Capítulo 22. "¿Identidad falsa?"
Luciale.
Al cruzar la entrada de la mansión de arquitectura victoriana que pertenece a la gobernación del condado de Mellster, todos los presentes se reverencian ante mí. No emito sonido alguno más que el de mis pisadas mientras me encamino hacia la habitación de Kreim.
Los guardias no dudan en abrirme las puertas una vez me encuentro frente a ellos y yo les dedico una leve sonrisa para disimular mi molestia que crece cada vez más a cada segundo que transcurre.
—Le agradezco por su atención, doctora —lo oigo murmurar sin percatarse de mi presencia—. Cualquier dolencia se la informaré a la brevedad.
—Me retiro y hasta la próxima visita —le sonríe la mujer con gentileza, recoge su instrumental quirúrgico, medicamentos y demás—. Majestad.
—Doctora Trayshon —menciono su apellido con una gota de acidez en mi voz, finge no percibir mi forzada serenidad a su lado—. ¿Cuál es el estado de salud del Conde Liweul?
La joven mujer, de cabello morado igual que su hermana mayor, se reverencia por mi presencia antes de continuar organizando sus objetos de trabajo.
—Actualmente se halla estable, su recuperación será rápida. Parece ser que la magia utilizada en él no dañó ningún órgano importante más allá de un riñón, agradezco que él es un cambiante de cuervo y por ende puede regenerarse al cambiar de forma. De lo contrario...
—¿Qué tipo de magia ha encontrado en su cuerpo? —inquiero indiferente, pero expectante por su respuesta. Su conducta tan formal y educada me provoca cierta intriga, no obstante, la oculto para no ser tan evidente ante cualquiera.
La familia Trayshon jamás se dedicó a obras de caridad o brindarle su ayuda a otros sin nada a cambio. Esta joven vino aquí por otras razones que son muy obvias para mí, pero me encantaría ser espectadora de hasta cuándo creerán que pueden verme la cara de idiota en este imperio.
—Magia oscura —responde apresurada—. Extraje una muestra y la envié para que la examinen. Los resultados le llegarán en unos días.
—De acuerdo. Puedes retirarte —expreso gélida, mis ojos grisáceos intentan penetrar en lo profundo de su mirada clara y ella comprende ese gesto. A diferencia de su hermana Krissalida, me teme y no encuentra la manera de esconderlo.
Se retira sin hablar de nuevo, me enfoco en perseguir sus pasos a través de mi audición agudizada hasta que no la escucho dentro de la mansión y tampoco en el terreno. Se ha ido por completo, ya existe la suficiente privacidad en este lugar como para suspirar de manera pesada antes de voltearme para encarar a Kreim.
—¿Mantienes algún tipo de vínculo con Einer Ditnova? —cuestiono sin pensarlo dos veces, un impulso repentino se apoderó de mí. No me arrepiento, tarde o temprano debía interrogarlo y prefiero que sea ahora antes que después.
—¿De qué estás hablando, Luciale? Claro que no —niega de forma rotunda, la ofensa en su manera de dirigirse hacia mí podría ser creíble en otras circunstancias—. ¿De dónde sacas esas cosas?
Confío en la palabra de Rowan. No posee motivos para mentirme, aunque por más que lo haga, sus dones irían en su contra. Una ninfa del sol nació para hallar la luz en la honestidad, no la oscuridad en mentiras. Su especie abarca parte de los seres más honestos por explicarlo de alguna manera, no son «puros» porque representan el equilibrio entre el bien y el mal. Sin embargo, sus habilidades les permiten ver el futuro, el pasado y el presente de una persona, para hablar con la verdad sobre ella.
—No repetiré mi pregunta de nuevo, Kreim. Nos conviene a ambos que respondas —siseo, quizá un poco irritada.
—No tengo ningún tipo de vínculo con Einer Ditnova. La última vez que estuvo en el palacio intercambiamos algunas palabras, pero eso fue todo —detalla al no poder resistirse a mis poderes—. No era necesario utilizar tu hipnosis, te lo hubiese dicho de todas maneras. ¿A qué viene todo este cuestionamiento?
—Astenont emitió una alerta roja tras tu ataque, nos están "defendiendo" si prefieres utilizar ese término. Los emperadores Ditnov no ayudan a nadie, mi interrogatorio improvisado viene al caso —suspiro profundo, los niveles de mi paciencia bajan de manera estrepitosa. Lo que me deseo es enojarme en público y menos con Kreim, si bien me ha visto furiosa en el pasado, son sucesos que prefiero no se repitan—. No hay una relación siquiera diplomática con Astenont. Les declaré la guerra al rechazar su Tratado.
Su mirada anaranjada se torna oscura mientras se reincorpora de su cama. Le alzo la mirada sin temerle ni tampoco sintiéndome intimidada por él, nos reconocemos demasiado a pesar de los años separados. Es una de las pocas personas que conoce algo real sobre mí.
—Sé que le quieres sacar provecho a esto, ¿A qué viniste en realidad, Luciale? Te conozco —su mano derecha se apoya en mi hombro, quizá busca tranquilizarme. Si cree que estoy alterada, se equivoca. No demuestro casi ninguna emoción frente a otras personas que no sean Rowan o mis padres—. ¿Qué quieres?
