Capítulo 23. "Todos usan máscaras"

Rowan.

Tardo poco tiempo en alistarme para la reunión con los emperadores de Astenont y Zildwi sobre la situación crítica que sufre Khiat en estos momentos. Situación que nos involucra de alguna manera. 

He decidido optar por un vestido negro, de mangas largas de encaje, hombros descubiertos y una falda larga hasta el piso, lisa, sin volados ni nada por el estilo. La tela es seda, sin agregados como pedrería o algo parecido. Sencillo, pero elegante y formal. 

La corona que descansa sobre mi cabeza es de plata, con piedras violetas y negras de las que desconozco sus nombres, pero son nativas de Abdrion. Mi cabello está suelto, planchado para una mejor presentación visual. 

Me coloco unos mitones de cuerina negra, para luego suspirar antes de caminar hacia la puerta de mi habitación. Mis gatos me siguen, pero me esfuerzo por estar serena y no decidirme a último momento de quedarme con ellos. Tengo que salir del Palacio o sus alrededores, no puedo quedarme encerrada en este lugar por siempre. 

Se supone que ahora soy la emperatriz consorte, es mi deber presentarme en público, atender los pedidos de mi pueblo y llegar a un acuerdo con los demás imperios, ¿No? Debo velar por la seguridad de mis ciudadanos, por la familia real de Abdrion. 

Siento demasiada presión por situaciones que no sé si puedo o debo controlar. Todo es tan nuevo para mí... 

—Estás preciosa —elogia Luciale, provoca una reacción de sorpresa en mí. ¿Cuándo apareció? No la oí llegar, pero si tengo presentes sus habilidades de teletransportación, no me debería extrañar—. En realidad, siempre lo estás, pero cada día te superas más. 

Sus orbes grisáceas escanean mi apariencia física con deseo, cariño, como si estuviera orgullosa de mí, de mis progresos y de mi paz. Curva sus labios teñidos de violeta oscuro en una perfecta sonrisa que embelesaría a cualquiera. Su maquillaje es limpio, pero con esas sombras de ojos de colores grises oscuro, con ese delineado exagerado de foxy eye, esas pestañas que ella revolotea con coquetería. El lunar de corazón debajo de su ojo brilla por su presencia. 

Su cabello rubio está recogido en una semi coleta de dos pequeñas trenzas, pero parte de los mechones sueltos caen por sus hombros con leves ondulaciones en las puntas. El vestido que envuelve su cuerpo, largo hasta el suelo, es estallado en el torso; la falda es suelta, de una tela morada, quizá se trata de seda. La pedrería dorada decora la parte del corsé, el escote tipo strapless llama mi atención al instante, pero me esfuerzo en disimularlo. 

El colgante que le regaló Mon Arino reluce en su cuello. 

Se aprecia a Luciale Meire como la Diosa que es, la emperatriz autoritaria que desea ser y la mujer más preciosa que he conocido en mi vida. Elegante, seductora, pero al mismo tiempo dominante. 

La maldad personificada nunca antes se había visto tan deslumbrante. 

—Creo que cualquiera pagaría por ver a su majestad actuar de esta forma con alguien —susurro cerca de sus labios, ella sonríe de manera amplia ante mis palabras—. Despídete de tus hijos, anda. 

Deja un corto, pero intenso, beso en mis labios antes de agacharse para quedar a la altura de los pequeños gatos que la observan con intriga. Perséfone se acerca a ella para olfatearla al mismo tiempo que ronronea. 

—Nos iremos unas horas, pequeños. Ustedes saben que quedan al cuidado de su tía Chrystel. Cualquier cosa que necesiten, se la piden a ella —les habla como si ellos fueran a comprenderla, mima las cabecitas de los tres antes de pararse de nuevo—. No hagan ningún desastre en nuestra ausencia. 

Verla con esa actitud tan dulce y adorable genera una explosión de amor en mi corazón, nadie se imaginaría que una de las emperatrices más temidas de este mundo es un pancito de amor con sus seres queridos o conmigo. Se empeña en asegurarse que todos la conozcan como una persona de malas intenciones, pero en lo privado es todo lo contrario. 

Llega hasta mi lado y se detiene, antes de extenderme su mano izquierda. No dudo en agarrarla para entrelazar nuestros dedos, me percato de que sin decirme nada, pero con solo dirigirme la mirada, ella dice mucho más que lo que podría ser expresado en una enciclopedia. Me habla de cuánto le agrada mi compañía, mis sonrisas, el sonido de mi voz o el de mi respiración. 

Me habla de que por mí acabaría con cualquier ser dañino o conquistaría otro imperio si yo lo ordenara. 

...

Visualizo un enorme castillo frente a nosotras, con cierto aire de arquitectura gótica. El material del edificio es de un gris oscuro, casi negro, pero no logro distinguir de que se trata. El camino hacia las inmensas puertas es empedrado, con poca vegetación alrededor, pero a diferencia de la flora de Abdrion, aquí encontramos césped, flores y arbustos en tonos rojizos, negros, grises. 

