Capítulo 38. "¿Quién eres?"

¡Bienvenidos al especial por las 20K de lecturas! Muchas gracias por el apoyo, sus comentarios y por leer. Los amo 🫶🏻

Advertencia del capítulo: montaña rusa emocional

Pasamos de estar 💕✨ a estar ☠️🔪

Les dejo unas canciones para que escuchen a lo largo de la lectura:

Love Story - Indila
Cardigan - Taylor Swift (instrumental)
Drivers license x As world caves in
Another Love x Memories
Pastel Goth - Silhouette

Rowan.

Luego de lo ocurrido ayer, Normelt no volvió a presentarse por el Palacio, ni siquiera para comer o hablar con alguno de los Arino. Me preocupa.

Al igual que me preocupan las visiones que tuve anoche, ¿Entonces mi verdadero nombre es Electra Aelianna? Suena lógico si pensamos que Marissa Vertiev me robó cuando era una bebé y necesitaba una identidad falsa para mí. Lo único que no comprendo es el porqué conservó el Electra en mi nombre.

¿Tal vez alguna clase de remordimiento por lo ocurrido con mi madre? O quizás fue Ver Dreim quién estuvo detrás de ello. Si era un amigo de Eirene, significa que quiso protegerme durante estos años y que es muy probable que quisiera conservar algo de lo que ella decidió en vida.

Mi nombre fue escogido por ella, se guió más que nada por los significados. Electra, en la Tierra, significa «dorada como el sol», mientras que en Lilium significa «la reina de la luz». Con Aelianna es algo parecido, solo que en este mundo, su traducción es «Aquella donde todo brilla, aquella que está destinada».

El alma de mi madre se encargó de enseñarme esos detalles que no pude descifrar en la visión, pues alguien se encargó de distorsionar mi partida de nacimiento y lo que pude ver. No dudo que quien está detrás de ello sea Pefther Koulliov.

¿Y por qué?¿Por qué aparece ahora? Diecinueve años han pasado desde que yo nací y desaparecí un día en manos de Marissa. No tiene sentido que aparezca justo ahora para confundirme con mis reales orígenes o mi verdadera identidad de la que fui privada, ¿Qué gana con todo esto?

Ya no tengo un buen presentimiento hacia él. Sus fines son mucho más grandes de lo que puedo imaginar. Quizá sea algún tipo de venganza por lo sucedido, supongo que él creyó que yo estaba muerta.

No debo pasar por alto que Meydila Liweul trabaja con él. Sea lo que sea que traman, ella será considerada una traidora.

—¿Ocurre algo? Te noto pensativa y ni siquiera tocaste tu plato de papas fritas —murmura Lu, apoya sus codos sobre la mesa mientras me observa a través de su mirada grisácea, más expresiva que en otras ocasiones—. Tree...

—Siento que voy a explotar como no calle mis pensamientos —admito en un suspiro, la sinceridad en mi voz es palpable. Lo que acabo de decir suena como si me saliera del alma—. ¿Por qué tengo a un tipo que dice ser mi padre persiguiéndome?¿Por qué apareció la señora que arruinó mi vida? Para rematar, también apareció mi ex. Y yo, eh... tuve una visión.

Una de sus manos busca la mía para detener mis movimientos en círculos con el tenedor que sostengo. Sus uñas acarician la palma de mi mano antes de entrelazar sus dedos, el contacto con sus anillos y el largo de sus uñas violetas me tranquiliza en cierta medida. La ligera presión que efectúa sobre mí, termina por serenarme.

Suelto un suspiro pesado.

—¿Quieres hablar sobre ello? Yo estoy aquí para escucharte con atención —sonríe cariñosa, sus labios están tintados de un color vino intenso. Tanto como lo es ella—. No me gusta que te guardes algunas cosas, Tree. Aún más si pueden provocarte algún daño después. Si puedo ser de ayuda, entonces cuéntame.

—Vi mi verdadero nombre en unos documentos en el Castillo de Astenont —detallo, intranquila—. No logré leer nada, el registro de nacimiento estaba adulterado, pero el alma de mi madre me afirmó que esa soy yo. Yo soy Electra Aelianna Vertiev Koulliov y nací en Eisterh, Ducado del Norte de Astenont.

—Eisterh es una zona prohibida —señala ella, si bien intenta disimular su sorpresa por completo, le es imposible—. ¿Crees que Pefther sea el Duque de esa región?

—Imagino que sí —respondo titubeante—. Podríamos conversar de eso con los emperadores Ditnov. Sé que si los presiono un poco, dirán algo...

La sonrisa en los labios de mi esposa se amplía antes de beber un poco del jugo de naranja que está servido en su vaso. Parece orgullosa de mi respuesta.