—Que cuides tus pasos, que analices las decisiones que tomas. Eres el conde de Mellster, uno de los condados más importantes del imperio de Abdrion y más allá de ello, eres mi consejero. Un paso en falso y la emperatriz Ditnova lo tomará como una ofensa o tal vez una traición —le recuerdo, inexpresiva. Retiro su mano de mi hombro sin delicadeza alguna—. En esas circunstancias sí que tendremos graves problemas con Astenont. Ya tenemos suficiente con Khiat y Herafel detrás nuestro, ¿No crees?
Sus fosas nasales se ensanchan en el momento que él toma una respiración profunda. Me fuerzo a mantener mi semblante sereno e intimidante a la vez, a la espera de una respuesta de su parte.
—Herafel fue quien me atacó —confiesa él, mi máscara de indiferencia se cae al oírlo. Muerdo la cara interna de mi mejilla, mi respiración se torna más lenta—. Creí que lo haría alguien más, pero fue él mismo. Me advirtió que deje en paz lo que es «suyo».
Doy unos pasos hacia atrás al mismo tiempo que sonrío cargada de ironía. Una risita burlesca abandona mi garganta, las cejas castañas de Kreim se fruncen, parece pensativo por mi reacción.
—¿Lo suyo? —repito divertida por la referencia, me rio un poco más. Pasó mucho tiempo desde que algo me causó tanta gracia como las palabras de un imbécil que se piensa que puede volver a mi vida para arruinarla un poco más—. Adoraría poder informarle que nada le pertenece en este mundo y que sus días están contados, pero no tengo forma de contactarlo. Una pena.
—Cambió de forma —murmura por lo bajo para que nadie escuche, solo nosotros—. Es bastante grave lo que está sucediendo, a mi parecer.
Presiono mis dientes para contener la furia que comienza a hervir dentro de mí. Peino mi cabello rubio con mis dedos para actuar como si ignorara lo que Kreim acaba de comunicarme. Fingir serenidad en situaciones donde el estrés y la rabia quieren apoderarse de mí, es una de mis mayores especialidades.
En cualquier otro momento, el hecho de que Herafel pueda cambiar de forma no me hubiese interesado tanto, pero hoy sí. En este presente, todo lo que tenga que ver con esa escoria me interesa y me es importante, por un motivo tan sencillo como que compartimos alma, y cualquier "nueva" habilidad en él es sinónimo de que sus poderes se fusionan con los míos. Estamos mucho más cerca de lo que yo pensaba en unirnos como una sola alma en su totalidad, luego de ello, no hay vuelta atrás.
No podré escapar de él. Ni él de mí.
Debo acabar con su miserable ser cuánto antes, porque en cualquier instante se puede transformar en un problema mucho más grande que todos los que me rodean ahora.
—¿Qué te hizo con exactitud? —indago al cruzarme de brazos—. Detalla todo.
—Manipuló magia que creí que solo tú controlabas. Detuvo el tiempo, incluso para mí, intentó aspirar mi alma, Luciale —relata confundido—. ¿Qué significa todo esto?
—Que Herafel nos quiere ver bien muertos y si no es así, sufriendo por las idioteces que hace todos los días —la voz de Rowan me distrae de la conversación, le dirijo la mirada con cierta extrañeza por encontrarla en este lugar.
La pregunta "¿Qué haces aquí?" se refleja en mi mirada, pero ella no responde a ello. Entra a la habitación sin temor, con el mentón ligeramente inclinado hacia arriba, los hombros estirados para atrás, la espalda recta y una expresión de seguridad que hace poco tiempo atrás empecé a ver en ella.
Sus ojos cafés brillan con tanta intensidad al apreciarme, sé que lucha por correr hacia mí y abrazarme, me he percatado que mi presencia la reconforta mucho más de lo que imaginaba. Se mantiene lo más indiferente que puede para no titubear en lo que está próxima a informarme.
—Espero que te encuentres mejor, Kreim —sonríe un poco con la honestidad que la describe—. Luciale, Griseynna nos comunicó que hay inconvenientes con la mansión de los Arino.
Reprimo un gruñido de fastidio que amenaza con escapar de mi boca, los músculos de mis hombros y cuello se tensan con sutileza. Intento evitar apretar mis puños con fuerza, no es momento de demostrar que este tipo de sucesos me afectan.
No es lógico, las vidas de ellos están en mis manos. Un solo soplido mío bastaría para condenarlos a una eternidad de sufrimiento. Sus poderes y habilidades están a mi disposición, me pertenecen hasta que yo decida regresarles sus vacuas almas.
—Te veremos luego, Kreim —es lo único que expreso antes de desaparecer en el aire junto a mi amada.
Presiento su mirada café fija en mí, esa mirada que yo podría admirar por una eternidad sin cansarme porque evoca en mí una paz inmensa y una felicidad que no comprendo, pero tampoco intento hacerlo. Sé que está confundida porque la he traído a este lugar, el que nadie conoce a no ser que sea la guardiana del mismo: Griseynna Liels.
—Antes de que lo menciones, eres parte de este imperio y como emperatriz debes tener conciencia de lo que significa esta mansión, lo que oculta y lo peligrosa que es —explico antes de girar mi rostro hacia ella, contemplo su perfil—. Aquí están encerrados los descendientes de la familia Arino que sobrevivieron a la Guerra.
