Conociendo las imposibilidades

"Ustedes estaban coqueteando".

"No sé de qué estás hablando".

"Puedes engañarte a ti mismo y él puede hacerlo también, pero ustedes son condenadamente obvios".

Muchas cosas pueden salir mal teniendo la combinación perfecta de adultos entrometidos y un niño pequeño de cinco años. James lo sabe, pero Regulus, gracias al cielo, no lo hace.

Entonces James puede preocuparse por ambos.

Cientos de escenarios cruzan por su mente, cada uno peor que el anterior y todos resultan igual. No hay uno solo de ellos en donde la velada transcurra lo más normal posible y la ansiedad no lo consuma. Visualiza la burla en esos ojos grises cuando James comience a balbucear o todos decidan contar anécdotas vergonzosas de su tiempo en la escuela.

O alguien mencioné a Lily.

Número desconocido.

Corazonada.

Enviado a las 14:20 p.m.

Oh, no puedo ser tan malo :((((:

Enviado a las 15:37 p.m.



Contacto guardado

Regulus Black

💫 Regulus Black 💫

Permítame diferir y expresar mi burla al respecto.

Ja, ja, ja.

Enviado a las 16:15 p.m.

Eres taaaaaaaan malo.

Incluso tus mensajes de texto son perfectamente sarcásticos... Es necesario????

Los puntitos al final de cada mensaje me hacen pensar que estás molesto conmigo (cualquiera, no necesariamente tú, es un decir muuuuuy grande y creo que ya extendí demasiado este paréntesis).

Enviado a las 16:22 p.m.

💫 Regulus Black 💫

Sí, sí, es necesario :)

Enviado a las 16:30 p.m.

No hay puntos al final

Enviado a las 16:35 p.m.

Mensaje leído a las 16:40 p.m.

:((

Enviado a las 17:54 p.m.

Me ahogo en dragones y burbujas de colores.

Enviado a las 20:00 p.m.

💫 Regulus Black 💫

¿Eso es una especie de mensaje en código?

Si no es así, recuerde llevar salvavidas y una espada

Enviado a las 20:02 p.m.

Dudo que Harry aprecie que masacre a sus dragones de hule durante la hora del baño... que no te engañe esa carita inocente y de no romper un plato, ese niño es un peligro de bucles y ojos verdes

Una verdadera amenaza

Podría planear un golpe de Estado en cualquier momento

Enviado a las 20:10 p.m.

💫 Regulus Black 💫

El sueño de todo maestro, que sus alumnos se revelen ante el sistema

Enviado a las 20:14 p.m.

La sonrisa abriéndose paso sobre sus labios amenaza a James con dividirle el rostro por la mitad. Por suerte tiene a Harry ahí para distraerlo, ofreciendo una salida para los pensamientos llenos de rizos oscuros y comentarios sarcásticos.

—Papá, tengo frío.

James se disculpa, dejando su celular con un mensaje sobre el lavabo, con un mensaje a medio escribir brillando en la pantalla. Toma la toalla con gorro en forma de reno antes de sacar a Harry de la bañera, cubriendo su cuerpecito y cabeza con ella, asegurándose de que su hijo estuviera bien abrigado al dejarlo de pie sobre la alfombra de dinosaurios en el baño.

—Sonreías mucho —señala Harry—. ¿En qué piensas, papá?

—Muchas cosas, Haz —responde James, sin comprometerse.

Trata de encontrar las sandalias de Harry entre todo el desastre de agua y espuma de colores cubriendo el suelo, junto a los dragones de plástico caídos en la última batalla de la bañera.

—¿Es en el profesor Reg? Él es bonito —dice Harry, con tanta naturalidad, que resulta casi cómico.

¿Realmente era tan obvio?

—Lo sé, sé que es muy bonito, pero no pensaba en él —murmura James, como una mentira a medias—. Pensaba en la reunión de este fin de semana.

—A mí me agrada Reggie.

—Profesor Regulus, Harry, recuérdalo.

—Reggie es más fácil —insiste Harry, arrugando su nariz al estornudar.

—Lo sé.

James se da por vencido con las sandalias. Exhala un suspiro mientras alcanza la puerta de una zancada, abriéndola para salir juntos del cuarto de baño y hacia la habitación de Harry. Harry chilla, feliz y emprende carrera, con la toalla ondeando detrás de él como una capa.

James lo sigue un par de pasos atrás, reprimiendo la sonrisa divertida e ignorando deliberadamente el desastre que sabe deberá limpiar más tarde.

En su habitación, Harry toma su pijama azul, extendida sobre la cama, donde James lo había dejado más temprano esa noche. James le da la espalda, dirigiéndose hacia la mesita de noche, donde busca un cepillo, la secadora de cabello y el producto especial para el cabello de Harry en uno de los cajones, dejando al niño vestirse por su cuenta.

—Papá.

—¿Sí, Haz?

—Creo que me atore —murmura Harry, el puchero evidente en su voz.

James mira en su dirección, resoplando suavemente al ver a Harry, con su brazo atascado junto a su cabeza en el hueco del cuello de la camisa, la última pieza de su pijama que le faltaba por ponerse.

—Eres muy valiente al pedir ayuda —dice James, acercándose a él, apoyando su rodilla en el piso y extendiendo sus manos para auxiliar a Harry, quitándole la camisa y colocándosela correctamente—. Muy bien, campeón. Ya casi estás listo para soñar.

—¿Sueños buenos? —pregunta Harry, saltando sobre borde de su cama, esperando pacientemente a que James se acercara y le ayudara con su cabello.

James asiente con seriedad, sentándose junto a Harry, comenzando a secar y desenredar su cabello con cepilladas suaves.

—Oh, sí, sueños muy buenos.

—¿Con dragones felices y superhéroes? El profesor Reg nos hizo dibujar uno hoy.

—Suena genial. ¿A quién elegiste para dibujar? ¿Spider-Man?

—No —ríe Harry, balanceando sus piecitos en el borde de la cama, apoyando su cabeza contra el pecho de James, los mechones húmedos, haciéndole cosquillas en la barbilla—. Adivina, papá, es alguien aún más genial.

James esboza una sonrisa cómplice—. ¿Mejor que Spider-Man? Es difícil de creer que exista alguien así, Harry. Bien, veamos, ¿tiene superfuerza?

Harry tararea afirmativamente.

—¿Puede volar?

—No lo creo —musita Harry—, pero es muy alto. Como los árboles de la señora Weasley.