Un cielo se alza de una tonalidad azabache, junto a nubes de un intenso rojo, y una luna blanca que brilla por su presencia. 

Ráfaga de desolación invade mi interior, este lugar se aprecia tan apagado, tan desastroso, tan desolador. No hay rastros de vida como yo la conozco, la atmósfera que rodea esta zona es tóxica en gran medida, con una densa niebla que dificulta la visión. Respirar se torna difícil en estas circunstancias. 

Antes pensaba que Abdrion era oscuro, pero veo que Astenont no se queda atrás. 

—Bienvenida al castillo de la familia Ditnova de Astenont, Tree —anuncia Luciale con cierto aire de ironía, es más que evidente el hecho de que quizá no seamos tan bienvenidas aquí—. Estamos en la zona central de la capital, Kyste. 

Asiento en silencio, analizo sus palabras que esconden un significado distinto entre líneas. Mi mirada se pierde entre el par de banderas o estandartes, nunca supe cómo se llaman, que cuelgan de dos torres del castillo. Una es roja, con el símbolo que tuve la oportunidad de apreciar en una visión que involucraba a Luciale, y la otra bandera que es negra, dibuja tres blancas líneas verticales junto a una espada que atraviesa una especie de piedra con forma de flor. 

La bandera roja pertenece a la familia Ditnova. 

La bandera negra pertenece a la familia de la difunta emperatriz consorte de Astenont, Zartev. 

Nuestro andar tan confiado y seguro alerta a los guardias que custodian la entrada, pero al reconocer nuestros rostros tan solo se limitan a reverenciarse sin emitir palabra alguna. Ignoro el hecho de que están armados, y que cualquier paso en falso, podría acabar conmigo muerta. 

¿Desde cuándo dejo que los pensamientos intrusivos me dominen?

Pasé mucho tiempo con el control sobre mis pensamientos intrusivos, casi ni aparecían por mi cabeza. Eran como esas cicatrices que con el tiempo se borraron hasta conformar lo que hoy en día son pequeñas marcas casi imperceptibles. Sin embargo, dejé de tener ese poder sobre mi propia mente.

Ya no me pertenece. Me he rendido a lo que el universo quiera. 

El tenue apretón que Luciale ejerce sobre mi mano derecha, me devuelve poco a poco a la realidad. Parpadeo un poco para acostumbrarme a la sensación de regresar a mí, a mi cuerpo y abandonar esa percepción de estar en "automático". 

—Yo estoy contigo y si sucede algo, lo que sea, te protegeré con mi vida —se detiene frente a las inmensas puertas negras, su cabeza se gira para dirigirme la mirada y robarme un pequeño beso, cierro mis ojos ante el contacto—. Me impi

Sonrío más serena en el instante que besa mi frente con la premura que la tiñe al momento de realizar alguna acción que me involucre a mí. Sus ojos grisáceos me observan con ese fervor y ese deseo de destruir el mundo si alguien se le ocurre pensar en dañarme. Sé que ella acabaría con todo si eso me hace feliz y puedo vivir segura en esta dimensión, pues solo anhela que yo viva la vida al máximo, disfrute, sea yo misma y sea libre, incluso si no es con ella. 

Sé que en el fondo de su corazón cree que quizá soy demasiado noble para estar con ella, que está tan dañada como para amar a alguien de la forma más pura en la que un ser puede demostrar su amor: obsequiarle paz a su persona querida. 

Aunque lo dude, sea difícil de convencer, en todo momento logra brindarme paz. A su lado me siento como en mi hogar, en un lugar donde solo reina la armonía y la felicidad. 

Luciale «Sheneira» Meire es mi hogar. Mi refugio seguro cuando los huracanes desean acabar con todo a mi alrededor. 

Las puertas se abren frente a nosotras, distingo un par de voces conversar en la lejanía y una figura femenina sentada en uno de los tantos lugares de una amplia mesa rectangular. Los guardias que custodiaban la puerta se han retirado para brindarnos más privacidad. 

Reconozco a la figura femenina sentada en la mesa, su cabello blanquecino y castaño es imposible de olvidar o confundir, así como sus ojos plateados que destellan a la luz de las lámparas o del sol mismo, su tez pálida, la luna que descansa en una parte de su cuello como marca de nacimiento y la corona que porta en la cima de su cabeza; una corona digna de la emperatriz pacífica, plateada, con incrustaciones de piedras preciosas en tonos claros, una luna en el centro, acompañada de finas cadenas que sostienen dijes de una especie de flor similar a los lirios. 

Kairashana Lairovst. Emperatriz de Zildwi, el pacifix imperi. 

La reconozco con tanta facilidad por haberla visto en el Palacio aquella vez que hace meses fue a visitar a mi actual esposa. Recuerdo que yo no tenía idea de quién era ella, solo nos cruzamos por uno de los pasillos y me sonrió amable, sin tener idea alguna sobre mí o quizá sí lo sabía. Es una médium, en parte predice el futuro, además puede contactar con los muertos. 

