Avanzar


—No tengas miedo a ser feliz.


Lily ama la vida. Ama cada segundo de ella y todo lo que tiene para ofrecer.

Pero hay cinco cosas en particular que ella elige sobre el resto de las maravillas pisando la tierra.

1. La ciudad.

(Esto es culpa de James).

2. Los amaneceres.

3. Un buen desayuno.

4. James

(Totalmente su culpa).

5. Harry.

¿Necesita explicarlo?

James, como su mejor amigo, prometido y alma gemela, sabe esa pequeña lista al reverso y al revés. Él conoce a Lily como a su propia mente.

Hoy es su cumpleaños número veintiuno y su lista imaginaria es todo lo que Lily anhela como regalo. Por ello, James ideó el plan perfecto para que el cumpleaños de su querida chica fuera perfecto y, lo mejor de todo, sin salir del edificio donde vivían.

Despierta temprano por la mañana, mucho antes del amanecer, mentalmente preparado como un hombre con una misión. Con las compras organizadas y preparadas anticipadamente, venía la parte difícil y de mayor reto para James; cocinar.

James sabe cocinar, por supuesto. Sabe hacer café y huevos... y pan tostado.

Y café.

James es consiente que, en cuanto nazca su hijo, él y Lily deberán dividirse tareas y tiempo para cuidar del bebé. Eso implicaría extender sus habilidades culinarias, hogareñas y dividirlas entre su trabajo para ofrecerle a su familia la vida que merecen y que Lily pudiera hacer lo mismo sin abandonar su pasión por los libros. James moriría antes de hacerla elegir entre su trabajo y la maternidad.

La idea de convertirse en padres, que una personita que ayudaste a traer al mundo dependa completamente de ti, es abrumadora. Sus vidas cambiarán para siempre en unas semanas. Será maravilloso, será extraordinario y James está secretamente aterrado, pero de algún modo, sabe que amará cada segundo.

Consigue su cometido. James prepara un desayuno milagrosamente decente y delicioso, digno de alguien tan especial como Lily.

—James, hueles a panecillos y tienes una mora en el cabello—señala ella con jovialidad, entrando en el ascensor junto a James—. ¿Qué estás tramando?

—¿Debo estar tramando algo para llevarte en un viaje casual hacia la azotea donde obviamente solo habrá suciedad y una buena vista de la ciudad?

Los ojos esmeralda de Lily se entrecierran en su dirección, la sospecha y la diversión oscilando en el medio. Ella usa su pijama celeste y su cabello fuego atado en un moño desordenado sobre su cabeza. Un desastre hermoso. Su pulgar frota círculos lentos en los nudillos de James.

—¿Por eso me despiertas tan temprano? Sería prudente comenzar a preocuparme.

James jadea, llevándose una mano al pecho.

—Vamos, Evans, ¿inspiro tan poca confianza?

—¿Quieres mi respuesta honesta o la que te hará feliz?

—Un poco de ambas.

Lily frunce la nariz con fingido desdén mientras la manta que James había colocado sobre ella al sacarla de la cama se desliza un poco sobre sus hombros.

—Creo que tienes un poco de picardía, Potter, pero si esto se trata de un plan elaborado de un crimen que involucre moras y panecillos, definitivamente estoy dentro. Te daré ánimos mientras ocultas el cuerpo —susurra Lily, con complicidad, apartando la mirada hacia las puertas del ascensor, abriéndose cuando llegan al nivel marcado en el panel.

Metal contra metal. La brisa fresca de la mañana antes del amanecer golpea sus rostros y la sorpresa infantil ilumina la expresión de Lily. Ella es todo en lo que James puede pensar, mientras la ve salir del ascensor, arrastrando sus pies enfundados en pantuflas mullidas. Las pantuflas de James.

—¿Qué...?

Lily cubre su boca con una de sus manos. El brillo y la calidez en sus ojos opaca las escasas estrellas brillando en el cielo violeta.

Todo era perfecto. Dos tumbonas, iluminadas con viejas luces navideñas, se alineaban en las orillas del edificio y varias almohadas esponjosas distribuidas alrededor de las sillas. En el centro, una mesa baja de madera sostiene la bandeja con el desayuno meticulosamente ordenado; jugo fresco, fruta, tocino crujiente y un único panecillo de mora decorado con una vela. Sobre una de las sillas hay un ramo de rosas, jazmines y violetas a punto de abrirse, atado con un listón verde agua.

—Feliz cumpleaños, Lily —respira James, ocultando sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—James, tú... ¿tú hiciste esto? —pregunta Lily, en un gorgojeo suave, girándose para mirar a James—. ¿Por mí?

James se alza de hombros, con cierta vergüenza.

—¿Es demasiado?

Lily ríe, el sonido suave y bajo mezclándose con la brisa mientras salta de vuelta hacia James, con sus brazos rodeando su cuello gentilmente, como si temiera que James fuera a desaparecer en cualquier momento.

—No, es perfecto —susurra Lily, en un hilo de voz—. Tú eres perfecto. Oh, ¿cómo puedes hacer algo como esto y olvidar levantar tu ropa por la mañana?

James exhala una pequeña risa, sosteniendo la cintura de Lily.

—Lils, ¿estás llorando?

—No... ¿Sí? Tal vez. Son las estúpidas hormonas —se queja Lily.

Una de las manos de James se curva en su cabello, deshaciendo el moño y acariciando gentilmente a través de los hilos rojo fuego, la otra, se mantiene segura en la cadera de Lily, frotando círculos tranquilos sobre la tela del pijama.

—Oye, si lloras yo también lo haré —amenaza James, amablemente.

—No puedes hacer algo así por una chica y esperar que no llore. Mierda.

—Lenguaje.

—Cierra la boca.

—¿Por ti? Lo que sea.

Lily se burla. Al apartarse, sus ojos están un poco hinchados y sus mejillas húmedas, sin embargo, la mirada que le dedica a James, es arrasadora como un huracán de adoración profunda. James no sabe si alguien alguna vez lo ha mirado así.

—¿Qué? —pregunta James, sonriendo de medio lado, apartando las lágrimas en las mejillas de Lily con su pulgar—. Vamos, linda, tu desayuno se enfría.

James no espera una respuesta, mientras la conduce hacia su silla, dejando el ramo de flores a un lado.

—¡Horneaste, por eso tu fragancia Crêpe sucrée! —exclama Lily, tomando el panecillo de la vela por la cubierta de papel encerado.

—¿Eso es francés? ¿Desde cuándo hablamos francés?