—Estamos buscando a un árbol con superfuerza, eso deja las cosas muy fáciles —se burla James, sin calor real detrás—. Aguarda un segundo, ¿dibujaste a tu padrino?

—¡No, papá! —exclama Harry, saltando sobre sus rodillas en la cama —. Te dibujé a ti.

¿James era el héroe favorito de Harry? Oh, cree que podría llorar de la emoción. ¡Toma eso, Spider-Man! James definitivamente pondrá ese logro en su currículum.

La emoción golpeándolo, es arrasadora. Tan brillante y cálida que, por un segundo, James considera la posibilidad de simplemente explotar de felicidad. Sin embargo, no lo hace, pero sí atrapa a Harry, abrazándolo con fuerza y alzándolo en el aire. Lo suficientemente alto para que los dedos regordetes de su hijo rocen las pequeñas lunas, estrellasy planetas colgando del techo con cintas de colores.

Esos colgantes fueron el gran proyecto de Lily.

—Gracias, Harry —respira James.

Pensando, y no por primera vez, en lo afortunado que era por tener a un niño como Harry por hijo.

Su maravilloso hijo.

La sonrisa en respuesta de Harry, opaca el brillo de las estrellas y el sol. James besa su mejilla antes de bajarlo, dejándolo de vuelta en la cama para terminar de prepararlo para dormir.

Y, mientras James seca los últimos rizos y los define con la crema con olor a coco, Harry juega con sus pulgares, haciendo sonidos ocasionales de explosiones y resoplidos bajos. Luego, simplemente se detiene.

—Papá, ¿el profesor Reggie puede quedarse a vivir aquí?

James se queda en blanco.

—Haz, las cosas no funcionan así, ¿de acuerdo? No puede vivir aquí, no lo conocemos lo suficiente y, además. ¿Por qué querrías algo así?

—Reggie me agrada, me gusta mucho porque es muy amable y porque él te hace sonreír muy chistoso.

Realmente, ¿James era tan obvio?

—Se supone que yo también te agrado y aun así haces travesuras. Hoy encontré tus juguetes en la lavadora —comenta James, tratando de cambiar el tema.

Harry alarga un oh.

—Entonces ahí estaban —murmura para sí mismo.

James niega levemente sin que Harry lo vea y ríe por lo bajo, animando a Harry a apoyar su cabeza en las almohadas y arroparlo. Parece sencillo, Harry obedece fácilmente, pero cuando algo se le mete en la cabeza, no lo deja ir. Primero nevará en abril antes de que Harry olvide una misión.

—¿Qué sucede, Harry? —duda James, al sentir la mirada esmeralda perforando su frente.

—No quiero que estés solo, papá.

Una observación no debería doler tanto, pero este es Harry. Observador y atento como ningún otro niño. Tenía demasiado del ingenio agudo y percepción de Lily para el bienestar de James.

—¿Por qué crees que estoy solo? No es verdad, Haz. Te tengo a ti, al abuelo Monty y a todo el equipo de tíos acompañándolo. A veces, también tengo a tu mamá.

Harry mira la pared frente a ella donde se encuentra la pintura de Lily y exhala un suspiro, bajo y triste.

—No es lo mismo.

—Pero es suficiente —susurra James, arropando a Harry antes de apartar la vista hacia donde él estaba mirando.

James había hecho esa pintura cuando Harry tenía dos años. En ese entonces, él preguntaba mucho por Lily, donde estaba y cuando volvería. James nunca encontró las palabras adecuadas para explicar la ausencia de su alma gemela y no permitió que nadie lo hiciera en su lugar.

Las preguntas continuaron hasta que un día James se armó de valor, eligió una de las últimas fotografías que tomó de Lily, sus pinceles, pinturas vibrantes y plasmo la imagen en la pared de la habitación con esmero. Detallando cada peca y cabello rojo fuego.

La Lily Evans de su pintura fue lo suficientemente real para darle a James la fuerza que necesitaba. Solo así, pudo sentarse con Harry en el suelo de la habitación, frente a ella, las fotografías y el diario de Lily y explicarle por qué solo eran ellos dos.

Harry lo entendió bien para ser tan pequeño y aunque lloró un poco, no hizo más preguntas.

—¿Extrañas mucho a mamá?

—Demasiado —admite James, con voz suave—. Como el sol extraña a la luna con cada amanecer.

Harry parpadea lentamente, hundiéndose en el montón de almohadas y la manta rozando su barbilla, tratando de contener un bostezo y fallando en el intento. La mano de James aparta el cabello cayendo sobre los ojos esmeralda con un gesto imposiblemente suave.

—Ahora duerme, Harry.

—¿Estarás aquí cuando despierte? —pregunta Harry, sosteniendo otro bostezo.

—No iría a ningún otro lado —promete James, inclinándose y dejando un beso sobre su frente, recogiendo el cepillo y la secadora antes de apagar las luces con el interruptor junto a la cabecera—. Descansa y dulces sueños, Haz.

—Descansa, papá.

James sonríe, encaminándose hacia la salida de la habitación y deteniéndose bajo el marco de la puerta en el último segundo. Desde su lugar puede ver perfectamente la sombra de su pintura alzarse junto a la cama. Lily luce exactamente como un ángel velando por el sueño de Harry, protegiéndolo desde donde quiera que se encuentre.

James espera que ella no lo haya olvidado.

—Buenas noches, linda —susurra James, empujando las gafas sobre el puente de su nariz mientras cierra la puerta lentamente.

La sonrisa dulce de la pintura lo persigue el resto de la noche.

Adivina... ¡Soy el héroe FAVORITO de mi hijo!

¡Su héroe!

Enviado a las 21:30 p.m.

💫 Regulus Black 💫

Lo sé, yo califiqué ese dibujo

¿Realmente se golpeó la cabeza al levantarse de la cama?

Enviado a las 21:40 p.m.

D:

Esa es información clasificada!!! Muchas gracias!!!

Enviado a las 21:42 p.m.

💫 Regulus Black💫

Lo tomaré como un sí.

Enviado a las 21:45 p.m.

Creí que dejaríamos los puntos de lado.

Enviado a las 21:46 p.m.

💫 Regulus Black💫

¿Entonces por qué los está usando?

Enviado a las 21:47 p.m.

¿Tú por qué los estás usando?

Enviado a las 21:48 p.m.

¿Siempre es así, señor Potter?

Enviado a las 21:50 p.m.

