6- ¡Rainbow power!: "Reminiscencia".
Silencio absoluto se apodera del obscuro recinto a medida que ubico mi cuerpo para dar rienda suelta a la cadencia de sensuales movimientos que fluyen cuando comienza la música.
Performance de Pole Dance que tanto bienestar económico me ha otorgado a través de los años, así como también, me ha quitado algo que -alguna vez- creí necesario: el apego de sentirme amado y la capacidad de demostrarlo. Dejando como aprendizaje, que no vale la pena entregarlo si recibes a cambio, los despojos de un corazón destrozado.
Todo comenzó años atrás, cuando estaba por cumplir la mayoría de edad y las malas finanzas de la empresa de mi padre nos llevaron a la quiebra, arrastrando a mi madre hacia las profundidades de una incontrolable depresión.
Dejándome frágil, sin saber qué hacer para subsistir y luchar por un futuro mejor.
Tuve que tomar las riendas del hogar así como la responsabilidad del cuidado de mi querida madre, ya que ambos fuimos abandonados por aquel que "supuestamente" velaría siempre por el bienestar familiar... ¡Gran mentira si las hay!
Esa, fue la primera vez que noté romper mi corazón al entender la magnitud de la cuestión. Llorando y sufriendo por el abandono de aquel que tantas noches me arrulló siendo yo su pequeño niño y él, el superhéroe de los cuentos de mi mente...
Me saca de recuerdos, los vítores del público que se hacen presentes ante una resplandeciente luz que ilumina los contornos de mi cuerpo. Entonces, inicio mi baile bajo la atenta mirada de aquellos que me devoran con felinos ojos.
Pero mi fachada de hombre indiferente y duro me dura un suspiro al observar una sombra similar al fantasma que me ahorca sin quererlo.
Así mismo, no me permito aflojar gracias al empuje de energía y efectivo que recibo de parte de mi querido público, aunque muchas veces quieran verme con mucha menos ropa de la que uso.
Regalos en forma de joyas, ropa o efectivo (más allá de lo que gano) siempre han sido bienvenidos. Todos, de parte de admiradores secretos que se encuentran entre el público. Sin olvidar que pagan mis estudios universitarios, y esto, es gracias a la gran donación de un anónimo que pidió que utilizara el dinero para invertir en un próspero futuro.
¡Y que mejor inversión que hacerme erudito en un estudio! Así que, actualmente, soy un exime estudiante y futuro licenciado en filosofía y letras.
"El orgullo de mi querida madre" según ella.
Luego de dos vueltas completas al reluciente caño mientras desciendo con una gracia infinita, finalizo con la primera parte de mi acto. Todo sudado e impregnado de sensaciones que se arremolinan en mi pecho a medida que recibo diversas ovaciones.
Nuevamente, una sombra que aparece en la zona más alejada de la barra. Pero al rato, alejo los fantasmas del pasado y regalo al público la mejor de mis sonrisas.
Inspirando profundamente para recuperar algo del aire que escasea en mis pulmones, me dirijo al camarín acompañado del seguridad al cual, alguna que otra vez, he utilizado como desahogo.
Al sentarme frente al espejo, me observo buscando tapar cualquier imperfección que se asome, pero mi mente se dispara en pensamientos del ayer cuando observo detrás mío al sofá que fue testigo de nuestros comienzos.
"¡Condenada cabeza! ¡Y condenado sofá viejo!" Medito para mis adentros. Aunque no puedo evitar recordar al sentir un fuerte dolor en mi pecho ante el recuerdo de sus manos junto a las mías y sus cálidos besos.
Todavía evoco el temblor de mi cuerpo ante aquel día que arranqué un pequeño papel con una solicitud de personal para un local nocturno de una de las paradas de autobús cerca de mi hogar. Observando para todos lados ante el temor de que alguien me vea recurrir a mostrar mi piel para poder alimentarnos. Y no metafórico, sino literal. Ya que largas noches de te sin nada y de escasos labores con mala paga que apenas alcanzaban para saldar los remedios de mi madre. Así que me conformaba con lo que me tocaba hasta que un día vi el anuncio y me dije "¿Y por qué no?"
Pero luego de repensar el pasado, mi traicionera mente me lleva de vuelta hacia él...
Una veraniega y lluviosa noche lo ví por primera vez. Con su porte misterioso de hombre eximio y glorioso y una renegrida mirada que erizó cada poro de mi piel. Se encontraba junto a un grupo de amigos algo menores que él en apariencia, ¿o será porque solo él resaltaba, excusando seguridad por todos lados?
De inmediato, me sentí atraído como metal al imán al quedarme prendado de su intenso aura, siendo yo, un muchacho gay avergonzado de tener que mostrarme así.
"Hola, bonito".
Fueron sus primeras palabras dirigidas hacia mi persona en aquel primer contacto ocurrido en la barra del bar.
En dónde sus renegridos ojos se fundieron con los míos iniciando el comienzo de mi fin. Porque con el pasar de los días, él regresaría una y otra vez hacia mis brazos, arrebatando desde mi primer beso y primeros roces de manos hasta robarme aquel órgano aposentado en el lado izquierdo de mi cuerpo.
"Me gustas... Y demasiado".
Me dijo aquella fatídica noche que envuelto entre sus brazos en el viejo sofá, nos adoramos por largo rato.
Hasta que durante un codicioso beso en donde sentí que -tal vez- otro podría ser mi destino, fuimos interrumpidos por uno de los dueños del club en ese momento. Jefe que resultó ser su padre.