—Es... impresionante. Su estilo arquitectónico... En la Tierra esto sería considerado como una reliquia por parecer de siglos pasados —murmura cautivada por la estructura frente a nosotras.
—¿Entramos? —le extiendo mi mano para que la tome, pero me sorprende al notar que se engancha a mi brazo para estar más cerca de mí—. Griseynna debe estar adentro.
No emite otra palabra y yo prefiero avanzar hacia el interior de la mansión Arino. A juzgar porque no hay nadie en el jardín, deduzco que todos están dentro y a la espera de mi presencia. Si bien Griseynna no posee poderes letales, varios de los Arino la respetan por ser la propietaria del Valle Infernal y una de las ninfas del linaje más antiguo de esa especie.
Al cruzar la puerta, oigo voces masculinas y femeninas discutir, una de ellas resalta entre todas por su típico acento aridiense igual al de su hermana. Todas son acalladas por la firme, pero pacífica tonada de la ninfa guardiana de este Valle.
Vislumbro zapatos de diferentes tamaños en una esquina del recibidor, aún siguen con la costumbre de quitarse los zapatos que utilizaron para salir de la mansión y cambiarlos por otros que solo han pisado este suelo de mármol.
Mis tacones resuenan contra el piso junto a los de Rowan, las respiraciones de las personas presentes en este lugar se entrecortan al escuchar un segundo par de pisadas. Supongo que ya fueron notificados de la ceremonia de coronación y de la actual emperatriz consorte a la que deben respetar si continúan con el anhelo de salir vivos y con sus poderes.
—Majestades —Griseynna nos recibe con una reverencia—. Disculpen el alboroto, los jóvenes Arino están un poco alterados por lo sucedido.
—¿Qué ocurrió? —inquiero con la mirada penetrante sobre los jóvenes que mayormente están inclinados en una reverencia larga por nosotras.
Mis ojos cruzan con los verdosos de la hermana menor de Laissa, quién sonríe amable al verme.
Kraya.
A diferencia de su hermana mayor, ella se aprecia llena de vida, como un alma que desprende libertad y amor entre tanto vacío o encierro. Sus iris verdosas con leve toque grisáceo brillan al verme, lleva el cabello rubio recogido en una larga trenza de costado.
Le dedico un leve asentimiento, sé que siente un profundo aprecio por mí incluso si nunca hemos entablado una conversación larga y no superficial. No tengo nada en su contra, después de todo, su madre Danira no fue quien atacó por la espalda a la mía en el último enfrentamiento armado de la Guerra.
—Normelt no está. Kraya lo ha buscado por todo el terreno y no lo encontró —susurra la mujer de cabello rizado frente a mí—. Me preocupa dónde pueda estar.
—Descuida, Griseynna, no llegará tan lejos —le aseguro con una sonrisa orgullosa.
Ese espíritu de perseguir la vida es lo que busco, Normelt es otro disertante de la familia al igual que Vinavina. Ambos ignoraron las normas o las imposiciones reales, pero siguiendo sus ideales que estaban demasiado avanzados para la sociedad de ese entonces. Nunca buscaron encajar, solo ser ellos mismos y revolucionar mentes para que todos nos encontremos al mismo nivel.
Sé lo complicado que es no querer ser encasillado en una clasificación y que todos se empeñen en hacerlo, como si fuéramos seres programados para un solo fin.
Tal vez la Diosa Skara cometió un error al repetir el mismo patrón de querer organizar a todos los seres de este mundo por características similares o iguales. Es el mismo problema al que se enfrentó por siglos el mundo humano: la necesidad de "ordenar" y "encajar en el orden establecido".
—¿No llegará lejos por qué?¿Por qué lo privaste de sus poderes como a todos nosotros?
Los ojos de Rowan buscan los míos con insistencia, quizá en un intento por apreciar alguna expresión en mi rostro al oír la voz de la mujer a la que no soporto en lo absoluto. Ni siquiera ver su nombre escrito en alguna hoja de los registros de los ciudadanos más importantes de Abdrion.
Tree sabe lo mucho que detesto a esta persona, sabe cada una de las razones antiguas y las más recientes. No paso por alto que esté intentando jugar con mi paciencia junto a Nymra Polvest, Herafel, Hilayn Ditnova y Krissalida Trayshon.
—Que grata sorpresa, no esperaba verte por aquí —ironizo con una sonrisa más que fingida, no aparto la mirada de su rostro.
Shinkira Arino.
La primogénita mayor de Mon Arino y Jiskton Wellezpve.
Una de las mujeres más odiadas en esta familia, su madre no se queda atrás y me alegro en gran manera que Vinavina, hermana menor de esta insolente, no haya deseado seguir los pasos de ellas.
—Me disculpo por no haber estado la primera vez que su majestad aquí presente cruzó a este lado del imperio después de años de olvido —el sarcasmo es más que evidente en su comentario, opto por ignorarlo lo más que puedo porque no busco discusiones en este momento—. Por lo que veo ya no tenemos una sola emperatriz, ¿Verdad?
Sus grandes y almendrados ojos azules se clavan en la pequeña mujer a mi lado que ocupa el cargo de emperatriz consorte de Abdrion. Shinkira la analiza sin disimulo alguno, diviso cierto odio y rencor en sus iris que de forma muy lenta se oscurecen con el paso del tiempo.
