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Atrévete o Arrepiéntete.
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Desde que mi padre se fue hace doce años, mamá y yo hemos tenido que arreglárnosla para salir adelante. Él era el que siempre traía comida a la casa, y su partida hizo que todo se volviera más difícil para nosotras solas. Tuvimos que mudarnos a un barrio más marginal, para poder buscar la manera de sobrevivir.
- ¿Madre, puedo ir a la plaza? - pregunté al entrar en la pequeña cocina, que apenas se podía diferenciar de la separación de la sala.
Esta negó con la cabeza, sin siquiera voltear a mirarme.
- Sabes que tienes prohibido salir de casa sin mí, Jeaneth - respondió con una voz seria.
Rodé los ojos, sintiéndome tan frustrada por nuevamente ser esta nuestra discusión de cada día.
- Voy a cumplir 18 años en unos días, madre. No puedes mantenerme encerrada para siempre -dije, desafiante. Ella giró la cabeza y me miró, su expresión era tan fría y seria.
- ¿Quieres que la Elite te encuentre? ¿Que se enteren de que una singular se niega a vivir bajo sus normas? ¿Quieres que te lleven y te aparten de todo lo que conoces? - preguntó, molesta. Suspire, mirando hacia otro lado evadiendo su mirada.
- No, no quiero, pero tampoco quiero estar atrapada aquí. Nunca salgo sola, ni siquiera voy a la escuela con los demás chicos - respondí, sintiendo cómo la rabia crecía en mi pecho.
- Si pasas tiempo con esos niños, podrías arriesgarlos... o arriesgarte a ti misma, y comenzaran a sospechar Jeaneth - dijo, cruzándose de brazos.
- Y no crees que sería más fácil sospechar de alguien a quien esconden hasta del propio sol? – pregunte con sarcasmo.
- No, es mejor así entiende que puedes dañar a alguien – mi madre seguía necia a no cambiar de opinión.
- No le haría daño a nadie, madre. Nunca he usado mis poderes, así que no sé lo que pueden causar - le expliqué, esperando que lo entendiera.
- Y por eso mismo, Jean. No sabes cómo usarlos, y no comprendes lo peligrosos que pueden ser -dijo, acercándose a mí. La miré con molesta y negué alejándome de ella.
- ¡Pero no voy a usarlos! - exclamé, elevando un poco la voz. Ella simplemente rodó los ojos.
- Ya te dije que no saldrás. Ahora ve a tu cuarto y estudia un poco - ordenó, con su tono inquebrantable como si un soldado fuera. Resignada, giré sobre mis talones y caminé por el angosto pasillo, subiendo la escalera de madera hacia el pequeño ático que hacía de mi habitación.
Recostada en mi diminuta cama, esperé a que la noche se hiciera presente en casa. Horas después, cuando todo se sumió en la oscuridad, me puse de cuclillas y observé a mi madre, profundamente dormida en el sofá. Me levanté en silencio, me puse una chaqueta con capucha y miré el techo de nuestra pequeña casa antes de abrir la ventana. No era la primera vez que necesitaba escapar para sentirme viva.
- Perdóname, madre, pero no quiero seguir encerrada - murmuré para mí misma antes de saltar desde el tejado. Desde aquel incidente con el fuego, me había vuelto muy resistente al dolor, y había aprendido a ser ágil.
Al llegar a la plaza principal, mis ojos brillaron. Era el corazón del barrio, donde todos aquellos que tenían un talento se reunían: músicos, bailarines y magos hacían malabares con en el aire. El bullicio de la gente y la música me llenaban de energía.
- ¡Jean! - gritaron a mis espaldas. Me di la vuelta y vi a mis amigos en una esquina mirándome, cada uno con su instrumento en mano.
- Pensamos que no vendrías. Queríamos que Marco cantara por ti, pero nos advirtieron que, en lugar de monedas, nos darían golpes - dijo Tim, riendo mientras me ayudaba a retirarme la chaqueta.
- Mi madre no me dejó salir otra vez, así que tuve que saltar por la ventana - me disculpé con ellos, acercándome a saludar a cada uno del grupo.
- ¿La señora Willerstong cuándo dejará de ser tan sobreprotectora? - preguntó Marco, tomando el micrófono y dándomelo.
- El día en que la Elite sea solo un mal recuerdo y todos tengamos las mismas oportunidades -respondí, encendiendo el micrófono y mirando a Hugo, que sostenía su guitarra con firmeza – ¿estas listo?
- Deslúmbralos, Anne - dijo, guiñándome un ojo. Asentí, lista para dejar mi voz volar.
Been sitting eyes wide open behind these four walls, hoping you'd call
It's just a cruel existence like there's no point hoping at all
Baby, baby, I feel crazy, up all night, all night and every day
Give me something, oh, but you say nothing
What is happening to me?