"¿Qué le estás haciendo a mi hijo, maldito p..o?"
Salió sin filtro desde los labios de su padre. Y yo, sorprendido ante la revelación de estar con el hijo de uno de los dueños, no tuve mejor idea que decirle al susodicho en cuestión en un acto de valía que me costó un montón:
"¡Dile amor! ¡Dile que estamos juntos!"
Siendo un completo iluso. Un tonto enamorado hasta los huesos de un hombre que resultó actuar como un niñato. Un joven de 20 años que salió cabeza gacha, dejándome a mí tirado, con el corazón en la mano, y sin trabajo; por supuesto.
Yo, tenía solo 19 años pero no dejaba de ser un cualquiera según su padre, un estorbo para el brillante futuro de su hijo. Y el miedo de sufrir acoso ante mi atrevimiento, hizo que armara mis maletas y me fuera sin un centavo.
Lindo cuento de como terminó destrozado mi corazón ¿No? Pero lo pasado, pisado. Y para mi bendita suerte, ese par desapareció tanto del club como de mi visión. Así que regresé sin problemas a la labor en cuanto me busco mi actual jefe.
¿Patético recordar esto luego de tantos años, no?
Me miro al espejo diciendo que debo revolear ese viejo sofá, o remodelarlo en su defecto. Pero unos insistentes golpes al acceso de mi camerino me alejan un instante del recuerdo. Así que decidido a alejar a mi guardaespaldas voy hasta la puerta y le suelto: —Estoy bien Mole, ¡ya vete!
Rotundo silencio recibo del otro lado. Y creyendo que se ha ido, pego la vuelta en cuanto unos insistentes golpes resuenan nuevamente.
Debato si abrir o hacerme el desentendido, pero los insistentes tañidos regresan, así que con cara de pocos amigos me dirijo hasta el acceso abriendo de golpe para largar un sermón con el único fin de que se aleje quién molesta.
Contrario a lo que creía que pasaría, soy asaltado por unos fuertes brazos y cálidos labios que se aferran a los míos como si su vida prendiera de los hilos de la mía.
Déjà vu de lo vivido se amontona raudo en mi cabeza. Y toda certeza de lo que fui alguna vez y juré nunca más volver a ser, se desploma como el ocaso de un débil castillo de arena.
Porque, aunque quiera alejarlo de palabra, mi cuerpo responde como dicta lo más profundo de mi alma. Obnubilado en lo que alguna vez sentí y siento por él borra con cada toque de sus labios, recuerdos malos. Traspasando cada poro de mi dermis con ardorosa pasión y vestigios de lo que pareciera alguna especie de amor, que cala hondo y profundo hasta el mismísimo tuétano de mis huesos.
—Eres tú —suelto entre medio del desmedido roce de nuestros labios mientras se aferra a mi rostro con su faz repleta de lágrimas del ayer, hoy y posiblemente mañana.
—L-lo s-siento mi amor, l-lo siento t-tanto —besa nuevamente mis trémulos labios mientras mi mente me exige que detenga esto, que no puede ser.
Pero soy nuevamente débil en mi ser en cuanto me acaricia con demasiada adoración, brillando profundamente sus ojos con algo más que el agua del sollozo... Anhelo, es lo que puedo ver en su interior.
—Te amo, ¡te amo tanto! Y desde siempre, aunque haya sido un completo cobarde aquella vez —confiesa a medida que besa cada porción expuesta de mi rostro entre tanto se encarga de marcar con suaves caricias, mis mejillas —. Pero fue la única manera que encontré para obtener autonomía y poder ofrecerte el mundo a tus pies... Y sé que posiblemente no me creas, pero sufrí incansablemente, maldiciendo noche y día por no tener la independencia económica que me permitiera plantarme de cara a mi padre y así poder luchar por ti. Solo contaba con mis estudios, mi mesada y el sueño de poder sacarte de aquí para darles un futuro mejor.
Lo observo completamente perdido en sus palabras cuando el nombramiento de "darles" hace eco dentro de mí —¿Darles? —cuestiono bajo su cara de asombro.
—A tu madre y a ti, ¿o crees que me conformo con que estudies solamente? Quiero que tengas acceso a todo aquello que siempre quisiste y nunca pudiste tener, y que los mejores profesionales traten la condición de tu madre.
Suelta todo sin aviso y siento mi cuerpo estremecerse de impresión.
Es que ¿cuándo tuve suerte alguna vez? A base de caídas y golpes crecí de repente, siempre luchándola solo y sin nadie que cuide de mí más que mi madre en sus efímeros momentos de lucidez.
—Si me permites, quiero hacerte el hombre más feliz. Todos estos años luché por tener estabilidad financiera solo por y para tí. Y si decides darme una oportunidad, aún haciendo lo que tú haces, aceptaré con gusto tu decisión. Porque te amo... Y a eso, no lo cambio nada ni nadie.
Me aferro con creces a su majestuoso torso mientras entierro mi cabeza sobre su pecho.
—Gracias amor mío, gracias por velar por mi futuro y darme alas para volar junto a ti... Te amé y lloré como no te das una idea, pero tengo la certeza de que todo ese amor está aquí.
Señalo de manera contundente el latir desaforado de mi pecho, aferrándome a la idea de un nuevo comienzo a su lado y decidido a reabrir la herida que solo sangra por su apego.
(1821 palabras)
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