—Me recuerda a un viejo amigo —tararea Lily.

James lo deja pasar. Se sirve un poco de jugo en un vaso, pero no bebe, pese a sentir la boca seca. Lily juega con la pequeña vela entre sus dedos, acariciando la mecha intacta con las yemas mientras se desliza hacia abajo, hundiéndose de espalda en las almohadas.

—James, ven conmigo, ¿sí?

La sonrisa esperanzadora y suave curva los labios rosa de Lily, y cuando ella sonríe así, James sabe que no podría negarle nada, aunque lo deseara, no es que lo haga alguna vez. Acatando la petición, James se acuesta junto a Lily sobre la pila de almohadas, su cabeza girada hacia ella.

Siempre ella.

Admirándola en silencio, buscando grabar cada detalle de Lilly en su memoria. Como si Lily supiera lo que James trata de hacer, aparta su mirada hacia el frente, ofreciendo un nuevo perfil. El movimiento de sus ojos, la forma en que frunce las cejas y la punta de su lengua se asoma entre sus labios, le hace saber a James que está contando las estrellas sobre ellos, completamente concentrada. Escucha el débil sonido de los autos en la calle, las luces de las ventanas en los edificios contiguos se encienden y el cielo se tiñe de suave rosa, naranja, morado y azul.

—¿James?

—¿Sí?

—Tienes que dejarme ir —susurra Lily, tan suave, bajo e irreal como los tonos del amanecer.

James sonríe—. No podría, es tu cumpleaños

—Lo fue, alguna vez.

—Pero lo es, aquí y ahora —insiste James, cruzando las manos sobre su estómago—. Cumples veintiuno, será grandioso, ¿sabes? Habrá una gran fiesta más tarde, todos vendrán, incluso Harry podría divertirse, aunque sea solo un pequeño bebé ahí adentro.

—Amor...

James la ignora.

—¿Quieres pedir tu deseo ahora? Puedo encender esa vela.

—James, tú ya conoces mi deseo de cumpleaños —James observa, en una especie de trance, los gestos delicados de Lily al acariciar su vientre sobre la tela del pijama sin apartar la mirada del cielo que parece haber quedado congelado en el tiempo—. Harry. Que sea muy, muy amado, cuidado y feliz.

—No dudo de que lo será, Lily.

—Me gustaría que se pareciera a ti.

—¿Por qué yo?

—¿Por qué no? —duda Lily de vuelta—. Eres un buen hombre, James, y Harry será afortunado de tenerte. Si alguien puede amarlo más de lo que yo podría hacerlo, eres tú.

James también mira el cielo, nada cambia.

Nada cambia.

—Te extraño.

—¿No es eso divertido? También lo hago... —James la escucha reír con dolor —. Pero tienes que dejarlo ir, Jay. Tienes que despertar.

—No —croa James—. ¿Y si no quiero?

—James.

—Es tu cumpleaños, no quiero dejarte.

—Tienes que despertar. Ahora.

—¡No!

James grita, empujándose hacia arriba buscando alcanzar el panecillo con la vela, tiene un encendedor dentro de la chaqueta, debe encenderlo y pedir un deseo. Pero antes de poder llegar siquiera a rozar el papel encerado, la mano de Lily se cierra alrededor de su muñeca. Sus dedos se sienten como hielo quemando en su piel. Su mirada alberga una gran, gran tristeza.

Ella es tan hermosa que resulta doloroso.

—James, despierta. No puedes quedarte aquí.

—Por favor, Lily —suplica James, cerrando los ojos con fuerza, negándose a ver más allá de ella y su cabello rojo.

Está soñando, lo sabe.

Sus sueños son el único lugar donde puede alcanzarla después de todo ese tiempo.

No puede volver a perderla, no quiere hacerlo.

James, despierta. Harry te necesita —susurra Lily, su voz acariciando los bordes rotos de su corazón como un bálsamo —. Despierta.

Oscuridad.

Todo es oscuridad cuando Lily se marcha, James no puede seguirla. Ya no puede seguir soñando.

Jamie, abre los ojos...

Esa nueva voz ahuyentando las tinieblas con un murmullo; es profunda, calmada, sedosa. James podría reconocer al dueño si solo consiguiera abrir los ojos. Hay algo en ese tono que lo atrae, que le hace querer despertar.

Hay un momento y una bruma, puede ver a través de sus pestañas; ve un destello de rizos suaves y oscuros e iris grises, como estrellas líquidas; esa plata también lo está mirando, puede sentirlo.

—¡James, despierta!

Y eso fue todo.

Cuando sus ojos se abren, James se da cuenta de tres cosas:

Uno. Su corazón late desenfrenado dentro de su pecho, respirar se siente como inhalar fuego o ácido. Busca sus gafas en la mesita de noche, jugando con ellas entre sus dedos solo para tener algo con que distraerse.

Hasta que baja la mirada.

Dos. Las sábanas de su cama están empapadas en sudor caliente y pegajoso, al igual que su camiseta y pantalones de dormir.

Tres. Necesita dejar de temblar.

James sabe qué hacer, a ese punto es casi una rutina para él. Correr al baño para mojar su rostro, revolver el botiquín detrás del espejo, destapar los frascos y colocar dos pastillas en su lengua antes de inclinarse bajo el chorro de agua del grifo y tragar.

Y esperar.

—Estás bien, estás bien. Tranquilízate, James. No quieres despertar a Harry. Estás bien.

Su voz suena ajena a sus oídos. El rostro hundido y ojeroso devolviéndole la mirada en el reflejo del espejo no parece ser suyo. Los dedos de James tamborilean en el borde del fregadero, contando en silencio sus respiraciones. Esperando.

<< Inhala y exhala >>.

James cree que pasa una eternidad antes de que vuelva a sentirse humano.

Cuando sus manos dejan de temblar, vuelve a su habitación, tomando inhalaciones profundas en el camino penumbroso. Evita mirar el protector de cama mientras lo quita y le da la vuelta al colchón, tratando de ser lo más silencioso posible. Se cambia de ropa, enrolla la arruinada junto a las sábanas en una pila húmeda, arrojándolas al cesto de la lavandería en una esquina de la habitación.

La fotografía sonriente de Lily en la mesita de noche parece mirarlo con ojos esmeralda, acuosos y preocupados pese a la débil iluminación. James toma su teléfono, encontrando doloroso y difícil mantener esa mirada fantasmal en ese momento. Necesita saber si vale la pena volver a dormir.

Son las 4:47 a.m.

Ni Dios está despierto a esa hora.

