Capítulo 16. "Su sombra"

Quiero aclarar que no me morí ni nada por el estilo. Estuve ocupada por temas de estudio, pero ya regresé y espero que sigan aquí.
Los amo y trataré de traerles capítulos seguido <3.

Luciale.

Me dedico a contemplar a mis padres en silencio, quizá para hallar algún rastro de mentira en sus rostros que aún se mantienen jóvenes y aparentan tener un poco más de treinta años. Sin embargo, no encuentro nada. 

Las palabras que acaban de pronunciar son más que una verdad, ya son un hecho. 

Soy la emperatriz de Abdrion, no de forma oficial, pero me acaban de conceder los títulos que ellos han mantenido por varios años. Treinta años si no me equivoco. 

—Cada decisión que tomes, será respaldada por la Corte que incluye a todos los gobernadores, por nuestra Ashtare y por nosotros. Siempre ha sido así, Luciale, pero a partir de este momento nadie podrá oponerse a tus órdenes —me informa mi madre, sus comisuras se elevan en una sonrisa cariñosa y se acerca a mí para besar mi frente—. Usa tu poder sabiamente. 

—Sé que no eres una tirana —asegura mi padre, su mirada gris se clava en mí sin ánimos de intimidarme ni nada—, pero no dejes que tus sentimientos te dominen. Sigue como hasta ahora, pensando en tu pueblo y en ti misma. 

—Es lo que cualquier verdadero gobernador debe hacer —opino impasible antes de sonreír leve—. Seré mejor que ustedes. 

Ambos comparten una mirada cómplice, los ojos verdes de mi madre brillan de una manera inusual mientras los de mi padre solo reflejan el amor que le tiene y le tendrá siempre a su esposa. El juramento que hicieron el día de su boda es irrompible, están unidos hasta la eternidad. 

—No esperamos menos de Luciale Sheneira Meire —ríe con suavidad mi padre. 

—¿Cuándo será la coronación? —cuestiono mientras acomodo la falda de mi vestido con delicadeza—. Imagino que pronto. 

—Si todo sale bien, mañana o pasado serás coronada —suspira mi madre, se quita su corona con cuidado—. Sabemos que hubo un ataque en Kriast, no permitas que algo malo ocurra. Es tu momento de brillar, hija. 

 —Nev distray nudv. Nadka —afirmo de forma segura e imponente. Mi rostro se torna serio e intimidante conforme hablo—. Ist peth

La voz a través de mí garganta resuena más grave y ronca por el idioma, ya deja de aparentar ser el tono melódico y elegante que tengo de costumbre. 

«No ocurrirá nada. Nunca. Es una promesa»

...

Si hay un ser que quiere jugar con fuego y ser tragado por la oscuridad, le concederé su deseo después de una larga tortura de la que no escapará jamás. Todos saben que provocarme a mí es perder antes de empezar siquiera una mísera batalla. 

Sé que él intentará arruinar todo de nuevo, como hizo hace cinco años al inmiscuirse en un tema que no lo concernía en lo absoluto. Ni siquiera le había comentado sobre ese asunto, sin embargo, logró cruzar mi barrera de confianza y acabar con todos mis planes de una vida mejor. O quizá, si hablo con propiedad, de una eternidad más amena.

Él intentó acabar conmigo y al no lograrlo, prefirió condenarme. 

He preferido cancelar mi reunión con los Arino, no estoy de humor para hablar más sobre una basura que no debería tener importancia alguna y que hasta hace poco era irrelevante, pero se encargó de volver a la cima de mis preocupaciones con sus ataques y provocaciones. 

¿Acaso no se cansa nunca? Siempre es lo mismo. 

Saco un cigarrillo de la caja que acaba de aparecer en mis manos y enciendo la punta sin pensarlo mucho. Doy una lenta, pero profunda calada para luego expulsar el humo en forma de espirales que admiro como si fuese la última vez que hago esto. 

El aroma me calma y el sabor también, Rowan no aprueba a las personas que fuman, pero no ha dicho nada al respecto. Imagino que sabe que soy fumadora crónica. 

