Capítulo 15. "¿Destrucción cerca?"

Advertencia de contenido (TW): este capítulo contiene escenas de maltrato físico. Se recomienda discreción.
Ya había aclarado en el TW del principio que podían existir este tipo de temas en el libro, pero lo aclaro de nuevo por las dudas.

Rowan. 

—Discúlpame —murmura sin comprender mucho la situación, el desconcierto es evidente en su rostro—. ¿Qué eres? 

Laissa me observa mediante sus ojos verdosos que aparentan calma y confianza, pero por dentro es un mar de emociones que ella no puede controlar ni gestionar. Miedo, nervios, confusión. Parpadea un poco para intentar regresar a la realidad y no asustarme por su modo de reaccionar. 

—Esa no es la verdadera pregunta, Laissa. Lo que deberías decir es, ¿Quién eres? —corrige la otra mujer. Su cabello rojizo se mueve en el momento en que ella ladea la cabeza un poco, dubitativa—. Luciale no dejaría a cualquiera entrar a su palacio. No eres solo la protegida. 

—Eh, no entiendo de qué hablas —sonrío nerviosa, fijo mi mirada en su rostro pálido cubierto por muchísimas pecas y portador de unos ojos azules—. Vinavina Arino, ¿Verdad? 

—Así es —responde un tanto escéptica, me escudriña en silencio y sin disimularlo ni un poco—. ¿Ninfa del sol? 

—Eso dicen por aquí —hablo más bajo—. ¿Primas de Luciale? 

La veo asentir sin decir mucho más en su lenguaje corporal, se ha dado cuenta que la estuve analizando todo este rato y por lo que puedo apreciar, no es una persona que le guste ser leída. A diferencia de Laissa, que no le molesta en lo absoluto. 

El contacto visual con Vinavina me transporta a otra habitación. Parpadeo un poco para acostumbrarme a la oscuridad —la cuál siempre ha sido mi compañera desde niña, pero hace tiempo no la veía—, las paredes están pintadas de un gris oscuro y el piso es de mármol blanco. 

Toda la habitación parece ser monocromática en esos colores, distingo repisas de madera blanca para apoyar cosas como esculturas de porcelana, manualidades, cuadros, portarretratos, roperos a tono con los demás colores. Observo mariposas gris claro pintadas en la pared, aunque me llama la atención una que tiene las alas rotas y está más cerca de la cama de la pared. 

Me percato de una figura humana, tal vez de una niña o una adolescente joven, de largo cabello rojizo ondulado, sentada con la cabeza entre sus piernas. Está apoyada contra la cama, percibo leves temblores que sacuden su cuerpo. 

No hay mucho que decir, es evidente que está llorando. ¿Por qué? 

Una muchacha rubia de ojos azules se acerca a ella. Sus rasgos se asemejan muchísimo a la Vinavina actual, la que conocí hace un par de minutos. Lo único diferente entre ellas dos es la mirada de la joven de cabellos rojizos. 

Se trata de Shinkira Arino. La hermana mayor de Vinavina. 

Su cabello rubio llega hasta su cadera, recogido en una trenza de lado. Lleva un vestido azul cobalto, de satén y con mangas de encaje del mismo color. 

—Mamá ya te ha dicho que dejes de pensar estupideces, Vinavina. ¿Qué acaso no entiendes? —gruñe Shinkira, la molestia es notable en su semblante—. Eres una maldita estúpida, no vas a salir de aquí por mucho que te quejes de los emperadores. 

—No tenemos que obedecer las reglas de un gobernante que no elegimos. ¡Los humanos no aceptan gobiernos que ellos no quisieron antes!¡Se llama democracia, Shinkira! —le grita Vinavina, levantándose del suelo con rapidez—. Te crees muy inteligente y no lo eres, hermana. 

—Por amor a Skara, ¿Por qué los niños de esta generación son así? —se horroriza Shinkira, sus ojos azules clavan dagas invisibles en el cuerpo de su hermana menor—. Tienen diez y ya piensan estas barbaridades. 

