Capítulo 29. "Planes contra Abdrion"
Luciale.
Saboreo el líquido agridulce denominado vino, recorre mi garganta mientras deja una ligera quemazón a su paso. Suspiro profundo, el gritito emocionado de Vinavina me asombra, pero al mismo tiempo no tanto como debiera.
Quisiera fingir que este es uno de mis segundos planes, que yo preparé el regreso de sus poderes. Sin embargo, la realidad es diferente, es una cruda realidad que me golpea como la maldición que convive conmigo todos los días.
Prometí regresarles, a Vinavina, Martz y Laissa, sus habilidades como criaturas sobrenaturales cuando la guerra se desatara y ellos tuviesen que ir tras la cabeza de Herafel. Tal vez ellos crean que ya ha comenzado la guerra, que estamos en un «ganar o perder». Me encantaría aclararles que no es así y que para conocer el real paradero de esa escoria, todavía queda mucho camino por recorrer.
Detesto tanto la existencia de Herafel. Es una maldita basura que me persigue como si yo le debiera algo, como si yo fuese algo de su propiedad.
No obstante, debo actuar con la normalidad de siempre, fingir que yo les he regresado sus poderes por el sencillo motivo de que me han demostrado que puedo confiar en ellos. Que hermosa mentira, ¿No?
Tan bella que nadie la creería. Nadie que piense de forma coherente.
—¡Lu! —me llama Rowan. Al azar la voz, su timbre es más fino y delicado. Me levanto de mi silla para encontrarme con su rostro, de expresión confundida, cejas fruncidas, sonrisa a medias—. ¿Has oído el estruendo? Fue Vinavina, sus poderes regresaron.
Apoyo la copa de vino sobre la mesa con delicadeza, su mirada café se clava en mí con una sonrisa que se ha transformado en un gesto de pura emoción. Me contagia a realizar lo mismo, a pesar de que sé que es una farsa de mi parte, y que es una terrible idea intentar mentirle.
Ella lo descubrirá tarde o temprano. Sus poderes le darán paso a descubrir la verdad.
—Cumplí mi palabra. Por si agradecen, diles que no tienen porqué hacerlo —me acerco a ella y tomo su mano izquierda. Deposito un beso suave en su dorso, sus iris brillan con intensidad ante mi acción y yo me dedico a admirar la belleza del sol que porta en sus rasgos astenienses.
Hasta ahora me percato de que posee la típica nariz de la aristocracia de Astenont, esa nariz que en la Tierra clasifican como «romana» y que en los patrones hegemónicos de belleza, es algo que se debería arreglar por ser un «error».
A mí me parece un rasgo sumamente excéntrico, precioso y que le da un toque particular al rostro de mi amada ninfa del sol. Creo que sus rasgos faciales no serían los mismos sin esas cejas pobladas, o esa nariz con una leve «montaña», los lunares que adornan su cuerpo, esa tez que aparenta ser bronceada, esas iris cafés que se tornan doradas y que brillan con una nobleza admirable. Sin lugar a dudas, Rowan «Tree» Becker es ella por todo lo que representa, tanto de forma física como mental y espiritual.
Ella es mi ella. No soy una romántica, pero la frase de «A ella le encantan las estrellas y los planetas, y a mí me encanta ella» nos queda a la perfección.
Su sonrisa adorable es lo único que quiero ver por el resto de mi eternidad, no hay nada más que yo anhele tanto como despertar a su lado cada día y gobernar junto a ella. En el momento en que abdiquemos a favor de Chrystel, me encargaré de viajar con ella por la Tierra. O incluso antes. Sé que extraña muchas comidas humanas, y tal vez le agrade conocer diferentes culturas.
—Intentas mentirme, ¿Por qué? Te conozco muy bien, Lu —susurra sobre mis labios, con sus comisuras curvadas hacia arriba en un gesto teñido de leve sorna, y al mismo tiempo, de comprensión—. No tienes razón para fingir ser fuerte conmigo, mi amor. Yo no voy a juzgarte ni a incomodarte, ¿Qué sucedió ahora?
La magia de mis dedos trenza su oscuro cabello, las puntas de sus mechones se ondulan un poco mientras pienso qué decirle. ¿Es sencillo explicar que mi ex pareja se apodera cada vez más de mi mente y que en cualquier momento, él podría atacarla desde mi cuerpo?