No.

Los días festivos soy peor

Por qué el trato formal? Me hace sentir viejo ;(

Enviado a las 21:52 p.m.

💫 Regulus Black 💫

...

Distanciamiento profesional.

¿Por qué escribe a estas horas?

Enviado a las 22:15 p.m.

Limpieza nocturna de última hora

Mi cita favorita de los lunes

Enviado a las 22:30 p.m.

💫 Regulus Black 💫

Trágico.

Enviado a las 22:35 p.m.

¿Me harás compañía? ;(((

Enviado a las 22:37 p.m.

💫 Regulus Black 💫

No.

Algunos de nosotros debemos trabajar por la mañana ;)

Enviado a las 22:38 p.m.

Última conexión a las 02:17 a.m.


ˏˋ°•*⁀

—Vete a la mierda, Sirius.

Sirius pone los ojos en blanco por duodécima vez en los treinta minutos que llevan de conversación. Ambos se encuentran disfrutando de una merecida taza de té en la sala, de su departamento, una vieja costumbre entre ellos desde que Regulus puede recordar. Antes, solo era Sirius estudiando para un examen final, con Regulus dibujando a sus pies, luego era Sirius trabajando y Regulus estudiando, sentado a su lado. Ahora, son solo dos idiotas tratando de mantenerse a flote con lo que tienen.

—Yo solo digo que no es tan terrible considerar el futuro, ¿sabes? Bodas, niños y mierdas rosas. Me estoy haciendo viejo, Reggie. ¿Imaginas lo que pensaran mis sobrinos hipotéticos de mí? Oh, ahí va el abuelo... espera un segundo, ¡es nuestro tío! —exclama Sirius estirándose en el sofá, para enfatizar su punto, señala una diminuta y única cana creciendo en su frente.

Regulus ni siquiera recuerda cómo es que llegaron a tener esa conversación.

—Sirius, te ves más joven que yo. Además, ¿por qué estamos hablando de esto? Tienes a Draco, ahijado de último minuto y todo eso —observa Regulus con diversión.

La sonrisa de Sirius decae un poco, las esquinas de sus ojos arrugándose con tristeza al bajar la mirada hacia la pila de documentos en su regazo. Regulus nunca entenderá la preferencia de Sirius para trabajar de noche.

—No hablamos de la pequeña pesadilla. Hablamos de ti y de lo lindos que serían tus hijos.

Ahora es el turno de Regulus de rodar los ojos, exhalar un suspiro dramático, dejando caer su cabeza sobre sus brazos apoyados en el respaldo del sofá.

—Lastimosamente, mi destino es ser padrastro —balbucea Regulus para sí mismo.

Es casi imposible que Sirius pueda escucharlo, pero de algún modo, lo hace. Pasan dos, tal vez tres minutos en silencio hasta que él rompe toda la tranquilidad con un chillido agudo. Uno que Regulus no sabía qué era capaz de hacer.

De haberlo sabido, no estaría en el piso, con la espalda apoyada en el sofá, sosteniendo con fuerza su pecho. Siente los latidos descontrolados de su corazón contra su palma.

—Oh, jodida mierda... ¡Lo sabía!

—¿Cómo puedes saberlo? —inquiere Regulus con una mano en el pecho y la otra sobando su adolorida espalda baja.

Sirius le dirige una mirada escéptica.

—Soy tu hermano.

Él tiene un punto. Si alguien conoce su mierda, ese es Sirius. Regulus bufa, decidiendo que el piso de la sala es un buen lugar para vivir. Entonces se queda ahí, jugando con las pelusas en la alfombra y arrojándolas a los pies descalzos de Sirius, evitando mirarlo a la cara.

—Reggie, ¿qué pasa con el tipo caliente de esta tarde? —pregunta Sirius, gentilmente.

Oh, esto era tan vergonzoso. Regulus vuelve a tener quince años, está en este mismo piso, llorando sobre las rodillas de su hermano por un amor fallido y un terrible día. Sirius no lo juzga ni parece molesto, ni siquiera porque su día haya sido considerablemente peor.

Al igual que esa ocasión, cuando Regulus mira hacia arriba, afrontando la realidad, no encuentra una sola pizca de juicio en los ojos de Sirius.

—Solo es el padre de uno de mis alumnos, no es en lo absoluto algo que llegué más allá de una estricta relación padre y maestro—comienza Regulus, mordiendo su labio inferior—. Su hijo es adorable e inteligente, de los mejores niños que conozco. Su nombre es Harry y sabes que lo acompañe a casa hoy, un pequeño contratiempo con su padre y... Creo que tuve un momento de pánico cuando lo vi abrir la puerta.

—¿Por qué? ¿Estaba desnudo?

—¡Sirius! No, no lo estaba —refunfuña Regulus—. Pero es muy... atractivo, ¿de acuerdo? Incluso tú podrías...¡No te rías, idiota!

—No lo hago, soy inocente —Sirius levanta las manos en señal de rendición, los anillos en su mano sonando en tintineos metálicos al chocar entre sí—. Solo me parece curioso que te agrade alguien a quien apenas conoces, y más aún que pienses en ti mismo como posible padrastro de su hijo. Solo digo, Reggie, que tu lógica de relación estrictamente profesional muere en cuanto consideras eso.

Regulus emite un ruido desde el fondo de su garganta, al tiempo que se levanta del piso y se deja caer de culo en el sofá junto a su hermano, con la mejilla apoyada en su hombro.

—No me lo recuerdes, gracias. Tal vez debería hacerte caso y salir, conocer personas o comprarme un gato. Llevo solo mucho tiempo, ¿no es así? Creo que mi última cita fue con esa chica que envié al hospital por accidente.

—¿La del abrecartas? —Sirius se estremece—. Regulus, solo estabas de repartidor, y no era una cita. Tu idea de un encuentro romántico está muy jodida.

—La acompañé hasta una puerta, eso cuenta —defiende Regulus soltando un bufido amargo—. Tal vez debería cancelar la cena de este fin, me ahorraría muchos momentos malos.

—No podemos evitar los malos momentos —murmura Sirius, con voz suave y conocedora—. Son parte de vivir, Reggie, no puedes seguir frenándote por miedo a fracasar con las personas. Iras a esa reunión y te vas a divertir. Si no funciona simplemente puedo...

—Sirius, no te voy a sacar de la prisión por pelear con un extraño. De nuevo.

Regulus frunce el ceño en una pequeña mueca, Sirius esboza una sonrisa conocedora.

