Capítulo 30. "En jaque"
Advertencia:
-Asesinato explícito
-Relaciones sexuales
Se recomienda discreción.
Es la primera vez que escribo una escena +18 (de relaciones sexuales), así que me gustaría que al final del capítulo digan que les pareció. Si no les gusta este tipo de escenas, pueden saltarla sin problema.
¡Gracias por el apoyo! <3
Luciale.
Camino hasta mi lugar de la mesa entre los gobernadores, la sala de reuniones para este tipo de situaciones me resulta un tanto agobiante. Respiran junto a mí demasiados rostros que desearía ver tres metros bajo tierra después de ser torturados de la peor manera posible, solo son unos pocos los que deseo ver en pie. Son las personas que integran mi círculo cercano.
Mi amada esposa, Chrystel, Meydila, Kreim, Griseynna... Los únicos gobernadores que son leales a la corona y a mi persona.
Acomodo la falda de mi vestido negro antes de sentarme junto a Tree, me sonríe melosa antes de enfocar su mirada al frente. Repito su acción, pero tomo su mano por debajo de la mesa para entrelazar nuestros dedos.
El tacto de su piel tersa contra la mía aterciopelada, me tranquiliza en cierto modo. Es como si la calidez que ella emana, fuera la paz para la frialdad que habita en mi interior y para la maldición que me consume día tras día. He perdido energías en los últimos días que transcurrieron, mi lado como ser de la oscuridad y como maldita exigen un alma para drenar y alimentarme. Ya no puedo ocultarlo más, las rosas azules no cumplen su función en mí.
Pequeñas sombras violáceas se han esbozado debajo de mis pestañas inferiores, simulan ser ojeras por un mal horario de sueño. Sin embargo, la realidad es, en su totalidad, diferente: son las marcas que advierten la pérdida del control sobre mi cuerpo en un tiempo cercano. Cuando suceda, mi mente estará en el limbo donde suelo encontrarme con Herafel y mi cuerpo será dominado por algo similar al instinto cazador que acecha a los brujos de sangre..
—Como es de público conocimiento, la situación de nuestro imperio no es favorable para la reputación que nos precede —comienzo mi breve discurso. La seriedad en mi voz es como un golpe contundente para cada gobernador, sea leal a mí o no—. Los condados adyacentes a la frontera con Khiat estuvieron bajo ataque. Las bajas han sido menores a las del imperio gobernado por Nymra Polvest, pero eso es lo preocupante, pues entre esas bajas se encuentra un miembro de la honorable familia Trayshon. Dicha familia organizó una revuelta en Drahtin, muchos de los Quishenas se vieron afectados por ello.
—¿Qué sugiere que hagamos, majestad? —los ojos de Griseynna se encuentran con los míos. Observo su expresión más aliviada desde que supo que Normelt está sano y ha regresado a Abdrion por voluntad propia.
—Lo ideal sería colocar al imperio en estado de sitio —responde mi esposa. Su voz suena tan calmada para mí, como un arrullo en mis oídos. No importa cuán imponente desee mostrarse, a mis ojos siempre será la mujer que se roba mis pensamientos y a la que admiro con todo mi ser, aquella que es dueña de mi corazón, de mi alma y de mi vida entera si así lo desea—. Nadie entra, nadie sale. Los soldados de la Guardia Real de los Meire custodiarían las entradas fronterizas y cada ciertas horas se enviarían "refuerzos" para evitar otro ataque sorpresivo. La emperatriz Polvest no parece querer parar con sus ataques y debemos proteger a nuestros ciudadanos.
Un silencio se extiende por la totalidad de la sala, analizo los rostros serenos de algunos de los duques y otros algo alterados por la decisión que ha expresado mi esposa. Deben aprender a respetarla como su emperatriz consorte, posee el mismo poder sobre este territorio que yo. No hay diferencias entre las decisiones que ella tome o las que yo confirme, pues ambas son igual de válidas.
—Majestad —habla Killan Veiretzo, con algo de sorna—. ¿Qué desea que hagamos?