—No pensaba utilizar ese recurso tan pronto, pero es buena idea —asiente, segura de mis palabras—. Tú sabes cómo utilizar ciertos detalles a tu favor sin parecer una desgraciada, Tree.

—No me importaría ser una desgraciada —sonrío divertida—. A ti tampoco. Sabes que no lo hago con malas intenciones.

—Lo sé a la perfección —responde con una sonrisa, su respiración choca contra la piel de mi rostro al estar tan cerca de mí. No me había dado cuenta hasta ahora que está a unos centímetros de mi cuerpo—. Hay muchas cosas que me enamoraron de ti, tu inteligencia es una y tu dulzura es otra de esas tantas. Adoro cada una de tus facetas, sin importar si los demás la consideran un «peligro» o «algo que está mal». A mis ojos eres perfecta tal y como eres, Tree. Guarda eso siempre en tu memoria.

—Te queda fenomenal ese maquillaje que llevas hoy —susurro con una sonrisa de enamorada. Besa mis labios con delicadeza antes de apartarse—. ¿Me maquillarías algún día?

—Cuando quieras —afirma serena, su dedo pulgar acaricia el dorso de mi mano en círculos sin apartar sus orbes grisáceas de mi rostro. Pareciera analizar cada detalle de mí.

Su mirada gris está decorada por una intensa máscara de pestañas, delineado negro desde el lagrimal hasta casi el final de las cejas y sombras de ojos en tonos grises brillantes. Se ve como la muerte personificada, como la mujer que es capaz de arrancarte el alma si deseas hacerle frente o atacas a su esposa e imperio. El adjetivo de «letal» le queda a la perfección.

Es tan bella como asesina.

—Me gusta ver tus ojos —confieso, sin apartar mi vista. Observo un ápice de asombro cruzar por su rostro pálido—. Cuando compartimos miradas, suelen volverse más claros y más brillantes.

—Solo ocurre con las personas que amo —explica con esa voz tan dulce, melódica y seductora al mismo tiempo—. Y tú eres la única a la que amo, Tree. Soy consciente de que sabes lo obvio, pero mi corazón es tuyo. Siempre lo será, no hay nadie más que pueda ocupar un lugar en él de la misma forma en que lo ocupas tú.

Su aliento mentolado, que me indica que ha fumado en el último tiempo, roza mi rostro. Su perfume floral invade mis fosas nasales, siento su energía abrazar a la mía, como un cálido abrazo de esos que te ayudan a sentirte en casa, de esos que te renuevan la vida. Ella es y será mi hogar por la eternidad.

—Hay una infinidad de motivos. El mayor y más importante de ellos es el que expresa lo mucho que tus sonrisas llegaron a sanar mi corazón herido. Tus manos dibujaron flores entre las cicatrices, las convirtieron en una realidad, le dieron vida a un alma atormentada —pronuncia de manera lenta y dulce, el brillo de sus ojos grisáceos regresa—. Mon étoile, a tu lado soy yo misma, no hay mentiras entre nosotras. Podremos ser muy diferentes, mas al mismo tiempo, somos similares. No es ningún secreto que adoro nuestras diferencias.

Uno nuestros labios en un beso delicado, profundo, cargado de un mar de emociones sin final. Ella rodea mi cintura para acercarme a su cuerpo, yo rodeo su cuello como es costumbre entre nosotras. Los latidos desenfrenados de mi corazón retumban en mi pecho, pero la paz invade cada milímetro de mi ser.

A su lado me siento en paz, segura, protegida, confiada.

El amor se trata de algo tan sencillo y complejo a la vez como aquello: encontrar a una persona con la que conectes a un nivel de profundidad indescriptible, aquella con la que los silencios no son incómodos e incluso gritan más que mil palabras, aquella la cuál su voz suena como una caricia hacia tu alma y un lugar de paz entre la tempestad.

Podrán existir muchas diferencias entre ambas partes, sin embargo, dos personas saben cuándo están conectadas y en la misma sintonía. El real amor fluye en ambos sentidos, es el comienzo de increíbles momentos, de crudas verdades, así como también de un hogar único e irrepetible.

Nunca se siente lo mismo dos veces. Ni se ama con la misma intensidad.

Sé que no hay manera de que ame a alguien más de la misma forma con la que amo a Luciale. En la vida somos únicos, no hay alguien que sea idéntico a nosotros por muy semejante que sea, así como tampoco cualquiera enciende nuestro corazón.

...

Han caído las tres de la tarde y me es imposible no sentirme preocupada por Normelt. No se ha aparecido por el Palacio desde que Griseynna nos informó que Trianna Dreirovk fue ejecutada.

Sé que él era el mejor amigo de ella, sé que la amaba y deseaba cuidarla. Normelt tenía esperanzas de poder salvarla, por eso acudió a nosotras.

Pero no pudo.