Lo único semejante con su hermana menor son sus ojos y sus facciones, pues el resto de su aspecto físico es demasiado diferente. Porta el típico cabello de los Arino, rubio hasta la cintura y con ondas marcadas, pero con el paso de los años ha adquirido una coloración un tanto ceniza, dejó atrás el dorado hace una década por decisiones personales. Su tez pálida, casi tanto como la mía, le otorgaría el título de muerta viviente entre los mortales de la Tierra.
Aparenta ser la viva imagen de su madre, solo que con la mirada de su padre. Es una lástima por ella, Mon Arino no merecería ser recordada por nadie, sus acciones merecen ser olvidadas así como la historia de esta familia.
Abdrion comenzó una nueva era, es innecesario recordar el pasado y tenerlo presente. El estancamiento es el peor de los males para una nación que acaba de renacer.
—Shinkira —sisea Griseynna, tajante. Ella tampoco desea escándalos en este instante.
—Rowan Becker, Shinkira. Un gusto conocerte de forma personal —Tree extiende su mano para ganarse la confianza de la rubia, quién no duda en estrechar la suya.
—El placer es mío, Rowan —la sonrisa forzada que le dirige Shinkira despierta mis dudas, sumado a que al parecer ya se conocían con anterioridad, lo cual es imposible—. Díganme, ¿A qué vinieron además de buscar a Normelt?¿Hacer caridad con nosotros llevándose a alguno para el Palacio?¿Advertirnos sobre cómo comportarnos?
Respiro hondo en un intento de apaciguar mis ansias de colgarla del árbol más cercano o torturarla con algo de control mental y absorción de su alma. No debo demostrar que las palabras de una Arino insignificante me afectan al punto de sacarme de mis cabales.
—Me satisface mucho que aún existan personas que intenten averiguar mis intenciones o quieran colocar en mi boca palabras que yo no he dicho —río tranquila, sin duda este tipo de situaciones me divierten y resultan entretenidas. Nada mejor que apreciar a los idiotas en su máxima expresión—. ¿Dónde está Normelt, Shinkira? No busques evadir mi pregunta porque no podrás y lo sabes.
Por unos segundos, quizás treinta, ella prefiere mantenerse callada para salir indemne de mi interrogatorio. Su rostro no refleja ninguna emoción en especial, es como una hoja en blanco, al igual que el mío. No pasa mucho tiempo antes de que comience a hablar, consecuencia del control mental que me dediqué a ejercer sobre ella en este pequeño instante.
—No tengo idea de dónde puede estar, tus poderes no te llevarán a mucho conmigo, Luciale. Compartimos la misma sangre y sería complejo doblegarme, aunque no lo creas —su respuesta me descoloca sin darme posibilidad a disimularlo, parece muy segura de lo que dice—. Lo olvidas, ¿No? Dudo de que hayas llegado al mismo nivel que tu madre, te faltan años de práctica.
—No subestimes a las personas, Shinkira. Recuerda lo que pasó con tu madre —siseo cerca de ella, seria—. ¿Debo detallar como Mon Arino creyó que atacar por la espalda a mi madre durante el combate cuerpo a cuerpo en la Guerra sería una buena idea por suponer que ella estaría desarmada y sería la blanca paloma que creía conocer?
—Tu madre siempre fue una traidora —responde simple, le resta importancia al asunto—. Dríhseida no fue subestimada por nadie, fue una traidora que merecía pagar por sus traiciones y no había otra manera de atacarla, puesto que siempre estaba rodeada de su compañero de vida y de la familia Meire.
—Adoro que hables de traidores cuando tu madre y tú son las primeras en llevarse ese título por excelencia —sonrío burlesca, sin apartar mi mirada de sus ojos azules—. Mon Arino intentó usurpar el trono que, por derecho y por decreto de los antiguos emperadores, le correspondía a mi madre. Tú traicionaste a tu propio padre por órdenes de esa mujer que se creyó la verdadera emperatriz de Abdrion y a quien llamas madre, envenenaste a Jiskton por órdenes de ella. Él confiaba en ti, eras su hija, la luz de sus ojos al igual que Vinavina y tú te encargaste de asesinarlo en vida por el simple motivo de que quería regresar a su tierra natal. ¿No es eso traición?
Me percato de que su respiración se ha tornado más fuerte y pausada, tomó más protagonismo al funcionar como un indicativo para mí de que he llegado a un punto sensible de esta mujer que cree poder verme afectada por algo.
—Me resulta fascinante que pretendas querer ganar este tipo de juegos, Shinkira. Quisiera saber de dónde sacas esa valentía para enfrentarte a mí —hablo entre indiferente y entretenida, mis manos se dirigen a los hombros del vestido de quién está frente a mí. Le acomodo los volados con suavidad, disfruto de este tipo de situaciones.
Shinkira intenta arremeter contra mí para agarrar mi cuello con sus delgadas y aterciopeladas manos de largas uñas afiladas, acción que me toma desprevenida. Sin embargo, unos tallos y raíces negras aprisionan cada parte de sus extremidades, incluyendo su cuello. El aroma amargo que desprenden esos tallos logra que actúe rápido y me aleje hacia atrás.
