5
Así es llegar al otro lado?
-
Sentí un pequeño pinchazo en el brazo, como si una corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Poco a poco, el lugar se calentaba, como si alguien hubiera encendido la calefacción. Abrí los ojos con dificultad, sintiéndome débil y un tanto mareada, observé mi entorno: una habitación completamente blanca, despojada de vida. Intenté moverme, pero me encontraba atada a la cama.
- ¿Dónde estoy? - pregunté, sintiendo la confusión apoderarse de mí.
Un hombre entró en la habitación, con un rostro serio, mi corazón se detuvo al escuchar su voz.
- Señorita Jeaneth Willerstong, sea usted bienvenida al sanatorio Polar, el recinto de medicina más excepcional del mundo - anunció con un tono que sonaba casi orgulloso.
Lo miré con desconfianza.
- ¿Qué hago aquí? ¿Y dígame por qué estoy atada? —demandé, con la voz temblándome ligeramente.
- Según por lo que tengo entendido, en su trayecto aquí, hirió a algunos de los hombres de la guardia - dijo, como si fuera a justificarme por mis acciones, y sentí que el mundo se me caía encima.
- Ustedes... ¡Ustedes mataron a Hugo! – comencé a gritarle, desesperada, intentando zafarme. Él me miraba con pena, pero eso no ayudaba.
- De verdad lamento mucho la pérdida de su amigo, señorita Willerstong. La intención de la guardia de la Élite es no herir a ningún mundano. Créame que los que hirieron al joven fueron severamente castigados - dijo, su tono serio pero distante.
- Sus disculpas no traerán de regreso a Hugo – espete, sintiendo la rabia burbujeando dentro de mí. Suspiré, tratando de calmarme- ¿Cuándo me podré ir a mi casa? - pregunté, pero él negó levemente.
- Lamento decirlo así, señorita, pero al entrar a la muralla, su salida es imposible - su voz carecía de emoción, y eso me irritó aún más.
- Porque no? No pueden tenerme aquí en contra de mi voluntad - protesté, con gran indignación. Este negó una vez más, como si su respuesta fuera inevitable.
- Descuide, no estará aquí mucho tiempo, señorita Willerstong. Su estancia en el sanatorio será breve, o al menos hasta que usted comprenda y se adapte a la idea de que este será su nuevo hogar - dijo, con su expresión tan pacífica.
- No, yo ya tenía un hogar fuera de la muralla - replique con rabia, sintiendo cómo la impotencia comenzaba a apoderarse de mí.
- Su verdadero hogar está de este lado, con los de su clase, con los singulares - explicó con un tono casi paternal.
- No, yo no soy como ustedes. Y no quiero nada de ustedes - dije, ignorando su paternalismo, y él me miró con una mezcla de pena y resignación.
- Entonces, creo pasará un largo rato en el sanatorio hasta que entienda que su nueva vida está dentro de la muralla - dejó unos papeles en la mesa a mi lado - En cuanto más rápido lo comprenda, podrá irse a la mansión Singer y comenzará su capacitación sobre sus poderes – dijo sin más, para solo salir, cerrando la puerta tras de sí.
Los cinturones que me sujetaban a la cama se soltaron de repente, como por arte de magia y, en un impulso, solo grité:
- ¡Déjame salir!
Me levanté de golpe, pero el mareo me hizo caer de rodillas. ¿Cuánto tiempo había pasado aquí? Con esfuerzo, caminé hacia la ventana. El paisaje exterior era un bosque denso, árboles altos que parecían vigilarme. La ventana tenía barrotes, y al girar hacia la puerta, noté que no había perilla interna. Así que solo podía abrirse desde afuera.
- ¿Cuánto tiempo estaré aquí? - murmuré para mí misma, sintiendo que la desesperación comenzaba a hacerse un eco en mi mente.
Con cada momento que pasaba, la realidad se volvía más opresiva. ¿Quiénes eran estas personas y qué querían de mí?