—¡Shinkira, suéltame! —le exige la pelirroja al ver que la mayor de las dos agarró su antebrazo con fuerza—. ¡Que me sueltes, te digo! 

Los dedos de la chica rubia se enredan en el cabello rojizo de la niña y tira de el para que la mire a la cara, obligándola a levantar su cabeza más de la cuenta por la diferencia de altura bastante incómoda. 

—Te soltaría, pero tú decidiste provocarme —la voz de la mayor de las dos genera una descarga eléctrica en mi interior, mi estómago hormiguea por la presión de saber lo que ocurrirá después. Conozco muy bien ese tono—. Camina o te arrastro. Me obligan a hacer cosas que no quiero, tú y mamá me obligan a llegar a esto. 

Parpadeo una vez el recuerdo se desvanece. Me encuentro con la mirada curiosa de la chica que me reveló una parte dolorosa de su vida. 

—No me molesta que lo sepas —suspira y se esmera en forzar una sonrisa para no quedar como amargada—. Todo el mundo conoce ese recuerdo, Rowan. No te abrumes ni sientas culpa por haberlo visto. 

—Es una habilidad de mi especie, ¿No? —me atrevo a indagar, cosa que descoloca un poco a Laissa. La veo fruncir su ceño y una parte de su nariz. Por su parte, Vinavina ladea la cabeza con curiosidad—. Disculpen, yo... 

Me percato del error que cometí al revelar que hay aspectos que yo no conozco de lo que soy. Debería investigar más sobre las ninfas del sol, pero me da cierto miedo descubrir algo doloroso que tenga que ver conmigo. 

Si bien he leído que nosotros somos una especie muy valorada, amada y buscada, también somos temidos por el poder que representamos. Podemos destruir todo si así lo quisiéramos y somos inestables, presos de nuestras emociones. 

—Las ninfas del sol siempre me han interesado, podría explicarte algunas cosas si así lo deseas —se ofrece Vinavina. Desconfío un poco de su propuesta, a pesar de que no percibo nada raro o con alguna mala intención—. De todas maneras, deberías consultarlo con Luciale. No estoy aquí por ese motivo, pero puede convertirse en una razón para quedarse aquí. 

—¿Lo dices en serio? —se extraña la mujer rubia a su lado. Laissa parece incrédula ante las palabras de su prima—. Detestas a las personas, querida. 

—Si es un tema que me interesa, hago un esfuerzo —murmura con una leve mueca de disgusto cruzando por sus labios—. Como sea, ¿Qué tienes ahí? 

La historia de la magia creadora —leo el título de la portada, ella alza una ceja mientras Laissa mantiene silencio—. ¿Qué? 

—Aprendes rápido Lilium por lo visto —comenta desconcertada, su voz se vuelve un poco más monótona, como la de las personas cuando explican un tema científico y utilizan lenguaje técnico—. Es extraño, la mayoría de la gente tarda hasta diez años en dominar la parte básica del idioma. Recuerdo que una humana que vivió hace tiempo en Astenont se hizo muy conocida por poder manejar la parte básica de Lilium y aún así, tardó quince años para lograrlo. Como sea, debes tener eso que llaman, eh, ¿Coeficiente intelectual alto?

—No lo sé, supongo que sí. Siempre me destaqué en todo —murmuro pensativa—. ¿De qué especie son ustedes? 

—Somos seres de la oscuridad, al igual que Luciale —responde Laissa por las dos, un poco extrañada—. ¿Te dijo de qué especie era? 

—No... ¿O sí? No recuerdo —sonrío un poco nerviosa—. Así que son de la élite, bueno, creo que era lo esperable por ser personas de la realeza. 

—Sí, pero todos somos una mezcla —explica la pelirroja, sin perder su seriedad—. Yo soy un hada de la tierra, una maldita y un ser de la oscuridad. Laissa es demonio y ser, ¿Has visto lo amable que se ve? Nos puede matar a todos. 