Avanzamos en silencio, la emperatriz Kairashana no parece notar nuestra presencia, se halla ensimismada en sus pensamientos. Examino con mi vista cada rincón de este lugar. 

A juzgar por la apariencia, diría que se trata de una especie de sala de reuniones sobre asuntos de la gobernación de Astenont, pues diviso algunos mapas blancos pintados en las paredes oscuras. Un mapa del imperio, otro del mundo en general y uno con las distintas divisiones de los ducados de este imperio. 

De acuerdo a la jerarquía de Astenont, aquí no existen los condados ni marquesados, solo los ducados como las grandes divisiones dentro del gran territorio. Su extensión total abarca desde Asia hasta gran parte de Europa, con excepción de Francia, España e Italia.

El imperio más grande después de Abdrion. 

Este extenso territorio se divide en 237 ducados, con una repartición desigual de los terrenos que comprenden las tierras del imperio cruel. 

Los cargos de duques y duquesas son ocupados por las familias cercanas a la familia de la corona roja: los Ditnov. Gran parte de los descendientes de los Zartev, apellido que perteneció a la difunta emperatriz Meriliah I, ocupan en su mayoría las gobernaciones de los diferentes ducados. 

Las máximas autoridades de Astenont son los emperadores, también conocidos como majestades de la corona roja. Einer y Einar Ditnov llevan estos títulos por derecho de nacimiento, son los mellizos que nunca acordaron una división de poderes igualitaria ni quién cedería su derecho al trono para que el otro pudiera gozar del poder en su totalidad. 

Coronados hace quince años tras la muerte del matrimonio Ditnov-Zartev en circunstancias extrañas, han llevado su reino a su mayor época de gloria, ganando batallas pequeñas, entre otras cosas. No obstante, también han sostenido un régimen dictatorial durante esta década y media. 

—Bienvenidas, Abdrion impis —nos recibe una imponente tonada femenina, un tanto grave, pero con la sensualidad suficiente como para embaucarte—. Luciale Meire, primera de su nombre. Rowan Becker, emperatriz consorte de Abdrion. 

Mi mirada recae en la mujer de unos treinta años que se aproxima hacia nosotras a pasos lentos, pero fuertes. La corona de un negro reluciente que se alza sobre su cabeza me comprueba su identidad. 

Destaca por su tez morena y una altura semejante a la de Luciale, detallo el traje de saco, pantalón y camisa en color negro y rojo oscuro. 

Sus notables y almendrados ojos azules me dirigen la vista como si quisiera intimidarme, no soy una tonta como para no distinguir esa curiosidad sobre mi persona, y al mismo tiempo, esas ansias de que yo desaparezca de su castillo; su cabello azabache cae por sus hombros con esa elegancia que caracteriza a los Ditnov, he leído mucho sobre ellos como para confirmar que porta los típicos rasgos de ese linaje, con la diferencia de que sus facciones son herencia de los Zartev. Curva las comisuras de sus labios coqueta, un gesto encantador que encandilaría a cualquier mortal, dicen por ahí que las sonrisas de Einer Ditnova son peligrosas por sus intenciones. 

—Emperatriz Ditnova —saluda Luciale, distante—. Un placer compartir otra reunión política con usted. 

—El placer es mío —concuerda en un intento de sonar amable, pero falla con ello—. Sentía muchas ansias de conocer a su tan aclamada emperatriz consorte, Luciale Meire. 

Un ambiente enigmático rodea a esta mujer cuyo apellido es Ditnova y forma parte de las majestades de la corona roja. Por mucho que intente descubrir algo por medio de sus iris azuladas, no hallo nada. Un profundo vacío me inunda al segundo. Al parecer controla muy bien su espacio mental.

Igual que Nymra Polvest en su momento. 

Sonrío en respuesta a su comentario al percatarme del cambio en su semblante. A alguien no le agrada que intente investigar sobre ella, conoce mi especie mejor que nadie. ¿Y cómo no? Las ninfas del sol abundaron mucho en su imperio durante los siglos pasados, es evidente que se ha dedicado a informarse sobre ello. 

Un hombre tan solo un poco más alto que Einer, se acerca a nosotras. Por sus facciones y el notable parecido entre ellos dos, debo deducir que se trata de Einar Ditnov. Otra persona más que está cubierta por un manto de misterio. 

Hasta donde tengo entendido, no han dado a conocer ni siquiera su edad exacta, mucho menos sus personalidades reales o vivencias dolorosas. Lo poco que se sabe de ellos es gracias a que sus padres fueron bastante públicos, o a las acciones que han tomado para proteger y disciplinar a su pueblo. 

Einer, también llamada Darkar dit nivskrova, de acuerdo a las escrituras de los libros que relatan a los emperadores actuales de Astenont, torturó a un hombre en público por haber asesinado a una mujer por el sencillo hecho de ser una mujer. La emperatriz de la corona roja hizo, de la vida de ese demonio de primera jerarquía, un infierno durante dieciséis horas hasta que murió por sus heridas. Dejó en claro que quién no cumpliera con el decreto de respetar la vida del otro, sin importar su género o sexo biológico, sería ejecutado por actuar en contra de su emperatriz y de la familia real. 