—Nunca digas nunca.

—Sirius —advierte Regulus.

—Creí que estábamos hablando sobre tu pequeño problema de gafas y cabello rebelde —señala Sirius, relajándose contra el sofá, subiendo los pies sobre los papeles que Regulus recuerda, son de una demanda importante—. No pienses mucho las cosas y diviértete, Reg. Planear le resta diversión a la vida.

—Lo dices como si fuera sencillo.

—Es sencillo.

Regulus se burla—. ¿Por qué?

—Porque te conozco —dice Sirius, levantándose y comenzando a recoger su taza para llevarla hacia la cocina—. Y sé que no hay nada que tu maravillosa y jodida mente no pueda lograr.

Y eso, simplemente significa todo.

—¿Sirius? —llama Regulus, deteniendo a Sirius en la mitad de la sala.

—¿Reggie?

—Gracias... <<Por todo>>.

No lo dice, pero Regulus sabe que Sirius lo sabe. Este es su hermano mayor, el niño que tuvo que crecer demasiado rápido para cuidar de Regulus cuando sus padres murieron en ese horrible accidente.

Sirius es su hermano, su padre, su mejor amigo y su confidente.

A veces, le gusta pensar que también es el mejor amigo de Sirius.

—Cualquier cosa por ti —asegura Sirius. La calidez reflejándose en la plata de sus ojos—. Ahora ve a dormir o tendrás las ojeras suficientes para traumar a un par de mocosos.

Vuelve a tener seis años y está escuchando a su hermano de diez ordenándole ir a dormir para no despertar al tío Alphard. Por ende, Regulus no discute más y simplemente se marcha a su habitación, arrojándose sobre el colchón descuidadamente.

Cierra los ojos e intenta.

E intenta.

Mira el despertador sobre su mesita de noche; son las malditas 4 a.m. y le cuesta conciliar el sueño.

Por su mente ronda la vaga idea de enviarle un mensaje de texto a James Potter para cancelar su presencia en la reunión con personas que no conoce y permanecer en su pequeño espacio seguro de soledad. Pero no puede, por sí mismo y por un hermano que sacrificó su vida para que Regulus tuviera una oportunidad de ser genuinamente él.

Toma su celular, el contacto de "James Potter" brilla en la pantalla y debajo del nombre están los mensajes de la conversación más hilarante que Regulus haya sostenido alguna vez.

Si las casualidades y las almas gemelas existieran, consideraría por un segundo que esta es la suya.

James Potter

No veo la falla en la lógica de una escoba voladora... Solo imagina las posibilidades:

No más tráfico o multas por pasarse un semáforo en rojo por accidente...

Y lo más importante, ¡¡¡La magia!!! 🪄

Considéralo y dime que no suena fascinante

Enviado a las 2:13 a.m.

El mensaje descabellado lo hace sonreír de nuevo, su índice traza el borde de la pantalla y el cosquilleo de algo le pone la piel de gallina. Regulus desea averiguar que es esa sensación en su pecho.

¿Miedo? No. Él jamás tiene miedo.

Solo pánico a ser decepcionado.

Pánico. Francia. Parkinson.

James.

Agita la cabeza deseando apartar los pensamientos de su mente. Su cabello se extiende sobre la almohada y el mensaje vuelve a brillar.

Considera las posibilidades.

Regulus ha conocido al hombre solo unas semanas y lo poco que sabe de él es gracias a Harry y sus historias. Podría ganar tanto en esa cena como las cosas que tiene por perder. En su mente, ocurren dos escenarios; o todo sale completamente bien, conecta con los amigos de James y con un poco de suerte la ocasión puede repetirse o todo será un desastre de sarcasmo defensivo y nula experiencia social adulta. Algo de lo que ni siquiera Sirius podría salvarlo.

<< O todo puede salir muy bien >>, insiste su consciencia.

¿Quiere la verdad, Sr. Potter?

Suena completamente fascinante.

Enviado a las 4:15 a.m.

No hay un mensaje de vuelta. El tic-tac lento del reloj y las divagaciones nocturnas terminan por arrullarlo. Regulus cae dormido con su celular en la mano y la foto de perfil de James Potter con Harry sobre sus hombros brillando en la pantalla.

ˏˋ°•*⁀➷

El día siguiente reafirma que tomó la decisión correcta al mantener la reunión en pie. Durante la hora del almuerzo, Harry se acercó a su escritorio arrastrando su propia silla y compartió sus adoradas galletas con él, además de sacar una pequeña libreta con brillantina azul y roja cubriendo la tapa.

Regulus mentiría si dijera que no siente curiosidad. Harry pregunta sobre sus comidas favoritas, las de Sirius y otras cosas como alergias o si prefería los vasos decorados o lisos. Al principio no comprende completamente para que usara Harry esa valiosa información, entonces por supuesto que Regulus debe preguntar, temiendo verse ignorante ante un niño de cinco años.

—Oh, mi papá quiere cocinar algo especial para usted, pero olvida preguntar siempre. Él piensa que eres bonito —responde Harry, con simplicidad.

Nadie —además de Sirius y Narcisa—se había preocupado tanto por él para hacerlo sentir bienvenido en algún lugar. Es algo nuevo, Regulus no sabe cómo manejar el sentimiento.

—Ya veo. ¿Crees que debería darle algo también a tu papá?

Harry lo considera durante largos segundos, pensando con cuidado. Se frota la barbilla y empuja sus pequeñas gafas sobre su nariz. Finalmente, mira a Regulus, la esmeralda de sus ojos brillando con una seriedad aterradora al decidirse por:

—Un beso.

Regulus se ahoga con una de las chispas de chocolate de su galleta. Harry está ahí para darle unas palmaditas en la espalda y ofrecer de su cajita de jugo.

—¿Se siente bien, profesor Reggie? —pregunta Harry, su tono inocente, tratando de sofocar su risilla.

—Por supuesto, Harry solo... Sí, estoy bien —murmura Regulus, apoyando los codos sobre su escritorio y ocultando su cabeza entre sus manos —. Totalmente bien.

¿Bien? Regulus jura que algún día moriría gracias a las ocurrencias de ese niño.

Sin embargo, escuchar la risa de Harry al final de todo, vale cada pequeño y misero ahogo vergonzoso.

ˏˋ°•*⁀➷

La semana escolar termina y el día de la reunión en la casa Potter se anuncia por todo lo alto. Literalmente, Sirius lo despierta a las malditas seis de la mañana, en sábado, para cocinar algo y apurarlo a prepararse.