Es una de las plantas más venenosas para un ser de la oscuridad. Las raíces de este tipo de alga acuática que yace en las profundidades del lago del Valle Infernal, son extremadamente peligrosas y mortales para una especie tan oscura. Se cree que la Diosa Skara las creó para proteger las profundidades del lago, dónde se ocultan muchos secretos y también los registros del imperio de Abdrion.
La única con el poder de entrar allí es Griseynna Liels. Una ninfa que controla el agua, un espíritu guardián destinado a proteger al Valle Infernal de la Diosa Skara de cualquiera que pruebe con destruir sus barreras. Griseynna es única en su clase, la última descendiente del linaje de las ninfas acuáticas guardianas.
—Si intentas rozar siquiera un pelo de Luciale, estás muerta. Y será una muerte mucho más dolorosa que esto, Shinkira —advierte Rowan, molesta—. ¿Fui clara o tengo que aumentar la presión de mis queridas amigas?
Oh, así que es ella la que maneja los hilos de esas raíces. Impresionante, pensé que no había desarrollado sus habilidades relacionadas al elemento de la tierra.
—La ninfa del sol en su máximo esplendor —se mofa la rubia antes de toser de forma ahogada—. Ya tienes tus respuestas, Luciale. Tu compañera lo sabe todo, ¿Podrías dejarnos en paz?
Eso nunca, mi querida Shinkira. Te pudrirás en este lugar y cada oportunidad que tenga para destruir tu alma, la usaré a mi favor. No desperdiciaré ni una sola.
—No te apresures, querida —sonrío—. Kraya Arino, empaca tus pertenencias que vendrás con nosotras al Palacio. El resto, retírense.
...
Rowan.
Al regresar al Palacio, ayudo a Kraya con sus maletas. Ella me agradece en un susurro, percibo su timidez y vergüenza al hablar con una persona que no conoce. Noto el temblor en sus dedos, su respiración un tanto acelerada y su mirada perdida en el suelo.
Su flequillo cae a los costados de su cara, forma leves ondulaciones en el final de los mechones. Hace el esfuerzo por acomodarlo un poco, pero es inútil, pareciera ser que su cabello no quiere ser peinado en este momento.
—Sé lo que es estar nerviosa frente a personas que no conoces —murmuro sin tener idea de cómo expresarme para no incomodarla—. Lamento si te incomodo, en verdad no es mi intención.
—No te disculpes, no es tu presencia la que me incomoda —una pequeña sonrisa dulce tira de sus labios, a lo que yo la imito en respuesta—. Me preocupa ver a mi tía después de mucho tiempo y que ella... se desagrade de verme. Me preocupa Luciale, su manera de mirar es tan intimidante y siento que quiere clavar mi cabeza en una pared.
Apoyo mi mano sobre su hombro y lo aprieto un poco, nos detenemos antes de entrar.
—Tu tía Dríhseida es una gran persona, dudo mucho que le desagrades. De hecho... creo que los extraña a ustedes, los hijos de Danira. Ellas dos eran muy unidas, ¿No es así? —asiente en silencio ante mi pregunta—. Y en cuanto a Luciale, no te preocupes por como te mira. Nos ve así a todos.
Compartimos una risita antes de continuar caminando, arrastro las maletas blancas por el suelo de mármol.
—A ti no —interrumpe mi silencio, el asombro es evidente en mí—. Luciale te mira como si fueses una obra de arte, como esos cuadros que tanto admira de los pintores de la Tierra. Creo que su favorito es, eh, ¿Van Gogh? No recuerdo su nombre, pero adora las obras de ese señor. Siempre decoró sus construcciones con las pinturas más famosas de él y de otros artistas.
Si debo ser sincera, jamás me imaginé a Luciale admirando una obra de arte de la Tierra. Mucho menos de Vincent Van Gogh. De todas formas, tiene mucho sentido con la decoración de su habitación, la ambientación general del palacio, su manera de vestir en algunas ocasiones o el maquillaje que lleva varias veces. El arte es su manera de expresarse, tal vez no pinta o dibuja como tal, pero se manifiesta en otras ramas del arte.
Cuando estoy a punto de responder, un par de voces me detienen en seco. Son dos tonadas femeninas que se gritan, una más alterada que la otra. Kraya se queda a mi lado, con las cejas fruncidas y los labios entreabiertos.
—Dissett, ya le hemos dicho que sus majestades no se encuentran aquí en este momento —puntualiza Chrystel, un ápice de furia se deja entrever en su manera de formular la respuesta.
—Lady Chrystel, vuelvo a recordarle que mi visita es muy importante para su majestad Luciale Meire y su emperatriz consorte. ¡Necesito verlas de inmediato! —exige la otra mujer, reconocería esa forma de hablar donde fuera, con ese acento francés que destaca en todos los lugares a los que va, esa fuerza que aparece al hablar, ese tono fino.
Oírla después de tanto tiempo congela mi andar, me paralizo al instante y un escalofrío me envuelve de pies a cabeza. El frío que me invadió de repente cala mis huesos, suelto las maletas sin poder evitarlo, mi respiración se acelera en cuestión de segundos. La estupefacción es la única manera que encuentro para describirme.
—¿Qué sucede, Rowan? —Luciale se planta a mi lado, la confusión es protagonista de su voz. No obstante, escucharla calma mis latidos veloces y mis extremidades temblorosas a más no poder—. Tree...
