Capítulo 39. "¿Eres capaz de mantener la lealtad?
Rowan.
Analizo cada rasgo de su rostro. Esos ojos, un tanto almendrados, de color plateado y brillantes bajo la luz de cualquier fuente luminosa, sólo pertenecen a un linaje en específico. Un linaje que desciende de la mejor amiga de la Diosa Skara, la Diosa Meythera: deidad de las hadas de los cuatro elementos.
Su tipo de tez es inconfundible, tanto como la de mi esposa: pálida, con pocas manchas o lunares a la vista en su rostro. Sus facciones son delicadas, suaves, casi angelicales, al igual que lo es su rostro redondo de marcadas mejillas y finas cejas blancas.
Lleva el cabello blanco en su totalidad, largo hasta la cintura, suelto y rizado de forma natural. El parecido entre los rasgos faciales de esta mujer y la actual emperatriz de Zildwi me confirma lo que en mis adentros ya sé: es familiar de Kairashana. Un pariente demasiado cercano.
Yo sé de quién es hija. Rheilla no es una Varsiova, al menos no una biológica.
—Si Venni Lairovst nunca fue encontrada... eso podría llevarnos a pensar en la posibilidad de que esté viva, ¿Verdad? —continúo con mis señalamientos, intrigada—. Sería un peligro para Zildwi si su pueblo se enterara que la verdadera heredera de ese imperio nunca murió y que su hija es quien debería estar en el cargo de emperatriz, no Kairashana.
¿Quién es Rheilla Varsiova en verdad y por qué sus ojos plateados gritan secretos? No importa el ángulo desde donde la observes, todo en ella grita «secretos y mentiras».
—Soy hija de Playserah y Mortav Varsiova, un matrimonio honorable de la aristocracia asteniense, duques de la región Astar del Sur —sisea ella, como si se sintiera ofendida por mis palabras—. Soy una ciudadana asteniense, majestad.
¿Y espera que le creamos? Tanto mi esposa como yo reconocemos los rasgos en su rostro, el linaje que recorre sus venas y lo que es evidente a los ojos de otros: es una Lairovst más. No hay dudas de ello, no importa las mentiras que se esfuerce en decir, no se puede negar lo visible.
—Sería un arma letal mantener cerca a un miembro de otra dinastía —comenta Lu, sus ojos grisáceos recaen en la mujer que se mantiene parada detrás de los emperadores Ditnov—. Alguien tan buscado por todo un imperio... Alguien al que todos deseaban conocer y creyeron fallecido. Una persona a la que puedes usar a tu favor, ¿Verdad, emperadores Ditnov?
Rheilla se tensa, una vena negra en su cuello sobresale y se marca en él. Aparta su mano del hombro de Einer lo más rápido que puede antes de que esta y su hermano se levanten de sus sillas.
Luciale y yo repetimos la misma reacción. Observo sus labios oscuros ser presionados con fuerza para evitar atacar a los mellizos sin desearlo, aprieto su mano con cuidado para recordarle que yo estoy con ella, que yo la apoyo y acompaño en lo que decida.
Si alguno de ellos arremete contra mi esposa, no me quedará otra opción que ir tras el arma de doble filo que ellos mantienen en su Castillo: la tal Rheilla Varsiova a la que reconozco como una hija de Venni Lairovst.
Y una posible...
Pensar en esa posibilidad es extraño para mí. Nunca creí que fuese algo posible, es decir, yo pensaba y afirmaba que Venni Lairovst se encontraba muerta, que su cuerpo nunca fue encontrado. Llegué a convencerme de que Pefther nunca la amó, sería una idea tan descabellada que ellos hubiesen tenido un hijo.
Pero al observar en silencio a la mujer detrás de Einer Ditnova me hace pensar que no es tan loca esa idea como me parecía.
—Es hija de Venni Lairovst —me concentro en la mirada plateada de la joven detrás de ellos. Su postura es recta, tensa, casi a la defensiva—. 21 años quizás, la única descendiente de la primera heredera de Zildwi y...
—Majestad, recuerde que sus palabras tienen un peso importante y no deben ser tomadas a la ligera —me interrumpe Einer, la falta de expresión a la hora de hablar me confirma que se intenta controlar para no estallar contra nosotras. Es capaz de lo que sea con tal de proteger a quien considera su mejor amiga.