Pero hay un mensaje sin leer en su chat privado con Regulus Black.


💫 Regulus Black 💫

Gracias de nuevo por traernos a casa

Lamento tanto que mi sobrino haya vomitado tu auto

Envíame los gastos del lavado, POR FAVOR, es lo menos que podría hacer para minimizar la vergüenza

Enviado a las 21:17 p.m.


¿Ahora estamos suplicando?

Enviado a las 21:20 p.m.

PD: Fue un placer, podría ser su chofer privado cualquier buen día ;)

Enviado a las 21:21 p.m.


💫 Regulus Black 💫

Tentador, pero no sucederá hasta que acepte mi dinero por la limpieza de sus asientos.

Enviado a las 21:22 p.m.


Nop

¿Su pequeño dragón rubio se siente mejor?

Enviado a las 21:25 p.m.


💫 Regulus Black 💫

Mejor, sí

Aunque estoy seguro de que la próxima vez pensará dos veces antes de devorar todos los postres en la mesa de los adultos, junto a cierto niño de mente conspiradora.

La alianza entre esos dos es letal.

PD: ¿Harry se siente bien?

Enviado a las 21:50 p.m.


Perfectamente, *suspiro dramático*, duerme como un ángel

No sé a qué te refieres con mente conspiradora... Claramente, solo es el encanto Potter y el liderazgo natural

Enviado a las 22:30 p.m.


💫 Regulus Black 💫

¡Encanto! Dios no permita que salga volando algún día con ese ego, Potter

Aunque explicaría muchas cosas.


[...]


💫 Regulus Black 💫

Ve a dormir, James

Gracias por una velada maravillosa.

Enviado a las 1:12 a.m.


Cuando quieras, Regulus (;

Estamos para complacer

Enviado a las 1:14 a.m.


La opresión en su pecho disminuye conforme relee la conversación. Su pantalla parpadea y James se pregunta si no está actuando como un demente o peor, como en su adolescencia, cayendo sobre sus rodillas por un par de ojos bonitos y cerebro agudo.

¿Está haciendo lo correcto?

Hablar con Regulus es tan natural como respirar y, al mismo tiempo, es perder el aliento. James lo entiende, pero a la vez, no lo hace.


💫 Regulus Black 💫

Gracias por hacer de lo cotidiano algo extraordinario

Enviado a las 1:42 a.m.


Oh, James está cayendo rápido y sin paracaídas.

Su corazón late con fuerza contra su pecho, por una razón completamente diferente al pánico y el dolor. La respuesta quema en la punta de sus dedos, moviéndose rápidamente a través del pequeño teclado en una pantalla demasiado brillante para su gusto. Parpadea y, cuando abre los ojos, el mensaje ya ha sido enviado.

Sus mejillas arden.

—¿Papá?

—¡Mierda! —exclama James, levantándose de un salto de la cama con su celular rodando fuera de su mano en el suelo—. Jesús, Haz.

Harry está parado en la puerta de la habitación, envuelto en su manta favorita, con sus pequeños pies descalzos asomándose fuera y su puño tallando sus ojos sin gafas y somnolientos. Su pequeño murmura una disculpa entre bostezos mientras se acerca, tambaleándose cómicamente por el sueño. James olvida su pantalla posiblemente estrellada, olvida su vergüenza y cualquier cosa que no sea Harry tratando de subir en la cama demasiado alta para un niño de cinco años.

—¿Qué haces despierto, Harry? —pregunta James, gentilmente, agachándose para ayudar a Harry a subir y acostarlo.

—Sueños —responde Harry, bostezando una vez más—. ¿También los tienes?

James tararea, sin comprometerse, moldeando las almohadas para hacerlas más cómodas para Harry, reajustando su mantita para mantenerlo abrigado y seguro antes de sentarse a su lado, acariciando los bucles oscuros de su hijo.

—Bueno, sí, pero son diferentes. No siempre son muy lindos.

—Oh —susurra Harry, perdiendo poco a poco la batalla por mantenerse despierto. Sus ojitos se cierran lentamente y su respiración se convierte en algo suave y agradable, como algodón de azúcar.

James cree que finalmente se ha quedado dormido, pero... —. ¿Por eso Mami no quiere que estés solo?

La pregunta es tan extraña y dolorosa que, por un eterno segundo, James no sabe qué responder. Su cerebro se vuelve lento, distante y confuso. Cuando mira nuevamente a Harry, él ya está completamente dormido y babeando sobre la almohada favorita de James.

—Sí, sí, eso creo... —responde James, hacia nadie en particular.

Permanece despierto hasta el amanecer, mirando a Harry dormir. Él arruga su nariz de vez en cuando, patea y balbuce entre sueños. James consigue atrapar algunas de las palabras, como: "papá", "mamá" "profesor Reggie" y "perro".

James no necesita entender la última, definitivamente no comprará un maldito perro.

Cuando el sol se asoma a través de las cortinas claras cubriendo su ventana, James vuelve a mirar la fotografía de Lily sobre su mesita de noche.

—Buenos días, Evans.

Ojos verde brillante y una sonrisa fresca, pero desprovistos de la arrasadora calidez de Lily le devuelven el saludo silencioso desde su lugar atrapado en el tiempo. Y eso está bien.

Está bien.

ˏˋ°•*⁀

El comienzo de un nuevo día debe ser especial, incluso en los detalles ocultos detrás de un desayuno sencillo, como el cereal favorito de Harry, ese de las figuritas graciosas y coloridas que hacen fácil la tarea de James de hacerlo tomar sus vitaminas.

—Buenos días, papá —saluda Harry, arrastrando los pies al entrar en la cocina.

—Buenos días, bambi, ¿hay algo en especial que desees desayunar hoy?

Harry lo medita unos segundos. James espera pacientemente mientras disimula el tazón ya preparado ocultándolo detrás de su espalda.

—Cereal, por favor —pide Harry, escalando para sentarse en uno de los banquillos frente a la isla de la cocina, parpadeando distraídamente ante el plato de cereal que James deja frente a él—. ¿Puedo ver a Evan en tu celular?

—Sabes que sí, solo no husmees en mi galería y no quites el video que pondré. ¿Promesa? —cuestiona James levantando su dedo meñique, Harry asiente seriamente haciendo su juramento—. Muy bien.

James esboza una pequeña sonrisa, sacando su celular milagrosamente funcional pese a la grieta dividiendo la pantalla. Busca el video menos desesperante en su galería antes de entregarlo a Harry, dejándolo en paz, mientras se gira para preparar su propio tazón.