Según lo descrito en ese libro, ella no es una mujer piadosa y resalta por su falta de benevolencia en ese tipo de situaciones. No entrega misericordia a nadie, mucho menos si el crimen que el ciudadano paga es uno que puede ser considerado como una ofensa hacia ella. Algunos creen que Astenont no tiene un gobierno que reivindica los derechos, sino que un régimen que somete a sus ciudadanos. 

Einar, también conocido como Distrov, no se queda atrás con sus acciones e iguala casi por completo a su hermana melliza. Hace un par de años, ordenó la tortura y ejecución de casi doscientos soldados del Ejército Rojo que asesinaron a sus padres, los emperadores Martev y Meriliah. Los cargos bajo los cuales se realizaron las ejecuciones fueron: alta traición al imperio, a la Diosa Skara, a la Diosa Versh Ditnova y a la familia real de los Ditnov. 

Él mismo se encargó de asesinar a dichos civiles, sin temor, sin piedad, sin cuidado alguno. Lo hizo frente al ducado que corresponde a la capital de Astenont, el más grande de todo el imperio. 

Una sutileza para demostrar quién es la autoridad y quiénes deben responder ante esta, con respeto, lealtad y sumisión. Amedrentar a los traidores es el pasatiempo favorito de este par de hermanos. 

Kristevenev a hivshe, nairav dit selsh —anuncia Einar, sacándome de mi ensimismamiento, antes de sonreír con una amabilidad que cualquiera juraría que es una farsa. 

«Bienvenida a casa, ninfa del sol»

...

Luciale.

Mi semblante tenso mantiene al margen a Einar, no comprendo que pretende al mencionar la especie a la que pertenece Rowan, pero creo que tampoco quiero saberlo. Solo deseo que la dejen en paz, pues ese comentario tan "gentil", no me inspira buenas intenciones. 

Ninguno de ellos me ha dado buena espina en algún momento. Distan mucho de la imagen de cada uno de sus padres, aunque me atrevería a afirmar que son una copia de Martev Ditnov. De Meriliah Zartev solo conservan sus rasgos faciales y corporales. 

Einer vuelve a sonreír antes de señalarlos con su brazo derecho la gran mesa rectangular. Evalúo el estado de su brazo por un largo tiempo, digamos que tres minutos. Visualizo una gran cicatriz de lado a lado en su muñeca y que aparenta descender hasta el resto de su brazo, no puedo distinguirlo por las mangas de su saco negro. Sus manos no presentan signos de cicatrices o algo semejante, de hecho, se encuentran demasiado cuidadas y con las uñas pintadas de un rojo oscuro. 

Pienso que tengo una idea de a qué se debe la cicatriz en su muñeca, me encuentro más que segura que Rowan la descubrirá tarde o temprano. En ocasiones, el nivel con el que controla sus poderes me asombra, no pasó mucho tiempo desde que activó su parte sobrenatural y aprendió a manipular sus habilidades más simples. 

Tree no comenta nada al respecto, se dirige a la mesa rectangular y yo decido seguirla, sin perder de vista a los emperadores de Astenont. Vislumbro a Kairashana Lairovst sentada, bastante concentrada en sus asuntos.

—Majestades —se percata de que Rowan se sienta a su lado y se levanta para realizar una corta reverencia. Le sonríe con cordialidad, como si ya la conociera de antes—. Un gusto conocerla al fin, emperatriz Becker de Abdrion. 

—El gusto es mío, emperatriz Lairovst —responde la mujer de mi vida por cortesía. Noto que sus intenciones son nobles al saludar a Kairashana, no busca rebajar ni ser sarcástica. De hecho, percibo su intriga por la figura de la Diosa Luna, como es mencionada en la Tierra—. ¿O debería decir Diosa Luna? 

—Emperatriz Lairovst o Kairashana está bien, ese tipo de formalidades sobre mi rango de Diosa quedan reservadas para la Tierra —aclara la emperatriz de cabellos blancos, mientras se sienta otra vez. Distingo paz en sus palabras, algo muy distinto a lo que yo percibí cuando hablé con ella hace meses—. ¿Podemos comenzar con la reunión, por favor? 

—Claro —asiente Einer, tajante. Hinca su mirada azul en mí, como si quisiera intimidarme y creyera tener el poder para lograrlo. Nadie puede incomodarme o provocar miedo en mí, no me dejo llevar por acciones simples que no pueden contra la emperatriz de Abdrion—. La situación en todo el planeta es crítica, ya deben haberse percatado de ello. En los últimos días hemos registrado en Astenont asesinatos masivos, más que nada a especies nativas como los Draskharas y las hadas de la oscuridad, quienes cometieron estos crímenes dijeron estar bajo órdenes de su señora y Herafel. Creemos que es clarísima la referencia a Nymra Polvest. Lo más acertado sería formar una coalición para acabar con la amenaza que representa Khiat y su gobernante. 

