El hornero y las lombrices
Desde la oscuridad del cuarto, un hombre planeaba algo macabro. Se balanceaba en un sillón de hamacas y pensaba. Un vacio profundo sentía en su pecho. De pequeño su vida fue la soledad de la calle, y las luces de la noche. Se decía a sí mismo que era huérfano, pero en realidad no lo sabía. Nunca supo de sus padres, si lo abandonaron o si murieron. Siempre prefirió aceptar que murieron para no tener que enfrentar el duro golpe de ser abandonado siendo bebé. A pesar que estaba sólo, hablaba como si estuviese con alguien. Decía en el soliloquio:
« Mañana a la noche lo voy a hacer. Sí, lo tengo bien decidido. Hace semanas que vengo planeando esto y no voy a perder la oportunidad de llevarlo a cabo. Ya sé todos sus movimientos, la vengo siguiendo todos los días. Sé a qué hora toma el subte, cuantas cuadras camina para llegar a su casa. Es un plan perfecto, nada puede salir mal.
Aún recuerdo la primera vez que la vi, y la que me obliga a cometer estar locura ¿locura? No, más bien diría "acto justiciero". Queda más bonito... Ella iba caminando absorta de la realidad, con un jeans gastado, y una camperita rompe viento. No lo sabía, pero desde ese día fui esclavo de su vida, me tenía a su merced cada vez que la veía ¡Sí tan sólo me diera una oportunidad! Pero no, ni siquiera sabe que existo. Me crucé frente a ella un par de veces. Y cada vez que lo hacía, una sensación se apoderaba de mí ser. La primera vez fue en el subte. Me atreví a salir de mi asiento para quedarme a su lado, siquiera registró que estaba allí. Estaba con audífonos y seguramente no se percató de mi presencia, pensé. Pero las otras veces ¿Qué dirá? Si me vio perfectamente que la seguía, igual así continuaba haciéndose la reina. Hasta tuve que cambiar el horario del subte solo para verla. Y cada día que pasaba, más me obsesionaba con tenerla.
Ella aún no lo sabe, pero yo sí sé todo lo que va a ocurrir, y cómo va a suceder. Sí, lo sé todo. Después de bajarse del subte siempre camina unas diez cuadras para llegar a su casa. Vive sola. La avenida es poco transitada a esa hora, salvo una esquina que es desierta, ni un alma cruza por ahí. Es allí en donde voy a presentarme "cariñosamente" ¡Y qué casualidad! Esa esquina oscura es frente a su casa. Soy un tipo presentable, de unos treinta años, al igual que ella supongo. Y cuando la tenga, sabrá quién soy realmente.
Se está haciendo de madrugada. Debo descansar. Mañana tengo que estar bien lúcido para concluir el plan. Nada puede fallar ».
Se quedó durmiendo plácidamente en el sillón. Con un puñal en la mano, acariciando el filo y disfrutando del frio metálico. Al siguiente día esperaba ansioso la hora de verla en el subte. Las horas se le hicieron eternas. Salió de su casa dos horas antes, cuando el sol se ocultaba en el poniente. Cuando subió al tren miró buscó inmediatamente a la mujer. No la vio. Empezó a desesperarse, eso no podía ocurrir. Su vista recorrió los rostros a una velocidad prodigiosa, pero no estaba "ella". Soltó un insulto al aire y se bajó con una sensación de tristeza mezclada con ira. Estaba a punto de abandonar su plan cuando una idea se le presentó « ¿Qué tal si perdió y viene en el que sigue? Voy a esperar el siguiente, si no está me vuelvo a casa. Eso sí, me la pagará el doble por hacerme irritar ». Culminó la frase con una sonrisa maléfica. Se quedó allí a esperar el siguiente subte. A cada instante observaba su reloj de pulsera. Cuando llegó el siguiente, subió atolondrado a ver ¡Y sí, estaba la mujer que lo había encandilado! Para no levantar sospecha se quedó lejos de ella. Durante todo el recorrido simuló leer un diario. Bajaron juntos del subte en la estación y continuaron su recorrido a pie. Él, entre que se relamía por lo que iba a hacer, pensaba:
« ¡Por fin llegó el día! Ella no sospecha nada de lo que ocurrirá. Es una gacela tierna que camina en el prado, si saber que el león hambriento está por atacar. Yo sólo quería que me diera una oportunidad. Ella se buscó que terminará así. Bien, ahí vamos. Eso, caminá despacio, sin prisas que tengo todo planeado. Pero no te detengas, que me enloquecerás ¡No puede ser! Un policía está patrullando. Esto no lo tenía pensando, creo que tendré que dejarlo todo e irme antes que sospechen. Justo hoy tenían que venir por esta zona. Ahí se va. Idiota. Estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada ¡Pensar que casi arruina mi plan! Bueno, concentrémonos. Ella aún no sabe que la sigues, siquiera sabe de tu existencia. Eso es una ventaja para vos. La puedes tomar de sorpresa, nunca olvides, el elemento sorpresa es importante. Repasemos un poco. Le pediré la hora cuando se acerque a la esquina de su casa. Ese es el lugar perfecto. Es oscuro. No cruza gente a ésta hora de la noche, y ella tiene la seguridad de estar frente a su casa, y bajará la guardia. ¡Ay! Ya siento el aroma de su cabello, de su jadeo. Su respiración entrecortándose ¡Ahí vamos! ¡No te acobardes! ».
