje que hoy en día es representado por la Diosa Luna.

El vestido que porta es delicado, con una falda ostentosa de una tela llena de brillos, mangas abultonadas, escote tipo strapless y un corsé que lleva grabados en oro que corresponden a la dinastía de Zildwi: los Lairovst.

—¿Cómo se encuentra Sayllie, Venni? —la serenidad que rodea al aura de mi madre me descoloca por completo.

Venni.

Venni Lairovst.

La primer heredera de Zildwi, el pacifix imperi. Aquella a la que todos dieron por muerta hace casi veintiséis años, dado que nunca se encontró su cuerpo. Su hermana menor, Prieshra Lairovst, fue la primera en detener la búsqueda y de hecho, fue quien desde las sombras acusó a Pefther Koulliov de la desaparición de la heredera de la corona pacífica.

Nunca se encontraron pruebas contra él, pero a pesar de ello, la palabra de un miembro de la dinastía Lairovst pesaba más que la de un pobre Duque de Astenont. Ni siquiera los emperadores Ditnov pudieron defender su honor.

—Mi hija goza de buena salud, Eirene —asegura con una amable sonrisa, a pesar de que en sus ojos brilla una furia reprimida—. ¿Para qué solicitaste mi presencia?

Sayllie Lairovst. El verdadero nombre de Rheilla Varsiova, la actual mano derecha de los emperadores de Astenont y la legítima heredera al trono de Zildwi. Hija de Venni Lairovst y Pefther Koulliov.

—Tengo el presentimiento de que nada bueno saldrá de esto, Venni —suspira mi madre, angustiada—. Creo que lo más adecuado sería ocultar a tu hija.

La princesa de Zildwi suelta una risa irónica, con cierto aire nasal. Su rostro adquiere una máscara de seriedad mientras que cruza sus brazos, casi como si quisiera arrancarle la cabeza a Eirene.

—¿Qué viste ahora, Eirene?

—Sólo ocultala muy bien en Astenont. Sabemos que tu hermana no se quedará atrás luego de la señal que le diste. Lo que menos deseo es que se vea involucrada una niña que no tiene nada que ver con esto —explica, la seriedad y la preocupación se filtran entre sus palabras—. Venni, hablo en serio...

—¿Y qué harás con tu hija? —su mirada baja al vientre de Eirene, quien se paraliza en su lugar, estupefacta. Nadie sabía que ella estaba embarazada—. No olvides que yo también soy capaz de ver el futuro. Sé lo que ocurrirá.

—¿Por qué no haces nada? Sayllie saldrá afectada de todo lo que sucederá en casi veinte años...

—Porque tanto tú cómo yo sabemos que tu hija, Rowan, jamás permitiría que le ocurra algo a su hermana. Tampoco lo permitirían Einer y Einar Ditnov.

Abro los ojos con esas palabras decididas a taladrar lo más profundo de mi mente. Me siento en la cama con extremo cuidado para no despertar a Luciale y suelto un suspiro con los latidos de mi corazón en mis oídos.

Kelly me dirige la mirada desde la otra punta de la cama, está recostada a los pies de mi esposa. Enfoca sus ojos amarillos en mí, como si quisiera calmarme con una sola mirada y de alguna extraña manera, lo hace. El amarillo de sus iris brilla de manera intensa, casi cegadora, pero fugaz; desaparece al cabo de unos segundos y mi corazón ya se encuentra más sereno.

¿Ella también es un espíritu guardián?

—¿Tree? —una de las manos de Lu toma la mía para entrelazar nuestros dedos—. ¿Te encuentras bien?¿Quieres algo?

—¿Un abrazo? —sonrío un poco, con la vista enfocada en su rostro adormilado. Sus iris grises se aclaran al analizar con atención, unas leves ojeras se hacen presentes debajo de sus ojos y una sonrisa se adueña de sus labios carentes de maquillaje—. Te ves linda hasta dormida.

—No tanto como tú —tira con delicadeza de mi mano para atraerme hacia su cuerpo.

Peina mi cabello con sus dedos al mismo tiempo que su otro brazo me rodea. La frialdad que antes emanaba su ser ha sido reemplazada por una calidez reconfortante, me concentro en su respiración pausada y serena, en el perfume floral que desprende y en la sonrisa que se esboza en sus labios rosados. Es increíble lo segura que me siento a su lado, lo mucho que la amo y adoro pasar tiempo con ella.

