8

Presentaciones innecesarias.

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Tenía una figura prepotente, una sonrisa descarada y parecía haber usado todo el fijador del mundo en su cabello, porque podría jurar que el aire escaso que circulaba en el vestíbulo no movía ni un solo cabello de su cabeza.

- Abuelo, tu invitada me está mirando demasiado. Creo que le gusto - dijo de golpe el tipo, cruzando los brazos, y rodé los ojos. Qué idiota, pensaba mientras su sonrisa falsa brillaba en su rostro.

- Te dije que no es una invitada, Ayden - replicó el hombre, con una pizca de diversión en la voz - De hecho, la señorita Jeaneth tiene más privilegios en esta mansión que tú.

Me giré hacia él, sorprendida por la franqueza de sus palabras. El tipo de sonrisa arrogante levantó una ceja, y el anciano, con tono juguetón, añadió:

- Disculpa a mi sobrino, Jeaneth. Me hubiera gustado presentarlos en la cena, pero Ayden ama pasear por todos lados como si fuera un alma libre - dijo mientras bajaba las escaleras, llegando hasta mi lado.

- Ah, lo había olvidado. Aquí no es mi casa, así que tendré que pedir permiso hasta para respirar... ¿cierto? - dijo Ayden con amargura, lanzando una mirada fulminante a su "abuelo", pero sin moverse ni un centímetro de su lugar. Lo miré de reojo, bastante molesta, y puse los ojos en blanco. No tenía ganas de lidiar con su horrible actitud.

- Este es Ayden Langley - dijo el hombre, casi como si tuviera que presentarlo como a una especie rara, y el tipo de cabello perfectamente fijado ni siquiera se acercó para estrechar mi mano. Le devolví una sonrisa superficial, sabiendo que él la percibiría como lo que era: completamente falsa. - Él es nieto de mi hermano Eurkan, el doctor que conociste en el sanatorio - agregó el abuelo, y mis ojos recorrieron al pelinegro, algo desconcertada. ¿Cómo podía un hombre tan amable estar relacionado con un tipo como él?

- Lo sé, no hay parecido alguno - dijo Ayden, burlón, al notar mi mirada escéptica. A mí solo me quedó asentir en silencio – Es increíble. El abuelo tiene más relación con la invitada que con sus propios nietos - dijo, rodando los ojos, y no pude evitar suspirar. Qué tensión tan absurda.

- Ayden, estás incomodando a nuestra nueva huésped - dijo el hombre, ahora con voz firme, y el tipo me miró, pero no se disculpó. Solo puso cara de "no me importa".

- Lo siento, majestad - dijo, fingiendo pena, y sus ojos brillaron con una chispa burlona.

Lo miré con los ojos entrecerrados, no podía soportar su actitud. Antes de que pudiera responderle, ya había girado sobre sus talones y se había ido por la puerta, saliendo de la mansión con la misma indiferencia con la que lo vi al entrar.

- Ven conmigo, Jeaneth. Te prepararé algo de fruta mientras llega la hora de la cena - dijo el hombre, y lo seguí sin decir una palabra. Ya no estaba de humor para más confrontaciones.

- Entonces, ¿no podemos deambular por la mansión sin autorización? - pregunté, curiosa, y él soltó una pequeña risa, negando con la cabeza.

- Eso solo aplica para Ayden. Nunca ha considerado este lugar como un hogar, así que no tengo más remedio que tratarlo como un invitado. Ordenarle lo que debe hacer es casi una obligación -dijo con tono de broma, y asentí levemente.

- Supongo que debe ser difícil llegar a un lugar y considerarlo hogar en tan poco tiempo - dije, intentando encontrar alguna forma de justificarlo, y él negó con la cabeza.

- Si por "poco tiempo" te refiere a diez años, entonces sí, tienes razón - dijo, encogiéndose de hombros, y me quedé sorprendida. Ayden llevaba diez años aquí y seguía comportándose como si odiara todo lo que lo rodeaba.

