Capítulo 19. "Cara a Cara"
Luciale.
Me preparo con Rowan para teletransportarnos al lugar entre Pillve y Wisht, un par de los condados más alejados de la capital y aledaños a la frontera con el imperio de Khiat. Son sectores cubiertos por el aspecto de la muerte y gobernados por malditos, la especie que tanto detestaban los padres de Nymra Polvest.
Aunque, si lo analizo bien, Nathior era el problema allí. Zarahíe siempre fue una mujer más abierta y comprensiva, estaba dispuesta a cambiar sus ideales si los de su sociedad evolucionaban y conocía a la perfección el concepto de crecer como persona.
A veces siento un poco de pena por su trágico final. Su matrimonio con Nathior Polvest destruyó su vida.
Es la perfecta explicación de como el amor puede destruir quienes somos y cambiarnos por completo.
—Era un plan tuyo, ¿Verdad? —murmura Rowan con notable curiosidad a la vez que se abotona su abrigo negro con bordados dorados de flores y estrellas de cinco puntas.
—Me encanta que seas tan transparente en todo momento —comento honesta, una sonrisa se apodera de mis labios. Por la expresión entre nerviosa y asombrada de ella, me percato de que he enseñado mis dientes.
La primera sonrisa con dientes en tanto tiempo. Desde lo que sucedió con él dejé de sonreír de esa manera y de hacer muchas cosas que antes me llenaban, dejé de encontrar placer o diversión en mis pasatiempos. Poco a poco me apagué, mi brillo dejó de ser genuino y fui alcanzada por la soledad de la muerte del alma.
A día de hoy, hay algo dentro de mí que ya no existe, que su existencia acabó en el momento que él fragmentó cada parte de mi alma y eligió llevarse la más importante.
—Nunca te había visto sonreír así —habla bajo, su cuerpo se acerca al mío. Solo puedo concentrarme en memorizar cada detalle de su rostro, grabar cada una de sus expresiones con tinta indeleble en mi memoria, de esa forma podré evocar la imagen de su sonrisa si en algún momento la extraño. Y la sentiré conmigo, como ahora—. No estoy diciendo nada malo, si es lo que piensas. Solo creo que es una sonrisa muy sincera.
—Gracias —suelto con un pequeño nudo en la garganta que intento disimular. Acaricio con la yema de mi pulgar su mejilla izquierda para tranquilizarnos a ambas—. No suelo hacerlo muy seguido porque no me agrada sonreír. De ninguna manera.
—Pero que lo hagas conmigo es un gran avance —opina, devolviéndome la sonrisa y utilizando una voz dulce, calmada. Me provoca esa sensación de paz que creí no volver a sentir nunca—. Una vez mi psicóloga me explicó que a veces, si nos sentimos seguros con una persona, hacemos todas esas cosas que creíamos que no volveríamos a hacer. Y es por esa sensación de seguridad que nos transmite nuestro compañero que lo hacemos.
Detesto sentirme vulnerable ante alguien más, como si ser frágil o sensible fuese sinónimo de debilidad o de pocas aptitudes para afrontar la vida. Sin embargo, Rowan cada día pareciera tomarse el trabajo de recordarme que con ella estoy segura, que con ella puedo ser ese lado que nadie conoce a día de hoy y es una de mis mayores fortalezas.
—Respondiendo a tu pregunta inicial, sí, era un plan mío —respondo suave mientras tomo una de sus manos y acerco el dorso a mis labios para depositar un primoroso beso en el. Me percato de que ella parece un poco nerviosa por mi acción—. Así como lo que haremos al llegar a la zona de la grieta de la barrera.
—¿Haremos? —sus cejas se enarcan con palpable curiosidad e intriga, pero al mismo tiempo, cubiertas de confusión.
—Sí, vas a repararla conmigo —explico con convicción y firmeza de la decisión que tomé—. Te enseñaré como cuando estemos allá, solo voy a necesitar que trates de continuar serena y no despegarte de ese estado en ningún momento. Quizás sucedan algunas cosas que... sean un poco incómodas o tensas de experimentar, pero nada que no vaya a salir bien a fin de cuentas.