Todo empezó hace cuatro años y medio, el día en que él me ofreció su cigarrillo. Desde ese momento, no he podido detenerme y cada vez se convierte en algo más adictivo para calmar mis nervios, mejor conocido como abstinencia. 

—Señorita —saluda alguien a mis espaldas. 

No me molesta que me llame así, quiero suponer que a veces me trata con mis títulos de nobleza solo para molestarme. Toda una vida conociéndonos y siendo lo más cercano para mí al concepto de "amiga", es obvio que no le voy a exigir que me trate como a alguien superior. 

—Majestad —me burlo un poco, Chrystel queda un tanto desconcertada en el momento que me giro a verla—. Sí, soy la emperatriz Luciale I, Chrystel. 

—¿Tan pronto? —interroga un tanto incrédula. 

—¿Cómo que pronto? Pasaron veintitrés años desde que nací, pero supongo que es pronto —respondo con cierta ironía antes de darle una calada al cigarrillo entre mis dedos. Observo un poco de ceniza caer al suelo y perderse con el polvo del balcón. 

—Me alegra de que lo tomes con calma, temía que...

—Esa Luciale ya no existe, Chrystel —sonrío con una leve diversión recorriendo parte de mi cuerpo, sin embargo, la frialdad aún es palpable en mis gestos—. Murió ese día en que Herafel la condenó. No volverá.

—No volverá —repite con cierta duda, antes de agregar:—, pero miras a Rowan de una manera tan bonita. Hace tiempo que no veía que tus ojos brillaran de nuevo, Luciale. 

Suelto el aire que llevo reprimiendo por varios minutos, la mujer a mi lado no se inmuta ante mi acción. No fue con intenciones de causar miedo o intimidar, ella lo sabe muy bien. Estoy en mi momento más tranquilo y lo que menos deseo es atemorizar a alguien que me conoce. 

—¿Alguna vez sentiste que hay una persona que te conoce tanto y al mismo tiempo es una completa desconocida? Sabe tus temores, tus anhelos, tus preferencias, pero también... no sabe quién eres —pronuncio mientras le doy una profunda calada al cigarrillo entre mis dedos, dejo escapar el humo de mi boca—. Rowan sabe quién soy, yo sé quién es ella. Hay una conexión entre nosotras que no puedo describir, pero es totalmente mágica. Existe un lazo que nos une.

Percibo que las cejas blancas de ella se frunce un poco, sus ojos cafés me contemplan con notoria curiosidad ante mis palabras. Se encuentra más que sorprendida por mis palabras, como si nunca me hubiese escuchado expresarme de esta manera con anterioridad. ¿Nunca lo hice? Yo creía estar segura de que sí. Supondré que es por el tiempo que pasó desde la última vez... 

Desde la última vez. 

—Te ves tan desconcertada —me rio un poco antes de desviar mi mirada gris hacia las vistas del jardín y de las montañas a lo lejos—. ¿Nunca pensaste así sobre alguien? 

Me concentro en el paisaje frente a mis ojos. Las murallas que rodean al palacio son de un material transparente, semejante al cristal, pero de una dureza semejante a un diamante. Las montañas a lo lejos denotan que estamos en una zona montañosa, lo más probable que cercana a una cordillera y alejados de la ciudad. 

—Sí, pero no sé si esa persona sea la correcta —murmura con cierto pesar antes de suspirar—. De todas formas, no vine hasta aquí para hablar de mi vida privada. Quisiera, pero hay algo más importante que debes atender. 

—Estaba esperando que hables sobre ello —hablo indiferente sin dirigirle la mirada, doy un leve golpe a la punta del cigarrillo para que un poco de ceniza caiga—. ¿Qué tiene para decirme la mano derecha de la emperatriz? 

—Se reportaron intentos de levantamiento en contra de la corona de Abdrion en los sectores aledaños a la frontera con Khiat —informa, adopta una seriedad que asustaría a cualquiera. Noto la tensión en sus músculos y su rostro—. Se estima que quien dirige todo esto es el desheredado de los Ditnov, y tal vez, los mellizos oscuros. 

—Queda descartado que los emperadores Ditnov son quienes están detrás de esto —comento sin darle mucha importancia al asunto—. Créeme, Chrystel, ellos saben a quién se enfrentan y no les conviene por el momento una guerra. Existirá una guerra, pero en el futuro. 