Sus dedos acarician mi mejilla izquierda antes de depositar un casto beso en ella, percibo sus uñas peinar mis mechones oscuros. Me apega a su pecho con un abrazo protector, yo me enfoco en apoyar mi cabeza en ella y que me sostenga en sus brazos.
De todas las personas que me esperaba ver en este mundo, jamás imaginé verla a ella, aunque después de haber visto a Hilayn «Mareelly» con mis propios ojos, ¿Habían dudas de que sería otra persona que me mintió durante toda mi vida?¿Y con qué fin retorcido me ocultaron mi verdadera identidad?
—Estoy aquí, cariño —arrulla Luciale sobre mi cabeza, besa mi frente de forma cariñosa—. Nada malo te pasará, ¿Si?
—¿Rowan?¿Ruru? —la oigo de nuevo, noto que la diosa que me abraza se tensa. Está alerta por mí, porque sabe que es un tema que me afecta—. ¿Qué haces aquí?
—Lo mismo me pregunto, Jessera Dissett —señala tajante la dueña de mi corazón en este instante—. Tenías prohibida la entrada al Palacio sin autorización previa. ¿Qué es tan importante para irrumpir la paz de los que vivimos aquí, Jessera?
—Está bien, Lu, yo me encargo —le susurro con una sonrisa tranquilizadora, a lo que ella me suelta despacio para no asustarme.
La sorpresa me invade ni bien volteo a ver a quien consideré mi mejor amiga durante años y hasta hace unos minutos atrás, una humana corriente más.
Jenna Bransen.
Ella está parada unos cuantos metros más adelante, me desconcierta mirar su nuevo cabello rubio ceniza cargado de esas ondulaciones naturales que siempre se encargó de ocultar, largo hasta sus caderas y suelto. No está recogido en una coleta alta, tampoco trenzado como solía llevarlo usualmente.
Su tez acaramelada fue pincelada por nuevos lunares además de los típicos que porta en su mejilla y que forman la silueta de un triángulo invertido. Un aire gélido recorre mis brazos al notar que su mirada de color miel se ha apagado, ya no hay rastros de la vida que caracterizaba sus iris claras ni esos brillos que la inundaban.
No hay nada de la persona que yo conocí durante tantos años. Se siente como ver a una desconocida, pero que en algún momento fue una persona tan importante para mí. ¿Cuánto tiempo pasó en la Tierra mientras yo estuve aquí?
—Jenna —la llamo, disimulo mi voz quebrada.
Corre hacia a mí y me abraza tan fuerte que me incomoda la presión que ejerce sobre mis costillas. Toso un poco por el impacto tan repentino de su cuerpo contra el mío, mas no me siento con necesidad de reaccionar violenta ante su contacto físico. De alguna manera extrañé mucho sus pocos abrazos y sus manos peinando mi cabello cuando el viento hacía de las suyas.
—Estás aquí... —chilla emocionada—. Pensé que estabas... y creí que era una leyenda lo que decían en mi familia. Pensé que había fallado en mi misión contigo. Perdóname, Rowan.
¿Cómo qué misión?
—Eh, yo, sí... estoy viva, si es lo que deseabas saber —sonrío natural, correspondo a su abrazo sin acercarme mucho—. ¿De qué misión hablas, Jenna?¿O Jessera?¿Quién eres en realidad?
El nudo que se forma en garganta es difícil de desatar, oigo su suspiro profundo antes de soltarme y reacomodarse frente a mí. Comparte contacto visual conmigo en todo momento, me duele decir que en sus ojos diviso posibles mentiras y falta de confianza en mí. Es como si se debatiera entre hablarme con verdades o solo seguir con las mentiras que ha forjado cerca de mi vida.
Pensé que era la única persona que no me había mentido hasta ahora. Mis padres, mis tíos, mi familia entera se dedicó a engañarme durante años. ¿Y bajo que razón?
—Jenna Bransen no es la identidad real de tu mejor amiga, Tree —murmura la tonada melódica de Luciale. Cuando baja la voz es el momento dónde más me atraviesan los nervios, su manera de arrastrar las palabras es tan sensual y coqueta sin que ella lo quiera así—. Su verdadero nombre es Jessera Dissett, una de las descendientes de los ángeles guardianes del linaje Dissett que casi fue exiliado del Cielo por el nacimiento de Hilayn Ditnova.
—Creyeron que mi hermana era una farsa porque no es un ángel guardián como nosotros, era condenarnos a una vida terrenal sin poder ayudar a nadie o entregarla a otra familia para que la cuidase —explica Jenna, el pesar es notable en su modo de hablar—. Lamento mucho haberte mentido, Rowan, pero no podías saber que tu mejor amiga es en realidad tu guardiana y que haría lo que sea para protegerte. No deberías estar en Lilium.
—¿Y por qué no? —indago sin comprender—. ¿Qué hay con ello?¿Mis padres no querían que esté aquí?¿Mi familia de este mundo?¿O es que alguien me está persiguiendo como ocurre con otros?
—Supongo que ya debes saber que eres una ninfa del sol —asiento en silencio, ella prosigue—, pero no tienes ni idea de la otra especie que habita en tu interior. Dentro de ti coexisten los dos extremos: la luz y la oscuridad. Que estés en Lilium significa un peligro, no solo por ser una ninfa del sol como la emperatriz Nymra Polvest, sino porque se alteraría el orden de la vida en esta dimensión. Muchos sucesos ocurrirán con tu presencia en Abdrion, aún más si eres emperatriz consorte como veo que eres... Estás casada con Luciale Meire, una unión para la eternidad.