El cereal cae silenciosamente, opacado por la voz de Evan Rosier y sus terribles monólogos que James sabe de memoria gracias a los cientos de veces que lo ha escuchado. Otros niños ven a Barney, Plaza Sésamo o la ciega de Dora y son felices, pero no Harry, él prefiere ver a un tipo discutir sobre... ¿qué hace exactamente?

James maldice el jodido día en que Peter le enseñó esos videos a su hijo, y lo demuestra apuñalando discretamente el malvavisco de arcoíris flotando sobre la leche en su cereal.

—Papá, ¿qué haremos hoy?

—Bueno, debo hacerle una pequeña visita a Pomfrey... ¿Recuerdas a la señorita Pomfrey? —cuestiona James y Harry asiente distraídamente, absorto en su video. Alarga una risa cuando Rosier hace un chiste sobre Godzilla... ¡Godzilla! — Luego de eso debemos ir al estudio y ver si Lunático necesita algo. Nos quedaremos un rato porque tal vez necesite ayuda y más tarde iremos a comprar víveres y detergente para la ropa, ¿te gusta la idea?

Harry finalmente lo mira.

—No.

—Sí, a mí tampoco —admite James sonriendo un poco.

Y el desayuno transcurre. A la mitad de su plato, su padre entra en la cocina, saludando efusivamente y entablado una conversación decente que hace a James desear tener cinco años de nuevo.

—Es un muchacho agradable —dice Monty por lo que parece ser la doceava vez.

—Sé que lo es.

—Papá —llama Harry.

Fleamont tararea, señalando a James con una cuchara rebosante de cereal seco—. Yo solo digo, hijo, que no me molestaría verlo más seguido por aquí.

—Lo sé, lo mencionaste anoche cuando regrese —sonríe James —, podría suceder, somos amigos o algo por el estilo. Es el profesor de Harry y...

—Papaaaaá

James hace una pausa, girando en su asiento para centrar su atención en Harry, notando que de hecho no escuchaba más el video.

—¿Sí?

—Tienes un mensaje del profesor Reg.

James baja su cuchara lentamente hacia su plato, intentando no salpicar la superficie de la mesa, tiene la intención de extender su mano y tomar el celular de las manos de Harry para leer el mensaje, pero él se adelanta a leerlo. Desde que Harry descubrió que podía leer más rápido que el resto de los niños, era una maravillosa pesadilla.

—Dice que si es tan maravilloso podrías...

—Suficiente, Haz, muchas gracias por tu ayuda —balbucea James nerviosamente recuperando su celular para disgusto de Harry y la eterna diversión de Monty.

Amigos —tose Fleamont, disimulando detrás de una taza que James apuesta, está vacía.

—¿Qué significa, papá?

—¿Qué significa qué, Haz?

—Eso de...

—No sé de qué me hablas.

—Papá —insiste Harry y James sabe cuánto odiaba quedarse con la curiosidad.

Demasiado de Lily en él.

—Significa que debes terminar tu desayuno para irnos.

—No entiendo que significa lo...

Fleamont suelta una carcajada limpia y demasiado alegre, disfrutando el momento. James se siente ligero, pese a estar tan avergonzado por un simple mensaje indiscreto, como un adolescente atrapado en una travesura o un romance secreto.

El pensamiento lo hace sonreír miserablemente.

Oh, estaba realmente perdido.

—Te contaré si terminas tu desayuno y subes a lavarte los dientes y ponerte los zapatos —promete James.

La respuesta de Harry es claramente un puchero y una mirada aireada mientras devorar su cereal.

James no responde al mensaje del profesor.

Al menos no frente a su padre.

—Ni una palabra al respecto —señala James, con la risa bailando en su tono inútilmente serio.

Fleamont levanta las manos en un gesto apaciguador e inocente, poniéndose de pie con lentitud de su asiento y recogiendo los platos sucios. Permanecen en silencio un largo rato hasta que su padre dice algo que se graba profundamente en James.

—No tengas miedo a ser feliz.

James no lo está... ¿O sí?

ˏˋ°•*⁀

Poppy Pomfrey se enorgullece de describirse como una mujer amable y paciente con cada persona que visita su consultorio. Ha trabajado como psicóloga de James desde hace casi cuatro años y, aun así, es complicado, lo cual significaba que era el doble de amable y paciente con él.

Como tratar con un niño.

—Entonces, James, ¿qué ocurría en tu sueño?

—Lily estaba ahí.

—¿Qué estaba haciendo? ¿Quieres contarme sobre eso?

La voz pomada de Pomfrey adormece el constante estado de alerta en el cerebro de James, volviéndolo relajado y deshuesado, sentado en un sillón demasiado blando y estéril.

—Ella estaba ahí, en su último cumpleaños, pero todo fue tan... extraño. No era ella. Lily nunca diría esas cosas, ni actuaria así.

—¿Qué fue lo que dijo?

James aprieta los labios en una fina línea. Poppy sabe que esa es una señal para retroceder un poco.

—Tal vez no es ella quien te decía esas cosas, James, solo es tu mente usando una imagen familiar para manifestar las cosas que decides callar. Solo eres tú recordándote que necesitas ayuda.

—Eso suena un poco ridículo —declara James cruzando los brazos e inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado.

—La mente a veces es ridícula, y no por eso debemos escucharla menos. Nadie te conoce mejor que tú mismo. A veces, no nos hace daño escuchar a nuestro subconsciente.

—Ya veo.

—¿Hay otra cosa de la que desees hablar? —interroga Poppy—. ¿Contarme de Harry, tal vez?

—Oh, él es asombroso. Esta semana se aflojó su primer diente, en sus clases hizo un dibujo muy bueno sobre mí vestido de superhéroe, es un muy buen dibujo, tiene talento. Regulus dice que lo heredo de mí.

—¿Quién es Regulus, James?

La pregunta lo descoloca unos segundos, ¿realmente mencionó al profesor de su hijo? Tal vez James pueda inventar una excusa... o tal vez no.

—Regulus Black, es profesor en la escuela de Harry, es muy bueno en su trabajo y nos agrada mucho.

Pomfrey toma nota rápidamente en el cuaderno abierto sobre sus rodillas cubiertas por una larga falda blanca.

—Profesor, interesante. Es bueno ver que has decidido abrir tu círculo social, James. Sé que amas a tu hijo, pero la compañía adulta a veces es muy necesaria. Y Remus y Peter puede que no sean lo que estás buscando ahora.

—¿Qué significa eso?