Entreabro los labios para responder a su indirecta, pero me callo al oír la risita irónica de mi esposa. El sonido melódico, dulce y delicado inunda el silencio que se había adueñado de la habitación hasta hace unos minutos atrás. Mi mente se pierde en la elegancia que emite al abrir sus labios, al hablar, moverse o sonreír.
Amo tanto su risa. Pocas veces la he escuchado soltar alguna carcajada honesta, no obstante, podría oírla durante horas sin cansarme.
—Es un tanto hipócrita de su parte señalar el peso de nuestras palabras, majestad de la corona roja —el tono irónico y burlón en la voz de la mujer que se roba mis pensamientos matutinos, me encanta. No voy a negarlo, es adictivo escucharla en esta faceta donde, con una educación admirable, amenaza a los emperadores de Astenont sin importarle nada—. Minutos antes decidía sobre la vida de ciudadanos khiatianos, a sabiendas del poder que conllevan sus palabras aun si éstas parecen inofensivas. Entre ustedes y yo, es más probable que yo responda a una amenaza de este tipo antes. Cuiden el tono y las maneras con las que se dirigen a mi esposa. No es solo Rowan Becker, es la emperatriz consorte de Abdrion, la última ninfa del sol legítima y la descendiente más reciente del linaje Vertiev legítimo.
Para mi mujer y yo, ya no tiene sentido ocultar las identidades de mis verdaderos «padres». Todos saben a la perfección de quién desciendo y a que familia pertenezco.
—Usted malinterpreta nuestros dichos, emperatriz Meire —trata de justificarse Einar, un atisbo de molestia cruza por sus profundos ojos azules—. En ningún momento pretendimos ofender o amenazar a su esposa.
—Ante cualquier detalle que no sea de mi agrado, Abdrion retirará el apoyo a Astenont. Esta Guerra iniciada por Nymra Polvest los involucra pura y exclusivamente a ustedes, no a nosotros —advierte sin importarle los intentos de los mellizos Ditnov por retractarse. Su tonada está cargada de autoridad, firmeza y cierta fiereza—. Ustedes sabrán cómo proceder a partir de este momento, majestades.
Tanto la emperatriz de mi vida como yo captamos el tono filoso detrás del comentario de Einer Ditnova. Fue una clara advertencia de que, si yo continúo con mi mirada puesta en Rheilla Varsiova para desenmascarar su verdadera identidad, hará lo que sea necesario para protegerla.
Luciale Meire no se quedará atrás si eso sucede. Conozco al amor de mi vida, es una mujer de temer. Su manera de enojarse no debería ser conocida por nadie; mientras está en público, mantiene una imagen de emperatriz perfecta con un autocontrol digno de admirar, pero en su interior ella es peligrosa e incluso mortal para varios. Su reputación la precede sin lugar a dudas.
Ha asesinado a miles de personas en su corta vida. Intrusos en Abdrion, humanos que tuvieron la desgracia de caer en Lilium y en sus manos, personas dentro de cargos políticos que la han traicionado, ciudadanos aridienses que incumplieron leyes o intentaron organizar sublevaciones. Ella no teme en tomar decisiones que pueden ser cuestionables a los ojos de muchos, pero que son necesarias.
El que desee desatar su ira, será víctima y esclavo de las consecuencias. Es difícil escapar de Luciale Sheneira Meire y estoy segura que Marissa Vertiev puede afirmarlo.
Mi esposa y emperatriz no dudaría en destruir al imperio de Astenont, en acabar con las vidas de los mellizos Ditnov, si alguien se atreve a faltarme el respeto. Ella es capaz de todo con tal de mantenerme segura y sana.
—Rheilla, retirate —le pide Einer a la muchacha que se encuentra detrás de ella—. Ahora.
Los ojos de Einar no se apartan de la joven Lairovst que se reverencia antes de alejarse en dirección a la puerta. Solo regresa la mirada a nosotras una vez que ella abandonó el salón de invitados.
—Todos aquí sabemos que si esa joven vive, es debido a que sus padres se encuentran con vida —la sonrisa esbozada en los labios de mi esposa, tintados de un tono bordó, está cargada de burla y cierta ironía—. Imagino que no es necesario que mencione a sus padres, ¿Verdad? Mi esposa ya lo ha hecho entrever.