Trianna Dreirovk fue ejecutada de manera pública, bajo los cargos de alta traición a la corona de Khiat e intento de homicidio hacia la emperatriz Polvest. Tenía solo dieciséis años, fue secuestrada, tal vez torturada. Si ella intentó asesinar a Nymra, ¿Quién no lo haría en su situación?

Es obvio que no ocurrió nada de lo que se dice y que esos cargos fueron impuestos tras pruebas falsas en contra de una ciudadana aridiense menor de edad. Será el comienzo del odio del pueblo aridiense contra Nymra Polvest y sus allegados.

Estamos en guerra y esto es el preludio de cómo todo explotará. Nadie podrá evitarlo.

—No has venido a cenar, desayunar o almorzar —hablo desde la puerta, no quiero irrumpir en su privacidad sin que él lo permita—. ¿Puedo pasar, Normelt? Traje comida por si tenías hambre.

—Adelante, pasa —murmura después de unos minutos en los que la bandeja en mis manos se sintió más pesada que lo normal.

Empujó la puerta de madera con delicadeza. Las cortinas grises se encuentran cerradas, por lo que no entra tanta luz a la habitación. La gran cama king de sábanas negras se encuentra desordenada, él está recostado con la mirada perdida en un libro sobre la historia de Abdrion.

A él le encantaría ser historiador y develar algunos de los misterios en la historia, como varios de los nombres de los hijos de la Diosa Skara, o pueblos que se han perdido entre los archivos. Sueña con ser la voz de muchos que han sido callados en los comienzos de este mundo.

—¿Has podido descansar? —me siento en una de las orillas de la cama, apoyo la bandeja con comida en mi regazo—. ¿Cómo te encuentras?

—Me siento como la mierda —suspira, la sinceridad en su voz es notable—. Creo que dormí tres horas... Gracias.

Sonrío leve.

—¿Quieres hablar sobre cómo te sientes? En caso de que no lo desees, te recuerdo que puedes hablar conmigo cuando lo necesites. No voy a juzgarte —hablo gentil, él asiente antes de sentarse.

—Gracias por venir... —murmura en un hilo de voz, sus ojos verdes se oscurecen—. Traté tan mal a Vinavina y Kraya cuando vinieron esta mañana... Me siento culpable.

—Muchas veces las emociones nos sobrepasan —señalo, comprensiva—. No está bien que sucedan estas cosas, pero es importante hablarlas. Todo lo que no decimos, se acumula en nuestro interior hasta que explotamos.

—Lo sé mejor que nadie —asegura, eleva su vista para encontrarse conmigo. Un atisbo de tranquilidad se instala en sus ojos por alguna razón—. No puedo creer lo que sucedió, estoy negado a aceptarlo. Ella era joven, amable, tenía un corazón increíble, siempre dispuesta a ayudar, a escuchar las dos versiones de una situación, a no juzgar.

Un silencio se forma entre nosotros. Su respiración pausada me ayuda a concentrarme en lo que dice, mi atención está en él. No es un mal chico, siente demasiado y necesita hablar con alguien. Le aterra hablar con su familia por motivos que desconozco.

—Fuimos mejores amigos desde que nos conocimos cuando ella tenía cinco y yo seis años —suelta en un suspiro pesado—. Fuimos amigos por once años. Pasé la mitad de ese tiempo sin ser capaz de decirle un «te quiero», aunque estoy seguro de que ella lo sabía...

Se calla de repente, lo observo sin comentar nada al respecto. Me duele en el alma que alguien tan joven pase por algo así.

—...Y luego pasé los años restantes en entrenamientos para protegerla. Su impulsividad en ocasiones la metía en situaciones complicadas, aunque no me molestaba querer ayudarla.

—Estoy aquí, Normelt. Suelta todo lo que te duele, ¿Si?

—Ella... presentía que su muerte estaba cerca. La última vez que nos vimos, dijo que no importaba si yo no podía ayudarla... Me agradeció por haber sido su compañero y amigo durante once años.

«No te arriesgues por mí, Normelt. No vale la pena, ella no cambiará de opinión y la emperatriz Luciale no podrá hacer nada al respecto... aun si quiere. Por favor, no arriesgues tu vida por mí. Gracias por todo este tiempo juntos y por ser el hermano que nunca tuve» resuena en mi mente al momento de ahondar en la mirada verdosa del muchacho frente a mí.

Me destruye en mil pedazos saber que el último pensamiento de ella antes de unirse al limbo eterno o a su próxima reencarnación, fue pensar en Normelt. Pensar en el único que estuvo en sus momentos más sombríos, importantes y quién le arrancó más de una sonrisa.

Él quiso creer en Nymra Polvest por la vieja amistad que existió en algún tiempo. La traicionó sin pensarlo dos veces al ser testigo de cómo ella, o quizá Herafel, se llevaron a su hermana del alma sin remordimientos, sin sentir pena alguna.

