Capítulo 21. "Un ataque a la vez"

Gracias por las 6K de lecturas, por sus votos y sus comentarios. Me alegran el alma mucho. Gracias por todo, mis corazones ❤️

Luciale. 

Las cejas moradas de Krissalida se contraen con más que perceptible confusión y, bastante oculto, temor. Sabe que yo y mi mujer tenemos idea de mucho, pero esperamos que ella hable, quizá para que yo pueda considerar la opción de permitirle redimirse. 

Tree la salvaría sin dudarlo, pero yo no. No soy el tipo de persona que olvida fácil, no siente rencores y perdona como si nada, como si la vida siguiera. Para mí, vivir no es lo mismo después de una traición, porque quebrantaste mi confianza y eso significa haber llegado demasiado lejos dentro de mí. 

De todas formas, ya no le entrego mi confianza a nadie. La única que la tiene es Rowan Becker. Nadie más es digno de tener en sus manos algo tan preciado, un arma de doble filo para mí. 

—No comprendo a qué se refiere, majestad. Jamás se me cruzaría traicionar a mi sociedad y mucho menos a mis emperatrices. ¿Quién se atrevió a difamarme de ese modo? —aparenta estar entre ofendida y molesta, si no la conociera ni supiera la historia de los Trayshon, tal vez le creería. Aprendió muy bien a fingir gestos o expresiones y a mentir como si se escuchara la verdad salir de su boca—. ¿Fue el Conde Veiretzo?¿O los demás Condes, Marquesas y Duques que desconfían de mi cargo? 

No pasa desapercibido para mí la forma en la que menciona "Condes, Marquesas y Duques", tiene muy presente que ningún marqués, condesa o duquesa se atrevería a "difamarla". Sabe quiénes están en su contra y quiénes están de su lado, apoyándola en cada una de sus decisiones para nada sensatas, pero sé que ella cree que sí lo son. 

Todos creemos que nuestras acciones son correctas porque en nuestra historia, pensamientos y mente, nosotros somos los héroes y no los villanos. No obstante, algunos poseemos ese estado de consciencia en que no siempre somos los benévolos, que en ocasiones adquirimos el papel de los malvados. 

Disfruto mucho de ese papel. Ser temida, odiada, la villana, quién lleva el control de la situación, quién gana, la que destruye todo por sus objetivos y le importa en lo más mínimo los demás. 

¿Acaso la vida fue compasiva conmigo cuando estuve con Herafel?¿Alguien creyó en mis palabras más allá de mis familiares, amigos y conocidos? 

—No puedo revelarte la identidad de quién lo hizo —espeto y me decido a verla fijamente a los ojos, esas iris aguamarinas que reflejan mentiras, emociones fingidas, pero que esconden a una mujer que ha sufrido mucho y que debe aprender a tomar sus propias decisiones, sin ser influenciada por nadie más que ella misma—. Fui clara con mi pregunta, Trayshon. Responde sin evadir. 

—No, no estuve involucrada en nada de lo que sucedió —miente de forma convincente, reprimo la sonrisa entretenida que quiere esbozarse en mis labios. Es una pena que intente mentirme cuando lo sé todo y mi mujer también—. Sin embargo, el Conde Veiretzo quiso solicitar mi ayuda para su señora y yo me negué. No traicionaría a mi imperio. 

Su señora. Al parecer, Killan adora a Nymra Polvest. Krissalida Trayshon sirve más que nada a los Arino encarcelados, pero de todas formas ellos, Herafel y la emperatriz de la destrucción están unidos en una especie de alianza contra mí. 

¿Quiénes se creen que son como para intentar que yo caiga?

—¿Nymra Polvest? —la pregunta repentina de Rowan pone en alerta a la mujer frente a mí—. Al Crastare impi nev pratyesh sempe, Krissalida Trayshon.

«La emperatriz de la destrucción no te protegerá por siempre, Krissalida Trayshon»

Una frase cargada de razón. Polvest desechará a Trayshon cuando ésta ya no sea de su interés y necesitará protección de alguien, más que obvio que ese alguien no seré yo. ¿Me cree tan estúpida como para no haber detectado su magia en la grieta de la barrera? 

Krissalida es una de las tres mujeres que le falló a las leyes de este imperio. 

Todos saben lo que implica fallar al imperio y sus leyes. 

—No tengo idea de que habla, majestad —se defiende la líder de los Quishenas, guardo silencio para no exponer mis planes para desenmascararla al igual que todos los traidores que gobiernan alguna parte de mis territorios. Pronto todos caerán por sus propios pies y se arrodillarán para suplicarme misericordia—. ¿Cómo se encuentra Katrina Van Ederd? 

—En tratamiento —respondo cortante—. No hablaré más detalles al respecto. Firmó un contrato de confidencialidad sobre su tratamiento, ni siquiera su familia puede saber algo de su estado de salud hasta que su tratamiento finalice. ¿Alguna otra pregunta que desees hacerme? 