—Astenont no es el único imperio que sufrió algún tipo de ataque, mis gobernadores recolectaron datos que estimaron que en el último mes se cometieron un 14% más que el año pasado. Al igual que en Astenont, estas personas dijeron seguir órdenes que Herafel, el desterrado de los Ditnov, les impuso. Utilizó la extorsión para que cumplan sus favores —detalla Kairashana, simple, serena, como si tuviera la certeza de que nada desastroso ocurrirá a futuro. 

—La emperatriz Polvest ha tomado decisiones impulsivas en el tiempo más reciente, es muy notable por la forma en la que ha buscado aliados en las personas más inesperadas para nosotros —opino sobre el asunto, seria, indiferente, pero firme en mi posición—. Hay que eliminar a quienes representan un peligro inminente para nuestros ciudadanos. Sin embargo, completar este objetivo llevará su tiempo, majestades. 

—¿Eso significa que están de acuerdo en nuestra propuesta? —Einar observa a Rowan al término de formular esa pregunta. 

—Sé a dónde se dirige esa interrogante, emperador Ditnov y debo rechazar, muy apenada, su oferta que comprende la unificación de nuestros ejércitos —aclaro inexpresiva—. La Guardia Real de Abdrion y el Ejército Rojo trabajarán por separado. 

Einer sonríe de forma socarrona ante mi respuesta. Por dentro, se esperaba que yo declinara a su propuesta de unificar nuestros ejércitos. Desconfío de ellos, tanta amabilidad no es propia de sus personas y, si bien compartimos un objetivo en común, no es motivo suficiente para que yo decida algo más que una simple alianza política. Lo único que tendremos es el respaldo del otro en caso de guerra, pero es todo lo que obtendrán. 

Los tiempos dónde sus padres podían unirse a nosotros han llegado a su fin, ellos ya no están. A la cabeza de la corona de oro hay otras mujeres que ocupan sus respectivos cargos como emperatrices, somos nosotras, el matrimonio más joven de esta generación y yo he decidido ponerle punto final a las coaliciones o alianzas políticas-económicas. 

Abdrion es un imperio aparte que sabe valerse por sí mismo. Yo misma me encargaré de garantizar la seguridad de mi pueblo junto con mi querida Tree, a quien le he pedido matrimonio sin que ella lo sepa y me siento un tanto apenada por ello, pero me alivia que se lo haya tomado con calma. 

Puede parecer que nos conocemos hace poco tiempo, pero nuestras almas estaban unidas desde mucho antes y la conexión que poseemos es más fuerte que cualquier barrera espacial o temporal. Estábamos destinadas a encontrarnos desde antes de que nosotras fuéramos creadas o decidiéramos reencarnar, depende del caso. 

Rowan «Tree» Becker es mi principio, mi futuro y mi final. 

Da igual si aquí pasaron casi tres meses desde que ella apareció en mi vida, porque en la Tierra significa que transcurrieron tres años desde que entró al imperio. 

Escucho cierto carraspeo que me regresa a la realidad, suelo divagar más de la cuenta y perder la noción de lo que sucede a mi alrededor. Fijo mi campo de visión en la mujer sentada a mi lado, quien es dueña de una de las sonrisas más bellas que he visto, fue coronada como la emperatriz de mi territorio y de mi alma; me ha robado los pensamientos más de lo que se podría llegar a imaginar. 

—Disculpen si esto resulta en una opinión grosera para ustedes, majestades —habla serena, coloca sus manos sobre la mesa para más seguridad a la hora de exponer sus pensamientos—. No comprendo el porqué de tratar y creer firmemente que Nymra Polvest es una amenaza por su supuesta "inestabilidad emocional". ¿Acaso ninguno de ustedes se ha puesto a reflexionar en todo lo que sufrió ella desde niña? Comenzamos con la muerte de sus padres a los siete años, el asesinato de su pareja, Cyra Belttigeh, en manos de una mujer de la familia Ditnov. Tampoco olvidemos que ella ha crecido con la idea de que el Condado de la capital de Abdrion, Leerralde, y los aledaños a éste, le pertenecen por haber sido "usurpados" tiempo atrás. No veo a una adolescente inestable como ustedes, veo a una joven mujer que solo busca recuperar lo que le perteneció desde siempre, sanar sus heridas y hacer justicia por la muerte de una inocente. Sus acciones en cierto punto tienen una lógica, si seguimos esta línea temporal que les comento. 

—Debo admitir que tienes un corazón muy noble, Rowan —Einer sonríe con fingida dulzura y eso activa a mi sistema para ponerme en estado de alerta—. No obstante, considero que tal vez no conoces a Nymra Polvest como la conocemos nosotros y quizás te has armado una imagen de ella demasiado distante de la real. Nymra no es una santa paloma y mucho menos desde que se unió a Herafel. Luciale sabe que eso no entra en discusión. 