A las siete de la mañana, Narcisa está llamando a su puerta con un Draco dormido y babeando sobre su hombro. Es de última hora, pero ella tenía trabajo que hacer y Sirius, aunque odie admitirlo, tiene debilidad por ella y por ese niño. Regulus no se opone a llevarlo con ellos, después de todo, Draco es amigo de Harry.

Al medio día, después de un trayecto horrible en taxi (porque nadie en su sano juicio subiría a un niño a la motocicleta bestial de Sirius), Regulus está seguro de que tendrá un ataque de pánico tan pronto como crucen el umbral de entrada de Potter's.

—Tío Reg, tu mano está sudando —señala Draco, frunciendo la nariz con desagrado.

—Draco, ya hablamos de los comentarios honestamente hirientes —contraataca Sirius, gentilmente, balanceando el refractario en sus manos—. No hacemos sentir mal a las personas, a menos que realmente lo merezcan, ¿bien?

Draco asiente solemnemente.

—Sí, tío Sirius. Lo siento, tío Reggie. ¿Estás sudando por qué estás nervioso? ¿Es por el papá de mi Harry?

Realmente, ¿es tan obvio? No va a mentir, por un momento considero la opción de presentarse con un regalo ostentoso para mostrar su gratitud por la invitación, pero era tarde, demasiado diría cualquiera que lo viera.

Draco.

—Estoy un poco nervioso, sabes que no me llevo bien con las personas —dice Regulus, en tono confidencial, como un secreto a voces—. No soy fácil de agradar, dragón.

—A mí me agradas, tío Reggie. Y si a ellos no les gustas, son idiotas.

Draco declara y, sorprendentemente, Sirius no lo corrige. Por el contrario, se limita a sonreír con orgullo, subir los pequeños escalones en la entrada de una zancada y llamar a la puerta.

Una mujer de cabello rubio, corto y salvaje es quien los recibe. Ella se presenta y saluda con demasiado ánimo mientras toma el postre que Sirius había preparado para la ocasión, invitándolos a entrar y conduciéndolos a través de la casa hacia el jardín trasero donde el resto se encontraba.

—Tiene suerte, hoy solo estamos unos cuantos —comenta con casualidad Marlene—. Será algo bastante tranquilo porque tenemos niños aquí y todo eso. Nada de alcohol ni salvajismos inmorales.

—Que lastima, justo eso tenía en mente —lamenta Sirius, metiendo casualmente sus manos en los bolsillos de su chaqueta, ganándose una risa nasal de la mujer.

Para Sirius es fácil congeniar y mezclarse con el entorno, como si perteneciera a este espacio familiar y jovial lleno de personas que parecen salidas de una maldita agencia de modelaje o una fantasía juvenil.

Regulus, por otro lado, está nervioso. Su rostro refleja una sonrisa tranquila, pero su corazón quiere huir corriendo de ese jardín. En una de las mesas dispuestas sobre el césped, reconoce a Lupin y Pettigrew (como James le aclaró en un mensaje), ellos están sentados junto a un hombre de barba, gesto afable y la sonrisa más brillante y ridículamente cálida que Regulus ha visto jamás. Por un segundo, lo confunde con James, pero al echar un segundo vistazo, repara en su error. Hay arrugas en las esquinas de sus ojos y canas en su barba y cabello peinado hacia atrás.

Ese hombre no podía ser otro más que el señor Potter; el padre de James

Por los dioses y todo lo sagrado, ¿James se vería así de bien al envejecer?

—Caliente, ¿no? —pregunta Marlene a su lado, dándole un codazo gentil—. Descuida, no eres el primero que reacciona así con él. Monty está acostumbrado a las bocas abiertas y los balbuceos torpes.

Regulus siente las mejillas calientes.

—Y-yo no...

—Amo este lugar —declara Sirius, la sonrisa abierta y desvergonzada dibujándose sobre sus labios antes de tomar a Regulus del codo para animarlo a caminar a su lado el resto del trayecto.

Regulus, por ende, tira de Draco con él. Y luego, escucha un grito agudo desde el otro extremo del jardín, seguido de uno más del niño sosteniendo su mano y todas las miradas se posan sobre ellos.

—¡Draco, Draco, Draco! —exclama Harry, saliendo de algún lugar con un montón de niños pelirrojos, siguiéndolo obedientemente—. ¡Profesor Reg!

¡Harry! —chilla Draco de vuelta, con emoción antes de soltar la mano de Regulus y salir corriendo directamente hacia Harry, derrumbándolo sobre su espalda en el césped.

Regulus está acostumbrado al alboroto de esos dos, son como uña y mugre desde el primer día juntos. Todo risas, secretos y planes malévolos para arreglárselas y saltarse la hora de la siesta.

Sirius bufa, claramente nada divertido—. ¿Debería preocuparme?

—¿Y por qué me miras así?

—Tú comenzaste esto —señala Sirius, acusadoramente.

Regulus se burla, poniendo los ojos en blanco. Decide no decir nada más ni debatir la ridiculez de ese señalamiento, porque ¿qué se supone que comenzó? No lo entiende. Su atención se dirige hacia las personas dándoles la bienvenida en la mesa. La mirada del hombre mayor clavándose profundamente en él.

Ahora lo entiendo —murmura el señor Potter, con burla cálida al ponerse de pie, ofreciendo su mano hacia Regulus—. Fleamont Potter, un gusto. Espero que esto no sea demasiado para ti, realmente apreciamos que hayan venido.

—Regulus Black, un placer —se presenta Regulus rápidamente, aceptando el apretón con una sonrisa nerviosa curvando sus labios—. Ya somos dos, señor Potter.

Los ojos oscuros del hombre brillan, como si Regulus le hubiera contado el chiste del siglo.

—Por favor, llámame Fleamont o Monty.

—Oh, no podría, yo...

—Sí, puede —interviene Sirius, ocupando su lugar para tomar la mano de Fleamont en un apretón firme —. Sirius Black, es un verdadero placer estar aquí. Agradecemos mucho la invitación y...

Cuando las charlas fáciles flotan a su alrededor, Regulus deja de prestar atención. Elige una silla libre junto a Sirius, que ha optado por sentarse a la izquierda de Lupin y ha comenzado una conversación sobre sabrá Dios qué con ellos, sacándoles resoplidos de risas y bromas casuales. Sirius se expresa libremente, increíblemente cómodo, aparentemente encontrando su lugar en el mundo.