- Señorita Willerstong, pasaré - anunció una voz grave, y miré hacia la puerta. Una joven pelirroja entró con una charola en sus manos, acompañada de un hombre robusto que parecía un guardia. Juntos, colocaron una mesa y una silla en el centro de la habitación.
- Por favor, déjenme ir - imploré, acercándome con cautela. Ambos negaron con la cabeza.
- Tiene que comer, señorita Willerstong. Ha estado en coma cinco días y necesita alimento sólido en su cuerpo - dijo el hombre, y sentí un escalofrío al comprender que había dormido no horas, sino días.
- ¿Cinco días? No es posible, ayer dejé la ciudad... - dije, sintiendo la confusión invadiéndome.
El hombre grande salió de la habitación, cerrando la puerta con un golpe.
- Señorita Willerstong, tiene que comer para adaptarse lo antes posible y poder ir a la mansión Singer – dijo animándome la pelirroja, sonriendo con una mezcla de amabilidad y preocupación.
- Crees que es fácil? ¿Cómo te sentirías tú, si te separaran de tu madre? - pregunté, la rabia brotando en mi voz. Ella me miró con pena.
- Yo nací y crecí de este lado de la muralla, señorita - respondió, y negué para mí misma. La mesa estaba llena de comida, incluyendo fresas frescas que en casa a veces eran un lujo inalcanzable.
- ¿Por qué hay tanta comida? - inquirí, y su sonrisa se ensanchó al verme ceder un poco y sentarme.
- No es mucha, esa es una ración completa para una sola persona - explicó, y comencé a probar la comida. Era un filete jugoso, acompañado de papas y otros platillos.
- ¿Qué es esto? - pregunté, con un bocado aún en la boca.
- Eso es un filete de la mejor calidad del valle Singer, acompañado de patatas al horno con queso cheddar, guisantes bañados en mantequilla y sal de ajo, la sopa es de maíz con champiñones, y de postre, fresas bañadas en jarabe - dijo, con su voz vibrante de entusiasmo.
- ¿Y qué es esto? - pregunté, observando el líquido rojo en la copa.
- Es un vino de moras – me comento como si fuera obvio y la mire sin entender- Se lo explico, el vino, teóricamente, es una bebida obtenida de la uva, a través de la fermentación alcohólica de su zumo. Las levaduras transforman el azúcar de la uva en alcohol, pero sin perder su dulzura, aunque este no tiene alcohol porque esta medicada - dijo, con una sonrisa. No comprendí del todo, pero el asco ya comenzaba a crecer en mí.
- ¿Y no hay agua? -pregunté, y ella asintió, tomando una pequeña jarra y acercándola a mí.
- Es agua de pepinos natural - respondió, y asentí tomando, tras probarla, me sorprendió lo refrescante que era.
- Me retiraré ahora mismo - dijo, acercándose a la puerta. La abrió y salió, dejándome sola con mis pensamientos. Así que esto era lo que llamaban una mejor vida dentro de la muralla.
Segunda semana.
Desperté por el sonido de la puerta abriéndose. Era aproximadamente el mediodía, y mi desayuno estaba entrando, como lo había previsto.
- Buenas tardes, señorita Willerstong - me saludó Zetha, la pelirroja, con una sonrisa amable.
- Gracias, Zetha - dije, sentándome en la mesa y mirando mi desayuno.
- Le traje un filete con calabazas, sopa de almejas y de postre, trufas de chocolate con helado - dijo, su entusiasmo era contagioso. Asentí levemente, tomando los cubiertos.
- Puedo preguntarte algo? – mire a la chica que asintió - ¿Cuándo crees que podré salir de aquí? -pregunté antes de probar el filete. Ella me miró, como si pesara mi respuesta.