—Disculpa flaca ¿Me decís la hora?
—Sí, son las ....
El día del asesinato, una suave brisa soplaba en las calles. En la oficina de llamados de 911 todo era muy tranquilo para ser jueves por la noche. El reloj daba las 21:30 hs. Cuando atendieron un llamado desesperado. La mujer que atendió ya estaba pensando en que iba a comer esa noche. Sólo le faltaba media hora para cambiar de guardia.
—911 Emergencias ¿Un cuerpo tendido en el suelo? ¿Localidad? ¿Puede repetir la dirección? ¿Con una herida en el abdomen? Ya solicité el móvil. Trate de mantener la calma, señora.
Cuando llegaron los policías se encontraron con la señora llorando desconsoladamente. Y vieron junto a ella, el cuerpo de una mujer tendido en el suelo. Instantes después llegó la ambulancia, pero nada pudo hacer. Había recibido más de quince apuñaladas. En sus manos conservaba las llaves. La cartera estaba desparramada en el suelo. Tenía los ojos abiertos en dirección a su casa, sin poder ver. Un gran charco de sangre manchaba las baldosas. Todos los sueños de aquella mujer quedaron allí, en la esquina de su casa.
—¿Quién es capaz de hacer semejante locura? No entiendo —prorrumpió el oficial cuando llegó al lugar.
—Oficial, aquí está la señora que llamó al 911 —dijo un agente novato. Que asustado por la crudeza del crimen, no se animaba a mirar el cuerpo tendido.
—Hola, Señora. Soy el oficial Benítez. Me deberá acompañar a la comisaría para testificar —Con esas palabras se subieron a la patrulla.
Al día siguiente del crimen, no había detenidos, ni posibles sospechosos. En la comisaria dar con el asesino se convirtió en la prioridad. Todos los agentes y oficiales buscaban pruebas. Los peritos iban y venían por la jefatura de policías. Los médicos forenses realizaban una tarea minuciosa en la autopsia. Revelaron que la mujer se resistió y luchó hasta el final con el asesino. Parecía que lo planeó todo, y no dejó nada librado al azar. Sin embargo, algo salió mal. Porque dejó a medias su trabajo. Todo indicaba que sería una ardua tarea dar con culpable. El equipo de oficiales y detectives comenzaban a plantear las causas. La del robo quedó casi descartada desde el comienzo, ya que no se llevaron nada de valor. El crimen pasional era sonaba fuerte. Llamaron a las compañeras de trabajo, a familiares, pero nadie sabía nada de un posible novio. El único romance que había tenido la mujer, y que se sabía a ciencia cierta, era con un chileno. Pero éste se encontraba muerto hacía más de dos años.
En pleno debate por establecer las causas, ingresó en la oficina principal un agente, diciendo:
—Buenos días, hay una persona que dice tener una evidencia.
Inmediatamente el oficial se dirigió a la puerta de entrada. Allí estaba una señora, esperándolo. Su vista recorría cada uno de los rincones de la sala. Jugaba con sus manos, producto del nerviosismo.
—Buen día, me informaron que usted tiene una evidencia que puede ser clave para esclarecer el caso ¿Es así? —espetó el oficial.
—Sí, es así. Tomé, aquí tiene la cinta que contiene el video —pronunció con temor a una represalia—. Quiero que mi nombre no aparezca como testigo, ni nada. Estaba por cambiar la cinta cuando vi la actitud sospechosa del sujeto.