—Pareces muy segura de tus planes —comenta al analizar mis expresiones y tono, sé que lo ha hecho. Su mirada café no se despegó de mi rostro ni un segundo y sus labios se presionaron de forma leve, como cuando una está pensando muy seriamente en algo.
—Nunca salen mal —sonrío arrogante y sin titubear—. Evalúo cada posibilidad de que algo peligroso ocurra y los adapto en función de ello. Quisiera detallarte más a fondo todo, pero una mente maestra nunca revela sus secretos.
—Apuesto que algún día lo harás, si logré que sonrieras, puedo hacer que me cuentes todo —bromea con una sonrisa amplia y divertida.
Disminuyo la poca distancia que existía entre nosotras, ahora nuestros rostros están separados por unos pocos centímetros y hasta me atrevería a afirmar que se tratan de milímetros. Su mirada café no se aparta de mí, me admira con tanto fervor y cariño, percibo sus ganas de abrazarme en este momento, pero se contiene por el simple hecho de que está intrigada por el próximo movimiento que haré.
—Has logrado mucho más que cualquiera, el poder que llevas en tu alma es increíble —susurro sobre sus labios, mi tonada la embelesa y me percato de cómo su respiración se ha acelerado un poco más—. Diría que sí a todo, pero solo si es contigo. Mis planes te incluyen siempre.
Su boca se entreabre por la sorpresa que la embarga y yo aprovecho la oportunidad para besarla. Uno nuestros labios con delicadeza, elegancia, pero al mismo tiempo la fogosidad y esa seguridad que tanto me describen. Ella persigue mi ritmo hasta que ambas creamos uno, su lengua se enreda con la mía mientras profundiza el beso y yo atino a abrazar su cintura para apegarla a mí.
—¿Está dispuesta a formar parte de mi vida, emperatriz Rowan Becker? —murmuro agitada al romper el beso, mi frente se presiona con la suya sin mucha fuerza, como una caricia cálida que se asemeja a la sensación del sol al salir después de un día nublado.
—Claro que sí, emperatriz Luciale Meire —asegura con firmeza, sus orbes cafés se encienden en el coraje que he encontrado en ella desde hace un tiempo, en esa fuerza que es propia de su ser después de todo lo que ha pasado en su vida.
...
Le he enseñado a Rowan como utilizar sus poderes para teletransportarse y tras un par de intentos fallidos, pudimos transportarnos con un sencillo pensamiento a la frontera con Khiat, justo en el lugar donde la barrera fue agrietada por magia oscura.
El velo es visible frente a nuestros ojos. Compuesto por una capa oscura y opaca, de una tonalidad entre azul oscuro y violeta brillante, semejante a esas telas que se utilizan en el mundo humano y llevan el nombre de holográficas, si mi memoria no me falla.
¿O tenían otro nombre? No estoy acostumbrada al vocabulario moderno. En Abdrion no utilizamos ese tipo de palabras o tecnología para expresarnos y comunicarnos, vamos más allá de eso por ser personas conectadas a sus habilidades oscuras.
Después de todo, mi imperio es el más oscuro de todos. Considero que ni Astenont puede igualarnos, aunque sé que los emperadores Ditnov creen todo lo contrario y son capaces de demostrar cuánto poder abunda en sus territorios.
—¿Qué es el humo negro que se ve en la grieta? Me recuerda al del nitrógeno líquido y se ve igual de frío —murmura Rowan sin despegar su vista de la grieta que atraviesa la barrera, se puede apreciar el paisaje al otro lado con claridad.
—Rastros de magia oscura —me aproximo hacia la estela de humo para acercar mi mano izquierda de forma lenta, pronto la bruma invade mi mano y rodea mi brazo, trepa por él hasta detenerse en mi hombro, donde atraviesa mi piel a la altura del tatuaje que me identifica como parte de la realeza aridiense—. Mi magia es lo suficientemente fuerte como para absorberla sin que me dañe, de esta manera podré saber quién ocasionó todo esto.
—Vaya, es... —comenta perpleja por el acto, sus cejas se arquean con leve incredulidad y fascinación.