—¿Ignorará las peticiones de su pueblo por mucho tiempo más? —su interrogante me descoloca sin que ella lo sepa. No detecto ningún ápice de miedo en su semblante al cuestionarme, solo hallo desafío. ¿Y la mujer atemorizada que se presentó frente a mí?—. Es consciente del revuelo que han causado los acontecimientos más recientes, incluida su tan polémica coronación. 

—Dudar de la palabra y accionar de tu soberana puede costarte la vida, Dahlia —le recuerda Rowan, me sorprende encontrar esta especie de oscuridad en ella. Utiliza el segundo nombre de la Quishena más poderosa solo para molestarla o provocarle algún malestar, como si supiera sus más recónditos secretos—. Si tu plan es reencontrarte con Tyva, lo hubieses dicho antes. 

Tyva.

También conocida como Trayvanna Belttigeh, una ciudadana aridiense con una reputación bastante temible por sus habilidades como hada del fuego. Hace quince años, su nombre era famoso dentro y fuera de Abdrion, todos estaban maravillados por su magia, pues era conocedora de todos sus poderes relacionados a ese elemento. Fue capaz de derrotar a otra hada del fuego en su academia, nadie podía contra ella a pesar de ser una adolescente. 

Claro que otras especies sí que podían y fue por ello que hoy en día ya no se encuentra con nosotros, pero tal vez sí con Skara. Nadie lo sabe.

Trayvanna Belttigeh fue la mejor amiga de Krissalida Trayshon, los Quishenas las describían como la misma alma en dos cuerpos diferentes. Su similitud en cuanto a personalidades, gustos personales, inteligencia, habilidades, poder, eran muy semejantes a pesar de ser dos especies muy diferentes. Más allá de todo ello, ellas se querían mucho. 

Su muerte le afectó mucho a la Quishena más poderosa que hoy en día lidera a los suyos. 

—Hacemos lo que creemos mejor para el pueblo, Trayshon —siseo sin perder mi poca paciencia, enseñarle mi verdadero estado de ánimo es darle una entrada libre a que quiera destrozarme de alguna manera—. Dile a tus queridos Quishenas que cuestionar a su diosa no los hará más merecedores de la felicidad con la Diosa Skara ni les traerá a sus amados Arino de regreso. Aceptar la realidad es lo más sensato en una situación así, ¿No crees? 

Su silencio también significa una respuesta. La ausencia de palabras debería ser un detalle que todos tendríamos que validar. ¿Por qué recibir una respuesta con oraciones que son más que una farsa si la falta de la voz de nuestro interrogado es más que suficiente? Nos indica que nosotros llevamos el control de la conversación y de la situación en sí, el poder para provocar que esa persona no desee irrespetar nuestro ser nunca más. 

Presiono mis labios con firmeza antes de curvarlos en una tenue sonrisa maquiavélica. 

—Eso esperaba oír —suspiro, satisfecha por su actitud—. Si desea otra reunión con sus emperatrices, tendrá que acordarla con antelación, líder Trayshon. De lo contrario, no espere nuestras presencias en su estancia. ¿Se le ofrece algo más? 

Niega con la cabeza, al parecer le he quitado el habla sin saberlo. Mi sonrisa se amplía un poco más antes de retirarme junto a Rowan, sin detenerme a esperar una despedida por parte de Krissalida ni nada que se le asemeje. 

...

Cuando regresamos al palacio, ya es hora de la cena. La noche cayó más veloz que otras veces y cuánto desearía afirmar que no es por el motivo de que Rowan ha dado uso a parte de sus poderes en las últimas cinco horas, pero lo cierto es que es así. Esa es la tan sencilla razón que quizá no quiero aceptar. 

Observo a Vinavina frente a mí, su majestuoso vestido de la coronación fue reemplazado por un largo camisón negro, de mangas largas y abultonadas con un escote en V bastante pronunciado. Su cabello rojizo está suelto y cae por los lados de su cara. 

Rowan está al lado mío, su cabello oscuro está recogido en una especie de coleta bastante despeinada, pero que al mismo tiempo se ve agradable a la vista. Lleva un camisón de tirantes, en un color celeste pastel, con encaje en los bordes del escote. Parece bastante cómoda mientras come su plato de pasta, unos ravioles con salsa de tomate estilo bolognesa

Recuerdo que cuando fui a la Tierra, probé esa salsa y fue una maravilla. Sé que es algo que a ella le gusta y que extraña del mundo donde fue criada, así que pedí que le prepararan ese plato para ella. 

La sonrisa que la invade mientras ingiere un pedazo de raviol me alegra el alma, sus mejillas se inflan de forma leve, pequeños hoyuelos aparecen cerca de sus comisuras y aprecio la emoción en sus ojos cafés que brillan con un dorado intenso por unos efímeros segundos. 

Ella es tan perfecta. Tan hermosa. Una obra de arte por completo, como La noche estrellada que pintó Van Gogh o Los Girasoles. En ocasiones me agrada pensar el brillo dorado, que la invade cuando sus poderes están activos, como los pétalos amarillentos de un girasol. Un gran girasol que adoro admirar por horas sin cansarme ni un segundo, pues a cada instante descubro algo nuevo de ella. 

—Extrañaba mucho comer pastas —comenta al percatarse de mi mirada—. ¿Me veo demasiado emocionada? 