—Ya oyó a su emperatriz, Conde Veiretzo —hablo tajante, su tono sobrador me irrita de sobremanera.
Pareciera ser que cree que es el emperador o que tiene el derecho de faltarle el respeto a una de sus emperatrices. El hecho de que sea amante de Shinkira no significa nada en esta mesa, ella no es ningún miembro importante de la familia imperial, tan solo es parte de la antigua familia gobernadora que fue destituida de sus cargos. Nada más que eso.
—¿Es acaso una falta de respeto, majestad? —se pone de pie, su sonrisa entre burlesca y molesta me provoca que quiera rodar los ojos. No obstante, me mantengo indiferente a su actitud—. Esa mujer no es parte de este imperio, ni siquiera de este mundo. Fue criada como una humana y es una humana, no seguiremos las órdenes de alguien que se sienta en el trono y no es una legítima emperatriz. ¿Dice ser hija de Eirene Vertiev? Lo dudo tanto, esa persona falleció hace tantos años y su hija lo mismo. Solo es una farsante más que deslumbra a todos por utilizar habilidades de las ninfas del sol.
—Conde Veiretzo, siéntese —sisea Rowan por mí, me acaba de robar lo que iba a decir. Creo que es algo impresionante, nunca me había sucedido con nadie—. Siéntese.
—No, ¿Por qué debería? Primero debemos obedecer a alguien que no es más que una pobre humana salida de la nada —mis ojos se fijan en los suyos, su mirada es desafiante, pero la mía desea incinerarlo vivo. Un efecto similar sucede en su piel, pues comienza a desprender cierto humo, aunque no pareciera molestarle en lo absoluto o eso se esfuerza por demostrar—. Y luego tenemos que obedecer las órdenes de una emperatriz ilegítima. Los Meire nunca gobernaron en Abdrion hasta hace 30 años, ¿Qué acaso lo han olvidado? ¡Ellos borraron la memoria de nuestros ciudadanos!¡Usurparon el trono a la verdadera familia imperial, los Arino!
Paularah Kreshton realiza una corta seña a sus guardias para que retiren a Killan Veiretzo de la sala. No obstante, soy tomada por sorpresa cuando una flecha atraviesa el centro de su frente mientras su grito desgarrador inunda el recinto cuando sus huesos se quiebran, el crujido podría resultar estremecedor para cualquiera, mas a mi me produce una sensación de satisfacción; de haber cumplido con un deseo reprimido hace tanto tiempo.
Dirijo mi vista hacia mi lado izquierdo. El perfil de Rowan me recibe con los labios presionados, las cejas levemente fruncidas, una mirada café que express firmeza y unos hombros tensos por la situación que acaba de ocasionar alguien que tenía los días contados en Abdrion. Detiene el movimiento de sus dedos y los crujidos se detienen al instante, Killan se desploma sobre la mesa, lo que ocasiona que las personas alrededor de él se alejen.
Tree provocó ese acto, que a ojos de cualquier ciudadano parecería desmedido y cruel, pero que a los míos es la prueba de que no debemos subestimar a nadie. Una sonrisa orgullosa recorre mis labios tintados de un labial borravino, a la vez que coloco las manos sobre la mesa y me levanto.
—¿Alguien más desea desobedecer nuestras órdenes? —siseo severa, nadie se atreve a romper la armonía que nos rodea.
—Segunda ley de Abdrion: «respetarás al gobernante de sangre y al gobernante consorte de la misma manera. De lo contrario, se estipula 10 años de cárcel, ejecución breve o ejecución y tortura. Las faltas de respeto hacia un gobernador son consideradas de alta traición en nuestro imperio» —cita ella, indiferente. Por un segundo aprecio el color rojizo que inunda sus ojos que, por lo usual, son cafés. Ningún músculo de su rostro se mueve para formar una expresión, mantiene su seriedad que logra atemorizar en cierta medida a aquellos que no la conocen—. Como gobernadores de los sectores en los que se divide Abdrion, deberían conocer cada una de las leyes. Al próximo que intente faltarme el respeto, será ejecutado sin que lo piense dos veces antes.