Él merecía hacerlo. Sirius debía tener solo cosas buenas y personas maravillosas a su alrededor.

—Regulus, tengo entendido que es profesor de preescolar, ¿cómo lleva eso? —pregunta Fleamont, amablemente.

Le ofrece una oportunidad segura para unirse a la conversación. Pregunta por su trabajo, bien, Regulus puede manejar esto. Y, como si la sola mención de ello funcionara como un llamado, Harry llega corriendo a su lado arrastrando una silla consigo. Sus mejillas están rojas por el sol y la carrera y sus ojos brillan como pequeñas estrellas en el cielo nocturno.

Instintivamente, Regulus se relaja y admite, en voz baja y honesta:

—Me gusta creer que lo hago bien. Amo mi trabajo más de lo que cualquiera podría imaginar.

—¡El profesor Reg es el mejor de todos! Nunca nos grita, ni siquiera cuando se molesta. A veces, si hacemos bien las tareas, nos da una estrella dorada o una calcomanía feliz—dice Harry, trepando en la silla y sentándose sobre sus rodillas en el borde.

Regulus se acomoda mejor en su propio asiento para mirarlo y atraparlo en caso de que un mal movimiento amenazara con enviar a Harry al suelo.

—¿Oh sí? Bueno, entonces es realmente bueno —opina Fleamont, solemnemente.

—Intento serlo por los niños. Creo que ellos necesitan buenas figuras a quienes imitar o admirar —responde Regulus, y por costumbre toma una de las servilletas sobre la mesa para limpiar las manos de Harry al notar que estaban llenas de tierra—. Necesitan de alguien que los inspire, aliente o simplemente alguien con quien puedan ser ellos mismos. Ser solo niños.

—¡Solo niños! —apoya Harry.

Pettigrew se aclara la garganta desde su extremo de la mesa, fijando sus pequeños ojos azules en él. Regulus le devuelve la mirada, arqueando una ceja con curiosidad.

—¿Cuál es su opinión en cuanto a usar una mano firme, profesor?

—Peter —advierte Lupin.

Regulus se horroriza, e incluso Sirius se tensa, por alguna razón.

—Bajo ninguna circunstancia lo aprobaría —declara Regulus con firmeza—. Renunciaría a mi empleo antes de tener que golpear a un niño para ejercer disciplina. Y creo que cualquiera que lo consideré, está alimentando un gran círculo de abuso y negligencia.

Todos en la mesa asienten de acuerdo, Pettigrew sonríe con satisfacción, reclinándose hacia atrás en su asiento, con las manos entrelazadas sobre su estómago.

—Ahora entiendo la fascinación.

¿Por qué carajos todos decían eso? La situación es demasiado extraña y muy directa para tratarse de una simple casualidad. Regulus siente mucha curiosidad ahora, sin embargo, el sentimiento se esfuma tan pronto como ve a James salir por la puerta rasera de la casa, usando un delantal de cocina amarillo chillón con la leyenda "¡EL PAPÁ DEL AÑO!", y una charola de bocadillos entre sus manos. Regulus siente la boca seca, como un hueso. Sus dedos cosquillean sobre su agarre en la servilleta sucia atrapada en su puño cerrado.

Oh, ¿cómo alguien puede verse tan atractivo siendo tan doméstico?

Señor gafas torcidas y delantales chillones cruza el jardín, deteniéndose en el espacio libre junto a Harry en la mesa y luego, Regulus está bajo la estela de su atención.

Regulus, es bueno verlo, ¿la está pasando bien?

James le dedica una sonrisa y Regulus puede apostar su salario a que ese gesto podría salir en un maldito comercial de dentífrico.

—croa Regulus —. Sí, estupendamente.

—Es bueno escucharlo, espero que mi familia no sea demasiado para ti —bromea James.

Tan pronto como James baja la charola sobre la mesa, hay cubiertos y manos peleándose por los bocadillos. Es hilarante. Y lo es aún más el hecho de que parece ser un acuerdo tácito, que el último de ellos sea para Harry.

—Trabajo en un preescolar, James, después de eso nada es complicado para mí —se burla Regulus, sin calor, apoyando su codo en la mesa y su mejilla en su mano.

—Por supuesto, lo olvidé, qué torpe soy. Tú y tu extraordinaria paciencia tienen el cielo ganado.

—¿Solo por mi paciencia?

—¿Esperabas que señalará alguna otra cualidad? —pregunta James, la sonrisa torcida curvando sus labios cuando empuja las gafas sobre el puente de su nariz con un gesto casual.

El sol se derrama sobre él, acariciando su cabello salvaje y su piel con luz dorada y destellos y, por un segundo, Regulus pierde el aliento. Incapaz de apartar la mirada de James.

—No lo sé, ¿podría, Potter?

—¿Quiere una respuesta honesta? —duda James, en voz baja—. Deberá averiguarlo, profesor.

La promesa en su tono no le pasa desapercibida, Regulus no puede ser el único que ha notado eso. No hay forma. Entonces, recuerda que están en una mesa con Sirius, los amigos más cercanos y el padre y el hijo pequeño de James. Sus mejillas arden al reparar en la mirada imposiblemente de su hermano. No hay una sola pizca de juicio en sus ojos, solo burla suave y algo que Regulus no entiende que mierda significa.

—Traeré las bebidas y si Molly me lo permite, por todo lo sagrado, la comida —anuncia James, limpiándose las manos en el delantal que porta con orgullo—. Si me disculpan.

Regulus no sabe que es lo que le impulsa a ponerse de pie y rodear su silla, alcanzando a James en un par de pasos. Tal vez es la paradoja de encanto y sencillez acompañándolo. No está claro.

—Permítame ayudar —ofrece Regulus—. Si quiere, por supuesto.

Todo es sonrisas torcidas, sol y suspiros silenciosos ocultos en respuestas rápidas.

—Me encantaría contar con su compañía en la cocina.

—¡Yo también voy!

Harry salta de la silla con cuidado, haciéndose espacio entre ambos en su camino hacia la casa. Regulus acaricia distraídamente su cabello, escuchando los murmullos sin sentido de Harry sobre cómo había perdido en el juego de Draco y Ron, mientras James toma la mano del niño entre la suya, lanzando jadeos de sorpresa aquí y allá.