—¿Estoy casada? —veo al amor de mi vida removerse un poco incómoda a mi lado—. Lo hablaremos luego, ¿No?
—Claro que sí, Tree —besa mi cabeza antes de acomodar unos mechones de mi cabello oscuro—. Primero me encantaría saber como demonios llegaste hasta aquí, Jessera. ¿Cómo entraste? Mis personas de confianza tenían una orden estricta hacia ti justo por este tipo de motivos.
—Desde que Rowan se fue, he estado muy preocupada por ella, Luciale. No vas a creerme, pero ella es una persona muy importante para mí. Mi deber como ángel guardián y como su amiga es protegerla de los posibles peligros que la rodeen. La única idea que se me ocurrió sobre dónde encontrarla fue venir aquí, me advirtieron toda mi vida de que ella cruzaría un portal sin saberlo y llegaría al imperio dónde comenzó la historia de su familia.
Creo que es mucha información para mí, me mantengo pensativa sin comentar nada al respecto para no entrar en trance como tantas otras veces en el pasado.
—De acuerdo, te quedarás unos días en el Palacio y luego regresarás a la Tierra. ¿Bueno? —sugiere quién ahora es mi esposa y Jenna acepta sin emitir ninguna opinión al respecto—. Tree, necesitas descansar. Ven, vamos a tu habitación un rato.
Agarro su mano como si mi vida dependiera de ello, mis dedos transpiran por los nervios o por el ataque de pánico que en cualquier momento se va a detonar, no lo sé y no tengo ni idea. Tampoco quiero descubrirlo. Solo sé que mis sentidos se apagan poco a poco, mi cuerpo pareciera estar entumecido o flotando entre algodones, me incomoda a más no poder el no tener control sobre mis extremidades. No creí sentirme así, Jenna no dijo ningún detonante para mí, ¿Entonces?
¿Hay algo de mi infancia que yo no recuerdo y se asemeja a la charla que tuve recién con mi mejor amiga? No gritamos, no insultamos a nadie, ni siquiera nos dirigimos de mala manera hacia la otra. Fue una charla de lo más pacífica, solo que con mucha información de por medio.
—Gracias por sacarme de ahí, yo... —susurro al borde del colapso mientras entramos por las puertas de mi habitación—. ¿Cómo sabes que estoy tan mal?
Escucho como cierra las puertas, yo prefiero sentarme en mi cama al mismo tiempo que intento respirar con calma, lento, despacio, pero el paso del oxígeno hacia mis pulmones es complicado. Detesto esta sensación, la desesperación me invade y mis dedos comienzan a temblar.
Ya detecté lo que detonó este ataque, esta pequeña crisis que no experimento hace un mes o más.
La mención a mi familia.
—Te conozco, Tree —percibo como ella se sienta a mi lado. Toma una de mis manos para colocarla sobre su regazo y acariciarla de manera delicada—. Llevo estudiando cada reacción tuya todo el tiempo que has estado aquí viviendo conmigo, sé cuándo estás a punto de explotar. Tengo muy presente que tu vida nunca fue fácil por cuestiones personales tuyas que no estás obligada a decirme, por eso deseo con todo mi corazón no provocarte las mismas sensaciones o situaciones que en un pasado te dañaron mucho. Anhelo cuidarte y protegerte, amarte si me lo permites, compartir mi eternidad contigo si así lo deseas tú también.
La cercanía de su rostro me evoca una sensación de paz, sus iris grisáceas que usualmente son penetrantes, se muestran serenas conmigo y están teñidas de un amor puro, sincero, sin deseos de herirme. La energía de ella me calma, me renueva, me siento protegida a su lado y amada, en paz, me tiene deseando todo el tiempo estar junto a ella.
Su perfume llega hasta mis fosas nasales, dulce, suave, similar a la fragancia de los jazmines y mezclado con un aroma que no logro distinguir. Sus labios entreabiertos permiten el paso de su aliento mentolado y con cierto olor a vino, noto como los curva hacia arriba en una sonrisa entre seductora y cariñosa. Su mano libre agarra mi rostro para acercarme a ella.
—Te pedí casamiento en nuestra coronación, cuando yo te pedí que me coronaras. Fue el sello de nuestra relación hacia la eternidad, puedes romper la unión cuando lo desees —susurra sobre mis labios, la manera lenta en la que pronuncia cada palabra me distrae de lo que ella dice. Contemplo sus mejillas pálidas, el delineado siren eye de sus ojos grises, el lunar de corazón debajo de uno de ellos, sus cejas rubias perfectas—. Tampoco es necesario que mantengamos un trato de esposas, podemos continuar con el tratamiento de pareja. Iremos a tu ritmo, priorizo tu bienestar y comodidad sobre todo, para mí eres lo más importante.
Callo sus palabras con un beso gentil, ella responde mientras mueve sus labios con más experiencia que yo. Me siento como si estuviera nadando en el mar más furioso y ella es el barco para sacarme de allí. Es el ancla a tierra cuando la marea sube y decido dejarme caer para no luchar más contra corriente.