—Porque la guerra fue declarada al rechazar los Tratados —recuerda, un leve escalofrío recorre su columna vertebral por lo que puedo apreciar. Asiento sin decir nada—. ¿Quieres que comunique una reunión con los gobernadores? 

—Si no es molestia —acepto su propuesta y ella sonríe un poco—. No es necesario que te tomes esto con mucha responsabilidad al principio, tómate un tiempo para acomodarte a todos los nuevos títulos que te serán otorgados el día de mi coronación. 

Articula un "gracias" mediante sus labios, sus orbes café brillan mientras me dirige la mirada. Distingo orgullo, emoción, aprecio, cariño... ¿Por qué es la única que sigue teniendo esperanza de que exista algo bueno en mí? 

...

Tras varias horas de pensar, caminar e incluso cruzarme con los gatos de Rowan, decidí retomar la reunión que había pactado con los Arino. Recuperé mi humor y es momento de aprovecharlo, porque no suelo sentirme bien todos los días como para hablar con personas que deberían estar encerradas. 

Trato de repetirme que es por un bien en común: acabar con la escoria que está recorriendo el mundo y ahora tiene a Nymra Polvest a su favor. 

Dos toques en la puerta bastan para recibir como respuesta de mi parte un "adelante" y en poco tiempo tengo frente a mí a los tres Arino que he decidido traer conmigo a vivir en el castillo de Abdrion. 

—Majestad —saluda Laissa con una pequeña sonrisa, realiza una corta reverencia al igual que su hermano menor—. ¿Qué requiere de nosotros? 

Vinavina me analiza sin disimulo, sus iris azules se clavan en cada parte de mi rostro y cuerpo en un intento de encontrar algún indicio de peligro o un rastro de emoción en mí, a pesar de saber que yo no demuestro nada a los demás. Una pérdida de tiempo desear verme dar un paso en falso sin que sea una actuación. Le regalo una sonrisa burlona que ella capta al instante. 

Me asombra verla con un vestido puesto, desde que era pequeña siempre fue más apegada a los trajes o conjuntos de pantalón más que a las faldas. Aquello siempre fue un detalle que Mon detestaba, ella deseó todo el tiempo que sus hijas se parecieran a ella más allá de lo físico. Ansiaba copias perfectas de la mujer que era, algo muy imposible de cumplir. 

El vestido es negro, casi ajustado al cuerpo, llegando hasta los tobillos. Una capa de tul con estrellas doradas recubre la estructura original del vestido, deja bastante espacio entre la falda apegada al cuerpo y la capa de tul. Debo deducir que es un modelo más moderno, tal vez hasta sacado de la moda de la Tierra. 

Debajo del vestido se asoman unas botas grandes, de cuero negro y bastante tacón. Sí, en definitiva he visto este estilo de ropa cuando visité el mundo humano. 

—Si es sobre esa basura, déjate de vueltas, Luciale —rompe el silencio y a la vez mi escrutinio, sus ojos azules se vuelven un poco más profundos mientras enseña intenciones de querer discutir conmigo a través de ellos—. Tenía entendido que eras la primera en predicar que no da vueltas sobre un tema porque las odia. 

—Vaya, ¿Tanta atención me prestas? —una sonrisa victoriosa surca mis labios al término de mis palabras. Se mantiene inmutable, pero los hermanos a su lado cambian sus expresiones serenas—. Siéntense, señores Arino, hay mucho de qué hablar. 

Laissa es la primera en tomar la iniciativa de sentarse, acata mi orden sin poner reparos en ella. Celebro que opte por el camino sensato, el cual me lleva a no irritarme con ninguno de ellos y mantener las cordialidades. Ella sabe que le conviene a sus hermanos y que no. 

Martz es el segundo en tomar asiento, algo que dista mucho a la decisión de Vinavina. La joven de cabellos rojos prefiere mantenerse de pie, cruzadas de brazos, con una pierna más adelante que la otra, desprendiendo ese aire de poderío y de intrepidez. 