- No tengo respuesta o justificación para eso - dije, algo desconcertada por esa revelación, y él sonrió con tristeza.

Llegamos a una cocina enorme, más grande que la sala de mi casa. Era casi el doble de tamaño. Una mujer regordeta de cabello rubio estaba ocupada en la mesa, donde varias frutas estaban dispuestas, esperando ser usadas.

- Señora Gurment, le presento a Jeaneth Willerstong. Estará viviendo aquí de ahora en adelante y su palabra tendrá más peso que la de cualquier otra persona en esta casa, excepto la de mis hermanos - dijo el hombre con tono serio, y la mujer asintió con una sonrisa cálida.

- Es todo un placer conocerla, Jeaneth. ¿Le gustaría que le preparara mango? - preguntó la señora Gurment, mirando las frutas dispuestas sobre la mesa, y yo asentí de inmediato. El mango era de mis frutas favoritas.

- Gracias, señora - respondí mientras me sentaba en un banquito de la mesa, algo abrumada por la magnitud de todo lo que estaba ocurriendo. Estaba en una mansión, rodeada de gente que no conocía, y Ayden, con su actitud insolente, me había dejado un mal sabor de boca.

- Bien, le dejaré a Jeaneth en sus manos, señora Gurment. Quiero asegurarme de que se sienta cómoda - dijo el hombre, dándome una última mirada antes de retirarse.

- Dime, querida, ¿hay alguna comida que no te guste? Todos en esta casa tienen al menos un platillo que no pueden soportar - dijo la mujer, sonriente. La calidez de su voz me hizo sentir un poco más tranquila, aunque aún me sentía fuera de lugar.

- No, en realidad como de todo - respondí rápidamente, contenta de que no me preguntara algo más complicado.

- ¿Y cuántos años tienes? Te ves de la edad de los hermanos Langley - preguntó, mirándome con curiosidad. Me mordí el labio y suspiré.

- Cumpliré 18 en unos meses, de hecho, en la primera nevada del año - dije con una sonrisa tímida, y ella asintió.

- Ah, exactamente. Eres un poco más joven que ellos, por poco - dijo, sonriendo con algo de melancolía, y yo suspiré, algo incómoda con el tema.

- Puedo preguntarte algo sobre ellos? Es solo que los he visto una vez y... no tuve una buena impresión, aunque me imagino que hay más que eso detrás ¿no? - dije, un tanto apenada por romper el hielo de esa manera.

La mujer sonrió a medias, como si hubiera estado esperando esa pregunta, y se inclinó un poco hacia mí, bajando la voz.

- Es porque los dos son solo medios hermanos. El mayor Ayden es el hijo de una mujer de buena familia que conoció el abuelo de los chicos, y Jayden... Jayden es el resultado de una aventura que el señor Langley tuvo, y después de las muertes de sus madres, el abuelo de estos decidió que su padre no era buen ejemplo para sus nietos. Por eso los separó a todos, Jayden y Ayden crecieron de maneras muy distintas - dijo ella, mientras preparaba el mango con una destreza que solo los años de experiencia pueden dar.

Mi corazón se apretó ante la historia de Jayden, y entendí un poco mejor la desconexión entre los hermanos.

- Parece... muy triste, ¿no? - musité, sin saber qué más decir.

- Sí, querida - respondió ella suavemente - Pero a veces la vida te obliga a separarte de las personas que más quieres para protegerte.

- Supongo que por eso el mayor es tan... grosero - dije, tratando de encontrar palabras amables, aunque mi tono revelaba todo lo contrario. La mujer asintió con una ligera tristeza.