Detrás de ellos, todos miran las tres figuras alejarse en el jardín y hacia la casa. Remus tiene la boca abierta, su canapé cayendo olvidado en su plato.

—Alguien dígame que grabo eso.

—Por supuesto que lo hice, ¿con quién crees que hablas? —jadea Marlene, parándose a su lado, junto a Alice, luciendo francamente indignada.

Remus se burla—. Con alguien que se cae de cabeza todas las mañanas al levantarse.

Alice, Monty y Peter sueltan una carcajada que se mezcla con la brisa y el ruido del juego de los niños corriendo en el fondo.

—¡Se supone que era un secreto!

—Ups —Remus se encoge de hombros, toma el celular que Marlene le extiende y reproduce la grabación.

—Parece bueno —opina Alice, suavemente—. James merece una oportunidad después de tanto tiempo.

Marlene exhala un resoplido risueño.

—Apuesto treinta euros a que James lo invita a salir al final del día.

—No otra vez —susurra Monty, con resignación.

Remus clava sus ojos astutos en Marlene—. Que sean cincuenta y tenemos un trato

—Joder. Bien, trato hecho.

—Ustedes son amigos realmente terribles.

Los cuatro tienen que girar la cabeza en dirección a la voz acusadora, observando a Sirius relajado en su silla, con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Totalmente —admite Remus, sin ápice de vergüenza.

Sirius esboza una sonrisa solemne al inclinarse hacia Remus, su voz baja, suave y cómplice, cuando dice:

—Me gusta. Apuesto sesenta a que Reggie lo invita primero.

—Trato —acepta Remus, estrechando su mano.

Sirius realmente había encontrado su lugar en el mundo.

ˏˋ°•*⁀➷

El resto de la tarde transcurre sin mayor problema.

James preparó, en efecto, uno de sus platillos favoritos en la lista de Harry. Regulus mentiría si dijera que no amo cada pequeña parte de eso. La comida era deliciosa.

Incluso obtuvo la aprobación de Sirius.

—Podría acostumbrarme a esto —dice Sirius, dándole un codazo amistoso en el costado.

—Entonces deberías casarte con él y tener comidas así todas las tardes —contraataca Regulus, señalándolo con su tenedor.

Sirius tararea, llevándose otro bocado a la boca—. No me tientes.

—Oh, sin duda, aceptaría —bromea James, sentado a su lado.

No fue ninguna sorpresa para Regulus el hecho de que James y Sirius hubieran conectado tan bien a la primera charla en cuanto James se unió a ellos en la mesa para comer. Fue tan simple como sonreírse, bromear y descubrir que tienen más en común de lo que se esperaba. Incluso cuando Sirius mira sobre su hombro, vigilando como un halcón a Draco y Harry conspirando en la mesita de los niños.

Para la hora del postre, todo se sale de control.

Y todo comienza con Harry James "Indiscreto" Potter.

Él llega corriendo junto a Draco, deteniéndose junto al apoyabrazos de la silla de Regulus y tirando de su manga para llamar su atención.

—¿Sí, Harry?

—Draco no me cree cuando le digo que el otro día papá prometió que te haría un tatuaje muy lindo, ¿verdad que lo hizo, profesor Reg? —pregunta Harry dulcemente.

¡¿Cómo demonios sabían eso?!

—No te creo.

—¡Digo la verdad!

—No, no lo haces, porque mi tío Reggie le tiene miedo a las agujas —señala Draco, olfateando con dignidad.

Regulus pone los ojos en blanco, mientras trata de disimular la vergüenza ardiendo en sus mejillas en el borde de su vaso. Las risas bajas se extienden entre los miembros de la mesa, a excepción de James, a quien le basta una mirada para enviar a Harry corriendo de vuelta a su mesa con Draco siguiéndolo unos pasos atrás.

—No mencionaste algo sobre tatuajes, Reggie —canta Sirius.

—Solo fue una idea. No es nada.... Olvídalo, Sirius.

Sirius olfatea, exactamente igual a Draco.

—Ya veo, en ese caso no te molestará que haga esto.

Y luego, Sirius se gira hacia James, con los codos apoyados junto a su plato vacío y la sonrisa lobuna tirando de sus comisuras.

—Si él no acepta, yo sí lo hago. Cuando estaba en la escuela siempre desee uno, ¿Cuándo tienes tiempo?

De todas las cosas posibles que cruzaron por la imaginación de Regulus, esa era la menos probable. Pero ahí estaba; su hermano, el recto y educado abogado Sirius Black, persuadiendo a James Potter por una cita en su estudio para no uno, sino tres malditos tatuajes.

¡Y el bastardo lo consigue!

Regulus no le perdonará eso pronto.

—Imbécil —sisea Regulus en respuesta a la expresión satisfecha de Sirius.

—Entonces, hermano sobre protector, ¿eh? —inquiere James, inclinándose sutilmente hacia Regulus.

Tan cerca, que puede sentir el aroma de su perfume y los olores de la cocina impregnados en su ropa; canela, menta y especias.

Regulus se burla—. Al parecer no conozco a mi propia sangre.

James tararea vagamente—. No creo que mi estilo de arte sea lo suyo, parece más una musa perfecta para Lunático. Él es arte salvaje, grises y cosas inusuales. Encajarían bien juntos.

—¿Llamaste a mi hermano una musa?

—Eso dije.

—Curiosa elección de palabras —señala Regulus, girándose cuidadosamente hacia James—. ¿Cuál es su estilo entonces?

El aliento de James huele a uva, por el jugo llenando su vaso. No es como el vino que le sirvió a Regulus junto al primer plato y al que culpa por la bruma llenando su cabeza.

—Depende —responde James, cuidadosamente—. Necesito de una fuente de inspiración.

<< Una Musa >>, piensa Regulus.

—Considera la posibilidad de que acepte, y seamos honestos, no tengo nada en mente. Supongamos que te dejo elegir, James, ¿qué tatuaje sería apropiado para mí?

—Yo no elegiría algo apropiado —se burla James—. Cuando te veo, pienso en constelaciones, mitos y frases complicadas e inteligentes que solo alguien como tú podría entender, pero también imagino delicadeza, elegancia y...

Oh.

—¿Dónde? —pregunta Regulus, casi sin aliento.

La sonrisa de James, le sabe a pecado y la presión gentil de su dedo índice sobre su muñeca, confunde cada uno de sus sentidos.