Trianna Dreirovk y Normelt Arino se amaron mucho durante sus cortas vidas. Y no me refiero a un amor romántico, me refiero a ese afecto de amigos, de hermanos inseparables. Ese cariño inmenso que sientes por alguien con quién te sientes comprendido, con esa persona que crea momentos inolvidables a tu lado.

Entre dos personas que no profesan un sentimiento de pareja, pero sí de hermandad, existe un intenso y profundo lazo que los une por el resto de la eternidad. Distinto a cualquier otra conexión romántica, irrepetible e indescriptible.

El único inconveniente es que no todas las amistades están destinadas a ser vividas durante tanto tiempo. Muchas se separan y no logran reencontrarse hasta la próxima vida, con ese vacío inmenso en el corazón de que no existirá otra alma que llegue a ese nivel de compañerismo, de fraternidad y de unión.

El silencio reina otra vez en esta habitación, la atmósfera lúgubre nos invade hasta que él decide romper esa sensación. Me abraza con fuerza, como si no quisiera soltarme y logra romper en ese llanto que lleva contenido desde ayer.

—No pude salvarla, Rowan —solloza.

—Pero lo intentaste hasta el final, quisiste salvarla. Eso es muy valioso, Normelt —susurro antes de abrazarlo, acaricio su espalda con afecto—. Gracias por confiar en mí en un momento como este.

—Yo te agradezco por tu preocupación genuina, Rowan —se apoya en mi hombro, percibo sus lágrimas humedecer mi hombro—. Y a esa hija de puta, o quien esté detrás de la muerte de Trianna, lo haré pagar.

...

Luciale.

Han transcurrido ocho días desde el discurso de Nymra Polvest contra Krissalida Trayshon, Jessera Dissett y la mano derecha de los Ditnov; la ejecución pública de Trianna Dreirovk, por la cuál yo tomaré, junto a mi esposa, las medidas correspondientes.

Me he cansado de ser compasiva con personas que jamás lo serían conmigo, mi esposa, mi familia, mis ciudadanos y mi imperio. Es momento de efectuar decisiones que, podrán tener consecuencias terribles, pero son necesarias para demostrar a quién deciden enfrentarse.

Dudo que Nymra haya decidido ejecutar a esa joven, fue obra de Herafel. No necesito predecir el futuro para estar segura de ello. ¿Quién más que él para ensuciar el nombre de una ciudadana aridiense con cargos tan viles como traición a la corona de Khiat e intento de asesinato hacia la emperatriz Polvest? Conozco sus maneras de inculpar a los demás y las condenas referidas a traiciones o rebelión hacia el gobierno, son de sus preferidas.

No tengo dudas de que disfrutaré tanto de acabar con su miserable vida, de que sufra gracias a mí como yo fui condenada, humillada y repudiada durante cinco años. Yo seré su verdugo, la persona que lo condenará de manera eterna.

No otorgo perdones, tampoco olvido nada. Cada segundo de dolor será pagado por él, solo que multiplicaré los castigos así como lo hice con Marissa Vertiev y Katie Müller.

—¿Alguna noticia de Laissa y los demás? —cuestiono al percatarme de la presencia de Chrystel en mi despacho.

—Nada. Supongo que todavía investigan las Islas del Sol y la Luna, o quizá ya la encontraron y la traen —opina un tanto inquieta—. ¿Se reunirán con los emperadores Ditnov?

—Por supuesto, en unas horas estaremos en el Castillo de Astenont —puntualizo, acerco la copa de vino a mis labios para beber un sorbo, pero me detengo al sentir la mirada intranquila de Chrystel sobre mí—. ¿Ocurrió algo de lo que no tengo conocimiento?

—Marissa Vertiev solicitó su presencia o la mía... —comienza, sus ojos marrones brillan con nerviosismo e incomodidad—. No quise interrumpir tus deberes reales y fui a ver qué necesitaba. Ella... mencionó cosas horribles sobre mi padre, pero dijo que todo eso se veía suavizado por el aprecio que sentía por mi madre.

No imagino de qué le habrá hablado, cualquier detalle que sea expresado por esa mujer, es enfermo y hasta repulsivo. Si Chrystel supiera que Marissa fue quien asesinó a su madre, Nilu Willekster, estaría destrozada y desearía torturar a la persona que dañó a mi esposa por tantos años.

El semblante de mi mejor amiga decae, su mirada viaja hasta el suelo en un intento de tranquilizarse. No pienso mucho para levantarme de mi silla con rapidez y acercarme a ella.

—Lo que sea que te haya dicho, son solo estupideces que ella expresa porque aún no le he quitado la capacidad de hablar —la estrecho entre mis brazos, acción que la sorprende por momentos antes de corresponder a mi gesto—. Me reuniré con ella en un rato, esto no debe quedarse así. Gracias por decírmelo, Chrystel.