Los demás asienten en silencio e inclinan sus cabezas como muestra de respeto hacia la emperatriz, los guardias de nuestra Ashtare retiran el cuerpo del Conde Veiretzo. La sangre pinta su rostro pálido, su expresión de dolor no puede conmoverme ni un poco. Me limito a continuar con la mirada en el frente, inexpresiva.
—Dado que Weyt se ha quedado sin Conde, la Señorita Chrystel Dreim, heredera de nuestro imperio, será la próxima Condesa —anuncio antes de buscar a la aludida con la mirada—. Enhorabuena, querida. Esperamos que tu mandato en el Condado de Weyt sea excelente.
—Les agradezco esta oportunidad, majestades —realiza una reverencia ante nosotras con la sonrisa que siempre porta en su rostro, su cabello blanco cubre con ligereza parte de su rostro—. No las defraudaré.
Sonrío de manera amplia, nadie se atreve a objetar algo contra las palabras de Chrystel. Con delicadeza, me alejo de la mesa al igual que mi esposa, quién me analiza con su mirada tan angelical y mortal al mismo tiempo. Rodeo su cintura con mi brazo izquierdo, para luego besar la cima de su cabeza.
—La reunión del día de hoy ha concluido, retírense. Consultas o dudas serán respondidas en cuánto ustedes las envíen. Limítense a proteger a sus ciudadanos —finaliza la conversación mi esposa, la firmeza que tiñe su tono me resulta tan atractiva.
Alza su cabeza para encontrarse con mi mirada grisácea, sus orbes amarronadas registran mi rostro con minuciosidad. Me percato de que se detiene en mi lunar de corazón debajo de mi ojo, uno de sus dedos acaricia esa zona de forma primorosa. Aparenta admirarme como si yo fuese el ser más bello del mundo.
Lo soy, pero ella no se queda atrás.
Su rostro de tez trigueña cautiva a cada persona que se posicione a su lado, pues sus iris se colorean de un tono tan suave y desprenden un brillo cargado de paz, es como el destello de la verdad, de la nobleza que hay en su alma, del cariño que ella le obsequia a sus queridos. Es como un pequeño rayito de sol, que de pequeño no tiene nada, puesto que el poder que abunda en ella es tan inmenso como el mío o el de los dioses más temidos.
Curva las comisuras de sus labios acanelados en una sonrisa magnética, pero a la vez tan adorable. La serenidad que transmite su calidez y amabilidad renuevan mis ánimos, reinventan mis esquemas, encienden la llama de amor que habita en mi corazón y en mi vida. Es como lo que llaman arcoiris en la Tierra, un fenómeno que ocurre después de las tormentas y el cielo se tiñe de franjas de diversos colores.
Ella es el arcoiris en mi vida, el pequeño solecito que todo alumbró y la estrella más alta a la que adoro admirar.
—Me encanta cuando me miras así —susurra antes de besar mis labios.
—¿Así como? —pregunto en respuesta, ella se aparta unos pocos centímetros de mí. Su respiración cálida roza mi piel.
—Como si fuera la musa de tu arte y la mujer más bella de esta habitación —murmura, hipnotizada por el gris de mis iris.
—¿Y no lo eres? —beso la punta de su nariz romana—. Eres la mujer más bella de esta habitación y de mi corazón también. Eres bonita, Tree. ¿Si? Eres una mujer bonita, de forma física y también como persona. Amo cada parte de ti, incluso las que tú odias. Creo que no deberías, pues todo eso crea la persona que veo frente a mí y la persona por la que muero por besar todos los días.
—Resultaste ser muy romántica —ríe un poco, lo suficiente como para distraer mis pensamientos con la melodía de su risa y lograr robarme un beso que me sorprende.
Profundizo el gesto, con mis manos en su cintura y sus labios contra los míos. Saboreo la canela de su labial, pero también el dulzor propio de ella. Intenta ganar en la guerra de lenguas que comencé sin quererlo, pero falla en el intento, como tantas otras veces.