—Te ves hermosa —musito sin apartar mi vista de sus ojos, daría lo que fuera por ver esa felicidad siempre en ellos. 

—Mi tía solía cocinarme pastas para mi cumpleaños. De hecho, con mi padre se encargaban de llevarme todos los veintinueve de cada mes a un restaurante de un amigo de ellos para comer los famosos ñoquis —relata sin perder esa emoción en su voz, aunque está mezclada con un poco de nostalgia. Noto que hasta Vinavina centró su atención en la mujer a mi lado—. A veces la extraño mucho. Cuando se... fue... mi mundo se quebró un poco. Me gusta pensar que hay una vida después de la muerte y que ella es la diseñadora de modas que tanto deseó ser en vida. 

—Hay una vida después de la muerte, Rowan —se atreve a hablar Vinavina, más que una opinión es como una afirmación. Percibo que sus palabras no cargan con el doble filo de siempre—. Ya ves todo lo que es posible aquí. Tu tía está en un lugar mejor y cumpliendo sus sueños, pero también te cuida a cada momento. Y está bien si te duele el tema, ¿De acuerdo? Son situaciones difíciles de vivir y es válido llorar o que se nos quiebre la voz. 

—Puedes llorar contra mi pecho si lo necesitas, Tree —susurro suave a la vez que agarro con delicadeza su mano para entrelazar nuestros dedos. Ella asiente al escucharnos—. ¿Prefieres ir a descansar? 

—No, está bien. Voy a seguir comiendo —me sonríe, con la misma energía que antes. Regresa su atención al plato para continuar lo que hacía instantes atrás, sin embargo, no suelta mi mano e incluso se aferra a ella. 

—Discúlpenme si sueno un poco... ¿Entrometida? O quizá el término correcto sería fuera de lugar —comienza Vinavina, indecisa sobre lo próximo que dirá. Tomo mi copa de vino con mi mano libre mientras espero su pregunta—. ¿Creen que Laissa y Paularah tengan algo? 

—¿A qué haces alusión? —inquiero seria a la vez que suelto el tenedor de plata sobre el plato con mi comida favorita de Abdrion—. Sé directa, Vinavina. 

—¿Crees que ellas dos se gustan o algo así? —Rowan se siente interesada en el tema—. Yo sé que sientes eso porque... viste lo mismo que yo. ¿No?

—Luciale, Rowan y yo vimos como Laissa y Paularah se dedicaban una mirada significativa —me explica, a lo que yo no comento nada al respecto. Me limito a darle un sorbo al vino de mi copa—. Digo, no sé si sienten algo la una por la otra, por ello intentaba saber la opinión de ustedes. 

—Para mí que sí tienen algo ellas dos, eso explicaría por qué no está aquí con nosotras ni tampoco Martz —teoriza Rowan antes de continuar con su cena. 

Paseo mi lengua por mis paredes bucales sin encontrar las palabras exactas para poder expresarme de manera serena. Quiero decir, comprendo la curiosidad de Vinavina y soy capaz de detectar que también se aprovecha de que Rowan es igual de curiosa que ella, sin embargo, ¿Por qué interesarse por Laissa? 

Tal vez me siento como un alma demasiado antigua entre jóvenes como ellas. Desde luego que jamás he desprendido la energía juvenil que rodea a Tree o a Vinavina, ellas lucen tan modernas, tan jóvenes y tan entendidas con muchísimos aspectos del mundo mortal. 

En definitiva, conversar sobre otras personas en temas bastante más triviales me resulta un tanto incomprensible o absurdo. 

No obstante, no paso por alto que Tree se halla bastante cómoda en una conversación así de casual. Me apuntaré este tipo de detalles para que ella se sienta mucho más cómoda y calmada a mi lado, me alegra verla así. 

—Lo único que... opinaré referido a este asunto es que Laissa es una mujer adulta, de veintisiete años, libre de vivir su vida como le plazca. Si mantiene algún tipo de relación o no con la Ashtare de Abdrion, no es algo que me concierne —expreso tranquila, apoyo la copa en la mesa sin emitir ruido alguno—. Tiene derecho a ser feliz, reconstruir su vida y si Paularah es quien la hace feliz, no debo ni tengo porqué inmiscuirme allí. 

—¿No afectaría la relación de protectora que tiene Paularah con ella? —pregunta Rowan, un poco confundida—. ¿De verdad no te molesta? 

—¿Por qué debería molestarme que alguien viva su vida? Si son felices y encuentran seguridad la una en la otra, me alegro mucho por ellas. ¿Afecta al rol de protectora que cumple Paularah? Claro que sí, pero también es cierta ventaja y creo que hasta ayuda bastante que haya sentimientos de por medio. Eso me asegurará que Laissa no caerá ante los falsos encantos de Herafel de nuevo ni que él podrá atormentarla como intentó hasta hace unos días —hablo un poco indiferente, no me agrada expresar algún tipo de emoción cuando opino. Prefiero mantener un rostro inexpresivo, gélido y tal vez un poco malhumorado. 

—¿Intentó atormentarla?¿Cómo es q-?