—¿Increíble?¿Impresionante? Sí, lo sé —mis iris grisáceas buscan su rostro con ahínco hasta que lo encuentran. Evalúo su expresión con atención, sus orbes cafés no se separan de mí, sus labios entreabiertos me confirman su estado de shock y la manera en la que sus brazos están a cada lado de su cuerpo me lo terminan de asegurar—. Tú también puedes lograrlo, puedes hacer muchas cosas más, pero necesitas conocerte primero.
—Comprendo... ¿Y cómo se repara esto? —se acerca para detenerse a mi lado una vez ya no queda ni una mísera pizca de magia negra—. A eso vinimos, ¿No?
Sonrío leve por su impaciencia y enfoco mi vista en la barrera. Mis habilidades como bruja oscura clarificadora y ser de la oscuridad, me han informado que quien provocó la grieta no fue una sola persona.
Fueron varias, tres mujeres que conozco muy bien. Ya me esperaba que fuesen ellas.
Dos de ellas ocupan un cargo importante en este mundo y la otra se ha transformado en una pobre alma atormentada que prefirió desaparecer de la sociedad para evitar desastres generados en su nombre.
—Solo obsérvame y repite mis movimientos —murmuro tan bajo para que solo nosotras dos escuchemos y no los soldados que nos acompañan.
Ella asiente, atenta a mis movimientos. Mi mano izquierda se presiona contra el velo mágico, al cabo de un par de segundos, una luz morada y negra es desprendida por mis dedos. Electrifica parte de la barrera hasta que comienza a cerrarse la pequeña grieta.
Rowan imita mi accionar, pero con su mano derecha, que es su mano hábil. Pronto sus dedos chispean, como todas esas veces que la he visto pasar por lo mismo. Las yemas de sus dedos se apagan, adquieren una tonalidad un tanto bronceada, y pequeños haces de luz de color similar al dorado envuelven su palma.
Su magia se desliza con rapidez por la grieta, atraviesa esa pequeña raya hasta el otro lado de la barrera. El hecho de que se traslade veloz de un lado a otro me demuestra que su tipo de magia, la del sol, puede llegar a ser más fuerte que la mía.
Ella es luz.
En el momento en que nuestras habilidades chocan, una pequeña nube violeta con puntos dorados se forma ante nuestras miradas. Me resulta tan desconcertante, puesto que desde niña he oído a mis padres explicarme que la magia oscura y la magia de la luz jamás deben cruzarse, el desenlace podría ser mortal para sus portadores; la luz ataca a la oscuridad, la drena como los seres de oscuridad o los malditos a cualquier otra criatura.
Solo una leyenda tiene un resultado diferente y es la leyenda del amor entre la Diosa Skara y Versh Ditnova.
—Kraix zav mi dreithe mav peitrei tha, ya nev lo kraixre —habla una voz femenina a unos cuantos metros, cálida, hogareña, dulce, pero al mismo tiempo vacía y con una falta de sentimientos perceptible.
«Creo que si alguien me dijera esto, yo no lo creería»
Sin embargo, no logra intimidarme ni un poco. Conozco a su portadora y sé que nunca podría contra mí, sus poderes están muy por debajo de los míos.
—Quad serthi —opino irónica a la vez que elevo la mirada para encontrarme con el rostro de la dueña de esa voz.
«Vaya sorpresa»
A pocos metros, dentro del paisaje desolador de la frontera de Khiat, se alza un escuadrón de soldados trajeados de negro, conocidos como la Guardia Real de Khiat. Muy por delante de ellos, se encuentra parada una mujer joven, levemente más baja que yo, quién porta una mirada desafiante.
Reconocería sus ojos color avellana en cualquier momento, su tez más pálida que la mía, su cabello color chocolate que se ondula en las puntas y que no es tan largo como cuando era una niña ingenua. Los lunares que se generaron debajo de sus ojos, similares a las lágrimas que derramó durante años sin que nadie lo sepa.
Su mirada es un mar de odio y resentimiento, igual que la de Vinavina. Solo que esta mujer desea regresar al pasado para evitar todas las desgracias que sucedieron en su vida.