—Algún día te ganaré —asegura entre risitas antes de apoyar su cabeza en mi pecho.
Mis dedos peinan su cabello oscuro, tan suave, tan brillante, tan sedoso. Su respiración pausada contra mí es una experiencia que desearía vivir todo el tiempo, pero la mayoría de las ocasiones nos ganan nuestros deberes reales y los acontecimientos inesperados que ocurren, como la Guerra declarada por Khiat, los ataques hacia nuestra frontera, entre otras situaciones.
...
Rowan.
Bebo mi jugo de manzana mientras Chrystel deja la bandeja, con galletas de avena y chocolate recién horneadas, sobre la mesa de madera del comedor. Sonrío entusiasmada por el aroma a comida que desprenden las galletas.
—Son cortesía de Luciale —me aclara Chrystel, dulce—. Yo solo las llevé al horno. La verdadera cocinera es ella.
—Entonces deberé agradecerle cuando regrese de su charla con Kreim en Mellster —comento, antes de apoyar el vaso sobre la mesa—. De igual manera, te agradezco a ti, Chrystel.
Ella no habla al respecto, solo se limita a sonreír mientras toma una de las galletas y comienza a comer. Yo prefiero esperar un poco a que se enfríen, no me agradan este tipo de cosas calientes. Soy creyente de que la comida tiene distinto sabor si está fría o caliente.
Perséfone se sube a la mesa y se sienta junto a mi vaso, sus ojitos claros me dedican una mirada curiosa y con una de sus patitas golpea mi frente para que le preste atención. Sonrío de manera amplia antes de acariciar su cabecita y por detrás de sus orejas, su ronroneo es un sonido semejante a un motor pequeño. En la Tierra, muchos amantes de los gatos dicen que sus mininos prenden sus «motorcitos» cuando los miman.
—Parece que alguien es celosa —ríe Chrystel al notar la actitud de la gata.
—Bastante, pero es como mi hija —respondo, feliz—. Cumplo sus caprichos, no puedo negarme a esta gatita tan adorable que me abraza cuando quiere dormir. También se ganó el cariño de Lu, ella tampoco puede negarse a lo que quiera nuestra hija.
—Se las ve muy felices, me alegro por ustedes —habla sincera, toma otra galleta—. ¿No comes?
—Por ahora no, voy a esperar que se enfríen un poco.
—Bueno, mejor. Más para mí —una voz femenina resuena a mis espaldas, se acerca a pasos acelerados y se roba algunas galletas—. Mi tía Danira mencionaba siempre que Vorkiov es buen cocinero, imagino que Luciale aprendió de él.
Su cabello rojizo acaricia sus hombros mientras se mueve. Acerca una de sus manos a Perséfone para que la huela y ésta no duda en refregarse contra su palma, lo que me asegura que la hija de Mon Arino es muy distinta a la maldad que habita en su madre. Si bien yo ya lo sabía de antemano, nunca está de más confirmar mis teorías.
—¿Estás aburrida? Pensé que habías ido a visitar a Normelt —señalo extrañada, ella gira su cabeza para observarme.
Noto un maquillaje más sobrio que otras veces, lo único destacable en su pálido rostro pecoso son las sombras de color tierra que decoran sus párpados y un labial cereza que tinta sus labios.
—Fui, pero el niño no estaba de buen humor. Yo no estoy para soportar el mal humor de nadie que no me agrade lo suficiente, entonces decidí regresar —explica con simpleza antes de morder su galleta para comer.
—Normelt es así, imagino —opina Chrystel sin querer entrometerse mucho en un asunto que pareciera ser más familiar que otra cosa.
Me he percatado que ella no se considera como un miembro más de la familia imperial, a pesar de haber sido adoptada por Dríhseida y Vorkiov, y de ser nombrada como la primera en la línea de sucesión del trono. Chrystel Dreim se ve más interesada por vivir su vida como una ciudadana más que pertenece a la sociedad aridiense, sus aspiraciones no encuentran el camino de gobernar un imperio en años próximos.