—Nadie creería algo como eso —sisea Einar a la defensiva. Parece ser que sus impulsos le han ganado esta vez.
—¿Yo dije que haría algo contra Rheilla? —pregunto confundida, no paso por algo la mirada de fingida indiferencia que me dirige Einer—. En ningún momento demostré una mala intención hacia su mano derecha, majestades. Solo mencioné sus verdaderos orígenes, aunque sí que es cierto que sería una desgracia si esto fuese una noticia... pública.
—¿Qué quieres, Rowan? —suspira la emperatriz Ditnova, sus ojos azules refuerzan esa pared impenetrable que rodea su mente. Es imposible acceder a ella.
Las únicas personas con las que me sucede algo de ese estilo fue con ellos: Einer y Einar Ditnov. Sin embargo, Rheilla Varsiova se ha sumado a la lista al no poder observar nada de su vida más allá de los datos superficiales que logré encontrar.
Sus muros mentales son difíciles de romper. Admiro el control mental que poseen, son de ese tipo de personas que jamás podrás doblegar.
—Pefther Koulliov —pronuncio hostil—. ¿Dónde se encuentra el Duque de la región de Eisterh? Sé que está vivo, ustedes no pueden mentirme. Toda mentira es opacada por la luz de la verdad, siempre descubriré lo que es real y sé que ustedes lo saben.
—Es información confidencial, emperatriz Becker —asegura el emperador Ditnov, más serio que de costumbre—. No podemos brindarle esa información.
—Considero que deberían hacerlo —espeta Luciale, dibuja una sonrisa arrogante en su rostro—. Si son inteligentes, comprenderán que el panorama general de su imperio no es nada bueno. Su mano derecha fue condenada a ejecución por otro imperio, la actual Guerra fue declarada contra ustedes, Nymra Polvest quiere cazarlos y no descansará hasta lograrlo. Me apenaría demasiado tener que negarles el apoyo que reciben de Abdrion, sumado a que serían juzgados por la Corte de Dioses al mentirle a su pueblo como lo han hecho durante este tiempo.
—Si la emperatriz Becker desea una reunión privada con Pefther Koulliov, deberemos hablar con él antes —acepta la mujer frente a nosotras, rendida. Sabe que no tiene muchas opciones y que el apoyo de Abdrion es necesario en este caso, esta coalición política que conformamos es fuerte contra alguien como Nymra Polvest—. Las mantendremos informadas al respecto.
—Muchas gracias —respondo por pura cortesía, una inevitable sonrisa amable se escapa de mis labios.
...
Estar cara a cara con una descendiente de la primera heredera de Zildwi se sintió extraño, fuera de lugar e irreal. Todos declararon muerta a Venni Lairovst hace años, cuando Pefther Koulliov estuvo su búsqueda al igual que Prieshra Lairovst; si bien todos apuntaron contra él, aún más cuando quiso casarse con mi madre, un presentimiento mío me llevaba a pensar que él no le había hecho nada.
Son muy altas las posibilidades de que Rheilla sea una hermana mía. Nació hace veintiún años, ví a Venni Lairovst como su madre, pero a su padre no pude verlo. No voy a descartar que tal vez sea Pefther.
No estoy segura de que así sea.
Tendría mucho sentido todo lo que ocurrió. Pefther tramaba algo con Meydila, yo lo ví en esa visión, ¿Y si se trata de algún plan para atraerme a él? No sé bajo qué motivos podría hacerlo, pero es una gran posibilidad.
Con el regreso de Marissa Vertiev y Katie Müller todo se vuelve más complejo. Estoy segura que pronto mi esposa las ejecutará por atentar contra la emperatriz consorte, sin embargo, hay algo detrás de su regreso a Lilium; Pefther las trajo hasta aquí por una importante razón que desconocemos.
Quizás él pensaba que podría atraerme con la presencia de ellas, lo que no sabe es que mi vida fue un infierno a su lado. Yo le gritaba al cielo que me alejara de esa vida, que me dejaran en paz, yo ya no vivía, solo sobrevivía.
Vivir es más que respirar. Si solo respiras, estás sobreviviendo.
Pefther me desea cerca de él por motivos desconocidos. Quiere acabar con Ver Dreim, quien es muy posible que sea Patrick Becker, el hombre que me cuidó y amó durante diecinueve años. El único que se merece que yo llame «padre».