—Ella dijo que detestaba a mi padre, que él arruinó su vida y que si pudiera, lo torturaría hasta asesinarlo —susurra con la respiración entrecortada—. No comprendo porqué tanto odio hacia una persona que jamás le hizo algo.

—Es una bruja de sangre, Chrystel. Ese tipo de especies suelen dejarse llevar por sus instintos cazadores, por su insensibilidad o sus ansias de ingerir algún «alimento» que les renueve la energía. Su magia es tan pura como oscura, no son personas lleven algún ápice de bondad en sus venas —señalo, su rostro se contrae por el terror—. Sin embargo, hay una sola excepción en esa especie.

—Rowan —afirma, segura. Asiento en respuesta—. Sé que ella no lleva maldad en su alma, es una persona tan noble, empática y dulce...

—Ella es la única excepción entre los brujos de sangre —aseguro, nadie me convencerá de lo contrario.

Conozco a mi esposa, jamás he avistado un corazón tan noble como el suyo. Ella teme dañar a otros, siempre piensa en cómo sus acciones afectarán a los demás, sus acciones y pensamientos están dirigidos en ayudar a quienes lo necesiten. Es el tipo de persona que ilumina tu vida, a la que deseas sentir cerca, por la paz que transmite, por su dulzura y por el apoyo que brinda.

—Dime que vas a acabar con Marissa...

—Lo haré, pero ahora mismo necesito que sufra más —explico con cierta intranquilidad—. Es por razones personales. La necesito con vida para que se pregunte cada día cuando acabará esta tortura y también para que escupa toda la información que oculta.

...

No he tenido tiempo para visitar a la invitada en mi imperio, cuya vida depende de mi persona. Marissa Vertiev tiene los días contados, solo es cuestión de esperar y disfrutar el proceso mientras tanto.

Mi cansancio comienza a superarme, tanto que solo me limité a inyectarle un veneno que le provocará quemaduras internas sin asesinarla. Dado que yo controlo los efectos, ella no se librará de esa sensación tortuosa por mucho que lo intente.

Mi intención es quebrar su poca estabilidad mental. Con la inhibición de sus poderes, su reclusión y ahora todos los recuerdos del pasado que la invaden, su fuerza interior se resquebraja poco a poco. Pronto se rendirá ante mí y suplicará que le perdone la vida, como si ello le devolviera el tiempo perdido a mi esposa.

Sé que me brindará toda la información que necesito. Ni mil intentos de jugar a ser la víctima me llevarán a sentir arrepentimiento por Marissa Vertiev, una persona que asesinó a llamaba mejor amiga y luego a su hermana.

Puede fingir todo lo que quiera, pero no es una buena persona.

Tomo la mano de mi esposa para entrelazar nuestros dedos y aprovecho para acomodar un par de mechones que caen por sus hombros.

Deslumbrante como siempre, su belleza me enamora cada día más y no hablo solo del físico. Detallo su sonrisa gentil al pasar junto a los guardias que custodian las inmensas puertas de la entrada del Castillo de los Ditnov, los hoyuelos que se dibujan en sus mejillas le otorgan cierto toque de simpatía, ella desprende amabilidad y dulzura desde el ángulo en que la veas; emite un aura que te permite confiar en ella, como si la conocieras de toda la vida y supieras que sus intenciones son nobles.

Observo su mirada café, ese tono que tanto comienzo a amar incluso si la bebida no me agrada, adoro verlo en ella y solo en ella. Sus párpados están maquillados con una tenue sombra de ojos en tonalidades doradas, lleva un pequeño delineado en la esquina de sus ojos y espesas pestañas arqueadas.

Me encargué de peinar su largo cabello oscuro por petición suya, decidí semi recogerlo con un broche de oro con la forma de una estrella de cinco puntas, mi estrella. Decidí ondular un poco las puntas de algunos mechones, me agradeció el cambio.

La corona que descansa sobre su cabeza es más recatada que la mía, pero no por ello es menos importante. Compuesta por oro en toda su extensión, los diamantes y algunas piedras preciosas en color violeta relucen en ella; en el centro es posible apreciar una Estrella Skara como símbolo de que es parte del imperio de Abdrion.

Acerco su mano izquierda hasta mis labios para besar el dorso de esta. La sonrisa esbozada en su rostro se amplía tras mi acción, acaricio con el pulgar la zona de sus nudillos para transmitirle seguridad y tranquilidad. Nada le ocurrirá y yo me encargaré de recordárselo a cada instante, sin importarme la cantidad de veces que deba asegurarlo.