—No, Vinavina. ¿Qué dices? No dañaría a alguien sin razón —se ofende la mujer rubia, a lo que Vinavina ríe un poco. 

—¿Ves? Ella sabe que puede matar a alguien, Rowan. 

—Me sorprende el parecido que tienes con Luciale, Laissa —confieso con cierta timidez en la voz, temo hacerla sentir incómoda, pero sus expresiones faciales no demuestran nada parecido a la incomodidad—. Sus madres son muy parecidas, ¿No? 

—Sí —sus labios se curvan de forma dulce—. La emperatriz Dríhseida es casi una copia de mi madre, Danira. Así como también de Jiyel y Jayston. Supongo que los Arino son de eso que llaman rasgos dominantes. 

—En efecto —concuerdo con ella—. Ocho hermanos en total, Dríhseida era la menor y Danira la sexta hija, el parecido entre ellas siempre fue increíble. Al final el trono fue de la persona menos esperada, porque Mon debía ser la heredera al ser la primera. 

—Mi madre no estaba apta para el trono —ríe entre la ironía y una carcajada forzada la joven que es primogénita de Mon Arino: Vinavina—. No estoy a favor de los gobiernos ni las monarquías, pero por lo menos me alivia que el trono lo tenga una persona que lo merece. Sé que Dríhseida no es una tirana. 

—Es amada por su pueblo. La estiman mucho. El único problema es que no hacen lo mismo con su esposo ni con su hija —comenta la muchacha rubia en un murmullo. Me sorprende saber que tiene veintisiete años, creí que tenía un par de años más—. No creo que Luciale vaya a ser una mala emperatriz, el pueblo no se ha dado la oportunidad de conocerla. 

—Y mejor que no lo hagan —opina una voz femenina detrás de mí. Laissa se sobresalta un poco al escucharla, pero su prima y yo conseguimos continuar con nuestros semblantes tranquilos—. No quiero el afecto falso de alguna persona solo por ser hija de Dríhseida y porque "deberían darme una oportunidad para demostrarles lo perfecta monarca que voy a ser". Prefiero que quiten la reputación de mi madre de mi cabeza, armar una propia dónde todo lo que yo haga reciba el crédito que merezco y no un agradecimiento hacia mi madre por criar a tan buena persona. 

—Majestad —saluda la mayor de nosotras mientras hace una corta reverencia—. No esperábamos su presencia. 

—Tampoco esperaba la de ustedes —Luciale se posiciona a mi lado y pasa uno de sus brazos por mis hombros para apegarme a ella con delicadeza. Apoya su mentón con cuidado sobre la cima de mi cabeza, logrando que yo sonría un poco—. Supongo que ya conocen a Rowan. 

—Es una chica encantadora —menciona Vinavina con cierto aire filoso—. No sabía que tendrías a una ninfa de sol en tu palacio, pero me alivia que la hayas protegido. 

—No soy tan desalmada como todos creen, Vinavina —espeta la mujer que no puedo dejar de observar desde que llegó. El lunar con forma de corazón me mantiene muy atenta a lo que dice—. Aunque no me importa lo que piensen. 

Su cabello rubio está ondulado en las puntas, lleva un maquillaje más sombrío con un labial violeta, ojos ahumados con sombras oscuras y un delineado que parte desde su lagrimal y llega hasta cerca del final de su ceja. La palidez de su rostro asusta un poco, pero me he acostumbrado a que es una característica de ella. 

Lleva un vestido violeta oscuro sin una falda tan pronunciada como los otros que le he visto, solo que tiene una doble falda: una de seda y la otra de tul. El escote es en forma de v, de mangas largas con bordados en hilos dorados y plateados. Su torso está cubierto de pedrería violeta, diamantes y otras gemas preciosas. 

Un collar con una L descansa sobre su cuello. Es de oro, la letra lleva unas pequeñas piedras que deben costar una fortuna. 