—Espera un par de minutos, Vinavina —le murmuro al detectar un par de zapatos de tacón bajo que se aproximan hacia el comedor. Reconozco las pisadas de Laissa y puedo percibir, al igual que Rowan, que vendrá a hablarnos sobre lo que encierran las preguntas de la Arino de cabellos rojizos. 

Laissa se presenta ante nosotras sin mencionar nada, en un silencio absoluto se sienta frente a Rowan para luego apoyar sus manos en la mesa. Sus dedos lucen rojizos, tal vez un poco hinchados, pero sus muñecas están teñidas de un morado que angustiaría a cualquiera por lo oscuro que es y lo doloroso que se llega a apreciar. 

Su cabello rubio no está peinado, no nos dirige el rostro, tan solo se ha sentado frente a mi mujer como un ente errante. Hasta la túnica que lleva puesta se siente como si ella no fuera Laissa Arino. 

—Lo intentó de nuevo —es lo único que escapa de eso boca, en un murmullo casi inaudible y poco entendible. 

—¿Cómo lo intentó de nuevo? —indago, llevo la copa de vino otra vez a mis labios y doy un largo sorbo—. ¿Qué fue lo que hizo esta vez? 

—No lo sé... él... ¿Traspasó la barrera entre los sueños y la realidad? Sentí sus manos encadenando las mías, sus ojos observándome entre la oscuridad y... una presión en mi cuello, como si me asfixiara —detalla con ciertas pausas de por medio, su voz se vuelve más baja con cada palabra—. ¿Cómo es que tiene tanto poder? 

—No tengo ni la más remota idea, Laissa —finjo no saber del asunto, cuando sé a la perfección que la razón se debe a aquello que me acompaña día con día y me quiere arrastrar al borde de la poca cordura—, pero de todas formas no durará mucho. Tu demonio protector tiene ansias de salir y tal vez sea momento que le permitas conocer el exterior. 

Mi comentario no la asombra, solo suspira con pesadez y lleva las manos a su rostro para frotarlo sin mucha delicadeza. La frustración invade cada parte de su ser, parece ya cansada de toda esta situación. 

Laissa nació con un demonio protector, al ser hija de Derker Zartev, uno de los hermanos de la difunta emperatriz Meriliah de Astenont, heredó las habilidades y la jerarquía como demonios que lleva esa familia. Son entidades demoníacas de primera jerarquía o rango, lo que significa e indica que son de los más peligrosos que pueden existir dentro de esa especie, pues son devoradores de almas, podrían corromperlas o incluso poseer sus cuerpos, así como adueñarse de su espacio mental y orillarlos a un estado mental inestable tal cual se ve en las películas de terror de la Tierra. 

Creo que en uno de mis viajes a ese mundo escuché de «El conjuro» y «El exorcista». Imagino que debe haber muchas más películas que retratan historias que, si bien para los humanos pueden verse muy fantasiosas o irreales, existe esa posibilidad de que sean reales. Los demonios de primer rango comprueban esos testimonios de las películas. 

Laissa Arino también nació con la capacidad de fusionarse a una entidad demoníaca superior, como un maestro de ella que aparece en situaciones donde deba enviarle un mensaje importante, advertirle sobre alguna situación futura o algo tan sencillo como protegerla de cualquier alma que sea similar a una amenaza para ella. 

Con la inhibición de sus poderes, el demonio protector de ella no obtuvo la oportunidad de manifestarse ni siquiera en sueños. Sumado a ello, la mujer rubia tampoco se ve muy entusiasmada de tener otro espíritu que cuidar además del suyo. 

—Puede disolver la barrera que lo mantiene alejado del mundo real por la inhibición de poderes —opino antes de terminarme la copa de un solo trago, saboreo el vino unos instantes antes de continuar—. Si deseas aligerar la presión que cargas, lo único que debes hacer es soltar. Suéltalo. Libéralo. No le haría daño a nadie que sea inocente. 

La presencia de Paularah Kreshton irrumpe en la serenidad de nuestro comedor. Dirijo mi vista hacia ella, quién se reverencia antes de proceder a hablar:

—Majestad, según informes de soldados destinados a Mellster, han atacado el condado y el Conde Liweul fue herido. Jessera Dissett solicita verla también. 

—¿Cómo que el Conde Liweul fue herido?¿Y los soldados que lo protegían? —siseo, mi autocontrol intenta ganar la batalla contra la ira que burbujea en mi interior como si fuera un volcán a punto de entrar en erupción. 

—Imagino que están muertos, no tengo más noticias sobre ello. Creemos que fue el imperio de Khiat quien atacó Mellster. Los emperadores de Astenont emitieron una alerta roja —me informa. Para mí resulta imposible disimular lo pasada que me encuentro en este momento. 

—¿Cómo que alerta roja, Paularah? —inquiere Rowan en un tono confundido—. ¿Te refieres a...? 

—Sí, majestad. Los emperadores Ditnov le han declarado la guerra a Khiat por atacar un territorio suyo. 

—¿Quién carajos es Jessera Dissett y por qué su apellido me suena conocido? —formula Laissa, descolocada—. ¿Los Dissett no estaban extintos?