—No se preocupe por eso señora, muchas gracias.
Después de aquella evidencia, llamaron a declarar al primer sospechoso. El operativo que realizaron para su detención fue tan veloz como un relámpago. En tan solo un par de horas ya se encontraban en la sala de interrogatorios el oficial y el sospechoso. Estaban solos, frente a frente en ese cuarto de cuatro metros cuadrados. Las luces eran altas e iluminaban el lugar a la perfección. El oficial, era un hombre de unos cincuenta y tantos años de edad. Tenía la experiencia suficiente para saber tan solo cruzando unas pocas palabras, quien mentía y quien no es las declaraciones. Era un experto el lenguaje corporal. Un sabueso de la vieja escuela. Había pedido que nadie interrumpiera en su interrogatorio. Fumaba y escuchaba atento las respuestas. El acusado tenía unos treinta años. De cabello negro enmarañado. Llevaba puesto una remera celeste, con algunas manchas de pinturas. Lo detuvieron en el momento en que estaba pintando su casa. El detenido declaraba, con los ojos llorosos y una voz nasal:
—No, oficial. No fui yo ¿De qué me está acusando? ¿En verdad cree que hice algo así? Seré un poco antisocial, pero hay una gran brecha entre no salir de una casa y matar a una persona. ¿Qué me calle? Por supuesto que no me voy a callar, si soy inocente ¡INOCENTE! Lo escuchó bien. Conozco bien mis derechos, y no hice nada malo para que me priven de la libertad. ¿Por qué me pega? Si solamente.. agg, ahhhhh ¡Eso duele! Por favor, no pegue más con esa cosa, por favor se lo suplico. No hice nada malo. Ya le dije, anteayer estuve mirando televisión todo el día, y ayer comencé a pintar mi casa, justo como me encontraron cuando me apresaron ¿Qué si estaba acompañado ese día? ¿Sí estaba con otra persona? No, no estaba acompañado ¿Por qué me mira así? ¿Desconfía? Ah, ya sé. Piensa que estoy mintiendo, es eso ¿No? Pues no, no estoy mintiendo. Jamás fui hasta ese lugar, no conozco a la persona que asesinaron. Me da la misma repulsión que usted el saber que mataron a esa pobre mujer de esa manera ¿Aún no me cree? Ya veo, seré el perejil del caso, así usted tendrá su ascenso por atrapar al culpable, y todos felices y festejando... ¿Puede por favor librarme de las esposas? Me están calando la muñeca, casi no puedo moverlas, y no me deja pensar lo que digo ¿Un cigarrillo? Gracias, oficial. Como decía, no maté a nadie ¿Por qué me mira así? ¿Tiene una prueba contra mí? Supongo que no, porque estaba viendo televisión ¿Un video? ¿Cómo es eso? Así que tienen un video en donde muestran como le asesino... ¡Esto es una mentira! No voy a irme preso ¿escuchó bien? NO VOY A IR PRESO. Listo, no diré nada más.
—¿No me cree entonces que hay un video?
—Así es. Cómo le dije anteriormente, estuve todo el día mirando televisión, oficial.
—Está bien, le creo. Espero que el tribunal y el juez piensen lo mismo.
—¿Con qué necesidad es irónico? Ya le dije miles de veces ¡Yo no maté a nadie! Se lo dije a los policías que fueron a atropellar mi casa, se lo dije a sus agentes, y se lo digo a usted.
—No estoy para bromas, pendejo. Hay una mujer muerta, que la asesinaron con un cuchillo. Tuvo más de 15 puñaladas por todo el cuerpo, fíjate las fotos ¿Qué pasa? ¿No la querés ver? Sí, eso pasó ¿No es "su" obra de arte? Ahora una madre esperará por siempre la llegada de su hija, que nunca llegará. Un padre no podrá celar a su única hija de su yerno. Un hermano no podrá confidenciar con su hermana. Un sobrino no tendrá un regalo de la tía ¿Te parece? —Con esas palabras terminó la indagatoria.
El hombre continuó procesado, esperando el juicio y el veredicto. Desde que cumplió la mayoría de edad se pasó trabajando en la calle para ganarse el pan, con changas algunos días. Otros días padecía hambre. Con la vida solitaria que llevaba, nadie lo fue a visitar. Después de una semana de la privación de su libertad, no tenía más lágrima para llorar. A cada guardia le imploraba por su inocencia. Cada noche traía un nuevo día, en el que soñaba con la libertad. Así pasaron los meses.