- El es así porque cuando su madre descubrió que su padre tenía otro hijo, con un don peculiar como el de Ayden, eso significaba que quedaría a la sombra. Ella... bueno, se suicidó. Eso, por supuesto, hizo que Ayden desarrollara un odio enorme hacia Jayden al saber que vivirían juntos, como si fueran iguales. Siempre ha pensado que él es inferior. Mi pequeño Jayden jamás pelearía con su hermano, así que, en lugar de eso, simplemente lo ignora. Es su manera de lidiar con ello -dijo la mujer, con voz baja, y un suspiro escapó de mis labios. Parecía tan complicado tener hermanos, especialmente cuando la tragedia marcaba su historia.

- Creo que me siento muy bendecida de haber sido hija única - dije, intentando aligerar el ambiente, y ella soltó una risa suave, logrando que me relajara un poco.

- Aun así, querida, ambos tienen un inmenso corazón. Ayden podrá parecer de hierro, pero te aseguro que es la persona más noble y leal que he conocido - dijo mientras terminaba de cortar la fruta, dejando el plato frente a mí.

En ese momento, desde el pasillo, una voz interrumpió el silencio.

- ¡Regresé! - gritaron, y al instante, Jayden apareció recargado en el marco de la puerta, mirándonos con curiosidad. - ¡Oh, mango! - exclamó, acercándose a mi plato y tomando un pedazo con la mano.

- Jayden, ese mango lo corté específicamente para la señorita Jeaneth - lo reprendió la mujer, caminando hacia él y dándole un golpecito en la mano.

- Creo que a Jeaneth no le molestará si tomo un pedazo, ¿verdad? Somos amigos, ¿cierto? – dijo este, mirando hacia mí con una sonrisa traviesa. Asentí levemente, reconociendo que, en comparación con su hermano mayor, Jayden era alguien bastante agradable.

- Qué suerte que tengas un amigo en esta casa - comentó la señora Gurment, sonriendo de forma cómplice - Así, la señorita Caley podrá seguir ignorándote a gusto, y tú tendrás a Jeaneth para hacerle compañía.

- Así que, incluso siendo tan agradable, ¿las mujeres te evaden? - pregunté, divertida por la situación, y él me miró, ofendido.

- En realidad, es porque ella prefiere a mi... bueno, prefiere al mayor de los Langley - dijo rápidamente, casi sin respirar, y asentí levemente.

- Te entiendo. Si yo también tuviera que elegir... - dije con tono juguetón - Ayden es... un idiota arrogante que usa demasiado fijador para el cabello, ¿verdad?

Al darme cuenta de lo que había dicho, rápidamente tapé mi boca, sintiendo que mi comentario había sido demasiado directo.

- Así que ya lo conociste... sí, es ese... mi hermano - dijo lo último no muy convencido, sin muchas ganas. Asentí, comprendiendo un poco más su actitud hacia Ayden.

- Bueno, no conozco a toda la familia Langley, pero por ahora, tú eres mi favorito - dije con una sonrisa, ofreciéndole otro pedazo de mango. Él lo tomó sonriente.

- Yo conozco a dos Willerstong, y te diré que eres mucho más divertida que el profesor. Ese hombre siempre habla solo y eso da miedo - dijo, riendo, y yo no pude evitar reír también.

- Deberían ir a ducharse y cambiarse para la cena - dijo la señora Gurment con una sonrisa mientras terminaba de preparar la comida - Haré estofado con albóndigas para ti, y algo especial para la señorita Jeaneth, que come de todo.

Ambos asentimos y salimos de la cocina. Jayden caminó frente a mí, guiándome por el pasillo. Los cuadros en las paredes eran simples retratos de frutas, y al llegar a las escaleras, me dijo:

- Vamos subamos - y comenzó a subir. Lo seguí, reconociendo que mi habitación estaba marcada por un diamante en la puerta.

- Esta es mi habitación - dije, llegando frente a la puerta, y Jayden asintió, señalando la suya un poco más adelante.

- Bien, pues te veo en la cena. Mi cuarto está allí, tiene un rubí en la puerta - dijo, sonriéndome, y luego se dirigió a su habitación. Yo entré a la mía y seguí los consejos de la señora Gurment. Me metí al baño, me desnudé y me sumergí en la tina, dejando que el agua caliente me relajara.