—Estaban —enfatizo, me levanto de mi silla sin perder mi autocontrol, por lo que desde fuera luzco como una persona segura, que sabe su próximo paso y en estos minutos ha pensado con la cabeza fría—, ya no. Ashtare Paularah, pon al imperio bajo alerta y envía un escuadrón especial al hospital donde se encuentre el Conde Liweul en estos momentos, debo aclarar unas cosas con él. 

—Como ordene, majestad —se reverencia de nuevo, no sin antes dedicarle una mirada intrigada a la mayor de las Arino presentes, antes de retirarse por las puertas dónde entró. 

—¿Sabes que Einer Ditnova emitió la alerta roja por Kreim? Ellos dos... mantienen una especie de vínculo —murmura Tree, dubitativa—. Creo que comenzó cuando Einer visitó Abdrion hace un mes, lo vi en la mirada de él. 

—¿Kreim?¿Con Einer Ditnova? —las cejas rojizas de Vinavina se contraen mientras que su boca adquiere la forma de una nueva se disgusto y confusión—. ¿Es en serio?¿Para que bando juega ese idiota?

—Deberá agradecerle a Skara que no lo decapite yo misma —siseo, tomo la botella de vino y lleno la copa de vidrio otra vez—. Soy partidaria de que todos vivan su vida, disfruten y estén con quiénes deseen, pero si es un vínculo de este tipo, por lo menos debería consultarlo. La situación con Astenont es tensa, no estamos para algo así cuando yo rechacé su Tratado de Paz. Aunque...

Mis ojos se dirigen a un punto fijo de la mesa, pensativa, a la vez que agarro la copa y la llevo a mis labios para beber otro trago de vino. El líquido, un poco espeso, recorre mi garganta, deja su rastro ácido y dulce a su paso, mas consigue calmar mis sentidos alterados. 

—Acabas de encontrarle un beneficio a esto —deduce Vinavina, resopla sin más—. ¿Qué fue ahora? 

—Si Einer desea a Kreim de alguna manera, eso significa que ella defendería Abdrion si algo sucede. Le da igual lo que diga su hermano Einar o la poca relación que existe entre nuestros imperios, ella defiende lo que es suyo, sin importarle si debe acabar con una sociedad entera en el proceso —señalo victoriosa, una sonrisa satisfecha surca mis labios por unos segundos—. Iré a Mellster. Laissa, te quedas con Rowan y Chrystel en mi ausencia. Vinavina, ayudas a Rowan en lo que sea necesario, en cualquier momento la Ashtare Paularah regresará para informarnos de la seguridad en nuestras fronteras, puertos y el estado de la barrera protectora. Cualquier decisión que debas tomar, Tree, la consultas con Chrystel o cualquiera de ellas que esté contigo. 

—De acuerdo, Lu —susurra con sus orbes cafés hincadas en mí—. ¿Qué ocurrirá si algo sale mal con los informes de Paularah?

—Confío en que tomarás la mejor decisión al respecto —apoyo la copa en la mesa para sostener su rostro con mis manos, acaricio con delicadeza sus mejillas antes de besar su frente con lentitud y afecto—. Confío en ti, Tree. No pasará nada grave, quédate calmada, ¿Si? 

—Está bien —sonríe suave, sus manos toman las mías y entrelazan nuestros dedos—. Cuídate mucho, por favor. 

No respondo nada, pero mi mirada le asegura que lo haré. Nymra no se atrevería a atacarme de forma directa, sería firmar su sentencia de muerte por meterse conmigo. Soy un pilar fundamental en este mundo, en Lilium, así como todos los emperadores lo son. Cada uno cumple un papel específico aquí, incluso ella misma. Irrumpir en el perfecto orden de la Diosa Skara es provocar la destrucción de nuestro planeta. 

...

Rowan. 

Me he sentido un poco desesperada en la última media hora. Mi angustia revuelve mi estómago y, a pesar de que tengo hambre, no puedo ingerir nada más. Se me antojaba un helado de fresa con chocolate, pero por lo visto tendré que esperar a estar serena. 

Hace días dudaba de la confianza que tiene Luciale en mí y hace muy poco comprobé que me acaba de dejar a cargo de su imperio. ¿Cómo controlo asuntos de un Estado? Apenas tengo diecinueve años, me gana la ansiedad todos los días y lucho contra mis pensamientos intrusivos desde que tengo memoria. 

—¿Mucha responsabilidad como emperatriz? —se me acerca Chrystel con una bandeja que contiene dos tazas de té. Detecto por el olor que es té de limón con algo de miel y canela. Mi favorito incluso cuando no estoy enferma—. Luciale a veces puede... confiar demasiado en una persona. 

La miro de repente, un poco asustada por sus palabras. 

—¡No! No pienso mal de ti ni nada de eso, me refiero a que si confía mucho en alguien le encarga todo lo que es importante para ella y eso a veces puede ser un poco agobiante para la otra persona —aclara de forma rápida, se sienta a mi lado mientras deja la bandeja en la mesa—. ¿Quieres? Es mi té favorito, espero que te guste. 