—Significa que debes salir más, divertirte, relajarte con alguien que te haga sentir que hay más esperando por ti, y creo que lo sabes, de lo contrario, no lo habrías mencionado—responde Poppy, curvando sus labios en una sonrisa suave.

—Subconsciente, ¿eh? —pregunta James, forzando una pequeña sonrisa antes de apartar la mirada hacia la enorme pecera, dividiendo el consultorio con una acogedora habitación donde Poppy le permitía a Harry quedarse durante sus sesiones.

James lo ve colorear, Harry siempre hace esa pequeña cosa divertida de sacar la lengua cuando está concentrado en algo. Lily hacía mucho eso, al leer o redactar una de sus reseñas complicadas que James jamás entendía, demasiado absorto en ella, adorándola para preocuparse por otra cosa. Ella habría entendido mejor a Harry de lo que a veces James lo hace.

—No quiero olvidarla.

—Y no lo harás, James. Lily siempre será importante para ti, una gran parte de quien eres hoy y serás mañana y de quien es Harry. Cualquier persona que llegue a tu vida y decidas amar, deberá entender y respetar eso si quiere quedarse.

James no responde, no de inmediato.

Decide centrar su atención en algo que pueda manejar, como el pez muerto al fondo de la pecera. Parece que ni siquiera Pomfrey con su gran sabiduría se ha dado cuenta de eso. Los pececillos continúan con sus vidas, haciendo lo único que saben hacer; nadar y nadar entre decoraciones artificiales. Si notan el cadáver, prefieren no dar alerta de ello, tal vez ni siquiera les importe lo suficiente.

James se siente como ese pez olvidado.

—Lily te amaba, James, tanto como tú lo hiciste con ella por el tiempo que les fue concedido y juntos crearon a alguien maravilloso. Un amor así, no se olvida. Y ella habría querido que siguieras adelante, eso es lo que hacemos por las personas que amamos. Avanzar.

—¿Sí?

Poppy tararea. James la escucha escribir algo más en su cuaderno y la curiosidad por saber qué, es abrumadora.

—Ahora, háblame de este Regulus Black.

—Es alguien diferente —admite James, sintiendo la sonrisa ridícula sobre sus labios, no puede detenerla, así como no puede evitar sus palabras haciéndose eco a su mensaje de anoche—. Él es extraordinario y maravilloso, como alguien que podría haber conocido en otra vida...

ˏˋ°•*⁀

—Si tu terapeuta dice que necesitas nuevos aires, es porque lo necesitas realmente —declara Remus secamente, mientras Harry colorea uno de los tatuajes en su brazo derecho con plumones de brillantina.

James se burla, sin calor real detrás—. ¿Necesito?

—Ser padre soltero no es sencillo, James, nadie te culparía si necesitas... ayuda, de vez en cuando. Ya sabes —Remus hace un gesto sugerente, pero discreto con su mano libre, sonriendo con descaro—. El subconsciente habla, James.

—Ahora hablas como mi terapeuta —se queja James entre dientes—. Me quedaré calvo antes de cumplir los treinta de seguir así.

Niega con la cabeza soltando un pequeño bufido divertido. Toma una de las seis cajas selladas con tintas y agujas nuevas en su interior para acomodarlas en los estantes y cajones de sus mesas de trabajo. Remus había disimulado bien su dolor al tratar de hacerlo por su cuenta, pero James vio debajo de él, noto su mueca y el siseo al tocarse la parte baja de la espalda. Cuando James lo envió descansar en su silla y cuidar de Harry y Remus no se opuso, supo que realmente estaba sufriendo.

A veces James piensa si ambos son tan autodestructivos y tercos como parecen.

—Papá calvo —susurra Harry, ocultando su sonrisa divertida detrás de un color verde chillón, llenando las patitas del cuervo cubriendo la cicatriz de Remus—. ¿Te vas a quedar calvo? ¿Cómo el señor Weasley?

—Dios, espero que no, Haz, pero si lo hago no debes reírte de mí o también te quedarás calvo.

Harry emite un ruido similar a un chillido antes de llevarse las manos a la cabeza, creando una raya larga y verde por todo el brazo de Remus.

—¡No quiero ser calvo! Draco dice que mi cabello es bonito, no quiero no agradarle a Draco.

—¿Qué tienen los Potter con los Black? —bufa Remus, poniendo los ojos en blanco.

James arquea una ceja con ironía—. Lo dice el señor "No disimulo en absoluto mi babeo por el caliente hermano mayor".

Remus corresponde su gesto, ceja arqueada, sonrisa arrogante tirando de su comisura y brazos cruzados sobre su pecho. Pese al desastre sobre su tatuaje, el desgraciado consigue verse bien.

—No me hagas entrar en ese juego, señor "Niego mis sentimientos"

Es el turno de James de poner los ojos en blanco, con fuerza, comenzando a dividir los frascos de tinta y los paquetes estériles, confiando en que Remus revisaría las caducidades. Ignora el ruidito agudo de la campanilla sobre la puerta del estudio, ese día James definitivamente no estaba trabajando.

Touché, mon ami, touché.

—¿Ahora estamos destrozando el francés, señor Potter?

Oh, esa voz.

James definitivamente está trabajando.

—¡Profesor Reggie!

Exclama Harry con una sonrisa tan brillante como las estrellas, al tiempo que baja de su banquillo de un salto para acercarse al hombre. Para James, resulta tan familiar y extraño en partes iguales el ver a Regulus agacharse a la altura de Harry para abrazarlo, murmurando palabras que James no logra descifrar. Harry se derrite completamente.

James cree que podría mirarlos todo el día.

—Y terminaré de asesinar el idioma si vuelves a llamarme "Señor Potter" —amenaza James, cruzándose de brazos, tratando de silenciar los latidos de su corazón al ver esos labios curvarse en una sonrisa que a James le sabe a puro pecado—. Señor Black, ¿le parezco divertido?

—Oh, sí, definitivamente —responde Regulus.

El tono usado en esa oración, envía un cosquilleo a través de James, como una descarga eléctrica. Se siente peligrosamente cerca de entrar en combustión.

Necesita distraerse, sentarse, arrojarse del balcón más cercano y... Necesita dejar de mirar al hermoso profesor así.

Necesita que Remus deje de mirarlo con esos ojos conocedores y divertidos. Al desgraciado le divierte el sufrimiento de James.

Regulus, por otro lado, actúa con total naturalidad, fluyendo en el estudio de James como si perteneciera ahí. Habla con Harry, con Remus y busca un banquillo libre, tomando asiento junto a la estación de James, demasiado cerca para la estabilidad de cualquiera.

