03 [Editado]
KARA
Así que ahí estaba yo, en mi primer día de clases como universitaria, con los nervios saltando en mi estómago y la emoción picando mi piel. Sentía que iba a devolver todo el contenido de mi estómago en cualquier momento, así que era algo bueno el que no hubiera desayunado; de esa manera no corría peligro de quedar en ridículo frente a la gente que me rodeaba.
¿Quién iba a decir que me sentiría tan vieja, tan... fuera de lugar? Cierto, apenas tenía veintitrés años, pero ver a todos los demás luciendo de dieciocho o diecinueve, llenos de vida, algunos sin preocupaciones... me hacía sentir mayor, como si no encajara en aquel sitio.
Caminé a prisa entre la multitud de estudiantes que se reunían con sus amigos para comparar sus horarios, salones y profesores, molesta porque dificultaban el paso. ¿Que no podían irse a un lugar en donde no estorbaran? Sí, bien, admito que había iniciado el día con el pie izquierdo y por eso me encontraba un pelín de mal humor.
Primero que nada: Se acabó el café en mi departamento, lo que significaba un día de mierda. Realmente podía ser un monstruo cuando no obtenía mi dosis diaria.
De cafeína, quiero decir.
En segundo lugar: El cheque que supuestamente me iban a mandar ayer de la agencia nunca llegó, lo que significaba esperar un día más para comprar mis útiles. Por ahora tenía un cuaderno reciclado con unas cuantas hojas en blanco y una pluma a la que estaba por acabársele la tinta.
Tercero: No pude dormir en toda la noche porque mi nueva vecina o vecino estuvo toda la noche con la música a todo volumen. ¿Es que no sabía que la gente tenía que madrugar? Pero lo perdoné porque seguramente no estaba informado de que tenía nueva vecina.
Cuarto y último: A mi auto se le desinfló una llanta cuando venía de camino a la universidad, así que tuve que recorrer el último kilómetro —aproximadamente— caminando con rapidez.
Con mis tacones.
Nuevos.
Sabía que debía haber llevado mis Converse, pero había querido lucir bien el primer día y ahora mis pobres pies estaban pagando las consecuencias. Solo esperaba que no fuera un presagio de cómo me iría el resto del semestre.
Esquivé a las amigas que se abrazaban y a los chicos saludándose de esa manera tan extraña que solo los chicos tenían, y me dirigí al salón donde se impartiría mi primera clase. Tomé asiento en uno de los últimos lugares, donde no fuera a llamar la atención, y acomodé mi cuaderno y pequeño bolso en mi regazo, esperando a que llegara mi profesora, la señora Carmichael. Según las referencias que me habían dado de ella, era una de las mejores docentes de la universidad, solo que ya estaba algo mayor y era un poco sorda, o eso me habían dicho, por lo que se desesperaba y perdía los nervios con facilidad.
Saqué un pequeño espejo y comencé a retocarme la pintura de labios. Estaba a punto de terminar cuando todos los estudiantes empezaron a entrar a la habitación de prisa y sin orden. Algunas chicas comenzaron a murmurar y soltar risitas tontas y eso me desubicó un poco.
«¿Yo era así a su edad? Por favor díganme que no.»
Hice una mueca arrugando la nariz y sacudí la cabeza. Justo detrás de las chicas susurradoras entró una señora en sus treinta y tantos seguida por un tipo sexy vestido con una camisa blanca ajustada y unos pantalones formales negros.
«Bueno, hola ahí tú.»
Cuando se dio la vuelta noté lo ajustado que eran sus pantalones también. Quiero decir, ¡deberían haber visto ese trasero, por Dios!
—Buenos días estudiantes de nuevo ingreso —dijo la mujer con voz autoritaria—. Mi nombre es Ria Walker y soy su rectora. He venido para darles la bienvenida y para informarles que la señora Carmichael estará ausente por un par de semanas, y en su lugar impartirá su clase uno de los más recientes pero brillantes estudiantes graduados. —Hubo algunos murmullos emocionados por parte de las chicas y me enderecé en mi asiento tratando de ver bien al nuevo maestro—. Si tienen alguna duda, por favor no duden en comunicarse conmigo. Que tengan buen día.