Todo en ella rezuma poder, elegancia, respeto, autoridad. Se ve como la jodida emperatriz que es, pero también como la dueña del mundo y la diosa más amada hasta el momento. 

Percibo las comisuras de sus labios carnosos curvarse hacia arriba de forma disimulada al captar que yo no puedo apartar mi mirada de ella y de la paz que me otorga con su sola presencia. 

—Tengo que hablar con ustedes en unas horas —indica ella, con la vista hincada en los rostros de sus primas—. Con Martz también, eso está claro. He tenido algunas... noticias. 

—Como digas, Luciale —Vinavina eleva sus hombros sin darle mucha importancia al asunto. Ella, a diferencia de su prima mayor, no le rinde respeto a la heredera al trono ni le teme. 

Ambas deciden marcharse por la misma puerta que las llevó hasta mí, para luego desaparecer en el aire. Su única huella es un polvo oscuro, que no logro distinguir si es azul o negro. 

La mujer a mi lado aparta su mentón de mi cabeza y sonríe al verme. Su sonrisa es divina, me transmite muchas emociones, pero sobre todo la misma paz que yo siento en estos momentos. 

No emite palabra en el instante en que me besa. Sus labios abrazan los míos con dulzura y suavidad, como si no quisiera lastimarme ni asustarme. Se mueve con la misma experiencia de siempre, permite que yo le corresponda e intente alcanzar su ritmo. 

Profundizo el gesto, mis brazos viajan hasta su cuello y lo rodean para atraerla más hacia mi rostro. Suelta un pequeño jadeo por el tacto, pero no se queja al respecto, se deja guiar por mí y confía en cada acto que hago. 

—Me preocupaste mucho —susurra contra mi boca, su nariz roza la mía—. Yo... no sé si confiar en ellas. 

—Se supone que son tu familia, ¿No? —murmuro en busca de aire al romper el beso—. Entonces no temas de ellas. Si las trajiste hasta aquí, fue porque les confías el hecho de compartir el mismo espacio que tú y respirar el mismo oxígeno. 

—¿Crees? —sus ojos grisáceos observan los míos e intentan ver más allá de lo que yo puedo demostrar. 

Por algún motivo que desconozco, yo no he podido admirar lo que se esconde más allá de sus orbes grisáceas inexpresivas, de sus gestos faciales vacíos o su semblante serio. Luciale Meire está cerrada a cualquiera y eso me preocupa, porque algo debe haberle sucedido como para terminar de esta manera. 

—No he visto nada malo en ellas, solo recuerdos que creo que quieren olvidar... —comento sin querer indagar mucho en el tema. 

Sentí el dolor de Vinavina, su temor, su odio, sus esperanzas quebradas, sus ilusiones marchitas. Asimismo, sentí también el dolor de Laissa, su tristeza, el abismo que la llevó hasta el fondo y no la dejó salir nunca, los miedos con los que lucha, el odio que crece en su corazón y que intenta aplacar, la parte rota de ella con la que convive día a día. 

—Al fin y al cabo todos tenemos recuerdos que deseamos olvidar, ¿No? Porque forman parte de aquello que anhelamos con nuestra alma que sucediera o que no, pero al final resultó todo lo contrario —opina ella, su voz parece conmocionada por primera vez en este tiempo que la escucho—. Y fue eso mismo lo que nos rompió. 

...

Luciale. 

Investigar el ataque en el condado de Meydila no fue una tarea complicada. Bastó con un par de amenazas y demás para que todos cedieran. Los culpables comenzaron a hablar. 

No fue idea de ellos iniciar un levantamiento con una causa falsa como la de estar en contra de la corona de oro por crímenes que no hemos cometido. En el proceso asesinaron a una persona de la élite, familiar de Katrina Van Ederd. 