- Puedo preguntarle algo a usted primero? -dijo mirándome y asentí - ¿Al fin aceptará su vida aquí? - preguntó con un brillo en los ojos. Se había esforzado tanto por ayudarme a integrarme, trayéndome mapas y explicándome las costumbres de este lugar.
- No lose, no sé si puedo aceptar que me hayan separado de las personas que amaba. ¿Pero qué podría hacer por ellos aquí encerrada? -dije, sintiendo una punzada de tristeza.
- Lamento mucho la muerte de su prometido, Jeaneth. Pero tiene razón, aquí dentro, su muerte será en vano. El estaría feliz de verla conocer su verdadero mundo, al que pertenece - dijo, sonriendo con empatía.
- ¿Y cómo les hare saber a ellos que he decidido salir de aquí? - pregunté, confusa.
- Descuide, yo hablaré con el doctor, y él hará una evaluación rápida – respondió sin más antes de salir corriendo.
Las horas siguientes pasaron volando. De repente, entró uno de los doctores, acompañado del hombre musculoso que había conocido el primer día. Ambos me miraron, y el aire se volvió tenso.
- Zetha ya me comento todo, así que estas lista para una nueva etapa? - dijo el doctor, su voz firme y tranquila.
Mi corazón latía con fuerza. ¿Qué pasaría ahora?
- Si, quiero salir de aquí y vivir - respondí, y este asintió frunciendo el ceño.
- Bien. Normalmente, les hacemos su adiestramiento y análisis en el sanatorio antes de reintegrarlos a nuestra sociedad - explicó, acercándose un poco - Pero, dado a su edad y que usted agredió a varios guardias, será mejor que su adiestramiento se realice bajo la supervisión del colegio Singer. También vivirá en la mansión Singer bajo el cuidado de la Élite.
- ¿Esperé...usted no es parte de la Élite? - pregunté, confundida.
- Claro que no, tampoco desearía serlo - río levemente - la Élite está compuesta por los hijos directos del Supremo. Nosotros, los singulares, somos una mezcla entre mundanos y esos hijos —dijo, y asentí lentamente, comenzando poco a poco a comprender.
- Pero ¿por qué tienen que cuidarme ellos? - indagué.
- Ellos se lo explicarán, señorita Willerstong. Thomas le entregará ropa para que esté más cómoda - dijo, saliendo de la habitación. El musculoso me entregó un montón de ropa.
- La dejaremos sola para que se cambie. Regresaré por usted en diez minutos - dijo, cerrando la puerta tras de sí.
Miré la ropa. Era similar a lo que solía usar: medias negras, un vestido gris con un cuello que parecía una camisa, y una chaqueta larga de lana color café. Me cambié rápidamente y me coloqué mis botas. Con una coleta baja, me acerqué a la puerta justo cuando esta se abría.
- Venga por aquí - dijo, dándome el paso. Salí de la habitación y, por primera vez, vi dónde estaba: un gran pasillo blanco con cuadros minimalistas colgados en las paredes.
- ¿Y ahora, a dónde vamos? - pregunté al llegar al final del pasillo, frente a dos escaleras. Una subía y la otra bajaba.
- Iremos en elevador - respondió, presionando un botón al lado de una puerta de metal. Esta se abrió, y entramos en lo que parecían ser los famosos elevadores. Hacía años que los mundanos habíamos dejado de tener esta tecnología, jamás había subido a uno... al menos no a uno que funcionara.
- ¿Qué tan lejos queda la mansión? Porque he mirado alrededor y solo hay bosques - dije, y el hombre me miró serio mientras presionaba un botón. El número que se iluminó decía "8". ¿O sea que había ocho pisos? Desde mi ventana, juraría que solo había dos pisos por debajo de nosotros.
Bajamos lentamente, y cuando el elevador marcó el piso 1, las puertas se abrieron a un pequeño recibidor elegante, similar a un consultorio como el de las películas. Salimos del elevador y el hombre se dirigió hacia una gran puerta de cristal. Afuera, un automóvil elegante nos esperaba, y el doctor estaba recargado en la puerta esperándonos.
