1. El café

Llevaba un buen rato con la vista clavada en el número siete impreso en su sudadera universitaria, a la altura de su, por qué no admitirlo, voluptuoso pecho. Noté que se estaba incomodando porque hizo una pausa en la conversación. Enseguida carraspeé nervioso, dije dos frases de esas que sirven para hacer creer que algo te interesa, e intenté centrarme de nuevo en su alegato sobre el novedoso método de enseñanza de la profesora no-sé-quién. Realmente la chica solo estaba intentando sacarme temas de conversación para romper el hielo, e irónicamente pensé que la pobre tenía mucho hielo que romper si quería encontrar algo de humano en mí.

Al acabar la clase de anatomía artística se me había acercado y, con una sonrisa tímida, me había preguntado si me apetecía tomar un café —todavía me sorprendía el arrojo de las mujeres de este siglo—. Necesitaba una dosis de esa bebida de los dioses y decidí que iría, aunque me daba un poco igual cuál fuera la compañía. La cafeína siempre me iba bien para activarme la mente y desactivar mi constante apetito. Sí, lo sé, soy bastante desagradable, y no me explico cómo aun así pude resultarle atractivo a esta bonita chica que olía a fresas con nata. Igual mis esfuerzos por que la gente no notara mi desidia por la vida estaban dando sus frutos.

Decidí sonreírle un poco y ser todo lo más amable que yo podía ser a esas horas de la tarde, en las que solo pensaba en una buena siesta —Otra muestra de mis enormes esfuerzos por adaptarme de nuevo a horarios de persona sana y cuerda—. 

La chica no tenía la culpa de que yo fuera un tipo tan complicado. Mi corazón era como un armario viejo, de bisagras oxidadas y puertas atascadas. Además, con un poco de suerte, igual aún podría merendar gratis algo que mereciese la pena. Sería como un rico pastel de frutas después de meses de hambruna.

Ella seguía hablando y yo continuaba con mi mejor mirada de falso interés, eso sí, siempre a los ojos. Se me podría llamar idiota, porque la chica era realmente locuaz y encantadora, pero lo cierto es que mi cabeza estaba muy lejos de allí. El número de su sudadera me había transportado al día en que todo empezó, unos 10 años atrás.

https://youtu.be/sueBDqCZH4c

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