—También me gusta —sonrío cuando agarro la taza de porcelana que posee un dibujo de un corazón junto a una frase en el idioma de Lilium. "Sact adl" «Vive feliz»—. ¿Luciale te dijo? 

—Ya quisiera yo que me haya dicho —ríe un poco y lleva su taza azul lisa a sus labios—. Nunca me dice nada, Rowan. Prácticamente tuve que sacarle yo el tema de que le gustabas. 

—¿Hablaron de eso? —inquiero intrigada al respecto, analizo la taza con mi vista y me percato que es una taza que el padre de Chrystel le regaló a Nilu Willekster, la madre de ella. 

Bonito gesto de parte de ese hombre cuya identidad me es desconocida. Solo sé su apellido y el puesto que ocupaba en el imperio, desconozco su nombre o si Nilu lo mencionó en el recuerdo que tuve de ella..

—Sí... No puedo decirte que hablamos exactamente, pero fue bonito. Se expresa muy bien de ti —me explica antes de beber su té—. ¿Y tus gatos? 

—Mis hijos están durmiendo en mi cama —sonrío tranquila antes de tomar un sorbo de mi té y saborear el gusto de la miel con la canela y el limón. La expresión pasmada y confundida de Chrystel me extraña—. ¿Qué? Los humanos a veces llaman a sus mascotas como sus hijos y la verdad me pareció siempre una forma preciosa de dirigirnos a ellos. Para mí, son mi familia y yo los cuidé desde pequeños. 

—Oh, comprendo. Yo nunca tuve mucha cercanía a los animales en este palacio, digamos que Luciale y Vorkiov nunca estuvieron muy familiarizados con ellos. Imagino que por temor a herirlos en uno de sus ataques o algo por el estilo, de todas formas, creo que Dríhseida cuidó de un cuervo hace mucho. Me encariñé con él, solo que después se fue —me cuenta y yo asiento, interesada por saber de la vida privada de Luciale. 

Podría acceder a sus memorias si quisiera, pero no deseo irrumpir su privacidad y menos con lo poco que vi de sus recuerdos. Prefiero no invadir su espacio personal y mental, elijo que ella tome la decisión de contarme de su pasado o sus vivencias cuando así lo desee. 

—Es una taza muy bella —elogio el objeto entre mis manos. 

—Gracias —los ojos cafés de Chrystel se entornan al dirigirse hacia mí, su sonrisa se amplía con ligera nostalgia al escucharme—. Es un regalo de mi padre a mi madre. El aclamado Conde Ver Dreim le obsequiaba muchos detalles a su esposa Nilu Willekster. 

Ver Dreim. 

La mención de ese nombre me suena tan familiar, como si ya hubiese transcurrido esto antes en mi vida y yo no logro recordarlo. Tampoco encuentro algo que me ayude a identificar de dónde sentí que conocí a esa persona, o incluso oí nombrar. Es imposible de forma física que yo le haya conocido siquiera si no vivía en Abdrion hasta hace poco más de un mes atrás. 

¿Y por qué tengo esta sensación como un dejá vu? 

—Se amaron mucho mientras vivían, nunca dudes de ello —le aseguro antes de terminar mi té, ella responde con una sonrisa. 

No tardo mucho en experimentar una presión en mi estómago, como si me apretaran demasiado fuerte el abdomen. Mis dedos desprenden esa luz dorada que Luciale describió como chispear y hasta donde pude investigar en libros, es una de las habilidades más peligrosas de una ninfa del sol. 

Contengo el aliento, sigo el consejo que ella me dio una vez: serenate en situaciones así. Mis emociones pueden controlar mi magia y provocar estragos en Abdrion o el mundo entero. No puedo permitirme eso. 

—Las primeras veces suele ser difícil controlarlo —su tonada femenina me provoca un pequeño sobresalto que intento disimular, la oigo menos vacía y más hogareña, como en la primera visión—. No te culpes si provocas algún pequeño desastre. No sabes que controlas. 

Nymra Polvest. 

Parada frente a mí, una bruma oscura nos rodea. Examino su rostro pálido, pareciera que sus ojos cafés recobraron algo de vida desde la última vez que la vi, aunque tal vez se trate de alguna máscara para esconder sus verdaderas emociones; su ropa es más casual, viste un traje formal en color gris, bastante moderno para el aspecto entre medieval y victoriano que adquirió este mundo. 

—¿Y ese consejo tan gratuito? —pregunto, el recelo intenta no sobresalir en mi voz. 

Sé que ella de alguna manera puede burlar la seguridad de Abdrion y quiero descubrir cómo o por qué lo hace, pues esto no es nada bueno para mi imperio. Y como la emperatriz que empecé a ser, tengo que defender a mi pueblo de cualquier amenaza. 

—Digamos que me agrada ayudar a almas desorientadas —explica con fingida amabilidad, la indiferencia no pasa desapercibida en su manera de modular—. ¿A ti no, Rowan?¿Luciale ya te ha dado una mala impresión? 