Tal vez considera que es una falta de respeto hacia el trono y hacia los Meire, como si se aprovechara de ellos, cuando en realidad la ven como otra de sus hijas, por quién darían su vida y mucho más. La mejor amiga de mi Lu es una emperatriz más, una Meire más, que debe ser respetada por ello.
—Suele tener esos ataques de irascibilidad como todos en esta familia, yo también los tengo en ocasiones —argumenta Vinavina, le resta la verdadera importancia a un asunto como ese—. Escuché que ejecutaste a Killan Veiretzo y que fue increíble para el resto de los gobernadores, ninguno se imaginaba una reacción como esa de tu parte, Rowan. Mis respetos.
Arqueo las cejas ante su comentario tan oportuno.
—¿Los chismes vuelan en esta familia? —inquiero divertida, ella suelta una risita—. ¿Quién te dijo?
—Laissa me contó, cortesía de la Ashtare Paularah Kreshton —detalla con cierta burla—. Y no soy chismosa, solo me agrada estar enterada de lo que sucede en este imperio.
—Sí, lo ejecuté —afirmo para confirmar sus sospechas, su sonrisa se agranda conforme hablo—. Nada del otro mundo. Disparé una flecha hacia su cabeza y quebré sus huesos, cayó muerto sobre la mesa. Imagino que murió por el dolor, no lo sé. La condena por la ley que rompió debió ser decapitarlo, pero no quise armar un espectáculo en medio de una reunión importante.
—Pagaría por ver la cara de Shinkira cuando se entere. Puede sonar una declaración de guerra para ellos, pero en realidad solo respondemos ante sus ataques y sus faltas de respeto hacia las emperatrices, ¿No? Es la respuesta a la declaración de guerra de Nymra —opina Vinavina. Casi podría jurar que está emocionada por lo que yo hice, como si hubiera hecho un acto de heroísmo por este imperio y en realidad solo nos saqué del camino a un traidor que se reía en nuestras narices—. Supongo que Killan era un aliado cercano a Nymra.
—Era, ya no lo es —expreso fría, la satisfacción invade mi cuerpo y la sonrisa victoriosa es inevitable en mi rostro—. Nos hice un favor a todos. Sin él, Shinkira caerá muy pronto y con ella su madre. Mon Arino no será una amenaza para el trono, Vinavina. Tenlo por seguro.
—Lo tengo muy seguro, Rowan...
Su voz se pierde en un eco lejano, distorsionado. Frunzo el ceño al percatarme de la sensación que se cuela por mi cuerpo, como si me estuviera por disociar y lo cierto es que no he vivido ni mencionado algún detonante para mí, ¿Verdad?
Cierro mis ojos para tranquilizar mis latidos acelerados, cuento hasta diez en mi mente con los pensamientos en la atmósfera negra que me invade por tener los párpados cerrados. Mi respiración comienza a serenarse, pero algo me impide volver a ver mi alrededor.
La sensación me altera por unos segundos hasta que por fin puedo ver. El paisaje que se dibuja frente a mis ojos es un frondoso bosque de árboles oscuros, troncos sin copas, hojas rojas en el suelo negro, poca iluminación solar y un viento helado que congela a quien pise estos lares.
Caminar por este lugar es complejo, la falta de luz solar vuelve tenues las figuras del suelo o de los árboles. Podría tropezarme con una roca, una rama o lo que sea que esté cercano a mis pies y caería de cara.
Suspiro profundo al comprender que sucede. Estoy en una visión, no sé si del pasado o del futuro.
—Podría decir que me alegra mucho verte —comenta una voz varonil en alguna zona de este bosque, el ambiente cambia a una atmósfera más tóxica, más densa, tanto que se torna imposible respirar—. Pero tu presencia en este mundo significa que la gran Guerra se aproxima y que debo afrontar la cruel realidad que me atormenta desde hace diecinueve años...
Detengo mi caminata frente a una mansión de estilo gótico, ubicada en el centro del bosque. Las paredes son de una tonalidad oscura, las ventanas poseen detalles en rojo y en blanco. Me sorprende la inmensidad de la edificación, pero por sobre todo, la vibra pesada que emana. Por el aspecto, aseguraría que allí no vive una persona de buenas intenciones, mucho menos una especie de Abdrion.