Después de unos 15 minutos, el agua ya estaba fría, así que salí, me envolví en una toalla y me vestí con ropa cómoda: unos pantalones de lana y un suéter grande. Me acerqué a mi mesa y tomé mi celular para llamar a mamá. ¿Debería contarle sobre todo lo que había pasado hoy?

- Hola... Jean? - dijo mi madre con voz angustiada, y una sonrisa involuntaria apareció en mi rostro al escucharla. La extrañaba tanto.

- Hola, mami. Soy yo. Te dije que te marcaría todos los días - respondí, sin evitar sonreír, aunque mi corazón se apretó al escuchar su sollozo al otro lado de la línea.

- Dios, es tan difícil para mí solo escuchar tu voz y no poder verte... - dijo, tratando de contener las lágrimas.

- Yo también te extraño, mami, pero... no puedo regresar. Necesito estar aquí - dije, sintiéndome culpable por esas palabras. Aunque lo sabía, me dolía seguir apartándola de la verdad.

- Sé que no estás ahí por gusto, pero... olvida lo que le hicieron a Hugo. No te guíes por el odio ni por la venganza - dijo, su voz siempre tan calmada, y yo suspiré. No debía preocuparla más.

- Si está bien, mami - respondí, resignada, aunque por dentro sabía que le estaba mintiendo.

- Cuéntame, ¿hoy pasó algo emocionante? Tu voz suena llena de energía - preguntó, con un tono esperanzado.

Suspiré, intentando encontrar una respuesta que no fuera una mentira completa.

- Nada emocionante, mami. Necesito dormir un poco. Te llamaré mañana, ¿está bien? - pregunté, tratando de cambiar de tema.

- Claro que sí, cielo. Cuídate mucho. Te amo - dijo con ternura, y mi corazón se aceleró al escucharla. La nostalgia me envolvió de golpe, y antes de darme cuenta, había colgado la llamada.

Me recosté en la cama, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a resbalar por mis mejillas. Tenía que seguir fingiendo que esta vida era buena para mí... al menos hasta encontrar una manera de regresar a mi verdadero hogar.

Jean... Jeaneth.

La voz me llegó entre murmullos, y me retorcí en la cama, aún adormecida. Alguien acariciaba suavemente mi cabeza.

- Despierta, Jean - dijo la voz de nuevo, y poco a poco abrí los ojos. ¿En qué momento me quedé dormida?

- ¿Quién eres? - pregunté, entre bostezos, mientras me frotaba los ojos. Miré hacia mi espalda, y ahí estaba Jayden, parado junto a mi cama, mirándome con algo de incomodidad.

- La cena está servida. Me ofrecí a llamarte, pero no contestabas, así que... entré - dijo, con una sonrisa apenada. Me senté rápidamente, pero me sentí mareada, y él me tomó del brazo para ayudarme a estabilizarme.

- Lo siento. Cuando me despierto de golpe y me levanto así, suelo marearme - dije, incorporándome finalmente. Me puse los zapatos y salimos del cuarto.

- El señor Aurkan dijo que te tenía una sorpresa. Supongo que será algo relacionado con tu padre. Si necesitas llorar, hazlo. Así pensarán que no se han visto - comentó con una seriedad desconcertante, mientras bajábamos por las escaleras.

- ¿Quién está en el comedor? - pregunté, nerviosa.

- Todos los inquilinos de la mansión Singer - dijo él, divertido, mientras abría la puerta del comedor. Al entrar, vi a varias personas reunidas en la mesa: tres mujeres de avanzada edad, pero una más joven que las otras, una chica de mi edad, el señor Aurkan, otro hombre, y....el mayor de los hermanos Langley.