I don't wanna live forever, 'cause I know I'll be living in vain
And I don't wanna fit wherever
I just wanna keep calling your name until you come back home
I just wanna keep calling your name until you come back home
I just wanna keep calling your name until you come back home
I'm sitting eyes wide open and I got one thing stuck in my mind
Wondering if I dodged a bullet or just lost the love of my life
Baby, baby, I feel crazy, up all night, all night and every day
I gave you something, but you gave me nothing
What is happening to me?
I've been looking sad in all the nicest places
Baby, baby, I feel crazy
I see you around in all these empty faces
All night, all night and every day
I've been looking sad in all the nicest places
Give me something, oh, but you say nothing
Now I'm in a cab, I tell 'em where your place is
What is happening to me?
I don't wanna live forever, 'cause I know I'll be living in vain
And I don't wanna fit wherever
I just wanna keep calling your name until you come back home
Los aplausos resonaron en la plaza mientras las personas que pasaban frente a nosotros dejaban algunas monedas en el sombrero que había delante de mí. Con una pequeña reverencia, agradecí cada gesto, sintiendo que mi corazón se llenaba por la calidez del público.
- ¡Llegaste justo a tiempo para cantarle a la última oleada de público! - dijo Marco, acercándose con una sonrisa. Asentí levemente, sintiendo la energía vibrante a mi alrededor.
- ¿Y cuándo escribieron esa canción? - preguntó Enid, mirándome a mí y a Hugo, quien sonreía con complicidad.
- Hace unos días. La señorita estaba algo triste y la canción salió de la nada- dijo este, acercándose al sombrero para recoger las monedas. Miramos dentro de este y sonreímos; había suficiente para solo haber cantando una canción.
- Tim, comienza a recoger, amigo. La guardia llegará en una hora - dijo Noe, dirigiéndose al pequeño Tim, que asintió con seriedad mientras guardaba su instrumento y los de los demás.
- ¿Qué dices, Jean? Parece que juntamos suficiente dinero para una cena digna. ¿Vienes con nosotros? - preguntó Marco, con sus ojos suplicantes. Sonreí al no poder resistirme.
- Está bien, pero ayudemos al pobre Tim para irnos pronto - respondí, acercándome a este y ayudándole a recoger las cosas. Pronto terminamos y nos dirigimos a un pequeño local que vendía sopa de coliflor con pescado.
- ¡Señora, sírvanos seis raciones! - gritó Marco al entrar, y todos sonreímos al saludar a la dueña del negocio.
Estos chicos eran mis mejores amigos desde que tenía memoria. Conocí a Hugo por primera vez cuando hui de casa; él estaba pasando por ahí justo cuando salté por la ventana. Desde entonces, me presentó a los demás. Aunque Tim era nuevo en el grupo, rápidamente se había convertido en un hermano más.
- Escuchen - comenzó Noe, con su sonrisa brillante -, celebramos seis años del grupo y un año desde que integramos al pequeñín.
- ¡Entonces doble celebración! - exclamó Enid, emocionada, y todos aplaudimos a Tim, que estaba sonrojado y solo podía balbucear un agradecimiento.
- Bien disfrutemos la comida. Tengo que regresar rápido por si mi madre despierta - dije, comenzando a comer mientras los demás me imitaban.
Las risas y anécdotas fluyeron entre nosotros, desde los días en que tocábamos instrumentos hechos de desechos hasta cuando, poco a poco, logramos comprar algunos instrumentos viejos que habían sido descartados por la Elite.
- Anne párate - dijo Hugo ofreciéndome su mano entre risas - vamos, o tu madre podría despertar.
Asentí, tomando mi chaqueta y siguiéndolo.
- Nos vemos en dos días - sonreí, despidiéndome mientras ellos solo levantaban la mano en señal de adiós. Salimos del pequeño local y caminamos por las oscuras calles hacia mi casa.
- ¿Alguna vez te lo has imaginado? ¿Cómo sería vivir detrás de la gran puerta de la Elite? - preguntó de repente. Le lancé una mirada seria.
- ¿Estas bromeando? ¿Por qué querría vivir detrás de una muralla aislada del mundo y de quienes amo? - repliqué, frunciendo el ceño.
- Anne, tú perteneces allí. Tendrías riquezas, nunca tendrías que trabajar por nada. He escuchado rumores de que no han encontrado a ningún singular en años de este lado. La población de allá es cada vez menor - me explicó, y negué con desdén.
- No iría allí ni en un millón de años, Hugo. Pensar en dejar a mi madre, a los chicos y a ti no es una opción - dije, sintiéndome molesta por tener que discutir esto con él.
- ¿Y entonces prefieres quedarte aquí para siempre? ¿Sabiendo que habrá noches que te irás a dormir con el estómago vacío? - su tono se volvió más molesto, el parecía frustrado de solo pensarlo.
- Si, podría pasar días sin comer si eso me asegura que estaré siempre a tu lado - dije mirándole a los ojos. Él negó, molesto.
- ¿Y si tuviéramos hijos, Anne? ¿Soportarías verlos ir a dormir sin comer? - me cuestionó, sembrando dudas en mi mente. Pero negué, aunque me sentía acorralada con esa pregunta.