Los músculos de mis hombros y cuello se tensan por mi mención en este tema, sumado a que Einer Ditnova intenta manipular a mi esposa para que le otorgue la razón en este tema, sin siquiera detenerse a comprender lo que plantea Tree. 

—Nunca dije que justificaba su decisión de aliarse con Herafel, Einer, solo dije que sus acciones y decisiones tienen una lógica de ser. Claro que sé y soy consciente de que no entra en discusión el tema de su alianza con Herafel y Hilayn, pero debemos tener presente que Nymra tiene dieciocho años, y él tiene más de treinta —explica sin perder la calma, pero ya un poco más incómoda en esta conversación. 

—Mi esposa tiene un punto, es bastante razonable si se sientan a reflexionarlo —siseo, cansada de ver esas miradas de los mellizos Ditnov sobre mi emperatriz consorte y la mujer de mi vida. La observan como si fuese un ente que no debería estar en este lugar, una persona que ha perdido la cordura, o peor aún, alguien que no tiene idea de lo que dice—. Comprendo, gracias a esa perspectiva, que el verdadero problema es Herafel. Desde siempre ha sido conflictivo, si bien no justifica el hecho de que Nymra también ha tomado sus propias decisiones, no neguemos que él es mayor que ella y es excelente en manipular a las personas, en convencerlas de ver el vaso medio lleno o en dibujar enemistades dónde no las hay. 

Einar suaviza sus facciones al oírme, sé mejor que nadie que de ellos dos, quién escucha más a la persona que tiene sentada delante es él. El mellizo Ditnov posee sus formas de pensar particulares, pero no rechaza otras maneras de apreciar las situaciones si éstas mantienen cierto hilo conductor que se tiñe de lógica pura. 

Será un misterio para todos, pero aprendí a leer a este hombre con las pocas interacciones que mantuvimos. Tal y como su hermana, él racionaliza su sentir, se rige por la lógica a la hora de actuar. 

—¿Qué sugiere, entonces, la emperatriz Meire? —el tono venenoso de Einer no pasa desapercibido—. ¿Perseguimos al depredador u hostigamos a la víctima? 

—No cabe duda que el peligro inminente es Herafel y su hermana menor, Hilayn Ditnova. Habría que resguardar a Nymra hasta nuevo aviso, si bien no demostraremos que la decidimos proteger, lo haremos desde las sombras. Después de todo, acá no hay villanos a excepción de Herafel, que claramente es un "villano". Hay una persona herida que vela por sus intereses y ese es el caso de Nymra Polvest —opino seria, mis palabras han cambiado desde que escuché a Tree mencionar su postura al respecto. 

La mirada café de Rowan se dirige a mi rostro como si quisiera buscar algún rastro de mentira en mis inexistentes expresiones faciales, me analiza con detenimiento y sin disimular al cien su extrañeza por mi respuesta. 

Le sonrío leve, cambia su semblante a uno más sereno al captar mis intenciones. Somos una pareja y debemos estar de acuerdo en las decisiones u opiniones que tengamos sobre temas que nos conciernen a nosotras y nuestro imperio. Cada comentario que ella realice, lo analizaré para comprender su punto, somos un equipo y no una contra la otra. Somos dos en esto, mi imperio es tan mío como suyo, al igual que mi alma y corazón. 

Ella podría acabar conmigo si lo quisiera y yo lo aceptaría, porque sería mi destino. Nos volveríamos a encontrar en otra vida, tal y como hicimos en esta. 

—De acuerdo, si esa es la postura de Abdrion, la aceptaremos en la coalición. Al término del exterminio de Herafel, nos encargaremos de manera personal de Nymra Polvest si continúa con sus estragos en nuestros imperios —no pasa desapercibida la resignación en la contestación de Einer Ditnova, después de todo, Astenont necesita a Abdrion si quiere ganar esta guerra—. Quiestey mevs impis, sierneres. 

«Protegemos a nuestros imperios, señoras»

El tratamiento real de "señor" o "señora" solo es utilizado para sectores privilegiados de Astenont, los cuales están constituidos en gran manera por la familia Ditnov y la familia Zartev, o los aristócratas más famosos que hayan sido cercanos a estas familias en algún momento. 

El hecho de que Einer Ditnova, la actual emperatriz de la corona roja, haya decidido utilizarlo en nosotras y en Kairashana Lairovst, me habla mucho del poder de persuasión que posee la melliza oscura. Sin lugar a duda, anhela convencernos de estar de su lado en la guerra y de mantener los mismos pensamientos que ella con respecto a la situación que involucra a Polvest, Herafel, Hilayn Ditnova y sus más recientes servidores. 

—Me complace formar parte de esta alianza política para erradicar aquellos núcleos de perturbación para nuestros territorios, majestades —la pacifix impi sonríe primorosa y se levanta de su silla, alisa la falda de su vestido sin apartar su vista de Rowan—. Si me disculpan, conversaré unos detalles con la emperatriz Rowan en lo que ustedes, majestades de la corona roja, planifican con la emperatriz Luciale. 

—Ehm, sí, claro —Tree me observa sin comprender qué sucede, pero se levanta sin más y sigue los pasos de Lairovst. 