—Venni Lairovst está viva —suelto sin pensarlo mucho, la opresión en mi pecho quema tanto que necesito decirle a ella lo que vi—. Conocía a mi madre, seguro sabe lo que pasó y lo más probable es que viva con Pefther Koulliov.

—Lo sé —murmura en calma, su reacción me desconcierta. Continúa con sus dedos entre mis cabellos mientras suspira profundo. Su mirada grisácea se centra solo en mí—. Sé que ella está viva. Es la mayor arma que poseen los mellizos Ditnov contra Zildwi si Kairashana decide no apoyarlos en lo que sea que decidan en los próximos días.

—¿Cómo...?¿Qué hiciste para verlo? —pregunto estupefacta ante sus palabras.

—Soy una lectora de almas, Tree —explica con dulzura, sus labios se curvan en una sonrisa encantadora que me enseña sus dientes—. No soy capaz de saber tanto de otros como tú, pero puedo ver acontecimientos importantes que ellos vivirán y en Rheilla pude apreciar su matrimonio con un miembro muy importante de una familia imperial. Su madre estuvo presente en la ceremonia. Reconocería a una Lairovst dónde sea, nadie más que ese linaje presenta esas características físicas tan peculiares.

—Una habilidad heredada de tu madre, ¿Verdad? —asiente antes de besar mi frente con cariño y apoyar su mentón sobre mi cabeza—. No muchas personas poseen ese don.

—En Abdrion solo mi madre y yo tenemos ese poder por el momento. Somos las únicas vivas de lo que se llamó la comunidad de lectores de almas —dice, yo aprovecho para detallar el tatuaje con mis iniciales en su cuello.

E. A. V. K

Electra Aelianna Vertiev Koulliov.

—He pensado sobre tu propuesta para nuestro infiltrado en Khiat... —hablo tras formarse un pequeño silencio entre nosotras. Ella se aparta un poco de mí para demostrarme que pone toda su atención en lo que digo. Sin embargo, la distancia entre nosotras es casi inexistente. Son escasos centímetros los que nos separan de besarnos—. Coincido contigo. Kreim es bastante competente para un papel tan importante como ese y no sería complejo para ustedes fingir que se detestan. Él es leal a la corona y a nosotras, hará lo que sea por evitar que su hermana sea ejecutada.

Asiente de manera lenta, siento sus iris grisáceas recorrer mi rostro para detallar cada rasgo de mí. Es una acción que le he visto hacer en otras ocasiones, como si temiera olvidar quien soy en algún momento y necesitara encontrar un rasgo específico, una señal, un gesto, que le recuerde que soy el amor de su vida. La única mujer en su corazón y en su alma.

Ambas sabemos, sin pronunciar ninguna palabra, que olvidarnos sería imposible. Nuestras almas están entrelazadas para la eternidad, una unión irrompible y sin fin, una relación interminable. Estamos destinadas a buscarnos en todas nuestras próximas vidas, a reencontrarnos sin importar la dimensión en la que nos encontremos, el imperio, el planeta o nuestras especies.

No importaría si en esta vida perdemos la memoria o si en la siguiente olvidamos todo lo vivido en este tiempo. Yo reconocería quien es ella y ella sabría a la perfección quién soy.

—Siento un poco de pena por él... No importa todo lo que haga por Meydila, nada la salvará de su destino —susurro firme, sus orbes grises se oscurecen un poco ante mis dichos—. ¿Verdad?

—Nadie puede escapar de un destino que fue dictado desde el momento de su nacimiento. Son sentencias irrevocables —asegura con cierta fiereza—. Así como tú y yo no podemos escapar de la otra. Nos une un lazo inquebrantable. Déjame afirmarte con total seguridad, Tree, que yo jamás querría romper esto que tenemos y lo que seremos en un futuro. Eres a quien adoro, a quien contemplo cada día y a quien amo con todo lo que soy.