El largo vestido que envuelve su cuerpo es negro. Hilos de oro y plata recorren la falda ostentosa del mismo, el torso está cubierto por pedrería negra que reluce en ella; destaca su rostro, sus rasgos y su brillante mirada café. Las mangas de la prenda están confeccionadas en encaje, lo que permite apreciar algo de su piel a través de la tela.

Para mi sorpresa, la espalda del vestido es abierta, con un gran escote que es cubierto en parte por el cabello azabache de la mujer que se adueñó de mi corazón. La emperatriz de mi vida y de Abdrion.

—¿Qué me ves tanto? —susurra sin apartar su mirada de mi rostro.

—Yo debería preguntar lo mismo —río por lo bajo, soy consciente de que no ha dejado de observarme en los últimos quince minutos—. Aprecio la belleza de mi esposa, Tree. ¿Te he dicho que adoro tus sonrisas? Mi amada estrella.

—Me lo dices muchas veces, pero no me importa. Me encanta que lo digas —admite en un susurro, sus manos rodean mi cuello con delicadeza—. Me gusta mucho tu estilo, auténtico, excéntrico. ¿Es tu manera de diferenciarte de los demás?

Asiento en respuesta, llevo una de mis manos a su cintura para acercarla a mí. Beso su frente con cariño, la sonrisa en sus labios se amplía al percatarse del gesto. He notado que aprecia mucho que yo la abrace cuando se siente insegura, o que le deje besos en la frente, manos y mejillas.

—Majestades —interrumpe una voz femenina que conozco hace tanto tiempo—. No esperábamos que llegaran tan pronto.

Einer Ditnova. La emperatriz de Astenont.

Me aparto de mi mujer sin dejar de abrazarla por la cintura, sé que ella me agradece en silencio por no soltarla. La conozco a la perfección como para percatarme que le disgusta la presencia de a quien todos conocen como Darkar dit nivskrova, y si soy honesta, a mí tampoco me agrada tanto. Mi amabilidad con la emperatriz de Astenont es meramente política.

—Consideramos que el asunto del que hablaremos es de carácter urgente —hablo impasible, su mirada azul intenta analizarme sin éxito. Yo nunca demuestro alguna expresión o sentimiento en público, salvo en determinadas ocasiones—. ¿Y el emperador?

—No sabía que se impacientaba por no encontrar mi presencia, majestad —la voz de Einar detrás nuestro me impulsa a casi rodar los ojos. Me contengo de hacerlo para no arruinar la alianza política que he llevado a cabo con ellos y con Zildwi—. Bienvenida, emperatriz Becker. Lamento la tardanza.

—No se preocupe —responde Tree, su entrecejo se encuentra fruncido de forma leve y sus dedos se aferran a los míos con disimulo.

Enarco una ceja al deducir lo que sucede.

—Einar Ditnov —lo detengo al momento en que pasa junto a mí.

—¿Si, emperatriz Meire? —se voltea a verme, con aparente confusión. Su hermana melliza nos dedica una mirada inquisitiva.

—Atrévete a ver de esa manera otra vez a mi esposa, la emperatriz Rowan Becker de Abdrion y acabaré contigo. También con tu amado imperio —siseo, su mirada azul se enciende en molestia—. ¿He sido clara o debo repetir mis palabras, Einar Ditnov?

No toleraré que nadie le dedique miradas juzgonas a mi mujer. Sé que él la ha analizado durante estos minutos y que se ha preguntado a qué se deben las cicatrices en su espalda o muñecas, o si es en verdad la hija de Pefther Koulliov. No es de su incumbencia y cualquier cosa que incomode al amor de mi vida, también lo hará conmigo.

—Majestad, yo...

—Has hecho cosas innombrables, Einar. Sin embargo, yo no te observo de ese modo para que te sientas incómodo —espeto, severa—. Los rumores afirman mucho sobre ti y tu ex esposa, y yo mantengo una mirada neutral hacia esa situación. Haz lo mismo con mi esposa o derrumbaré el imperio que todos adoran y temen.

Se limita a asentir en silencio, Einer emprende el camino hacia su sala de reuniones y seguimos sus pasos. Ella no abogará por su hermano en una situación donde es consciente que yo llevo la razón.

Una vez llegamos al gran salón, las puertas son abiertas por los soldados que custodian el Castillo. Se reverencian ante nuestras presencias.

No nos toma mucho tiempo sentarnos frente a frente en la mesa de madera oscura. La tenue iluminación cálida que brindan los candelabros, le brinda un aire más misterioso al asunto que trataremos ahora mismo.

—Mi emperatriz y yo somos conscientes de que no debemos quedarnos de brazos cruzados ante la fuerte acusación de Nymra Polvest sobre nuestras ciudadanas —comienzo a hablar. Einer dirige su mirada azul hacia mí, atenta—. Independiente de si hayan hecho lo que se les acusa, no podemos permitir que una persona ajena a nuestros imperios intente pisotearnos.