—Estás muy pensativa, Tree. Te conozco, ¿Qué piensa tu linda cabecita? —pregunta con una dulzura propia de ella cuando se encuentra conmigo. Besa mi frente con delicadeza antes de tomar mi mano.
Mi mirada recae en nuestros anillos de bodas. El mío, de la vehla negra con forma de corazón, brilla más que otros días; por otro lado, el suyo, del corazón de diamante rosado, se destaca por desprender un fulgor violeta oscuro.
—Es solo que no comprendo el porqué Pefther actúa junto a Meydila, el porqué los Ditnov tendrían en su Castillo a una Lairovst. Es muy extraño todo... —suspiro un poco agobiada por el rumbo de mis palabras—. También me siento frustrada por... por no poder reaccionar cuando Einer me atacó. Yo creí que había superado todo esto.
Su mano libre se dirige a mi mejilla, sus dedos acarician con cuidado mi piel, con ese cariño y primor que se ve en ella cuando compartimos un momento juntas. Sus ojos grisáceos recaen en mí, brillantes, amorosos, protectores, me transmiten todo el apoyo que ella me brinda en todo momento; todo lo que no es expresado con palabras, lo es a través de ese par de iris grises que se tornan más claras al dirigirme la mirada. Sé que detalla cada rasgo de mi rostro, como si no quisiera olvidarlo nunca y deseara inmortalizarlo en sus recuerdos. La sonrisa en sus labios oscuros me lo señala.
—Solemos creer que hemos «superado» cierto tipo de situaciones que nos afectan, pero en ocasiones éstas nos sobrepasan y eso no significa que retrocedamos en nuestro proceso de sanación. Cada persona es un mundo único e irrepetible, cada quien debe tomarse su debido tiempo y está bien —afirma, la manera lenta en la que pronuncia cada palabra es adictiva, hipnótica. El contacto de sus dedos sobre mi mano me recuerda que ella está aquí, junto a mi persona, en cada momento y para toda la eternidad.
Mi silencio la invita a continuar, no rompe el contacto visual entre nosotras en ningún momento. Siento como acomoda un mechón oscuro detrás de mi oreja, su sonrisa amplia que enseña sus dientes enciende mi corazón en dos segundos.
—Yo seré tu voz en aquellos instantes donde no puedas reaccionar, donde seas callada por tus miedos y heridas. Yo seré quien destruya al mundo por no respetarte o por ir contra tu vida, estarás a mi lado, como mi compañera de vida, esposa y amiga. Somos un equipo, jamás estarás sola en ninguna batalla interna que libres; tus dolores los puedes compartir conmigo y seré esa compañía que sane cada cicatriz. Te amo, Tree. Destruiría cada vida que intente dañarte y no me arrepentiría, porque tú y mi familia, son lo más importante en este mundo.
Los latidos de mi corazón se agolpan en mi pecho, nuestros dedos siguen entrelazados y ese contacto es el que tranquiliza a mi corazón. La paz que me invade es indescriptible: a su lado me siento plena y feliz, la persona más segura del mundo.
Rompe la distancia entre nosotras y funde nuestros labios en un beso delicado, dulce, amable, pero al mismo tiempo cargado de emociones. Su perfume floral inunda mis fosas nasales, su respiración cálida y pausada crea un momento de complicidad absoluta. Es como si fuéramos solo ella y yo en este mundo, nadie más existe a nuestro alrededor.
Enreda mi lengua con la suya, sus brazos rodean mi cintura para acortar aún más la distancia. Dirijo mis manos a su cuello para abrazarla, como siempre hago, y es esta acción la que le arranca una sonrisa entusiasmada. A ella le encantan ese tipo de acciones, a pesar de que no lo diga.
—Te amo tanto, Lu —susurro al romper el beso, su frente se apoya contra la mía—. Mi preciada Lu, mi amada diosa de la oscuridad. Recuerda que yo también estoy para ti, para lo que necesites. Somos compañeras de vida.
Asiente en silencio, cierra sus ojos por unos instantes y yo repito su acción. Nuestras respiraciones se sincronizan con el pasar de los minutos, si bien mantengo los párpados cerrados, mi mente está ocupada por una sola imagen: Luciale con una amplia sonrisa en sus labios rojo oscuro, con un vestido gris topo lleno de hilos de plata en su falda, escote en forma de corazón y mangas tres cuartos de encaje. Ella, con el collar que le regaló Mon Arino, con nuestro anillo y pulsera de casadas, con el cabello dorado suelto sin alisar, con ese maquillaje excéntrico que tanto la caracteriza.