Harry no pierde oportunidad en ir por su propio banco y arrastrarlo junto al de Regulus.

<<Pequeño diablillo traidor>>, piensa James.

Oh, pero James haría lo mismo, si no estuviera ahí, tratando de actuar elocuentemente bajo el escrutinio de esos ojos fundiéndose en plata.

—Entonces, ¿a qué debo el placer de verte en esta hermosa tarde, Regulus?

—Oh, estaba cerca de aquí junto a Sirius y Draco, están en el parque al final de la calle. Comprábamos decoraciones para el departamento —se alza de hombros—. Sirius aparentemente entró en la crisis de los treinta y ha decidido que su nuevo pasatiempo será la jardinería.

—¿Por qué me cuesta imaginarlo?

Regulus suelta un pequeño bufido más parecido a una risilla seca. James encuentra el sonido deliciosamente entrañable.

—Tal vez porque es una pésima idea —dice Regulus—. Casi siento lástima por las pequeñas flores.

—La crisis de los treinta es algo serio —añade Remus, humildemente, aclarándose la garganta con disimulo para obligar a Harry a sentarse correctamente en su banco.

Harry había estado prácticamente zumbando desde que se mencionó a cierto mocosito.

—Profesor Reggie, ¿puedo ir con Draco y el señor bonito?

Regulus tararea, sin comprometerse—. Eso deberías preguntárselo a tu papá, Harry, recuerda que él es el adulto responsable aquí.

<< ¡Gracias!... ¿Creo? >>

Regulus vuelve a sonreír de esa forma que...

—Papaaaaá.

James debe sujetarse del borde de su mesa para mantenerse de pie.

—Haz, solo déjame terminar con estas cajas y te prometo que iremos al parque, ¿de acuerdo?

—Yo puedo llevarlo —intercede Remus, usando ese tono astuto y malévolo que pone los nervios de James de punta—, de cualquier forma, necesito tomar aire fresco.

—¿No estabas cansado, Lunático?

Remus descarta a James con un gesto—. Tonterías. Además, tienes un invitado, "Señor ni..."

James se siente enrojecer de pies a cabeza.

—¡Bien! Harry, no hagas travesuras, ni dejes que tu padrino te convenza de lo contrario. No sueltes su mano y por nada del mundo te alejes de su vista y no alejes a Draco de su padrino.

—¡Travesuras! —chilla Harry, bajando de su asiento como alma que lleva el diablo, tomando la mano de Remus comenzando a tirar de él hacia la puerta—. ¡Volveré pronto, profesor Reggie!

Regulus exhala una pequeña carcajada, despidiendo a Harry de vuelta, viéndolos marcharse con el fantasma de la sonrisa sobre sus labios. James debería sentirse ofendido por no recibir un adiós también, pero sorprendentemente, no lo hace. Demasiado ocupado detallando la forma en que los rizos oscuros caen alrededor del rostro de Regulus, enmarcando las facciones afiladas y perfectas con la delicadeza de una escultura tallada por una mano imprudente y cruel. James daría cualquier cosa en ese mundo con tal de comprobar si la piel de Regulus era tan suave como parecía.

—Eres un buen padre, James —dice Regulus, sacando a James de su pequeño espacio de adoración.

—Bueno, hago lo que se puede.

—No, haces más que eso. Sé de lo que hablo, Harry es un niño extraordinario y eso es, en gran parte, gracias a ti.

James sonríe, lento y suave, su corazón rebosante de algo especial. Tal vez sea su imaginación, pero juraría que Regulus Black se está sonrojando. Hay rosa salpicando el marfil y constelaciones brillando en ojos oscuros y profundos.

—¿Por qué siento que no estás aquí por simples macetas y flores, Regulus?

—Me has atrapado —admite Regulus, inclinando la cabeza ligeramente hacia un lado, como si tratara de ver a través de James.

Es aterrador que James esté dispuesto a darle las respuestas que busca en bandeja de plata.

—Ahora estoy intrigado —dice James, sentándose en el borde de la mesa en su estación—. ¿Estamos enterrando un cadáver o algún sucio secreto?

—James, las personas vienen a un estudio de tatuajes por dos razones, una de ellas es coquetear descaradamente con el artista, y la segunda, porque realmente quieren un tatuaje —ríe Regulus, apoyando su codo en la superficie junto a la pierna de James.

—Y no estás aquí por la primera opción.

Regulus sonríe, arqueando sus cejas en un gesto que aparenta inocencia mezclada con sorpresa.

—¿No lo hago?

La respiración de James se atasca en su pecho, burbujeando junto a una risa nerviosa.

<< Oh, querido señor >>

—Oh —responde James, inclinándose hacia Regulus, atraído como metal a un imán, gravitando a su alrededor miserablemente—. ¿Algún diseño en especial, señor Black?

Regulus huele a café, lavanda y humo y sus labios tiemblan. Si alguna vez alguien le pregunta a James el aroma del paraíso, sabrá qué responder.

—Esperaba que usted pudiera ayudarme con eso, señor Potter. Tomando en cuenta sus habilidades y talento, considero que es razonable que diseñe algo... especial. Si es que su oferta al respecto se mantiene en pie.

—¿Para ti? Cualquier cosa —respira James.

Y es como caer en el espacio entre el cielo y el infierno.

Saborear el pecado, la tragedia y la absolución. La sonrisa torcida y segura de James lo desarma, sin piedad. Su pose relajada no hace más que añadir complejidad a la ecuación resolviéndose en la cabeza de Regulus. Es una estrella moribunda, un meteorito a punto de estrellarse.

No hace nada por frenar la caída.

Conforme Regulus habla, tratando de explicar lo que desea para su primer arte, James está ahí, cerca, silencioso y atento, dibujando bocetos en una hoja de su cuaderno. Pasa una mano a través de su cabello, despeinándose en un gesto tan entrañable, que Regulus desea hacerlo por él.

Arruinarlo y repararlo bajo sus palmas.

—Es difícil de complacer, señor Black —se burla James, sin calor, arrancando la hoja, arrugándola y enviándola al cesto de basura junto a las cinco anteriores a esa—. Me fascinan los desafíos.

Oh, Regulus es capaz de escuchar los latidos de su propio corazón en sus oídos, demasiado afectado por la cercanía de James y el olor de su colonia, mezclándose con el aroma de la tinta y el peligro.

—Si de algo le consuela, creo que se está acercando al diseño perfecto, señor Potter.