Sin embargo, conozco a mi mujer. Ella no se dejaría atacar por un idiota, así como también sabría identificar que no soy yo quien quiere herirla. Representa una amenaza para Nymra y para su querido Vieya, es el principal motivo por el que Herafel quiere arruinar mi cabeza aún más cada día.
—Garanticé que los tres Arino que traje al palacio recibirían sus poderes otra vez cuando la Guerra se desatara y supiéramos la ubicación de Herafel. Mi objetivo es que acabemos con él juntos, los poderes de Laissa, Vinavina y Martz me serían de gran ayuda en este estado —susurro bajo, tanto que mi voz es cuasi inaudible. Entorna sus ojos, pensativa, por lo que decido proseguir:—, pero no es el momento. No podemos atacarlo, porque no tenemos la certeza de su localización. Yo no planeé nada de esto, él entró a mi mente y supo cómo desactivar los hechizos que impusimos sobre ellos, ¿Sabes? Me agobia lo que hace, ya no tengo control de mi cuerpo por su culpa. Sé que tú no fuiste la causante de esto, a pesar de que te concedí el derecho de entrar a mi cabeza cuando desees.
La perplejidad decora su rostro y lo colorea de una palidez casi mortecina, lo que acabo de decir no es nada alentador ni tampoco lo más hermoso del mundo. ¿A quién le apetece oír a su pareja afirmar que ha perdido el control de su cuerpo, sus pensamientos y su vida? Creo que nadie en Lilium y en ninguna otra dimensión conocida.
El silencio reina entre ambas, nuestras respiraciones pausadas son las protagonistas de este momento. Mantengo la mirada en sus orbes cafés, quizá con la vaga idea de buscar consuelo en sus ojos, pese a que detesto verme vulnerable. No obstante, ella me sorprende en el instante en que sus brazos rodean mi cintura y apoya su cabeza en mi pecho. No titubeo ni un segundo al corresponder a su acción, su abrazo se siente como ese hogar del que no quiero huir, en el que anhelo quedarme la eternidad si me es posible.
Mis latidos se ralentizan para alcanzar el ritmo de los suyos, una lágrima escapa de mi mirada cristalizada y viaja por mi mejilla hasta encontrarse con su aterciopelado cabello unos centímetros abajo de mi mentón. Suspiro temblorosa en cuánto sus manos se dirigen a mis mejillas, limpian cualquier rastro de llanto.
—Está bien que llores, Lu —me sonríe de esa forma que tanto me enamora—. Voy a ayudarte en lo que pueda, ¿Si? No estás sola en esto, encontraremos una solución a lo que sucede y podrás disfrutar de tu vida con normalidad. No temas por mí, sé que tú jamás me lastimarías, y en el caso de que suceda, no serías tú.
—Gracias por todo, mi Tree preciosa —beso su cabeza con suavidad, pero ella se apresura y me roba un beso. Uno que mantengo en el tiempo, tal vez hasta por minutos.
—No me agradezcas, yo también hago las cosas por amor —asegura con una sonrisa—. Por cierto, gracias por el peinado. Aunque opino que a ti te quedan mucho mejor las trenzas, resaltan tu rostro y te dan un toque de «persona imponente». O sexy tal vez.
Suelto una pequeña risa por su ocurrencia, ella parece gustosa por el sonido y yo aprovecho para depositar un beso corto en sus labios.
...
Releo algunos papeles sobre el traslado de Katrina Van Ederd a un centro de máxima seguridad donde recibirá más tratamiento del necesario, por si lo llega a necesitar. Sus atacantes, las hermanas que me encargué de asustar, están recluidas en una prisión. Al parecer, Normelt intentó contactarlas.
Me extraña tanto su actuar.
Es el único cabo suelto en esto, además de Herafel —que todavía no localicé con exactitud y pudo haber colocado un señuelo en el Castillo de la familia imperial de Khiat—, Shinkira y Nymra. De esta última, poseo ciertas dudas sobre si considerarla un cabo suelto o no.
Mi mente se centra en un solo nombre: Normelt Arino. Es el consentido de sus padres: Altyon Veiretzo y Krayla Arino. Ese adolescente es la luz de los ojos de ese par, la vida entera de ellos, a pesar de que actualmente se encuentran divorciados y Altyon disfruta de una vida libre, no es prisionero en el Valle Infernal.