—Aquí resaltaría bien —dice James—. Me gusta la zona de las clavículas... O podría ser en la espalda baja. El dolor de trabajar en esa área vale completamente la pena al final, créeme. Crearía un diseño exclusivo para ti, si estás dispuesto.

<< Musa, Musa, Musa >>.

¿Es eso una propuesta? —aventura Regulus, tomando su copa y llevándosela hacia los labios.

James no responde inmediatamente, pero la forma en que se pasa el pulgar sobre el labio inferior, es todo lo que Regulus necesita para tomar una decisión completamente irracional. Como cada pensamiento que llena su mente cada vez que él se encuentra cerca.

¿Quieres que sea una?

—Yo...

Y entonces...

—Papá, tengo sueño.

Allí estaba Harry, las gafas colgando de sus dedos y sus ojos esmeralda acuosos por el sueño y con Draco tambaleándose de sueño a su lado.

—¿También estás cansado, dragón?

—No, tío Reggie —murmura Draco, conteniendo un bostezo en la camisa de Harry.

Regulus sonríe, agachándose para recoger a Draco en brazos, permitiéndole apoyar la mejilla en su hombro con James imitándolo al alzar a Harry.

—Creo que esa es la señal para irnos, se está haciendo tarde —murmura Regulus, lamentando su oportunidad perdida.

James asiente cuidadosamente, mirando el cielo pintándose de tonos naranja y rosas.

—¿Pueden esperarme? Los llevaré a casa.

—No es necesario, James, podemos llamar un taxi.

Sirius está a su lado en un segundo, rodeando sus hombros con un brazo, su gesto torcido en un puchero y una lata de cerveza barata en la mano.

—Oh, no, nada de taxis. Sé amable, Reggie y deja que el hombre te lleve a casa.

Regulus pone los ojos en blanco, con fuerza.

—¿Cuántas de esas has bebido ya?

—Cinco —señala Draco, amablemente antes de ocultar su rostro en el hueco de su hombro.

Sirius jadea—. Pequeña pulga traidora.

La risa unísona y baja de James y Harry tiran de Regulus como un imán al metal. Sin embargo, eso no le impide dedicarle la mejor de sus miradas de "¿Qué es tan divertido?".

—Está decidido, los llevaré a casa —dice James—. Vamos, Haz, di adiós.

—Adiós profesor Reggie, adiós, señor bonito —se despide Harry, asomándose sobre el hombro de James, su voz pomada a causa del sueño—. Adiós, mi Draco.

Draco balbucea sobre su hombro "Hasta luego, mi Harry" antes de acurrucarse entre los brazos de Regulus.

—Adiós Harry, dulces sueños —sonríe Sirius—. Que no te piquen las pulgas.

—Adiós, Harry —dice Regulus, aferrándose a Draco al observar a James alejarse con el niño de bucles rebeldes.

Completamente ajenos al sentimiento absurdo de perdida en Regulus.

—Te vi —susurra Sirius—. Ustedes estaban coqueteando.

Regulus finge no escucharlo, mientras le da la espalda con intención de despedirse del resto de personas en el jardín, disfrutando los últimos rayos de sol en medio de charlas y risas.

—No sé de qué estás hablando.

— Puedes engañarte a ti mismo y él puede hacerlo también, pero ustedes son condenadamente obvios.

—Estás delirando, Sirius —acusa Regulus, sintiendo sus mejillas arder.

Sirius se burla, su ladrido de risa pasando sobre Regulus como brisa nocturna.

—Harry es un niño adorable —admite Sirius, apurando el contenido de su lata—. Espero que siga en pie tu deseo de ser padrastro, porque definitivamente puedo acostumbrarme a ese pequeño demonio.

—Nunca me dejarás olvidar eso, ¿no es así?

—Reggie, ¿qué clase de hermano mayor sería si no usará los momentos vergonzosos en tu contra?

Oh, el imbécil tiene suerte de que Regulus lo ame, de lo contrario, consideraría en verdad la posibilidad de dejarlo abandonado junto a la carretera.

—Ojalá tropieces delante de Lupin o derrames una bebida sobre él.

—¿Se supone que eso debe ofenderme?

—Eres insoportable —gruñe Regulus.

Oscurece un poco más.

La despedida de los amigos y familia de James parece eterna, Regulus apenas recuerda los nombres y números de la mitad de estas personas cuando el padre de James se acerca a él, con la sonrisa sobre sus labios.

—Fue un verdadero placer, Regulus —dice Fleamont, dándole unas palmadas cuidadosas en el hombro para evitar despertar a Draco—. Escuche hablar mucho de ti los últimos días que es un alivio conocerlo finalmente.

—Espero que Harry me hiciera justicia.

Los ojos de Fleamont brillan con astucia detrás del cristal de sus gruesas gafas, su sonrisa extendiéndose bajo las lámparas de papel chinas colgadas en tendederos sobre sus cabezas.

—¿Quién dijo que me refería a Harry?

Regulus se siente tentado a reírse ante esa revelación, debatiéndose entre la calidez vergonzosa cosquilleando bajo su pulso y la noche abrazando su piel, poniéndole la piel de gallina. La chaqueta que había llevado, ahora cubre al niño dormido entre sus brazos.

Como si lo hubieran invocado, James está a su espalda, pasándole un abrigo sobre sus delgados hombros con un gesto delicado, fluido y terriblemente cuidadoso. Regulus inevitablemente se acurrucó un poco.

—¿Listo? Tu hermano espera afuera junto a Remus.

La voz de James es baja y sedosa, sus manos permanecen sobre sus hombros, sosteniendo el abrigo en su lugar. Regulus se estremece, pero ahora es por un motivo muy diferente. Hay ojos avellana dorado hundiéndose profundamente en él y rizos castaños iluminados por luces artificiales distrayendo cada pensamiento coherente.

—Entonces guíame.

Hay sonrisas y aliento uva haciéndole cosquillas en la línea del cabello.

—¿Es eso una propuesta?

Regulus no duda, cuando dice:

Totalmente.

Intento 20 de editar correctamente esta cosa KILLWATTPAD.

¿Sobrevivieron al cringe? Olvide como escribir romance sano, por Dios. JAJAJAJA

 Aprovecho la oportunidad para decirles que lean THE BLACK SUN, enserio, haganlo, ya no sé cómo promocionar ese fanfic.

Esta historia tiene el propósito de ser ridícula y suave, no me mires, solo estoy escribiendo magos muertos en un shipp no canónico, pero glorioso. 

¡Gracias por leer y votar! COMENTA O LLORO 

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