La corona que decora la cima de su cabeza es de oro, con incrustaciones de piedras naranjas, rojas y verdes. El traje que lleva puesto es de seda negra, con detalles naranjas en el saco.
Tanto tiempo sin ver a la emperatriz de la destrucción. La última vez que la vi ambas éramos unas niñas, solo que yo unos años mayor.
La tan adorada Nymra Polvest de Khiat está frente a mí.
—Nymra Polvest —pronuncio indiferente, sin demostrar que en el fondo, solo anhelo que deje de molestarme y de crear tanto caos en este mundo.
—Luciale Meire —menciona de forma lenta y un tanto sarcástica, una sonrisa cruel tira de sus comisuras antes de dirigir su campo de visión hacia la chica a mi lado. La analiza con detenimiento y cierta curiosidad—. Impi.
«Emperatriz»
Procede a realizar una corta reverencia y sus soldados imitan su comportamiento, excepto dos personas que reconozco a la perfección y paralizan mis entrañas de una forma inexplicable. Mi corazón late lleno de odio, de ese rencor que me envenenó durante todos estos años y que, al igual que a Laissa, provocó un profundo cambio en mí.
—Crastare impi —habla Rowan con una tomada serena, pero sé que es una farsa para fingir que todo está bien. Si examino su semblante, está a la espera de un ataque por parte de la emperatriz de la destrucción. O como la ha llamado ella "Crastare impi".
—Nev tavisthe zavsist, impi —espeto imponente, ruda, con esa firmeza que me ha descrito desde que nací. Mi semblante intimida a cualquiera, al igual que la penetrante mirada que no aparto de Nymra.
Las orbes avellanas que destacan en el rostro pálido de Nymra Polvest, regresan a escudriñarme antes de soltar una risa irónica, casi burlesca.
—¿Sarth, Luciale Meire? —inquiere con cierta incredulidad falsa, sé que quiere probarme y determinar que tanto autocontrol poseo.
Es un grave error que muchos cometen. Jamás comprenderé esa necesidad que sienten varias personas de tratar de jugar con mi mente, lo más irónico es que la mayoría son conscientes de que jamás me ganarían en un juego mental.
Antes de que siquiera lo creen, yo he planificado y analizado cada un de las posibilidades, cada plan y cada final. Preveo los movimientos antes de que ellos los formulen en sus cabezas, sé mucho más de lo que cualquiera podría imaginar.
—Sevkesfva —sonríe en dirección a Rowan, sin dejar de evaluarla con la intención de entrar dentro de sus memorias y descubrir quién era antes de llegar a Abdrion. No obstante, la sonrisa se transforma en una llena de odio al no obtener lo que desea—. Mitre kashriara, Luciale Meire.
«Compañera. Tu protegida, Luciale Meire»
—Mev Abdrion impi —corrijo sin perder la elegancia que llevo siempre—. La mujer a la que debes respetar al igual que a mí.
«Mi emperatriz de Abdrion»
—Ol sehz.
«Lo sé»
Mi mirada recae en uno de los hombres que está ubicado a pocos metros de ella. A pesar de los años, su mirada azul inexpresiva no ha cambiado, esos profundos ojos azules que comparte con sus primos y que solo conocen el hecho de demostrar frialdad ante el mundo. Su cabello oscuro está un poco más largo que la última vez, pero sus facciones se mantienen iguales, con ese aire juvenil que siempre llevó consigo.
Es él.
Se ha dejado ver ante mí, como señal de que cree ganar una vez más en esta vida, aun cuando sus instintos le deben gritar que él perdió desde el minuto cero y la humillación se volvería pública, al igual que su muerte y la condena de su alma.
...
Rowan.
Reconocería los pequeños signos de un ataque de pánico en quien sea y dónde sea. Aprendí a identificarlos desde el momento en que comencé a experimentarlos, para poder controlarlos antes de que todo pase a mayores o se transforme en algo mucho más grave.
A juzgar por las microexpresiones de Luciale, está a punto de tener uno e intenta ignorarlo para no caer ante la crisis. Quiere enseñar que es un alma fuerte, una mujer que no le teme a nada y que nada le afecta.