Y con esto, salió, dejándonos con el nuevo y apetecible profesor.
«Qué hombros, qué espalda...»
Antes de que mis pensamientos pudieran tomar una dirección indebida, empezó a hablar con su grave voz varonil —y sensual— como él.
—Buenas tardes alumnos, mi nombre es Owen Bates, y como ya escucharon, supliré por un tiempo a la señora Carmichael. Estaré impartiendo la materia de Economía, así que si tienen alguna duda... sobre la materia —recalcó cuando una chica levantó a prisa la mano, seguramente para preguntar su edad o si tenía novia—, con mucho gusto las responderé.
Un pequeño ceño de concentración apareció en mi frente. Owen Bates. ¿Por qué se me hacía familiar ese nombre? Y sus ojos azules también, sentía que ya los había visto antes en algún lugar.
«Piensa Kara, piensa.»
—Bueno, si no tienen ninguna duda empezaré con el pase de lista. Angus...
—Presente.
No podía sacarme de la cabeza que lo conocía de alguna parte, pero por mi vida que no podía acordarme de dónde. Estudié su postura con curiosidad. Parecían tan dueño de sí mismo y no me sorprendía. Alguien luciendo así era consciente de que tenía el mundo a sus pies.
Lamentablemente así se manejaba la sociedad. La belleza daba cierta sensación de superioridad, de éxito, más oportunidades; la buena apariencia abría más puertas. Y aquel hombre era bello a rabiar. La vista clavada con concentración en la hoja frente a él, el ligero escaneo que daba al aula cuando escuchaba las respuestas a su pase de lista, su pose segura, relajada, confiada...
Hasta que ya no. De repente su cuerpo se tensó. Sus ojos escanearon entre la multitud en busca de alguien y se detuvieron en mí, su mirada taladrando agujeros en mi cabeza.
«¿Qué?»
Ese tipo parecía odiarme sin razón.
—Rosseau —gruñó. El sonido reverberó por mi columna vertebral, haciendo que mi piel se erizara en respuesta.
Wow, hasta enojado se escuchaba sexy. De repente, viendo sus oscuras cejas enmarcando esos furiosos ojos azul eléctrico, la comprensión llegó a mí. Esa mirada...
Mis ojos se abrieron como platos y mi mandíbula casi cayó al piso al recordar.
—¿Piggy? —pregunté incrédula, en voz alta y chillona, antes de poder refrenar mi lengua. La clase entera estalló en carcajadas y yo me encogí sobre mí misma queriendo desaparecer.
¿Por qué, oh, por qué tenías que ser tan impulsiva, Kara?
Su mirada era glacial mientras apretaba la mandíbula y decía ente dientes:
—Señorita Rosseau, la espero en mi oficina después de clases. —Me lanzó una mirada llena de odio y rencor, luego prosiguió con el pase de lista como si nada.
Solté un suspiro mientras me hundía en mi asiento e intentaba desaparecer por arte de magia.
«Genial, la guinda del pastel en mi día de mierda.»
***
Después de que mi asqueroso primer día en la universidad terminó, me dirigí a dirección para preguntar por la oficina de Owen Bates y me encaminé hacia allá.
Vagué con rapidez entre los pasillos poco transitados, siguiendo las indicaciones que me habían dado. El resto de las clases que había tenido me las pasé distraída tratando de recordar lo más que pudiera sobre Owen.
Recordaba algo sobre él invitándome al baile de bienvenida en la secundaria, pero después de eso era borroso. Solo recordaba algunos malos ratos, donde él terminaba humillado y yo más vacía que nada.
Dios, yo en definitiva había sido una perra. No me sorprendería que él sacara un arma y me disparara en cuanto tomara asiento. Seguro que me odiaba, aunque ya hubieran pasado años desde aquella época.
Yo me odiaría.