- Bienvenida, Jeaneth. Gracias por traerla, hijo - dijo el hombre, levantándose y recibiéndome con una sonrisa. Jayden llegó a mi lado y, con tono de broma, añadió:

- Te presentaré a estos individuos. Esas dos mujeres ahí son mis hermanas menores: Furkan e Iurkan. La mujer de ahí es Iulies, hija de Iurkan, y junto a ella, su nieta Caley - dijo, señalando a las jóvenes que me miraron fríamente.

- Un gusto - dije, algo incómoda, y ellas solo desviaron la mirada.

- Saluden a la nueva inquilina, ella tiene más voz de mando que yo - comentó la madre de estas, levantando una mano y haciendo que una magia naranja las hiciera hacer una ligera reverencia.

- Así son - dijo el hombre, apenado, y asentí, algo confundida.

- Ese de ahí es mi hermano Durkan. Solo un año menor que el hombre del que eres pariente -continuó, y me miró con una sonrisa cómplice.

- Un gusto, Jeaneth - dijo Durkan, sonriéndome, y yo respondí con una sonrisa tímida.

- Y bueno, a Ayden ya lo conociste esta tarde, pero el que fue a llamarte a tu habitación es Jayden, el hermano menor del ogro de ahí - dijo el hombre, mirando a al hijo mayor con cierto desdén. Ayden rodó los ojos, como si ya estuviera acostumbrado a esos comentarios.

- Medios hermanos, abuelo - dijo Ayden, con algo de molestia, y Jayden parecía incómodo. Yo miré a Jayden de reojo, sorprendida por la manera en que lo trataban.

- Un gusto, Jayden - dije, saludando al chico, quien me sonrió algo sorprendido por mi actuación y asintió.

- Aún faltan los profesores Nirk y Trenty, pero llegarán en unos días. Y a la pequeña Yiel, pero ella está tomando unas terapias, así que su llegada es un misterio - dijo el hombre, mientras nos ofrecía tomar asiento.

- ¿Ya podemos comer, abuelo? - preguntó Ayden, interrumpiendo de repente, con tono impaciente.

- Sí, pero... - dijo el hombre, mirándolo de reojo - ¡parad de comer! - y Ayden soltó de golpe lo que tenía en las manos.

- ¡Ahora qué! ¡Tengo hambre! - dijo el hermano mayor, irritado.

El hombre suspiró y, negó mirando mal al chico.

- Querida, te traje un regalo de bienvenida, Jeaneth. Pasa, profesor - dijo el hombre con una sonrisa mientras se apartaba para dar paso a alguien más. Cuando miré hacia la puerta, mi corazón se detuvo por un segundo: mi padre estaba allí.

Miré de reojo a Jayden, quien me guiñó un ojo con una sonrisa casi imperceptible. Fue todo lo que necesité para que las lágrimas comenzaran a brotar de mis ojos.

- ¡Papi! - exclamé, levantándome de golpe. Corrí hacia él y me lancé en sus brazos, sin importarme nada más. Mi padre me apretó con fuerza, también llorando al sentirme de nuevo entre sus brazos.

- Jeannie, papi está aquí - susurró, acariciando mi cabeza mientras yo, entre sollozos, asentía en su pecho, abrazándolo más fuerte, como si nunca fuera a soltarlo.

Nos separamos un poco, y fue cuando mi padre miró al hombre que nos había recibido.

- De nada, Jonathan - dijo Aurkan, sonriendo de forma casi distante, y mi padre asintió con una sonrisa incómoda.

- Gracias, Aurkan. Gracias por darme el regalo de ver a mi pequeña de nuevo - dijo mi padre, mirando al hombre con gratitud y volviendo a abrazarme.

En ese momento, unos aplausos comenzaron a sonar, pero no eran cálidos ni bienvenidos. Eran exagerados, como si alguien quisiera llamar la atención.