—¿Cyra Belttigeh te la dio también? —ataco al descubrir su punto débil más oculto, ella retrocede un paso hacia atrás por el desconcierto. Su expresión ha cambiado de forma rotunda, por más que quiera ocultar la melancolía que tiñe cada rasgo suyo, le es imposible. No hay lugar para la indiferencia—. Sé que no acabas conmigo porque sería un insulto para cualquiera y más para nuestra especie. La Diosa Skara no estaría contenta que personas de una misma especie se asesinen entre sí, ¿Temor a ser desterrada de Lilium? 

De acuerdo a mis lecturas de varios libros que me prestó Luciale, en algunos se mencionaba una norma general para todos los habitantes de Lilium, algo así como una "nota mental" que jamás deben olvidar. La norma dicta:

«Da igual la nación, esa persona que es de tu especie es compañero tuyo y atentar contra su vida sería atentar contra la tuya. Yo no los creé para pelear contra ustedes mismos, quién quiera acabar con su vida, que me lo comunique y será desterrado de este mundo»

Según algunos autores anónimos, fueron las palabras exactas que la Diosa Skara le dijo a los primeros gobernadores de Abdrion, Pauline y Tyson Arino, el par de hermanos que comenzó con el linaje que se mantuvo hasta la muerte de los padres de Dríhseida. 

—¿Cómo sabes de la existencia de Cyra? —formula Nymra, noto molestia leve en sus palabras. Está negada a demostrar una mísera emoción—. Es imposible que hayas burlado mi espacio mental. 

—Nada es imposible en este mundo, Nymra —le recuerdo, aunque muy por dentro me siento fatal por recordarle el nombre de su amada. ¿Por qué hice eso? Yo jamás tocaría temas que duelen en una discusión, porque yo sé cuánto duelen y cuánto nos jode que alguien nos haga lo mismo—. La historia de tú y Cyra es muy conocida. No me metí en tu espacio mental. 

Es una mentira. Al parecer, la emperatriz de la destrucción se vuelve débil cuando habla conmigo, como si obviar la seguridad de Abdrion le hiciera realizar un pequeño sacrificio que implica dejar el control de su espacio mental por un rato. 

Bastó ver sus ojos para que el nombre de esa muchacha, sus recuerdos y lo que sucedió con ella, me golpeen como si fuesen recuerdos que evito. Los sentí tan de cerca que en un punto llegaron a abrumarme por la intensidad de las emociones. 

—Estás permitiendo que la oscuridad entre en ti, ninfa del sol. Algo me asegura y afirma que no eras así antes de conocer a Luciale Meire. Sé que no me equivoco, Rowan. Lo sabes —menciona sin acercarse a mí, pero su postura que intenta ser intimidante y oscura ha regresado. 

No se equivoca con lo que señaló, pero no comprendo qué ocurre conmigo. Me siento otra vez como en esa época, dónde yo tenía catorce o quince años y mi cerebro era dueño de acciones que yo no quería cometer, tampoco era consciente de ellas. Más que mi cerebro, creo que era una parte de mí que me controlaba mientras mi cerebro estaba "apagado". 

Había un nombre para ese suceso solo que no lo recuerdo. 

No contradigo sus palabras, porque no puedo. No hay valor en mí para hacerlo. Solo puedo quedarme estática, en mi lugar, con mis brazos adormecidos como tantas otras veces, con la visión un poco distorsionada similar a "ver doble", soy una espectadora de lo que sucede en mi propio cuerpo. Una horrible sensación que intenté reprimir todo este tiempo que estuve en Lilium, pero todo lo que reprimimos termina por explotar, por ser ese volcán en erupción o ese tsunami que planea arrasar con todo. 

Y mis traumas emocionales, mis recuerdos dolorosos, planean acabar conmigo. Compruebo cada vez más que yo necesito sanarme, porque no estoy sanando, solo evado lo que me sucede. 

—Sé cómo te sientes, Rowan.

Escucho su voz lejana a mí. El espacio donde me encuentro cambió una vez más, estoy frente a otra visión del futuro o un recuerdo, aún no lo tengo claro. 

Un bosque comienza a dibujarse a mi alrededor, a juzgar por los árboles sin hojas y sus troncos quebrados, marchitos, diría que estoy en uno de los tantos biomas muertos de Khiat luego de la Guerra de Arino. Parpadeo un poco, la neblina gris no me permite observar correctamente y vuelve difuso mi campo de visión. 

Un rastro de sangre púrpura oscuro se encuentra debajo de mis pies y me guían hacia alguien que acaba de ser herido. Por la cantidad que veo, quién sea que haya perdido sangre, no debe estar muy bien en estos momentos. 

Tras un par de minutos caminando, distingo a los soldados de la Guardia Real de Khiat con sus trajes negros y algunos incluso con túnicas, sus rostros están cubiertos por un velo negro, todos están en posición de referencia hacia a alguien. Una de sus rodillas está en el suelo y mantienen sus cabezas bajas. 

Es entonces cuando la veo. Su cabello castaño está mucho más largo que las otras veces que nos miramos cara a cara, sentada en el suelo de espaldas a mí, con un cuerpo inerte entre sus brazos y un charco de sangre púrpura que la rodea. 

—Cyra... —la voz de Nymra me rompe en mil pedazos, se escucha tan quebrada y destruida. Sus sollozos apenas le permiten articular una simple letra. 