Estoy en Astenont.
En algún remoto ducado de este imperio apodado como cruel, sanguinario o sombrío.
¿Por qué?
Unas pisadas resuenan más fuertes en el silencio y la quietud de los árboles de tronco azabache, flores borravino y hojas gris oscuro. Volteo en la dirección por la que vine para encontrarme con una figura encapuchada, lúgubre, una silueta masculina que se alza entre las penumbras que me rodean y la iluminación repentina de esta mansión a mi lado.
—Veo que estás aquí —alza la voz, capto que me habla. Arrugo las cejas, sin comprender a qué se refiere con exactitud—. ¿No te entusiasma verme por primera vez en tu vida?
Tardo unos minutos en reconocer esa voz varonil. Aquella a la que mi madre juró amar por el resto de sus días, que la enamoró en poco tiempo y por la que perdió la vida. Si su unión matrimonial con él no se hacía pública, ella jamás habría muerto, pues Marissa Vertiev no la hubiera citado en una reunión para "reencontrarse" como hermanas.
Frente a mí se alza la figura de quién heredé sus habilidades como ninfa del sol y el 50% de mi ADN. Quien me otorgó algunas de mis facciones y quizá hasta costumbres.
Pefther Koulliov.
—Imaginaba que nuestro encuentro sería diferente, hija. Es una desgracia que debamos conocernos en estas condiciones —se aparta de mí para abrir las puertas de su hogar—. Por lo visto Ver Dreim cumplió con su palabra durante diecinueve años.
¿Ver Dreim?
¿El padre de Chrystel?
...
No he logrado conciliar el sueño en las tres horas de la madrugada que transcurrieron, Luciale llegó hace un rato y fue a ducharse al baño de nuestra habitación. Se asombró de verme aún despierta, le expliqué que no puedo dormir y ella dijo que en unos minutos vendrá para abrazarme.
Me calma saber que ella entiende mis momentos en los que no deseo hablar, ni siquiera existir. Solo deseo callar los pensamientos caóticos de mi mente y sentir que mi alma está en silencio, cuando ocurren este tipo de cosas, es porque algo las detonó. Considero que fue la visión que tuve.
¿Por qué mencionar al padre de Chrystel?¿Acaso él es quien aseguró ser mi padre durante tantos años? No creo, no puede ser una posibilidad. Patrick no sería Ver Dreim, yo lo hubiese visto cuando mis poderes despertaron.
¿Y entonces?¿Por qué Pefther Koulliov lo mencionó?
No comprender nada me desespera a más no poder, como si me faltara el aire porque alguien presiona mi cuello en busca de asfixiarme.
—¿Qué te tiene tan angustiada? —su voz melódica susurra en mi oído y me es inevitable sonreír ante ese pequeño acto, que para cualquiera podría ser insignificante, pero que a mí me mima tanto el corazón y remueve sensaciones desconocidas en mi interior—. Puedes confiar en mí y lo sabes, Tree.
Sus manos se presionan sobre mi abdomen cuando me abraza por la espalda, su respiración choca contra mi nuca. Suelto un suspiro agotado, ella besa mi mejilla repetidas veces mientras espera una respuesta de mi parte.
Como amo a esta mujer. Mi mujer.
—El tiempo que estuviste fuera de Leerralde, tuve una visión... Estaba en medio de un bosque de Astenont y... —su mentón se apoya en mi hombro antes de depositar un beso allí, el contacto de sus labios contra mi piel envía una corriente eléctrica a mi pecho, percibo un cosquilleo por esa zona y por mi estómago—. Vi a Pefther. Me saludó de una manera tan extraña, luego mencionó al padre de Chrystel. No logró comprender del todo la razón por la que lo nombró. Dijo que al parecer sí cumplió con su palabra, ¿Entonces eso significa que...?