Sé quién es su detonante, lo acabo de confirmar al cruzar una mirada con ese hombre. No hace falta ser una adivina como para saber que él es Herafel, el hombre que tanto Luciale como sus primos quieren asesinar.
Tampoco es necesario preguntar qué ha hecho él, cuando está más que claro que lastimó a Luciale de manera inolvidable, irreparable. Debió ser una experiencia demasiado traumática para ella.
Contengo el impulso de abrazarla y alejarla de ellos con un solo pensamiento, tal vez ella se molestaría conmigo por dejarla como una débil frente a las personas que quiere asesinar. O quizá me agradecería por salvarla de sus pensamientos y emociones.
—El desterrado de los Ditnov —comento de repente, dirijo mis ojos hacia el hombre que se ha vuelto el centro de atención en este instante. Mi mirada despectiva genera que él arquee una ceja, confundido—. ¿Qué hiciste para que Nymra te estime?¿Matar a alguien?¿Mentir como hiciste toda tu vida y como tu hermana también hizo?
Su ceño se frunce, sin entender por completo mis palabras. Me alivio de que su atención ha dejado de ser Luciale y pasé a ser yo. Necesitaba desviar sus pensamientos de la mujer que se robó mi corazón o ella saldría más dañada, y lo que menos deseo es algo como eso.
Es la razón por la que yo no morí ese día, porque el día en que abandoné el mundo humano, planeaba acabar conmigo misma. Había aceptado la salida con mis amigas como manera de despedirme de ellas, de despedirme para siempre. Mi recaída había sido más fuerte esa vez, ya no encontraba motivos para seguir con vida, pero cuando desperté aquí y cuando la ví a ella, algo cambió dentro de mí.
No puedo permitir que un idiota intente herirla, porque ese idiota no tiene poder en la vida de quién hoy en día es la emperatriz Luciale Meire.
—¿Mareelly? —mi voz se orienta hacia la muchacha que se posicionó a su lado desde el principio—. ¿No vas a saludarme como siempre hacías?
Ella está igual a como la recuerdo hace cuatro años, la última vez que la vi. Sus ojos negros, tan oscuros y vacíos, como un abismo doloroso; su cabello castaño oscuro de mechones rubios y de largo hasta la cintura; el rastro de lunares debajo de sus ojos que siempre su hermana comparó con algunas de las fases de la luna por la diferencia de formas y tamaños. Y ese tatuaje de una lágrima debajo de su ojo derecho.
La única diferencia es que ahora mismo su piel es más oscura que la última vez, una señal de que se ha resguardado del sol que podría matarla por ser una Draskhara; y su rostro está cubierto por la mitad con una tela negra de leve transparencia.
Una cicatriz vertical debajo de su ojo izquierdo me es llamativa, jamás la había visto, pero comprendo que es por el hecho de que en el mundo humano ocultaba su verdadera identidad.
—¿O debería llamarte Hilayn Mareelly Ditnova? —continúo sin perder mi calma, parece impasible ante mi mirada asesina—. Hermana adoptiva de Herafel y hermana biológica de Jenna Bransen.
—¿Qué carajos...? —oigo que masculla Herafel, su fría mirada azul se dirige hacia la muchacha que yo creí hermana humana de mi mejor amiga.
¿Todos mis cercanos me mintieron por lo menos una vez en su vida?¿Cuántos más me han mentido?¿Jenna también lo hizo?
Jenna.
La única en la que creía que podía confiar, que podía contarle algunos de mis secretos y mis problemas personales, a fin de cuentas no sabe todo de mí. Siempre existió ese temor de que dejara de verme de la misma forma y fuera como el resto, pero algo en mi corazón me gritaba que ella jamás sería así.
Porque sus intenciones eran nobles. Eran. Ya no sé en quién creer además de las personas que me han dado su mano cuando entré a este mundo, la gente que me rodeó en un pasado ya no es digna de mi confianza.
—Es una ninfa del sol, Herafel. Ella sabe todo de cualquier persona que se le cruce por delante —le recuerda Nymra, sin apartar su vista de Luciale y yo—. Creí que asesinabas especies ajenas a tu imperio, Luciale Meire.