- Ya decía yo que el apellido Willerstong no era muy común dentro de la muralla - dijo, con tono sarcástico, el hermano mayor de Jayden. Lo miré, furiosa, pero él ni siquiera me prestó atención. Su mirada estaba fija en mi padre, como si nada más importara - Ahora, si no es mucha molestia, Jeannie, ¿podrías sentarte a cenar? Porque muero de hambre - dijo de forma irritada, sin disimular lo incómodo que se sentía por la presencia de todos. Alguien, desde la mesa, le lanzó un cubierto en respuesta, y él lo esquivó con una mirada molesta.

- No seas tan arrogante, niño - dijo una de las señoras, mirando de reojo a Ayden, quien se recostaba sobre la mesa con actitud desafiante - Al menos una niña de esta familia tiene padre, ¿no es cierto? - añadió, mirando a los hermanos Langley con desdén. Su mirada se posó brevemente sobre Caley la chica joven, quien la miró ofendida.

- Como sea, ancianos - dijo Ayden, rodando los ojos y mirando a otro lado, como si todo fuera un juego aburrido para él. Nadie dijo nada más, pero el ambiente se había tensado un poco más.

- Siéntate, Jonathan. Supongo que quieres cenar y pasar tiempo con tu pequeña - dijo Aurkan, señalando una silla vacía junto a la mesa. Mi padre me miró, y sin pensarlo, tomé su mano y me senté junto a él.

Nos quedamos un momento en silencio, tomados de las manos. Era como si, al tenernos así, el mundo a nuestro alrededor se desvaneciera, y solo existiéramos nosotros dos.

Pero ese momento de paz no duró mucho.

- Oiga, profesor Willerstong, yo recuerdo haber escuchado que usted mencionó alguna vez que uno de sus protegidos tendría la mano de su hija cuando llegara el momento - interrumpió de repente Caley, la joven de la mesa, con una sonrisa maliciosa. Todos en la mesa la miraron, sorprendidos por su descaro – Es cierto que al fin le dará una familia a Jayden, porque tengo entendido que un bastardo no tiene 100% la garantía de ser considerado parte de una, ¿verdad? - añadió, con tono venenoso. La palabra "bastardo" retumbó en la sala, y todos se quedaron en silencio por un instante. Yo la miré, asombrada por lo cruel que había sido, pero ni siquiera ella parecía intimidada por la mirada de los demás.

Se hizo un pesado silencio, y la tensión se cortó cuando una gran carcajada resonó por la habitación.

- ¿Esa sí que es una muy excelente pregunta para el profesor, que dice profesor? - dijo Ayden, mirando a mi padre con una sonrisa desafiante, sin importar que la situación se había vuelto incómoda para todos. Miró de reojo a Jayden, quien parecía no saber cómo reaccionar, y luego fijó su mirada en mí con una expresión fría - Honestamente, ahora ya no me interesa cenar. Estoy mucho más interesado en saber la respuesta.

Mi mirada se endureció. ¿Qué clase de ambiente era este? ¿Acaso todos en esta casa eran lobos, esperando a devorarse entre ellos?

Jayden, al ver mi incomodidad, se aclaró la garganta y miró a su hermano mayor. Hubo un destello de incomodidad en sus ojos, como si no estuviera dispuesto a dejar que su hermano llevara las cosas aún más lejos, pero no dijo nada.

- Jayden, ¿tú qué opinas? - preguntó Caley, mirando al chico de manera provocativa, como si estuviera disfrutando de la tensión que ella misma había provocado.

Yo observé todo desde mi lugar, entre incrédula y molesta. Sentía como si estuviera atrapada en un campo de batalla, rodeada de gente que sólo pensaba en sus propios intereses. Pero lo peor era que, en medio de todo, nadie parecía interesarse en el dolor de los demás.

Mi padre apretó mi mano con más fuerza, pero el silencio se hizo nuevamente pesado. La pregunta flotaba en el aire, desafiante. Todos esperaban una respuesta.



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Mi relación al escribir a Ayden se basaba en amor/odio, es un hdp pero jurooo que esto siempre es justificado, no juzguemos a mi niño tan pronto.

Con cariño A.

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