—Como ya deben saber muy bien, se han registrado intentos de revolución en contra de la corona de Abdrion —comienzo, no titubeo en conservar mi seriedad y formalidad—, las personas ya han recibido su condena según lo estipula la ley en este imperio. Sin embargo, hemos sido informados de que eran infiltrados del imperio de Khiat, lo que significa que fueron enviados por la emperatriz Nymra Polvest y su más reciente aliado en este mundo. 

—Es un dato del que Vinavina ya estaba al tanto, ¿No? Por eso no se sorprende —opina Laissa, sus dedos peinan su cabello rubio hacia un costado—. Creo que...

—Sé lo que dirás y sí, crees muy bien —le concedo la razón al robarle su turno de hablar—. El aliado de la emperatriz Polvest es Herafel Ditnov, el desheredado y casi exiliado de la familia Ditnov y de Astenont. 

Las iris verdosas de Martz se oscurecieron conforme yo hablé, gesto que me demuestra que ahora está más que enojado y conozco por excelencia el motivo. Él y Nymra fueron cercanos en algún momento, compartieron momentos, forjaron una amistad peculiar. Considera esa alianza con la persona que destruyó a Laissa como una traición. 

¿Quién no consideraría traición a ello? 

—¿Cómo es eso posible? —la respiración de la mujer rubia se entrecorta ante la simple mención de alguien que llegó hasta lo más profundo de ella y se alojó allí para desgarrar cada pedazo de su alma—. Nymra dijo odiarlo y... No puedo creerlo. 

—Nymra Polvest nunca será de fiar —dictamino y comparto una mirada cómplice con la dueña del cabello rojo más bonito en esa familia—. Es la representación de lo que enmarca la hipocresía. 

Laissa abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla al cabo de un ínfimo instante. Su mirada verde transforma ese brillo de vida —que fue un simple atisbo por su salida de la cárcel en la que estuvo durante años— a una desilusión pura, una decepción profunda de la que tal vez no saldrá pronto. 

Es por este tipo de sucesos que prefiero no hacerme expectativas de nadie. Todos en algún momento eligen por sobre sus principios, solo debes dejarlos actuar en una situación que no conozcan. 

—Si les preocupa que opine sobre cómo es que hablaron con la emperatriz Polvest, no está dentro de mis preocupaciones en este momento —suspiro y me pongo de pie—. Ya hablaremos sobre ello en un futuro. Y dije hablaremos, Laissa, así que no te hagas ideas equívocas de lo que significa esa palabra. 

—Comprendo. 

Mis pasos alrededor de ellos la desconcentran, Vinavina no emite opinión alguna al percatarse de mi actuar. Tomo por sorpresa a la mujer rubia de veintisiete años en el momento en que coloco mis manos sobre sus hombros y peino sus cabellos rubios con mis dedos. 

—Mi coronación va a ser pronto —menciono a la ligera mientras la persona que abrazo con suavidad se tensa ante mi toque—. No quiero faltas de respeto, tampoco traiciones, ni nada por el estilo. ¿Bien? Tampoco que dejen entrever en público mis intenciones de regresarlos a la vida. Estoy depositando un mínimo de confianza en ustedes, no lo arruinen. 

—¿Y por qué me estás abrazando? —pregunta ella con la respiración entrecortada—. Soy la que menos haría algo aquí. 

—Lo sé, pero eres un blanco fácil para cualquiera, Laissa —beso su cabeza y la suelto con tranquilidad—. ¿A quién crees que intentaría acercarse primero? La respuesta es obvia. 

—No pensaba hablarle a no ser que me indicaras eso... —murmura mientras se voltea a dirigirme la vista. 

—Te quiero con el corazón frío. Ni él ni Nymra o cualquiera que haya sido cercano a ti antes. Esto también va para Vinavina —finalizo antes de enfocar mis iris en ella—. Si decides hablar con Shinkira, considérate una persona muerta. 

—Shinkira solo obtendría de mí falsas noticias —ríe un poco, con leve maldad—. En esta familia todos somos iguales, Luciale. No me subestimes, es peligroso hacerlo. 

—Prepárense que después de la coronación, la guerra comenzará. Y ustedes serán mis aliados para acabar con la amenaza que representa Herafel unido con Nymra Polvest. 