—Lo que creas de acuerdo a los rumores que se esparcieron durante años, no es de importancia para mí —se ríe con cierta ironía, una falsedad que la recubre cuando debe actuar en público. No es la misma mujer que se presenta cuando estamos solas o cuando me besa—. Tampoco debería ser de tu interés porqué la dejé viva.
—El porqué es evidente, Luciale Meire —sonríe la adolescente de ojos avellanas, quién solo finge ser la emperatriz con alta madurez mental que todos creen conocer—. Nadie que se involucra contigo acaba bien. ¿Debo recordarte mis palabras, Sevkesfva?
—¿Debo recordarte todos tus traumas de confianza por la muerte de tu madre y la traición de tu padre? —suelto sin pensar y me arrepiento al instante tras comprobar que su expresión lucha por parecer indiferente y fuerte, pero se está desmoronando con el paso del tiempo.
No he dirigido la mirada hacia Luciale, pero sé que debe sentirse orgullosa de que me defiendo sin su ayuda. No fue la mejor manera de hacerlo, porque yo no soy el tipo de persona que juega con temas tan delicados de los demás, pero no lo pensé antes.
Discúlpame, Nymra.
—Alguien ha aprendido a utilizar sus poderes —sonríe socarrón, Herafel—. ¿Aprenderá a controlarte en un futuro, Luciale? Sabemos a qué me refiero.
—No es asunto público, Herafel —espeta la rubia con desprecio—. Si en verdad aprecias tu vida, mantén tu boca cerrada.
—Sevkesfva —me llama la emperatriz de la destrucción y yo alzo la mirada, sé muy bien lo que dirá—. Recuerda tu lugar, tu especie y quién eres. Dentro de tu alma, sabes en quien confiar y a quien ignorar. Eres parte de este mundo, mucho más de lo que crees.
—Desciendes de dos de los linajes más poderosos —la interrumpe Hilayn, su rostro aún permanece cubierto—. La verdad está más cerca de lo que esperas. Tienes una familia en Lilium, sobre todo en Abdrion.
Sus siluetas desaparecen como un haz de luz dorada y oscura tras las palabras de quién yo creí que era la hermana mayor de Jenna, una humana común y corriente. Pero resultó ser la ex cuñada de la mujer que amo y deseo con todo mi corazón.
—Gracias —suelta el aire que lleva contenido desde que Herafel se presentó frente a sus ojos, campante y con la convicción de que su presencia es una molestia en nuestras vidas—. De verdad que te agradezco mucho, Ro...
Ro.
Ese apodo debería disparar mis niveles de ansiedad y ocasionar un ataque de pánico en mí, en estos momentos debería estar perdiendo el equilibrio y, en consecuencia, caer al suelo. Sin embargo, no me afectó en lo absoluto.
No siento nada al oírlo de nuevo.
De hecho, me atrevería a decir que me gusta como se escucha desde su voz y la forma en la que mueve sus labios para pronunciarlo.
—¿O prefieres que te llame Electra?¿Tal vez Tree?¿Ellie?¿Elle? —se apresura a sugerir cuando yo no respondo a sus palabras, parece preocupada por mí—. ¿Cariño? No era mi intención hacerte sentir mal si es que lo hice...
—Tree suena muy lindo —giro mi rostro para que me observe en primer plano, percibo el alivio inundar sus facciones y semblante—. Tranquila, Lu. Estaba pensando en que Ro se escucha muy bien si lo dices tú.
Chasqueo mis dedos y el ambiente a nuestro alrededor cambia, nos encontramos en su habitación en el palacio. Está decorada con una paleta de colores más sobria que la mía, y me atrevería a decir que hasta con una vibra más oscura, digna de Luciale Meire.
Desprende oscuridad, firmeza, un carácter dominante e indiferencia ante el otro. Si tuviera que clasificarla entre una persona oscura y una clara, sin duda ella es la oscura.
—¿Cuánto sabes sobre mí? —inquiero, un tanto intrigada.