Acabar con la vida de una persona de la élite de Abdrion, súbdita de su alteza la heredera al trono, es un atentado contra nuestro imperio y sus gobernadores. Incluso es una falta de respeto hacia la Diosa Skara, por lo que los culpables deberán ser ejecutados. 

Yo misma firmé sus ejecuciones. No tengo remordimientos por ello. 

El único problema aquí es que ella consigue meterse en mi gobierno, en mi imperio, como si yo le hubiese hecho un acto imperdonable en algún momento. Incluso logró aliarse con él, aunque sé que solo lo utiliza y luego lo botará cuando lo considere conveniente.

Nymra Polvest ha comenzado de nuevo con sus juegos retorcidos dónde busca acabar con todos. Su nuevo aliado es Herafel, al no tener apoyo de sus tíos, los antiguos regentes de Khiat. 

Herafel Ditnov se encargó de enviar personas a mi territorio para que se infiltraran y suplantaran la identidad de aridienses de los cuales se desconocía su defunción. Logró que iniciaran una semi revolución que ponga en duda el poder de las emperatrices actuales y del emperador que ha decidido tomar un descanso temporal. 

Se atrevió a desafiarme y a intentar crear una mala reputación de mi nombre. 

Ha hecho muchas cosas para joderme miles de veces en el pasado, pero ya no más. No soy la mujer que alguna vez él conoció hace años. Nada de lo que él pueda recordar sobre mí es cierto. 

Acomodo el collar de mi cuello, sé que es un regalo de una de las hermanas de mi madre: Mon Arino. No creo que realmente haya deseado darme un obsequio, más bien supongo que debió ser un presente para ganarse la confianza de mi madre. 

No hay alguien que me deteste más en este mundo que Mon Arino y su hija mayor, Shinkira. Esas dos mujeres, si pudieran acabar conmigo con sus propias manos, imagino que lo harían. El único problema es que al mismo tiempo son lo bastante cobardes como para no atreverse a desatar la furia de mi alma. 

—Fue también un ataque hacia mí —supone Kreim, sentado contra el escritorio de madera. 

—¿Le temes a alguien que no tiene el respaldo de nadie? —me burlo con la mirada fija en la suya, él no cambia su expresión seria, pero yo río en respuesta—. Eres mucho más que sus ataques que parecen juegos de niños, Kreim Liweul. Y yo soy más poderosa aún, él no tiene poder alguno en esta situación. 

—No temo por mí, solo por ti y por mi hermana —suspira antes de colocarse de pie para acomodar su saco azul—. Atacó el condado de Meydila cuando pudo haber elegido el mío. Es una falta de respeto. 

—Paciencia, Kreim —sonrío de forma tétrica, dejo de jugar con el collar en mi cuello para cruzarme de brazos—. Él caerá ante nosotros. Solo debemos esperar. Y no solo él caerá, Nymra será arrastrada si quiere seguir jugando a qué tiene poder. 

Un par de aplausos me distraen, conozco a la dueña de ese gesto burlesco. Me sorprende que a pesar de todas las cosas que han pasado, del poder que aún tengo sobre su vida y de que depende de mí, se atreve a mofarse de mis acciones o dichos. Sin duda, su actitud desafiante hacia la corona es admirable por su perseverancia en ello. 

—¿Tengo el honor de que me congracies con tu presencia, Vinavina? —arqueo una ceja, el tono divertido no pasa inadvertido en mi voz—. Creo saber porque haces todo esto. Nymra Polvest nunca ha sido de tu agrado, ¿Me equivoco? 

—Para nada —acepta mientras se sienta en la silla y cruza sus piernas—. Es de ese tipo de personas que critican a los demás, pero hacen lo mismo que ellos. Es el típico caso de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago". Una copia exacta de su padre, a quien aparenta tanto odiar. 

—Conocemos muchas personas así —comenta Kreim a la vez que sirve un par de copas de vino—. ¿Quieren? 

—Por el momento prefiero abstenerme de tomar alcohol —responde la muchacha de cabellos rojizos, seria. Toma mucho de su autocontrol no ingerir algún tipo de bebida alcohólica. 