Regulus tararea, su índice trazando el espiral del cuaderno apoyado sobre la rodilla de James.

Como un adicto al caos, James esboza una sonrisa que definitivamente no debería ser legal, o eso piensa Regulus, tratando de disimular el temblor de sus manos ocultándolas en los bolsillos de la chaqueta robada del armario de Sirius.

—Estamos para complacer, Regulus.

La forma en que James dice su nombre, como una oración, le roba el aliento.

Regulus es consciente del rubor subiendo por su cuello, es consiente de cada cosa a su alrededor. Como el ceño fruncido de James por la concentración, sus delgados y largos dedos sujetando el bolígrafo, guiándolo por la hoja, los mechones castaños cayendo sobre piel bronceada y las gafas deslizándose sobre su nariz.

Desea extender la mano y ajustarlos. No lo hace, pero el anhelo está ahí, cosquilleando en sus yemas.

La expresión de James está bañada por las luces artificiales del estudio, el tono nacarado besando al sol, es simplemente...

—Hermoso —piensa Regulus, en voz alta, su voz atrapada en un susurro.

James levanta la mirada del cuaderno hacia Regulus—. Lo siento, ¿dijiste algo?

Oh.

—El diseño, es hermoso, no podría haberlo hecho mejor. Parece que finalmente ha logrado leer mi mente.

—Otro de mis muchos talentos, señor Black.

Ahí está nuevamente esa sonrisa. Hace tambalear su mundo por completo. James vuelve la mirada al diseño, esforzándose en los detalles alrededor de las estrellas en las constelaciones. James le pregunta por su día, le habla sobre cualquier cosa para llenar el silencio y cuando ríe por algo que Regulus dice, el mundo parece brillar un poco más.

Regulus nunca lo admitirá en voz alta, pero tal vez le gusta un poco James Potter

Solo un poco.

—Entonces, este es tu diseño.

Regulus toma el cuaderno que James le ofrece cuidadosamente, temiendo romperlo o arruinarlo de cualquier forma posible. Toca y admira el dibujo como si estuviera adorando una parte de James. El trabajo es impecable, perfecto y el sentimiento de admiración quemando en su pecho, hace sentir a Regulus como un niño.

—Me encanta —admite Regulus, en un hilo de voz—. Es maravilloso, James. Muchas gracias. Esto... es todo.

James sonríe, amplio, cálido y brillante, poniéndose de pie, dándole una palmadita amistosa en el hombro. Si su mano se demora un poco más de lo necesario, Regulus no lo comenta. Se arrancaría el brazo antes de pedirle a James Potter que se aleje.

—No me agradezcas hasta que lo tengas en ti.

—¿Eso es una propuesta sucia?

—¡Señor Black! Me considero un hombre decente que le invitaría una taza de café antes de arrojar las cosas sucias sobre la mesa, muchas gracias —ríe James —. Y esa, Regulus, es definitivamente una propuesta.

El corazón de Regulus late con fuerza, amenazando con salirse de su pecho.

—Si rechazo su oferta, me hará un tatuaje horrible, ¿no es así?

James asiente, con seriedad, tomando de vuelta el cuaderno para llevarlo a una estación aparte que Regulus no había notado, una con una pequeña tableta, reglas y una impresora con hojas de textura extraña.

—El más horrible de todos... ahora, agradecería que eligieras una zona donde irá mi obra maestra y un tamaño razonable, trataré de ajustar el diseño.

Regulus sabe exactamente donde lo quiere.

James no parece sorprendido en absoluto, no hay una sola pizca de juicio en sus ojos. La sonrisa suave se dibuja sobre sus labios mientras trabaja. Regulus desea, desesperadamente, preguntar sobre el último mensaje en su chat, pero no lo hace. Hace girar los anillos en su mano, respondiendo las preguntas ocasionales de James.

Verlo fluir por su estudio, preparando todo para hacer su trabajo, es hipnotizante. Cada pequeña cosa que hace, desde limpiar su área de trabajo hasta elegir las malditas agujas (que pide a Regulus verificar estén selladas), lo hace con delicadeza, pasión y absoluta entrega. Regulus jamás ha conocido a nadie como James Potter y probablemente nunca nadie podrá superarlo o siquiera igualarlo.

Él era la jodida expectativa.

—Camisa fuera, Regulus y ponte cómodo, esto será largo y doloroso.

—No necesitabas convencerme.

Regulus se burla, aparentando indiferencia mientras se desabotona la camisa, deslizándola sobre sus hombros bajo la mirada de James, doblándola cuidadosamente y entregándosela cuando él extiende su mano. ¿Secretamente? Regulus está malditamente aterrado.

—¿Tu hermano sabe que estás aquí? —inquiere James, sonriendo astutamente.

James se deja caer en una silla con rueditas junto al sillón de cuero artificial donde Regulus se ha recostado sobre su espalda. La mano de James se siente cálida contra su piel, incluso a través de los guantes de látex y lo que sea que esté usando para limpiarlo.

—Sabe que estoy aquí, pero no por qué... Lo que no sabe, no le hará daño.

—Oh, me encanta su cerebro malévolo, señor Black —declara James, dándole la espalda un segundo para preparar la máquina de tatuajes —. Ahora, es la última oportunidad de dar marcha atrás, ¿quieres que me detenga, Regulus?

—No —respira Regulus mirando decididamente el techo.

—Bien, entonces, trata de relajarte y no te muevas. En un segundo escucharásun ruido, es la máquina encendiéndose, no pienses mucho en ello y habla conmigo, ¿de acuerdo?

Oh, Regulus se pondría de rodillas si James lo pidiera. El pensamiento es tan fugaz y ridículo que consigue distraerlo del zumbido acercándose a su pecho y del primer pinchazo contra su piel. Un dolor agudo que se extiende y...

—¿Hay posibilidad de obtener anestesia?

James se burla, sin calor real detrás. Regulus no puede verlo, pero siente la sonrisa acariciando cada poro de su cuerpo, como los rayos del sol durante un amanecer.

—¿Tengo cara de alguien con acceso a drogas, Reg?

<< No, pero bien podrías ser una >>, piensa Regulus.

—Sí.

—Bueno, tienes algo de razón —tararea James —, estudie enfermería un tiempo, en honor a mi madre.

Cierto, Harry había mencionado algo al respecto. "Curar enfermos, como Jesús, pero más genial". Oh, Regulus no debería reírse, pero lo hace. Y James lo reprende suavemente por ello.