Fundo nuestros labios en un beso intenso, largo, pero dulce. Las sensaciones explotan en mi interior, percibo algunos cosquilleos apoderarse de mi columna vertebral, pequeñas descargas eléctricas y un manto de seguridad que me recubre. Sus brazos rodean mi cintura para acercarme aún más a ella, la calidez se adueña de cada parte de nuestros cuerpos y sonrío por la emoción que me produce estar a su lado.

—Somos el matrimonio más poderoso de todos los tiempos —susurro sobre sus labios, los cuales sonríen con notable seguridad y arrogancia. Esas características de ella que tanto me gusta admirar—. Pero sobre todo, somos almas gemelas y somos una. No importa que tan rotas estemos, cada pedazo de mi corazón ama cada pedazo del tuyo y estoy dispuesta a lo que sea para verte bien. ¿Si, Lu? Recuérdalo siempre.

—Siempre, mi amada Tree —musita antes de depositar un beso suave en mis labios—. Mañana le informaremos a los hermanos Ditnov cómo procederemos a partir de este momento.

...

La barrera mágica que protege a Abdrion de ataques externos ha sido burlada y una buena parte de ella se ha roto. Cientos de kilómetros cuadrados están desprotegidos ante la frontera con Khiat.

Repararla nos tomará bastante tiempo, más si tenemos en cuenta que solo personas portadoras de magias tan poderosas como la mía o la de Luciale podrán repararla.

Esto fue obra de Herafel y Nymra. No hay dudas de ello. Solo a ese par le beneficiaría que nuestra barrera esté rota a la altura de su imperio.

—Ciudadanos de Abdrion —habla mi esposa, seria y firme—. Nosotras, sus actuales emperatrices, queremos llevar calma a sus almas. La barrera de Abdrion está en proceso de reparación, no deben preocuparse por ningún ataque externo. Trabajamos con los culpables de este desastre para que sean condenados de acuerdo a las leyes aridienses. No hay nada que deba angustiar sus corazones.

La inmensa multitud frente a nosotras corresponde a menos de la mitad de la población de la capital: Leerralde. Observo los rostros serios de algunos de los habitantes de nuestro imperio que han decidido escuchar a sus emperatrices.

Pronto se correrá la voz por todo Abdrion. Nuestro anuncio es para traer calma a nuestros ciudadanos, aun si nosotras somos un volcán en erupción en nuestros interiores.

—Nosotras velaremos por su seguridad, ciudadanos aridienses. Es nuestro deber y es nuestra prioridad como emperatrices —prosigue, como si no acabara de mentirles segundos atrás. Su naturalidad al mentir me asombra un poco—. Es de mi agrado informarles y asegurarles que la Guerra iniciada por Khiat hacia el imperio de Astenont no nos concierne en lo absoluto. No toleraremos críticas ni acusaciones falsas hacia nosotros o cualquier miembro de la familia imperial de Abdrion. No estamos involucrados en los asesinatos de Cyra y Tyva Belttigeh, la palabra de la emperatriz de Khiat es errónea y solicitamos que desestimen dichas acusaciones.

Luce como la temida diosa que es, la Diosa de la oscuridad: Sheneira. Su cabello rubio se encuentra recogido en una trenza de lado, una imponente corona se alza en la cima de su cabeza: dorada, con incrustaciones de diamantes, obsidiana, zafiros y una vehla negra con forma de la estrella de Skara. El vestido largo que envuelve su cuerpo es de seda, con una ostentosa falda decorada con hilos de plata y oro, el torso está cubierto de pedrería y las mangas tres cuartos de encaje, ajustadas a sus brazos, le terminan de otorgar ese aire de superioridad y autoridad que desprende.

Sus accesorios están compuestos por nuestro anillo de bodas, nuestra pulsera de casadas, el collar que le obsequió Mon Arino años atrás y la driezva de Abdrion. Ese collar que pertenece a los Meire y que grita su lema familiar, un objeto que es el símbolo que representa a la dinastía que gobierna este extenso imperio.

—También les recuerdo que cualquier ataque o falta de respeto hacia mi esposa —espeta con dureza, a pesar de que esboza una sonrisa encantadora en sus labios oscuros al observarme y tenderme su mano, la cuál tomo—. Será una falta de respeto hacia mí, hacia este imperio, sus leyes y la Corte de Dioses. Será una ofensa hacia su adorada Diosa Skara y hacia Lilium en general.