- No, pero eso nunca va a pasar, trabajaremos duro para que eso nunca suceda - respondí, acercándome un poco a él, pero él retrocedió.
- Sé que yo no podría entrar ahí, pero sería feliz de verte llegar lejos, de verte alcanzar la cima del mundo, Anne - me sonrió, y yo suspiré.
- Y porque no podemos alcanzar la cima del mundo juntos? – pregunte mirándolo triste y negó- entonces para ya no hay que hablar de eso. Sabes que la Elite no es algo que me haga feliz - intenté cambiar de tema. Y este asintió levemente.
- Bueno, llegamos a tu torre princesa - dijo, mirando mi casa con una sonrisa. Reí levemente - ven, te ayudo a subir – se ofreció, extendiendo sus manos. Asentí y trepé al techo.
- ¿Te veré en dos días? - preguntó sonriéndome. Asentí y le envié un beso con la mano. Él lo atrapó y lo guardó en su pecho.
- ¡Adiós! - susurré, mientras él se alejaba. Entré por la ventana y me recosté en la cama, mirando por la ventana el cielo estrellado.
- ¡Jeaneth! - llamó mi madre desde la cocina. Me levanté de un salto y bajé.
- ¿Qué sucede? - pregunté, confusa. La encontré recargada en la barra, su mirada era intensa y parecía bastante furiosa.
- ¿Te escapaste? ¿De nuevo? - inquirió, y el nerviosismo me invadió.
- De nuevo? No entiendo – me sentía nerviosa al responder y negó molesta.
- Por Dios ¡Has estado haciendo esto durante casi diez años! ¿Y crees que no me he dado cuenta? - su rabia era palpable.
- Bueno pues no tendría que hacerlo si solo me dejaras salir. No pasará nada si no sales conmigo, el mundo entero no se dará cuenta de que... sí, soy singular - solté, pero ella corrió a taparme la boca.
- ¡No vuelvas a decir eso en voz alta! ¿Acaso quieres que te lleven allí? - preguntó, con su voz temblando de preocupación.
- Si ¿por qué no? Quizás si voy, pueda convencerlos de que la humanidad no es tan mala y traer de regreso a papá - dije con determinación. Ella me miró como si hubiera perdido la razón.
- ¿Qué te hace creer que te escucharían? ¿Qué te hace pensar siquiera que aún está vivo, Jonathan? - su pregunta me hizo temblar.
- Porque lo sé, sé que él está vivo, lo siento aquí - dije, mirando mis manos como si pudiera ver el fuego que una vez las llenó de vida. Y ella negó.
- ¿Estás diciendo que su magia te llama? - preguntó, tratando de contener una risa, pero solo logré rodar los ojos. - no seas ridícula, Jeaneth. ¿Qué te hace creer que allá tienen una buena vida? Nunca volvemos a ver a quienes cruzan esa muralla - dijo, su tono se tornó grave. Pateé una silla, frustrada.
- Probablemente no vuelven por personas como tú! -respondí con rabia, viéndola quedarse sin palabras – personas egoístas, que esconden a alguien y lo privan de vivir!
- ¿Personas como yo? Claro, soy egoísta porque la magia me quitó a tu padre y pudo arrebatarte a ti también de mi - gritó, sus lágrimas ya caían.
- Tal vez si dejaras de tenerle miedo, papá no hubiera hecho nada para llamar la atención de ellos - replicó, y ella comenzó a llorar – si no fueras así, el te lo hubiera confiado desde un inicio, y habríamos podidos salvarlo.
- Entiéndelo es peligroso, y mientras yo sea tu madre, harás lo que diga - dijo entre sollozos. negué, dándome la vuelta.
- Pues desearía que no lo fueras.
- Pues lamento decirte que no tienes opción, y soy tu madre y lo seré siempre – me miro seria y negué.
- Pues tu hazlo a tu manera, pero yo iré por mi padre y cambiaremos el mundo, créeme - dije, molesta, subiendo a mi "cuarto". Una vez recostada, las lágrimas de impotencia comenzaron a caer. La magia no era algo que temer ni algo que debía ser codiciada por unos pocos. Ser singular debería significar mucho más, y yo estaba decidida a buscar su verdadero significado.
Me quedé dormida poco a poco. Mientras el sueño me envolvía, sentí que mis manos ardían. Una corriente de fuego recorrió mi cuerpo hasta llegar a mi pecho. Una punzada y un ardor se unieron en un mismo latido, como si algo me llamara.
- ¡Jeaneth! —gritaron en mis adentros. Me levanté de golpe, agitada. Mirando a mi alrededor, pero no había nada. Volví a recostarme y miré por la ventana. El cielo parecía raro; una extraña bruma azulada lo cubría.
- Por favor papi, sé que estás ahí. No sé cómo lo haré, pero iré a buscarte - dije, derramando una lágrima, quedándome un rato más mirando el cielo, sin perder aquella chispa de esperanza.
-
Bienvenidos a un capítulo más, reescrito para ustedes.
con cariño A.
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