Es el paraíso en persona, con sus sonrisas engreídas y en otras ocasiones dulces, con su voz melódica y seductora, sus penetrantes orbes grisáceas, su andar elegante y su carácter autoritario, arrogante, segura de sí misma.
Y, por encima de todas las cosas, es mi lugar seguro. Es mi refugio cuando necesito ser vulnerable o permitirme un descanso de recuerdos que me atormentan, pesadillas que me dañan y mi cerebro configurado para hacerme sentir que yo estoy en peligro siempre.
Luciale rodea mi cintura con uno de sus brazos y me sienta a horcajadas sobre ella. Hundo mis manos en su cabello rubio para besarla con más intensidad, despierta mi lado más salvaje y sensual cuando quiere. No lo puedo evitar.
—Deberías verte mediante mis ojos. Una obra de arte digna de ser admirada, un paisaje primaveral perfecto —siento sus dedos jugar con el borde de mi escote, sin embargo, su mirada no se aparta de mi rostro—. ¿Qué flores crees que eres?
Frunzo mi ceño, me extraña su pregunta, pero al mismo tiempo me relaja. Es increíble como logra calmarme con algo tan sencillo.
—Yo, eh... no lo sé. Supongo que las orquídeas azules —murmuro para luego depositar un beso en la punta de su nariz—. ¿Por qué?
—Porque para mí eres como mis flores favoritas —susurra en mi oído, cierro mis ojos al sentir su respiración recorrer parte de mi cuello. La sensación es cosquilleante—. Eres como las rosas azules, también como las petunias rosas y como las rosas blancas. Eres preciosa, cariño.
Inspiro con una sonrisa de enamorada antes de girar mi rostro para verla de perfil. Su nariz recta decorada con pequeños lunares de los que no me había percatado hasta ahora, el lunar de corazón en su mejilla y sus labios carnosos que sonríen con seguridad al saber que la observo.
En un rápido movimiento, me recuesta en la cama y se sube sobre mí. Años atrás, me hubiese asustado por este accionar tan improvisado y no confiaría en ella, incluso me habría puesto a llorar del susto, pero ahora la calma me invade.
—Tengo una linda vista de una emperatriz muy querida —comenta, sus iris adquieren un tono violeta conforme habla—. ¿Qué crees tú?
—Que desde este ángulo te ves muy bonita —respondo atontada por su cercanía, su perfume y el calor que emana su cuerpo—. Adoro tu sonrisa, incluso si no muestras tus dientes.
Su máscara de persona fuerte se cae en un segundo ante mis palabras, ahora frente a mí solo me encuentro con su lado vulnerable y sentimental. Puedo apreciarlo a través del brillo de sus ojos y de sus manos que dejan de presionar las sábanas a mis lados.
—Gracias —me habla, más que honesta—. Sonará incrédulo, pero no considero mi sonrisa como un rasgo bello de mí desde hace bastante tiempo.
—No hace falta que me digas nada más —pongo mi dedo índice sobre sus labios, su expresión confundida provoca que yo sonría de forma amplia—. Tuviste experiencias tristes respecto a ello, pero vengo a cambiarlo si me dejas hacerlo.
Se recuesta a mi lado de manera suave para no asustarme, poco después apoya mi cabeza sobre mi hombro y me dedica una mirada tranquila. Acaricio su mentón con mis manos antes de hablar:
—Gracias por ser transparente conmigo en momentos como este —deposito un corto beso en sus labios sin apartar mi mirada café de ella—. Me siento más acompañada y como una persona en la que los demás pueden confiar. Espero estar cambiando tu vida con alguna acción mía.
—Lo haces —musita dulce, me es imposible no contemplar su sonrisa—. Me alegro haberte distraído un poco. Sin embargo y cambiando de tema, más tarde tenemos una reunión con los demás emperadores sobre Nymra Polvest. Tranquila que no estarás sola y los hermanos Ditnov no te harán nada, su reputación no los define.
—¿Sabes? Creo que Astenont se relaciona conmigo y mi familia —opino dubitativa—. Creo que indagar en la vida de sus emperadores me ayudará a descubrir quién soy en verdad.
...
Uy, uy, uy, me aparecí después de un mes.
Pues... Pasaron algunas cosas en mi vida académica y tuve que abandonar un poco la escritura. Ya saben, la vida de una estudiante universitaria es complicada :(
(Estoy al borde de recursar una materia)
En fin, en otras noticiasssss... ¡Les traje un cap el doble de largo para que disfruten! ¿Qué les pareció?
¿Se esperaban lo de Jenna?
Jenna tiene un papel muy importante en la vida de Rowan y en lo que está pasando en Abdrion. A partir de ahora, las cosas se van a poner bien locas...
¿Y ese momento de Luciale y Rowan? Ah, casi +16, eh. Les juro que yo quería escribir algo más subido de tono, pero todavía no conocemos el porqué Rowan no quiere saber nada con ello y necesitamos conocerla más a fondo antes de que ocurra algo así. Una persona como ella no deja que experiencias sexuales ocurran así de la nada.
¿Con quién shippean a Jenna? Ahre, recién aparecía y ya quiero shippearla xd.
Espero que se encuentren bien y que no me hayan extrañado mucho, los amo muchooo. ¡Nos vemos en la próxima actualización!
Esta vez sí que va a ser en una semana.
<3
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