El roce de sus largas uñas violeta oscuro con el dorso de mi mano me brindan la seguridad que necesitaba para afrontar una multitud tan grande como la que se impone frente a nosotras.

—Yo, Rowan Becker, soy la única emperatriz consorte que verán durante el gobierno de la emperatriz por derecho de nacimiento: Luciale Sheneira Meire —aseguro con una sonrisa un tanto intimidante—. Luciale Meire es la legítima heredera al trono de Abdrion por derecho de nacimiento y, en este momento, quien se encuentra primera en la línea de sucesión al trono es la Señorita Chrystel Dreim, actual mano derecha de este imperio.

—Agradecemos su atención —finaliza mi esposa con una sonrisa fría.

Los aplausos no tardan en inundar el campo, todos realizan una reverencia respetuosa ante nosotras antes de gritar algunos "Sheneira, nuestra diosa de la oscuridad" "Alabada sea Sheneira y alabada sea la emperatriz Rowan" "Mi vida por la emperatriz Rowan, la noble".

Sin embargo, una mujer ubicada dentro de las primeras filas de la gran multitud de personas, se niega a reverenciarse ante nuestra presencia. Su rostro se transforma en una expresión desconcertada y con cierta molestia grabada en sus rasgos faciales.

—¿Y la familia Arino, majestades?¿Dónde se encuentra la verdadera familia imperial? ¡La dinastía Arino gobernó durante años!¿¡Qué les han hecho!? —nos grita y señala, mas nadie la oye entre tanto bullicio.

La reconozco como Weslyda Tripvoy, esposa de Kristhon Trayshon y madre de Krissalida, la actual Líder de los Quishenas. Es una ser de la oscuridad que ha vivido más de cien años en este imperio y su lealtad siempre estará con los Arino, jamás con la reciente dinastía Meire.

—Paularah, llévatela —le ordena Lu a la Ashtare de Abdrion, antes de alejarse de la multitud a mi lado.

...

¡Buenas, buenassss!

¿Cómo se encuentran el día de hoy? Yo me siento más animada que de costumbre <3

¿Momento fav del capítulo?

¿Se esperaban que Venni estuviera viva?¿Y que conociera a Eirene?

¿Pensaron en Kreim como el infiltrado en Khiat? 👁️

Espacio para odiar a Herafel y desearle la muerte 🤠🔪

Próximamente veremos la ejecución de Marissa Vertiev (la tía de Rowan) y Katie (la ex de Rowan). Prepárense porque vamos a disfrutar ese momento JAJAJAJAJAJAJ

Hasta ahora, tengo tres libros confirmados de esta saga y muchos más que voy a confirmar. Veremos todos los imperios y lugares posibles dentro de Lilium 👁️

También tendremos libros sobre el Mundo Niebla (la prota es una vampira a la que amaremos), el Reino Infernal (donde está la Reina Alexandra) y el Reino Celestial (que se relaciona con la Reina Alexandra).
Hace un tiempo escribí la historia de la Reina Alexandra, pero ahora mismo no me convence y creo que la voy a reescribir 👁️🫶🏻

¿Quién creen que será la pareja de Einer Ditnova? Hagan sus apuestas, a ver

En estos días les subiré a mi ig una guía con los títulos y jerarquías de cada imperio. También los subiré acá junto con el árbol genealógico de cada dinastía ✨

¿Les gustaría un libro con la historia de los padres de Rowan?

¿Cómo llevan la construcción de este mundo fantástico?¿Creen que está bien construido? Les aviso que todavía nos falta mucho por conocer. <3

Spoiler del próximo capítulo: se viene acercamiento entre una pareja (que todavía no es pareja) de un próximo libro y también van a pasar cositas que nos gustan a todos (traducción: muertes satisfactorias)

Les agradezco mucho por el apoyo, los votos, sus comentarios y sus palabras de aliento. Gracias ❤️‍🩹

Si son nuevos en este fandom, ¡Bienvenidos! Acá amamos a Rowan, lloramos con Luciale por lo que le hizo su ex, le deseamos la muerte a Herafel y pensamos que Nymra es buena.

Sin más que decir, me despido por hoy y nos vemos la próxima semana. <33

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