Dado que se divorció de Krayla, mis padres decidieron liberarlo al no tener nada que lo atara a la familia de mi madre. Decidió volver al condado que gobierna su sobrino, o que al menos gobernaba, pues he decidido trasladarlo a Kriast. Drahtin significaba mucho para él, Meydila es más competente que ese muchacho títere de Nymra, Krissalida, Herafel, entre otros.
Me divierte ver qué, incluso entre ellos, se traicionan, desdicen y dejan entrever su cobardía. No son más que un grupo de personas inestables que busca derrocar a importantes dinastías que viven en el poder desde hace años: Ditnov y Meire.
—¿Qué sucede? Luces pensativa, Luciale —Laissa mueve la silla frente a mi escritorio, decide sentarse y cruzar su pierna sobre la otra—. Has leído los datos del traslado de Katrina Van Ederd como unas cinco veces.
Libero un suspiro profundo y agotado, su mirada pasiva me evalúa en silencio. Conozco ese gesto de levantar, casi de manera imperceptible, su ceja derecha. Sus ojos verdosos me analizan de pies a cabeza.
—Normelt no ha dado señales de vida —digo, un ápice de esperanza surca en sus iris—. No pienso buscarlo, Laissa. Sin embargo, es insólito que no haya dado una sola señal de vida, sabiendo como es él y como es su personalidad. ¿Qué trama?
—No lo sé, ¿Tal vez ser el espía de Nymra? Lo dudo, es cercano a Nymra, pero es el mejor amigo de mi hermana. Nos aprecia mucho a mí y a Martz, no estaría del lado de una chica que tiene como mano derecha a nuestro maltratador —opina de brazos cruzados—. Te odia, sí, pero también me quiere a mí y eso cambia mucho su postura sobre esto. Quizá solo busca que Nymra le otorgue más información de sus próximos pasos.
Me mantengo en silencio, mis pensamientos se dirigen a lo que dice Laissa. Podría ser una posibilidad, pero, ¿Será cierto? Es como el 1% contra el 99%. No creo que eso vaya a ocurrir, Normelt no pondría en riesgo su vida y su amistad con la emperatriz de la destrucción sólo por Laissa. Por más que exista esa posibilidad, dudo que suceda.
—Luciale —me llama, la observo sin más. Noto la incomodidad en su rostro por mi mirada severa, pero no hago nada al respecto—. Lo de nuestros poderes no fue obra tuya, ¿Verdad?
Inhalo profundo antes de exhalar con una pesadez que atemorizaría a cualquiera, sobre todo por mi expresión facial resultado de una mezcla entre la indiferencia y la rabia que se cuece a fuego lento en mi interior. Esta situación de Herafel contra mí comienza a hartarme de sobremanera.
—No —suelto de repente, mi tonada es firme y al mismo tiempo vacía—, no fue idea mía. Todavía no hallé la ubicación exacta de él... Él les dio sus poderes de nuevo.
Sus facciones se ensombrecen, aprecio sus ojos verdosos adquirir un tono más oscuro, sus finas cejas se contraen un poco y presiona sus labios de manera disimulada.
—¿Cómo?¿Por qué? —parece desconcertada, su mirada no se aparta de mí cuando me levanto para acercarme a la ventana—. No me digas que...
—Sí, por desgracia debo decirte que sí —suspiro otra vez, mi vista se fija en el jardín del Palacio—. No hay de qué preocuparse, encontraré una solución para esto.
—Mi demonio protector quiere asesinarlo —confiesa, me paralizo al instante. Por la falta de expresiones en mí, no llama la atención de Laissa—. Seguí tu consejo y lo liberé, dejé que haga lo que desee. Quiere acabar con él, temo que Arantzik lo destruya sin pensarlo antes. Necesitamos su alma para romper todo lazo con nosotras.
Arantzik es el demonio protector que vive en el alma de Laissa Arino. En cualquier momento podría salir de su cuerpo, pero sabría reconocer quiénes son leales a ella y a quienes debería asesinar. "Convive" con su portadora, por decirlo de algún modo, y ve con los mismos ojos que mi prima.