Letal, extravagante y elegante son tres palabras que la describen a la perfección. Sin embargo, Sheneira, la diosa de la oscuridad, es mucho más que ello.
Es mi esposa, el amor de mi vida y la mujer por la que daría todo con tal de que esté bien.
Unos pasos rompen el momento que nos distrajo por completo del mundo exterior. Ella se aleja un poco, sin apartar sus brazos de mi cintura, mientras le dirige la mirada a la persona que acaba de entrar.
Chrystel sonríe amable al observarnos. Su cabello blanco está recogido en una trenza de costado, unos pendientes de flores de loto son visibles en sus orejas y el vestido blanco de mangas largas le sienta fenomenal.
Me recuerda tanto al atuendo que utilizó la primera vez que hablamos. Ese día descubrí a otra persona apasionada por la naturaleza y la biología, siempre creí que yo era una «rara» como me llamaban mis compañeros de la secundaria.
—Lamento interrumpir —habla nerviosa—. Kreim está en tu despacho, solicitó hablar contigo sobre un tema urgente que involucra al Condado de Drahtin.
La mujer a mi lado suelta un suspiro pesado antes de abrazarme contra ella y besar la cima de mi cabeza en un gesto cariñoso.
—Nos veremos luego, Tree —se despide antes de retirarse de la habitación para dirigirse hacia su despacho.
Perséfone se refriega contra mis piernas al despertarse de su siesta. Me agacho hasta su altura para cargarla en mis brazos, mimo su cabeza y la zona detrás de sus orejas mientras le sonrío.
—Preparé junto a Kraya una merienda en el jardín, ¿Vienes? —siento la timidez en el tono de Chrystel. No importa cuánto tiempo pasamos juntas, ella será igual de tímida que el primer día—. Hice varias tazas de nuestro té favorito.
—Entonces vamos —acepto su invitación, la gata siamesa se acomoda en mis brazos al mismo tiempo que ronronea, gustosa por tener mi atención.
Al dirigirnos al jardín del Palacio, el ruido del agua que cae de la fuente de cristal me distrae un poco. Observo algunas flores que antes no estaban, la armonía y tranquilidad que transmite este lugar es reconfortante. Nada mejor que sentarme junto a la naturaleza para pasar un rato en soledad.
Diviso una mesa blanca con sillas de hierro pintado del mismo color. Vinavina bebe una taza de café con chocolate mientras vislumbra a sus primos, Normelt y Kraya, pelear por quien va a repartir las cartas del uno, a pesar de que ninguno tiene idea alguna de como jugar. Percibo que el muchacho rubio no acepta un «no tienes razón» como respuesta e intenta conseguir que la adolescente a su lado ceda ante sus palabras.
Me resulta inevitable no sonreír divertida ante esa escena. Antes no veía posible encontrar personas con las que conectar y no sentirme juzgada, la única persona que había llegado a lo más profundo de mí era Jessera. En la Tierra, mis amistades se reducían sólo a ella, y ni siquiera conocía mis secretos más dolorosos; solo tuvo la dicha de conocer a la Rowan feliz, a la que se esforzaba por sonreír y mostrarse de buena salud ante el mundo.
Sin embargo, desde que estoy en Abdrion, he conocido personas con las que puedo conectar a nivel emocional, sentimental y álmico. Pasar tiempo con los Arino, con mi esposa, sus padres y Chrystel es como un largo abrazo reconfortante del que no quiero apartarme nunca.
Ellos son un hogar y una familia al mismo tiempo. Mi familia.
...
Luciale.
Abro la puerta de mi despacho sin delicadeza alguna, la figura de Kreim Liweul me recibe de espaldas y sentado en la silla frente al escritorio. Parece bastante sereno, aunque percibo un ápice de intranquilidad en el ambiente, de pesadez y de nervios.
¿Y ahora qué quiere? Fui muy clara cuando le encargué hace semanas que se ocupe de manera exclusiva de su Condado. Mellster puede ser blanco de ataques de cualquiera que quiera traicionarnos o de la mismísima Nymra Polvest en uno de sus ataques de impulsividad.