—Solo lo sabrás si le preguntas a quien consideras tu figura paterna —murmura en respuesta, comprensiva. Su perfume floral llega hasta mis fosas nasales, y por algún motivo, me serena—. Está bien si no quieres hacerlo. Viajar a la Tierra es complicado para ti y sé que no quieres encontrarte con Marissa otra vez, por ello te digo que no es obligatorio que viajes hasta allí. Tal vez solo debas esperar a encontrarte con Pefther y que él te explique. Depende de lo que tú desees, la decisión que tomes, sea cuál sea, es válida, mi amor.
Me giro para quedar cara a cara, su aliento mentolado roza mi nariz. Sus ojos grisáceos me observan a través de las espesas pestañas que recubren el final de sus párpados y que son producto de la máscara de pestañas que usa hasta para dormir.
—¿Te he dicho que te ves muy sexy asesinando traidores? —musita sobre mi rostro, con una sonrisa que grita seducción. Vuelvo a sentir el cosquilleo en mi interior con más fuerza, quedo hipnotizada por su mirada tan magnética y por su voz tan sensual cuando baja su tono—. También cuando te ves tan segura de ti misma y de tu poder.
Sus dedos trazan líneas imaginarias en mis hombros y brazos, se detienen en cada lunar que encuentran para esbozar constelaciones imaginarias entre ellos. El roce de sus uñas largas contra la calidez que emana mi cuerpo quema en mí, pero la sensación es tan especial, tan emocionante y excitante a la vez.
—¿Ah, sí? —mi dedo índice acaricia su labio inferior libre de labiales, ella sonríe por el gesto. Mantengo el contacto visual en todo momento, noto como sus pupilas se dilatan de manera leve—. Yo creo que te ves más sexy cuando das órdenes, o cuando demuestras tu amor de la manera en que lo haces.
Le robo un beso en cuánto sus manos se detienen en el borde de mi camisón celeste. Nuestros labios se funden en un intenso beso, donde yo intento tomar el control de la situación por milésima vez y fallo en ello, aunque no me disgusta. Saboreo sus labios, la menta tiñe mi cavidad bucal, sus manos presionan mi cintura con cuidado.
Mis dedos acarician su cuello, siento su jadeo por el movimiento tan repentino, no parece molestarle. Detengo mis movimientos cuando llego a los cordones que ajustan su camisón negro, ella detiene sus movimientos para separarse de mí.
—Dime que quieres esto, Tree —murmura ronca sobre mis labios—. Yo no haré nada que no quieras.
Sus palabras conmueven mi corazón, por primera vez me siento tenida en cuenta en este tipo de situaciones. Sonrío enamorada.
—Claro que quiero esto, Lu —aseguro antes de robarle un beso corto—. Quiero esto y mucho más.
Ella vuelve a besarme, sus ondulaciones rubias caen por su rostro y el mío en el momento en que ella se posiciona encima de mí. Sus manos son veloces al instante en que sube mi camisón por encima de mis muslos, para luego acariciar con sus largas uñas la cara interna de estos, provocando un jadeo inevitable en mí.
Desato los cordones que ajustan su camisón y me permite retirarlo con delicadeza, admiro cada detalle de su piel pálida. Acaricio la zona de su tatuaje de la estrella Skara, los lunares de sus hombros y luego su torso desnudo. Me detengo en sus pechos, los cuales presiono un poco para robarle un gemido de placer.
—Parece que alguien quiere ir demasiado rápido —bromea Luciale al separarse de mis labios y bajar hasta mi cuello, deposita unos cuántos besos en el—. Primero déjame admirarte, amor. Mereces ser contemplada desde cada ángulo, eres una completa obra de arte y yo quiero ser la artista que pueda observarte cada día.
Sonrío ante el efecto que provocan sus palabras en mí, mis mejillas se ruborizan un poco. Sus besos cálidos en mi cuello me arrancan jadeos que no me molesto en callar, solo disfruto del momento, con mis manos aferradas a su espalda.
Me quita el camisón, termino solo en ropa interior. El sostén de encaje negro ilumina sus ojos grisáceos en cuanto lo ve, aunque prefiere ir lento para tomarse el tiempo de admirarme como es debido.