El día del juicio, el acusado rogó por su libertad, alegando su inocencia, y que era sólo un perejil. Sin embargo, en el video se lo podía ver cómo forcejeaba con la mujer, y cómo se daba a la fuga. Si bien, la cámara no había tomado el momento en que se produjo el asesinato, era imposible negar que mostrara como la perseguía, y cómo forcejeaba para luego salir corriendo despavorido. No se llegó encontrar el puñal utilizado. Aún así el veredicto fue duro, condenándole a cadena perpetua.
Pasaron los meses, y el asesino no hablaba con nadie. Intentó suicidarse muchas veces dentro de la celda. De tan perturbado que estaba ya no sabía si él había provocado la muerte a esa mujer. En muchas de sus pesadillas veía como la atacaba, y cómo hundía el puñal en el cuerpo, dejándolo inerte. Más no estaba seguro si era sólo un sueño, o si era el recuerdo aprisionado dentro de su mente. Su rostro comenzó a envejecer con rapidez, al igual que su alma. Los ojos permanecían entristecidos todo el momento.
Dos años después de aquel día, llamaron a la oficina de la comisaria, alertando de un posible cadáver. Otra vez una mujer de unos treinta años, de ojos negros y piel canela. Era distinguible la similitud que tenía con la mujer hallada muerta en la vía pública dos años atrás. Ésta fue encontrada en su cuarto. Estaba en la cama. El vecino que alertó, testificó que era insoportable en olor nauseabundo que salía de ese departamento. Los peritos confirmaron que antes de que la mataran, la torturaron. Su cuerpo ya estaba en estado de descomposición. Las moscas verdes zumbaban en toda la habitación. El mismo oficial que había atendido el caso anterior, estaba dispuesto a atrapar al culpable como lo había hecho años atrás.
Los policías comenzaron a buscar indicio. Pero no encontraron una prueba que pueda acercar al asesino. Los testigos no aportaban nada. La mujer se encontraba sola en la vida. Y fue un blanco perfecto para atacar. Habían pasado dos semanas del hallazgo del cuerpo, y la policía no daba con el paradero del culpable, siquiera sabía quién era, y cuál fue el móvil que le llevó a dar más de veinte puñaladas en el cuerpo de esa mujer.
El oficial estaba dispuesto a todo con tal de atrapar al sujeto. En horarios fuera del trabajo, se dedicaba a investigar el caso. Ya comenzaba a colmar la paciencia de su mujer. Para colmo se le había roto el auto, por lo que debía viajar en subte. Un día lluvioso iba rumbo al trabajo pesando en cual fue el móvil. Inesperadamente recordó a la mujer asesinada en la puerta de su casa un par de años atrás. Jamás olvidó esa mirada al vacio de la existencia. Intentando pensar en otra cosa, comenzó a ver a los pasajeros. Era un pasatiempo que tenía de pequeño, cuando soñaba ser un agente del FBI. Su vista pasaba de rostro en rostro, imaginando a que se dedicarían esas personas. De repente sus ojos se toparon con una cara familiar. Estaba sentado en diagonal a su silla. El sujeto sonreía y observaba a una mujer, que no se percataba de su presencia. Era imposible olvidar ese rostro. Lo que le llamó la atención no fueron sus ojos, sino su mirada cargada de malicia. No podía creer que sea verdad lo que estaba pasando. Palpó su arma reglamentaria que llevaba en el bolsillo interno del saco. El sujeto que miraba debía de estar preso en una de las penitenciaras de máxima seguridad de la Argentina. Sin embargo no, estaba allí, frente a él. Era el asesino de la mujer.
Apenas frenó el subte, y el oficial se abalanzó sobre el hombre. Luego de un disputado forcejeo, logró reducirlo. El hombre se retorcía como una lombriz en la sartén. Pregonando que lo estaban llevando injustamente. Fueron hasta la comisaría más cercana, en donde descubrieron que aquel hombre nunca estuvo detenido. Las huellas digitales revelaron el oscuro secreto. El hombre condenado años atrás decía la verdad. Era inocente. Solamente se podía tratar de gemelos que se desconocían. Dos gotas de agua. Sin embargo uno era un asesino serial, y el otro tan solo un perejil.
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