En el pasado, no muy lejano, desarrolló una adicción al alcohol que le ha costado tiempo superar. Bebía hasta perderse en sus sueños rotos que volvían a recomponerse tras el efecto de la bebida en su sistema. Imagino que no quiere volver a esos tiempos, nadie quiere ser su versión pasada. 

Acepto la copa que me tiende quien alguna vez fue pareja mía. Brindamos un poco antes de llevarnos el líquido a los labios para saborearlo. Me percato de que Vinavina aparta su mirada azul de nosotros, lo más probable que para mantener sus años de sobriedad. 

—¿Cuál es el plan para todo esto? No podemos simplemente ir y rastrear a Herafel —se atreve a indagar, curiosa. 

—Una persona nunca revela sus planes a terceros por más que sean sus aliados —hablo firme, admiro el líquido oscuro de la copa muy interesada—. Pero ten por seguro que te avisaré lo que haremos cuando sea el momento. No pienso tirarlos a una batalla sin que tengan un mínimo de información. 

—¿Le declararás la guerra? 

—Vinavina, no sé si estás enterada, pero ya le he declarado la guerra a Astenont y Zildwi al no aceptar sus Tratados de Paz. Solo es cuestión de tiempo para que todo comience. 

Quedamos en silencio por un buen rato, cada uno absorto en su mundo. Aprovecho para encender un cigarrillo mentolado y darle una calada, mi corazón late con fuerza, como si le costara bombear la sangre que me mantiene viva. 

No me agrada mucho el hecho de que Vinavina se haya acercado a Rowan. De Laissa lo comprendo, ella es un amor con todos y nunca tiene malas intenciones, ¿Pero qué hay con la hija de Mon? Sé que no debo juzgarla por su madre, porque no necesariamente debe ser como ella, pero hay algo que me genera desconfianza. 

Si bien Vinavina es otra persona rota en este mundo, su generosidad con la chica que se roba mis pensamientos cada cierto tiempo me llama la atención. ¿Qué quiere?¿Mi aprobación?¿Sus poderes de nuevo? Puede ser que la última opción sea la correcta. 

Pierdo la noción del tiempo y cuando la recupero, me hallo suspendida en el aire rodeada de una espesa bruma que mezcla tonalidades como el azul oscuro, el morado brillante y el negro. No distingo mi despacho ni tampoco los cuerpos de Kreim o Vinavina. 

Se acerca la hora, ¿Qué harás...? 

Aún no. Todavía no es hora. 

¿Crees que ella te aceptará?¿Crees que no acabarás con todos a tu alrededor? 

Eso no sucederá, soy fuerte como para no dejar que ella gane. 

¿Dices que no ganaré? Al fin y al cabo eres víctima de tus impulsos. 

Es algo que voy a corregir. Pronto. 

Él lo empeoró todo, pero tú tampoco haces nada para ayudarte... Sitrix, impi Luciale Meire. 

Suerte es lo que no tengo, pero por alguna razón siempre logro salirme con la mía y ganar todo obstáculo que se me meta en medio. Nada es suficiente como para ganarle a Luciale Meire. 

—¿Luciale? —la voz de Kreim me regresa a la realidad, parpadeo un poco y noto que la copa que sostenía en mis manos, está en el suelo en mil pedazos. 

Algunos cristales se han incrustado en mi mano, un hilo de sangre negra escurre por mi mano. Observo la situación sin sentir dolor alguno, tampoco ardor. No hay nada. Es como si no tuviera un cristal clavado en la palma de mi mano que es muy seguro que debe doler bastante. 

—Llama a Chrystel —le pido sin dar muchas explicaciones de lo que acaba de suceder. Él asiente y se va en busca de la mencionada. 

No paso por algo el escudriño a través de los ojos azules y penetrantes de la mujer de cabello rojizo que se encuentra sentada frente a mí. Levanto la vista de mi palma para encontrarme con su rostro indiferente a lo que acaba de suceder. 