Sostiene mis muñecas con delicadeza mientras decora mi cuello, clavículas e inicio de mis pechos con besos amorosos. Su nariz acaricia cada parte que sus labios presionan, pequeños gemidos escapan de mi boca, a lo que ella sonríe satisfecha por las sensaciones que genera en mí.
Su lengua presiona mi pezón izquierdo por encima de la tela del sostén, el cosquilleo me invade y gimo inevitablemente. Mis piernas se mueven para atrapar las suyas.
—Quítate el sostén —ordena en un murmullo, sin apartarse de mí. Obedezco sin pensarlo dos veces sin mover mi mirada de su rostro—. Eres preciosa, ¿Lo sabías?
—Dímelo todas las veces que quieras —gimo al segundo en que muerde con delicadeza uno de mis pechos mientras acaricia el otro, pequeñas corrientes eléctricas me invaden y la sensación placentera entre medio de mis piernas es tortuosa.
Sus uñas juguetean con el borde de mis bragas al tiempo en que sus labios regresan para unirse con los míos, la intensidad y el amor con los que me besa me transportan a otro mundo, a una dimensión donde solo somos ella y yo, donde nos conocemos de toda la vida y desde hace años que estamos en una relación. Un universo idílico, feliz, donde jamás existió el dolor para ninguna de nosotras.
—Quiero que te sientes encima de mí y te muevas —demanda ronca, se sienta en la cama a esperarme—. Otro día experimentaremos algo más, ¿De acuerdo?
Asiento, embobada por las emociones que navegan en mi interior. El placer, el amor, la excitación y la emoción se mezclan para crear una combinación nunca antes vista, tan confusa, y a la vez, tan asociada al disfrute.
Sus iris grisáceas recorren mi pecho, sin objetar nada por mis cicatrices o golpes visibles, solo se dedica a contemplarme como una obra del cielo estrellado, o como he visto que mira al sol. Me siento a horcajas de ella, la calidez de su centro choca contra el mío, un cosquilleo más fuerte se hace presente en mi vientre bajo.
Es entonces que ella me guía en mis movimientos, nuestros centros se rozan de manera exquisita mientras se dedica a besar mis pechos con primor. Sus uñas se aferran a mi cintura, yo ataco su cuello con besos y pequeñas mordidas que raspan su piel pálida, pero que le generan placer. Lo sé por la manera en que su rostro se contrae y jadea contra mí.
Quisiera inmortalizar este momento mágico como todos los que vivo a su lado. Este tipo de instantes dónde me siento protegida, segura y respetada, donde también me siento amada, adorada, y que he encontrado mi lugar en este mundo; mi hogar. Luciale Meire es mi hogar, mi refugio seguro.
Me derrumbo sobre su cuerpo cuando alcanzo el clímax, ella tarda un poco más porque me entretengo jugueteando con sus clavículas y luego con sus pezones. Los gemidos que escapan de su boca me hacen sentir la mujer más afortunada, ella disfruta esto tanto como yo.
...
¡Buenas, buenasssss!
Tuvimos escena hot y romántica al mismo tiempo, omg.
Es la primera vez que escribo algo así, disculpen si quedo medio rara JAJAJAJAJAJ
Próximamente más escenas de ese tipo y más explícitas 👁️
¿Qué les pareció el cap de hoy?
¿Se nos viene el encuentro de Rowan con su padre y su tía? 👁️
Ese Conde se merecía lo que le pasó, pero uyyy la Rowan. Anda desatada.
¿Cómo están?
No piensen que los abandoné, no llegaba a terminar el cap 😭
Estoy en época de exámenes, así que si ven que me retraso uno o días en actualizar, es por eso. Les pido mil disculpas, les voy a traer capítulos más largos <333
Me disculpan si vieron errores en este capítulo, lo corregí a último momento para no hacerlos esperar.
Muchas gracias por el apoyo y por comentar, ¡Los amooo!
Nos vemos en la próxima actualización semanal, corazones <333
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