—No he investigado mucho sobre ti, pero lo suficiente como para saber que tu relación con tus padres es complicada, la única persona en la que confiaste por mucho tiempo es Jenna y la aprecias demasiado, amas a tus gatos con tu vida y eres capaz de dar la vida por ellos —susurra sobre mi rostro a la vez que acomoda mi cabello con delicadeza y sus uñas acarician con suavidad la piel de mis mejillas—. Eres una persona maravillosa, Tree.
—Tú también lo eres —conecto mi mirada con la suya, elevo mi cabeza hacia arriba por la diferencia de altura entre nosotras. Su aliento rozando mi rostro se siente fenomenal.
Ríe un poco ante mi comentario. Parece una risa herida.
—En algún momento lo fui, de eso estoy segura. Hoy en día ya no lo soy, pero me alegra que creas que soy una persona maravillosa —se sincera conmigo antes de presionar sus labios sobre los míos para robarme un beso que tiene como intención más oculta adueñarse de mi corazón para protegerlo de todo mal.
El ánimo de Luciale se desvanece entre mis brazos, ella pierde el equilibrio y cae sobre mí. La sostengo con cuidado, mi corazón late a cien por segundo y pequeños temblores invaden mi cuerpo. ¿Qué le ocurre?
—Luciale... Mírame —demando angustiada al no obtener respuesta de su parte, sé que está consciente porque oigo su respiración, pero no se mueve ni tampoco me dirige un mísero contacto visual a pesar de que sus ojos están abiertos—. Luciale, ¿Qué pasa? Sé que me estás escuchando.
Una densa niebla nos rodea, no me aparto del cuerpo paralizado de la rubia que gobierna Abdrion junto a mí. Aparto su cabello rubio de su rostro, toco sus mejillas para verificar si están cálidas, pero compruebo que es todo lo contrario. Utilizo toda la fuerza que tengo para trasladarla hasta su cama, la ubico en la cama de una manera que ella esté cómoda.
No comprendo que sucede, así que busco su mirada para adentrarme en sus recuerdos y averigüar el porqué ahora está desvanecida en mis brazos, aparentando estar desmayada cuando en realidad no lo está.
Flashes de imágenes se atraviesan por mi campo de visión, sonidos que no logro reconocer, incluso algunos gritos o sollozos. No logro distinguir nada, pues Luciale es dueña de su espacio mental y se niega a bajar la guardia, incluso cuando está en este estado.
—¡Luciale! —la llamo, con pequeños toquecitos en sus mejillas pálidas—. Déjame entrar, por favor, quiero ayudarte. Lu, permíteme sanarte. Tu querida Tree quiere sanarte.
Mis susurros en su oído surten algún efecto, pues se remueve con lentitud sin empujarme lejos de ella. No obstante, todavía no es ella y necesito que regrese.
...
¡Buenasssss! ¿Cómo les va esa semana?
Uy, amistades, tenemos nuevo apodo para esa Rowan. ¿Les gusta como suena Tree?
A Luciale le encanta JAJAJAJAJJA
Disculpen por tardar en actualizar, tuve unos días un poco complicados en cuanto a salud mental y en fin, ya estoy mejor. No se preocupen, yo siempre aparezco otra vez para ustedes.
¿Qué creen que le haya pasado a Luciale?
¿Alguien más odia a Herafel y Nymra? Aunque no odien a mi nena, odien a ese tipo nada más.
Se vienen capítulos potentes dónde el drama, los secretos y verdades van a abundar, ¡No se los pierdan! Pronto el título y también la sinopsis tomarán sentido <3
También les voy a dejar un guiño de los próximos libros de esta Saga.
Por cierto, si quieren saber cómo se pronuncian los nombres de los personajes, casi todos se pronuncian tal cual están escritos excepto Rowan (porque se pronuncia como en el inglés), Herafel y Hilayn (la H se pronuncia como una J). Cabe aclarar que "Dríhseida" puede ser pronunciado como "Dríseida" (H muda, así lo pronuncian en Khiat y Zildwi) o "Dríjseida" (H como J, se pronuncia así en Astenont y Abdrion).
Sin más que decir, ¡Los amo y gracias por acompañarme! Nos vemos en el próximo capítulo, besitos <3
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