—Herafel lo arruinó todo hace 5 años, ¿Verdad? —su pregunta me toma por sorpresa, pero no permito que ella vea un mísero rastro de emoción en mi rostro. Para todos, hay un manto de frialdad y dureza que me recubre como si eso fuera lo único que yo pudiera ser ante los demás—. Creo recordar que esto no estaba previsto hasta que tuvieras treinta y tres. 

—Ya ves lo que ha pasado —suspiro hondo para luego retirar el cristal más grande que está en el centro de la palma de mi mano. No molesta, pero la cicatriz que quede probablemente sí—. Tú y Kreim no vieron nada, ¿De acuerdo? 

—No se puede tapar el sol con un dedo, Luciale, pero respetaré que no quieres hacerlo público. Encuentra una solución pronto antes de que todo esto nos destruya a todos. 

Encontraré una solución, pero para mí y para Rowan. El resto pueden esperar, a no ser que hayan hecho algo como la chica de la sonrisa tierna, que me devolvió la paz que perdí en el pasado. 

...

Luego de que Chrystel cure mi mano con su magia, me encaminé hacia la sala del trono, dónde mi padre dijo que debía hacerme un anuncio importante. Y creo tener idea a dónde quiere llegar.

—Hija —me saluda al verme entrar, su sonrisa cariñosa no pasa desapercibida. Mi madre se mantiene a su lado con el mismo gesto—. Siéntate. 

—¿Qué sucede? —pregunto directa. No me gusta dar vueltas. 

Él observa a mi madre, quién ríe con suavidad ante mi interrogante. Es algo que saqué de mi padre, a ninguno de los dos nos agrada dar vueltas a un asunto cuando podemos ser directos y contundentes en lo que digamos. 

—Luciale es más Meire que Arino, ¿No ves? —le bromea ella, sin apartar sus ojos de su esposo. 

Algo que admiré mucho de ellos es que, a pesar de todo lo que han tenido que sufrir y lo que enfrentaron, siguen con el mismo amor que el primer día en que se conocieron. Dijeron que mi padre, Vorkiov, conoció a Dríhseida en una fiesta organizada por la familia real de Abdrion para reunir a las familias más adineradas del imperio. El flechazo fue instantáneo, debo deducir. 

Desde los diecinueve y veinte años siguen juntos en todo, compartiendo secretos, desgracias, crímenes, amor y una reputación que los precede como los mejores emperadores que pudo tener alguna vez Abdrion. ¿Podré eclipsar sus figuras cuando sea emperatriz? Imagino que sí. 

—Imagino que ya sabes porqué estás aquí, Luciale —mi padre decide ser directo. Su voz impone mucho respeto—. Ya estás en edad de tomar el derecho que te pertenece por nacimiento. 

Quedo asombrada ante sus palabras. El desconcierto entumece un poco mis extremidades, pero mucho por mantenerme a raya y no demostrarlo. No quisiera que sepa que lo que va a decir es una responsabilidad muy grande que yo veía demasiado lejana por el momento. 

—Abdicaremos en favor tuyo —anuncia mi madre con una sonrisa dulce y confiada. Me estima mucho—. Es momento de que hagas lo que debas hacer sin el título de Señorita, ahora con el de Emperatriz

...

¡Buenas, buenas!

Iba a actualizar ayer, pero tuve unos pequeños problemitas. Así que hoy les traigo el cap <3

Mil disculpas por la hora, de todas formas imagino que ustedes lo leerán cuando puedan (?)

¿Qué tal sus días?¿Todo bien?

Se viene lo fuerte, muchachos. A partir de ahora, hay dramaaaa. Ahre.

Los quiero <3. Gracias por acompañarme y leer, me alegra saber que hay gente que le gusta lo que escribo :D

Sin más que decirles, nos vemos la próxima semana. Besitos.









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