—Tienes que controlar a Arantzik, te necesito cuerda. ¿De acuerdo, Laissa? Nada puede salir mal a partir de ahora —recojo mi cabello en una coleta alta, los músculos de mis hombros se contraen por el estrés. Fui educada para ser la emperatriz, pero en un contexto ideal. No con veinte personas del poder, y vaya a saber cuántos civiles, que quieren mi cabeza por una estupidez. Sus motivos no tienen ni pies ni cabeza—. Ya tengo suficiente con los Quishenas en contra de Rowan por ser hija de Eirene Vertiev. Ellos jamás la aceptarán, pueden intentar cualquier levantamiento en contra de la corona en cualquier momento. Lo mantengo bajo control lo más que puedo.
...
Rowan.
Me siento en una de las sillas de las mesas del jardín, el ruido del agua que cae en la fuente de cristal de una estrella Skara me tranquiliza. Sostengo una taza de café en mi mano mientras los pájaros vuelan cerca y un colibrí se alimenta de una flor cercana en un arbusto.
—Me siento como cuando era una niña —admite Vinavina mientras se acerca a dónde estoy.
Sus dedos se mueven como si formaran un círculo y un nuevo arbusto de flores moradas crece junto a ella. El ambiente es invadido por un perfume similar a las frutillas, frunzo el ceño un poco extrañada. La flora de Abdrion es algo a lo que todavía no estoy acostumbrada.
—¿Qué se siente recuperar tus poderes? —pregunto con una sonrisa amable.
—Es una sensación rara, pero al mismo tiempo me siento más aliviada conmigo misma, ¿Sabes? Hay una parte de mí que se siente libre, como esa libertad que siempre soñé y perseguí —dice con cierta nostalgia, sus ojos azules se enfocan en el cielo despejado de un tono azul oscuro. El sol brilla por su ausencia—. Recuerdo que Mon y Shinkira Arino afirmaron que jamás tendría mis poderes de nuevo, a no ser que relegaramos a los Meire del trono. Si bien nunca estuve de acuerdo con este tipo de gobiernos, respeto quienes están en el poder y quienes no, por sus debidas razones. No pienso usurpar un trono que no me pertenece.
—Eres bastante crítica —opino mientras cruzo mi pierna, fijo mi mirada en su rostro—, me agradas.
Suelta una risa, al parecer le divierte mi comentario.
—Es una sorpresa agradarte, pero me alegro, majestad —utiliza mi título para burlarse un poco. Sin embargo, a mí no me molesta—. Como te habrás dado cuenta, creo que a Luciale no le agrado lo suficiente.
—Bueno... Tendrá sus motivos, imagino —decido no meterme en la opinión de Luciale respecto a su prima—. Ella no prejuzga a nadie, siempre forma sus opiniones con buenos argumentos.
La muchacha Arino frente a mí parece analizar mis palabras por unos segundos antes de sonreír satisfecha por mi respuesta. Pareciera ser que esperaba una contestación así de mi parte. Sus ojos azules se oscurecen un poco antes de hablar:
—Me alegro mucho por ustedes dos, hacen bonita pareja. Nunca había visto a Luciale tan feliz con alguien, ni siquiera tan sonriente, ¿Sabes? No la he visto tantas veces, pero siempre estaba como... enojada con la vida. O inexpresiva. Habrás visto que su rostro en pocas ocasiones se muestra sonriente o feliz —señala dubitativa—. Sabía que ibas a explicar el comportamiento de tu esposa. Eso solemos hacer todos cuando nos enamoramos, ¿No?
—Solo cuando es algo lógico, no busco justificar acciones ilógicas o que perjudican a inocentes —aseguro antes de beber un poco de mi café con leche.
El silencio reina en el ambiente por unos minutos, ella prefiere quedarse callada y yo opto por terminar de beber mi café. Lo endulcé con suplementos del azúcar, aunque imagino que en esta dimensión se pueden curar todo tipo de enfermedades humanas, ¿Verdad?
Debería averiguarlo.
—El amor es un sentimiento complejo, ¿No crees? Uno no decide a quien amar, solo nos encantamos con alguien y da igual si es nuestro opuesto o alguien semejante a nosotros —opina con la mirada perdida en el cielo diurno, el colibrí que hace rato se alimentaba de una flor, ahora está posado sobre su cabeza con tranquilidad—. A veces esa persona puede ser nuestra destrucción... o salvación. Nosotros le otorgamos el poder de arañar sobre nuestras heridas, pero si nos ama, elige sanarlas. No todos somos correspondidos por quien amamos, así que eres muy afortunada con Luciale, Rowan. En verdad me alegro tanto por ustedes y su unión, les deseo una vida eterna de paz y amor una vez termine todo esto.