No confío tanto en la pacifix impi como para dejarla a solas con la mujer de mi vida y mi emperatriz del sol, pero tampoco debo ni puedo controlarla. Es una mujer adulta, libre de tomar sus propias decisiones, no puedo prohibirle hablar con la Diosa Luna, solo tengo el derecho a intervenir si sucede algo que implique violencia o maltrato hacia mi amada. 

En cuánto sus pisadas se apagan en mi audición agudizada, me golpea el sonido de un líquido que es vertido en una copa. Evalúo a Einar Ditnov en silencio, frente a mí, sostiene una copa cargada de vino tinto o sangre, porque al ser un demonio de primera jerarquía y un Drashkara, requiere de esa sustancia vital para cada ser vivo para vivir. 

—Tu esposa es una joven demasiado inteligente, Luciale —su manera de tutearme provoca cierto recelo en mí, pero elijo no enseñarlo al mundo. Prosigo con mi faceta de persona inexpresiva, indiferente a sus palabras—. Es tan insólito que una ninfa del sol haya vivido durante diecinueve años en la Tierra sin ser descubierta antes, ¿No crees? 

Mi mirada penetrante lo coloca en su sitio en un segundo. Los orígenes de Rowan no entran en discusión y no responderé nada que involucre su vida personal, primero porque no me corresponde, y segundo, ella es dueña de querer investigar o no sobre sus padres, su familia, todos esos temas que solo le incumben a ella. 

Fuerzo una sonrisa que aparenta ser natural y burlesca. 

—Ese líquido que ingieres ahora mismo, ¿Representa la sangre derramada en los asesinatos de las hermanas Belttigeh?¿O significa algo más? —señalo sin perder mi elegancia y educación al responder—. Al ser un demonio de primera jerarquía es... normal que la sangre de las hadas más raras sea, en gran medida, gratificante para tu especie. 

Él no responde, pero su profunda mirada azul dice más que mil palabras. Mil cuchillas invisibles atraviesan mi cuerpo, y si él lo deseara, podría transformarlo en una realidad debido a sus habilidades como Drashkara, demonio de primera jerarquía y un Dios: Distrov. 

Golpeé una fibra débil de él. Jamás creí que podría ser espectadora de un efímero instante de molestia en este reservado hombre. Al parecer, la presencia de cierta persona que no es su hermana, produce reacciones sorpresivas en su semblante. 

—¿Qué desean planificar conmigo, majestades? —sonrío victoriosa al lograr mi cometido: incomodar—. El tiempo vale oro y corre, más en estos momentos. 

...

Rowan. 

La Diosa Selenia, también conocida como Diosa Luna, me guía por uno de los corredores del inmenso castillo que pertenece a la familia Ditnov desde los comienzos de este mundo. 

Diviso las paredes de piedra y el techo de madera oscura, pequeños candelabros dorados caen del mismo. En definitiva este lugar grita un estilo medieval de la Baja Edad Media, o quizá de unos años antes. Me recuerda mucho a la estética que le querían dar al libro La Espada del Rey Arturo. 

—No quiero que te ofendas de mi comentario, Rowan —aclara antes de soltar aquello que quizá podría molestarme, inclino mi cabeza para escucharla—. Me desconcierta mucho tu poder, tus habilidades son mayores que las de Nymra y no logro comprender cómo viviste toda tu vida en el planeta Tierra. 

¿Eso es lo que podía llegar a sonar ofensivo para mí? Anhelaría reírme. He soportado cosas peores, insultos, señalamientos hacia mi persona, exclusión, que me ignoren, que se burlen, que comenten tras mis espaldas a cada lugar que voy. No ha dicho nada que podría llegar a herirme u molestarme, fue bastante respetuosa al expresar su opinión. 

—Quédese tranquila, Kairashana, no me ofende ni molesta. Comparto su mismo desconcierto ante mi situación, pero supongo que el tiempo demostrará porque viví así durante diecinueve años, ¿No cree? —suspiro con cierta pesadez, revivir o nombrar mi vida como humana normal es llevar a mi cerebro a sobrepensar una y otra vez todos los sucesos que ocurrieron—. Gracias por el respeto. 

—No agradezcas, Rowan, cada ser vivo merece ser respetado. Incluso aquellos objetos que no están "vivos" —sonríe un tanto triste al ver al frente y al cielo, por el gran ventanal delante de nosotras—. Por desgracia, no todos comprenden este concepto. Ellos llevan a Lilium a la quiebra; a que sea una copia de la Tierra, cuando la Diosa Skara dejó en sus sagradas escrituras que esta sociedad no debía convertirse en el egoísmo que ella vivió durante sus primeros años. 

—Por ello nos creó a nosotras, las ninfas del sol, para custodiar su creación, protegerla de todas los desastres posibles —capto hacia donde quiere dirigir el tema de esta conversación y trago saliva antes de decir:—. Regresé al mundo del que nunca debí salir por esa misma razón, ¿No es así? 