¿Impulsividad? Lo dudo tanto. Si soy honesta, he hilado mi propia teoría con respecto al porqué mantendría a alguien como Herafel a su lado. Lo nombró su Vieya, un título que corresponde al consejero, compañero y mano derecha más íntimo de cualquiera emperador o emperatriz de Khiat.
Desplazó sin remordimiento alguno a la mujer que había sido nombrada como Vieya por su tía y antigua regente: Alimsa Wellezpve. La antigua Vieya era una mujer de confianza de ella, fue su mejor amiga durante años y la única a la que confiaría el imperio de Khiat más allá de su esposo.
Son escasas las razones por las que reemplazas a alguien que ha sido una fuente de confianza y lealtad durante años. Cualquiera es consciente de que ese tipo de decisiones son complejas de tomar y llevan su tiempo, el único motivo que nos empuja a decidir algo como aquello es la traición en nuestra cara.
Dudo que la antigua Vieya de Khiat la haya traicionado. De hecho, tengo la certeza para afirmar que ella no quebrantó la confianza con Nymra Polvest ni tampoco rompió su pacto de lealtad eterna; detrás de un movimiento tan sencillo, pero difícil, se esconde un mundo más grande del que podremos llegar a imaginar.
Conozco a Herafel lo suficiente como para asegurar que él influyó en esa decisión. El arte de la manipulación siempre le ha sido fácil, es un maestro para jugar con tu mente y tus creencias. Te consume desde dentro, implanta la semilla de la desconfianza en ti, pierdes el sentido de tus acciones y luego te rindes a sus palabras.
Yo no pude huir de sus garras hace cinco años. Su voz encantadora logró embaucarme, sus abrazos que clavaron dagas en mi espalda me mantuvieron retenida a su lado. Era de ese tipo de personas que, en público, es la persona más perfecta y amorosa que puede existir, pero que por dentro solo es un monstruo.
Él se había apoderado de mi conciencia, de mi ser y mi sentir; quebrantó mi alma desde dentro como si fuese de su propiedad. Me destruyó en miles de pedazos que jamás pude reconstruir.
Herafel es así. Por mucho que desees escapar de sus palabras farsantes, es imposible desatar los nudos que él tiende sobre ti. Sus dichos siempre son más fuertes que tu consciencia y tu razón.
Antes no poseía la magia necesaria para aplicar la hipnosis sobre alguien más, por ello se entrenó de la mejor manera posible para lograr manipular y distorsionar la realidad de cada una de sus víctimas. Sé que hubo muchas personas más además de Laissa y yo...
—¿A qué viniste a la capital? —la rudeza se cuela por mis palabras ni bien me siento frente a él, detrás del escritorio—. Considero que fui clara lo necesario con mi orden hacia ti, Kreim.
Escudriño su aspecto en busca de algún signo de arrepentimiento, es mi manera de asegurarme que él no me ha traicionado. Su mirada anaranjada me sostiene el contacto visual antes de apartarla, un tanto distante.
Arqueo una ceja, a la espera de su respuesta.
—La situación de Drahtin no es buena —dice indiferente, a pesar de que observo en su mirada la decepción. Me mantengo expectante en lo que él termina de hablar—. Los Quishenas solicitan la presencia de su Líder Suprema, Krissalida Trayshon. Se ha corrido la voz por el Condado.
Chasqueo los dedos y una copa de vino aparece frente a mí. La tomo con cuidado para dirigirla a mis labios, el sabor del líquido agridulce logra tranquilizarme para no explotar. Si hay algo que me diferencia de los demás emperadores, es mi autocontrol incluso en este tipo de situaciones desesperantes.
—Debería haberte relegado de tus facultades como Conde hace tiempo —mascullo antes de darle otro sorbo a la copa—. ¿Tienes idea de quién es la culpable?
—Es la razón por la que he venido a hablar contigo —asegura, por primera vez en tantos años, veo el miedo surcar sus orbes naranjas. Me teme, él es consciente de que estoy en todo mi derecho de considerarlo un traidor al igual que su hermana menor—. Meydila no ha cumplido con sus obligaciones como Condesa. Algunos de los Quishenas han reportado salidas y entradas de Drahtin por su parte, incluso otros gobernadores me han alertado de ello. Si no te lo dijeron antes fue porque...