Examino su tono de voz por medio de mis poderes, no hallo más que honestidad y buenos deseos. Al profundizar un poco más en sus expresiones, una sensación de soledad y melancolía me invaden. En ningún momento me dirige la mirada, es susceptible a mis poderes y sabe que los utilizo en ella.
—Suenas como si...
—¿Cómo si lo hubiese vivido? Lo hice y apuesto que tú también, Rowan —opina un poco tajante. Tarda unos instantes en suavizar su tono—. Estuve enamorada hace unos años de una chica, era familiar de Griseynna Liels... Nunca me amó. Dijo que yo era «demasiado complicada» para su vida normal. En un principio creí que fue mi madre la causante de todo eso, pero con el tiempo, Griseynna me aclaró las cosas. Su prima nunca se había tomado nada en serio, se disculpó por ella; no sirvió, aunque mi alma encontró un poco de consuelo en sus palabras. A día de hoy suelo preguntarme si era necesario darme esperanzas de que estaría conmigo en un futuro, para después estrellarlas contra una pared. Unos meses más tarde se marchó, nunca más supe de ella y Griseynna dijo que lo mejor sería que supere mi relación con ella. Me aseguró que había alguien mejor para mí.
Inhalo pesado, sonrío al ver el rostro de alguien que nadie se imaginaría que terminará con Vinavina Arino. Dos polos opuestos, y al mismo tiempo, tan similares. Cualquiera creería que esa mujer no daría su vida por Vinavina, pero lo cierto es que daría eso y mucho más. Todo lo que la jovencita Arino sufrió, será solo un mal recuerdo en sus experiencias amorosas; esta nueva mujer la amará con tanta intensidad, más de lo que se imaginó todo este tiempo.
—Y la hay —afirmo con convicción—. Hay una mujer que aparecerá en tu vida, Vinavina. Ya verás.
Sus iris brillan con notable emoción, aunque se esfuerza por disimularlo tras una inexpresividad similar a la de Luciale.
—¡Exijo que me dejen pasar! —grita una voz varonil, se escucha joven. Diría que su dueño no tiene más de 20 años, aunque quizá tiene menos—. ¿¡Acaso no sabem quién soy!? ¡Déjenme pasar!¡Tengo que hablar con la emperatriz Luciale Meire!
—¿Qué mierda...? —susurra Vinavina, su rostro se contrae por el desconcierto. Se coloca de pie rápido, a lo que yo imito su movimiento en dirección hacia los gritos.
Un chico de unos diecisiete años se aproxima hacia nosotras, corre como si su vida dependiera de ello. Detallo su cabello rubio y su pantalones negros a juego con una camisa blanca, sus facciones se aprecian similares a las de la mujer a mi lado. Es obvio que es uno de los Arino.
Detrás de este joven, cuatro guardias armados lo persiguen. Él pasa por nuestro lado, se detiene al ver de refilón el cuerpo de su prima.
—No —le digo a los guardias, ellos retroceden unos pasos. No obstante, se quedan con nosotros—. Déjenlo que vaya con la emperatriz Luciale, yo me encargaré de él.
—Yo no iré con nadie, quiero ir solo —sisea casi amenazante—. Aparte, ¿Quién eres tú?
—Normelt Arino, ¿No? —mantengo contacto visual con él, sus ojos verdes se abren con cierta sorpresa—. Hijo de Krayla Arino y Altyon Veiretzo, hermano menor de Keatlyn Arino Trayshon. Mejor amigo de Kraya. Escapaste de la mansión Arino con el objetivo de ir al imperio de Khiat, ¿Por qué?¿Deseabas revivir tu amistad con Nymra Polvest?¿O buscabas apoyo en los khiatianos, porque sabías que nadie en Abdrion te buscaría?
Sus cejas se arrugan, una mueca de disgusto surca en sus labios. Es otro que detesta que lean su lenguaje corporal y demás, ¿Será algo de familia? Luciale, Vinavina y Martz son iguales en ese aspecto. Las únicas que se diferencian en ello son Laissa y Kraya.
—¿Quién eres? —repite, desconcertado—. Además de ninfa del sol, claro. ¿Quién es, Vinavina?