—Nos hemos enterado de la ejecución de la señorita Trianna Dreirovk, nuestras condolencias, majestades —habla Einer en un tono serio, sus manos están apoyadas sobre la mesa. Noto un extraño anillo en su dedo anular que no había visto antes—. Consideramos que lo mejor es resguardar a nuestras ciudadanas y armar un escuadrón de soldados de los tres imperios para atacar una de las ciudades más queridas de Khiat.

—Ejecutar a alguien cercano a la emperatriz Polvest sería lo más justo —propone Einar, dubitativo—. Alguien que sea de importancia para ella.

—Desde mi perspectiva, sería un golpe poco inteligente contra la emperatriz Polvest —opino, impasible—. Sería, quizá, demasiado fuerte e impulsivo para la situación actual.

—No nos meteremos con la familia Wellezpve —aclara mi mujer, severa—. Las personas inocentes quedan fuera de esto.

—Majestad, acusan a ciudadanas que son ino...

—Sabemos que no lo son, pero fingimos que sí —interrumpe a Einer, la fiereza que observo en su manera de exponer su opinión ante la situación es admirable. Se aferra a sus palabras—. Lo mejor sería demostrarle a Nymra que dentro de su círculo hay traidores. Debemos romper sus conexiones importantes, empezamos por Herafel o por cualquier otro traidor que encontremos.

Hay una parte de mi esposa que se apiada de la emperatriz de la destrucción por motivos que desconozco. Pareciera que quiere que entre en razón, algo que yo también desearía, de no ser porque me cansé de este juego que lleva a cabo Polvest.

Tal vez solo intenta no atacar a Nymra a la primera, tal vez desea ser suave hasta incrementar la fuerza y el impacto de los ataques. No me sorprendería que mi esposa planee eso en silencio, Polvest no es una buena persona ni tampoco inocente desde mi punto de vista.

—¿Considera que Herafel es traidor? —pregunta Einer, analiza las palabras dichas por Tree—. ¿Está segura de ello?

—Completamente. Solo debemos quebrar su imagen de mano derecha de la emperatriz —expone tranquila, como si supiera un detalle importante que la melliza Ditnov comienza a detectar. Es una obviedad, Tree sane de lo ocurrido con Cyra Belttigeh—. No podemos atacar de primeras a la familia imperial con una ejecución, sería muy arriesgado para los ciudadanos astenienses y aridienses que se encuentran en Khiat. Sumado a ello, Nymra posee armamento diferente al nuestro y podría atacarnos de manera que nos afecte si resulta una buena estratega.

Dudo que la emperatriz de Khiat contraataque y pueda acabar con nosotros de alguna forma. Es imposible. Llevamos más experiencia en nuestros puestos que ella, está demostrado las estrategias que podemos confeccionar en cuestión de segundos y Tree está con nosotros. Ella puede encontrar debilidades en esa muchacha que gobierna en Khiat.

¿La subestimo? Tal vez.

—Dicho esto, nuestro plan de ataque sería crear un escuadrón de soldados de Zildwi, Abdrion y Astenont que ataquen, de manera disimulada, la ciudad de Dreizve, que es muy conocida por los templos a los Dioses que posee y por su riqueza en diferentes ámbitos. El ataque debe ser disimulado, pero sorpresivo, para que Nymra se enfoque en ello y nos responda de la misma manera —detallo, segura—. Sé que así será. Mientras tanto, un ciudadano de confianza de cada imperio de esta coalición política se infiltrará en Khiat para buscar puntos débiles en el círculo que rodea a la emperatriz Polvest. Si mi esposa afirma que Herafel es un traidor, entonces lo es y necesitamos pruebas que lo confirmen.

Einer apoya el mentón sobre sus manos, intercala la mirada entre mi mujer y yo, como si buscara algún punto débil, alguna incoherencia en el plan que acabamos de trazar, pero no halla más que una unión entre nosotras. Es consciente de que yo abogaré por el bienestar de mi esposa, sin importar que deba destruir en el camino.

Yo la defenderé en todo momento.

—Es una buena estrategia, majestades. No tengo dudas sobre ello —acepta Einar, con cierta indiferencia—. ¿Cuánto tiempo necesitaremos para esto?

—Un mes —respondo, inexpresiva—. Dos como máximo.

Ambos asienten, sé que no están de acuerdo por completo con nosotras, pero no podemos arriesgarnos a ejecutar a algún miembro de la familia Wellezpve. Más allá de eso, Tree tiene razón al señalar que son personas inocentes.

Los antiguos regentes de Khiat aceptaron el cargo político solo para proteger a su sobrina y para que nadie intente atacar su imperio. Defendían sus intereses y la vida de quienes les importaban, no están involucrados en lo que haga o deshaga Nymra.