...

Rowan. 

Acaricio la espalda de Perséfone mientras se recuesta sobre mis piernas, amasa mi ropa para demostrarme que está cómoda conmigo y yo decido sonreírle en respuesta. 

No hay mucho que hacer en este palacio. Si soy sincera, me aburro la mayor parte del tiempo y no tengo ninguna tarea para no perder algo tan valioso como el tiempo. Siempre hay que estar ocupados, luego podemos dedicar un rato a nuestro entretenimiento. 

¿Así pienso o solo me impusieron esa idea? 

Durante mis diecinueve años de vida he tenido numerosos problemas para administrar mis tareas, mi tiempo y acomodar mi horario. Marissa solía decir que es preferible hacer todos los deberes primero y después disfrutar, su esposo opinaba igual. 

Mi padre decía que yo tenía derecho a verle la simpleza y diversión a la vida, que no todo eran ocupaciones y trabajos, porque a fin de cuentas eso termina por destruir nuestra salud mental. 

A veces siento que lo extraño. 

Hoy es un día en el que no me siento triste, tampoco feliz. Solo soy una extraña en este cuerpo, no me reconozco como la Rowan Electra Becker que todos han de conocer, pero tampoco creo ser alguien más. Considero que solo soy una espectadora de mis desgracias y mis felicidades, ¿O no? 

Creo que es eso a lo que llaman "disociación". Nunca logro identificar cuando sucede, mi psiquiatra y mi psicóloga habían comentado que, dado mi diagnóstico, era muy normal que experimentara este tipo de sensaciones y situaciones como mecanismo de defensa que aprendió mi cerebro ante un entorno traumático. 

Unas pisadas suaves se deslizan por la puerta, percibo una sombra atravesarla. No digo nada porque asumo que es Luciale o quizá alguna de sus primas, hasta donde tengo entendido, los seres de oscuridad pueden adquirir una forma similar a una sombra. 

Rowan

Un susurro delicado roza mi oído, mi corazón comienza a latir con más fuerza, escucho los latidos a mi alrededor. La voz de mis pensamientos se alerta, no para de hilar miles de teorías, comentarios y hasta preguntas para tratar de identificar que sucede. 

Por mi parte, me mantengo inmóvil. Una parálisis afecta cada extremidad de mi cuerpo y por más que yo intente moverme, es imposible. Pareciera que estoy atada a esta cama y sin Perséfone, desapareció desde el momento en que la sombra atravesó la entrada de mi habitación. 

Rowan, ma trisyas. 

«Rowan, me entiendes»

Nev inzd

«No me ignores» 

Reconozco la voz al cabo de escucharla una vez más, ese tono rencoroso es el mismo de la chica que vi la otra vez junto a Luciale. Aquella que la desafió sin pensar en las consecuencias de sus actos. 

Rememoro sus ojos cafés, su tez pálida, lunares como lágrimas debajo de sus ojos, cabello castaño ondulado. ¿Nymra Polvest? 

La emperatriz de la destrucción. 

Ese es su título honorífico. 

Una mano aterciopelada de largas uñas en forma almendrada sujeta mi mentón con delicadeza, pero la suficiente fuerza como para que no quiera moverme un poco. Las puntas de las uñas acarician mis mejillas y la zona debajo de mi nariz. El tacto casi me quema, pero lucho por no darle la satisfacción de verme atemorizada. 

Los poderes de una ninfa del sol se intensifican si la otra persona cede su control mental. Yo estoy muy lejos de ceder. 

Ayúdame antes de que sea tarde. Luciale es la verdadera amenaza. 

La sensación que me invade es la misma que experimento cuando sufro de parálisis del sueño. Inmovilización del cuerpo, respiración entrecortada, rigidez, niebla mental, alucinaciones de figuras que no existen, pues la única que sí existe es Nymra en su versión de sombra de la luz. 

Las otras siluetas del fondo son una mentira de mi mente, una mentira que ella quiere que yo crea. 

Desaparece tras un pequeño silencio, tardo unos segundos en reincorporarme y comenzar a toser de forma ahogada. Palpo mi cuello al percibir un líquido negro escurrir desde mi mentón hasta entremedio de mis pechos. 