Unos tacones resuenan en el jardín en cuanto me propongo contestar su pregunta, distingo las pisadas de Luciale acercarse hacia nosotros y a juzgar por la fuerza con la que las emite, diría que no se halla muy contenta. Detrás de ella, Laissa la sigue con preocupación.
—Ella —llega a mi lado, su aroma floral inunda mis fosas nasales y sonrío en el momento en que besa mi cabeza con ternura—, es Rowan Becker. Mi esposa y tu emperatriz, Normelt. Y como emperatriz, debes respetarla al igual que a mí.
—No puedo creerlo, ¿Ella es la hija de la Vertiev que fue asesinada? Estoy impresionado —comenta antes de reverenciarse de forma forzada—. Discúlpeme, majestad. Creo que no he dado una buena impresión.
—No te preocupes —le resto importancia al asunto, con una sonrisa amable—. ¿A qué has regresado, Normelt? Dijiste que querías hablar con mi esposa.
Dirijo mi vista hacia Luciale, su perfil demuestra un delineado impecable, tipo siren eye. Las sombras en tonos morados resaltan en sus párpados, junto a algunos brillos, el lunar de corazón de su mejilla se ve tan precioso desde este ángulo. Su nariz aguileña le da un toque característico de una Meire, pues ha heredado ese rasgo de su padre; sus labios violetas se curvan en una sonrisa arrogante, una sonrisa que amo tanto a pesar de no enseñar sus dientes. Lleva el cabello rubio recogido en una coleta alta, con una especie de flequillo improvisado con un par de mechones. Todo en ella grita tres palabras: arrogancia, superioridad y autoridad.
—¿Qué necesitas hablar conmigo, Normelt? Te escucho. Después de todo, quienes me rodean son tu familia también —vuelve a sonreír, arrogante—. ¿Qué sucedió?
—Nymra planea un ataque en la frontera contra Abdrion. Herafel le ordenó al Sadorx de Khiat que prepare sus tropas, si Paularah no actúa pronto, acabarán con las vidas de todo ciudadano de los condados aledaños a la frontera —suspira hondo antes de continuar, parece horrorizado por lo que dirá—. Sé que piensas que no soy simpatizante de los Meire, pero en este caso sí. Nymra quiere acabar con Abdrion y contigo, Luciale. Mencionó que dejarán libres a los Arino y que Mon podría tomar el poder. Luego continuará el reclamo sobre las tierras de Abdrion que dice que le pertenecen.
—Si esto llega a ser una farsa tuya, serás ejecutado, Normelt —advierte Luciale antes de susurrarle a Laissa:—. Llama a la Ashtare y comunícale lo que sucede, que se prepare para lo próximo que pueda suceder.
—Gracias por confiar en mis...
—No cantes victoria tan rápido, Normelt —lo interrumpe, seria. Las venas de su cuello se tornan negras—. Esperaremos el comunicado de la Ashtare Paularah en unos días, mientras tanto, serás recluido en la Corte. Y si intentas escapar, yo misma te ejecutaré. Cuídate.
...
¡Buenasssss!
Acá les traje el cap semanal, sé que es un poco corto, pero es introductorio a lo que vendrá. Normelt es muy importante, lo van a amar <3
Pobre mi chiqui Vinavina, sufrió tanto :(
¿Cómo están? Espero que bien, y si no es así, espero haberles alegrado un poquito el día con el capítulo.
A quienes sean nuevos en el fandom, ¡Bienvenidos! Y a los que están conmigo desde hace un tiempo, ¡Gracias por quedarse! Me alegran mucho el alma y corazón, en serio, mil gracias 🥹🫶🏻
¿Qué les pareció el cap?
¿Se esperaban que fuera Herafel quien les devolvió los poderes a los Arino (desde el cuerpo de Luciale)?
Sobre eso, se vienen cositas 👁️ Rowan va a ayudar mucho en eso
¿Opiniones de quién puede ser la mujer destinada a Vinavina? 👁️👁️
¿Qué opinan de shipp entre Laissa y Paularah? Yo amo a #Luwan, pero ellas no se quedan atrás
Ya quiero escribir la precuela de esta historia, descubriremos mucho sobre el pasado de los imperios 👁️👁️
Próximamente veremos al padre de Rowan, a la tía Marissa y demás. Sabremos mucho y les juro que esto está de locos, hasta a mí me vuela la cabeza pensar en todo lo que se viene
JSJSJSJSJ
Los amooo, nos vemos la próxima semana <333
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