Al acercarme a ella, logro divisar el cuerpo casi sin vida de quién algún día fue Cyra Belttigeh, una poderosa hada del agua. Nadie igualaba su control sobre ese elemento, el cómo podía incluso utilizarlo para fines malignos y a la vez benévolos. Hasta logró traer a la actualidad varios hechizos muy antiguos que solo utilizaban las hadas más veteranas de Lilium. 

Leí mucho sobre ella. Fue una descendiente directa de Skara, solo que nunca lo supo porque los nombres de los primogénitos de la Diosa Skara se perdieron en la historia de Lilium y Abdrion por razones desconocidas.

Cyra Belttigeh era un alma demasiado avanzada para su época, una amenaza para el planeta entero, al igual que los actuales emperadores de Abdrion, Astenont, Khiat y Zildwi. Todos ellos son capaces de destruir esta dimensión y las demás si se les apetece. 

—Cyra, por favor, vas a estar bien —susurra quién hoy en día es la emperatriz de Khiat, por sus facciones más jóvenes, diría que tiene entre catorce y quince años—. Cyra. 

—Te amo, mi sol —susurra la muchacha recostada entre el suelo, los brazos y regazo de su amada—. Te amé más que a nada, recuérdalo. Mereces la felicidad incluso si no es a mi lado, ¿De acuerdo, mi sol? 

Al término de su declaración, escupe más sangre púrpura oscuro, su respiración se ralentiza a cada segundo que pasa. Detallo sus ojos celeste claro, como el cielo de la Tierra; su cabello blanco con rizos negros corto hasta su mentón. Un hilo de sangre púrpura marcha su comisura y se escurre por su mejilla derecha. 

—¡No!¡Cyra! —grita Nymra sin poder controlar sus lágrimas. 

Su grito desgarrador me destruye por dentro, sus cuerdas vocales parecieran estar a punto de desgarrarse, las lágrimas que se deslizan por su rostro pronto llegan a las mejillas de quién un día fue Cyra Belttigeh, la descendiente de la Diosa Skara. 

Su vida fue arrebatada por motivos que no la involucraban. Era una guerra entre Nymra y alguien más, no tenía que estar metida una persona inocente como ella en algo así.

¿Por qué la vida es tan injusta? 

—Cyra —el sollozo de la emperatriz más joven de la historia de Lilium me deja sin palabras—. Acabaré con ella, ¿Si? Te lo prometo, mi luna. Nos volveremos a ver otro día. 

Besa su frente con cariño, la sostiene contra ella por minutos, como si no quisiera aceptar la realidad. La sostiene hasta que su cuerpo emana una luz blanca y poco después desaparece, ya no quedaron rastros de Cyra. Se fue completamente de la vida. 

—Llama a mis tíos, Sadorx —le ordena al líder de la Guardia Real de Khiat—. Acabaré con esa mujer de la familia Ditnov, les agrade o no. Acabaron con una inocente. Esto no quedará aquí.

El recuerdo de desvanece frente a mí. Reflexiono las palabras de Nymra, esa última frase "Esto no quedará aquí". Solo es una víctima más de todo esto, de una guerra de poder que no le correspondía. ¿Por qué tanto odio entre todos? No logro comprenderlo, ningún emperador es aliado de otro, todos en el fondo se detestan y quieren acabar con quién esté más cerca de ellos. 

¿Qué sucedió para que Nymra sufra tanto? Sus padres murieron cuando ella tenía doce años, perdió a la mujer que amaba cuando tenía catorce o quince años, tomó el trono a los dieciocho como si fuese su responsabilidad. Hasta Luciale fue emperatriz con más edad que Nymra. 

Polvest solo es una persona herida, joven e inexperta. Está cometiendo muchos errores y lamento tener el presentimiento de que Luciale puede acabar con ella en cualquier momento, ha colmado la paciencia de mi Diosa Sheneira. 

—Rowan —me saca de mis pensamientos Chrystel, niego con la cabeza antes de dirigirle mi atención—. Griseynna nos comunicó que ocurrieron cosas extrañas en la mansión de los Arino. Necesitamos que Luciale regrese cuanto antes. 

...

¡Buenas, mis queridos!

¿Cómo están hoy?

Cap largo para compensar la pequeña demora en actualizar <3.

Ahhh, se vienen buenas cosas. Estoy emocionada.

¿Se esperaban esos shipps tan repentinos?¿Kreim con Einer?¿Laissa con Paularah?

Ya hasta estoy planeando los libros de los demás personajes. Y miren, no todos van a transcurrir en esta dimensión llamada Lilium, hay otros que tendrán lugar en otra dimensión que creé (como spoiler gratuito que les doy)

¿Les gustó el cap?

Disfruté mucho escribiendo este capítulo porque lo que está por venir no se lo esperan JSJSJSJSJS

¿Quieren a Nymra?¿Confían en ella?

Sin más que decirles, nos vemos en el próximo capítulo y de nuevo les agradezco por las 6K de lecturas ❤️.

Los amo. <3

PD: para quienes estén leyendo El Blue College, pronto voy a subir el capítulo final y nada más les digo que preparen los pañuelos para llorar :(


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