O por lo menos me guardaría rencor. Es que esas cosas no se olvidan con facilidad. Mejor dicho, no se olvidan nunca; uno solo logra superarlo y a veces ni siquiera eso.
Cuando llegué al lugar, tomé una respiración profunda y toqué la puerta tres veces.
—Adelante.
Abrí la puerta despacito y me asomé para encontrarlo concentrado en los papeles sobre su escritorio, luciendo muy apuesto. Pasé saliva con dificultad y me relamí los labios.
¿Por qué no había lucido así en la secundaria?
—Soy yo —dije quedo.
Owen levantó su vista de lo que sea que estuviera revisando y la posó en mí. La mirada concentrada y pensativa que tenía fue reemplazada casi de inmediato por una abiertamente hostil. Y no había dudas de que el sentimiento era dirigido a mí.
—Pase, señorita Rosseau, y por favor, tome asiento. —Hice lo que me pidió y me senté frente a su escritorio. Viéndolo de cerca lucía aún mejor.
«Dios, ¿por qué permitiste que me burlara de este chico? ¿No pudiste hacerlo sexy desde los quince años?»
Detuve mi diatriba interior cuando se inclinó hacia atrás para recargarse en su asiento y solo se quedó ahí mirándome, haciéndome sentir nerviosa, expectante por lo que vendría a continuación.
Hubiera dado mi bubi izquierda por saber lo que estaba pensando en ese momento.
—¿Me reconoces, Kara? —preguntó calmado después de algunos segundos, pero la mirada de odio puro y sin destilar seguía ahí.
—Uh, creo que sí.
—¿Crees? —Arqueó una ceja con aire interrogante y relamí mis labios una vez más. No sabía por qué de repente estaban tan secos.
—Sí, no estoy muy segura. Íbamos en la misma secundaria, ¿no?
—Y en el mismo bachillerato —completó.
Cruzó sus brazos —muy bonitos, por cierto— sobre su pecho, las mangas de su camisa aferrándose a sus bíceps y poniéndome nerviosa, haciéndome más consciente de lo bien que lucía ahora.
Tragué saliva con dificultad.
—Oh, vaya. —Eso era incómodo.
Sacudió su cabeza al escucharme y rio sin humor.
—No creo que te acuerdes de las cosas que me hiciste, ¿cierto, Kara? Siempre fuiste demasiado egoísta como para que te importara si lastimabas a la gente.
Hice una mueca. Estaba totalmente de acuerdo en eso con él. Yo había sido una niña tonta y mimada la cual solo había querido demostrar ser mejor que los demás.
—Uh, sí. Recuerdo casi todo de hecho. —Suspiré—. Mira, Owen...
—Profesor Bates, por favor —me interrumpió con un tono de voz prepotente. Su mirada adquirió un brillo divertido cuando me vio apretar la mandíbula.
—Profesor Bates —repetí con lentitud. Tomé una profunda respiración para tratar de calmarme y continué—. Solo quiero que sepa lo mucho que lo siento, ¿sí? Era una niña mimada e inmadura que se sentía superior a todos, pero he cambiado, de verdad, y estoy muy arrepentida de las cosas que hice. No me siento orgullosa de cómo era y... lo siento —admití. Él solo me observó con incredulidad.
—Para ser sincero, lo dudo mucho. ¿Sabe qué es lo que creo? —Odiaba que me hablara de manera tan impersonal. Sacudí la cabeza y él continuó—. Creo que solo lo dice porque ahora soy su profesor. —Negó con la cabeza y chasqueó la lengua—.Tuve un enamoramiento por ti durante algunos años, y otros tres los pasé odiándote. Cada día te burlabas de mí y cada día se reforzaba mi idea de que algún día pagarías por todo eso, por lo que me hiciste pasar a mí y a los demás. Y, ¿sabes qué más? —Me quedé en silencio esperando a que continuara. Él sonrió—. Ese día ha llegado.
***
Si les gusta la historia agradecería mucho una estrellita ♥ Los comentarios también son bien recibidos :3
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