—No han tenido el suficiente coraje como para presentarse frente a mí y a mi esposa para informarnos lo que ha hecho una de sus compañeras. Acusar a alguien es un acto muy peligroso —termino la copa de vino y la apoyo sobre el escritorio. El tono filoso y ácido en mis palabras no pasa desapercibido para él—. Aún más si no hay pruebas convincentes contra esa persona... Pero ambos sabemos que lo que me comunicas es cierto. ¿Crees que sea la culpable de la desaparición de Krissalida Trayshon?
—Es posible —opina sin pensarlo dos veces—. Controla la salida y entrada de cualquier persona que habita Drahtin. No comprendo el porqué haría algo como esto, amerita...
—¿Su ejecución? En efecto, la situación lo amerita —acepto con una sonrisa arrogante—. Sin embargo, considero que debe tener sus motivos por los que traiciona a la diosa de la élite y a la última ninfa del sol con vida, ¿No lo crees?
—¿A qué te refieres?
—La familia Liweul ha sido muy leal a la corona por años, sería una desgracia que una de las últimas descendientes de dicha familia sea acusada y ejecutada por traición —señalo adusta—. Si logra demostrar su inocencia en esto y llevarnos a quién le rinde cuentas... Tal vez podría perdonarle la vida.
La incredulidad ante mis dichos es palpable en su persona. Le es imposible ocultar su asombro ante mi sugerencia y sabe, tanto como yo, que eso nunca podría suceder. A mis ojos todos deben cargar con sus respectivas culpas y consecuencias de sus actos, aún más en situaciones como esta.
Meydila Liweul no solo traicionó a la corona de oro, sino que también puso en peligro el bienestar de mi esposa al formar tratos con alguien que se ha encargado de desestabilizar a mi mujer. En mi vida podría perdonar algo como aquello.
Cualquier daño efectuado hacia mi esposa, también es efectuado hacia mí.
Es una lástima que una joven tan competente como la menor de los Liweul, haya decidido arriesgar su vida por una causa sin sentido. No hay lugar para traidores en Abdrion, cada uno caerá por sus propios pies y serán ejecutados uno por uno.
Nadie debe olvidar que las máximas autoridades en este imperio somos mi esposa y yo. Rowan Electra Becker y Luciale Meire.
—Agradezco tu lealtad hacia mí, Kreim —sonrío con aparente amabilidad—. Por ello, tu hermana se mantendrá en su cargo y tú serás el encargado de vigilar cada uno de sus movimientos. Si sucede algo, tú serás el responsable a los ojos de todos.
—Luciale —nos interrumpe Chrystel, su mirada se intercala entre el hombre frente a mí y yo—. Es importante. Se trata de Krissalida Trayshon.
...
¡Buenassss!
¿Cómo se encuentran?¿Todo tranqui?
Acá les traje el capítulo semanal <3. Lo sentí un poco corto, pero está tranquilo para calmar el ambiente antes de que se desate una tormenta (si pensaron que se había desatado antes, se equivocaron)
¿Creen que Rheilla sea hermana de Rowan?¿Cómo piensan que se tomaría la sociedad de Zildwi saber que su verdadera heredera está viva? 👁️
¿Con quién shippearian a Rheilla? Yo la shippearía con Martz o con Griseynna, no sé porque JAJAJAJAJA
Muchachoooos, tenemos títulos de los próximos libros de la saga
0- Preludio Silencioso (Precuela)
1- Siniestra Nebulosa
2- ¿Posible segunda parte de SN?
3- Corona Roja (Libro de Einer)
Les aviso que el libro de Einer se viene potente. Va a haber un enemies to lovers importante 👁️
Igual tranquilos, va a ser un romance sano
¿Creen que Meydila se llevó a Krissalida?
¿Teorías de lo que pasará en próximos capítulos? Nos aproximamos a la recta final 👁️👁️
Yo no quiero soltar a Rowan y Luciale :(
Sin más que decirles, les mando muchos besos y abrazos. Los amo mucho, gracias por comentar, votar y apoyarme. <3
Cuando suba el prólogo de la historia de la vocalista de una banda de rock italiano y la patinadora rusa, les avisaré 🫶🏻
Nos vemos en la próxima actualización semanal. <3
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