El ambiente que me rodea cambia de forma violenta. Ya no me encuentro en mi habitación, ahora solo estoy en una gran sala. 

Visualizo dos tronos al final del salón, ambos de terciopelo violeta y respaldar dorado. Un par de candelabros iluminan el recinto al caer del techo, la inmensidad y el vacío de este espacio me provocan un poco de escalofríos. 

Se supone que aquí se presentan los gobernadores de Abdrion al público. Es la sala del trono, aquella a la que fui traída el primer día en este mundo, solo que en este instante tiene un aspecto distinto. 

La atmósfera es más sombría, lúgubre, de aire pesado y tóxico. El frío que se respira invade mi calidez, quema todo a su paso y congela a más no poder; el trayecto que recorre el oxígeno hasta mis pulmones se cierra, como si yo tuviera alguna enfermedad respiratoria que me impidiera respirar con normalidad. 

Un leve rastro de humo se hace presente en el trono de la izquierda y poco después, la figura de Luciale se materializa ante mis ojos. Su mano izquierda sostiene un cigarrillo ya encendido, cruza su pierna derecha por encima de la otra y me sonríe al dirigirme la mirada. Esa mirada grisácea que tanto adoro. 

Su vestido es violeta oscuro, largo hasta los tobillos, sin esa falda ostentosa como los otros que le he observado vestir. Las mangas son largas, de encaje en el mismo tono y cubiertas por pedrería al igual que el torso. El escote es en una forma de v, bastante pronunciado, con un reborde de encaje también. 

El maquillaje es más visible que otras veces. Sus ojos resaltan por las sombras negras y el delineado extravagante que se hizo, lleva los labios de color rojo y un leve rubor en sus mejillas. 

—¿Me veo bien? —pregunta mi yo de la visión detrás de mí. 

—Magnífica —responde Luciale con una encantadora sonrisa amplia. 

Los pasos de la Rowan de la visión me adelantan y me limito a observarla como un ente espectador de los hechos. 

Porta un vestido blanco y negro, corsé negro con la falda a cuadros blancos y negros, bastante ostentosa, dando un aire de vestido entre medieval y victoriano. Sus brazos y manos están cubiertos por un par de guantes de seda negra. 

Sus párpados están maquillados con una sombra negra de brillos, un leve delineado en la línea del agua y el lagrimal. Para contrastar con el maquillaje fuerte de sus ojos, los labios los lleva tintados en un color marrón suave. 

Se aproxima hasta el trono vacío al lado de Luciale y se sienta, acomoda su falda con cuidado. Me sorprende verme vestida como alguien perteneciente a la realeza, actuando como si siempre hubiese sido una noble y sentándome en un trono como una emperatriz. 

La emperatriz consorte de Abdrion. 

Luciale chasquea los dedos y una corona plateada, de hermosas y brillantes piedras color violeta, con un diamante azul en forma de corazón en el centro, aparece en sus manos. Se levanta del trono en silencio y se acerca a la cabeza de la Rowan que diviso más sonriente que nunca. 

Ma impi —pronuncia a la vez que coloca la corona en la cabeza de la mujer frente a ella. La delicadeza tiñe cada uno de sus actos, movimientos, actitudes. 

«Mi emperatriz»

...

¡Buenassss!

Tanto tiempo sin aparecer, pero regresé. No me voy a ir sin haberles publicado todos los capítulos de esta historia y de la saga.

¿Les acabo de confirmar que tengo una saga en mente? Sí JAJAJAJAJAJ. Será con diferentes personajes y enfocándonos en diferentes objetivos, pero el universo es el mismo.

Ojalá terminar de escribir todo rápido, amo este universo y siento que tiene mucho para dar. ¿Ustedes no?

¿Qué opinan de la semi aparición de Nymra?¿Creen que es cierto lo que dice o solo quiere confundir a Rowan?

Rowan como futura emperatriz consorte *sorbito*

Espero poder actualizarles en unos días. Recuerden tomar agua, comer sus cuatro comidas diarias y dormir bien. <3

PD: no sean como esta escritora que apenas duerme por tener una vida como adulta responsable universitaria 😭





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