Su asentimiento silencioso me paraliza al instante. Al ser una médium, no puede mencionar de forma directa los acontecimientos próximos, pero sí puede desde lo indirecto, lo oculto. Es la gran diferencia entre los médiums, las banshees y las ninfas del sol. 

Mientras las dos primeras especies no pueden hablar de la verdad, nosotras sí. Podemos revelar todo porque nacimos destinadas a cambiar el futuro que algún día estuvo escrito. Un concepto tan extraño, puesto que uno siempre llega a creer que el destino ya está escrito, que el futuro es inamovible y resulta que no, que nuestras acciones determinan cómo transcurrirá nuestras vidas dadas las consecuencias posibles ante nuestras acciones. 

El famoso efecto mariposa. 

—El curso de la vida de todo Lilium está en tus manos. La Diosa Skara ha confiado en ti y te ha entregado su arma de doble filo más preciada. Sabrás usarla con sabiduría —confiesa antes de girarse hacia mí, sus ojos plateados brillan con honestidad y fe. Fe en mi persona, en que yo puedo cumplir con los designios de su Diosa y salvar a su pueblo, a todos los pueblos—. Solo hay un inconveniente... una verdad que estás a nada de descubrir, porque dentro de ti coexisten dos extremos: el bien y el mal. Tu alma escogerá el camino a seguir, pero eso nos afectará a todos de una u otra manera. 

Quedo perpleja ante su discurso. Logro comprender el doble sentido de sus palabras: hay otra especie en mí y que, como he oído una vez, definirá mi destino. A su vez, mi alma contiene uno de los poderes más amados y odiados de todos los tiempos. Soy como el efecto mariposa en el que he creído durante tantos años. 

Nací para destruir o transformar una sociedad. 

Los hilos de la vida se tejen una vez más, conforman las redes de cada uno de nosotros. ¿Y qué debo elegir?¿El bien o el mal?

...

En mi cabeza todavía giran los dichos de Kairashana Lairovst. Han pasado horas, tal vez unas cinco, pero yo no he logrado despejar mi mente. ¿Qué deseaba con todo esa información?¿Prepararme para lo que viene?¿Convencerme de que soy quien es dueña de todos en este momento? 

Me ha confirmado que soy más poderosa que cualquiera de los que pertenece a la corte de los Dioses. Incluso de los Quishenas, los Drashkaras, cualquier especie nativa de esta dimensión. 

¿Cuál es el don que tengo oculto?¿Por qué no se ha presentado frente a mí? Todas las habilidades que manipulo lo han hecho, pero el poder desconocido que mencionó ella no apareció nunca. Ni siquiera en los libros que relatan la historia de las ninfas del sol. 

¿O no lo recuerdo bien? 

Unos golpeteos en la puerta de mi habitación me sacan de mi ensimismamiento de manera violenta. Doy un sobresalto en mi cama antes de suspirar hondo. 

—Adelante —hablo tranquila mientras me recuesto, pero mi respiración se detiene abrupta al visualizar la silueta de Jenna Bransen o Jessera Dissett—. ¿Qué haces aquí? 

No obtengo una contestación de su parte, solo cierra la puerta tras ella y se dirige hacia mí. Se sienta a mi lado en la cama, incapaz de dedicarme un mínimo contacto visual, algo que me extraña de sobremanera. 

Su silencio provoca que el nudo en mi estómago se retuerza, mis latidos se aceleran al presentir que no se aproxima nada bueno para mí. Mi mente le da mil vueltas a qué no haya abierto la boca, ¿Por qué hacerme esperar tanto si sabe que la ansiedad puede más que yo?¿Y que voy a sobrepensar cada acción de los demás? 

—Lamento mucho no haber venido antes, Rowan —susurra, con profunda pena. Frunzo el ceño—. Todo esto no debía suceder, pero ya no puedo detenerlo. Sé que la emperatriz de Zildwi te señaló algunas cosas y es justo por eso que vengo contigo, ¿Deseas descubrir tus verdaderos orígenes y comenzar con tus entrenamientos de tus poderes ocultos?¿O prefieres vivir en la ignorancia? Tengo información de tu familia que podría interesarte. 

...

Helloooo, tanto tiempoooo. Ahre, solo fueron dos semanas (?

Lamento irme así, pero me llenaron de trabajos y parciales. Por fortuna los aprobé todos y puedo traerles caps largos más seguidos.

¿Cómo se encuentran?

¿Opiniones?

¿Qué opinan?¿Les gusta el rumbo oscuro que está tomando todo esto? Ah, a mí me encanta.

Amo a Rowan y Luciale, pero también amo dar guiños de los próximos shipps que tendrán sus libros 👁️

¿Qué creen sobre la historia de Rowan?¿Sus padres son sus padres?¿Cuál es su otra especie?¿Por qué Luciale se niega a aceptar esa especie?

Todas sus dudas serán respondidas en el próximo capítulo semanal. Amo que comenten y pronto les reaccionaré a lo que comentan, los amo. <3

Cuídense mucho. <33

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