Regulus debería replantearse su umbral de dolor, sabe que el tatuaje no ha avanzado más allá de una cuarta parte y ya se siente desfallecer.

—Ya sé a quién llamar la próxima vez que enferme —farfulla Regulus—. ¿Puedo preguntar cómo terminaste aquí?

—Si por "aquí" te refieres a tatuando lindos profesores, la explicación es siempre, Regulus. Cuando perdí a... mi chica, me quedé solo con un bebé recién nacido que necesitaría el doble de mi atención, Harry me necesitaba, entonces me quedé. Era bueno pintando, dibujando y todo eso, convertí algo que me apasionaba en una profesión que me permitiera ver crecer a mi hijo como ella lo hubiera deseado.

Ella, era la madre de Harry y la mujer de la vida de James. Regulus no sabe su nombre, considera grosero preguntar por ello. Cuando James la menciona, la desolación se filtra en su tono. Regulus no puede comenzar a imaginar el dolor de perder a alguien que significaba tanto y tener que seguir adelante. Él probablemente enloquecería.

Regulus siente la imperiosa necesidad de devolver algo de la confianza que James le ha entregado. Abrir su corazón, por él.

—Yo era... iba a ser abogado.

El zumbido se detiene por un segundo y luego se reanuda junto a los pinchazos.

—¿Oh?

—Sí. Recuerdo estudiar como maniaco por las mañanas y trabajar durante las tardes y parte de la noche para en la madrugada llegar a casa y hacer tareas. Fue un caos. Sirius insistía mucho en que no tenía que, pero ¿cómo podía no hacerlo? Él sacrificó mucho por mí y yo quería devolver un poco de eso, ayudarlo en el negocio familiar y todo eso.

—¿Qué sucedió entonces? —pregunta James, gentilmente.

—No me hacía feliz y Sirius lo notó.

—¿Y tus padres? ¿Ellos lo notaron?

Regulus exhala una pequeña risa, sintiendo un dolor en el pecho que nada tenía que ver con las agujas llenando su piel de tinta.

—¿Supongo? Murieron cuando yo tenía la edad de Harry, tal vez un menos. Desde entonces solo fuimos Sirius, yo y mi tío Alphard, pero él también se fue cuando cumplí doce. Sirius es el único padre que conozco, James. Y eso es un poco jodido, porque es mi hermano, era un niño que tuvo que cuidar a otro. No fue justo para él y... Cuando falle, también le estaba fallando a él —musita Regulus, en un hilo de voz—. Pero no podía quedarme y Sirius lo entendió.

James se queda en silencio, frotando círculos suaves, pausados y reconfortantes sobre el hombro de Regulus cuando su voz se quiebra al final. Regulus no llora, pero admite que es doloroso y de cierta forma liberador admitir esa parte de su historia a alguien más que no fuera su hermano.

—¿Regulus?

—¿Sí?

—Eres la persona más valiente que he conocido.

Regulus gira la cabeza lentamente hacia James. Atraído como una polilla a la luz o un planeta orbitando alrededor del sol. Cuando mira hacia él, descubre que James también lo está viendo, sus ojos avellana, detrás del cristal de sus gafas, son imposiblemente suaves, brillantes y cargados de admiración mal disimulada.

Bordes dorado y verdes lo abrazan, acariciando su corazón resquebrajado Regulus también descubre que tal vez, y solo tal vez, sus bordes rotos podrían encajar con los de James.

Las horas pasan en un parpadeo. Cuando James termina, el sol comienza a ponerse. Tonos naranja y rosa se filtran a través de los ventanales del estudio, llenando todo de calidez y luz. Brillan sobre el marco del espejo que James sostiene entre sus manos, frente a Regulus, mostrándole el tatuaje decorando su pecho, sobre una cicatriz contando una historia diferente.

—¿Qué te parece? —inquiere James, ofreciendo una sonrisa de medio lado.

Regulus no responde, no de inmediato.

Pasa la punta de sus dedos con gentileza sobre la zona enrojecida y adormecida, delineando las detalladas estrellas entrelazadas en las constelaciones del perro y el león y las iniciales S.O.B. brillando en el centro, unos centímetros arriba de la leyenda escrita en perfecta cursiva:

"Para mi otra mitad".

Regulus sonríe.

—Es perfecto, Jamie.

Y James se queda sin aliento.


EXTRA.


💫 Regulus Black 💫

Gracias por hacer de lo cotidiano algo extraordinario

Enviado a las 1:42 a.m.


James Potter

Tú eres extraordinario, Regulus Black, tanto que parece imposible que seas real.

Simplemente maravilloso.

Enviado a las 5:02 a.m.


💫 Regulus Black 💫

Si soy tan maravilloso, ¿qué le impide caer en mi palma, señor Potter?

Y, sobre todo, ¿me dejará pagar por sus asientos?

¿Me está ignorando? Tal vez debería presentarme y recordarle sus modales

Enviado a las 7:30 a.m.


James Potter

¡Ese asunto está fuera de discusión!

PD: ¿Quién dice que no lo he hecho ya?

Enviado a las 8:00 a.m.


💫 Regulus Black 💫

Usted no es nada divertido, encontraré la forma de devolver cada centavo.

Enviado a las 8:15 a.m.


James Potter

Oye, Regulus...

Enviado a las 10:37 a.m.


💫 Regulus Black 💫

¿Sí?

Enviado a las 11:00 a.m.


James Potter

Estoy listo

Enviado a las 11:02 a.m.


💫 Regulus Black 💫

¿Eh?

Enviado a las 11:08 a.m.


James Potter

Avanzar

Enviado a las 11:11 a.m.


¡Lamento haberte hecho esperar tanto por esto! No fue mi mejor momento, pero este capítulo es realmente especial para mí por su significado y espero que también signifique algo para ti

Espero que lo hayas disfrutado casi tanto como yo escribiéndolo. 

James y Lily estarán muy presentes y quiero que recuerdes eso, ella es muy, muy importante y la adoro. Adoro su dinámica con James y aborrezco cualquier contenido donde ella es la mala, el vientre o un cero a la izquierda. Simplemente no.

También lamento cualquier error de ortografía, coherencia, dinámica o cringe causado, si notas uno házmelo saber. 

La fila para abrazar a Sirius y Regulus empieza aquí

La de James es aquí

¿Qué habrán hecho Sirius y Remus en el parque? ¡Seguramente nada bueno!

¡Gracias por leer, votar o comentar! ¡Nos vemos! 

PD: Wattpad arruina mi lindo formato de mensajes, perdón las notificaciones de publicación/edición. 

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