Mi mirada viaja por todo el salón en lo que los hermanos Ditnov se dedican una mirada como si pudieran hablar entre ellos por telepatía. La tenue iluminación, que en algunos lugares no existe, enciende las sospechas en mis adentros.

Desde que hemos entrado, presentí a alguien más con nosotros. Podrá ocultarse en las sombras todo lo que se le apetezca y aún así percibo su aroma, su respiración casi inexistente y sus ojos claros analizarnos desde la distancia.

—No sabía que teníamos una invitada más en esta reunión, majestades —interrumpo el silencio, una sonrisa burlesca se esboza en mis labios oscuros—. ¿Por qué no se digna de presentarse frente a nosotros? No me agradan aquellos que no tienen el valor suficiente para pararse frente a mí o a mi esposa.

—Emperatriz Meire, no creo que sea apropiado que...

—No es apropiado que alguien nos oiga mientras debatimos sobre un asunto tan importante como este y sin embargo, ella está aquí —espeta Tree, atenta a cualquier detalle que haya pasado desapercibido para mí.

—Rheilla Varsiova, ¿Le temes a tus futuras aliadas? —inquiero con cierta sorna en mi tonada.

La única persona que habita este Castillo además de los mellizos Ditnov, es la mano derecha y líder del pueblo: Rheilla Varsiova. De acuerdo a los rumores que se han extendido por el mundo, es una mujer reservada, sensata y muy buena en el arte de fingir ser alguien que no es.

La retratan tan peligrosa como su emperatriz. No la conozco en persona, pero no dudaré en las palabras de quiénes sí lo han hecho.

Sin embargo, no temo. Me causa cierta curiosidad que se encuentre en esta habitación, entre las penumbras que nos rodean.

—Rheilla, ven —ordena Einar, una máscara de frialdad inunda sus facciones—. Espero no consideren este detalle como una falta de respeto, majestades.

Mientras mi esposa se mantiene impasible ante el tono que emplea Einar para intentar demostrar que no le teme a las consecuencias de algo tan irrespetuoso como lo que acaba de suceder, yo prefiero sonreír. Las comisuras de mis labios se curvan en una amplia sonrisa burlesca, victoriosa, satisfecha de llevar el control en todo lo que planifico.

Nada más satisfactorio que provocar temor en las expresiones faciales de quiénes tendrán la oportunidad de convertirse en tus enemigos llegado su momento. Un acto como ese, por más sencillo e irrelevante que parezca, es la demostración de quien posee el poder absoluto en dicho asunto.

Unos zapatos de tacón provocan un pequeño eco en el gran salón de invitados y reuniones del Castillo de Astenont. Los pasos, delicados y cortos, se aproximan hacia nuestros lugares. La atmósfera cambia de manera repentina en presencia de Rheilla Varsiova, es posible apreciar que cierta pesadez nos invade, como si ella fuese una intrusa aquí y no una invitada; como si no estuviera destinada a permanecer en este sitio.

Se posiciona detrás de sus emperadores, lo que nos permite analizar y detallar su rostro. Una palidez, casi mortecina, se adueña de sus facciones; sus ojos plateados iluminan ciertos sectores de la mesa al entrar en contacto con la luz emitida por el candelabro sobre nosotros; sus rasgos son tan familiares para mí, reconocería el origen de ellos sin dudar.

—Rheilla... ¿Varsiova? —cuestiono con una sonrisa arrogante.

—¿O deberíamos mencionar el linaje «Lairovst» que corre por tus venas? —continúa mi esposa, intrigada—. ¿Por qué la hija de un Lairovst serviría como mano derecha de los emperadores de Astenont? Es curioso, Prieshra Lairovst no posee hermanos vivos. Venni jamás fue encontrada y hasta donde tengo entendido, Prieshra no tiene más hijos que la actual emperatriz de Zildwi. ¿Quién eres, Rheilla?

...

¡Buenassss!

¿Cómo se encuentran hoy?¿Todo tranqui?

¿Les gustó el cap?¿Momento favorito o que les voló la cabeza?

Luciale cuando ven mal a Rowan: mírala así y te reviento ☠️🔪

JAJAJAJAJAJAJAJ Amamos a la diosa de la oscuridad y emperatriz de Abdrion 🖤

¿Qué creen que ocurra?¿Es Rheilla Varsiova una Lairovst?

¿Qué onda con Pefther? 👁️

Vengo a dejarles unos edits de los personajes para que aprecien las vibes que me da cada uno. Pueden decir las opiniones de ellos 🫶🏻




¡Nos vemos en la próxima actualización semanal! Pueden seguirme en mi Instagram (_merqueen), estaré subiendo cositas sobre esta historia y la que viene en esta saga. 🫶🏻

Los amo, besos y abrazos a todos. 💕

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