- Venga suba, señorita Willerstong – dijo el hombre, abriendo la puerta. Miré rápidamente el edificio. Por fuera, parecía tener solo tres pisos.
- ¿Cómo es que es tan pequeño por fuera? - pregunté mientras el hombre subía al automóvil.
- Abróchese el cinturón primero - dijo, colocándose el suyo. Lo imité, y segundos después, el automóvil arrancó. - La vida dentro de la muralla es tan segura y privada que engañamos fácilmente a los mundanos - explicó.
- Entonces, ¿todas las casas son así? - pregunté, intrigada.
- Solo algunos edificios custodiados por la Élite, y algunos otros privados. Siempre intentamos mostrar una vida simple ante ellos, pero por dentro, son laberintos diseñados para confundir a los intrusos - dijo, y asentí levemente.
- ¿Y si cuando llegue con ellos creen que soy una intrusa? – inquirí nerviosa.
- Créame, en cuanto llegue, será tratada como una reina, señorita Willerstong. Lo que pida, se le dará en segundos, excepto por lo que tenga que ver con el contacto físico con alguien de afuera -dijo, serio.
- Por qué? ¿Por qué me darían todo así de fácil a alguien como yo? - pregunté, todavía sin entender.
- Creo que aún no comprende todo, usted no es una simple singular, señorita Willerstong. Pronto sabrá por qué, no está en mis manos informarle sobre ello - respondió, con un ligero tono de pesar.
El camino continuó en silencio durante unos minutos. Miré por las ventanas y vi que habíamos dejado el bosque atrás. Ahora pasábamos entre edificios que eran versiones más grandes del sanatorio, con estatuas decorando las grandes calles.
- Ahí está la mansión Singer - anunció el hombre, señalando con la cabeza. Miré por la ventana y vi una gran mansión, rodeada de altas rejas y un muy extenso patio.
- ¿Cuántas personas viven ahí? - pregunté, asombrada mientras las puertas se abrían y el automóvil entraba.
- No muchas personas son bienvenidas en la mansión, señorita Willerstong. Solo personas poderosas o esenciales para ellos - dijo, mirando al suelo del auto.
- ¿Usted no es bienvenido ahí? - pregunté, sin poder evitar la curiosidad.
- No!, pero no porque no quiera - dijo, sonriendo. - Por favor, cuídese y manténgase tal como es. Que la fortuna y la gloria eterna no le arrebaten esto - agregó, tocando su pecho del lado izquierdo.
- Gracias, doctor - dije, sonriendo. Él sacó algo detrás de él.
- Esto es suyo. Fue difícil que me lo entregaran, pero supuse que debe ser importante para usted -dijo, mostrando mi libreta de canciones, con una cadena colgando de ella.
- La cadena no me pertenece, no es mía - dije, tomando la libreta y observando mejor. Entre las páginas colgaba de la cadena mi anillo...Hugo.
- Nunca dude que el sanatorio tendrá las puertas abiertas para usted, señorita Willerstong. Y, juro por mi nombre, Eurkan el Quinto, que la ayudaré en todo - dijo, sonriendo mientras un hombre frente a mí me indicaba que bajara.
Le di una última mirada al doctor antes de salir del auto.
- Es por aquí - dijo el hombre que me abrió la puerta, guiándome dentro de la mansión. Al entrar, me detuve al ver a un hombre de cabello grisáceo parado en las escaleras, que parecía esperarme.
- ¿Quién es usted? - pregunté, después de que cerraran la puerta a mis espaldas.
- Un gusto me presento, Aurkan...el Primero - respondió, sonriendo de una manera cínica. Mi corazón se aceleró. ¿Qué significaba "el Primero"? ¿Acaso era...el primer hijo del Supremo?
-
Un capítulo más, corregido y mejorado, besos
Con cariño A.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top